022. i need you
↯ CAPÍTULO VEINTIDÓS
▬ ❝ te necesito ❞ ▬
EL CORAZÓN DE MÉREOPE COMENZABA A PEDIRLE A GRITOS RECONCILIACIÓN CON SUS AMIGOS PERO ella aún no se sentía lista o segura para hacerlo en realidad. ¿Cómo puedes volver a tener una amistad con alguien que rompió tu confianza?
Llego a sentirse mal por lo que le dijo a Harry la noche de navidad pero aquel sentir se fue tras verlo hablar en el pasillo con Lupin días después. Cada vez que lograban verse cara a cara, ambos abrían y cerraban la boca a mitad del pasillo sin saber que decirse, al final la pelirroja simplemente le daba una última mirada y le pasaba por un lado sin detenerse a mirar hacia atrás.
El sentir de Harry era diferente. La extrañaba, mucho, sus celos –si, ahora sabía que eran celos en realidad– crecían cada vez más al verla hablar con Theodore muy de cerca, o cada vez que Cedric se sentaba junto a ella frente al lago negro para charlar pues aquello ellos solían hacerlo. Ese era su sitio especial.
Trataba de hablarle, decirle lo arrepentido que estaba por haberle mentido, pero no recibía ni una pequeña mirada de su parte.
Eso era lo que más le dolía.
El corazón del azabache se estrujaba al verla pasar a su lado y no tener las agallas suficientes de tomar su brazo al pasar por un lado y abrazarla para lograr tranquilizarse con el espectacular olor de su perfume. Pero todo parecía imposible, o al menos para él.
¿Cómo podía ser tan cobarde con apenas trece años? Era lo que se decía a sí mismo con frustración.
Hermione era un caso muy distinto, pues ya había logrado que Méreope le hablase de nuevo y de mucho mejor forma que a los otros dos. Ron y Harry lo miraban como una señal para que ella les hablara pronto.
Theodore, Blaise y Daphne se habían presentado con Hermione, la rubia estuvo feliz de tener una nueva amiga y Blaise... bueno, disfrutaba coquetearle haciendo que la de cabellos castaños se pusiera nerviosa y terminase tartamudeando.
Hermione se había preocupado tras enterarse sobre la existencia de aquel collar, quizá tenían aún la misma confianza que antes, pero seguían siendo mejores amigas después de todo.
Méreope estaba mas que feliz con la noticia de que –quizás– Crookshanks se había terminado por comer a Scabbers, y sin duda esperaba que Binx le hubiese ayudado con mucho gusto: comentario que provoco que Hermione le golpeara el brazo con su libro mientras ocultaba los indicios de una pequeña sonrisa.
Los apuntes sobre Defensa Contra Artes Oscuras cada vez eran mas difíciles y mas aun si evitaba las clases de Lupin además de evitarlo a él cada vez que lo veía. Procuraba controlar sus emociones y evitar llorar, pero simplemente no podía hacerlo pues todo se había complicado después de la inesperada visita realizada por Sirius Black tanto a ella como a Harry.
En la torre de Gryffindor nadie pudo dormir aquella noche. Sabían que el castillo estaba volviendo a ser rastreado y por ende todos permanecieron despiertos en sus respectivas Salas Comunes esperando saber si habían atrapado a Black o no. La profesora McGonagall volvió al amanecer para decir que se había vuelto a escapar.
Por cualquier sitio por el que pasaran al día siguiente encontraban medidas de seguridad más rigurosas. El profesor Flitwick instruía a las puertas principales para que reconocieran una foto de Sirius Black. Filch iba por los pasillos, tapándolo todo con tablas, desde las pequeñas grietas de las paredes hasta las ratoneras. Sir Cadogan fue despedido. Lo devolvieron al solitario descansillo del piso séptimo y lo reemplazó la señora gorda. Había sido restaurada magistralmente, pero continuaba muy nerviosa, y accedió a regresar a su trabajo sólo si contaba con protección. Contrataron a un grupo de hoscos troles de seguridad para protegerla. Recorrían el pasillo formando un grupo amenazador; hablando entre gruñidos y comparando el tamaño de sus porras.
