012. the duel club
↯ CAPÍTULO DOCE
▬ ❝ el club de duelo ❞ ▬
MÉREOPE CAMINABA EN CIRCULOS ALREDEDOR DEL ASEO DE MYRTLE LA LLORONA, ESPERANDO QUE HERMIONE LES DIERA A ELLA Y A RON BUENAS NOTICIAS. Ron, quien caminaba detrás suyo, trataba de tranquilizar, ya que el destino parecía odiarla tanto como para que no dejaran que entrara a hablar con Harry o a preguntarle cómo se encontraba, alegando que estaba dormido.
Ron jalo a Méreope hacia un cubículo –en el cual también estaba Hermione– al oír ruidos provenientes del pasillo.
—Soy yo —dijo Harry, entrando en los lavabos y cerrando la puerta. Oyó un golpe metálico, luego otro como de salpicadura y un grito ahogado.
—¡Ya nos cacharón! —masculló Méreope asomándose por la cerradura—. ¡Olvídenlo, es Harry! —dijo Méreope lanzándose a abrazarlo—. Vaya susto que nos has dado. Entra. ¿Cómo está tu brazo?
—Bien —dijo Harry, regresándole el abrazo con fuerza y adentrándose en el retrete.
Habían puesto un caldero sobre la taza del inodoro, y un crepitar que provenía de dentro le indicó que habían prendido un fuego bajo el caldero. Prender fuegos transportables y sumergibles era la especialidad de Hermione.
—Pensamos ir a verte, pero decidimos comenzar a preparar la poción multijugos, aunque Méreope fue y no la dejaron pasar —le explicó Ron, después de que Harry cerrara de nuevo la puerta del retrete—. Hemos pensado que éste es el lugar más seguro para guardarla.
Harry empezó a contarles lo de Colin, pero Méreope lo interrumpió.
—Ya lo sabemos, oímos a la profesora McGonagall hablar con el profesor Flitwick esta mañana. Por eso pensamos que era mejor darnos prisa.
—Cuanto antes le saquemos a Malfoy una declaración, mejor —gruñó Ron—. ¿No piensas igual? Se ve que después del partido de quidditch estaba tan sulfurado que la tomó con Colin.
—Hay alguien más —dijo Harry, contemplando a Méreope con una sonrisa idiota, que partía manojos de centinodia y los echaba a la poción—. Dobby vino en mitad de la noche a hacerme una visita.
Ron, Méreope y Hermione levantaron la mirada, sorprendidos. Harry les contó todo lo que Dobby le había dicho... y lo que no le había querido decir. Ron, Méreope y Hermione lo escucharon con la boca abierta.
—¿La Cámara de los Secretos ya fue abierta antes? —le preguntó Hermione.
—Es evidente —dijo Ron con voz de triunfo—. Lucius Malfoy abriría la cámara en sus tiempos de estudiante y ahora le ha explicado a su querido Draco cómo hacerlo. Está claro. Sin embargo, me gustaría que Dobby te hubiera dicho qué monstruo hay en ella. Me gustaría saber cómo es posible que nadie se lo haya encontrado merodeando por el colegio.
—Quizá pueda volverse invisible —dijo Hermione, empujando unas sanguijuelas hacia el fondo del caldero—. O quizá pueda disfrazarse, hacerse pasar por una armadura o algo así. He leído algo sobre fantasmas camaleónicos...
—Lees demasiado, Hermione —le dijo Ron, echando crisopos encima de las sanguijuelas. Arrugó la bolsa vacía de los crisopos y miró a Harry—. Así que fue Dobby el que no nos dejó tomar el tren y el que te rompió el brazo... —movió la cabeza.
—¿Sabes qué, Harry? Si no deja de intentar salvarte la vida, te va a matar —dijo Méreope observando un punto fijo en la pared.
[...]
La noticia de que habían atacado a Colin Creevey y de que éste yacía como muerto en la enfermería se extendió por todo el colegio durante la mañana del lunes. El ambiente se llenó de rumores y sospechas. Los de primer curso se desplazaban por el castillo en grupos muy compactos, como si temieran que los atacaran si iban solos.
Ginny Weasley, que se sentaba junto a Colin Creevey en la clase de Encantamientos, estaba consternada, pero a Méreope le parecía que Fred y George se equivocaban en la manera de animarla. Se turnaban para esconderse detrás de las estatuas, disfrazados con una piel, y asustarla cuando pasaba. Pero tuvieron que parar cuando Percy se hartó y les dijo que iba a escribir a su madre para contarle que por su culpa Ginny tenía pesadillas.
