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007. magnificent, class with lockhart

CAPÍTULO SIETE
▬  ❝ magnifico, clase con lockhart ❞  ▬





































MÉREOPE HABÍA DESPERTADO IGUAL DE ENOJADA QUE LA NOCHE ANTERIOR, AÚN PENSABA EN CÓMO HARRY Y RON PODÍAN SER TAN INCONSCIENTES PARA HACER TAL COSA. Por la mañana siguiente recogió su uniforme, el cual estaba colocado en la silla a su lado, y rápidamente se adentró al baño para poder alistarse para su primer día de clases. Tras ponerse sus productos en el cabello y cuerpo, bajo las escaleras de mármol con Hermione a su lado, igual de enojada –o hasta más– que ella.

La pelirroja –recordando lo que Ginny le había pedido durante la cena– le pidió a Hermione que la esperara en la sala común un momento. La castaña, sabiendo que haría, término asintiendo a regañadientes.

Méreope busco por todas las puertas de primer año, esperando dar con la habitación de la pequeña Weasley, hasta que unas puertas más adelante encontró su habitación, la cual compartía con otras tres chicas.

La pelirroja toco la puerta y casi al segundo la puerta fue abierta por una jadeante Ginny que no podía hacer el nudo en su corbata. Al ver a Méreope frente a ella la abrazo y murmuro un "Ahora vengo" y así desapareció de la vista de la pelirroja y corrió hacia sus pertenecías.

—Listo, vamos —Ginny sonrió y comenzó a caminar escaleras abajo.

Méreope se encogió de hombros y siguió a la menor por las escaleras para encontrarse con Hermione.

Las tres Gryffindor fueron directo al Gran Comedor, en donde poco a poco comenzaba a llenarse con variedad de personas de diferentes casas. Ginny se despidió de la pelirroja con una sonrisa y corrió hasta llegar con sus compañeras de curso –que no estaba tan lejos de Méreope y Hermione–.

Bajo el techo encantado, que aquel día estaba de un triste color gris, las cuatro grandes mesas correspondientes a las cuatro casas estaban repletas de soperas con gachas de avena, fuentes de arenques ahumados, montones de tostadas y platos con huevos y beicon.

Hermione leía Viajes con los vampiros de Gildory Lockhart mientras que Méreope en encargaba de comer su beicon, fingiendo escuchar la lectura de esta última.

A los pocos segundos la puerta del Gran Comedor fue cruzada por Harry y Ron, quienes se sentaron en la mesa de Gryffindor junto a Méreope y a Hermione. La frialdad con la que la pelirroja dijo «buenos días» y siguió con su desayuno hizo pensar a Harry que todavía les reprochaba la manera en que habían llegado al colegio, y qué aun seguía decepcionada por ello. Neville Longbottom, por el contrario, les saludó alegremente. Neville era un muchacho de cara redonda, propenso a los accidentes, y era la persona con peor memoria de entre todas las que Méreope había conocido nunca.

Aún así, le tenía un gran aprecio.

—El correo llegará en cualquier momento —comentó Neville—; supongo que mi abuela me enviará las cosas que me he olvidado.

Efectivamente, Méreope terminaba su huevo con beicon cuando un centenar de lechuzas penetraron con gran estrépito en la sala, volando sobre sus cabezas, dando vueltas por la estancia y dejando caer cartas y paquetes sobre la alborotada multitud. Un gran paquete de forma irregular rebotó en la cabeza de Neville, y un segundo después, una cosa gris cayó sobre la taza de Hermione, salpicándolos a todos de leche y plumas. Unos momentos después, Hera cayo junto al plato de la pelirroja, estirando la carta que llevaba sostenida con el pico.

La Gryffindor dejo una suave caricia sobre las alas de su lechuza, provocando que Hera ululara y le entregara la carta, dejándola caer en el plato vacío.

Méreope alcanzo un último pedazo de beicon y se lo entrego a Hera, esta chillo y se fue de ahí directo a su jaula o a la lechuzería.

La muchacha, ansiosa, abrió la carta con rapidez y comenzó a leer su contenido.

Para Méreope Tonks.
Querida hija...

     ¿Cómo estas, Hija? Sentimos no haberte escrito durante el tiempo que estuviste en la madriguera: el ministerio nos mantuvo ocupados a tu hermana y a mi la mitad del verano. Y tu madre, bueno, ella a estado buscando algunas cosas por la casa, ya sabes cómo es tu madre, cielo, no está tranquila hasta encontrar lo que quiere.

     Espero que te vaya bien en tu primer día de clases, sabes que aunque estemos lejos te amamos, ¿si? Eso no lo olvides nunca.

Te quiere.
Edward Tonks.

Una sonrisa enorme se dibujo en el rostro de la pelirroja, contagiando al azabache que tenía aun lado. A pesar de saber que estaba enojada con él, no le importaba en realidad: sabía que ella se había preocupado por él y eso lo ponía feliz.

