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029. moony, wormtail, canis, padfoot and antlers

CAPÍTULO VEINTINUEVE
▬  ❝ lunático, colagusano, canis, canuto y cornamenta ❞  ▬


































ERA TAN ABSURDO QUE LES COSTO UN RATO COMPRENDER LO QUE HABÍA DICHO. Luego, Ron dijo lo mismo que sus amigos pensaban:

—Están ustedes locos.

—¡Absurdo! —dijo Hermione con voz débil.

—¡Eso es completamente idiota! —exclamó con notorio enojo Méreope, quien se cruzaba de brazos.

—¡Peter Pettigrew está muerto! ¡Lo mató hace doce años! —señalo Harry a Black, cuya cara sufría en ese momento un movimiento espasmódico.

—Tal fue mi intención —explicó, enseñando los dientes amarillos—, pero el pequeño Peter me venció. ¡Pero esta vez me vengaré!

Y dejó en el suelo a Crookshanks antes de abalanzarse sobre Scabbers; Ron gritó de dolor cuando Black cayó sobre su pierna rota.

—¡Sirius, NO! —gritó Binx, corriendo hacia ellos, mientras alzaba su pata hacia el hombre, mientras Remus separaba a Black de Ron.

—¡ESPERA! ¡No puedes hacerlo así! ¡Tienen que comprender! ¡Tenemos que explicárselos!

—Podemos explicárselos después —gruñó Black, intentando desprenderse de Lupin y dando un zarpazo al aire para atrapar a Scabbers, que gritaba como un cochinillo y arañaba a Ron en la cara y en el cuello, tratando de escapar.

—¡Tienen derecho... a saberlo... todo! —jadeó Lupin sujetando a Black—. ¡Es la mascota de Ron! ¡Hay cosas que ni siquiera yo comprendo! ¡Y Harry...! ¡Tienes que explicarle la verdad a Harry! ¡Piensa en Méreope, Sirius! ¿Quieres que crea que mataste a tu hermana? ¿Qu crea que quieres hacerle daño a lo último que nos queda de ella?

Black dejó de forcejear; aunque mantuvo los hundidos ojos fijos en Scabbers, a la que Ron protegía con sus manos arañadas, mordidas y manchadas de sangre.

—De acuerdo, pues —dijo Black, sin apartar la mirada de la rata—. Explícales lo que quieras, pero date prisa, Remus. Quiero cometer el asesinato por el que fui encarcelado...

—Están locos los dos —dijo Ron con voz trémula, mirando a Harry, a Méreope y a Hermione en busca de apoyo—. Ya he tenido bastante. Me marcho.

Intentó incorporarse sobre su pierna sana, pero Lupin volvió a levantar la varita apuntando a Scabbers.

—Me vas a escuchar hasta el final, Ron —dijo en voz baja—. Pero sujeta bien a Peter mientras escuchas.

—¡NO ES PETER, ES SCABBERS! —gritó Ron, obligando a la rata a meterse en su bolsillo delantero, aunque se resistía demasiado. Ron perdió el equilibrio.

Harry logró atraparlo, mientras que con ayuda de Méreope lo equilibraron. La pelirroja se volvió hasta dar con los ojos de su padre y tío.

—Hablen de una vez antes de que les provoque una quemadura —mascullo Méreope, formando una esfera de fuego en su mano derecha—. Hubo testigos que vieron morir a Pettigrew —dijo—. Toda una calle llena de testigos.

—¡No vieron, creyeron ver! —respondió Black con furia, vigilando a Scabbers, que se debatía en las manos de Ron.

—Todo el mundo creyó que Sirius mató a Peter —confirmó Lupin—. Yo mismo lo creía hasta que he visto el mapa esta noche. Porque el mapa del merodeador nunca miente... Peter está vivo. Ron lo tiene entre las manos.

Méreope deshizo la bola de fuego y compartió una mirada con Harry, y al encontrarse sus ojos, se entendieron sin palabras: indudablemente, Black y Lupin estaban locos. Nada de lo que decían tenía sentido. ¿Cómo iba Scabbers a ser Peter Pettigrew? Azkaban debía de haber trastornado a Black, después de todo. Pero ¿por qué Lupin le seguía la corriente? mato a su esposa y hizo que dejara a su hija con los Tonks.

Entonces habló Hermione, con una voz temblorosa que pretendía parecer calmada, como si quisiera que Remus Lupin recobrara la sensatez.

—Pero profesor Lupin: Scabbers no puede ser Pettigrew... Sencillamente es imposible, usted lo sabe.

—¿Por qué no puede serlo? —preguntó Lupin tranquilamente, como si estuvieran en clase y Hermione se limitara a plantear un problema en un experimento con grindylows.

—Porque si Peter Pettigrew hubiera sido un animago, la gente lo habría sabido. Estudiamos a los animagos con la profesora McGonagall. Y yo los estudié en la enciclopedia cuando preparaba el trabajo. El Ministerio vigila a los magos que pueden convertirse en animales. Hay un registro que indica en qué animal se convierten y las señales que tienen. Yo busqué «Profesora McGonagall» en el registro, y vi que en este siglo sólo ha habido siete animagos. El nombre de Peter Pettigrew no figuraba en la lista.

Iba a asombrarse Méreope de la escrupulosidad con que Hermione hacía los deberes cuando Lupin se echó a reír.

—¡Bien otra vez, Hermione! —dijo—. Pero el Ministerio ignora la existencia de otros cuatro animagos en Hogwarts.

—Si se lo vas a contar; date prisa, Remus —gruñó Black, que seguía vigilando cada uno de los frenéticos movimientos de Scabbers—. He esperado doce años. No voy a esperar más.

—De acuerdo, pero tendrás que ayudarme, Sirius —dijo Lupin—. Yo sólo sé cómo comenzó...

Remus se detuvo en seco. Había oído un crujido tras él. La puerta de la habitación acababa de abrirse. Los seis se volvieron hacia ella. Remus se acercó y observó el rellano.

—No hay nadie.

—¡Este lugar está encantado! —dijo Ron.

—No lo está —dijo Lupin, que seguía mirando a la puerta, intrigado—. La Casa de los Gritos nunca ha estado embrujada. Los gritos y aullidos que oían los del pueblo los producía yo —se apartó el ceniciento pelo de los ojos. Meditó un instante y añadió—: Con eso empezó todo... cuando me convertí en hombre lobo. Nada de esto habría sucedido si no me hubieran mordido... y sino hubiera sido yo tan temerario.

Estaba tranquilo pero fatigado. Iba Ron a interrumpirle cuando Méreope, que observaba a Remus muy atentamente, se llevó el dedo a la boca.

—¡Cállate Weasley!

—Era muy pequeño cuando me mordieron —prosiguió Lupin, fijando su mirada solamente en su hija, quería que ella comprendiera que todo lo que diría era para ella directamente—. Mis padres lo intentaron todo, pero en aquellos días no había cura. La poción que me ha estado dando el profesor Snape es un descubrimiento muy reciente. Me vuelve inofensivo, ¿se dan cuenta? Si la tomo la semana anterior a la luna llena, conservo mi personalidad al transformarme... Me encojo en mi despacho, convertido en un lobo inofensivo, y aguardo a que la luna vuelva a menguar. Sin embargo, antes de que se descubriera la poción de matalobos, me convertía una vez al mes en un peligroso lobo adulto. Parecía imposible que pudiera venir a Hogwarts. No era probable que los padres quisieran que sus hijos estuvieran a mi merced. Pero entonces Dumbledore llegó a director y se hizo cargo de mi problema. Dijo que mientras tomáramos ciertas precauciones, no había motivo para que yo no acudiera a clase —Lupin suspiró y miro de reojo a Harry—. Te dije hace meses que el sauce boxeador lo plantaron el año que llegué a Hogwarts. La verdad es que lo plantaron porque vine a Hogwarts. Esta casa —Lupin miró a su alrededor melancólicamente—, el túnel que conduce a ella... se construyeron para que los usara yo. Una vez al mes me sacaban del castillo furtivamente y me traían a este lugar para que me transformara. El árbol se puso en la boca del túnel para que nadie se encontrara conmigo mientras yo fuera peligroso.