Un sin fin de preguntas pasaron por su cabeza, ¿por que solo la miro mas no la ataco? ¿remordimiento? No lo sabía en realidad.
[...]
Las ganas de ir a Hogsmeade eran nulas, por lo que pasaría su Sábado en el castillo, como las últimas dos veces en las que se le permitió visitar el pueblo.
Cho la había invitado a pasar el día con ella y su amiga Marietta, pero de forma gentil se había negado alegando que no tenia muchas ganas de salir de Hogwarts aquel día y que probablemente la próxima iría con ellas.
Lastimosamente decidió caminar por las afueras del castillo encontrándose con Snape a medio camino el cual le pidió que le acompañase en busca de Potter a petición de Dumbledore.
Grande Snape, grande.
Méreope bufo, pero de igual manera lo siguió, pues lo último que quería era comenzar una disputa que nunca podría ganar con aquel profesor como contrincante.
Cuando lo encontraron, Harry miro nervioso a la pelirroja y no podían culparlo en realidad: la pelirroja había aprendido a sacar provecho a su cambio de look.
—Deje de ver a la señorita Black y venga conmigo, Potter —dijo Snape, haciendo sonreír a Méreope, ella ya se podría ir—. Y usted no sonría Black, ira con nosotros.
Méreope los siguió escaleras abajo. Bajaron hasta las mazmorras y entraron en el despacho de Snape. Méreope sólo había entrado en aquel lugar un par de veces gracias a sus faltas en DCAO.
—Siéntense —dijo Snape.
Méreope se sentó con cuidado, comenzando a jugar con el único collar que llevaba puesto. Hace días aún usaba la manzana que Malfoy le había obsequiado durante su primer año en Hogwarts en su cumpleaños, pero tras haber peleado con él de igual forma hace unos días por lo ocurrido con Buckbeak se había decidido a decirle que no era justo lo que hacía y por ende, había tomado la decisión de alejarse de él.
—El señor Malfoy acaba de contarme algo muy extraño, Potter —dijo Snape—. Me ha contado que se encontró con Weasley junto a la Casa de los Gritos. Al parecer; Weasley estaba solo.
Méreope se asombro de que el idiota a su lado no dijera nada, por lo que sabía que él tenia algo que ver con escuchar gritar a Malfoy sobre una cabeza flotante de Harry.
—El señor Malfoy asegura que estaba hablando con Weasley cuando una gran cantidad de barro le golpeó en la parte posterior de la cabeza. ¿Cómo crees que pudo ocurrir?
—No lo sé, profesor.
La pelirroja lo miro alzando una de sus cejas, haciendo que el le sonriera con nerviosismo.
—Entonces, el señor Malfoy presenció una extraordinaria aparición. ¿Se te ocurre qué pudo ser; Potter?
—No —contestó Harry, intentando aparentar una curiosidad inocente, algo que no lograba por completo ante la atenta mirada de Méreope en su nuca.
—Tu cabeza, Potter. Flotando en el aire.
Hubo un silencio prolongado.
—Tal vez debería acudir a la señora Pomfrey. Si ve cosas como... —Méreope fue interrumpida por Snape.
La pelirroja intentó ignorar la sonrisa boba que comenzaba a asomarse por los labios de Harry tras el vano intento de ayudarlo.
—¿Qué estaría haciendo tu cabeza en Hogsmeade, Potter? —dijo Snape con voz suave—. Tu cabeza no tiene permiso para ir a Hogsmeade. Ninguna parte de tu cuerpo, en realidad.
—Lo sé —dijo Harry, haciendo un esfuerzo para que la sonrisa no se le reflejara en su rostro—. Parece que Malfoy tiene alucina...
—Malfoy no tiene alucinaciones —gruñó Snape, y se inclinó hacia delante, apoyando las manos en los brazos del asiento de Harry, para que sus caras quedasen a un palmo de distancia, haciendo creer a la pelirroja que Snape era alguien de closet posiblemente—. Si tu cabeza estaba en Hogsmeade, también estaba el resto.
—He estado arriba, en la torre de Gryffindor —dijo Harry—. Como usted me mandó.
