008. mudblood
↯ CAPÍTULO OCHO
▬ ❝ sangre sucia ❞ ▬
DURANTE LOS DÍAS SIGUIENTES, MÉREOPE FUE PRESIONADA POR HERMIONE DÍA, TARDE Y NOCHE PARA QUE SE ESFORZARA AÚN MÁS DURANTE LAS CLASES, lo que provocó que Méreope pensara que por lo menos tendría un fin de semana tranquilo, sin tener que levantarse temprano o hacer algún deber que les dejaran por ahí.
Después de una dura semana, había llegado el grandioso sábado, en el cual podria dormir todo el tiempo que ella quisiese. Pero esa idea fue interrumpida por Hermione, quien llego a despertarla.
—¡Méreope, levántate ya! —la pelirroja gruño en respuesta—. No me hagas usar medidas drásticas.
Méreope, dispuesta a no levantarse, se cubrió por completo con la sabana y se dispuso a dormir aun más.
—Okay, tu me obligaste —la castaña quito la sabana que cubría el cuerpo de Méreope y alzo su varita en su dirección—. ¡Aguamenti!
Un chorro de agua salió de la varita de Hermione y fue directo a la pelirroja frente a ella.
—. ¡AAAHHH!
Méreope se sentó de un salto y miro mal a Hermione, abrazándose a sí misma por el frío que golpeaba a su mojado cuerpo—. ¿Por que hiciste eso?
—No te levantabas —se encogió de hombros y guardo su varita—. Vamos, arréglate. Te esperare en la Sala Común, mientras iré a despertar a Ron.
La castaña salio de la habitación dejando a una empapada Méreope en su cama. Bufando, la pelirroja se levantó de la mojada cama yendo hacia su baúl, al estar frente a el saco lo primero que encontró: un par de jeans, con una blusa roja sin mangas y una diadema con los colores representativos de su casa.
Una vez ya aseada y vestida se encaminó escaleras abajo hacia la Sala Común, en donde estaban Hermione y Ron. Este último con cara adormilada, y cabello apuntando a todos lados.
—Vamos a desayunar, eso los despertará —sin rechistar, ambos pelirrojos siguieron a Hermione por los extensos pasillos de Hogwarts.
Una vez ya frente a la enorme puerta del Gran Comedor, Ron comenzó a abrir los ojos un poco más al comenzar a oler los distintos alimentos dentro de ese lugar, por lo que rápidamente tomó la mano de Méreope y comenzó a correr hacia la mesa de Gryffindor.
Hermione sonrió satisfecha y a paso seguro comenzó a adentrarse al Gran Comedor, observando a los pocos alumnos que habían en cada mesa.
Méreope tomó un vaso de jugo de naranja –que había robado de la mesa de Hufflepuff– con un poco de tostadas untadas con mermelada y dos huevos estrellados.
—Coman rápido, tenemos que ir a ver a Harry entrenar —Hermione bebió de su vaso de leche.
—¿Me despertaste para ver a Harry jugar quidditch? —pregunto ofendida la pelirroja.
Un poco más con Harry por no haberla levantado para acompañarlo primero.
—No digas que no quieres ir, Mér —Hermione sonrió—. Sabemos que eres la fan número uno de Harry.
Méreope comenzó a atragantarse con su jugo—. ¿Que?
—No lo niegues, ¿verdad Ron? —al girarse hacia Ron, vio que no estaba prestándoles atención—. ¡Ron!
El pelirrojo giro lentamente su cabeza hacia ambas chicas, mientras que en sus dos manos llevaba un vaso de jugo de calabaza y en la otra un pan a medio comer.
—Eh, si claro —y continuó comiendo.
Hermione y Méreope voltearon a verse y rieron al mismo tiempo ante ello.
[...]
Después de haber desayunado por completo, los tres salieron del Gran Comedor –Méreope con un vaso de jugo de calabaza y un plato de huevos para Harry– y se dirigieron al campo de Quidditch.