Méreope no sabía en qué pararía la historia, pero aun así escuchaba con gran interés. Lo único que se oía, aparte de la voz de Lupin, eran los chillidos asustados de Scabbers.

—En aquella época mis transformaciones eran... eran terribles. Es muy doloroso convertirse en licántropo. Se me aislaba de los humanos para que no los mordiera, de forma que me arañaba y mordía a mí mismo. En el pueblo oían los ruidos y los gritos, y creían que se trataba de espíritus especialmente violentos. Dumbledore alentó los rumores... Ni siquiera ahora que la casa lleva años en silencio se atreven los del pueblo a acercarse. Pero aparte de eso, yo era más feliz que nunca. Por primera vez tenía amigos, tres estupendos amigos y alguien a quien amaba: Sirius Black, Peter Pettigrew, James Potter y tu madre Méreope, Calissa Black. Mis tres amigos y mi luna no podían dejar de darse cuenta de mis desapariciones mensuales. Yo inventaba historias de todo tipo. Les dije que mi madre estaba enferma y que tenía que ir a casa a verla... Me aterrorizaba que pudieran abandonarme cuando descubrieran lo que yo era. Pero al igual que tú, Hermione, averiguaron la verdad. Y no me abandonaron. Por el contrario, convirtieron mis metamorfosis no sólo en soportables, sino en los mejores momentos de mi vida. Se hicieron animagos.

—¿Mi padre también? —preguntó Harry atónito.

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Méreope, podía imaginarse a Calissa como animaga y eso lograba que una felicidad enorme la abrazara.

—Sí, claro —respondió Lupin—. Les costó tres años averiguar cómo hacerlo. Tu padre, Calissa y Sirius eran los alumnos más inteligentes del colegio y tuvieron suerte porque la transformación en animago puede salir fatal. Es la razón por la que el Ministerio vigila estrechamente a los que lo intentan. Peter necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener de James, Calissa y Sirius. Finalmente, en quinto, lo lograron. Cada cual tuvo la posibilidad de convertirse a voluntad en un animal diferente.

—Pero ¿en qué le benefició a usted eso? —preguntó Hermione con perplejidad.

—No podían hacerme compañía como seres humanos, así que me la hacían como animales —explicó Lupin—. Un licántropo sólo es peligroso para las personas. Cada mes abandonaban a hurtadillas el castillo, bajo la capa invisible de James. Peter, como era el más pequeño, podía deslizarse bajo las ramas del sauce y tocar el nudo que las deja inmóviles. Entonces pasaban por el túnel y se reunían conmigo. Bajo su influencia –y más en la de Calissa– yo me volvía menos peligroso. Mi cuerpo seguía siendo de lobo, pero mi mente parecía más humana mientras estaba con ellos.

—Date prisa, Remus —gritó Black, que seguía mirando a Scabbers con una horrible expresión de avidez.

—Ya casi, Sirius, ya casi termino. Al transformarnos se nos abrían posibilidades emocionantes. Abandonábamos la Casa de los Gritos y vagábamos de noche por los terrenos del colegio y por el pueblo. Sirius, Calissa y James se transformaban en animales tan grandes que eran capaces de tener a raya a un licántropo. Dudo que ningún alumno de Hogwarts haya descubierto nunca tantas cosas sobre el colegio como nosotros. Y de esa manera llegamos a trazar el mapa del merodeador y lo firmamos con nuestros apodos: Sirius era Canuto, Peter Colagusano, James Cornamenta y Calissa Canis.

—¿Qué animal...? —comenzaron Harry y Méreope a la vez, pero Hermione los interrumpió:

—¡Aun así, era peligroso! ¡Andar por ahí, en la oscuridad, con un licántropo! ¿Qué habría ocurrido si les hubiera dado esquinazo a los otros y mordido a alguien?

—Ése es un pensamiento que aún me carcome —respondió Lupin en tono de lamentación—. Estuve a punto de hacerlo muchas veces. Luego nos reíamos. Éramos jóvenes e irreflexivos. Nos dejábamos llevar por nuestras ocurrencias. A menudo me sentía culpable por haber traicionado la confianza de Dumbledore. Me había admitido en Hogwarts cuando ningún otro director lo habría hecho, y no se imaginaba que yo estuviera rompiendo las normas que había establecido para mi propia seguridad y la de otros. Nunca supo que por mi culpa tres de mis compañeros y mi pareja se convirtieron ilegalmente en animagos. Pero olvidaba mis remordimientos cada vez que nos sentábamos a planear la aventura del mes siguiente. Y no he cambiado... —las facciones de Lupin se habían tensado y se le notaba en la voz que estaba disgustado consigo mismo—. Todo este curso he estado pensando si debería decirle a Dumbledore que Sirius es un animago. Pero no lo he hecho. ¿Por qué? Porque soy demasiado cobarde. Decírselo habría supuesto confesar que yo traicionaba su confianza mientras estaba en el colegio, habría supuesto admitir que arrastraba a otros conmigo... y la confianza de Dumbledore ha sido muy importante para mí. Me dejó entrar en Hogwarts de niño y me ha dado un trabajo cuando durante toda mi vida adulta me han rehuido y he sido incapaz de encontrar un empleo remunerado debido a mi condición, de ahí la razón por la que te deje con la familia en la que Calissa confiaba más —menciono, mirando con lastima a Méreope—. Y por eso supe que Sirius entraba en el colegio utilizando artes oscuras aprendidas de Voldemort y de que su condición de animago no tenía nada que ver... Así que, de alguna manera, Snape tenía razón en lo que decía de mí.

—¿Snape? —dijo Black bruscamente, apartando los ojos de Scabbers por primera vez desde hacía varios minutos, y mirando a Lupin—. ¿Qué tiene que ver Snape?

—Está aquí, Sirius —dijo Lupin con disgusto—. También da clases en Hogwarts —miró a Harry, a Ron, a Méreope y a Hermione—. El profesor Snape era compañero nuestro —se volvió otra vez hacia Black—: Ha intentado por todos los medios impedir que me dieran el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Le ha estado diciendo a Dumbledore durante todo el curso que no soy de fiar. Tiene motivos... Sirius le gastó una broma que casi lo mató, una broma en la que me vi envuelto.

—Le estuvo bien empleado —Black se rió con una mueca—. Siempre husmeando, siempre queriendo saber lo que tramábamos... para ver si nos expulsaban. ¡Nunca se separaba de Calissa! No puedes culparnos por querer protegerla de él.

—Severus estaba muy interesado por averiguar adónde iba yo cada mes. Y bueno, saber a donde iba su "mejor amiga" cada luna llena —explicó Lupin a los cuatro jóvenes, evitando rodar los ojos—. Estábamos en el mismo curso, ¿saben? Y no nos caíamos bien. En especial, le tenía inquina a James, y bueno, yo tampoco era de su agrado. Creo que era envidia por lo bien que se le daba el quidditch... De todas formas, Snape me había visto atravesar los terrenos del colegio con la señora Pomfrey cierta tarde que me llevaba hacia el sauce boxeador para mi transformación. Sirius pensó que sería divertido contarle a Snape que para entrar detrás de mí bastaba con apretar el nudo del árbol con un palo largo. Bueno, Snape, como es lógico, lo hizo. Si hubiera llegado hasta aquí, se habría encontrado con un licántropo completamente transformado. Pero tu padre —miro a su hija—, y tu madre que habían oído a Sirius, fueron tras Snape y lo obligaron a volver, arriesgando sus propias vidas, aunque Snape me entrevió al final del túnel. Dumbledore le prohibió contárselo a nadie, pero desde aquel momento supo lo que yo era...

—Entonces, por eso lo odia Snape —dijo Harry—. ¿Pensó que estaba usted metido en la broma?

—Exactamente —admitió una voz fría y burlona que provenía de la pared, a espaldas de Lupin.

—Ay no —murmuro Méreope, golpeando su frente con su mano libre.

Severus Snape se desprendió de la capa invisible y apuntó a Lupin con la varita.
















Maratón 1/¿?

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