013. polyjuice potion
↯ CAPÍTULO TRECE
▬ ❝ la poción multijugos ❞ ▬
MÉREOPE MANTENÍA SU VISTA FIJA EN ALGÚN PUNTO DE LA SALA COMÚN, ESPERANDO TENER BUENAS NOTICIAS POR PARTE DE HARRY, quien había sido encontrado en otra escena del crimen junto a Justin y Nick Casi Decapitado –ambos para la mala suerte del chico, petrificados–.
—¿Por qué él? ¡Siempre a él! —se quejo Méreope, recostando su cabeza en las piernas de Hermione.
—Dudas que quizás jamás sean resueltas —habló Ron, pasando uno de los caballos al otro lado del tablero—. Por cierto Meli, vi como peleaste contra Parkinson, ¡fue brutal!
—Ay, no fue nada. Tenía ganas de quitarle su varita desde el curso pasado —la pelirroja volvió a analizar el diario misterioso y suspiro—. Creo que le quite mas de un cabello con aquel jalón, pero no me arrepiento.
—No te agradecí por ayudarme Mér, gracias —murmuro Hermione, pasando una de sus manos por el cabello pelirrojo de su mejor amiga cariñosamente.
—Eres mi mejor amiga, Herms —dejó de lado el diario, distraída—. Además, no iba dejar que te mataran, ¿quién me ayudaría a hacer los deberes después?
Ron y Hermione rieron, contagiando a Méreope al poco tiempo, provocando que no se diera cuenta en que momento alguien o algo había el misterioso diario, robándolo.
[...]
La doble agresión contra Justin y Nick Casi Decapitado convirtió en auténtico pánico lo que hasta aquel momento había sido inquietud. Curiosamente, resultó ser el destino de Nick Casi Decapitado lo que preocupaba más a la gente. Se preguntaban unos a otros qué era lo que podía hacer aquello a un fantasma; qué terrible poder podía afectar a alguien que ya estaba muerto. La gente se apresuró a reservar sitio en el expreso de Hogwarts para volver a casa en Navidad.
Andrómeda le había exigido a Méreope volver, amenazándola con que si ella no se iba por su cuenta, mandaría a Dora a buscarla. Méreope respondió de igual manera que su madre –por vociferador– alegando que ella se quedaría con sus amigos y le prometía no meterse en problemas.
Claramente eso lo prometió con los dedos cruzados detrás de su espalda.
—Si sigue así la cosa, sólo nos quedaremos nosotros —dijo Ron a Harry, Méreope y Hermione—. Nosotros, Malfoy, Crabbe, Goyle y Pansy. Serán unas vacaciones deliciosas.
Crabbe y Goyle, que siempre hacían lo mismo que Malfoy, habían firmado también para quedarse en vacaciones. Y Pansy, quien estaba obsesionada con Malfoy, firmo para estar con él aunque llevaban días sin dirigirse palabra alguna.
Al parecer los únicos que se tomaron divertido el asunto de Harry fueron Fred y George. Le salían al paso y marchaban delante de él por los corredores gritando:
—Abran paso al heredero de Slytherin, aquí llega el brujo malvado de veras...
Percy desaprobaba tajantemente este comportamiento.
—No es asunto de risa —decía con frialdad.
—Quítate del camino, Percy —decía Fred—. Harry tiene prisa.
—Sí, va a la Cámara de los Secretos a tomar el té con su colmilludo sirviente—decía George, riéndose.
Ginny tampoco lo encontraba divertido.
—¡Ah, no! —gemía cada vez que Fred preguntaba a Harry a quién planeaba atacar a continuación, o cuando, al encontrarse con Harry, George hacía como que se protegía de Harry con un gran diente de ajo. Provocando que la pequeña Weasley se escondiera detrás de Méreope murmurando un "esos hermanos míos son idiotas"
Las payasadas de Fred y George parecían enervar a Draco Malfoy, que se amargaba más cada vez que los veía con aquel pitorreo.
—Eso es porque está rabiando de ganas de decir que es él —dijo Ron sentenciosamente—. Ya saben cómo aborrece que se le gane en cualquier cosa, y tú te estás llevando toda la gloria de su sucio trabajo.
—No durante mucho tiempo —dijo Hermione en tono satisfecho.
—La poción multijugos ya está casi lista. Cualquier día revelaremos la verdad sobre él —terminó de decir Méreope sonriendo de lado.
[...]