Al llegar a las gradas del campo, Méreope miro a su alrededor y se encontró con Colin Crevey, el chico que quería una foto de Harry. Sonrió enternecida y prosiguió a tomar un poco del jugo que se suponía que era para Harry, según ella no lo notaría.
Pero antes de qué tan siquiera pudieran empezar a jugar, el equipo de Slytherin entro al campo con su uniforme puesto y escobas en mano.
—¿Qué es lo que pasa? —pregunto Hermione algo desconcertada.
—No lo sé, vayamos a ver que sucede —Méreope tomo el plato de huevos y el jugo y bajo las gradas junto con sus dos amigos.
Al ya estar abajo pudieron observar a todo el equipo de Slytherin frente al equipo de Gryffindor, el capitán retaba a Oliver Wood, la personas en la cual Méreope tuvo un crush durante su primer año en Hogwarts.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Ron a Harry—. ¿Por qué no practican? ¿Y qué está haciendo ése aquí?
Méreope miro a su primo, el cual portaba la capa de quidditch con el escudo de Slytherin.
—Soy el nuevo buscador de Slytherin, Weasley —dijo Malfoy, con petulancia—. Estamos admirando las escobas que mi padre ha comprado para todo el equipo.
Ron miro boquiabierto las siete soberbias escobas que tenía delante, mientras que Méreope miraba al rubio, comenzando a comprender como fue que logró entrar al equipo.
—Son buenas, ¿eh? —dijo Malfoy con sorna—. Pero quizás el equipo de Gryffindor pueda conseguir oro y comprar también escobas nuevas. Podrían subastar las Barredoras 5. Cualquier museo pagaría por ellas.
El equipo de Slytherin estalló de risa.
—Pero en el equipo de Gryffindor nadie ha tenido que comprar su puesto —observó Hermione agudamente—. Lo ganan por su talento.
—No por el dinero que tu padre les pueda dar en escobas —alegó Méreope con sorna, dejando de lado el almuerzo de Harry.
—Nadie pidió sus opiniones, asquerosa sangre sucia —Draco miró a la pelirroja con burla— asquerosa traidora a la sang-... —reacciono antes de terminar de decir la frase, mirando con oculto arrepentimiento a Méreope.
Méreope sintió que sus ojos le comenzaban a picar: estaba segura de que no lloraría frente a él, pero no podía evitar sentir un nudo en su garganta.
Fred y George se colocaron delante de Méreope y Hermione, dispuestos a saltar sobre Malfoy, pero Flint se puso frente a Draco impidiéndolo.
—¡Como te atreves! —Alicia Spinnet puso su mano en el hombro de las chicas, aunque Hermione no supiese lo que el rubio había dicho.
—¡Pagaras por esto Malfoy! —y sacando la varita por debajo del brazo de Flint, la dirigió al rostro de Malfoy.
Un estruendo resonó en todo el estadio, y del extremo roto de la varita de Ron surgió un rayo de luz verde que, dándole en el estómago, lo derribó sobre el césped.
—¡Ron! ¡Ron! ¿Estás bien? —chilló Hermione.
Méreope, tratando de tranquilizarse, corrió hacia su amigo.
Ron abrió la boca para decir algo, pero no salió ninguna palabra. Por el contrario, emitió un tremendo eructo y le salieron de la boca varias babosas que le cayeron en el regazo.
El equipo de Slytherin se partía de risa. Flint se desternillaba, apoyado en su escoba nueva. Malfoy, a cuatro patas, golpeaba el suelo con el puño. Los de Gryffindor rodeaban a Ron, que seguía vomitando babosas grandes y brillantes. Nadie se atrevía a tocarlo.
Méreope, que era una mezcla de emociones en ese momento, fue hacia el desayuno que llevaba para Harry, tomo el vaso relleno de jugo de calabaza y lo tiro sobre la cabeza de Draco.
—¿Méreope, qué...? —no termino de hablar el rubio ya que fue interrumpido por su prima una vez más.