—¿Hay alguien que pueda testificarlo?
Harry no dijo nada. Los finos labios de Snape se torcieron en una horrible sonrisa.
—Bien —dijo, incorporándose—. Todo el mundo, desde el ministro de Magia para abajo, trata de proteger de Sirius Black al famoso Harry Potter –y a Méreope Black–. Pero el famoso Harry Potter hace lo que le da la gana. ¡Que la gente vulgar se preocupe de su seguridad! El famoso Harry Potter va donde le apetece sin pensar en las consecuencias. Aprenda de Black, Potter, ella se queda aquí a pesar de todo.
Méreope guardó silencio.
—¡Cómo te pareces a tu padre! —dijo de repente Snape, con los ojos relampagueantes—. También él era muy arrogante. No era malo jugando al quidditch y eso le hacía creerse superior a los demás. Se pavoneaba por todas partes con sus amigos y admiradores. El parecido es asombroso.
A la pelirroja le pareció ver que Snape vacilaba con mencionar o comparar a su difunta madre con el padre de Harry.
—Mi padre no se pavoneaba —dijo Harry, sin poderse contener—. Y yo tampoco.
—Tu padre tampoco respetaba mucho las normas —prosiguió Snape, con el delgado rostro lleno de malicia—. Las normas eran para la gente que estaba por debajo, no para los ganadores de la copa de quidditch. Era tan engreído...
—¡CÁLLESE!
—¿Qué has dicho, Potter?
Méreope quería irse de ahí, era incomodo ver como Snape hablaba de el padre de su mejor amigo... digo, de Harry, como cualquier cosa que allá sido una desgracia.
—¡Le he dicho que deje de hablar de mi padre! Conozco la verdad. Él le salvó a usted la vida. ¡Dumbledore me lo contó! ¡Si no hubiera sido por mi padre y la madre de Méreope, usted ni siquiera estaría aquí!
La piel cetrina de Snape se puso del color de la leche agria.
—¿Y el director te contó las circunstancias en que tu padre me salvó la vida? —susurró, sin tocar el tema de Calissa—. ¿O consideró que esos detalles eran demasiado desagradables para los delicados oídos de su estimadísimo Potter? A la señorita Black le encantaría saber las razones, me alegro que no tenga esos malditos genes.
La cabeza de Méreope iba a explotar, no entendía nada, solo escuchaba blablablá.
—Lamentaría que salieras de aquí con una falsa idea de tu padre —añadió con una horrible mueca—. ¿Imaginabas algún acto glorioso de heroísmo? Pues permíteme que te desengañe. Tu santo padre y sus amigos me gastaron una broma muy divertida, que habría acabado con mi vida si tu padre no hubiera tenido miedo en el último momento y no se hubiera echado atrás. No hubo nada heroico en lo que hizo. Estaba salvando su propia piel tanto como la mía. Si su broma hubiera tenido éxito, lo habrían echado de Hogwarts.
Snape enseñó los dientes, irregulares y amarillos.
—¡Da la vuelta a tus bolsillos, Potter! —le ordenó de repente.
Harry no se movió. Méreope sabía –o al menos podía asumirlo– que llevaba el mapa del merodeador que le había enseñado antes de discutir, así que solo bajo la cabeza.
—¡Da la vuelta a tus bolsillos o vamos directamente al director! ¡Dales la vuelta, Potter!
Temblando de miedo, Harry sacó muy lentamente la bolsa de artículos de broma de Zonko y el mapa del merodeador.
—Idiota —murmuro Méreope.
Aquel mapa le había ayudado a ir por comida a las cocinas de Hogwarts durante las noches que pasaba sola, claro, cuando se lo robaba de su cuarto.
Snape cogió la bolsa de Zonko.
—Todo me lo ha dado Ron —dijo Harry, esperando tener la posibilidad de poner a Ron al corriente antes de que Snape lo viera—. Me lo trajo de Hogsmeade la última vez...
—¿De verdad? ¿Y lo llevas encima desde entonces? ¡Qué enternecedor...! ¿Y esto qué es?