Méreope se mantenía el mayor tiempo que podía con ella, ya que Ginny parecía no quererse separar de la pelirroja, como si tuviera miedo de que alguien dañara a su hermana mayor postiza.
Mientras tanto, a escondidas de los profesores, se desarrollaba en el colegio un mercado de talismanes, amuletos y otros chismes protectores.
Neville Longbottomb había comprado una gran cebolla verde, cuyo olor decían que alejaba el mal, un cristal púrpura acabado en punta y una cola podrida de tritón antes de que los demás chicos de Gryffindor le explicaran que él no corría peligro, porque tenía la sangre limpia y por lo tanto no era probable que lo atacaran.
La pelirroja sabia que eso eran puras idioteces de segunda, pero también sabia como podía llegar a ser Neville en ciertos casos, por lo que decidió no decirle nada.
—Fueron primero por Filch —dijo Neville, con el miedo escrito en su cara redonda—, y todo el mundo sabe que yo soy casi un squib.
—¡No es cierto Neville! Eres mucho mejor mago que yo, solo necesitas confiar en ti mismo —Méreope paso una mano por su hombro y sonrió de lado.
Durante la segunda semana de diciembre, la profesora McGonagall pasó, como de costumbre, a recoger los nombres de los que se quedarían en el colegio en Navidades. Harry, Ron, Méreope y Hermione firmaron en la lista; habían oído que Malfoy se quedaba, lo cual les pareció muy sospechoso. Las vacaciones serían un momento perfecto para utilizar la poción multijugos e intentar sonsacarle una confesión.
Aparte que dos días antes, Méreope había recibido una carta de su madre anunciándole que no podría ir a casa para navidad ya que un par de problemas habían surgido. Cuando la muchacha se ponía a reflexionar aquello, no podía evitar unir aquellos problemas con las lechuzas y cartas misteriosas: tampoco se lo hizo saber a su madre, no deseaba brindarle una inquietud más.
La poción estaba a medio acabar. Aún necesitaban el cuerno debicornio y la piel de serpiente arbórea africana, y el único lugar del que podrían sacarlos era el armario privado de Snape. A Méreope le parecía que preferiría enfrentarse al monstruo legendario de Slytherin a tener que soportar las iras de Snape si la encontraba robándole en el despacho.
—Lo que tenemos que hacer —dijo animadamente Hermione, cuando se acercabala doble clase de Pociones de la tarde del jueves— Es distraerlo con algo. Entonces uno de nosotros podrá entrar en el despacho de Snape y tomar lo que necesitamos —Harry, Ron y Méreope la miraron nerviosos—. Creo que es mejor que nos encarguemos del robo Méreope y yo —continuo Hermione, provocando que Méreope palideciera—. A ustedes dos los expulsarían si los encontraran en otra, mientras que Méreope y yo tenemos el expediente limpio. Así que no tienen más que originar un problema lo suficientemente importante para mantener ocupado a Snape unos cinco minutos.
Méreope comenzó a boquear sin saber que decir—. ¿Por qué yo?
—Por qué si —Hermione sonrió hacia ella—. Y al parecer Snape te tolera un poco mas que al resto de personas que no son Gryffindor.
Las clases de Pociones se impartían en una de las mazmorras más espaciosas. Aquella tarde de jueves, la clase se desarrollaba como siempre. Veinte calderos humeaban entre los pupitres de madera, en los que descansaban balanzas de latón y jarras con los ingredientes. Snape rondaba por entre los fuegos, haciendo comentarios envenenados sobre el trabajo de los de Gryffindor, mientras los de Slytherin se reían a cada crítica. Draco Malfoy, que era el alumno favorito de Snape, hacia burla con los ojos a Ron y Harry, que sabían que si le contestaban tardarían en ser castigados menos de lo que se tarda en decir «injusto».
Las críticas bajaban en cuanto Snape iba hacia el trabajo de Méreope, la cuál era muy buena en su materia. No podía elogiarla altamente, pero lo hacia casi igual que a la altura de Malfoy.
Hermione le hizo una seña disimulada a la pelirroja en cuanto Snape le dio la espalda a esta, indicándole que comenzarían a robarle al profesor.
