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018. méreope lupin black

CAPÍTULO DIECIOCHO
▬ ❝ méreope lupin black ❞ ▬






































LAS MENTIRAS ERA ALGO QUE MÉREOPE NO SOPORTABA, EN REALIDAD, NADIE LO HACIA. Cualquiera preferían la verdad sobre la mentira, aunque la realidad resultara dolorosa y muy distinta a lo que cada persona creía, siempre era mejor soltarla que guardarla y hacerle un daño terrible a alguien que aprecias.

O eso al menos sentía Méreope que era lo correcto, pues ella lo haría sin dudarlo.

Sus lagrimas no dejaban de resbalarse por sus mejillas, estas incrementaban mucho más al ver los recuerdos provenientes de la cabeza de dios sabe quien mientras que Dumbledore no sabia en donde mantener su mirada, la verdad se había descubierto y no de una agradable manera.

—¿Es verdad? —sollozo la pelirroja por lo bajo sin encontrar palabras suficientes para decir lo que sentía, girando su cabeza hasta dar con el cuerpo de su director—. ¿Lo es?

—Lamento tenerle que decir que efectivamente lo que acabas de ver no es más que la verdad —Dumbledore estaba detrás de ella, mirándola con lastima.

Ella odiaba esas miradas.

Sin decir media palabra más terminó por salir corriendo de la oficina de su director, no queriendo ver nada ni a nadie por, al menos, las próximas tres o más horas de su vida.

Se sentía tan estúpida, tan ilusa.

Su familia, sus amigos, todos le habían mentido en su cara y vivían tranquilos con ello.

Sabia que algo andaba mal desde que sus tres "amigos" regresaron de Hogsmeade unos días atrás, sus sospechas incrementaron en cuanto vio como guardaban silencio tras verla atravesar la Sala Común, o cuando la veían interactuar animadamente con el profesor Lupin, sus reacciones eran de verdad extrañas pero nunca les llegó a preguntar el por qué de repente tuvieron una actitud tan recelosa con el mayor.

Eran tantas las señales pero ella jamás las vio, eran miles de respuestas en su cara pero jamás se esforzó por intentar averiguar más a fondo.

Sus pasos se detuvieron ante el campo de quidditch sin siquiera ella haberlo planeado y, finalmente, en medio de aquel campo, se derrumbó.

Su corazón latía con rapidez, sus manos se aferraban a sus piernas con fuerza mientras que miles de lagrimas bañaban sus mejillas. Sus brazos ya tenían ligeros tonos morados pues no hacía mucho había tratado de despertar de aquella pesadilla que estaba comiéndosela por dentro.

—¿Tuviste una pesadilla? —una Méreope de cinco años asintió hacia su madre quien le había oído gritar—. Préstame tu brazo, cielo.

Ella se lo extendió y la mujer lo tomó con la mayor suavidad que pudo antes de proporcionarle un pequeño pellizco que logró arrebatarle una mueca de dolor a la más pequeña.

—¿Dolió? —la pelirroja asintió, un tanto confundida—. Entonces estás dentro del mundo real, cariño. En los sueños no puedes sentir dolor alguno.

—¿Esto es real entonces, mami?

La mujer rió y asintió—. Todo es real, cariño.

¿Por qué? Esa era la pregunta que se repetía una y otra vez en su cabeza, ¿por qué le hicieron todo esto? ¿por qué se lo ocultaron? Tantas preguntas y de ninguna tenia la respuesta.

Harry, Ronald y Hermione le habían mentido.

La que creía que era su familia también, durante toda su vida.

Los profesores –de alguno se lo esperaba pero de otros– lo sabían, claramente lo sabían, y ni siquiera se dignaron a decírselo, aunque en el fondo ella sabía que no les correspondía a ellos hacérselo saber.

Los sollozos aumentaban, salían de su boca sin esperar regresar, y tampoco quería que lo hicieran. La traición le dolía, la carcomía por dentro, jamás lo espero y justo era aquello lo que la mataba por dentro. Había confiado en las personas equivocados, en los Tonks, en los Weasley... en todos.

Ustedes, lector, lectora, se estarán preguntando: ¿Qué es lo que ha ocurrido para que la pequeña pelirroja se sintiera así? Bueno, esto es complejo pero debo explicarlo.