Por fin concluyó el trimestre, y sobre el colegio cayó un silencio tan vasto como la nieve en los campos. Más que lúgubre, a Méreope le pareció tranquilizador, y se alegró de que ella, Hermione, Harry y los Weasley pudieran gobernar la torre de Gryffindor, lo que quería decir que podían jugar al snap explosivo dando voces y sin molestar a nadie, o podían batirse en privado. Fred, George y Ginny habían preferido quedarse en el colegio a ir a visitar a Bill a Egipto con sus padres.
Méreope le insistió mediante variedad de cartas a la Señora Weasley poderlos acompañar a Egipto, pero Andrómeda se entero y mediante un vociferador le advirtió que Bill era bastante mayor para ella. Lo cual, la pelirroja ignoro por completo y siguió suspirando mentalmente mientras imaginarios corazones se forman encima de su cabeza.
Amaneció el día de Navidad, frío y blanco. Méreope y Hermione despertaron temprano a Harry y Ron, los únicos que quedaban en aquel dormitorio. Iban ya vestidas y llevaba regalos para ambos.
—¡Despierten! —dijo en voz alta la pelirroja, abriendo las cortinas de la ventana.
—Chicas..., saben que no pueden entrar aquí —dijo Ron, protegiéndose los ojos de la luz.
Méreope lo ignoro y se le hecho encima a Harry para despertarlo.
—Feliz Navidad a ti también —le dijo Hermione, arrojándole su regalo—. Nos hemos levantado hace casi una hora, para añadir más crisopos a la poción. Ya está lista.
Harry atrajo mas a él a Méreope y se sentó en la cama junto con ella.
—¿Están seguras?
—Del todo —dijo Hermione, apartando a la rata Scabbers para poder sentarse a los pies de la cama—. Si nos decidimos a hacerlo, creo que tendría que ser esta noche.
Méreope se levantó de la cama al ver que Hedwig se acercaba a la cama del azabache.
La pelirroja ya había abierto sus obsequios en su recamara junto con Hermione, encontrándose con un bote de gomitas sabor café por cortesía de Hagrid; Ron le había conseguido un par de gorros para el frio con colores morados y rojos que le resaltarían el color de su cabello, ojos y piel; Hermione le había comprado los dos primeros libros de la saga de Narnia, diciéndole que en sus próximos años le daría los demás; Harry le había comprado una gargantilla con un pequeño dije en el centro en forma de un rayo junto con una llama de fuego; La Señora Weasley le había tejido un nuevo suéter, esta vez mas morado que el anterior. Además de una rebanada del pastel que tanto amaba Méreope.
Mientras que Andrómeda, Ted y Nymphadora le habían mandado sus regalos el día de su cumpleaños número trece; Un colgante con las iniciales AENM, las iniciales de la familia.
Y el chico Nott le había enviado una pulsera con una pequeña serpiente en el centro.
—Ese Nott... no lo sé Issa, creo que tiene que ver con los planes de Malfoy y sus secuaces —comenzó a decir Harry, frunciendo el ceño mientras miraba la pulsera que Theo le había dado en la muñeca de la pelirroja.
—No empieces, Harry —farfullo Méreope, comenzando a salir de la habitación para ir a la suya.
Harry bufo y se dejo caer en la cama de nuevo.
—Si no te conociera Harry, diría que estas celoso de Theo —canturreo Hermione, pasando un mechón de su esponjado cabello detrás de su oreja y sonriéndole con malicia al azabache.
—Hermione, por ahora todos los Slytherin son malos. ¡Quieren aprovecharse de la inocencia de Meli! —grito Ron, levantándose de la cama de un salto.
Harry se sonrojó ante las palabras de Hermione y salió corriendo hacia el baño, con la excusa de que debía arreglarse.
Él no sabía que era esa punzada cada vez que el tal Nott hablaba con su mejor amiga, pero era una sensación tan extraña y rara que odiaba sentirla.
[...]
Nadie podía dejar de asistir a la cena de Navidad en Hogwarts, aunque estuvieran atemorizados por tener que tomar luego la poción multijugos.
El Gran Comedor relucía por todas partes. No sólo había una docena de árboles de Navidad cubiertos de escarcha, y gruesas serpentinas de acebo y muérdago que se entrecruzaban en el techo, sino que de lo alto caía nieve mágica, cálida y seca. Cantaron villancicos, y Dumbledore los dirigió en algunos de sus favoritos. Hagrid gritaba más fuerte a cada copa de ponche que tomaba. Percy, que no se había dado cuenta de que Fred le había encantado su insignia de prefecto, en la que ahora podía leerse «Cabeza de Chorlito», no paraba de preguntar a todos de qué se reían.