Méreope suspiro y siguió a Hermione en cuanto Harry se escabullo por debajo de su mesa. Y "accidentalmente" el caldero de Goyle explotó.
La castaña tomo la mano de su mejor amiga y juntas salieron a buscar lo que necesitaban para terminar la poción multijugos.
Tomaron rápidamente lo necesario y salieron lo mas rápido que pudieron, evitando que alguien pudiera verlas.
—Sabe que fui yo —dijo Harry a Ron, Méreope y Hermione, mientras iban de prisa a los aseos de Myrtle la Llorona—. Podría jurarlo.
Hermione echó al caldero los nuevos ingredientes y removió con brío.
—Estará lista dentro de dos semanas —dijo Méreope contenta.
—Snape no tiene ninguna prueba de que hayas sido tú —dijo Ron a Harry, tranquilizándolo—. ¿Qué puede hacer?
—Conociendo a Snape, algo terrible —dijo Harry, mientras la poción levantaba borbotones y espuma.
[...]
Una semana más tarde, Harry, Ron, Méreope y Hermione cruzaban el vestíbulo cuando vieron a un puñado de gente que se agolpaba delante del tablón de anuncios para leer un pergamino que acababan de colgar. Seamus Finnigan y Dean Thomas les hacían señas, entusiasmados.
—¡Van a abrir un club de duelo! —dijo Seamus—. ¡La primera sesión será esta noche! No me importaría recibir unas clases de duelo, podrían ser útiles en estos días...
—¿Por qué? ¿Acaso piensas que se va a batir el monstruo de Slytherin? —preguntó Ron, pero lo cierto es que también él leía con interés el cartel.
—Podría ser útil —les dijo Méreope a Harry, Ron y Hermione cuando se dirigían a cenar—. ¿Vamos?
Los cuatro se mostraron completamente a favor, así que aquella noche, a las ocho, se dirigieron deprisa al Gran Comedor. Las grandes mesas de comedor habían desaparecido, y adosada a lo largo de una de las paredes había una tarima dorada, iluminada por miles de velas que flotaban en el aire. El techo volvía a ser negro, y la mayor parte de los alumnos parecían haberse reunido debajo de él, portando sus varitas mágicas y aparentemente entusiasmados.
—¡Si! Si vino Parkinson, ¿podemos empezar ya? —chillo Méreope, pasándole aun lado a Pansy provocando que la de cabello corto la mirara de arriba abajo con recelo.
—Maldita traidora a la sangre —farfullo Pansy, provocando que la pelirroja le guiñara un ojo en respuesta.
Hermione rió por lo bajo y tomo a su amiga del brazo, entrelazándolos.
—Me pregunto quién nos enseñará —dijo Hermione, mientras se internaban en la alborotada multitud—. Alguien me ha dicho que Flitwick fue campeón de duelo cuando era joven, quizá sea él.
—Con tal de que no sea... —Méreope empezó una frase que terminó en un gemido: Gilderoy Lockhart se encaminaba a la tarima, resplandeciente en su túnica color ciruela oscuro, y lo acompañaba nada menos que Snape, con su usual túnica negra.
Lockhart rogó silencio con un gesto del brazo y dijo:
—¡Vengan aquí, acérquense! ¿Me ve todo el mundo? ¿Me oyen todos? ¡Estupendo! El profesor Dumbledore me ha concedido permiso para abrir este modesto club de duelo, con la intención de prepararlos a todos ustedes por si algún día necesitan defenderse tal como me ha pasado a mí en incontables ocasiones (para más detalles, consulten mis obras).
»Permítanme que les presente a mi ayudante, el profesor Snape —dijo Lockhart, con una amplia sonrisa—. Él dice que sabe un poquito sobre el arte de batirse, y ha accedido desinteresadamente a ayudarme en una pequeña demostración antes de empezar. Pero no quiero que se preocupen los más jóvenes: no se quedaran sin profesor de Pociones después de esta demostración, ¡no teman!
—¿No estaría bien que se mataran el uno al otro? —susurró Ron a Méreope al oído. En el labio superior de Snape se apreciaba una especie de mueca de desprecio.
Méreope se preguntaba por qué Lockhart continuaba sonriendo; si Snape la hubiera mirado como miraba a Lockhart, habría huido corriendo en la dirección opuesta.
Lockhart y Snape se encararon y se hicieron una reverencia. O, por lo menos, la hizo Lockhart, con mucha floritura de la mano, mientras Snape movía la cabeza de malhumor. Luego alzaron sus varitas mágicas frente a ellos, como si fueran espadas.