[...]

2 horas antes

—Por favor Malfoy, ¿en serio piensas que te creeré que ellos saben algo? —se burlo la pelirroja, caminando junto a su primo tras este haberla interceptado a mitad de pasillo—. Son mis amigos, mis mejores amigos, no creo que me mientan, les importo.

—Eso no es lo que yo escuché —contraataco Malfoy, sacando un pequeño frasco de su túnica—. Sabia que no desconfiarías de ellos, por lo que me tome la molestia de sacar mis recuerdos con la ayuda de Crabbe y Goyle.

Había algo en Malfoy que no terminaba de inspirarle total confianza, quizás era por mencionar la ayuda de los dos inútiles que siempre traía consigo, pero sin duda algo de lo que él decía no le cuadraba por completo.

—¿Crabbe y Goyle saben hacer algo más que hablar? —ambos muchachos rieron—. Ya, esta bien, ¿pero qué quieres que haga con esto?

Malfoy paro de caminar y le extendió aquel frasco con un líquido casi transparente adentro—. ¿Lo reconoces, no es así?

La pelirroja asintió—. Claro, una cosa así salió de la cabeza de Binx antes de ir a Salem la noche de Halloween.

—¿Quieres arriesgarte a un castigo si te descubren?

Méreope lo pensó, claramente no creía en lo que su primo le decía, pero la curiosidad comenzaba a nacerle. Así que tomo el frasco que Draco le extendía y lo miro varios segundos.

—Ve al despacho de Dumbledore, usa el pensadero y... —suspiro, esta vez mirándola con seriedad y preocupación— prométeme que no harás nada que pueda ponerte en peligro, ¿bien?

Méreope lo veía tan serio que temió que fuera real, pero no lo era... ¿cierto?

—Bien, lo prometo —ajusto las correas de su mochila, dejo un beso en la mejilla del rubio y se fue de ahí tratando de ser discreta y que nadie notara que estaba por aquellos rumbos del castillo.

El despacho de Dumbledore no estaba tan alejado de donde ellos se hallaban según el mapa que Harry –a escondidas de sus otros dos amigos– le había prestado. Aquel mapa extraño no solo le indicó que tan lejos se encontraba del despacho, si no para también averiguar si su director estaba dentro del lugar: para su suerte no se hallaba en el.

Uso la contraseña que casi siempre utilizaba el director y la gárgola se movió, dándole paso.

Admiro su alrededor, el lindo Phoenix de Dumbledore aleteo a su lado, saludándola. Ella le sonrió un poco y siguió con su camino. Dejo caer su mochila al suelo y se encaminó rápidamente al pensadero, en donde hace unas semanas atrás había visto los recuerdos de su ahora mascota.

Saco la botellita con la mezcla transparente y su varita consigo.

No recordaba con exactitud como lo había hecho Dumbledore aquella vez, pero como cerebro le dio a entender coloco la mezcla en el pensadero.

Después de suspirar y buscar valor introdujo su cabeza a la plataforma, sumergiéndose en los pensamientos que, según Malfoy, le pertenecían a Harry.

[...]

Harry estaba debajo de la mesa de las tres escobas, mientras que Ron y Hermione trataban de no comerse las uñas de los nervios, al parecer el azabache había huido a Hogsmeade y ahora corría peligro de que lo vieran ya que algunos maestros habían entrado al lugar.

Hermione susurró:

—¡Mobiliarbo!

El árbol de Navidad que había al lado de la mesa se elevó unos centímetros, se corrió hacia un lado y, suavemente, se volvió a posar delante de ellos, ocultándolos.

Méreope se acerco a donde el recuerdo de sus amigos estaban y se quedo quieta ahí, aun sin saber cómo Malfoy había conseguido los recuerdos de Harry sobre aquel día en el que ella no había podido asistir justamente al pueblo debido a los cólicos con los que había despertado aquella mañana.

—Una tacita de alhelí...

—Para mí —indicó la voz de la profesora McGonagall.

—Dos litros de hidromiel caliente con especias...

—Gracias, Rosmerta —dijo Hagrid.

—Un jarabe de cereza y gaseosa con hielo y sombrilla.