Harry, Ron y Méreope apenas habían terminado su tercer trozo de tarta de Navidad, cuando Hermione les hizo salir del salón con ella para ultimar los planes para la noche.
—Aún nos falta conseguir algo de las personas en que se van a convertir —dijo Hermione sin darle importancia, como si los enviara al supermercado a comprar detergente—. Y, desde luego, lo mejor será que puedan conseguir algo de Crabbe y de Goyle; como son los mejores amigos de Malfoy, él les contaría cualquier cosa. Y también tenemos que asegurarnos de que los verdaderos Crabbe, Goyle y Pansy no aparezcan mientras lo interrogamos.
»Lo tenemos todo solucionado —siguió Méreope tranquilamente y sin hacer caso de las caras atónitas de Harry y Ron. Les enseñó tres pasteles redondos de chocolate—. Los hemos rellenado con una simple pócima para dormir. Todo lo que tienen que hacer es asegurarse de que Crabbe, Goyle y Pansy los encuentran. Ya saben lo glotones que son, y Pansy los seguirá a ellos; seguro que se los tragan. Cuando estén dormidos, los esconderemos en uno de los armarios de la limpieza y les arrancaremos unos pelos. Bueno, ustedes le arrancarán a Crabbe y Goyle: yo ya tengo los cabellos de Pansy desde que pelee con ella.
Harry y Ron se miraron incrédulos.
—Hermione, Meli, no creo...
—Podría salir muy mal...
Pero la castaña y la pelirroja los miraron con expresión severa, como la que habían visto aveces adoptar a la profesora McGonagall.
—La poción no nos servirá de nada si no tenemos unos pelos de Crabbe y Goyle —dijo Hermione con severidad—. Quieren interrogar a Malfoy, ¿no?
—De acuerdo, de acuerdo —dijo Harry y miro a Hermione—. Pero ¿y tú? ¿A quién se lo vas a arrancar tú?
—¡Yo ya tengo el mío! —dijo Hermione alegre, sacando una botellita diminuta de un bolsillo y enseñándoles un único pelo que había dentro de ella—. ¿Se acuerdan de que me batí con Millicent Bulstrode en el club de duelo? ¡Al estrangularme se dejó esto en mi túnica! Y se ha ido a su casa a pasar las Navidades. Así que lo único que tengo que decirles a los de Slytherin es que he decidido volver.
Segundos después ambas niñas corrieron para poder ver el proceso de la poción, confiando en que ambos chicos harían su parte.
[...]
Grandes nubes de humo negro se formaban encima del cubículo en el que estaban Méreope y Hermione revolviendo el caldero donde estaba vertida la poción multijugos.
—¿Hermione? ¿Méreope?
Méreope quito el seguro de la puerta y salió delante de Hermione, con las caras sudorosas y una mirada inquieta. Tras ellas se oía el glu glu de la poción que hervía, espesa como melaza. Sobre la taza del retrete había cuatro vasos de cristal ya preparados.
Harry sacó el pelo de Goyle y Ron el de Crabbe.
—Bien. Y yo he tomado estas túnicas de la lavandería —dijo Hermione, enseñándoles una pequeña bolsa—. Necesitaran tallas mayores cuando se hayan convertido en Crabbe y Goyle.
Los cuatro miraron el caldero. Vista de cerca, la poción parecía lodo espeso y oscuro que borboteaba lentamente.
—Estoy segura de que lo he hecho todo bien —dijo Hermione, releyendo nerviosamente la manchada página de Moste Potente Potions—. Parece que es tal como dice el libro... En cuanto la hayamos bebido, dispondremos de una hora antes de volverá convertirnos en nosotros mismos.
—¿Qué se hace ahora? —murmuró Ron.
—La separamos en los cuatro vasos y echamos los cabellos —Méreope sirvió en cada vaso una cantidad considerable de poción. Luego, con mano temblorosa, trasladó el pelo de Pansy de la botella al primero de los vasos.
La poción emitió un potente silbido, como el de una olla a presión, y empezó a salir muchísima espuma. Al cabo de un segundo, se había vuelto de un verde asqueroso.
—Aggg..., esencia de Pansy Parkinson —dijo Ron, mirándolo con aversión—. Apuesto a que tiene un sabor asqueroso.
—Echen los de ustedes, vamos —les dijo Hermione viendo el amarillo asqueroso que se había formado en su vaso.
—Esperen —dijo Harry, cuando Ron, Méreope y Hermione cogieron sus vasos—. Será mejor que no los bebamos aquí juntos los cuatro: al convertirnos en Crabbe y Goyle ya no estaremos delgados. Millicent Bulstrode tampoco es una sílfide y bueno... Pansy tiene tu misma complexión, Issa... ¡digo! No es cierto, bueno si, ¡olvídalo!