—Como ven, sostenemos nuestras varitas en la posición de combate convencional —explicó Lockhart a la silenciosa multitud—. Cuando cuente tres, haremos nuestro primer embrujo. Pero claro está que ninguno de los dos tiene intención de matar.
—Yo no estaría tan seguro —susurró Harry a Méreope, viendo a Snape enseñar los dientes.
—Una..., dos... y tres.
Ambos alzaron las varitas y las dirigieron a los hombros del contrincante. Snape gritó:
—¡Expelliarmus!
Resplandeció un destello de luz roja, y Lockhart despegó en el aire, voló hacia atrás, salió de la tarima, pegó contra el muro y cayó resbalando por él hasta quedar tendido en el suelo.
Malfoy y algunos otros de Slytherin vitorearon. Hermione se puso de puntillas.
—¿Creen que estará bien? —chilló por entre los dedos con que se tapaba la cara.
—¿A quién le preocupa? —dijeron Harry, Ron y Méreope al mismo tiempo.
Lockhart se puso de pie con esfuerzo. Se le había caído el sombrero y su pelo ondulado se le había puesto de punta.
—¡Bueno, ya lo han visto! —dijo, tambaleándose al volver a la tarima—. Eso ha sido un encantamiento de desarme; como pueden ver, he perdido la varita... ¡Ah, gracias, señorita Brown! Sí, profesor Snape, ha sido una excelente idea enseñarlo a los alumnos, pero si no le importa que se lo diga, era muy evidente que iba a atacar de esa manera. Si hubiera querido impedírselo, me habría resultado muy fácil. Pero pensé que sería instructivo dejarles que vieran...
Méreope azoto su mano contra su frente haciendo una mueca de desagrado.
Snape parecía dispuesto a matarlo, y quizá Lockhart lo noto, porque dijo:
—¡Basta de demostración! Vamos a colocarlos por parejas. Profesor Snape, si estan amable de ayudarme...
Se metieron entre la multitud a formar parejas. Lockhart puso a Neville con JustinFinch-Fletchley, pero Snape llegó primero hasta donde estaban Hermione y Méreope.
—Ya es hora de separar a este equipo ideal, creo —dijo con expresión desdeñosa—. Granger, puedes emparejarte con Bulstrode. Tonks...
Méreope se acercó automáticamente a Harry.
—Me parece que no —dijo Snape, sonriendo con frialdad—. Señor Malfoy, aquí. Veamos qué puedes hacer con el famoso Potter. La señorita Tonks que se ponga con Parkinson.
Méreope sonrió abiertamente y fue hacia Pansy quien ya la esperaba, alegando que derrotaría a la "Traidora a la Sangre".
—¡Ponganse frente a sus contrincantes —dijo Lockhart, de nuevo sobre la tarima— y hagan una inclinación!
Méreope y Pansy apenas bajaron la cabeza, mirándose fijamente.
—¡Varitas listas! —gritó Lockhart—. Cuando cuente hasta tres, ejecuten sus hechizos para desarmar al oponente. Sólo para desarmarlo; no queremos que haya ningún accidente. Una, dos y... tres.
Méreope recordó el hechizo que Snape había empleado hace algunos minutos, quizás no sabia como usarlo... pero, siempre hay una primera vez ¿no? ¡Ah! y que mejor que probarlo con Pansy, a quien se le ve con ganas de ser su rata de experimentación.
—¡Expelliarmus! —un destello rojo salió de la varita de Méreope y en un par de segundos, la varita de Pansy salió volando hacia ella, sacándole una enorme sonrisa de satisfacción—. ¡SI!
Pansy, furiosa, iba a echársele encima, pero la voz de Lockhart no lo permitió.
—¡He dicho sólo desarmarse! —gritó Lockhart.
Méreope giro hacia Harry el cual le sonreía y señalaba al frente, en donde estaba Malfoy en el piso.
—Eres una tramposa —la acusó la de cabellos cortos, arrebatándole su varita—. ¡No conocías ese hechizo!
—Y para no conocerlo lo hice bastante bien, ¿no? —se burlo la pelirroja, jugando con la punta de su varita.
—¡Eres una maldita traidora a la sangre!
—¿No tienes mejores insultos? Porque si hablamos de tipos de sangres, no se que podría considerarse la tuya: ¿negra? Probablemente —Pansy parecía que iba a explotar en cualquier instante.