—Para ti soy Tonks, Malfoy —dejo caer el vaso sobre el césped y esta vez, tomo el plato—. Come esto, son los que te faltan —y sin más tiro el plato de huevos en el mismo lugar que el jugo, provocando que estos quedara pegados en su cabello—. Vete muy lejos, Malfoy.
Fue hacia sus amigos para ver en que podía ayudarle a Ron, quien había tratado de defenderlas—. Lo mejor es que lo llevemos a la cabaña de Hagrid, que está más cerca —dijo Harry a Hermione y Méreope, quienes asintieron valerosamente, y entre los tres cogieron a Ron por los brazos.
—¿Qué ha ocurrido, Harry? ¿Qué ha ocurrido? ¿Está enfermo? Pero podrás curarlo, ¿no? —Colin había bajado corriendo de su puesto e iba dando saltos al lado de ellos mientras salían del campo. Ron tuvo una horrible arcada y más babosas le cayeron por el pecho—. ¡Ah! —exclamó Colin, fascinado y levantando la cámara—, ¿puedes sujetarlo un poco para que no se mueva, Harry?
—¡Fuera de aquí, Colin! —dijo Harry enfadado. Entre él, Méreope y Hermione sacaron a Ron del estadio y se dirigieron al bosque a través de la explanada.
—Ya casi llegamos, Ron —dijo Méreope, cuando vieron a lo lejos la cabaña del guardián—. Dentro de un minuto estarás bien. Ya falta poco.
Méreope trataba de controlar las lagrimas que querían salir desde hace unos momentos atrás, pero aun podía esconderlas por unos momentos más para el resto de personas.
Aunque eso si: Para todos menos para Harry, quien la miraba con preocupación.
Él no sabia el significado de las palabras empleadas por Malfoy, pero tras ver las reacciones de sus compañeros de equipo y sus mejores amigos supo que no era algo lindo.
Les separaban siete metros de la casa de Hagrid cuando se abrió la puerta. Pero no fue Hagrid el que salió por ella, sino Gilderoy Lockhart, que aquel día llevaba una túnica de color malva muy claro. Se les acercó con paso decidido.
—Rápido, aquí detrás —dijo Harry, escondiendo a Ron detrás de un arbusto que había allí. Hermione los siguió al igual que Méreope, de mala gana.
—¡Es muy sencillo si sabes hacerlo! —decía Lockhart a Hagrid en voz alta—. ¡Si necesitas ayuda, ya sabes dónde estoy! Te dejaré un ejemplar de mi libro. Pero me sorprende que no tengas ya uno. Te firmaré un ejemplar esta noche y te lo enviaré. ¡Bueno, adiós! —Y se fue hacia el castillo a grandes zancadas.
En cuanto Lockhart se fue, sacaron a Ron de los arbustos y tocaron lo más fuerte que pudieron.
Hagrid apareció inmediatamente, con aspecto de estar de mal humor, pero se le iluminó la cara cuando vio de quién se trataba.
—Me estaba preguntando cuándo vendrían a verme... Entren, entren. Creía que sería el profesor Lockhart que volvía.
Harry, Méreope y Hermione introdujeron a Ron en la cabaña, donde había una gran cama en un rincón y una chimenea encendida en el otro extremo. Hagrid no pareció preocuparse mucho por el problema de las babosas de Ron, cuyos detalles explicó Harry apresuradamente mientras lo sentaban en una silla.
—Es preferible que salgan a que entren —dijo ufano, poniéndole delante una palangana grande de cobre—. Vomítalas todas, Ron.
—No creo que se pueda hacer nada salvo esperar a que la cosa acabe —dijo Hermione apurada, contemplando a Ron inclinado sobre la palangana—. Es un hechizo difícil de realizar aun en condiciones óptimas, pero con la varita rota...
Hagrid estaba ocupado preparando un té. Fang, su perro jabalinero, llenaba a Méreope de babas cosa que la distraía un poco de sus sentimientos encontrados.
—¿Qué quería Lockhart, Hagrid? —preguntó Harry, rascándole las orejas a Fang.