Méreope lo fulmino con la mirada.
—Bien pensado —dijo Ron, abriendo la puerta y queriendo salvarse de la indignación de Méreope—. Vayamos a retretes separados.
Con mucho cuidado para no derramar una gota de poción multijugos, Méreope pasó al de la orilla.
—¿Listos? —preguntó Harry desde su cubículo.
—Listos —contestaron Ron, Méreope y Hermione.
—A la una, a las dos, a las tres...
Tapándose la nariz, Méreope se bebió la poción en dos grandes tragos. Sabía a podrido, a cualquier producto que estuviera echado a perder o cortado.
Inmediatamente, se le empezaron a retorcer las tripas como si acabara de tragarse serpientes vivas. Se encogió y comenzó a implorar a quien sea que el dolor parara. Luego, un ardor surgido del estómago se le extendió rápidamente hasta las puntas de los dedos de manos y pies. Jadeando, se puso a cuatro patas y tuvo la horrible sensación de estarse derritiendo al notar que la piel de todo el cuerpo le quemaba como cera caliente, comenzó a sentir que crecía unos cuantos centímetros mas, vio como su cabello comenzaba a perder el brillante y llamativo color pelirrojo, cambiando a un negro azabache, este mismo comenzó a rebajársele hasta la altura de sus orejas y el flequillo comenzaba a taparle las cejas. Sus manos comenzaron crecer un par de centímetros, su túnica comenzaba a quedarle algo corta al mismo tiempo que sus tenis se le ajustaban demasiado.
Todo concluyó tan repentinamente como había comenzado. Méreope había terminado con la espalda pegada a la puerta del cubículo mientras que de fondo llegaba a escuchar los ligeros sollozos de Myrtle la llorona. Se toco la cabeza al sentir dolor en esta zona, topándose con el corto cabello que siempre portaba la Slytherin.
—¿Están bien? —Méreope escucho la áspera voz de Goyle, que rápidamente asocio con Harry.
—Sí —contestó el gruñido de Crabbe.
—¿Issa, estas bien?—volvió a escuchar la voz de Goyle.
—Lo estoy, Harry —tapo su boca en el momento en que la chillona voz de Parkinson salió de su garganta—. ¡Ay no, tengo su chillona voz también!
Salió del baño cruzada de brazos.
Se encontró con su mejor amigo convertido completamente en Goyle mirándose en el espejo roto frente a ellos.
Al mismo tiempo salió Ron convertido por completo en Crabbe.
—¡Dios mío! —chillo Méreope, mirándose en el espejo— ¡Me e convertido en Pansy!
Comenzó a verse por completo en el espejo, sintiendo comezón por toda su frente gracias al flequillo que Pansy usaba siempre.
—Es increíble —dijo Ron, acercándose al espejo y pinchando con el dedo la nariz chata de Crabbe—. Increíble.
—Mejor que nos vayamos —dijo Harry, aflojándose el reloj que oprimía la gruesa muñeca de Goyle—. Aún tenemos que averiguar dónde se encuentra la sala común de Slytherin. Espero que demos con alguien a quien podamos seguir hasta allí.
Méreope seguía en shock, rápidamente aflojo sus tenis, queriendo no sentir mas aquella presión horrible.
—¿Pues de cual calza Parkinson?
Ron dijo, contemplando a Harry:
—No sabes lo raro que se me hace ver a Goyle pensando. Y Meli... te sienta mejor el pelirrojo.
Méreope gruño y se dirigió hacia la puerta donde Hermione estaba.
—Vamos Herms, tenemos que irnos...
Una voz aguda le contestó:
—Me... me temo que no voy a poder ir. Vayan ustedes.
—Hermione, ya sabemos que Millicent Bulstrode es fea, nadie va a saber que eres tú —Méreope golpeo a Ron, pero ella se hizo mas daño al tocar el hombro de Crabbe con sus nudillos.
—No, de verdad... no puedo ir. Dense prisa ustedes, no pierdan el tiempo.
Harry miró a Ron y a Méreope, desconcertado.
—Pareces Goyle —dijo Ron—. Siempre pone esta cara cuando un profesor pregunta.
—Hermione, ¿estás bien? —preguntó Harry a través de la puerta.
—Sí, estoy bien... Márchense.
—Espera aquí hasta que volvamos, ¿okay? —dijo la ex-pelirroja.
Harry, Ron y Méreope abrieron con cuidado la puerta de los lavabos, comprobaron que no había nadie a la vista y salieron.
