«Día 49 de 365» (sin corregir)
«Día 49 de 365»
Dormía plácidamente, tenía una sonrisa enamorada pintada en el rostro. Hasta que sentí que me movían el brazo, abrí los ojos cambiando mi expresión a una más seria y vi a mamá ahí con una sonrisa.
— ¿Qué pasó? —pregunté soñolienta.
— Debes vestirte, en unos minutos llegará Hipo —dijo mamá suavemente.
Salté de la cama como un ninja (xD) y corrí hacia el baño, mamá me miró sorprendida pero sólo cerré la puerta del baño y abrí el grifo de la ducha.
A penas terminé de bañarme me cambié rápidamente pero aún así cuando estaba cepillando mi mojado cabello el timbre de la puerta sonó, bajé las escaleras con el cepillo atascado en mi cabello y al abrir ahí estaba Hipo con unos pantalones cortos y las manos en los bolsillos, una remera blanca manga corta. Me sonrió.
— Oh... Hipo —dije nerviosa—, emm... ¿Quieres pasar?
Hipo asintió y entró a casa, él me abrazó por la cintura y me beso pasando las manos por mi cabello cerré los ojos con fuerza cuando encontró el cepillo atascado entre los bucles, se separó inmediatamente, yo lo miré seria esperando la burla. Él vio que era un peine lo que tenía atascado y explotó a carcajadas. Me crucé de brazos esperando que terminase de reír.
— Lo siento —dijo parando de reír—, ven yo te ayudo.
Me di vuelta dándole la espalda para que me ayudara, el jaló con mucho cuidado el peine, pero éste no salía, tuvo que agarrar mi cabello para separarlo primero y luego intentar desenredarlo, mi cabello comenzó a inflarse ya que se había secado y me pasó el peine. Finalmente luego de haber perdido al menos veinte minutos el peine salió.
— Uff... ya está —dijo Hipo con el peine en las manos.
— Ajá, pero mi cabello es un desastre ahora —dije haciendo un puchero.
— Vamos, no está tan mal —dijo él intentando animarme.
Parecía que pasó una explosión atómica por mi cabello, lo miré con cara seria.
— Bien, pero para mí estás hermosa —dijo y tocó mi nariz juguetonamente, robándome una sonrisa.
— Voy a atarlo —dije.
Corrí hacia el baño y me hice un rodete muy apretado, disimulaba muy bien el desastre que era mi cabello, unos cortos rulos rebeldes salían solamente, solté un suspiro aliviado al ver que logré calmar éste arbusto naranja. Finalmente; salí del baño entonces Hipo sonrió nuevamente, él tenía esa costumbre de sonreír a penas me veía, y también, me contagiaba esa risa.
— ¿Vamos? —preguntó.
Asentí tomando su mano, salimos afuera, él me abrió la puerta con el típico "Pase, My Lady", yo sonreía y subía al auto.
Los padres de Hiccup vivían a las afueras de la ciudad, estábamos llegando más bien a lo que era el campo, pasábamos por el camino de tierra cantando canciones del CD, Hiccup tenía unos lentes de sol negros puestos sólo para provocarme, él decía cosas y a veces tonterías a las que yo reía a carcajadas, lo divertido y tierno fue cuando se me escapó un sonido de chanchito y él dijo "Que hermosa risa tienes", lo dijo con tanta sinceridad que me sonrojé creyendo que era verdad. Cuando íbamos a mitad de camino el auto se quedó barado en medio de un enorme charco de barro en la calle. Hipo bajó para solucionar el problema.
— Mer, pásate a el asiento del conductor —dijo desde afuera.
— Como digas —dije pasándome.
— Acelera —pidió.
Apreté el acelerador mientras Hipo movía un poco el auto.
Estuvimos así unas horas intentando que el auto arrancase, yo seguía adentro mientras él quitaba el barro de la rueda del auto.
— ¿Cómo va todo hayá? —pregunté desde dentro del auto.
— Oh, estupendo —dijo con algo de sarcasmo, yo me reí.
— Oye ya está oscureciendo —anuncié—, creo que esta es la parte en la que sale el asesino detrás de un árbol con una motocierra y nos mata.
Hipo se puso detrás para empujarlo.
— Pisa el acelerador —dijo.
Apreté de nuevo.
— Un poco más fuerte —pidió.
Así que pisé con muchísima fuerza el acelerador, lo raro fue que no escuché nada más de Hipo, entonces asomé mi cabeza por la ventana y ahí estaba él con la cara manchada de barro al igual que la camisa blanca, me reí a carcajadas de él, Hipo comenzó a acercarse peligrosamente a mí, se quitó los lentes y los guardó en los bolsillos de su pantalón, me miró mientras comenzaba a abrir la puerta.
— No, no aléjate —dije asustada y entre risas.
— Oh ven aquí —dijo una vez que abrió la puerta, pero antes yo me pasé para el otro asiento y salí por el otro lado del auto.