—Enseñarme cómo me puedo librar de los duendes del pozo —gruñó Hagrid, quitando de la mesa limpia un gallo a medio pelar y poniendo en su lugar la tetera—. Como si no lo supiera. Y también hablaba sobre una banshee a la que venció. Si en todo eso hay una palabra de cierto, me como la tetera.
Era muy raro que Hagrid criticara a un profesor de Hogwarts, y la pelirroja lo miró sorprendida. Hermione, sin embargo, dijo en voz algo más alta de lo normal:
—Creo que son injustos. Obviamente, el profesor Dumbledore ha juzgado que era el mejor para el puesto y...
—Era el único para el puesto —repuso Hagrid, ofreciéndoles un plato de caramelos de café con leche, mientras Ron tosía ruidosamente sobre la palangana—. Y quiero decir el único. Es muy difícil encontrar profesores que den Artes Oscuras, porque a nadie le hace mucha gracia. Da la impresión de que la asignatura está maldita. Ningún profesor ha durado mucho. Diganme —preguntó Hagrid, mirando a Ron—, ¿a quién intentaba hechizar?
—Malfoy le llamó algo a Hermione y a Méreope —respondió Harry—. Tiene que haber sido algo muy fuerte, porque todos se pusieron furiosos.
—Fue muy fuerte —dijo Ron con voz ronca, incorporándose sobre la mesa, con el rostro pálido y sudoroso—. Malfoy llamó «sangre sucia» a Hermione y a...
—A mi me llamó «traidora a la sangre» —masculló Méreope, mordiéndose el labio inferior tratando de retener las lagrimas una vez más.
—¡No! —bramó volviéndose a Méreope y a Hermione.
—Sí —dijo Hermione—. Pero yo no sé qué significa ninguna de las dos frases. Claro que podría decir que fue muy grosero...
Méreope dejo caer un par de lágrimas en silencio, quizás el termino "traidora a la sangre" no sea tan fuerte como el "sangre sucia" pero le dolió mas quien se lo dijo.
Sabía que su mamá era conocida por ello, por haber traicionado a su familia para irse con un nacido de muggles y desde entonces era llamada con ese apodo terrible que de vez en cuando le llegaba también a Dora y a ella.
—Es lo más insultante que se le podría ocurrir —dijo Ron, volviendo a incorporarse—. Sangre sucia es un nombre realmente repugnante con el que llaman a los hijos de muggles, ya sabes, de padres que no son magos. Hay algunos magos, como la familia de Malfoy, que creen que son mejores que nadie porque tienen lo que ellos llaman sangre limpia —soltó un leve eructo, y una babosa solitaria le cayó en la palma de la mano. La arrojó a la palangana y prosiguió—. Desde luego, el resto de nosotros sabe que eso no tiene ninguna importancia. Mira a Neville Longbottom... es de sangre limpia y apenas es capaz de sujetar el caldero correctamente. Y Traidor o Traidora a la sangre son aquellos que son "Sangre pura" que no discriminan y se llevan bien con muggles, squibs, los que son "sangre sucia" y los "mestizos". Este término solo es utilizado por los sangre pura extremistas. Pero claro que es grosero hacia cualquier persona.
—Y no han inventado un conjuro que nuestra Hermione no sea capaz de realizar —dijo Hagrid con orgullo, haciendo que Hermione se pusiera colorada—. Y claro que quisieran tener Piroquinesis como mi Méreope.
Méreope, quien era abrazada fuertemente por Harry, sonrió entre lagrimas. Harry dejo un beso sobre la cabeza de la pelirroja y siguió abrazándola.
—Iba a traerte el desayuno —suspiro—. Pero se quedo en la cabeza de Malfoy.
Harry rió, recordando a Malfoy bañado en huevos y jugo de calabaza.
—No importa Issa, valió la pena —dejo otro beso en su cabeza y comenzaron a prestar atención a Hagrid y a Ron.