—¡Errol! —dijo Ron, sacando a Harry de sus pensamientos, y sacando por las patas a la empapada lechuza. Errol se desplomó, sin sentido, sobre la mesa, con las patas hacia arriba y un sobre rojo y mojado en el pico.

—¡No..! —exclamó Ron.

—No te preocupes, no está muerto —dijo Hermione, tocando a Errol con la punta del dedo.

—No es por eso... sino por esto.

Ron señalaba el sobre rojo. A Harry no le parecía que tuviera nada de particular, pero Ron y Neville lo miraban como si pudiera estallar en cualquier momento, mientras que Méreope observaba con diversión la escena.

—¿Qué pasa? —preguntó Harry.

—Me han enviado un howler —dijo Ron con un hilo de voz.

—Será mejor que lo abras, Ron —dijo Neville, en un tímido susurro—. Si no lo hicieras, sería peor. Mi abuela una vez me envió uno, pero no lo abrí y... —trago saliva— fue horrible.

En cuanto un grito se escucho, Méreope se recargo en el hombro de Hermione y murmuro un «observa esto» divertida.

—... ROBAR EL COCHE, NO ME HABRÍA EXTRAÑADO QUE TE EXPULSARAN; ESPERA A QUE TE VEA, SUPONGO QUE NO TE HAS PARADO A PENSAR LO QUE SUFRIMOS TU PADRE Y YO CUANDO VIMOS QUE EL COCHE NO ESTABA...

Los gritos de la señora Weasley, eran cien veces más fuertes de lo normal, hacían tintinear los platos y las cucharas en la mesa y reverberaban en los muros de piedra demanera ensordecedora. En el salón, la gente se volvía hacia todos los lados para ver quien era el que había recibido el howler, y Ron se encogió tanto en el asiento que sólo se le podía ver la frente colorada. 

—... ESTA NOCHE LA CARTA DE DUMBLEDORE, CREÍ QUE TU PADRE SE MORÍA DE LA VERGUENZA, NO TE HEMOS CRIADO PARA QUE TE COMPORTES ASÍ, HARRY Y TÚ PODRÍAN HABERSE MATADO...

Méreope ocultaba su risa mientras bebía de su vaso de leche, se divertía viendo la completamente cara roja de Ron y la apenada mirada de Harry.

—... COMPLETAMENTE DISGUSTADO, EN EL TRABAJO DE TU PADRE ESTÁN HACIENDO INDAGACIONES, TODO POR CULPA TUYA, Y SI VUELVES A HACER OTRA, POR PEQUEÑA QUE SEA, TE SACAREMOS DEL COLEGIO.

Se hizo un silencio en el que resonaban aún las palabras de la carta. El sobre rojo, que había caído al suelo, ardió y se convirtió en cenizas. Harry y Ron se quedaron aturdidos, como si un maremoto les hubiera pasado por encima. Algunos se rieron y, poco a poco, el habitual alboroto retornó al salón.

Hermione cerró el libro Viajes con los vampiros y miró a Ron, que seguía encogido.

—Bueno, no sé lo que esperabas, Ron, pero tú...

—No me digas que me lo merezco —atajó Ron.

—Pues que no te lo diga, pero acepta que se lo merecen —añadió Méreope, guiñándoles un ojo.

Nadie lo noto, pero un azabache enrojeció ante aquel acto.

—Y por lo tanto, creo que es suficiente castigo con avergonzarlos anoche, Molly hoy y el castigo que Minnie les pondrá. Los perdono —Méreope les sonrió a los chicos.

Los chicos la miraron aturdidos por su cambio drástico: no cabía duda que su amiga era bipolar.

Como Méreope lo supuso desde que se entero lo que sus amigos habían hecho, el señor Weasley tendría que afrontar una investigación en su trabajo.

Pero Méreope no tuvo demasiado tiempo para pensar en aquello, porque la profesora McGonagall recorría la mesa de Gryffindor entregando los horarios. Méreope cogió el suyo y vio que tenían en primer lugar dos horas de Herbología con los de la casa de Hufflepuff.

Harry, Ron, Méreope y Hermione abandonaron juntos el castillo, cruzaron la huerta por el caminó y se dirigieron a los invernaderos donde crecían las plantas mágicas. El howler había tenido al menos un efecto positivo: parecía que Hermione –al igual que Méreope– consideraba que ellos ya habían tenido suficiente castigo y volvía a mostrarse amable. 

Al dirigirse a los invernaderos, vieron al resto de la clase congregada en la puerta, esperando a la profesora Sprout. Harry, Ron, Méreope y Hermione acababan de llegar cuando la vieron acercarse con paso decidido a través de la explanada, acompañada por Gilderoy Lockhart. La profesora Sprout llevaba un montón de vendas en los brazos.