Me escondí detrás del auto, pero él apareció en mi izquierda y me tiró un puñado de barro, solté un gritito y le tiré otro, me fui hacia el otro lado del auto y le tiré otro puñado de barro por arriba, él me devolvió con otro, entonces así comenzó una divertida guerra de barro. Él me iba a atacar por la izquierda pero se resbaló y se calló hacia atrás, solté una carcajada y me acerqué a él, puse mis manos a los costados de sus hombros y lo besé lentamente él tomó mi cintura, me manchaba peroo no me importada, el amor y no la guerra.
— ¿Tregua? —preguntó.
— Tregua —respondí sonriendo.
— Hipo hablo en serio —le dije—, no veré a tus padres así.
Hiccup giró a verme mientras conducía con una sonrisa.
— No estás tan mal, te ves hermosa —dijo.
— Siempre dices eso —dije algo desanimada.
— Tranquila, estará bien —dijo—, aparte no dejaré que los veas así, tengo una reputación que mantener.
— JA, me imagino —dije con sarcasmo.
Hipo sonrió mordiéndose los labios. Vi como entrábamos en un barrio muy grande, vi una casa gigante de color blanco, una mansión, abrí ligeramente la boca, Hipo paró el auto frente a las rejas antes de entrar en el ENORME patio. Hipo habló desde un identificador de voz cerca de la reja.
— Hola Jorge, soy yo, Hipo —dijo él.
¿Estaba loco acaso? ¡No podíamos entrar en un barrio privado!
— Hola, Hic —habló la voz—, pasen.
Las rejas se abrieron y yo quedé con mi boca abierta, miré a Hipo para que me diese una explicación pero él ni siquiera se dignó a mirarme, así que hablé:
— ¿Hiccup qué haces? —pregunté media desesperada, él no contestó— ¿¡Quién es Jorge!?
Pero no respondió a ninguna de mis preguntas. Bajé todo el vidrio de la ventana y miré la casa con detenimiento, cielos, ésto era enorme.
— ¿Hiccup dónde estamos? —pregunté mirándolo fijamente.
Hipo sólo sonrió y paró el auto frente a la casa, Hipo bajó del auto y corrió hacia mí abriéndome la puerta, yo bajé y volví a mirar la casa.
— ¿Ésto es su casa? —pregunté sorprendida— ¿¡Eres rico!? —yo parecía espantada, Hipo sólo sonrió— ¡Dijiste que tu padre era un doctor no muy famoso! ¡Que tu madre tenía una tienda de frenos!
— Ajá, pero es que ella tiene ocho millones de tiendas de frenos —dijo aún con su sonrisa sexy.
— Ah no, no voy a ver a tus padres —dije aferrándome a la extremidad de donde se supone devería estár la ventanilla— ¡No en éste estado!
Hiccup me tomó de la cintura y me jaló.
— Suéltate —dijo.
— ¡No! —dije aferrándome más.
— Suéltate, Mer —dijo volviendo a tirar, ahora rió un poco.
— Tú suéltame —dije, y seguido de eso me solté, sin embargo él no lo hizo.
Hipo me besó con pasión.
— ¿Hiccup? —preguntó una voz aguda.
Nos separamos al instante, arriba de unas escaleras que tenía la casa; había una señora de cabello castaño, ojos verde esmeralda (muy similares a los de Hipo), la mujer tenía una cara alargada y una pera puntiagüda, traía puesto un vestido blanco estilo kimono (los que usan las chinas) con algunos detalles en plateado, unos tacos finos de color blanco crema y su cabello estaba recogido en un muy elegante rodete.
— Ahm... ¡Mamá! —Hipo sonrió con algo de nerviosismo, hubo un silencio incómodo, la mujer me miró con algo de curiosidad, Hipo soltó un suspiro algo preocupado— Ahm, ella es Mérida.
Sonreí a la mujer, yo estaba algo endurecida al verla, ella tan elegante y delicada y yo cubierta de lodo como un cerdo.
— Hola —salude con una sonrisa muy exagerada.
Ella sonrió amable.
— Pueden lavarse con la manguera —dijo aún con su sonrisa.
Hipo se había quitado la camisa, ambos estábamos empapados y eso hacía que su maldito y sensual torso brillara espléndido, comenzó a pasarme la fría agua de la manguera por la espalda y yo solo soltaba sonidos de frío.
— Bien ahora mi cabello —dijo él.
Me dio la manguera, se inclinó un poco, yo era más alto que él, le puse el agua en el cabello mientras lo removía quitando la tierra y suciedad, cuando Hipo se inclinó pude divisar unas dianas a lo lejos en el patio, a el costado de una había un arco con flechas en el suelo. Los miré con mucha atención, quizás...
— Aquí tienes ropa —dijo la voz de la mujer.
Me giré rápidamente, ya había terminado con al cabello de Hipo, vi como la mujer dejaba un poco de ropa en la silla cerca de nosotros.
— Gracias —dije—, señora...
La mujer sonrió y se fue.
— Date vuelta —me ordenó Hipo.
Le hice caso y él empezó a pasar el agua por mi espalda y cabello.
La merienda estaba lista, estábamos sentados en la mesa merendando, estaba el padre de Hipo que me comentó se llamaba Estoico deborando la comida, era un hombre robusto, muy robusto, hablábamos de los estudios, el peor tema que pudieron elegir.