—Es un insulto muy desagradable de oír —dijo Ron, secándose el sudor de la frente con la mano—. Es como decir «sangre podrida» o «traidor a la magia». Son idiotas. Además, la mayor parte de los magos de hoy día tienen sangre mezclada. Si no nos hubiéramos casado con muggles, nos habríamos extinguido.
A Ron le dieron arcadas y volvió a inclinarse sobre la palangana.
—Bueno, no te culpo por intentar hacerle un hechizo, Ron —dijo Hagrid con una voz fuerte que ahogaba los golpes de las babosas al caer en la palangana—. Pero quizás haya sido una suerte que tu varita mágica fallara. Si hubieras conseguido hechizarle, Lucius Malfoy se habría presentado en la escuela. Así no tendrás ese problema.
Harry quiso decir que el problema no habría sido peor que estar echando babosas por la boca, pero no pudo hacerlo porque no quería separarse de su mejor amiga.
—Harry —dijo Hagrid de repente, como acometido por un pensamiento repentino—, tengo que ajustar cuentas contigo. Me han dicho que has estado repartiendo fotos firmadas. ¿Por qué no me has dado una?
Harry quiso despegarse de su pelirroja por el enojo, pero lo contuvo.
—No he estado repartiendo fotos —dijo enfadado—. Si Lockhart aún va diciendo eso por ahí...
Pero entonces vio que Hagrid se reía.
—Sólo bromeaba —explicó, dándole a Harry unas palmadas amistosas en la espalda que lo arrojaron contra la mesa, llevándose a Méreope consigo—. Sé que no es verdad. Le dije a Lockhart que no te hacía falta, que sin proponértelo eras más famoso que él.
—Apuesto a que no le hizo ninguna gracia —dijo Harry, levantándose y frotándosela barbilla.
Méreope se sentó aun lado de Ron una vez ya calmada y separada de Harry.
—Supongo que no —admitió Hagrid, parpadeando—. Luego le dije que no había leído nunca ninguno de sus libros, y se marchó. ¿Un caramelo de café con leche, Ron?—añadió, cuando Ron volvió a incorporarse—. ¿Tu Mér?
Méreope asintió y comenzó a mordisquearlo.
—No, gracias —dijo Ron con debilidad—. Es mejor no correr riesgos.
—Vengan a ver lo que he estado cultivando —dijo Hagrid cuando Harry, Méreope y Hermione apuraron su té.
En la pequeña huerta situada detrás de la casa de Hagrid había una docena de las calabazas más grandes que Méreope hubiera visto nunca. Más bien parecían grandes rocas.
—Van bien, ¿verdad? —dijo Hagrid, contento—. Son para la fiesta de Halloween. Deberán haber crecido lo bastante para ese día.
—¿Qué les has echado? —preguntó Harry
Hagrid miró hacia atrás para comprobar que estaban solos.
—Bueno, les he echado... ya sabes... un poco de ayuda —Méreope vio el paraguas rosa estampado de Hagrid apoyado contra la pared trasera de la cabaña. Ya antes, Méreope había sospechado que aquel paraguas no era lo que parecía; de hecho, tenía la impresión de que la vieja varita mágica del colegio estaba oculta dentro. Según las normas, Hagrid no podía hacer magia, porque lo habían expulsado de Hogwarts en el tercer curso, pero Méreope no sabía por qué. Cualquier mención del asunto bastaba para que Hagrid carraspeara sonoramente y sufriera de pronto una misteriosa sordera que le duraba hasta que se cambiaba de tema.
—¿Un hechizo fertilizante, tal vez? —preguntó Hermione, entre la desaprobación y el regocijo—. Bueno, has hecho un buen trabajo.
—Eso es lo que dijo tu hermana pequeña —observó Hagrid, dirigiéndose a Ron—. Ayer la encontré —Hagrid miró a Harry de reojo y vio que le temblaba la barbilla—. Dijo que estaba contemplando el campo, pero me da la impresión de que esperaba encontrarse a alguien más en mi casa —guiñó un ojo a Harry—. Si quieres mi opinión, creo que ella no rechazaría una foto fir...
