005. flourish and botts
↯ CAPÍTULO CINCO
▬ ❝ flourish y botts ❞ ▬
AL DOMINGO SIGUIENTE LA SEÑORA WEASLEY LOS DESPERTÓ A TODOS TEMPRANO. Después de tomarse rápidamente media docena de emparedados de beicon cada uno, se pusieron las chaquetas y la señora Weasley, cogiendo una maceta de la repisa de la chimenea de la cocina, echó un vistazo dentro.
—Ya casi no nos quedan, Arthur —dijo con un suspiro—. Tenemos que comprar un poco más... ¡bueno, los huéspedes primero!
—¡Primero Harry! —canturreo nerviosa Méreope, empujando a su amigo hacia el frente.
Harry miro mal a la pelirroja cuando se dio media vuelta, esta le dedico una inocente sonrisa mientras le señalaba la chimenea.
—¿Qué... qué tengo que hacer? —tartamudeo el azabache.
—Él nunca ha viajado con polvos flu —dijo Ron de pronto—. Lo siento, Harry, no me acordaba.
—¿Nunca? —le preguntó el señor Weasley—. Pero, ¿Cómo llegaste al callejón Diagon el año pasado para comprar las cosas que necesitabas?
—En metro...
—¿De verdad? —inquirió interesado el señor Weasley—. ¿Había escaleras mecánicas? ¿Cómo son exactamente...?
—Ahora no, Arthur —le interrumpió la señora Weasley—. Los polvos flu son mucho más rápidos, pero la verdad es que si no los has usado nunca...
—Lo hará bien, mamá —dijo Fred—. Harry, primero míranos a nosotros.
Produciendo un estruendo atronador, las llamas se volvieron de color verde esmeralda y se hicieron más altas que Fred. Éste se metió en la chimenea, gritando: «¡Al callejón Diagon!», y desapareció.
—Tienes que pronunciarlo claramente, cielo —dijo a Harry la señora Weasley, mientras George introducía la mano en la maceta—, y ten cuidado de salir por la chimenea correcta.
—¿Qué? —preguntó Harry nervioso, al tiempo que la hoguera volvía a tronar y se tragaba a George.
—Bueno, ya sabes, hay una cantidad tremenda de chimeneas de magos entre las que escoger, pero con tal de que pronuncies claro...
—Lo hará bien, Molly, no te apures —le dijo el señor Weasley, sirviéndose también polvos flu.
—Pero, querido, si Harry se perdiera, ¿Cómo se lo íbamos a explicar a sus tíos?
—A ellos les daría igual —la tranquilizó Harry—. Si yo me perdiera aspirado por una chimenea, a Dudley le parecería una broma estupenda, así que no se preocupe por eso.
—Bueno, está bien..., ve después de Arthur —dijo la señora Weasley—. Y cuando entres en el fuego, di adónde vas.
—Y mantén los codos pegados al cuerpo —le aconsejó Ron.
—Y los ojos cerrados —le dijo la señora Weasley—. El hollín...
—Y no te muevas —añadió Méreope, poniendo una mano en el hombro de su amigo—. O podrías salir en una chimenea equivocada...
—Pero no te asustes y vayas a salir demasiado pronto. Espera a ver a Fred y George —termino Molly.
Méreope tenia un mal presentimiento, pero antes de tan siquiera decir algo Harry exclamó:—. ¡Ca-ca-llejón Diagonal! —dijo tosiendo.
—¿Qué fue lo que dijo?—pregunto Molly, observando a Méreope, Ginny, Percy y a Ron.
—Callejon Diagonal —murmuraron todos al unisón.
—Vayamos yendo para así buscarlo —hablo preocupada Molly, tomando la mano de Ginny—. Ron, por si acaso, vayan Méreope y tú juntos: no quiero más accidentes.
Ambos pelirrojos se giraron a mirarse entre si, para después encogerse de hombros. Ron tomo un puño de polvos flu al mismo tiempo que tomaba la mano de Méreope entre una de las suyas—. ¡Callejon Diagon!
Méreope sintió como si succionaran completamente su cuerpo, con el paso de los segundos pudo estabilizarse como normalmente lo haría. Por segunda vez maldecía tomar ese medio de transporte, aparte del maldito carro de Gringotts.
No lo había extrañado, ninguna de las dos cosas.
—¿Estas bien, Meli? —pregunto Ron, observando lo pálida que se encontraba su amiga.
Ella asintió mientras le dedicaba una media sonrisa.
—¿Harry no esta aquí? —pregunto Molly, una vez había llegado con sus hijos, Méreope y esposo—. Tenemos que buscarlo.
Y así, todos comenzaron a buscar al azabache que estaba mucho mas cerca de lo que pensaban.
[...]
La pelirroja no sabia cuanto tiempo llevaban buscando a Harry, pero según sus cuentas ya habían pasado mas de cuarenta minutos. Estaba dispuesta a rendirse y ir en busca de un sitio en donde pudiese descansar, pero cuando estaba por tomar asiento en una silla cercana sintió un jalón en uno de sus brazos y sus piernas comenzar a correr hacia donde sea que Fred la llevaba.
—Harry —dijo el señor Weasley jadeando—. Esperábamos que sólo te hubieras pasado una chimenea —se frotó su calva brillante—. Molly está desesperada... ahora viene.
—¡Harry! —grito la pelirroja, zafándose del agarre de Fred y corriendo hacia el azabache, como si no hubiese estado a punto de sentarse y darlo por perdido—. Estaba muy preocupada, ¿Quién me compraría mi helado?
Harry rió, estrechándola en sus brazos cariñosamente formando un tierno abrazo—. Aun te lo debo, peli-peli.
Méreope sonrió ladinamente: Harry le sacaba apodos de todos lados, ninguno le disgustaba, pero le causaban cosas extrañas en su estomago.
Al separarse de aquel abrazo se encontraron con las miradas cómplices de los Weasley y la Granger las cuales pasaron desapercibidas por ambos chicos.
—¡Hermione! quítate Potter, ¡HERMIONE! —grito de nuevo la pelirroja, dejando de lado a Harry y corriendo hacia los brazos de su amiga, la cuál también corrió a su encuentro.
—¡No vuelvas a separarte de mi! —dijeron ambas chicas a la vez mientras se abrazaban con fuerza.
Pero su momento fue interrumpido por la llegada de la señora Weasley y Ginny, quien al ver que Hermione y Méreope estaban abrazadas fue al costado de la pelirroja y la jalo del brazo mientras le sonreía inocentemente—. ¡Volví!
Ginny sentía que le quitarían a su primer amiga, y aquel sentimiento no le agradaba ni un poco.
—Oh Ginny, ella es Hermione Granger —presento Méreope a ambas chicas. Hermione le sonrió a Ginny y esta trato de regresarle el gesto fingidamente—. Y Herms, ella es Ginny. La hermana pequeña de Ron.
—Es un placer —dijeron ambas a la vez, viéndose algo mal.
Hermione, quien solo tenía a Méreope como su casi-hermana, amiga, confidente y demás tampoco le agradaba bastante la idea de que Ginny estuviera ahí, con la pelirroja.
—¡Ay, Harry... Ay, cielo... Podías haber salido en cualquier parte!
La señora Weasley respiraba aun con dificultad, sacó del bolso un cepillo grande para la ropa y sepuso a quitarle a Harry el hollín con el que no había podido Hagrid. El señor Weasley le cogió las gafas, les dio un golpecito con la varita mágica y se las devolvió como nuevas.
—Bueno, tengo que irme —dijo Hagrid, a quien la señora Weasley estaba estrujando la mano en ese instante («¡El callejón Knockturn! ¡Menos mal que usted lo ha encontrado, Hagrid!», le decía)—. ¡Los veré en Hogwarts! —dijo, y se alejó a zancadas, con su cabeza y sus hombros sobresaliendo en la concurrida calle.
—¿A que no adivinan a quién he visto en Borgin y Burkes? —preguntó Harry a Méreope, Ron y Hermione mientras subían las escaleras de Gringotts—. A Malfoy y a su padre.
—¿Y compró algo Lucius Malfoy? —preguntó el señor Weasley, con acritud.
Méreope recordó su pequeña y para nada discreta presentación un año atrás con el hombre de cabellera larga. Ella lo reconocía como Rapunzel.
—No, quería vender.
—Así que está preocupado —comentó el señor Weasley con satisfacción, a pesar de todo—. ¡Cómo me gustaría golpear a Lucius Malfoy!
