«Día 7 de 365» [Parte 1] *corregido*
«Día 7 de 365»
Abro los ojos lentamente y veo el acolchado. Me siento en la cama, miro hacia los lados ¿Dónde está Hiccup? Escucho unos ruidos en la cocina y a Hiccup maldecir. Me levanto y camino por el angosto pasillo para llegar a su cocina, me apoyo en el marco de la puerta. Hiccup estaba haciendo panqueques (o al menos intentando). Veo uno en el suelo y suelto una risita. Él se gira a verme Y me sonríe algo avergonzado.
— Buenos días —dice dejando el desayuno sobre la mesa—, My Lady.
Rodeé los ojos y me senté en la mesa, él se sentó frente a mí.
— Ay, no me llames así —dije ocultando mi sonrojo con mi cabello.
— ¿Por qué no? —preguntó y le dio un sorbo a su café—, eres toda una dama.
Le estaba poniendo el dulce de leche al panqueque y miré a Hiccup mientras hablaba.
— No me gusta hacer de "La damisela en peligro" —dije y le di un mordizco al panqueque.
Hiccup rio.
Así que él me creía una damisela en peligro ¿Cómo me salvaría de ésto? Ay, Hiccup, tienes mucho que aprender. No todos los cuentos de hadas se harán realidad. No es tan fácil conseguir la felicidad en este tunel.
Le di un sorbo a mi café mientras miraba atentamente a Hiccup... ¡Basta ojos! ¡Aparten la mirada! Agh, qué complicados... Hiccup nota mi mirada y deja de beber.
— ¿Por qué me miras así? —pregunta.
Mis mejillas se enrojecieron un poco ¿Qué contesto? A ver, Mérida ¡Piensa! Él no me quita la mirada de encima ¡eso me pone más nerviosa!
— Porque tienes unos ojos muy lindos —contesté ¡No! no quería contestar eso— tú eres lindo.
¿Y DE DÓNDE SALIÓ ESO?
Hiccup se rio levemente un poco nervioso.
— Gracias —dijo bajando la mirada a su desayuno—, tú también eres muy linda.
Tenía unas malditas ganas de vomitar. Yo sé que Hiccup no me gusta... bueno... sí me gusta pero no me gusta de gustar gustar de novios sino de que me gusta de gustar su personalidad ¿Comprendes?
— ¿Quieres hacer algo hoy? —preguntó.
— Sí, no lo sé —dije—, no conozco muchos lugares en la ciudad, y eso que viví aquí toda mi vida.
Lo admito, no conozco mi propia ciudad, con suerte sé doblar a la esquina para ir al parque. Hiccup es el único que me mostraba las maravillas de Buenos Aires, y me agrada mucho compartirlas con él. Sé que somos buenos amigos y que así seguiremos siéndolo, o al menos eso espero.
— Bueno —dijo—, quizás quieras... ¿Ir al centro? No sé qué es lo que te gusta hacer —dijo riéndo.
Ni yo lo sé, ¿qué me gusta hacer? No lo sé, nunca fui a ningún lugar que me guste, a excepción del acuario y obviamente la playa y el parque, pero ya conozco esos lugares, debo probar cosas diferentes, me gustaría... salir de mi burbuja, creo que ya es tiempo de abrirse a lo desconocido.
Hiccup y yo caminábamos por el ENORME centro, los locales y kioscos, todo era impresionante, lo que me molestaba mucho era la cantidad de gente que paseaba, iba y venía; los niños corriendo, jugando y empujándonos y que para no perderme tenía que tomarle la mano a Hiccup como si fuera una niña pequeña.
Caminamos todo el mediodía con Hic, hasta que llegaron las cuatro de la tarde y llamó mamá. ¡Diablos, no le avisé nada a mamá! le hice una seña a Hiccup de que paráramos y paramos. Me soltó la mano y atendí.
— ¿Hola? —hablé con miedo, cerré mis ojos con fuerza esperando la regañada.
— MÉRIDA ELIZABETH DUMBROCH SPITZ —gritó, ahí está la regañada— ¿¡DÓNDE ESTABAS A LAS NUEVE DE LA NOCHE AYER!? ¡ME LLAMÓ TU PADRE A LAS ONCE Y DIJO QUE SALISTE DEL LUGAR, Y TODO LO QUE HAZ HECHO..! ¿DÓNDE ESTÁS?
— Mamá —la interrumpí, ella se calló—, no te preocupes, me quedé a dormir en la casa de Hiccup, ahora estamos en el centro...
Esperé su respuesta, pero no la obtuve hasta dentro de unos segundos que habló con voz más calmada. Bueno, muy calmada.
— De acuerdo —suspiró—, pero casi me matas de un susto, la próxima vez me avisas y yo te busco. Cuando llegues a casa hablamos, ¿sí?
— Sí, adiós —dije y colgué.
Solté un largo suspiro y Hiccup rio
—¡No te burles! —lo fulminé con la mirada.— Está alterada ¿Sabes lo mal que debes estar para alterar a mi madre?
— Lo siento, pero es muy divertido —dijo dejando de reír pero mirándome con una tierna sonrisa.
Rodeé los ojos y nos volvimos a tomar la mano para seguir viendo los locales.
Llegamos a un bar. Queríamos merendar así que entramos y nos sentamos en una mesa. Hiccup hablaba contándome cosas sobre Chimuelo y él, pero no podía prestar mucha atención, pues estaba ocupada mirando como se movían sus labios, cuando los lamía yo me lamía los míos, estaba tan concentrada mirándolo que no me di cuenta de que trajeron la carta hasta que Hiccup me avisó. Agarré la carta y comencé a inspeccionar la comida. ¡Diablos! esa imagen de su remojada de labios... Dios ¡sal de mi cabeza!
Dejé la carta a un lado, ya sabía que pediría. Hiccup hizo lo mismo unos segundos después, ésta vez dijo que le contara sobre mí o que le hablara porque lo único que yo hacía era asentir con la cabeza, sonreír y mirar sus labios. Le conté sobre mi perro, como él me había contado del suyo yo le conté de que compartía la idea de que Angus era mi mejor amigo. También le conté lo que sucedió en el restaurante con Gothel, le expliqué cómo era ella, él sólo me decía que ideáramos un plan maléfico, yo me reía solamente.
Después de la plática llegó nuestra comida, así que comenzamos a merendar.
No hablábamos mucho, pero las miradas entre nosotros eran muy obvias, o al menos así lo interpreté yo. Después de que termináramos nuestra comida salimos del bar, y aunque no había mucha gente igual nos tomamos de la mano. Intentaba evitar el contacto visual con él, pero necesitaba verlo, y fue ahí cuando las miradas se cruzaron y nos sonrojamos.
Basta, Mérida, contrólate.
Caminamos hacia el playon (si no saben lo que es lo pongo abajo), y fue ahí cuando lo vi. Su cabello castaño, oscuro casi negro, sus ojos color almendra, su rostro reconocible. Ahí estaba.
Flynn Rider.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro