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031. the dementor's kiss

CAPÍTULO TREINTA Y UNO
▬ ❝ el beso del dementor ❞ ▬









































MÉREOPE NO HABIA FORMADO NUNCA PARTE DE UN GRUPO TAN EXRAÑO. Crookshanks bajaba las escaleras en cabeza de la comitiva, siguiendo animadamente a Thackery quien llevaba una rata en la boca. Lupin, Pettigrew, Hermione y Ron lo seguían, como si participaran en una carrera. Detrás iba el profesor Snape, flotando de manera fantasmal, tocando cada peldaño con los dedos de los pies y sostenido en el aire por su propia varita, con la que Sirius le apuntaba. Méreope y Harry cerraban la marcha.

Fue difícil volver a entrar en el túnel. Lupin, Pettigrew, Hermione y Ron tuvieron que ladearse para conseguirlo.

Lupin seguía apuntando a Pettigrew con su varita. Méreope los veía avanzar de lado, poco a poco, en hilera. Thackery seguía en cabeza junto a Crookshanks. Méreope y Harry iban inmediatamente detrás de Sirius, que continuaba dirigiendo a Snape con la varita. Éste, de vez en cuando, se golpeaba la cabeza en el techo, y Méreope tuvo la impresión de que Sirius no hacía nada por evitarlo. 

Méreope solo bajo la cabeza, sabía bien que sus problemas no se resolverían ahí tras la aparición de Sirius. Eso no cambiaría el pasado y mucho menos le devolverían a su madre por ello.

Hablar poco a poco con Andrómeda mediante cartas, al igual que con Ted y su hermana le había ablandado el corazón. Seguía siendo una Tonks a fin de cuentas, una Lupin de nacimiento con carácter de un Black.

Saber la verdad la aliviaba, tener al culpable de todo el sufrimiento en su año escolar también lo hacia, pero aun había algo que tenía que hacer de todos modos.

Tomar una decisión que solo ella podría descifrar.

—Eres idéntica a ella, Mér —la pelirroja giro su cabeza hacia Sirius, quien llevaba una sonrisa en su demacrado rostro—. A mi melliza, a Calissa.

—Eres el primero en decirlo —sonrió de costado, sorprendiendo a Black—. Y lo apreció Sirius, gracias.

—No puedo mentir —se encogió de hombros—. Debo decirte todo lo que viví con ella, nuestras aventuras juntos...

—Espera —lo detuvo con rapidez—. Primero entreguemos a la rata y luego podrás contarme todo lo que quieras, ¿bien?

No volvieron a hablar hasta que llegaron al final del túnel. Ambos gatos salieron primero, disparados. Evidentemente habían apretado con la zarpa el nudo del tronco, porque Lupin, Pettigrew, Hermione y Ron salieron sin que se produjera ningún rumor de ramas enfurecidas. 

Sirius hizo salir a Snape por el agujero y luego se detuvo para ceder el paso a Harry y a Méreope. No quedó nadie dentro. Los terrenos estaban muy oscuros. La única luz venía de las ventanas distantes del castillo. Sin decir una palabra, emprendieron el camino. Pettigrew seguía jadeando y gimiendo de vez en cuando.

La cabeza de Méreope zumbaba de vez en cuando, mientras que una disputa de hablar con Remus se abría paso en su mente. Ahora tenía claro todo, sus motivos, las razones... todo estaba muy claro ahora.

—Un paso en falso, Peter; y... —dijo Remus delante de ellos, amenazador; apuntando con la varita al pecho de Pettigrew.

Atravesaron los terrenos del colegio en silencio, con pesadez. Las luces del castillo se dilataban poco a poco. Snape seguía inconsciente, fantasmalmente transportado por Sirius, la barbilla rebotándole en el pecho. Y entonces...

Una nube se desplazó. De repente, aparecieron en el suelo unas sombras oscuras. La luz de la luna caía sobre el grupo.

Snape tropezó con Lupin, Pettigrew, Hermione y Ron, que se habían detenido de repente. Sirius se quedó inmóvil. Con un brazo indicó a Harry y a Méreope que no avanzaran, mientras Harry entrelazaba su mano con la de la pelirroja, colocándola detrás de el por instinto.

Méreope vio la silueta de Lupin. Se puso rígido y empezó a temblar

—¡Por Merlín! —dijo Hermione con voz entrecortada—. ¡No se ha tomado la poción esta noche! ¡Es peligroso!

—Corran—gritó Sirius—. ¡Corran! ¡Ya!

Pero Méreope no podía correr. Ron y Hermione estaban encadenados a Pettigrew y a Lupin. Saltaron hacia delante, pero Sirius agarró por el pecho a Ron y del hombro a Hermione y los echó hacia atrás.

—Déjenmelo a mí. ¡CORRAN!

Oyeron un terrible gruñido. La cabeza de Lupin se alargaba, igual que su cuerpo. Los hombros le sobresalían. El pelo le brotaba en el rostro y las manos, que se retorcían hasta convertirse en garras.

Mientras el licántropo retrocedía, abriendo y cerrando las fauces, Sirius desapareció del lado de su sobrina y ahijado. Se había transformado. El perro grande como un oso saltó hacia delante. Cuando el licántropo se liberó de las esposas que lo sujetaban, el perro lo atrapó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, alejándolo de Ron, Hermione y de Pettigrew. Estaban enzarzados, mandíbula con mandíbula, rasgándose el uno al otro con las zarpas.

—¡Remus! —grito Méreope casi echándose a correr hacia ambos adultos convertidos pero Harry no se lo permitió, la sostuvo firmemente por su cintura, mientras sus manos quedaban en el dorso de la chica, pegándola a su pecho y no dejando que se fuera de su lado—. ¡Harry Potter, suéltame!

—¡No! —grito de vuelta el chico, peleando contra la fuerza de Méreope, quien luchaba para liberarse—. ¡No dejare que te arriesgues y perderte, así que quédate quieta!

Estaban demasiado centrados en esa discusión acerca de soltarse o no para darse cuenta de nada más. Fue el grito de Hermione lo que los alertó.

Pettigrew había saltado para tomar la varita caída de Lupin. Ron, inestable a causa de la pierna vendada, se desplomó en el suelo. Se oyó un estallido, se vio un relámpago y Ron quedó inmóvil en tierra, siendo rápidamente atendido con lo poco que Hermione podía ayudarle. Otro estallido: Thackery saltó por el aire y volvió a caer al suelo, siendo seguido por Crookshanks quien lo dejo caer en su pelaje.

—¡Expelliarmus! —exclamó Harry, apuntando a Pettigrew con su varita. La varita de Lupin salió volando y se perdió de vista.

—¡Quédate donde estás! —gritó Méreope mientras corría con su varita en mano y sus ojos teñidos de un color naranja oscuros.

Demasiado tarde. Pettigrew también se había transformado. Méreope vio su cola pelona azotar el antebrazo de Ron a través de las esposas, y lo oyó huir a toda prisa por la hierba. Oyeron un aullido y un gruñido sordo. Al volverse, Méreope vio al hombre lobo adentrándose en el bosque a la carrera. 

Iba a seguirlo, tenía que seguirlo, pero los brazos de Harry volviéndola a sujetar y alzándola un poco del suelo se lo impidieron, evitando ir tras aquella rata.

—Sirius, ha escapado. ¡Pettigrew se ha transformado! —gritó Méreope luchando contra Harry para que la bajara—. ¡Bájame Potter! ¡Bájame!

Harry bufo y volvió a dejarla en el suelo mientras acomodaba sus algo estrellados anteojos y trataba de que un sonrojo no se hiciera presente en esos momentos tan inoportunos.

Sirius sangraba. Tenía heridas en el hocico y en la espalda, pero al oír las palabras de su sobrina volvió a salir velozmente y al cabo de un instante el rumor de sus patas se perdió. 

Harry y Méreope se acercaron aprisa a Ron y a Hermione.

—¿Qué le ha hecho? —preguntó Hermione.

Ron tenía los ojos entornados, la boca abierta. Estaba vivo. Oían su respiración. Pero no parecía reconocerlos.

—No sé.

Méreope miró desesperado a su alrededor. Sirius y Remus habían desaparecido... No había nadie cerca salvo Snape, que seguía flotando en el aire, inconsciente. 

—Será mejor que los llevemos al castillo y se lo digamos a alguien —dijo Harry, apartándose el pelo de los ojos y tratando de pensar—. Vamos...

Oyeron un aullido que venía de la oscuridad: un perro dolorido.

—Sirius —murmuró Méreope, mirando hacia la negrura.  

Tuvo un momento de indecisión, pero no podían hacer nada por Ron en aquel momento, y a juzgar por sus gemidos, Black se hallaba en apuros.

Harry echó a correr; seguido por Méreope quien le grito a Hermione que se quedara con Ron por precaución. El aullido parecía proceder de los alrededores del lago. Corrieron en aquella dirección y Méreope notó un frío intenso por lo que sin pensarlo mucho formo una oleada de llamas en una de sus manos, tratando de brindarse calor a ella misma y a su mejor amigo.

El aullido se detuvo. Al llegar al lago vieron por qué: Sirius había vuelto a transformarse en hombre. Estaba en cuclillas, con las manos en la cabeza.

—¡Noooo! —gemía—. ¡Noooooo, por favor!