—Ten cuidado, Arthur —le dijo severamente la señora Weasley mientras entraban en el banco y un duende les hacía reverencias en la puerta—. Esa familia es peligrosa, no vayas a dar un paso en falso.
—¿Así que no crees que un servidor esté a la altura de Lucius Malfoy? —preguntó indignado el señor Weasley, pero en aquel momento se distrajo al ver a los padres de Hermione, que estaban ante el mostrador que se extendía a lo largo de todo el gran salón de mármol, esperando nerviosos a que su hija los presentara.
»¡Pero ustedes son muggles! —observó encantado el señor Weasley—. ¡Esto tenemos que celebrarlo con una copa! ¿Qué tienen ahí? ¡Ah, están cambiando dinero muggle! ¡Mira, Molly! —dijo, señalando emocionado el billete de diez libras esterlinas que el señor Granger tenía en la mano.
—Nos veremos aquí luego —dijo Méreope a Hermione después de que la castaña presentara a la pelirroja a sus padres con elogios como »Hermione no dejaba de hablar de ti» o »Hermione no mentía al decir que eras toda una dulzura».
Un duende de Gringotts se acercó a ellos, dispuesto a conducir a los Weasley, Harry y a Méreope a las cámaras acorazadas donde se guardaba el dinero.
Méreope no recordaba lo horrendo que era el viajar en aquellos pequeños carritos hasta que volvió a subirse y observar la enorme y ancha sonrisa del duende.
Aunque aquello no fue lo peor, lo peor vino cuando vieron la cámara acorazada de los Weasley. Dentro no había más que un montoncito de sickles de plata y un galeón de oro. La señora Weasley repasó los rincones de la cámara antes de echar todas las monedas en su bolso. Méreope aún se sintió peor cuando llegaron a la suya. Intentó impedir que vieran el contenido metiendo a toda prisa en una bolsa de cuero unos puñados de monedas.
Aunque ella tampoco sabía por que tenía una cámara llena, según ella su familia era bastante humilde ya que los Black no le heredaron nada a su madre tras esta ser considerada una traidora. Se planteó mentalmente preguntárselo a sus padres en algún futuro.
Cuando salieron a las escaleras de mármol, el grupo se separó. Percy musitó vagamente que necesitaba otra pluma. Fred y George habían visto a su amigo de Hogwarts, Lee Jordan. La señora Weasley y Ginny fueron a una tienda de túnicas de segunda mano. Y el señor Weasley insistía en invitar a los Granger a tomar algo en el Caldero Chorreante.
—Nos veremos dentro de una hora en Flourish y Blotts para compraros los libros de texto —dijo la señora Weasley, yéndose con Ginny, esta última agitando la mano hacia Méreope—. ¡Y no se acerquen al callejón Knockturn! —gritó a los gemelos, que ya se alejaban.
Méreope, Hermione, Ron y Harry pasearon por la tortuosa calle adoquinada. Las monedas de oro, plata y bronce que tintineaban alegremente en la bolsa dentro del bolsillo de Harry estaban pidiendo a gritos que se les diera uso, así que compró cuatro grandes helados de fresa, mantequilla de cacahuete y de galleta. Harry recordó la condición con la que la pelirroja lo había perdonado, y no dudó en entregarle el helado con una sonrisilla.
—Listo, ahora faltan... cinco años mas —una pequeña risa se escapó de los labios de Méreope, mientras Harry le pasaba su brazo por los hombros para comenzar a avanzar.
Ron se quedó mirando un conjunto completo de túnicas de los jugadores del Chudley Cannon en el escaparate de Artículos de calidad para el juego de quidditch, hasta que Hermione y Méreope se los llevaron a rastras a la puerta de al lado, donde debían comprar tinta y pergamino. En la tienda de artículos de broma Gambol y Japes encontraron a Fred, George y Lee Jordan, que se estaban abasteciendo de las «Fabulosas bengalas del doctor Filibuster, que no necesitan fuego porque se prenden con la humedad», y en una tienda muy pequeña de trastos usados, repleta de varitas rotas, balanzas de bronce torcidas y capas viejas llenas de manchas de pociones, encontraron a Percy, completamente absorto en la lectura de un libro aburridísimo que se titulaba Prefectos que conquistaron el poder.