A lo que Méreope pensó que eran ramas del Sauce Boxeador.

La profesora Sprout era una bruja pequeña y rechoncha que llevaba un sombrero remendado sobre la cabellera suelta. Generalmente, sus ropas siempre estaban manchadas de tierra. Gilderoy Lockhart, sin embargo, iba inmaculado con su túnica amplia color turquesa y su pelo dorado que brillaba bajo un sombrero igualmente turquesa con ribetes de oro, perfectamente colocado. 

—¡Hola, qué hay! —saludó Lockhart, sonriendo al grupo de estudiantes—. Estaba Explicando a la profesora Sprout la manera en que hay que curar a un sauce boxeador. ¡Pero no quiero que piensen que sé más que ella de botánica! Lo que pasa es que en mis viajes me he encontrado varias de estas especies exóticas y... 

—¡Hoy iremos al Invernadero 3, muchachos! —dijo la profesora Sprout, que parecía claramente disgustada, lo cual no concordaba en absoluto con el buen humor habitual en ella.

Se oyeron murmullos de interés. Hasta entonces, sólo habían trabajado en el Invernadero 1. En el Invernadero 3 había plantas mucho más interesantes y peligrosas. La profesora Sprout cogió una llave grande que llevaba en el cinto y abrió con ella la puerta. A Méreope le llegó el olor de la tierra húmeda y el abono mezclados con el perfume intenso de unas flores gigantes, del tamaño de un paraguas, que colgaban del techo.

—¡Harry! Quería hablar contigo... Profesora Sprout, no le importa si retengo a Harry un par de minutos, ¿verdad? —Méreope, que se encontraba aun lado de su azabache amigo, sintió un fuerte agarre sobre su mano.

Al alzar la mirada se encontró con la mirada aterrada de Harry, ella le regreso el apretón y le sonrió, tratando de brindarle tranquilidad: cosa que fácilmente logro.

—Sólo un momento —y le cerró la puerta del invernadero en las narices, llevándose a Harry de ahí.

Méreope esperaba que ese Lockhart no hiciera sentir incomodo a su amigo, ya que aun recordaba como se había puesto en el Callejón Diagon en cuanto se percató de la presencia de Harry.

La profesora Sprout estaba en el centro del invernadero, detrás de una mesa montada sobre caballetes. Sobre la mesa había unas veinte orejeras. Cuando Harry ocupó su sitio entre Ron y Méreope la profesora dijo:

—Hoy nos vamos a dedicar a replantar mandrágoras. Veamos, ¿Quién me puede decir qué propiedades tiene la mandrágora?

Sin que nadie se sorprendiera, Hermione fue la primera en alzar la mano—. La mandrágora, o mandrágula, es un reconstituyente muy eficaz —dijo Hermione en un tono que daba la impresión, como de costumbre, de que se había tragado el libro de texto—. Se utiliza para volver a su estado original a la gente que ha sido transformada o encantada.

—Excelente, diez puntos para Gryffindor —dijo la profesora Sprout—. La mandrágora es un ingrediente esencial en muchos antídotos. Pero, sin embargo, también es peligrosa. ¿Quién me puede decir por qué?

Al levantar de nuevo velozmente la mano, Hermione casi se lleva por delante las gafas de Harry, provocando que Méreope riera por lo bajo, y al Harry darse cuenta reír junto con ella.

—El llanto de la mandrágora es fatal para quien lo oye —dijo Hermione instantáneamente.

—Exacto. Otros diez puntos —dijo la profesora Sprout—. Bueno, las mandrágoras que tenemos aquí son todavía muy jóvenes.

Mientras hablaba, señalaba una fila de bandejas hondas, y todos se echaron hacia delante para ver mejor. Un centenar de pequeñas plantas con sus hojas de color verde violáceo crecían en fila. A Méreope, quien no tenía ni idea de lo que Hermione había querido decir con lo de «el llanto de la mandrágora», le parecían completamente vulgares. 

—Ponganse unas orejeras cada uno —dijo la profesora Sprout.

Hubo un forcejeo porque todos querían coger las únicas que no eran ni de peluche ni de color rosa.

—Cuando les diga que se las pongan, asegúrense de que sus oídos quedan completamente tapados —dijo la profesora Sprout—. Cuando les diga que se las pueden quitar, levantaré el pulgar. De acuerdo, pónganse las orejeras.

Méreope se las puso rápidamente. Insonorizaban completamente los oídos. La profesora Sprout se puso unas de color rosa, se remangó, cogió firmemente una de las plantas y tiró de ella con fuerza.

En lugar de raíces, surgió de la tierra un niño recién nacido, pequeño, lleno de barro y extremadamente feo. Las hojas le salían directamente de la cabeza. Tenía la piel de un color verde claro con manchas, y se veía que estaba llorando con toda la fuerza de sus pulmones.

