017. the defeat
↯ CAPÍTULO DIECISIETE
▬ ❝ la derrota ❞ ▬
LA NOTICIA DE QUÉ MÉREOPE TONKS HABÍA LUCHADO CONTRA LAS TRES BRUJAS DEL SIGLO PASADO A LAS CUALES DERROTÓ viajo como escoba por todos y cada uno de los alumnos que habitan en Hogwarts, logrando que las visitas en la enfermería para ella fueran sumamente prohibidas gracias a todo el alboroto que se hacia en la enfermería que, según Madame Pomfrey, le hacía mal al proceso de curación que llevaba pelirroja.
Y, como ella lo prometió, no había dicho ni una sola palabra de lo que Draco Malfoy le había hecho saber aunque, muy dentro de ella, pedía a gritos que tan siquiera Hermione le dijera lo ocurrido pero no, se lo estaban ocultando a pesar de que ella ya lo supiera.
Las visitas nocturnas eran las menos catastróficas, Harry solía ir a recostarse junto a ella cuando podía y cuando Dumbledore no estaba cerca ya que, como ella también se lo había prometido, no había replicado con el quedarse un par de días mas los cuales habían servido para crear nuevas amistades entre las distintas casas.
El día que la dejaron salir fue un día antes del partido de Gryffindor contra Hufflepuff ya que al parecer Slytherin no habían querido jugar gracias a que Malfoy seguía con su brazo "herido" algo que Méreope aseguraba era falso, pero ella no podía darle la espalda después de que fue el único en decirle sobre la visita exclusiva de Sirius Black, aunque bien sabía que los modos del rubio no eran los correctos.
La pelirroja había notado que el viento se había convertido en un huracán y la lluvia cayó con más fuerza que nunca. Estaba tan oscuro dentro de los corredores y las aulas que se encendieron más antorchas y faroles.
Corría lo más rápido que podía en dirección a la clase que el Profesor Lupin impartía, iba tarde, ella lo sabía, pero el Profesor Dumbledore le había dado una larga charla para que evitara usar sus poderes, por lo menos, unos cuantos ya que necesitaba recargar las energías que había perdido en tan solo una noche, así que tenía una buena excusa que la dejaría acceder a la clase.
Además no es como si el profesor Lupin le impidiera el acceso pues parecía tenerle cierto afecto a la adolescente, lucia preocupado el día en el que la visitó y se lo hizo saber en cada una de sus visitas en las cuales le obsequiaba una muy buena reserva de gomitas, mientras le contaba algunas de sus distintas anécdotas que sin duda le resultaban interesantes a la pelirroja.
—Se toma muchas molestias conmigo, profesor —murmuró la pelirroja un tanto abochornada pues no se le ocurría algún por qué sobre la actitud del profesor—. No debería gastar en mi.
—Lo hago con mucho gusto, Méreope —respondió él—. No te preocupes por el gasto, alguien alguna vez me dijo que las gomitas curan muchas cosas, espero que pelear contra tres brujas ancianas también sea curable con ellas.
Soltó un suspiro en cuanto se encontró frente a la puerta del salón en el que se impartía la clase y cuando iba a entrar al aula sintió como alguien tomaba su mano de forma torpe y abría la puerta del salón agitadamente, adentrándolos a ambos al salón.
Méreope tuvo que aprisionar entre sus dientes su labio inferior, así evitando reír escandalosamente tras ver el rostro pálido y sudado de Harry al darse cuenta que llegaba tarde a clase.
—Lamentamos llegar tarde, profesor Lupin. Yo...
Pero no era Lupin quien lo miraba desde la mesa del profesor; era Snape.
Por lo qué Méreope hizo una mueca, ella probablemente se salvaría pues el profesor Snape parecía soportar más su presencia que la del resto de los que la rodeaban, pero su mejor amigo...
—La clase ha comenzado hace diez minutos, Potter. Así que creo que descontaremos a Gryffindor diez puntos. Siéntate —pareció ver a la pelirroja ya que rápidamente hablo una vez más—. Señorita Tonks, me alegra que se haya recuperado. Tome asiento en su respectivo lugar, por favor.