—Sabía que Percy era aburrido... pero no creí que tanto. Lo siento —Méreope miró alarmada a los pelirrojos, se había olvidado de que los hermanos de la persona de la que hablaba estaban junto a ella.
—No te preocupes, hermana adoptiva.
—Vivimos con él.
—Así que tienes razón —completaron al final ambos gemelos, para después volverse a ir hacia la tienda de bromas acompañados por Lee Jordan.
Siguieron viendo la tienda en la que estaba Percy hasta que Ron hablo:—. «Estudio sobre los prefectos de Hogwarts y sus trayectorias profesionales» —leyó Ron en voz alta de la contracubierta—. Suena fascinante...
—Márchense —les dijo Percy de mal humor.
—Desde luego, Percy es muy ambicioso, lo tiene todo planeado; quiere llegar a ministro de Magia... —dijo Ron a Méreope, Harry y Hermione en voz baja, cuando salieron dejando allí a Percy.
Una hora después, se encaminaban a Flourish y Blotts. No eran, ni mucho menos, los únicos que iban a la librería. Al acercarse, vieron para su sorpresa a una multitud que se apretujaba en la puerta, tratando de entrar. El motivo de tal aglomeración lo proclamaba una gran pancarta colgada de las ventanas del primer piso:
GILDEROY LOCKHART
firmará hoy ejemplares de su autobiografía
EL ENCANTADOR de 12:30 a 16:30 horas.
—¡Podremos conocerle en persona! —chilló Hermione—. ¡Es el que ha escrito casi todos los libros de la lista!
—Ay no, carajo —maldijo Méreope por lo bajo, observando la pancarta frente a ella.
La multitud estaba formada principalmente por brujas de la edad de la señora Weasley. En la puerta había un mago con aspecto abrumado, que decía:
—Por favor, señoras, tengan calma..., no empujen..., cuidado con los libros...
Harry, Ron , Hermione y Méreope –obligada por Hermione– consiguieron al fin entrar. En el interior de la librería, una larga cola serpenteaba hasta el fondo, donde Gilderoy Lockhart estaba firmando libros. Cada uno cogió un ejemplar de Recreo con la «banshee» y se unieron con disimulo al grupo de los Weasley, que estaban en la cola junto con los padres de Hermione.
—¡Qué bien, ya están aquí! —dijo la señora Weasley. Parecía que le faltaba el aliento, y se retocaba el cabello con las manos—. Enseguida nos tocará.
Méreope bufo mientras miraba con horror a las personas frente y detrás de ellos "admirando" a Lockhart. Mientras que la cola avanzaba, podían ver mejor a Gilderoy Lockhart. Estaba sentado a una mesa, rodeado de grandes fotografías con su rostro, fotografías en las que guiñaba un ojo y exhibía su deslumbrante dentadura. El Lockhart de carne y hueso vestía una túnica de color añil, que combinaba perfectamente con sus ojos; llevaba su sombrero puntiagudo de mago desenfadadamente ladeado sobre el pelo ondulado.
Un hombre pequeño e irritable merodeaba por allí sacando fotos con una gran cámara negra que echaba humaredas de color púrpura a cada destello cegador del flash.
—Fuera de aquí —gruñó a Ron, retrocediendo para lograr una toma mejor—. Es para el diario El Profeta.
—¡Vaya cosa! —exclamó Ron, frotándose el pie en el sitio en que el fotógrafo lo había pisado, mientras la risa de Méreope se escuchaba de fondo, siendo callada por Harry quien puso su mano sobre la boca de la chica, tapando el sonido melodioso que producía.
Gilderoy Lockhart la oyó y levantó la vista. Vio a Ron y luego a Harry, y se fijó en él. Entonces se levantó de un salto y gritó con rotundidad:
—¿No será ése Harry Potter?
Méreope mordió la mano del azabache y lo lanzo hacia Lockhart, recibiendo una mirada bastante fea por parte de Harry, el cual murmuro entre dientes el nombre de la pelirroja con reproche.
Lockhart se dirigió hacia Harry y cogiéndolo del brazo lo llevó hacia delante. La multitud aplaudió.
—Y ahora sonríe, Harry —le pidió Lockhart con su sonrisa deslumbrante—. Tú y yo juntos nos merecemos la primera página.
La Gryffindor miraba con notoria diversión a su amigo en su semblante. Harry, al captar la mirada de su mejor amiga, le sonrió falsamente mientras entrecerraba los ojos en su dirección.