La profesora Sprout cogió una maceta grande de debajo de la mesa, metió dentro la mandrágora y la cubrió con una tierra abonada, negra y húmeda, hasta que sólo quedaron visibles las hojas. La profesora Sprout se sacudió las manos, levantó el pulgar y se quitó ella también las orejeras.

—Como nuestras mandrágoras son sólo plantones pequeños, sus llantos todavía no son mortales —dijo ella con toda tranquilidad, como si lo que acababa de hacer no fuera más impresionante que regar una begonia—. Sin embargo, les dejarían inconscientes durante varias horas, y como estoy segura de que ninguno de ustedes quiere perderse su primer día de clase, asegúrense de que se ponen bien las orejeras para hacer el trabajo. Ya les avisaré cuando sea hora de recoger.

»Cinco por bandeja. Hay suficientes macetas aquí». La tierra abonada está en aquellos sacos. Y tengan mucho cuidado con la Tentacula Venenosa, porque les están saliendo los dientes.

Mientras hablaba, dio un fuerte manotazo a una planta roja con espinas, haciéndole que retirara los largos tentáculos que se habían acercado a su hombro muy disimulada y lentamente.

Harry, Ron, Méreope y Hermione compartieron su bandeja con un muchacho de Hufflepuff que la pelirroja conocía de vista, más nunca había entablado conversación con él.

—Justin Finch-Fletchley —dijo alegremente, dándole la mano a Harry—. Claro que sé quién eres, el famoso Harry Potter. Y tú eres Hermione Granger, siempre la primera en todo —Hermione sonrió al estrecharle la mano—. Ah, tu eres Méreope Tonks, la bruja poderosa de Gryffindor —le estrecho la mano a la pelirroja, la cuál sonrió de lado ante tal halago: ni ella sabía que era considerada "la bruja poderosa de Gryffindor"—. Y Ron Weasley. ¿No era tuyo el coche volador?

Ron no sonrió. Obviamente, todavía se acordaba del howler.

—Ese Lockhart es famoso, ¿verdad? —dijo contento Justin, cuando empezaban a llenar sus macetas con estiércol de dragón—. ¡Qué hombre más valiente! ¿Han leído sus libros? Yo me habría muerto de miedo si un hombre lobo me hubiera acorralado en una cabina de teléfonos, pero él se mantuvo sereno y ¡zas! Formidable. 

Méreope no entendía el por qué tratar tan mal a los hombre lobo, discriminarlos de tal manera. Después de todo, detrás de aquella actitud agresiva durante la luna llena había un hombre o mujer que seguía siendo humano y por ello necesitaba respeto.

»Me habían reservado plaza en Eton, pero estoy muy contento de haber venido aquí. Naturalmente, mi madre estaba algo disgustada, pero desde que le hice leer los libros de Lockhart, empezó a comprender lo útil que puede resultar tener en la familia aun mago bien instruido...

Y para colmo, su maestro de
DCAO sería Lockhart, quien
escribió aquel libro hablando idioteces de los hombres lobo.

Después ya no tuvieron muchas posibilidades de charlar. Se habían vuelto a poner las orejeras y tenían que concentrarse en las mandrágoras. Para la profesora Sprout había resultado muy fácil, pero en realidad no lo era. A las mandrágoras no les gustaba salir de la tierra, pero tampoco parecía que quisieran volver a ella. Se retorcían, pataleaban, sacudían sus pequeños puños y rechinaban los dientes. Méreope se pasó diez minutos largos intentando meter una algo más grande en la maceta. 

Al final de la clase, Méreope, al igual que los demás, estaba empapada en sudor, le dolían varias partes del cuerpo y estaba llena de tierra. Volvieron al castillo para lavarse un poco, y los de Gryffindor marcharon corriendo a la clase de Transformaciones.

Las clases de la profesora McGonagall eran siempre muy duras, pero aquel primer día resultó especialmente más fácil. Todo lo que Méreope había aprendido el año anterior parecía habérsele quedado muy impregnado durante el verano. Y casi al primer intento logro convertir al escarabajo en botón tal cuál la profesora Minnie había pedido.

—¡Listo Minnie!—grito la pelirroja, al ver pasar a la profesora a su lado.

—Señorita Tonks, apreciaría que no me llamara de ese modo —hablo Minerva, quien de inmediato recordó quienes la llamaba así.

Méreope asintió cabizbaja, haciendo sentir un apretón horrible en su pecho a McGonagall, quien bufó y negó ante lo que iba a hacer—. Bien, podrá llamarme así siempre y cuando no sea tan frecuentemente.

La pelirroja quería darle un abrazo –pero se resistió– y mostro el botón a su ahora profesora favorita Minnie.

—Muy bien, señorita Tonks. Veo que a estudiado —y así se retiro del asiento de Méreope, yendo a ver a los demás quienes parecían tener problemas.

[...]