—Gracias profesor Snape —la pelirroja le sonrió sin mostrar los dientes un tanto incómoda y se encamino a su lugar, siendo recibida entre vitoreas por parte de Dean y Seamus quienes fueron callados por Snape de forma inmediata.
—¿Dónde está el profesor Lupin? —preguntó Harry sin moverse de la puerta.
—No se encuentra bien para dar clase hoy —dijo Snape con una sonrisa contrahecha—. Creo que te he dicho que te sientes.
—¿Qué le ocurre?
A Snape le brillaron sus ojos negros.
—Nada que ponga en peligro su vida —dijo como si deseara lo contrario—. Cinco puntos menos para Gryffindor y si te tengo que volver a decir que te sientes serán cincuenta.
Harry se fue despacio hacia su sitio y se sentó. Snape miró a la clase.
—Como decía antes de que nos interrumpiera Potter y la llegada de la señorita Tonks, el profesor Lupin no ha dejado ninguna información acerca de los temas que han estudiado hasta ahora...
—Hemos estudiado los boggarts, los gorros rojos, los kappas y los grindylows —informó Hermione rápidamente—, y estábamos a punto de comenzar...
—Cállate —dijo Snape fríamente—. No te he preguntado. Sólo comentaba la falta de organización del profesor Lupin.
—Es el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido —dijo Dean Thomas con atrevimiento, y la clase expresó su conformidad con murmullos. Snape puso el gesto más amenazador que le habían visto.
—Son fáciles de complacer. Lupin apenas les exige esfuerzo... Yo daría por hecho que los de primer curso son ya capaces de manejarse con los gorros rojos y los grindylows. Hoy veremos...
Méreope lo vio hojear el libro de texto hasta llegar al último capítulo, que debía de imaginarse que no habían visto.
—... los hombres lobo —concluyó Snape.
—Pero profesor —dijo Hermione, que parecía incapaz de contenerse—, todavía no podemos llegar a los hombres lobo. Está previsto comenzar con los hinkypunks...
—Señorita Granger —dijo Snape con voz calmada—, creía que era yo y no tú quien daba la clase. Ahora, abran todos el libro por la página 394 —miró a la clase—: Todos. Ya.
Con miradas de soslayo y un murmullo de descontento, abrieron los libros.
—¿Quién de ustedes puede decirme cómo podemos distinguir entre el hombre lobo y el lobo auténtico?
Todos se quedaron en completo silencio. Todos excepto Hermione, cuya mano, como de costumbre, estaba levantada.
—¿Nadie? —preguntó Snape, sin prestar atención a Hermione. La sonrisa contrahecha había vuelto a su rostro—. ¿Es que el profesor Lupin no les ha enseñado ni siquiera la distinción básica entre...?
—Ya se lo hemos dicho —dijo de repente Parvati—. No hemos llegado a los hombres lobo. Estamos todavía por...
—¡Silencio! —gruñó Snape—. Bueno, bueno, bueno... Nunca creí que encontraría una clase de tercero que ni siquiera fuera capaz de reconocer a un hombre lobo. Me encargaré de informar al profesor Dumbledore de lo atrasados que están todos...
—Por favor, profesor —dijo Hermione, que seguía con la mano levantada—. El hombre lobo difiere del verdadero lobo en varios detalles: el hocico del hombre lobo...
—Es la segunda vez que hablas sin que te corresponda, señorita Granger —dijo Snape con frialdad—. Cinco puntos menos para Gryffindor por ser una sabelotodo insufrible.
Hermione se puso muy colorada, bajó la mano y miró al suelo, con los ojos llenos de lágrimas. Un indicio de hasta qué punto odiaban todos a Snape era que lo estaban fulminando con la mirada. Todos, en alguna ocasión, habían llamado sabelotodo a Hermione, y Ron, que lo hacia por lo menos dos veces a la semana, dijo en voz alta:
—Usted nos ha hecho una pregunta y ella le ha respondido. ¿Por qué pregunta si no quiere que se le responda?
—Te quedarás castigado, Weasley —dijo Snape con voz suave y acercando el rostro al de Ron—. Y si vuelvo a oírte criticar mi manera de dar clase, te arrepentirás.