Snape acababa de coger el mapa. Méreope hizo un enorme esfuerzo por mantenerse impasible.
—Un trozo de pergamino que me sobró —dijo encogiéndose de hombros.
Snape le dio la vuelta, con los ojos puestos en Harry y Méreope al notar como esta lo acribillaba con la mirada.
—Supongo que no necesitarán un trozo de pergamino tan viejo —dijo—. ¿Puedo tirarlo?
Acercó la mano al fuego.
—¡No! —exclamó Méreope rápidamente.
—¿Cómo? Me sorprende esto, señorita Black —dijo Snape. Las aletas de la nariz le vibraban—. ¿Es otro precioso regalo del señor Weasley antes de que discutieran? ¿O es... otra cosa? ¿Quizá una carta escrita con tinta invisible? ¿O tal vez instrucciones para llegar a Hogsmeade evitando a los dementores?
Harry y Méreope parpadearon. Los ojos de Snape brillaban.
—Veamos, veamos... —susurró, sacando la varita y desplegando el mapa sobre la mesa—. ¡Revela tu secreto! —dijo, tocando el pergamino con la punta de la varita.
No ocurrió nada. Harry enlazó su mano involuntariamente con la de Méreope para evitar que temblaran, la pelirroja estaba igual de nerviosa que él como para manotearlo y decirle que no la tocara de nuevo.
—¡Muéstrate! —dijo Snape, golpeando el mapa con energía.
Siguió en blanco. Ambos adolescentes respiraron con alivio.
—¡Severus Snape, profesor de este colegio, te ordena enseñar la información que ocultas! —dijo Snape, volviendo a golpear el mapa con la varita.
Como si una mano invisible escribiera sobre él, en la lisa superficie del mapa fueron apareciendo algunas palabras: «El señor Lunático presenta sus respetos al profesor Snape y le ruega que aparte la narizota de los asuntos que no le atañen.»
Snape se quedó helado. Méreope contempló el mensaje estupefacta. Pero el mapa no se detuvo allí. Aparecieron más cosas escritas debajo de las primeras líneas: «La señorita Canis está de acuerdo con su señor Lunático y sólo quisiera añadir que el profesor Snape es agradable a su vista, pero a la de sus amigos no, de parte de ellos, aléjese de ella.»
«El señor Cornamenta está de acuerdo con el mensaje anterior y sólo quisiera añadir que el profesor Snape es feo e imbécil.»
Habría resultado muy gracioso en otra situación menos grave. Y había más: «El señor Canuto quisiera hacer constar su estupefacción ante el hecho de que un idiota semejante haya llegado a profesor.»
Méreope cerró los ojos horrorizada. Al abrirlos, el mapa había añadido las últimas palabras: «El señor Colagusano saluda al profesor Snape y le aconseja que se lave el pelo, el muy puerco.»
—Bueno... —dijo Snape con voz suave—. Ya veremos.
Se dirigió al fuego con paso decidido, cogió de un tarro un puñado de polvo brillante y lo arrojó a las llamas.
—¡Lupin! —gritó Snape dirigiéndose al fuego—. ¡Quiero hablar contigo!
El rostro de la pelirroja palideció, no puede hacerle eso, ella había sido muy bondadosa al no reírse con lo que venía escrito en el mapa como para que ahora quiera llamar a su supuesto padre.
Unos segundos más tarde, el profesor Lupin salía de la chimenea sacudiéndose las cenizas de la toga raída.
—¿Llamabas, Severus? —preguntó Lupin, amablemente y con una pequeña sonrisa al darse cuenta de la presencia de su hija.
—Sí —respondió Snape, con el rostro crispado por la furia y regresando a su mesa con amplias zancadas—. Le he dicho a Potter que vaciara los bolsillos y llevaba esto encima. Y para casualidad de todo, Black sonó preocupada a que lo quemara.
Snape señaló el pergamino en el que todavía brillaban las palabras de los señores Lunático, Colagusano, Canis, Canuto y Cornamenta. En el rostro de Lupin apareció una expresión extraña y hermética.
