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Capítulo XXI. Gritos en rosas


6 años atrás
Isla de Berk
Gritos en rosas

El castaño se encontraba furioso y desquitaba todo aquel sentimiento negativo en los árboles como un arma que había tomado del almacén. La pelirroja y el dragón solo lo miraban con calma de lejos para no interrumpir, era lo mejor.

A pesar de haber practicado tantas veces volando en el cielo no servía de nada si eso no le ayudaba en la escuela, seguía siendo el mismo pescado parlanchín que todos conocían. Todos los días era lo mismo, sufrir burlas de sus compañeros por su estúpida actuación de aquel día. Su padre regresaría dentro de poco tiempo -después de volver nuevamente al nido de dragón para dar uno de sus golpes finales-, y se decepcionaría por la clase de hijo que encontraría.

¿Cómo era posible que Stoiko el Vasto tenía un hijo como él? Era tan solo hueso y carne, sin nada de músculos como él. Y eso le molestaba; no ser el hijo que deseaba ser para su padre. Los demás chicos eran astutos o por lo menos cumplían los estereotipos de vikingos, a excepción él. Seguramente siempre sería el pescado parlanchín de aquella isla.

Harta, la pelirroja de ver a su amigo desquitandose con aquel tronco seco, se acercó a él para poder ayudarlo.

-Hiccup, ¿no crees que ésto es demasiado? Tal vez solo deberías relajarte y -la interrumpió.

-¿Relajarme? -contestó molestó en su voz para dar vuelta y verla- ¿En serio es lo único que puedes decirme? ¿Acaso sabes lo que es ser el ridículo de tu propio clan?

-Hiccup, yo solo -nuevamente la interrumpió.

-No, Merida. No sabes ni la mitad por lo que estoy pasando. Mi padre, vendrá en pocos días y no soy ni la mitad de buenos como los demás chicos, soy la v
burla de todos ellos y de todos en esta isla. Y lo único que hago bien en este lugar es lo único que está prohibido, con un dragón. Así que no, no intentes ayudarme.

A cada palabra que daba, soltaba golpes al aire mientras daba pequeñas caminatas en su propio eje exclamando con irá cada una de sus palabras. El rostro de la chica al principio era preocupación, pero ahora eran tan indiferente y frío; tanto que al entrar en razón, el castaño, su corazón se llenó de miedo.

-¿No entender lo que sientes, Hiccup? -siguió con aquella mirada mientras soltaba una leve risa sarcástica- Perdóname, Hiccup, no sabía que tus problemas en la escuela era lo más importante en el mundo. ¿Acaso sabes lo que es lidiar con la simple idea que tus padres se encuentran en guerra, sacrificando sus propias vidas y las de tu gente por una guerra sin sentido? ¿O que tus hermanos se encuentran en brazos de desconocidos cuidandolos de la muerte misma y no saber nada de ellos desde hace meses? ¿Y lo único que puedes hacer es nada, porque te lanzaron a un lugar que ni siquiera querías conocer en tu vida, solo para resguardar a su futura heredera? ¿Sabes lo que es lidiar con eso todos los días en este maldito lugar? Perdón, Hiccup, en serio, lo lamento por no ser tan fuerte como tú.

El rostro de la pelirroja nunca cambio, pero el del vikingo se volvió triste y arrepentido por todas las palabras que desde un principio le dijo a la chica. Ella, al terminar, se fue caminando, tomando su arco y flechas que se encontraban por su amigo el dragón, y salió del lugar. Hiccup no pudo deterla, sus palabras lo habían enterrado en la tierra impidiendo mover un músculo de él.

En ocasiones, Hiccup olvidaba todo. Olvidaba que aquella chica se trataba de una princesa y la verdadera razón por la que estaba aquí. Se sentía un completo idiota en este momento.

La tarde paso y el cielo se oscureció, sin rastro de la chica en ningún lugar. Al momento de la cena ni siquiera se presentó, varios notaron su ausencia, pero nadie se atrevió a preguntar al chico.

La pelirroja, al haber salido del bosque, se dirigió al hogar, donde la estaban acogiendo, para encerrarse en la habitación y no salir. Sus lágrimas se derramaban por su rostro mientras su cuerpo yacía en la cama fría. Ya no había sido tan débil desde que comenzó a estar con el castaño, y odiaba serlo en éste momento.

Sus lágrimas cesaron al escuchar un ruido en su ventana, las limpió, se dirigió caminando con cuidado a está y se sorprendió al ver lo que estaba ahí. Se trataban de sus dos amigos volando afuera de la ventana de la chica, en plena madrugada. Ella abrió la ventana con cuidado de no hacer ruido con una cara de pocos amigos.

-¿Qué haces aquí? -dijo la chica.

-Necesito llevarte a un lugar.

-¿Estás loco? Si ven a Chimuelo podrían capturarlo o hacerle algo peor.