—No muevas así los brazos —susurró Méreope a Ron.
—¿Eh?
—Crabbe los mantiene rígidos... —explico Méreope comenzando caminar como, según ella, Pansy lo hacia.
Como si estuviera en una pasarela todo el tiempo.
—¿Así?
—Sí, mucho mejor.
Bajaron por la escalera de mármol. Lo que necesitaban en aquel momento era a alguien de Slytherin a quien pudieran seguir hasta la sala común, pero no había nadie por allí.
—¿Tienen alguna idea? —susurró Harry.
—Cuando los de Slytherin bajan a desayunar, creo que vienen de por allí —dijo Méreope, señalando con un gesto de la cabeza la entrada de las mazmorras. Apenas lo había terminado de decir, cuando una chica de pelo largo rizado salió de la entrada.
—Perdona —le dijo Ron, yendo deprisa hacia ella—, se nos ha olvidado por dónde se va a nuestra sala común.
—Me parece que no les entiendo —dijo la chica muy tiesa—. ¿Nuestra sala común? Yo soy de Ravenclaw.
Y se alejó, volviendo recelosa la vista hacia ellos.
Harry, Ron y Méreope bajaron corriendo los escalones de piedra y se internaron en la oscuridad. Sus pasos resonaban muy fuerte cuando los grandes pies de Crabbe y Doyle golpeaban contra el suelo, mientras que los pies de Pansy no hacían ni un poco de eco por el lugar. Pero temían que la cosa no resultara tan fácil como se habían imaginado.
Los laberínticos corredores estaban desiertos. Fueron bajando más y más pisos, mirando constantemente sus relojes para comprobar el tiempo que les quedaba. Después de un cuarto de hora, cuando ya estaban empezando a desesperarse, oyeron un ruido delante.
—¡Eh! —exclamó Ron, emocionado—. ¡Uno de ellos!
La figura salía de una sala lateral. Sin embargo, después de acercarse a toda prisa, se les cayó el alma a los pies: no se trataba de nadie de Slytherin, era Percy.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Ron, con sorpresa. Percy lo miró ofendido.
—Eso —contestó fríamente— no es asunto de tu incumbencia. Tú eres Crabbe, ¿no?
—Eh... sí —respondió Ron.
—Bueno, vayan a sus dormitorios —dijo Percy con severidad—. En estos días no es muy prudente merodear por los corredores.
—Pues tú lo haces —señaló Méreope.
—Yo —dijo Percy, dándose importancia— soy un prefecto. Nadie va a atacarme.
Repentinamente, resonó una voz detrás de Harry, Ron y Méreope. Draco Malfoy caminaba hacia ellos, y por primera vez en su vida, a Méreope le encantó verlo.
—Están ahí —dijo él, mirándolos—. ¿Se han pasado todo el tiempo en el Gran Comedor, poniéndoos como cerdos? Y tu Pansy, ¿seguías llorando por lo que dije? Los estaba buscando, quería enseñarles algo realmente divertido —la mirada del chico se enfoco en Méreope, quizás sabiendo lo que la chica podría llegar a decirle—. Claro que puedes venir Pansy, pero si dejas de llorar.
La pelirroja con curiosidad asintió: quería saberlo también para molestarla con algo.
Malfoy echó una mirada fulminante a Percy.
—¿Y qué haces tú aquí, Weasley? —le preguntó con aire despectivo.
Percy se ofendió aún más.
—¡Tendrías que mostrar un poco más de respeto a un prefecto! —dijo—. ¡No me gusta ese tono!
Malfoy lo miró despectivamente e indicó a Harry, Ron y Méreope que lo siguieran. A Méreope casi se le escapa disculparse ante Percy, pero se dio cuenta justo a tiempo. Ella, Harry y Ron salieron a toda prisa detrás de Malfoy, que les decía, mientras tomaban el siguiente corredor:
—Ese Peter Weasley...
—Percy —le corrigió automáticamente Ron.
—Como sea —dijo Malfoy—. He notado que últimamente entra y sale mucho por aquí, a hurtadillas. Y apuesto a que sé qué es lo que pasa. Cree que va a pillar al heredero de Slytherin él solito.
Lanzó una risotada breve y burlona. Harry, Méreope y Ron se cambiaron miradas de emoción.
Malfoy se detuvo ante un trecho de muro descubierto y lleno de humedad.
—¿Cuál es la nueva contraseña? —preguntó a Harry.
—Eh... —dijo éste.