—¿Qué hay esta tarde? —dijo Harry, evitando ver la enorme cantidad de botones que sus amigas habían conseguido.

—Defensa Contra las Artes Oscuras —dijo Hermione en el acto.

—¿Por qué —preguntó Ron, cogiéndole el horario— has rodeado todas las clasesde Lockhart con corazoncitos?

Méreope estampo su cabeza con la mesa repetidas veces, mientras se quejaba por lo bajo el tener clases con Gildory –engreído– Lockhart. Mientras que Hermione le arrebataba a Ron su horario, estaba roja.

Terminaron de comer y salieron al patio. Estaba nublado. Hermione se sentó en un peldaño de piedra y volvió a hundir las narices en Viajes con los vampiros. Harry y Ron se pusieron a hablar de quidditch, y por último Méreope estaba recostada en el hombro de Harry, este último le proporcionaba suaves caricias en su cabeza. Pasaron varios minutos antes de que Méreope se diera cuenta que alguien observaba a su azabache amigo, la pelirroja pego su cabeza aun más a Harry, haciendo que este mirara al frente. Al levantar la vista, vio al muchacho pequeño de pelo castaño que la noche anterior se había puesto el sombrero seleccionador. Lo miraba como paralizado. Tenía en las manos lo que parecía una cámara de fotos muggle normal y corriente, y cuando Harry miró hacia él, se ruborizó en extremo.

—¿Me dejas, Harry? Soy... soy Colin Creevey —dijo entrecortadamente, dando un indeciso paso hacia delante—. Estoy en Gryffindor también. ¿Podría..., me dejas... que te haga una foto? —dijo, levantando la cámara esperanzado.

Méreope se iba a separar de Harry para dejar que hablara con Colin, quien le parecía un simpático chico. Pero Harry al ver las intenciones de la pelirroja alejo su agarre pero en su lugar, tomo su mano entrelazando sus dedos.

—¿Una foto? —repitió Harry, tomando aun mas fuerte la mano de Méreope.  

—Con ella podré demostrar que te he visto —dijo Colin Creevey con impaciencia, acercándose un poco más, como si no se atreviera—. Lo sé todo sobre ti. Todos me lo han contado: cómo sobreviviste cuando Quien-tú-sabes intentó matarte y cómo desapareció él, y toda esa historia, y que conservas en la frente la cicatriz en forma de rayo (con los ojos recorrió la línea del pelo de Harry). Y me ha dicho un compañero del dormitorio que si revelo el negativo en la poción adecuada, la foto saldrá con movimiento —Colin exhaló un soplido de emoción y continuó—: Esto es estupendo, ¿verdad? Yo no tenía ni idea de que las cosas raras que hacía eran magia, hasta que recibí la carta de Hogwarts. Mi padre es lechero y tampoco podía creérselo. Así que me dedico a tomar montones de fotos para enviárselas a casa. Y sería estupendo hacerte una —miró a Harry casi rogándole—. Tal vez tu amigo querría sacárnosla para que pudiera salir yo a tu lado. ¿Y me la podrías firmar luego?

Méreope se había enternecido tras ver al castaño siendo tan tierno, pero sus pensamientos fueron interrumpidos tras oír la voz de su querido primo.

—¿Firmar fotos? ¿Te dedicas a firmar fotos, Potter?

En todo el patio resonó la voz potente y cáustica de Draco Malfoy. Se había puesto detrás de Colin, flanqueado, como siempre en Hogwarts, por Crabbe y Goyle, sus amigotes.

—¡Todo el mundo a la cola! —gritó Malfoy a la multitud—. ¡Harry Potter firma fotos!

—No es verdad —dijo Harry de mal humor, apretando la mano de Méreope, tratando de recordar que era primo de su mejor amiga y que por ello no podía meterle un buen puñetazo—. ¡Cállate, Malfoy!  

—Lo que pasa es que le tienes envidia —dijo Colin, cuyo cuerpo entero no era más grueso que el cuello de Crabbe.

—¿Envidia? —dijo Malfoy, que ya no necesitaba seguir gritando, porque la mitad del patio lo escuchaba—. ¿De qué? ¿De tener una asquerosa cicatriz en la frente? No, gracias. ¿Desde cuándo uno es más importante por tener la cabeza rajada por una cicatriz?

Crabbe y Goyle se estaban riendo con una risita idiota.

—Draco... —llamó Méreope en tono de advertencia.

Draco miro a su prima y le sonrió, provocando que Harry apretara su puño con su mano libre, enterrándose las uñas en esta.

—Échate al retrete y tira de la cadena, Malfoy —dijo Ron con cara de malas pulgas, tampoco le agradaba que su enemigo tratara así a su amiga, aunque fuera su primo. Crabbe dejó de reír y empezó a restregarse de manera amenazadora los nudillos, que eran del tamaño de castañas.