—¡Mhm! —dijo el profesor Flitwick, relamiéndose.

—El ron de grosella tiene que ser para usted, señor ministro.

—Gracias, Rosmerta, querida —dijo la voz de Fudge—. Estoy encantado de volver a verte. Tómate tú otro, ¿quieres? Ven y únete a nosotros...

—Muchas gracias, señor ministro.

Méreope frunció el ceño, ¿Qué hacia ahí Fudge?

—¿Qué le trae por estos pagos, señor ministro? —dijo la voz de la señora Rosmerta.

Méreope vio girarse la parte inferior del grueso cuerpo de Fudge, como si estuviera comprobando que no había nadie cerca. Luego dijo en voz baja:

—¿Qué va a ser; querida? Sirius Black. Me imagino que sabes lo que ocurrió en el colegio en Halloween.

El corazón de Méreope dio un vuelco al oírle hablar, había comprobado sin planteárselo la información que Malfoy le había dado, ninguno de sus tres amigos se lo había mencionado, pero ella no lo olvidaba aún.

—Sí, oí un rumor —admitió la señora Rosmerta.

—¿Se lo contaste a todo el bar; Hagrid? —dijo la profesora McGonagall enfadada.

—¿Cree que Black sigue por la zona, señor ministro? —susurró la señora Rosmerta.

—Estoy seguro —dijo Fudge escuetamente.

—¿Sabe que los dementores han registrado ya dos veces este local? —dijo la señora Rosmerta—. Me espantaron a toda la clientela. Es fatal para el negocio, señor ministro.

—Rosmerta querida, a mí no me gustan más que a ti —dijo Fudge con incomodidad—. Pero son precauciones necesarias... Son un mal necesario. Acabo de tropezarme con algunos: están furiosos con Dumbledore porque no los deja entrar en los terrenos del castillo.

—Menos mal —dijo la profesora McGonagall tajantemente.

—¿Cómo íbamos a dar clase con esos monstruos rondando por allí?

—Bien dicho, bien dicho —dijo el pequeño profesor Flitwick, cuyos pies colgaban a treinta centímetros del suelo.

—De todas formas —objetó Fudge—, están aquí para defendernos de algo mucho peor. Todos sabemos de lo que Black es capaz...

—¿Saben? Todavía me cuesta creerlo —dijo pensativa la señora Rosmerta—. De toda la gente que se pasó al lado Tenebroso, Sirius Black era el último del que hubiera pensado... Quiero decir, lo recuerdo cuando era un travieso en Hogwarts. Si me hubieran dicho entonces en qué se iba a convertir; habría creído que habían tomado demasiado hidromiel.

—No sabes la mitad de la historia, Rosmerta —dijo Fudge con aspereza—. La gente desconoce lo peor.

—¿Lo peor? —dijo la señora Rosmerta con la voz impregnada de curiosidad—. ¿Peor que matar a toda esa gente?

—Desde luego, eso quiero decir —dijo Fudge.

—No puedo creerlo. ¿Qué podría ser peor?

—Dices que te acuerdas de cuando estaba en Hogwarts, Rosmerta —susurró la profesora McGonagall—. ¿Sabes quién era su hermana y su mejor amigo?

—Pues claro —dijo la señora Rosmerta riendo ligeramente—. Nunca se veían al uno sin los otros. ¡La de veces que estuvieron aquí! Siempre me hacían reír. ¡Un trio de cómicos, Sirius Black, Calissa Black y James Potter!

Méreope sintió como la sangre se iba de todo su cuerpo, como este se volvía rígido y se helaba de un momento a otro tras oír aquel nombre que ella igual portaba.

—Exactamente —dijo la profesora McGonagall—. Los dos Black y Potter. Cabecillas de su pandilla. Los tres eran muy inteligentes. Excepcionalmente inteligentes. Creo que nunca hemos tenido tres alborotadores como ellos, al menos Calissa sabia como mantener cuerdos a ambos y evitaba que hicieran más barbaridades de las que ya hacían.

—No sé —dijo Hagrid, riendo entre dientes—. Fred y George Weasley podrían dejarlos atrás.

—¡Cualquiera habría dicho que los Black y Potter eran hermanos! —terció el profesor Flitwick—. ¡Inseparables!