— Es una tradición familiar —dijo Valka, la madre de Hipo—; todos mis hermanos han ido a esa universidad, y ahora nuestro Hiccup irá a California en unas semanas.
¡¿Qué?! Me quedé algo paralizada mirando a la señora, ¿Cómo que en unas semanas? ¡¡A CALIFORNIA!!, oculté mi sorpresa, pero fui obvia por como la había mirado cuando lo dijo.
— ¿Hiccup no te lo comentó? —preguntó.
— No, no lo hizo —hablé entre dientes, miré a Hipo que estaba sentado junto a mí.
— ¿Dónde vas a estudiar, Mérida? —preguntó la mujer para luego tomar delicadamente la copa de vino.
— No, no voy —dije, la mujer me miró con algo de disgusto pero lo ocultó abriendo mucho los ojos— yo... ahm... ahh —lo último lo suspiré.
No hablaría de mi enfermedad, no ahora. Me habría encatado poder tener la vida de Hipo, rodeado de amigos, primario, secundario, universidad, ser una persona inteligente y dependiente, no ser... yo que necesita de una maldita medicina para vivir. El silencio era incómodo, estaba enfadada con Hipo, pero también conmigo misma, no logré agradarle a su familia, o al menos a su madre, todo por culpa de los estudios universitarios...
— Oh, vamos Mérida —suplicó Hipo siguiéndome.
Caminaba para irme de la maldita casa, me sentía un estorbo y estaba enojada aparte. No me apetecían las ganas de tolerar las miradas de desaprovación de su madre.
— No me molestes —dije enfadada aún sin dejar de caminar.
Ni me detendría.
— Por favor, no hagas ésto —dijo refiriéndose a mi rabieta.
— Oh, y se te olvidó mencionar que te irías a estudiar a Jael en unas semanas —le dije aún siguiendo mi paso, llegamos a lo que era un muelle y ahí nos detuvimos a hablar.
— Lo siento Mérida —dijo él apresurado—, mira es complicado, mis padres están... agh, no quiero decepcionarlos.
— ¿¡Y qué es lo complicado Hiccup!? ¡Es tu vida elige lo que tú quieras! —dije algo enfadada.
— No es tan simple —dijo él mirando hacia abajo.
Me quedé pensando unos segundos... sí, Hiccup iría a la universidad, yo moriría en un año, ni siquiera le agradaba a sus padres, no sé si... ésto deba seguir así.
— Hic, no tenemos que hacer ésto —dije mirándolo, él levantó la mirada y la posó en mí.
— ¿Qué? —preguntó desconcertado.
— Quizás debas buscar a alguien más adecuado a tu estilo de vida —le dije mirándolo fijamente.
Él abrió ligeramente la boca, yo hice una mueca.
— Ya sabes, una chica rica, universitaria... —dije con algo de enojo en mi voz.
— ¿¡De qué diablos hablas, Mérida!? —exclamó.
— ¡Hiccup ésto no va nada bien! ¡Sólo piénsalo unos segundos! —le dije alzando la voz— tú irás a una universidad en unas semanas y yo moriré en meses ¡¿Qu...!?
No pude continuar porque sus labios me callaron, él me abrazó de la cintura con mucha fuerza, como si su vida dependiera de ello, yo dejé que mis labios se movieran al compás de los suyos y lo tomé de los antebrazos. Nos separamos y nos miramos a los ojos.
— ¿Cuándo entenderás que yo sólo te quiero a ti? —preguntó dolido.
Mis ojos se humedecieron un poco, lo abracé con mucha fuerza y él correspondió mi abrazo con la misma, no me permití llorar, pero debo confesar que me sentí horrible al no hacerlo. Nos separamos.
— Te amo, Hic —dije dándole un beso corto en los labios.
Hiccup acarició mi rostro con su mano corriendo un poco mi cabello y tardó en contestar un:
— Yo te amo a ti.
Nos volvimos a abrazar con fuerza, y luego nos separamos para pegar nuestras frentes.
— Hic... hay algo que aún no sabes sobre mí —le dije, él enarcó una ceja.
Suspiré, hace mucho que no tocaba un arco. Sin embargo, miré nuevamente el objetivo y solté la flecha, ésta dio en el centro de la diana, sonreí algo nostálgica.
— Impresionante —dijo Hipo mirándome con una sonrisa.
Yo también sonreí y lo besé, él me quitó el arco y lo tiró al suelo para que el beso fuera más cómodo, y así siguió...
Él me besaba en la puerta de mi casa, estaba oscuro, debían de ser por lo menos las nueve y cuarto, pero tan deliciosos son los besos que se han vuelto una adicción para mí y no podía despegarme de sus labios, estuviésemos el tiempo que estuviésemos. Pero aún así nos separamos. Nos dijimos adiós seguido de un beso corto y se fue en su auto al tiempo que yo entraba en casa, me apoyé en la puerta una vez adentro y me deslicé hasta terminar en el suelo, me mordí el labio inferior. A veces todo es tan perfecto que dudo en si es real o no.
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