—Weasley, ten cuidado —dijo Malfoy con un aire despectivo—. No te metas en problemas o vendrá tu mamá y te sacará del colegio —luego imitó un tono de voz chillón y amenazante—. «Si vuelves a hacer otra...»

Varios alumnos de quinto curso de la casa de Slytherin que había por allí cerca rieron la gracia a carcajadas.

Mientras que Theodore Nott siendo acompañado por Blaise Zabini se acercaba a grandes zancadas hacia su pelirroja amiga y compañeros de casa.

—A Weasley le gustaría que le firmaras una foto, Potter —sonrió Malfoy—. Pronto valdrá más que la casa entera de su familia.

—Malfoy —hablo Theo, una vez llegó frente a ellos—. Sería bueno que los comenzaras a dejar en paz, ¿no?

—No te metas en mis asuntos, Nott —farfulló Harry con su ceño fruncido, mientras que Ron sacaba su varita reparada con cinta muggle, pero Hermione cerró Viajes con los vampiros de un golpe y susurró:

—¡Cuidado!

—¿Qué pasa aquí? ¿Qué es lo que pasa aquí? —Gilderoy Lockhart caminaba hacia ellos a grandes zancadas, y la túnica color turquesa se le arremolinaba por detrás—.¿Quién firma fotos?

Harry quería hablar, pero Lockhart lo interrumpió pasándole un brazo por los hombros, logrando que se separara fuertemente de Méreope, haciendo que esta sobara su mano ya que le comenzaba a quemar.

—¡No sé por qué lo he preguntado! ¡Volvemos a las andadas, Harry!

Méreope sentía el ardor aumentar en la palma de su mano, lo atribuía al enojo que crecía en su interior.

Las emociones fuertes desatan mayor cantidad de poder, era peligroso si no se controlaba a tiempo.

—Vamos, señor Creevey —dijo Lockhart, sonriendo a Colin—. Una foto de los dos será mucho mejor. Y te la firmaremos los dos.

Colin buscó la cámara a tientas y sacó la foto al mismo tiempo que la campana señalaba el inicio de las clases de la tarde.

—¡Adentro todos, venga, por ahí! —gritó Lockhart a los alumnos, y se dirigió al castillo llevando de los hombros a Harry, que hubiera deseado disponer de un buen conjuro para desaparecer.

Hermione se acerco a la pelirroja, al ver que esta no dejaba de mirar hacia la palma de su mano.

—Mér, ¿estas bien? —cuestiono la castaña, mirando a su amiga con preocupación.

—Si... solo un ligero ardor, no es nada Herms —sonrió, intentando disimular como el ardor aumentaba—. Solo me pondre... toma esto —le entrego su mochila y comenzó a buscar entre los bolsillos de esta—. Aquí... por aquí debe de estar... ¡Aquí está!

De su mochila saco una pomada que su madre había conseguido, le ocurrió por primera vez dos semanas después de regresar de Hogwarts: sus manos comenzaron a arder en cuanto se enfadaba o una emoción realmente fuerte la abarcaba, segundos después no podía controlar las llamas que salían de sus manos, el ardor lograba que sus ojos lagrimearan ligeramente y el dolor no tardaba en fluir. Las llamas se apagaban en cuanto ella se tranquilizara por completo.

Tomo el embace entre sus manos y lo abrió, unto un poco en sus dedos y con estos ya embarrados comenzó a esparcirlo por sus manos. Sabía que aquello no ayudaba en nada, aquella pomada solo era para evitar que las llamas se extendieran en grandes cantidades.

Cuando logró tranquilizarse y se aseguró de que no iba a prender en llamas el sitio, los tres se encaminaron al salón donde Lockhart daría la clase de "Defensa Contra Las Artes Oscuras"

Al entrar al salón, Méreope iba a sentarse al lado de Hermione, mientras Hermione y Ron se sentaban a los lados de Harry, pero en cuanto paso por un costado de Harry, este instintivamente tomo el brazo de Méreope y la sentó a su lado.

Harry le sonrió, olvidando todo lo que Lockhart le había dicho momentos atrás—. Hola Issa.

—Hola Potter —este se puso serió, ya que no le gustaba cuando ella le decía Potter: sentía que estaba enfadada con él o algo por el estilo.

—No me digas Potter, Issa —ella sonrió hacia él, y comenzó poner su mochila aun lado de ella.

—Se podía freír un huevo en tu cara —dijo Ron.

—Más te vale que Creevey y Ginny no se conozcan, porque fundarían el club de fans de Harry Potter —siguió Méreope la broma, provocando un par de risas por parte de Ron y Hermione, quienes habían tenido que sentarse juntos para dejar que Harry se sentara junto a Méreope.

—Cállate —le interrumpió Harry, entrecerrando los ojos hacia la pelirroja quien aún aguantaba la risa.