—¡Por supuesto que lo eran! —dijo Fudge—. Potter confiaba en Black ¡Y no se diga de Calissa! Era su hermana, claro que confiaba en él más que en ninguna otra persona. Nada cambió cuando dejaron el colegio. Black fue el padrino de bodas cuando James se casó con Lily. Luego Black fue el padrino de Harry. Calissa y Remus se casaron también al poco tiempo, siendo los padrinos de boda los Potter. Los Weasley terminaron siendo los padrinos de la pequeña Méreope. Ambos niños no saben nada, claro. Ya te puedes imaginar cuánto se impresionarían si lo supieran.

Y entonces, como Fudge había dicho, el mundo de la pelirroja cayo.

—Aún peor; querida... —Fudge bajó la voz y continuó en un susurro casi inaudible—. Los Potter no ignoraban que Quien Tú Sabes iba tras ellos. Dumbledore, que luchaba incansablemente contra Quien Tú Sabes, tenía cierto número de espías. Uno le dio el soplo y Dumbledore alertó inmediatamente a James y a Lily. Les aconsejó ocultarse. Bien, por supuesto que Quien-Tú-Sabes no era alguien de quien uno se pudiera ocultar fácilmente. Dumbledore les dijo que su mejor defensa era el encantamiento Fidelio.

«Paso lo mismo con Calissa y Remus pues Quien-Tu-Sabes buscaba desesperado a Méreope, se lo hacían difícil, ambos chicos eran asombrosos magos, Remus hasta la fecha sigue siéndolo.»

—¿Cómo funciona eso? —preguntó la señora Rosmerta, muerta de curiosidad.

El profesor Flitwick carraspeó.

—Es un encantamiento tremendamente complicado —dijo con voz aguda— que supone el ocultamiento mágico de algo dentro de una sola mente. La información se oculta dentro de la persona elegida, que es el guardián secreto. Y en lo sucesivo es imposible encontrar lo que guarda, a menos que el guardián secreto opte por divulgarlo. Mientras el guardián secreto se negara a hablar, Quien-Tú-Sabes podía registrar el pueblo en el que estaban James, Lily, Calissa y Remus sin encontrarlos nunca, aunque tuviera la nariz pegada a la ventana de la salita de estar de las respectivas familias.

—¿Así que Black era el guardián secreto de los Potter y de los Lupin? —susurró la señora Rosmerta.

—Naturalmente —dijo la profesora McGonagall—. James Potter y Calissa Lupin le dijeron a Dumbledore que Black daría su vida antes de revelar dónde se ocultaban, y que Black estaba pensando en ocultarse él también... Y aun así, Dumbledore seguía preocupado. Él mismo se ofreció como guardián secreto de ambas familias.

—¿Sospechaba de Black? —exclamó la señora Rosmerta

—Dumbledore estaba convencido de que alguien cercano a los Potter y los Lupin había informado a Quien-Tú-Sabes de sus movimientos —dijo la profesora McGonagall con voz misteriosa—. De hecho, llevaba algún tiempo sospechando que en nuestro bando teníamos un traidor que pasaba información a Quien-Tú-Sabes.

—¿Y a pesar de todo James Potter insistió en que el guardián secreto fuera Black, tanto para él como para su mejor amiga?

—Así es —confirmó Fudge—. Y apenas una semana después de que se hubiera llevado a cabo el encantamiento Fidelio...

—¿Black los traicionó? ¿A su propia hermana? —musitó la señora Rosmerta.

—Desde luego. Black estaba cansado de su papel de espía. Estaba dispuesto a declarar abiertamente su apoyo a Quien-Tú-Sabes. Y parece que tenía la intención de hacerlo en el momento en que murieran los Potter. Pero como sabemos todos, Quien-Tú-Sabes sucumbió ante el pequeño Harry Potter. Con sus poderes destruidos, completamente debilitado, huyó. Al igual que Bellatrix Lestrange quien terminó siendo encerrada por haber torturado a los Longbottom antes de asesinar a Calissa pues ella había impedido que Lestrange llevase a Méreope ante Tu-Sabes-Quien. Esto dejó a Black en una situación incómoda. Su amo había caído en el mismo momento en que Black había dejado al descubierto su juego. No tenía otra elección que escapar...