Cuando Gildory le soltó la mano, Harry quiso volver con los Weasley y Méreope, pero Lockhart le pasó el brazo por los hombros y lo retuvo a su lado.
—Señoras y caballeros —dijo en voz alta, pidiendo silencio con un gesto de la mano—. ¡Éste es un gran momento! ¡El momento ideal para que les anuncie algo que he mantenido hasta ahora en secreto! Cuando el joven Harry entró hoy en Flourish y Blotts, sólo pensaba comprar mi autobiografía, que estaré muy contento de regalarle —la multitud aplaudió de nuevo—. Él no sabía —continuó Lockhart, zarandeando a Harry de tal forma que las gafas le resbalaron hasta la punta de la nariz— que en breve iba a recibir de mí mucho más que mi libro El encantador. Harry y sus compañeros de colegio contarán con mi presencia. ¡Sí, señoras y caballeros, tengo el gran placer y el orgullo de anunciarles que este mes de septiembre seré el profesor de Defensa Contralas Artes Oscuras en el Colegio Hogwarts de Magia!
Y ahora si, la pequeña Tonks sintió como si la golpearan.
Gildory. Teñido. Lockhart. Iria. A. Hogwarts. Y. Sería. Su. Profesor.
Cuando por fin Lockhart soltó a Harry, este fue directo hacia los Weasley y sus dos amigas.
—Tenlos tú —farfulló Harry a Ginny, metiendo los libros en el caldero—. Yo compraré los míos...
—¿A que te gusta, eh Potter? —dijo una voz que Méreope no tuvo ninguna dificultad en reconocer—. ¡Méreope! ¿Qué haces con... ellos? Pudiste haber venido conmigo y mi familia.
Méreope sonrió falsamente en su dirección—. No me llego invitación de tu parte, Draco.
—Tu no necesitas invitación, Méri —hablo el rubio, dándole una sonrisa a la pelirroja.
Harry no sabía por qué, pero rápidamente se coloco entre Méreope y Draco, manteniendo detrás suyo a la pelirroja y tomando una de sus manos para entrelazarla con una de las suyas—. Déjala, Malfoy.
Draco rió—. Pero estoy hablando con mi primita solamente, Potter —remarco el "mi" y siguió hablando—. El famoso Harry Potter. Ni siquiera en una librería puedes dejar de ser el protagonista.
—¡Déjalo en paz, él no lo ha buscado! —replicó Ginny Era la primera vez que hablaba sin tartamudear delante de Harry. Estaba fulminando a Malfoy con la mirada.
—¡Vaya, Potter! Eres muy tonto, más de lo que creí ¿cambiaste a Méreope por ella? Tienes pésimos gustos —dijo Malfoy arrastrando las palabras. Ginny se puso roja mientras Ron y Hermione se acercaban, con montones de los libros de Lockhart en sus brazos.
Harry reforzó el agarre de su mano unida con la de Méreope, mientras fulminaba a Malfoy con la mirada.
Méreope, por otro lado, se había puesto completamente roja. Ni siquiera sabia en donde meter la cabeza de la vergüenza que sentía, por suerte, seguía detrás de Harry: por lo que su sonrojo no se notaba.
—¡Ah, eres tú! —dijo Ron, mirando a Malfoy como se mirara un chicle que se le ha pegado a uno en la suela del zapato—. ¿A que te sorprende ver aquí a Harry, eh?
—No me sorprende tanto como verte a ti en una tienda, Weasley —replicó Malfoy—. Supongo que tus padres pasarán hambre durante un mes para pagarte esos libros.
Ron se puso tan rojo como Ginny. Dejó los libros en el caldero y se fue hacia Malfoy, pero Harry y Méreope lo agarraron de la chaqueta.
—¡Ron! —dijo el señor Weasley, abriéndose camino a duras penas con Fred y George—. ¿Qué haces? Vamos afuera, que aquí no se puede estar.
—Vaya, vaya..., ¡si es el mismísimo Arthur Weasley!
—Ay no...—murmuro Méreope, separando su mano de la de Harry mientras se encargaba de mirar mal a la persona frente a ellos.
Lucius Malfoy.
—Lucius —dijo el señor Weasley, saludándolo fríamente.