—¿Qué te parece? —dijo Snape. Lupin siguió mirando el mapa. Méreope tenía la impresión de que Lupin estaba muy concentrado—. ¿Qué te parece? —repitió Snape—. Este pergamino está claramente encantado con Artes Oscuras. Entra dentro de tu especialidad, Lupin. ¿Dónde crees que lo pudo conseguir Potter?
Lupin levantó la vista y con una mirada de soslayo a Méreope y a Harry, les advirtió que no lo interrumpieran, aunque sabía claramente que su hija no le hablaría, aun albergaba las esperanzas.
—¿Con Artes Oscuras? —repitió con voz amable—. ¿De verdad lo crees, Severus? A mí me parece simplemente un pergamino que ofende al que intenta leerlo. Infantil, pero seguramente no peligroso. Supongo que Harry lo ha comprado en una tienda de artículos de broma, y lo compartió con mi... con Méreope.
El corazón de la pelirroja dio un vuelco al intuir el apodo con el que se iba a referir a ella Remus, más no lo demostró o eso pensó ya que su mano, la que seguía unida a la de Harry, se apretó un poquito.
—¿De verdad? —preguntó Snape. Tenía la quijada rígida a causa del enfado—. ¿Crees que una tienda de artículos de broma le vendería algo como esto? ¿No crees que es más probable que lo consiguiera directamente de los fabricantes?
Méreope no entendía qué quería decir Snape. Y daba la impresión de que Lupin tampoco.
—¿Quieres decir del señor Colagusano o cualquiera de esas personas?—preguntó—. Harry, Méreope ¿conocen a alguno de estos señores y señorita?
—No —respondió rápidamente Harry por él y por su pelirroja amiga.
—¿Lo ves, Severus? —dijo Lupin, volviéndose hacia Snape—. Creo que es de Zonko.
En ese momento entró Ron en el despacho. Llegaba sin aliento. Se paró de pronto delante de la mesa de Snape, con una mano en el pecho e intentando hablar.
Fue cuando Méreope se percató de su mano unida con la de su ex-amigo, por lo que de un manotazo hizo que este soltara su mano, provocando que una expresión triste naciera en el rostro de Harry.
—Yo... le di... a Harry... ese objeto —dijo con la voz ahogada—. Lo compré en Zonko hace mucho tiempo... Méreope lo... lo conocía de antes de pelearnos.
—Bien —dijo Lupin, dando una palmada y mirando contento a su alrededor—. ¡Parece que eso lo aclara todo! Me lo llevo, Severus, si no te importa —plegó el mapa y se lo metió en la toga—. Harry, Ron, Méreope, vengan conmigo. Tengo que decirles algo relacionado con el trabajo sobre los vampiros. Discúlpanos, Severus —al ver que su hija no decía ni se movía, volvió a hablar—. Sera solo un momento, Méreope, después podrás ignorarme como hasta ahora.
Los ojos de la chica se empañaron, sin decir ni una palabra más se levanto de su asiento y comenzó a caminar por detrás de los tres hombres.
Harry, Ron, Méreope y Lupin hicieron todo el camino hasta el vestíbulo sin hablar. Luego Harry se volvió a Lupin.
—Señor profesor; yo...
—No quiero disculpas —dijo Lupin. Echó una mirada al vestíbulo vacío y bajó la voz—. Da la casualidad de que sé que este mapa fue confiscado por el señor Filch hace muchos años. Sí, sé que es un mapa —dijo ante los asombrados Harry y Ron, y lo poco que demostraba Méreope—. No quiero saber cómo ha caído en sus manos. Me asombra, sin embargo, que no lo entregaran, especialmente después de lo sucedido en la última ocasión en que un alumno dejó por ahí información relativa al castillo. No te lo puedo devolver; Harry.
—¿Por qué pensó Snape que nos lo habían dado los fabricantes?
—Porque... porque los fabricantes de estos mapas habrían querido sacarte del colegio. A ambos. Habrían pensado que era muy divertido.
—¿Los conoce? —dijo Harry impresionado.