—Sucio y asqueroso traidor —dijo Hagrid, tan alto que la mitad del bar se quedó en silencio.

—Chist —dijo la profesora McGonagall.

—¡Me lo encontré —bramó Hagrid—, seguramente fui yo el último que lo vio antes de que matara a toda aquella gente! ¡Fui yo quien rescató a Harry de la casa de Lily y James, después de su asesinato! Lo saqué de entre las ruinas, pobrecito. Tenía una herida grande en la frente y sus padres habían muerto... Y Sirius Black apareció en aquella moto voladora que solía llevar. No se me ocurrió preguntarme lo que había ido a hacer allí. No sabia que él había sido el guardián secreto de Lily y James. Pensé que se había enterado del ataque de Quien-Ustedes-Saben y había acudido para ver en qué podía ayudar. Estaba pálido y tembloroso. ¿Y saben lo que hice? ¡ME PUSE A CONSOLAR A AQUEL TRAIDOR ASESINO! —exclamó Hagrid—. ¡Hizo que Remus dejara a la pobre de Méreope con los Tonks, asesino a su propia hermana!

—Hagrid, por favor —dijo la profesora McGonagall—, baja la voz.

Méreope sentía como todo le daba vueltas, estaba repentinamente mareada: tenia unas inmensas ganas de vomitar y de llorar a la vez sin saber ni que pensar, ¿toda su vida había sido una mentira?

—¿Cómo iba a saber yo que su turbación no se debía a lo que les había pasado a Calissa, a Lily y a James? ¡Lo que le turbaba era la suerte de Quien-Ustedes-Saben! Y entonces me dijo: «Dame a Harry, Hagrid. Soy su padrino. Yo cuidaré de él, buscare a Méreope después, soy su tío igualmente» ¡Ja! ¡Pero yo tenía órdenes de Dumbledore y le dije a Black que no! Dumbledore me había dicho que Harry tenía que ir a casa de sus tíos y que Méreope debía permanecer con Remus. Black discutió, pero al final tuvo que ceder. Me dijo que tomara su moto para llevar a Harry hasta la casa de los Dursley. «No la necesito ya», me dijo. Tendría que haberme dado cuenta de que había algo raro en todo aquello. Adoraba su moto. ¿Por qué me la daba? ¿Por qué decía que ya no la necesitaba? La verdad es que una moto deja demasiadas huellas, es muy fácil de seguir. Dumbledore sabía que él era el guardián de los Potter y de los Lupin. Black tenía que huir aquella noche. Sabía que el Ministerio no tardaría en perseguirlo. Pero ¿y si le hubiera entregado a Harry, eh? ¿Si hubiera permitido que fuera en busca de Méreope? Apuesto a que los habría arrojado de la moto en alta mar. ¡Al hijo de su mejor amigo! ¡A la pequeña hija de su hermana melliza! Y es que cuando un mago se pasa al lado tenebroso, no hay nada ni nadie que le importe...

Tras la perorata de Hagrid hubo un largo silencio. Luego, la señora Rosmerta dijo con cierta satisfacción:

—Pero no consiguió huir; ¿verdad? El Ministerio de Magia lo atrapó al día siguiente.

—¡Ah, si lo hubiéramos encontrado nosotros...! —dijo Fudge con amargura—. No fuimos nosotros, fue el pequeño Peter Pettigrew: otro de los amigos de Potter y Lupin. Enloquecido de dolor; sin duda, y sabiendo que Black era el guardián secreto de sus amigos, él mismo lo persiguió.

—¿Pettigrew...? ¿Aquel gordito que lo seguía a todas partes? —preguntó la señora Rosmerta.

—Adoraba a los mellizos Black y a Potter. Eran sus héroes —dijo la profesora McGonagall—. No era tan inteligente como ellos y a menudo yo era brusca con él. Pueden imaginarse cómo me pesa ahora... —su voz sonaba como si tuviera un resfriado repentino.