Méreope paso uno de sus brazos alrededor de los hombros de su mejor amiga y la atrajo hacia ella, abrazándola y brindándole consuelo bajo la mirada discreta de Snape.
Nadie se movió durante el resto de la clase. Siguió cada uno en su sitio, tomando notas sobre los hombres lobo del libro de texto, mientras Snape rondaba entré las filas de pupitres examinando el trabajo que habían estado haciendo con el profesor Lupin.
—Muy pobremente explicado... Esto es incorrecto... El kappa se encuentra sobre todo en Mongolia... ¿El profesor Lupin te puso un ocho? Yo no te habría puesto más de un tres.
Cuando el timbre sonó por fin, Snape los retuvo:
—Escribirán una redacción de dos pergaminos sobre las maneras de reconocer y matar a un hombre lobo. Para el lunes por la mañana. Ya es hora de que alguien meta en cintura a esta clase. Weasley, quédate, tenemos que hablar sobre tu castigo.
Harry, Méreope y Hermione abandonaron el aula con los demás alumnos, que esperaron a encontrarse fuera del alcance de los oídos de Snape para estallar en críticas contra él.
—Snape nunca ha actuado así con ninguno de los otros profesores de Defensa Contra las Artes Oscuras, aunque quisiera el puesto —comentó Méreope a Hermione y a Harry—. ¿Por qué la tiene tomada con Lupin? ¿Será por lo del boggart?
—No sé —dijo Hermione pensativamente—. Pero espero que el profesor Lupin se recupere pronto.
Ron los alcanzó cinco minutos más tarde, muy enfadado.
—¿Saben lo que ese... –llamó a Snape algo que escandalizó a Hermione– me ha mandado? Tengo que lavar los orinales de la enfermería. ¡Sin magia! —dijo con la respiración alterada. Tenía los puños fuertemente cerrados—. ¿Porqué no podía haberse ocultado Black en el despacho de Snape, eh? ¡Podía haber acabado con él!
—¿Black? —pregunto fingiendo confusión la pelirroja—. ¿Qué tiene que ver Sirius en esto?
Los tres se miraron nerviosos, ninguno tenia idea que la pelirroja sabía la verdad, pero ella comenzaba a dudar si había confianza entre los cuatro.
¿Será que ellos estaban mejor siendo sólo los tres? Era el único pensamiento que rondaba por su cabeza desde que Malfoy le soltó la información.
—¿Y bien? —alzo la voz, cruzándose de brazos.
—Y-yo... n-nosotros... —Harry miro a sus dos amigos que trataban de evitar sus miradas entre si—. Ocurrió cuando fuiste a enfrentarte a las Sanderson. Te lo contaremos después, ¿si? No vayas a enfadarte con nosotros.
Méreope frunció el ceño—. Gracias por la confianza, chicos. Que grandes amigos son —murmuro ella con sus cejas fruncidas antes de irse de ahí junto con Neville, quien le mostraba una de sus tantas nuevas plantas.
Harry suspiro—. ¿Creen que debamos decirle que estuvo husmeando en sus cosas?
—No —hablaron a la vez Hermione y Ron.
—Dejemos que se recupere —añadió Hermione—. Oí como Dumbledore le decía a McGonagall que si Mér usaba sus poderes ahora podría ser dañino para su salud.
—Su descendencia —murmuro Ron—. El libro de la leyenda, ¿Creen que ella lo tenga?
—No debería —murmuro Harry rápidamente—. Es peligroso, puede usar magia negra accidentalmente y... no quiero perderla de nuevo.
[...]
Méreope estaba confundida, ¿por qué sus "amigos" se empeñaban en ocultarle algo? Se suponen que eran amigos, mejores amigos en realidad, y entre ellos nunca había secretos –lo asimilo cuando dejó al descubierto sus poderes en su primer año–. Durante el resto del día no habló con ellos, se sentía extraña como para poderles dirigir una simple y pequeña palabra. Jamás había pensado que habría falta de confianza entre los cuatro, o si no, ¿por qué ocultarlo? Claramente había notado el desorden entre sus cosas –que Hermione trato de organizar, fracasando ante la memoria casi fotográfica que la pelirroja tenía con respecto a sus cosas– pero si ellos no se lo decían, debía actuar como que Malfoy no se lo hubiese dicho.