—¡Cállate! —dijo Harry. A Ron le dio la risa y llenó la tierra de babosas.
Méreope –después de unos minutos callada– soltó una carcajada, haciendo sonreír a los otros cuatro presentes a quienes había preocupado por su decaída actitud.
—¡Cuidado! —gritó Hagrid, apartando a Ron de sus queridas calabazas.
La pelirroja sabía que quizás su primo no tendría remedió, y hasta cierto punto lo comprendía. Había crecido con aquellos ideales, pero eso no quitaba el hecho de que había dolido oírlo llamarla así.
[...]
Ya casi era la hora de comer, y a Méreope le había dejado con hambre la discusión, por lo que tenía prisa por regresar al colegio para la comida. Se despidieron de Hagrid y regresaron al castillo, con Ron hipando de vez en cuando, pero vomitando sólo un par de babosas pequeñas.
Apenas habían puesto un pie en el fresco vestíbulo cuando oyeron una voz.
—Con que están aquí, Potter y Weasley —la profesora McGonagall caminaba hacia ellos con gesto severo—. Cumplirán su castigo esta noche.
—¿Qué vamos a hacer, profesora? —preguntó Ron, asustado, reprimiendo un eructo.
—Tú limpiarás la plata de la sala de trofeos con el señor Filch —dijo la profesora McGonagall—. Y nada de magia, Weasley... ¡frotando!
Ron tragó saliva. Argus Filch, el conserje, era detestado por todos los estudiantes del colegio.
Hasta Méreope sintió lastima hacia su amigo.
—Y tú, Potter, ayudarás al profesor Lockhart a responder a las cartas de sus admiradoras —dijo la profesora McGonagall.
Méreope poso su mano en el hombro de Harry y dejo suaves caricias lamenterás en esa zona.
—Oh, no... ¿no puedo ayudar con la plata? —preguntó Harry desesperado, tomando la mano de Méreope.
—Desde luego que no —dijo la profesora McGonagall, arqueando las cejas y tratando de no sonreír tras ver aquella escena—. El profesor Lockhart ha solicitado que seas precisamente tú. A las ocho en punto, tanto uno como otro.
Méreope se mantuvo con Hermione el resto del día, ambas haciendo deberes pendientes o Hermione pidiéndole consejos sobre métodos de dibujo ya que la castaña veía con admiración los dibujos que su mejor amiga realizaba.
—No soy tan buena... —murmuro avergonzada Méreope, bajando la mirada a algunos encantamientos.
—¡Claro que lo eres! —comenzó a hojear la variedad de dibujos—. ¡Mira esto!
—Lo dices por ser mi mejor amiga, Herms —Méreope rió.
—Ay no, no puedo contra ti —sin más, se recostó en su cama—. Ya casi viene el invierno, Mér... deberías sacar ya otra pijamas.
Méreope observo su pijama la cual consistía en una blusa de tirantes rosa pastel, y unos shorts azules con algunas decoraciones y un lazo en medio.
—Aun falta Herms, ya veremos en dos meses —sin mas hizo una trenza en el cabello esponjado de Hermione y después continuo con ella, haciendo lo mismo.
Ambas vieron la puerta abrirse, dando entrada a Pavati y a Lavander, las cuales hablaban de cosas sin sentido que terminaron por darle sueño a la pelirroja.
━━━AUTHOR'S NOTE. ¡chicuelas y chicuelos! ¡hola travesuritaaas! ¿como están? yo aquí festejando a mi Harry Potter... no puedo creer que ya tenga 41 :')
¡capítulo dedicado a Harry James Potter/el amor de mi vida!
¿le a gustado el capítulo? la verdad necesitaba distanciar a Draco y a a Méreope de algún modo. No será permanente, volverán a hablar en aaaaaaaaaaalgún momento pero no será como antes y mucho menos, será en poco tiempo.
recuerden: voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💕.
recémosle a Harry hoy en su cumple, amén🙇🏻♀️.
eso es todo travesuritas, soooooo
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
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