—¡Ah, ya! «¡Sangre limpia!» —dijo Malfoy, sin escuchar, y se abrió una puerta de piedra disimulada en la pared. Malfoy la cruzó y Harry, Méreope y Ron lo siguieron.
La sala común de Slytherin era una sala larga, semisubterránea, con los muros y el techo de piedra basta. Varias lámparas de color verdoso colgaban del techo mediante cadenas. Enfrente de ellos, debajo de la repisa labrada de la chimenea, crepitaba la hoguera, y contra ella se recortaban las siluetas de algunos miembros de la casa Slytherin, acomodados en sillas de estilo muy recargado.
—Esperen aquí —dijo Malfoy a Harry, Méreope y Ron, indicándoles un par de sillas vacías separadas del fuego—. Voy a traerlo. Mi padre me lo acaba de enviar.
Preguntándose qué era lo que Malfoy iba a enseñarles, Harry, Méreope y Ron se sentaron, intentando aparentar que se encontraban en su casa.
Malfoy volvió al cabo de un minuto, con lo que parecía un recorte de periódico. Se lo puso a Ron debajo de la nariz.
—Te vas a reír con esto —dijo.
Méreope vio que Ron abría los ojos, asustado. Leyó deprisa el recorte, rió muy forzadamente y pasó el papel a Harry y Harry se lo paso a Méreope.
Era de El Profeta, y decía:
INVESTIGACIÓN EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Arthur Weasley, director del Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia, ha sido multado hoy con cincuenta galeones por embrujar un automóvil muggle.
El señor Lucius Malfoy, miembro del Consejo Escolar del Colegio Hogwarts de Magia, en donde el citado coche embrujado se estrelló a comienzos del presente curso, ha pedido hoy la dimisión del señor Weasley.
«Weasley ha manchado la reputación del Ministerio», declaró el señor Malfoy a nuestro enviado. «Es evidente que no es la persona adecuada para redactar nuestras leyes, y su ridícula Ley de defensa de los muggles debería ser retirada inmediatamente.»
El señor Weasley no ha querido hacer declaraciones, si bien su esposa amenazó a los periodistas diciéndoles que si no se marchaban, les arrojaría el fantasma de la familia
—¿Y bien? —dijo Malfoy impaciente, cuando Méreope le devolvió el recorte—. ¿No les parece divertido?
—Ja, ja —rió Harry lúgubremente.
Méreope solo rodó los ojos, creyendo que Pansy lo haría si estuviera enojada con el rubio.
—Arthur Weasley tiene tanto cariño a los muggles que debería romper su varita mágica e irse con ellos —dijo Malfoy desdeñosamente—. Por la manera en que se comportan, nadie diría que los Weasley son de sangre limpia —planteó su mirada fijamente en Méreope y rió—. Si que sigues enfadada.
—¿Por qué debería estar enfadada? —cuestiono Méreope odiando la chillona voz que la pelinegra tenia.
—¿Acaso ya lo olvidaste? —Malfoy volvió a reír—. Esta de más decir que solo recuerdas lo que te conviene, pero con gusto puedo refrescarte la memoria.
Méreope estaba que echaba humo.
Estaba claro que Pansy Parkinson no le agradaba ni un poco, pero, Draco no sabía tratar a alguna mujer.
—Refréscamela.
—Qué algún día, en un futuro cercano, me casare con Méreope Tonks.
La ex-pelirroja abrió los ojos de par en par, comenzando a sentir que sus mejillas ardían y como loca comenzó a toser después de atragantarse con su propia saliva.
Esto no era lo que tenían que sacarle.
Sintió a Harry tensarse a su lado y comenzando a apretar su mano volviéndola un puño, provocando que sus nudillos palidecieran.
—Sabía que no lo habías olvidado —se burlo Malfoy—. Serás la primera en la fila de invitados.
—Ella no esta interesada en ti —mascullo Harry con enojo, llamando la atención de Malfoy quien parecía bastante indignado.
—¿Crees que no lo sé? —frunció el ceño—. Dejo de hablarme desde que le dije "impura", y además, si quiero acercarme de nuevo a ella tengo que deshacerme de San Potter y sus otros dos amiguitos primero.
Méreope no sabia ni donde ocultar su sonrojo.
¿Eso no es incesto o algo parecido?
Gracias a Ron, lograron cambiar de tema: el chico no sabía por que estaba mas enojado, si por que Malfoy se burlo de su padre, o que pretendiera casarse con la inocente de su mejor amiga.
—¿Qué te pasa, Crabbe? —dijo Malfoy bruscamente al notar la cara que tenia Ron.
—Me duele el estómago —gruñó Ron.