-Merida, ¿confías en mí? -preguntó el chico extendiendo su mano a su amiga.

La pelirroja lo dudo por un segundo, ¿debía tomarle la mano a aquel chico? Con cuidado, acercó la suya y las entrelazaron para que el vikingo le ayudará a subir y dirigirse a aquel lugar. Pero al momento en el que sus manos se tocaron, ambos sintieron una sensación distinta, como una corriente eléctrica que corría por todo su cuerpo; pero ninguno se atrevió a decir nada.

Durante, aquel vuelo, nadie nunca dijo nada. La pelirroja solo se encontraba abrazando el torso del chico para no caer, mientras él, dirigía al dragón al corazón del bosque. No sabía exactamente a dónde la llevaba, todo se veía tan distinto por arriba de los árboles que no lograba ubicarse. El castaño, le dió la indicación al dragón de descender dentro de los árboles para que pararán en un lugar obscuro y con el sonido del río pasar, mientras que lo único que los iluminaba era la luna misma.

-Hiccup, ¿a dónde me -la chica no pudo terminar por el siseó de éste.

-Solo sígueme. -dijo tomando la mano de la chica y comenzar a caminar en la obscuridad.

En varios pasos el castaño le advertía de una rama o roca que podría hacerla tropezar, el cual, la chica no hacía caso omiso. El dragón se encontraba detrás de ellos mirando confundido junto a la chica sobre su verdadero destino. Así, llegaron a unos arbustos que impedían ver lo que se encontraba del otro lado, convenciendo a la chica a cerrar los ojos y seguirlo, dudosa, lo hizo.

Comenzó a sentir como se adentraba en aquel lugar y las ramas chocaban con su cuerpo, al final de aquel lugar, el sonido del agua se hizo más fuerte. Solo escucho con un leve susurró del castaño la autorización de poder abrir sus ojos, lo hizo y lo que vio fue todo tan hermoso. Había una pequeña cascada en aquel lugar y varias plantas que brillaban con la luz de la luna, luciérnagas ayudaban a mejor la vista y varios pequeños animales que paseaban por ahí.

-Suelo venir aquí cuando estoy triste, nadie conoce esté lugar además de mi y tú. -sonrió cálidamente el castaño viendo a la chica.

Entonces, se percató que en ningún momento había soltado la mano de la chica, así que rápido lo hizo para rascarse la nuca y tapar su sonrojó en sus mejillas, pero fue inútil. La jóven se dió cuenta de eso, porque ella también tenía un leve rubor en su rostro.

-¿Me concede esta pieza? -dijo la chica riendo extendiéndole la mano al castaño.

Sin que el pudiera negarse, por el simple hecho de no saber bailar, la pelirroja lo había jalado a su cuerpo para encontrarse a tan solo pocos centímetros de distancia. Tomó una de las manos de su compañero para colocarla en su cintura y la otra entrelazada con su mano. El chico tenía un rostro de asombro y del color del cabello de la princesa, ella se dedicó a reír.

Ambos comenzaron a hacer pasos tontos por todo el lugar sin tener la menor idea de que hacían realmente, solo reían mientras fingían estar en una gran fiesta de gala. El chico la hacía dar vueltas y atraerla otra vez a su cuerpo, daban saltos sin sentido o tarareaban la primera melodía que llegara a su cabeza. El dragón disfrutaba aquella escena, era una mezcla de confusión y emoción al mismo tiempo.

Llegó un momento en el que el chico tomo por la cintura a la chica y la elevó mientras reían, y al bajarla se reían mientras jadeos por sus labios salían de ambos. No había alguna necesidad de decir palabra alguna, ellos dos sabían lo que pasaba por la cabeza del otro.

La chica no había notado los profundos que podían ser el color de los ojos del chico si los veías detenidamente, podría verlos toda su vida y nunca se cansaría. El castaño, notó como la luz del río y la luna daba una magia en los ojos de la chica, podría jurar que se trataba del mismo océano en ellos.

Ninguno de los dos entendían por quéue sus corazones no paraban de latir con tanta fuerza en su pecho, no querían que este momento se acabará. Ambos podrían estar en aquella posición toda su vida si pudiesen, pero no sabían por qué. Entonces, ambos poco a poco fueron acercando sus rostros el uno con el otro mientras su abrazo se hacía más profundo. No sabían lo que estaban haciendo pero querían hacerlo, querían estar más cerca. Mientras más lo estaban, más querían saber la sensación de los labios del otro.

Al unirlos, comenzó un pequeño baile entre sus labios, parecieran como si hubieran estado destidos a estar juntos, encajaban a la perfección. El castaño podía jurar que sabían a manzana, ahora era su fruta favorita en todo el mundo y quería comerla todos los días. El beso era tierno y dulce, como aquel amor que había crecido en sus corazones sin que se percataran de ello.

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