—Bueno, si se hace yo quiero estar también —Méreope dejo su mano sobre el hombro de Harry, a lo cuál este tomó su mano y comenzó a jugar con sus dedos, como ya se le había hecho costumbre, hasta que se topó con la pomada esparcida por toda su mano.

—Issa, ¿Qué..? —entonces recordó lo ocurrido momentos atrás en el patio—. ¿Fue por que Lockhart me jaló? ¿Te lastimó?

La preocupación de Harry hizo que Hermione sonriera cómplice y se apoyara en la mesa, suspirando, mientras que Ron la miraba con rareza.

—No te preocupes Harry, no fue por Lockhart... o bueno no precisamente —Harry alzo una ceja, mirándola sin comprender—. Todo paso por Malfoy, mis emociones fuertes hacen que mi poder sea mayor, y como no me sé controlar...

No pudo terminar ya qué Lockhart se aclaró sonoramente la garganta y se hizo el silencio. Se acercó a Neville Longbottom, cogió el ejemplar de Recorridos con los trols y lo levantó para enseñar la portada, con su propia fotografía que guiñaba un ojo.

—Yo —dijo, señalando la foto y guiñando el ojo él también— soy Gilderoy Lockhart, Caballero de la Orden de Merlín, de tercera clase, Miembro Honorario de la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras, y ganador en cinco ocasiones del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista Corazón de bruja, pero no quiero hablar de eso. ¡No fue con mi sonrisa con lo que me libré de la banshee que presagiaba la muerte!

Esperó que se rieran todos, pero sólo hubo alguna sonrisa.

Méreope solamente atinó a rodar los ojos, sabiendo que tenía que comportarse para poder lograr pasar la materia.

—Veo que todos han comprado mis obras completas; bien hecho. He pensado que podíamos comenzar hoy con un pequeño cuestionario. No se preocupen, sólo es para comprobar si los han leído bien, cuánto han asimilado...  

Cuando terminó de repartir los folios con el cuestionario, volvió a la cabecera de la clase y dijo:

—Disponen de treinta minutos. Pueden comenzar... ¡ya!

Méreope miró el papel y leyó: 

1. ¿Cuál es el color favorito de Gilderoy Lockhart?

2. ¿Cuál es la ambición secreta de Gilderoy Lockhart?

3. ¿Cuál es, en tu opinión, el mayor logro hasta la fecha de Gilderoy Lockhart? 

Así seguía y seguía, a lo largo de tres páginas, hasta:

54. ¿Qué día es el cumpleaños de Gilderoy Lockhart, y cuál sería su regalo ideal?  

Al no saber absolutamente nada, Méreope atinó a comenzar a inventar idioteces que le llegaban sin más a la cabeza, alegando en sus adentros que resultaba divertido.

1. ¿Cuál es el color favorito de Gilderoy Lockhart?

El café caca.

2. ¿Cuál es la ambición secreta de Gilderoy Lockhart?

No lo sé, por algo es secreta, ¿no?

3. ¿Cuál es, en tu opinión, el mayor logro hasta la fecha de Gilderoy Lockhart?

Ninguno es interesante a mi parecer.

Así continuó anotando sobre aquel pergamino hasta que el reloj marco la medía hora acordada, por lo que entregaron sus pergaminos todos.

—Vaya, vaya. Muy pocos recuerdan que mi color favorito es el lila. Lo digo en Un año con el Yeti. Y algunos tienen que volver a leer con mayor detenimiento Paseos con los hombres lobo. En el capítulo doce afirmo con claridad que mi regalo de cumpleaños ideal sería la armonía entre las comunidades mágica y no mágica. ¡Aunque tampoco le haría asco a una botella mágnum de whisky envejecido de Ogden!

Méreope bufo.

Sería difícil hartarlo, pero lo lograría. Tarde o temprano.

Volvió a guiñarles un ojo pícaramente. Méreope miraba a Lockhart con una expresión de incredulidad en el rostro; Seamus Finnigan y Dean Thomas, que se sentaban delante, se convulsionaban en una risa silenciosa. Hermione, por el contrario, escuchaba a Lockhart con embelesada atención y dio un respingo cuando éste mencionó su nombre.

—... pero la señorita Hermione Granger sí conoce mi ambición secreta, que es librar al mundo del mal y comercializar mi propia gama de productos para el cuidado del cabello, ¡buena chica! De hecho —dio la vuelta al papel—, ¡está perfecto! ¿Dónde está la señorita Hermione Granger?

Hermione alzó una mano temblorosa.

—¡Excelente! —dijo Lockhart con una sonrisa—, ¡excelente! ¡Diez puntos para Gryffindor! Y en cuanto a...

De debajo de la mesa sacó una jaula grande, cubierta por una funda, y la puso encima de la mesa, para que todos la vieran.