—Vamos, vamos, Minerva —le dijo Fudge amablemente—. Pettigrew murió como un héroe. Los testigos oculares (muggles, por supuesto, tuvimos que borrarles la memoria...) nos contaron que Pettigrew había arrinconado a Black. Dicen que sollozaba: «¡A Calissa, a Lily y a James, Sirius! ¿Cómo pudiste...? ¡Calissa era tu hermana y la pequeña tu sobrina!» Y entonces sacó la varita. Aunque, claro, Black fue más rápido. Hizo polvo a Pettigrew.

La profesora McGonagall se sonó la nariz y dijo con voz llorosa:

—¡Qué chico más alocado, qué bobo! Siempre fue muy malo en los duelos. Tenía que habérselo dejado al Ministerio...

—Les digo que si yo hubiera encontrado a Black antes que Pettigrew, no habría perdido el tiempo con varitas... Lo habría descuartizado, miembro por miembro —gruñó Hagrid.

—No sabes lo que dices, Hagrid —dijo Fudge con brusquedad—. Nadie salvo los muy preparados Magos de Choque del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales habría tenido una oportunidad contra Black, después de haberlo acorralado. En aquel entonces yo era el subsecretario del Departamento de Catástrofes en el Mundo de la Magia, y fui uno de los primeros en personarse en el lugar de los hechos cuando Black mató a toda aquella gente. Nunca, nunca lo olvidaré. Todavía a veces sueño con ello. Un cráter en el centro de la calle, tan profundo que había reventado las alcantarillas. Había cadáveres por todas partes. Muggles gritando. Y Black allí, riéndose, con los restos de Pettigrew delante... Una túnica manchada de sangre y unos... unos trozos de su cuerpo.

La voz de Fudge se detuvo de repente. Cinco narices se sonaron.

—Bueno, ahí lo tienes, Rosmerta —dijo Fudge con la voz tomada—. A Black se lo llevaron veinte miembros del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales, y Pettigrew fue investido Caballero de primera clase de la Orden de Merlín, que creo que fue de algún consuelo para su pobre madre. Black ha estado desde entonces en Azkaban.

—¿Es cierto que está loco, señor ministro?

—Me gustaría poder asegurar que lo estaba —dijo Fudge—. Ciertamente creo que la derrota de su amo lo trastornó durante algún tiempo. El asesinato de Pettigrew y de todos aquellos muggles fue la acción de un hombre acorralado y desesperado: cruel, inútil, sin sentido. Sin embargo, en mi última inspección de Azkaban pude ver a Black. La mayoría de los presos que hay allí hablan en la oscuridad consigo mismos. Han perdido el juicio... Pero me quedé sorprendido de lo normal que parecía Black. Estuvo hablando conmigo con total sensatez. Fue desconcertante. Me dio la impresión de que se aburría. Me preguntó si había acabado de leer el periódico. Tan sereno como se lo podrían imaginar; me dijo que echaba de menos los crucigramas. Sí, me quedé estupefacto al comprobar el escaso efecto que los dementores parecían tener sobre él. Y él era uno de los que estaban más vigilados en Azkaban, ¿saben? Tenía dementores ante la puerta día y noche.

—Pero ¿qué pretende al fugarse? —preguntó la señora Rosmerta—. ¡Dios mío, señor ministro! No intentará reunirse con Quien-Usted-Sabe, ¿verdad?

—Me atrevería a afirmar que es su... su... objetivo final —respondió Fudge evasivamente—. Pero esperamos atraparlo antes. Tengo que decir que Quien-Tú-Sabes, solo y sin amigos, es una cosa... pero con su más devoto seguidor, me estremezco al pensar lo poco que tardará en volver a alzarse...

Hubo un sonido hueco, como cuando el vidrio golpea la madera. Alguien había dejado su vaso.

—Si tiene que cenar con el director, Cornelius, lo mejor será que nos vayamos acercando al castillo.

Fue entonces cuando Méreope salió disparada del pensador con los ojos cristalinos y con su corazón vuelto trizas, su familia no eran los Tonks, nunca habían sido.

[...]

Actualidad

Méreope sentía una opresión creciente en su pecho. Sabía que debía de llevar largas horas llorando y eso lo atribuía al cielo pues este de a poco perdía de su brillante color, dándole paso a esos tonos grisáceos que la deprimían más.