—Nos hemos visto —dijo Lupin lacónicamente. Miraba a Méreope más serio que nunca, al igual que a Harry—. No esperes que te vuelva a encubrir; Harry. No puedo conseguir que se tomen en serio a Sirius Black, pero creía que los gritos que oyes cuando se te aproximan los dementores te habían hecho algún efecto. Tus padres dieron su vida para que tú siguieras vivo, Harry, y tú les correspondes muy mal... cambiando su sacrificio por una bolsa de artículos de broma.
Méreope no entendía el por qué ella debía de estar ahí si estaba siendo completamente ignorada por el adulto, por lo que se planteó darse la vuelta e irse.
Después de darse media vuelta para irse, la voz de Lupin la detuvo—. Méreope, ven conmigo.
—No tengo nada de que hablar con usted —mascullo con enfado la pelirroja—. Usted dijo que no tendría que hablarle, y eso es lo que quiero hacer por si no se ha dado cuenta.
—No te lo estoy pidiendo como un profesor —interrumpió, esta vez mucho más serió y visiblemente enfadado—. Te lo estoy ordenando como tu padre y ahora tu vendrás conmigo.
Sin darle muchas opciones se acercó a ella, la tomo de su brazo y la llevo a su despacho –siendo seguidos por Harry y Ron, quienes se quedaron detrás de la puerta–.
Cuando este soltó su brazo, solamente se dedico a mirarla.
—¿Puedes decirme de una vez que es lo que quieres? No es agradable estar contigo, en ningún sentido posible.
Remus solo suspiro—. Bien. Me resistí a regañarte frente a ellos, y ahora no hay nadie, puedo hacerlo con mucho gusto.
Méreope rió sin ganas—. ¡Claro! ¿Quieres regañarme después de catorce años? Genial.
—No. Ya no eres una niña Méreope —mascullo Remus—. Sabes muy bien lo que Sirius Black le hizo a tu madre, a su propia hermana, ¿crees que se detendría por su sobrina? ¡Claro que no! Hice mal en dejarte, te explique todo en la carta que te di el día de tu cumpleaños. ¡Pero no puedes dejar que tu madre haya muerto en vano! ¡Perdí al amor de mi vida! Y tu no estas poniendo nada de tu parte para que ese sacrificio perdure, te arriesgas siempre, no eres cuidadosa, vas a donde te da tu gana y no puedes hacerlo. Agradezco tanto que Andrómeda y Edward te hayan criado como una hija, algo que yo no pude hacer, pero ya basta. No eres mas una niña. ¡Tienes 14 años por amor a Merlín! ¡Basta de comportarte como una niña inmadura! Fue difícil dejarte ahí, en la puerta de su casa, quise regresar pero ya era muy tarde. Me arrepiento de lo que hice y lo único que he querido estos meses es que hables conmigo, que lo arreglemos. ¡Pero no puedo hacer nada si me ignoras en cada momento!
—¡CLARO QUE PUEDO! —grito Méreope, viendo con lagrimas en los ojos a su padre genuino—. ¡TENGO EL DERECHO DE IGNORARTE SI YO ASÍ LO QUIERO! ¡No puedes irte y volver creyendo que todo estaría bien y que te recibiría con un abrazo y un beso! ¿Lo creías? ¡Pues no!
—Hija... —murmuro arrepentido Remus tras captar todo lo que le había gritado a la adolescente, pero fue interrumpido por esta misma.
—¡NO TIENES NINGÚN DERECHO A LLAMARME HIJA! —para estos momentos, ya lloraba—. ¡TU NO SOLO PERDISTE AL AMOR DE TU VIDA ESA NOCHE, YO PERDÍ A MI MADRE!
—Méreope, mi amor...
—¡YA BASTA REMUS, TU NO ERES MI PADRE! —grito, mientras un sollozo abandonaba su garganta—. ¡SOLO ME ABANDONASTE SIN NINGÚN MOTIVO O EXPLICACIÓN!
—¡Yo tuve mis motivos para hacerlo!
La pelirroja sorbió su nariz y se cruzo de brazos, dejando caer sus lágrimas—. Entonces dímelas.
—¿Q-qué..?