—Ahora, ¡cuidado! Es mi misión dotaros de defensas contra las más horrendas criaturas del mundo mágico. Puede que en esta misma aula se tengan que encarar a las cosas que más le temen. Pero saben que no les ocurrirá nada malo mientras yo esté aquí. Todo lo que les pido es que conserven la calma. 

En contra de lo que se había propuesto, Méreope asomó la cabeza por detrás del montón de libros para ver mejor la jaula. Lockhart puso una mano sobre la funda. Seamus habían dejado de reír. Neville se encogía en su asiento de la primera fila.

—Tengo que pedirles que no griten —dijo Lockhart en voz baja—. Podrían enfurecerse.

Cuando toda la clase estaba con el corazón en un puño, Lockhart levantó la funda.

—Sí —dijo con entonación teatral—, duendecillos de Cornualles recién encontrados.

Seamus Finnigan no pudo controlarse y soltó una carcajada que ni siquiera Lockhart pudo interpretar como un grito de terror. 

—¿Sí? —Lockhart sonrió a Seamus.

—Bueno, es que no son... muy peligrosos, ¿verdad? —se explicó Seamus con dificultad.

—¡No estés tan seguro! —dijo Lockhart, apuntando a Seamus con un dedo acusador—. ¡Pueden ser unos seres endemoniadamente engañosos!

Los duendecillos eran de color azul eléctrico y medían unos veinte centímetros de altura, con rostros afilados y voces tan agudas y estridentes que era como oír a un montón de periquitos discutiendo. En el instante en que había levantado la funda, se habían puesto a parlotear y a moverse como locos, golpeando los barrotes para meter ruido y haciendo muecas a los que tenían más cerca.

Harry, por inercia, estiro su brazo hacia Méreope tratando de protegerla.

—Está bien —dijo Lockhart en voz alta—. ¡Veamos qué hacen con ellos! —Y abrió la jaula

Se armó un pandemónium. Los duendecillos salieron disparados como cohetes en todas direcciones. Dos cogieron a Neville por las orejas y lo alzaron en el aire. Algunos salieron volando y atravesaron las ventanas, llenando de cristales rotos a los de la fila de atrás. El resto se dedicó a destruir la clase más rápidamente que un rinoceronte en estampida. Cogían los tinteros y rociaban de tinta la clase, hacían trizas los libros y los folios, rasgaban los carteles de las paredes, le daban vuelta a la papelera y cogían bolsas y libros y los arrojaban por las ventanas rotas. Al cabo de unos minutos, la mitad de la clase se había refugiado debajo de los pupitres y Neville se balanceaba colgando de la lámpara del techo.

—Vamos ya, rodéenlos, rodéenlos, sólo son duendecillos... —gritaba Lockhart. Se remangó, blandió su varita mágica y gritó: 

¡Peskipiski Pestenomi!

No sirvió absolutamente de nada; uno de los duendecillos le arrebató la varita y la tiró por la ventana. Lockhart tragó saliva y se escondió debajo de su mesa, a tiempo de evitar ser aplastado por Neville, que cayó al suelo un segundo más tarde, al ceder la lámpara.

Sonó la campana y todos corrieron hacia la salida. En la calma relativa que siguió, Lockhart se irguió, vio a Harry, Ron, Méreope y a Hermione y les dijo:

—Bueno, ustedes cuatro meterán en la jaula los que quedan —salió y cerró la puerta.

—¿Han visto? —bramó Ron, cuando uno de los duendecillos que quedaban le mordió en la oreja haciéndole daño.

—Sólo quiere que adquiramos experiencia práctica —dijo Hermione, inmovilizando a dos duendecillos a la vez con un útil hechizo congelador y metiéndolos en la jaula.

—¿Experiencia práctica? —dijo Méreope, intentando atrapar a uno que bailaba fuera de su alcance sacando la lengua—. Hermione, él no tenía ni idea de lo que hacía.

—Mentira —dijo Hermione—. Ya has leído sus libros, fíjate en todas las cosas asombrosas que ha hecho...

—Que él dice que ha hecho —añadió Ron, siendo concordado por la pelirroja.

Ella no confiaba en Lockhart y sabía que Ron y Harry tampoco lo hacían, por lo que sería mas fácil deshacerse de él.








━━━AUTHOR'S NOTE. ¡chicuelas y chicuelos! holaaa ¿como están? espero que bien, el capítulo es algo largo ya que me inspire, aparte que quiero aprovechar a escribir antes de entrar a la escuela, otra vez.

:((

ya saben, y más por que pasaré a mi último curso de secundaria, por lo que será difícil. (ya voy a pasar a tercer semestre de prepa, no puede ser)

¿les a gustado el capítulo? amo como Harry trata a Méreope, es como un... ¿amor inocente pero no sabe lo que siente? si, algo así.

recuerden: voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💕.

eso es todo travesuritas, sooooo

-Travesura Realizada-



Majo P.

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