—Bueno, pues ve a la enfermería y dale a todos esos sangre sucia una patada de mi parte —dijo Malfoy, riéndose—. ¿Saben qué? Me sorprende que El Profeta aún no haya dicho nada de todos esos ataques —continuó diciendo pensativamente—. Supongo que Dumbledore está tapándolo todo. Si no para la cosa pronto, tendrá que dimitir. Mi padre dice siempre que la dirección de Dumbledore es lo peor que le ha ocurrido nunca a este colegio. Le gustan los que vienen de familia muggle. Un director decente no habría admitido nunca una basura como el Creevey ése.
Malfoy empezó a sacar fotos con una cámara imaginaria, imitando a Colin, cruel pero acertadamente.
—Potter, ¿puedo sacarte una foto, Potter? ¿Me concedes un autógrafo? ¿Puedo lamerte los zapatos, Potter, por favor?
Bajó las manos y se quedó mirando a Harry, Méreope y a Ron.
—¿Qué les pasa a ustedes dos? Se que Parkinson esta enojada, pero ustedes están actuando extraño.
Demasiado tarde, Harry y Ron se rieron a la fuerza, mientras que Méreope trataba de sacar el tono rojo carmesí de sus mejillas; sin embargo, Malfoy pareció satisfecho. Quizá Crabbe y Goyle fueran siempre lentos para comprender las gracias y Pansy odiosa y chillona.
—San Potter, el amigo de los sangre sucia —dijo Malfoy lentamente—. Ése es otro de los que no tienen verdadero sentimiento de mago, de lo contrario no iría por ahí con esa sangre sucia presuntuosa que es Granger. ¡Y se creen que él es el heredero de Slytherin!
Harry, Méreope y Ron estaban con el corazón en un puño; quizás a Malfoy le faltaban unos segundos para decirles que el heredero era él. Pero en aquel momento...
—Me gustaría saber quién es —dijo Malfoy, petulante—. Podría ayudarle.
A Ron se le quedó la boca abierta, de manera que la cara de Crabbe parecía aún más idiota de lo usual y Méreope comenzó a echarse aire con la mano. Afortunadamente, Malfoy no se dio cuenta, y Harry, pensando rápido, dijo:
—Tienes que tener una idea de quién hay detrás de todo esto.
—Ya sabes que no, Goyle, ¿cuántas veces tengo que decírtelo? —dijo Malfoy bruscamente—. Y mi padre tampoco quiere contarme nada sobre la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos. Aunque sucedió hace cincuenta años, y por tanto antes de su época, él lo sabe todo sobre aquello, pero dice que la cosa se mantuvo en secreto y asegura que resultaría sospechoso si yo supiera demasiado. Pero sé algo: la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos, murió un sangre sucia. Así que supongo que sólo es cuestión de tiempo que muera otro esta vez... Espero que sea Granger —dijo con deleite.
Méreope iba a echársele encima si no fuera por que discretamente Harry comenzó a dar algunas caricias en su espalda, calmándola un poco.
Mientras que Ron apretaba los grandes puños de Crabbe. Dándose cuenta de que todo se echaría a perder si pegaba a Malfoy, Harry le dirigió una mirada de aviso y dijo:
—¿Sabes si detuvieron al que abrió la cámara la última vez?
—Sí... Quienquiera que fuera, lo expulsaron —dijo Malfoy—. Aún debe de estar en Azkaban
—¿En Azkaban? —preguntó Harry, sin entender.
—Claro, en Azkaban, la prisión mágica, Goyle —dijo Malfoy, mirándole, sin dar crédito a su torpeza—. La verdad es que si fueras más lento irías para atrás.
Se movió nervioso en su silla y dijo:
—Mi padre dice que tengo que mantenerme al margen y dejar que el heredero de Slytherin haga su trabajo. Dice que el colegio tiene que librarse de toda esa infecta sangre sucia, pero que yo no debo mezclarme. Naturalmente, él ya tiene bastantes problemas por el momento. ¿Saben que el Ministerio de Magia registró nuestra casa la semana pasada? —Méreope intentó que la inexpresiva cara de Pansy expresara algo de preocupación—. Sí... —dijo Malfoy—. Por suerte, no encontraron gran cosa. Mi padre posee algunos objetos de Artes Oscuras muy valiosos. Pero afortunadamente nosotros también tenemos nuestra propia cámara secreta debajo del suelo del salón.
—¡Ah! —exclamó Ron.