Parkinson alzo su varita, dispuesta a decir cualquier hechizo, cualquiera que le hiciera daño a la pelirroja, pero fue detenida por Theodore Nott que le quito su varita—. ¡¿Qué te pasa, Nott?!
—A ella no, Parkinson.
La Slytherin bufo molesta y se fue de ahí, yendo hacia sus amigas.
—Gracias Theo —murmuro Méreope, un tanto agradecida.
—No hay de que, Lisa —le sonrió de lado y se fue de ahi junto con Blaise, quien le lanzo un asentimiento a la chica como despedida.
—¡Alto!, ¡alto! —gritó Lockhart, llamando de nuevo la atención de Méreope la cual se acerco rápidamente.
—¡Finite incantatem! —gritó Snape.
Una niebla de humo verdoso se cernía sobre la sala. Tanto Neville como Justin estaban tendidos en el suelo, jadeando; Ron sostenía a Seamus, que estaba lívido, y le pedía disculpas por los efectos de su varita rota; pero Hermione y Millicent Bulstrode no se habían detenido: Millicent tenía a Hermione agarrada del cuello y la hacía gemir de dolor. Las varitas de las dos estaban en el suelo.
Méreope vio como Pansy se aceraba a Hermione y Millicente maliciosamente por lo que se acerco a ella y tiro de su cabello –guardándose un poco ya que no iba a desaprovechar aquella oportunidad– y la hizo retroceder de manera brusca.
Después de aquello no dudó en alejar a Millicent de Hermione a pocas fuerzas ya que Millicent era mucho más robusta que ella, con su metro cincuenta y dos.
—Muchachos, muchachos... —decía Lockhart, pasando por entre los estudiantes, examinando las consecuencias de los duelos—. Levántate, Macmillan..., con cuidado, señorita Fawcett..., pellízcalo con fuerza, Boot, y dejará de sangrar enseguida...
Pansy gruño hacia la pelirroja la cual ayudaba a Hermione a levantarse.
»Creo que será mejor que les enseñe a interceptar los hechizos indeseados —dijo Lockhart, que se había quedado quieto, con aire azorado, en medio del comedor. Miró a Snape y al ver que le brillaban los ojos, apartó la vista de inmediato—. Necesito un par de voluntarios... Longbottom y Finch-Fletchley, ¿qué tal ustedes?
—Mala idea, profesor Lockhart —dijo Snape, deslizándose como un murciélago grande y malévolo—. Longbottom provoca catástrofes con los hechizos más simples, tendríamos que enviar a Finch-Fletchley a la enfermería en una caja de cerillas —la cara sonrosada de Neville se puso de un rosa aún más intenso—. ¿Qué tal Malfoy y Potter? —dijo Snape con una sonrisa malvada.
—¡Excelente idea! —dijo Lockhart, haciéndoles un gesto para que se acercaran al centro del Salón, al mismo tiempo que la multitud se apartaba para dejarles sitio—. Veamos, Harry —dijo Lockhart—, cuando Draco te apunte con la varita, tienes que hacer esto.
Levantó la varita, intentó un complicado movimiento, y el palo de madera se le cayó al suelo. Snape sonrió y Lockhart se apresuró a recogerla, diciendo:
—¡Vaya, mi varita está un poco nerviosa!
—Profesor, ¿me podría explicar de nuevo cómo se hace eso de interceptar?
Lockhart dio una palmada amistosa a Harry en el hombro.
—¡Simplemente, hazlo como yo, Harry!
—¿El qué?, ¿dejar caer la varita?
Pero Lockhart no le escuchaba.
—Tres, dos, uno, ¡ya! —gritó.
Malfoy levantó rápidamente la varita y bramó:
—¡Serpensortia!
Hubo un estallido en el extremo de su varita. Méreope vio, aterrorizada, que de ella salía una larga serpiente negra, caía al suelo entre los dos y se erguía, lista para atacar. Todos se echaron atrás gritando y despejaron el lugar en un segundo.
Hermione abrazo a Méreope.
—No te muevas, Potter —dijo Snape sin hacer nada, disfrutando claramente de la visión de Harry, que se había quedado inmóvil, mirando a los ojos a la furiosa serpiente—. Me encargaré de ella...