Y entonces los vio Méreope. Eran los dementores. Al menos cien, y se acercaban a ellos como una masa negra. Se dieron la vuelta. Aquel frío ya conocido penetró en su interior y la niebla empezó a oscurecerle la visión. Por cada lado surgían de la oscuridad más y más dementores. Los estaban rodeando...

—¡Issa, piensa en algo alegre! —gritó Harry levantando la varita y parpadeando con rapidez para aclararse la visión, sacudiendo la cabeza para alejar el débil grito que había empezado a oír por dentro.

—¡No se si no lo recuerdas James, pero este año no a sido el mejor y estoy lejos de tener un buen recuerdo en mente! —grito Méreope con sarcasmo.

—Trata de hacerlo, ¡hazlo por él! —grito Harry.

Méreope no tuvo opción, apago las llamas de su mano y empuño con fuerza su varita, pensando en buenos recuerdos.

«Mi madre, los Tonks, conozco la verdad de Remus...»

—¡Expecto patronum! ¡Expecto patronum!

Black se estremeció. Rodó por el suelo y se quedó inmóvil, pálido como la muerte.

«Todo saldrá bien. Hablare con Remus y podremos ser felices con el recuerdo de mamá presente.» 

—¡Expecto patronum! ¡Ayúdame, Issa, porfavor! ¡Expecto patronum!

—¡Expecto...! —susurró Méreope—. ¡Expecto... expecto! ¡Expecto patronum!

Pero no era capaz. Los dementores se aproximaban y ya estaban a tres metros escasos de ellos. Formaban una sólida barrera en torno a Harry y Méreope, y seguían acercándose...

—¡EXPECTO PATRONUM! —gritó Harry, intentando rechazar los gritos de sus oídos—. ¡EXPECTO PATRONUM!

—¡EXPECTO PATRONUM! —grito Méreope, notando como un pequeño hilo de plata salió de su varita y bailoteó delante de ella, como si fuera niebla.

A Harry no tardo en salirle lo mismo, más no era suficiente.

No para esa cantidad de dementores a su alrededor.

—¡Expecto...! ¡Expecto patronum!

Méreope sintió que sus rodillas golpeaban la hierba fría. La niebla le nublaba los ojos. Haciendo un enorme esfuerzo, intentó recordar. Sirius era inocente, inocente... «Todo saldrá bien. Voy a hablar con Remus y Sirius sobre mamá, como él quería hacerlo.» 

—¡Expecto patronum! —dijo entrecortadamente Harry, notando como su mejor amiga temblaba levemente y como su varita se deslizaba de sus dedos como si fuera agua.

A la débil luz de su informe patronus, vio detenerse un dementor muy cerca de él. No podía atravesar la niebla plateada que Harry y Méreope habían hecho aparecer, pero sacaba por debajo de la capa una mano viscosa y pútrida. Hizo un ademán como para apartar al patronus.  

Harry cayó en la misma posición que la pelirroja, buscando desesperadamente la mano de esta y al encontrarla vio como esta estaba fría, muy helada.

—¡No... no! —exclamó Harry entrecortadamente—. Es inocente. ¡Expecto patronum!

Méreope sentía sus miradas y oía su ruidosa respiración como un viento demoníaco. El dementor más cercano parecía haberse fijado en ella. Levantó sus dos manos putrefactas y se bajó la capucha.

En el lugar de los ojos había una membrana escamosa y gris que se extendía por las cuencas. Pero tenía boca: un agujero informe que aspiraba el aire con un estertor de muerte.

Méreope se aferro a la mano de Harry quien al sentir el apretón, vio la misma imagen que ella, paso sus brazos alrededor de los hombros de la chica y la atrajo a él a pesar de lo débil que ambos se encontraban, se hacían bien entre si.

Un terror de muerte se apoderó de Méreope, impidiéndole moverse y hablar. Sus patronus temblaron y desaparecieron. La niebla blanca los cegaba. Tenían que luchar... Expecto patronum... No podían ver..., a lo lejos oyeron un grito conocido..., expecto patronum...

Pero, de repente, un par de manos fuertes y frías rodearon el cuello de Méreope, siendo abruptamente separada por Harry a quien tomaron de igual forma que a ella. La obligaron a levantar el rostro. Sintió su aliento..., iban a eliminarlos primero a ellos... Sintió su aliento corrupto..., los gritos de Calissa y la risa psicópata de Bellatrix..., sería lo último que oyera en la vida. 

Y entonces, a través de la niebla que la ahogaba, le pareció ver una luz plateada que adquiría brillo. Se sintió caer de bruces en la hierba.

Terminando esta vez, desmayada y con un miedo terrible de saber que quizás moriría por completo, como según ella debió hacerlo en vez de Calissa.









Maratón 3/4

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