Malfoy lo miró. Harry hizo lo mismo al igual que Méreope. Ron se puso rojo, incluso el pelo se le volvió un poco rojo. También se le alargó la nariz. La hora de que disponían llegaba a su fin, de forma que Ron estaba empezando a convertirse en sí mismo, y a juzgar por la mirada de horror que dirigía a Méreope, a éste le estaba sucediendo lo mismo.
Méreope tomo un poco del cabello pelinegro y vio como este comenzaba a ponerse naranja de a poco, al igual que comenzaba a crecer unos pocos centímetros.
Se pusieron de pie de un salto.
—Necesito algo para el estómago —gruñó Ron.
—Y yo no... no quiero seguir oyéndote hablar de esa... esa... ¡Impura! Si.
Y sin mas preámbulos echaron a correr a lo largo de la sala común de Slytherin, lanzándose contra el muro de piedra y metiéndose por el corredor, y deseando desesperadamente que Malfoy no se hubiera dado cuenta de nada. Méreope podía sentir que sus pies volvían a la normalidad pues sus vans comenzaban a quedarle de nuevo bien, tuvo que levantarse los bajos de la túnica al hacerse un poco más pequeña. Subieron los escalones y llegaron al oscuro vestíbulo de entrada, en que se oían los sordos golpes que llegaban del armario en que habían encerrado a Crabbe, Goyle y Pansy. Dejando los zapatos junto a la puerta del armario, subieron corriendo en calcetines hasta los lavabos de Myrtle la Llorona.
—Bueno, no ha sido completamente inútil —dijo Ron, cerrando tras ellos la puerta de los aseos—. Ya sé que todavía no hemos averiguado quién ha cometido las agresiones, pero mañana voy a escribirle a mi padre para decirle que miren debajo del salón de Malfoy.
—¡Claro! Como tu no descubriste que tu primo quiere casarse contigo cuando sea mayor, ¿verdad?—hablo sarcásticamente Méreope, agradeciendo en sus adentros por tener de nuevo su voz.
—Tranquila Issa, ya lo oíste —Harry puso su mano en los hombros de la pelirroja, atrayéndola a él—. Primero tiene que deshacerse de mi, ¿no? Pues sorpresa, no voy a alejarme de ti. Nunca.
Méreope rió y asintió de acuerdo.
La pelirroja se miro en el espejo, observando como el color celeste llegaba de nuevo a la iris de sus ojos, al igual que sus pecas volvían a ser visibles en sus mejillas. Ron comenzó a tocar la puerta del retrete de Hermione.
—Hermione, sal, tenemos muchas cosas que contarte.
—¡Váyanse! —chilló Hermione.
Harry, Méreope y Ron se miraron los unos a los otros.
—¿Qué pasa? —dijo Ron—. Tienes que estar a punto de volver a la normalidad, nosotros ya...
Pero Myrtle la Llorona salió de repente atravesando la puerta del retrete. Méreope nunca la había visto tan contenta.
—¡Aaaaaaaah, ya la verán! —dijo—. ¡Es horrible!
Oyeron descorrerse el cerrojo, y Hermione salió, sollozando, tapándose la cara con la túnica.
—¿Qué pasa? —preguntó Ron, vacilante—. ¿Todavía te queda la nariz de Millicent o algo así?
Hermione se descubrió la cara y Ron retrocedió hasta darse en los riñones con un lavabo.
Tenía la cara cubierta de pelo negro. Los ojos se le habían puesto amarillos y unas orejas puntiagudas le sobresalían de la cabeza.
—¡Era un pelo de gato! —maulló—. ¡Mi-Millicent Bulstrode debe de tener un gato! ¡Y la poción no está pensada para transformarse en animal!
—¡Eh, vaya! —exclamó Ron.
—Todos se van a reír de ti —dijo Myrtle, muy contenta.
—Myrtle —la llamó Méreope, haciendo que el fantasma se girara a ella con su enorme sonrisa—. Quizás de ella se reirán por una semana mínimo, pero por ti, se seguirán riendo toda la vida.
Myrtle la Llorona hipo y lagrimas plateadas comenzaron a salir de sus ojos mientras se iba de ahí, provocando una sonrisa satisfactoria en Méreope y que Hermione sonriera entre sollozos.
—No te preocupes, Hermione —se apresuró a decir Harry—. Te llevaremos a la enfermería. La señora Pomfrey no hace nunca demasiadas preguntas...
—¡Pues ya verás cuando todos se enteren de que tienes cola! —grito Myrtle saliendo del baño aun entre lagrimas.
—¡Y tu seguirás siendo infeliz en tu muerte, fantasma estúpido! —le grito Méreope, provocando que Myrtle llorara con mas intensidad y se fuera de ahí rápidamente.
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
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