—¡DIME TUS RAZONES Y ASÍ PODRE CREER QUE EN VEDAD ME AMASTE CUANDO LO HACÍAS!
Remus quedo mudo, no podía decirle sus razones claramente, corría el riesgo de que lo odiara más que antes y que le diera miedo estar cerca suyo como todos los que conocen el secreto. Ya vivía con el sufrimiento de que su hija lo odiaba, no podría con el sentimiento de miedo por él en ella.
—Y-yo... —se calló—. No puedo.
—Ya lo suponía —la chica quitó sus lagrimas—. Calissa fue una gran mujer, eso no lo dudo ni un poco, su cariño por mi hizo que diera su propia vida para salvarme. Mientras que tu... tu solamente me abandonaste ese mismo día. Te perdiste la oportunidad de que te llamara papá a ti primero, te perdiste mis primeros pasos de igual forma —sonrió, con nuevas lagrimas bajando por sus mejillas—. Lo único que he querido estos últimos meses es tu amor, que te acercaras sin importarte un desplante de mi parte, pero no.
—Méreope...
—Y ya lo entendí —susurro—. Quizás yo fui el problemas. Todo en mi era... raro, mis poderes, yo. Todo en mi lo era y... lo es. Sera mejor que me vaya, no tengo nada más que hacer aquí —sonrió de costado—. Que tenga lindo día, profesor Lupin.
Sin dejarle decir ni una palabra más, comenzó a caminar con grandes zancadas hacia la salida –con la esperanza de que la detuviera– pero al no ser así, con sus manos temblorosas tomo la chapa de la puerta, le dio la vuelta y salió, topándose con Ron y Harry mirándola con lo que más odiaba: lastima.
Como si o fuera suficiente la miraban con lastima. Ella odiaba que le tuvieran lastima y ellos ya lo sabían, pero no se les ocurría otra forma en la cual mirarla.
—Issa...
—Mentirosos y ahora chismosos —sonrió con falsedad, retirando las lagrimas de sus mejillas—. ¿Qué esperan? Vayan a comunicárselo a todo Hogwarts. O mejor, vayan y hagan que yo grite que mi padre no se hizo cargo de mi y que huyo.
—Meli...
Ella solo negó y siguió caminando.
Harry noto a través de la puerta entreabierta como Remus se encargaba de tirar algunos libros de su escritorio al suelo por la frustración. El de cabello azabache sabía que Remus se había equivocado al gritarle, y que su Issa estaba herida.
Sin mas –y con su orgullo en los suelos– la jalo del brazo y la abrazó, tratando de que el golpe que esta le proporcionara no le doliera.
Pero grande fue su sorpresa cuando esta se soltó a llorar de nuevo, pasando sus brazos por su cintura, abrazándolo.
—No te acostumbres, Potter, solo necesito un abrazo —murmuro.
—Y yo te necesito a ti —Méreope se separo de él un poco—. Si, Méreope. Te necesito.
—Harry...
—Issa... por favor, ¡Te necesito! Necesito a mi mejor amiga que siempre me ayudaba en todo, simplemente te necesito a ti —y sin esperarlo, Méreope se aferro una vez más a él mientras que Harry dejaba un suave beso sobre su coronilla, sintiendo en su pecho una extraña calidez.
Sentía bonito.
—Mi orgullo morirá —mascullo Méreope—. Pero también te necesito. A ti y a Ron, ¡a los cuatro juntos! —miro a Ron quien estaba a unos metros, mirando el cielo, fingiendo desinterés—. ¡Oh pelirrojo, ven aquí antes de que te patee el trasero de verdad!
Ron sonrió débilmente y la abrazo de igual forma, dejando un mal sabor de boca momentáneamente en Harry, que después fue unido al abrazó por parte de ella.
Una pelea entre padre e hija fue suficiente para que el cuarteto de oro volviera a la acción.
━━━AUTHOR'S NOTE. no podía dejar separados a mis niños por mucho tiempo, y más si a mi creación le dolía, lo siento, tengo corazón de pollo.
aunque el drama seguirá ustedes no se preocupen *guiño, guiño*
recuerden: voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💞.
eso es todo travesuritas, soooooo
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
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