—¿Qué haces aquí? —preguntó al aire de manera hostil sin despegar la mirada de sus rodillas al oír como la hierba crujía, dándole entrada a una persona.

—Te conozco, sabía que estarías aquí —el muchacho se sentó a su lado y no dijo mucho más pues no sabía que palabras utilizar para consolarla.

Así pasaron largos minutos, ninguno decía nada, y de cierta forma la pelirroja lo agradecía pues lo último que necesitaba eran palabras de consuelo que no servirían de absolutamente nada.

—¿Ya lo sabes, o me equivoco?

El chico pensó la respuesta, hasta que finalmente asintió—. Si.

—¿Todo el mundo lo sabía excepto yo? —preguntó tajante Méreope, sintiendo nuevamente un nudo en su garganta.

—Acabó de enterarme —él se acercó más a la Gryffindor, excusándose en un balbuceo—. Y Malfoy me lo dijo a la mala pues supone que te conozco bien como para encontrarte.

Méreope quito la mirada de un punto fijo en el campo, encontrándose finalmente con los ojos de Nott, quien parecía no cansarse de mirarla.

Al ver que no decía nada, continuo—. Todos están buscándote de nuevo, él me comentó sin muchos detalles lo qué pasó y me dijo que si te encontraba se lo dijera para estar más tranquilo.

La pelirroja quito una de las tantas lágrimas que caían por sus mejillas.

Theo se levantó del césped no sin antes dejar un beso sobre la cabeza de la adolescente—. Se que no quieres ver a nadie y lo acepto, mucho menos a ese trío de traidores, así que te recomiendo que te hagas invisible por que apuesto que no soy el único en saber dónde puedas estar.

Méreope trato de sonreírle pero una mueca fue lo único que nació de sus labios—. Gracias Theo, por todo.

No te preocupes, Mér, nos tienes a nosotros después de todo —se hincó frente a ella, dedicándole la sonrisa más tranquilizadora que pudo dedicarle—. Blaise y Daphne están igual de preocupados buscándote por todos lados, ¿puedo avisarles al menos que estas bien? Solo si tú quieres, claro.

La pelirroja lo pensó, aquel trío de Slytherin –más su primo– habían sido unos grandes amigos –mejores de los que creía tener– por lo que asintió, no quería preocuparlos más de lo que ya deberían de estar.

—Trata de que nadie más lo sepa —se levantó de su lugar—. Iré al bosque prohibido, no creo que nadie busque por ahí.

—Ten cuidado —rogó el castaño, tomando una de las manos de la pelirroja—. Aún tienes trece y podrá ocurrirte algo...

—Ya estoy rota por dentro —afirmó la chica, dándole un apretón a su agarre con el castaño—. Algo por fuera será simplemente un complemento para esto.

—Lisa... —vio como más lágrimas caían por el fino rostro de la pelirroja logrando que un nudo se hiciera presente en su corazón— se que justo ahora no puedes verlo, y aunque a mi no me caigan del todo bien, dudo que los Gryffindors esos quisieran hacerte daño.

—Eso ya no importa, lo hecho, hecho esta: decidieron mentirme y ocultarlo —sonrió, sintiendo mas lagrimas acumulándose en sus ojos—. Todos lo hicieron; los Tonks, los Weasley, los profesores, Lupin, ellos... simplemente decidieron evitar el hecho de que no era quien creía, que todo era... ¡una estúpida mentira!

—¡MÉREOPE! ¡MÉREOPE! —los ojos de la chica se tornaron anaranjados en cuanto oyó la voz de Harry cerca de ellos.

—¡MELI, ¿ESTÁS AQUÍ?!

—¡MÉR! ¡MÉR!

Y aquellas eran las voces de Ron y Hermione, gritando su nombre.

—Gracias Theo —y así, la chica se esfumo de ahí como si se tratase del mismo viento, dejando en su lugar un poco de césped quemado y consigo una parte de su corazón.

No estaba lista para afrontarlos, a nadie en realidad, y sin importarle nada más que ella misma entro al bosque prohibido sin querer que nadie más la viera en ese estado de vulnerabilidad.








━━━AUTHOR'S NOTE.

No me odien, yo los amo💞

-Travesura Realizada-



Majo P.

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