—¡Permítanme! —gritó Lockhart. Blandió su varita apuntando a la serpiente y se oyó un disparo: la serpiente, en vez de desvanecerse, se elevó en el aire unos tres metros y volvió a caer al suelo con un chasquido. Furiosa, silbando de enojo, se deslizó derecha hacia Finch-Fletchley y se irguió de nuevo, enseñando los colmillos venenosos.
De pronto, todos vieron como Harry comenzó a hablar civilizadamente con la serpiente, era como si insinuara que le hiciera daño a Justin.
—¿A qué crees que jugamos? —gritó, y antes de que Harry pudiera contestar, se había dado la vuelta y abandonaba el salón.
Snape se acercó, blandió la varita y la serpiente desapareció en una pequeña nube de humo negro.
Méreope se acerco a Harry—. Vámonos. Vamos...
Méreope lo saco del salon, y Ron y Hermione fueron con ellos. Al atravesar las puertas, los estudiantes se apartaban como si les diera miedo contagiarse. Harry no tenía ni idea de lo que pasaba, y ni Méreope, ni Ron ni Hermione le explicaron nada hasta llegar a la sala común de Gryffindor, que estaba vacía. Entonces Méreope sentó a Harry en una butaca y le dijo:—. Hablas pársel. ¿Por qué no nos lo habías dicho?
—¿Que hablo qué? —dijo Harry.
—¡Pársel! —dijo Ron—. ¡Puedes hablar con las serpientes!
—Lo sé —dijo Harry—. Quiero decir, que ésta es la segunda vez que lo hago. Una vez, accidentalmente, le eché una boa constrictor a mi primo Dudley en el zoo... Es una larga historia... pero ella me estaba diciendo que no había estado nunca en Brasil, y yo la liberé sin proponérmelo. Fue antes de saber que era un mago...
—¿Entendiste que una boa constrictor te decía que no había estado nunca en Brasil? —repitió Ron con voz débil.
—¿Y qué? —preguntó Harry—. Apuesto a que pueden hacerlo montones de personas.
—Desde luego que no —dijo Méreope—. No es un don muy frecuente. Harry, eso no es bueno
—¿Que no es bueno? —dijo Harry, comenzando a enfadarse—. ¿Qué le pasa a todo el mundo? Mira, si no le hubiera dicho a esa serpiente que no atacara a Justin...
—¿Eso es lo que le dijiste?
—¿Qué pasa? Tú estabas allí... Tú me oíste.
—Hablaste en lengua pársel —le dijo Méreope—, la lengua de las serpientes. Podías haber dicho cualquier cosa. No te sorprenda que Justin se asustara, parecía como si estuvieras incitando a la serpiente, o algo así. Fue escalofriante.
Harry se quedó con la boca abierta.
—¿Hablé en otra lengua? Pero no comprendo... ¿Cómo puedo hablar en una lengua sin saber que la conozco?
Ron negó con la cabeza. Por la cara que ponían tanto él como Hermione y Méreope, parecía como si acabara de morir alguien. Harry no alcanzaba a comprender qué era tan terrible.
—¿Me quieres decir qué hay de malo en impedir que una serpiente grande y asquerosa arranque a Justin la cabeza de un mordisco? —preguntó—. ¿Qué importa cómo lo hice si evité que Justin tuviera que ingresar en el Club de Cazadores Sin Cabeza?
—Sí importa —dijo Hermione, hablando por fin, en un susurro—, porque Salazar Slytherin era famoso por su capacidad de hablar con las serpientes. Por eso el símbolo de la casa de Slytherin es una serpiente.
Harry se quedó boquiabierto.
—Exactamente —dijo Ron—. Y ahora todo el colegio va a pensar que tú eres su tatara-tatara-tatara-tatara nieto o algo así.
—Pero no lo soy —dijo Harry, sintiendo un inexplicable terror
—Te costará mucho demostrarlo —dijo Méreope abriendo un paquete de gomitas—. Él vivió hace unos mil años, así que bien podrías serlo.
━━━AUTHOR'S NOTE. ¡chicuelas y chicuelos! holaaaa ¿como están? espero realmente que bien, ya vamos por la mitad del segundo libro, ¿y saben lo que significa?
*se aclara la garganta*
¡SE VIENE EL DRAMA!
Chan, Chan...
Ya tengo una ligera idea de esto, y créanme que yo vivo por el drama. La verdad la tuve desde que comencé a crear la historia.
Recuerden, Voten, Comenten y Compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💞.
Eso es todo travesuritas, sooooo
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
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