—Mucho trabajo en el Ministerio, me han dicho —comentó el señor Malfoy—. Todas esas redadas... Supongo que al menos te pagarán las horas extras, ¿no? —se acercó al caldero de Ginny y sacó de entre los libros nuevos de Lockhart un ejemplar muy viejo y estropeado de la Guía de transformación para principiantes—. Es evidente que no —rectificó—. Querido amigo, ¿de qué sirve deshonrar el nombre de mago si ni siquiera te pagan bien por ello?
El señor Weasley se puso aún más rojo que Ron, Méreope y Ginny.
—Tenemos una idea diferente de qué es lo que deshonra el nombre de mago, Malfoy —contestó.
—Es evidente —dijo Malfoy, mirando de reojo a los padres de Hermione, que lo miraban con aprensión—, por las compañías que frecuentas, Weasley... Creía que ya no podías caer más bajo.
Entonces el caldero de Ginny saltó por los aires con un estruendo metálico; el señor Weasley se había lanzado sobre el señor Malfoy, y éste fue a dar de espaldas contra un estante. Docenas de pesados libros de conjuros les cayeron sobre la cabeza. Fred y George gritaban: «¡Dale, papá!», y la señora Weasley exclamaba: «¡No, Arthur, no!» La multitud retrocedió en desbandada, derribando a su vez otros estantes. Mientras que Méreope reía junto a los gemelos.
—¡Caballeros, por favor, por favor! —gritó un empleado.
Y luego, más alto que las otras voces, se oyó:
—¡Basta ya, caballeros, basta ya!
Hagrid vadeaba el río de libros para acercarse a ellos. En un instante, separó a Weasley y Malfoy. El primero tenía un labio partido, y al segundo, una Enciclopedia de setas no comestibles le había dado en un ojo. Malfoy todavía sujetaba en la mano el viejo libro sobre transformación. Se lo entregó a Ginny, con la maldad brillándole en los ojos.
—Toma, niña, ten tu libro, que tu padre no tiene nada mejor que darte.
Librándose de Hagrid, que lo agarraba del brazo, hizo una seña a Draco y salieron de la librería.
—No debería hacerle caso, Arthur —dijo Hagrid, ayudándolo a levantarse del suelo y a ponerse bien la túnica—. En esa familia están podridos hasta las entrañas, lo sabe todo el mundo. Son una mala raza. Vamos, salgamos de aquí.
Dio la impresión de que el empleado quería impedirles la salida, pero a Hagrid apenas le llegaba a la cintura, y se lo pensó mejor. Se apresuraron a salir a la calle. Los padres de Hermione todavía temblaban del susto y la señora Weasley, que iba a su lado, estaba furiosa.
—¡Qué buen ejemplo para tus hijos... peleando en público! ¿Qué habrá pensado Gilderoy Lockhart?
—Estaba encantado —repuso Fred—. ¿No lo oíste cuando salíamos de la librería? Le preguntaba al hombre ese de El Profeta si podría incluir la pelea en el reportaje. Decía que todo era publicidad.
Los ánimos ya se habían calmado cuando el grupo llegó a la chimenea del Caldero Chorreante, donde Méreope, los Weasley y Harry volvieron a La Madriguera utilizando los polvos flu. Antes se despidieron de los Granger, que abandonaron el bar por la otra puerta, hacia la calle muggle que había al otro lado. El señor Weasley iba a preguntarles cómo funcionaban las paradas de autobús, pero se detuvo en cuanto vio la cara que ponía su mujer.
Méreope recordó como el Señor Weasley había arreglado los anteojos de Harry, entonces antes de que ingresaran de nuevo a la chimenea le quito sus lentes y los puso en su bolsillo—. Te los daré en la Madriguera, no quiero que dejes de ver.
Y así ingreso hacía su transporte directo a la Madriguera a esperar el día de ir a Hogwarts.
━━━AUTHOR'S NOTE. ¡chicuelas y chicuelos! omaiga se va a caer el cielo, ¡actualice dos veces en la semana! Eso sí que es un milagro.
¡quiero que alguien me cele como Ginny y Hermione celan a Méreope por ser su mejor amiga!
y bueno, también que alguien me ponga detrás de él como Harry a nuestra pelirroja :(.
recuerden, voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💕.
eso es todo travesuritas, soooooo
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
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