La mañana siguiente se había levantado temprano debido al partido de quidditch que se llevaría aquel día. Su primer pensamiento al mirar a través de la ventana fue que el juego entre Hufflepuff y Gryffindor seria riesgoso debido a la lluvia que no había parado de caer durante toda la noche anterior: sin duda las desgracias seguían de cerca a su amigo.
Se coloco por ultimo su chamarra de mezclilla, sacando su cabello el cual había quedado atrapado adentro de esta y sin mas salió del cuarto, llevándose consigo a Binx quien llevaba puesto un suéter rojo que la señora Weasley le había enviado especialmente para él. Hermione le sonrió con timidez y juntas esperaron a que Ron bajase de una buena vez y cuando este llego junto a ellas los tres se encaminaron al campo de quidditch.
La lluvia caía a cantaros, y los rayos no dejaban oír los múltiples vitoreas que debía haber alrededor del campo de juego.
—¡Méreope! —a través del ruido que los rayos proporcionaban logro oír un grito masculino proveniente de un chico que conocía un poco—. Hola.
Hermione sonrió hacia su mejor amiga—. Te veremos luego, no tardes.
—Pero... —antes de que Ron pudiera quejarse de dejarla sola con el buscador del equipo contrario, Hermione lo tomo del brazo y lo jalo lejos, dejando solos a ambos adolescentes.
—Espero que pierdan —musito con diversión la pelirroja, metiendo sus manos a los bolsillos de su chaqueta.
—Preferiría un "suerte" o un beso en la mejilla como hacen las demás chicas —Cedric relamió sus labios nervioso, mirando divertido a la chica frente a él.
—No soy cualquier chica, Hufflepuff —contraataco Méreope encogiéndose de hombros—. Pero si quieres algo cliché veo a muchas chicas queriendo estar hablando contigo, ¿por qué no vas con ellas?
—Lastima que ellas no sean tu —un par de chicos llamaron al buscador del equipo, haciéndole bullicio ya que el juego iba a comenzar—. ¡Ya los oí, ya voy! Bueno, nos vemos luego pelirroja.
—Nos vemos Cedric —hizo un ademan con su mano en modo de despedida y comenzó a dirigirse a un costado de sus amigos bajo la atenta mirada de cierto buscador de Gryffindor que no le agradaba para nada que su mejor amiga hablara con el enemigo antes del partido en vez de hablar con él.
Méreope suspiro y al llegar a un lado de los Gryffindors estos la miraron con curiosidad pero no opinaron o dijeron algo al respecto, lo menos que querían era hacerla enfadar más.
—Monten sus escobas —se escucho el grito de Madame Hooch a través de los fuertes relámpagos que encendían el grisáceo cielo.
La pelirroja no estaba prestándole atención al juego, o así era hasta que la maestra de vuelo hizo sonar su silbato tras un relámpago relativamente cerca del campo. Noto como su mejor amiga bajaba a gran velocidad y se dirigía al campo de juego dejando solos a ambos pelirrojos.
Cuando la castaña apareció a su lado, fue cuando el juego pudo continuar.
Con desgracias y un horrible dementor de por medio, pero continuo.
[...]
—Ha tenido suerte de que el terreno estuviera blando.
—Creí que se había matado.
—¡Pero si ni siquiera se ha roto las gafas!
—Es lo más horrible que he visto en mi vida —contribuyo Méreope, peinando su cabello húmedo con los dedos.
—¡Harry! —exclamó Fred, cuando Harry abrió un poco los ojos—. ¿Cómo te encuentras?
—¿Qué sucedió? —dijo incorporándose en la cama, tan de repente que los demás ahogaron un grito.
—Te caíste —explicó la pelirroja, mientras sentía como Harry apretaba su mano cuando noto que ella era la que la tomaba—. Debieron de ser... ¿cuánto? ¿Veinte metros?
—Creímos que te habías matado —dijo Alicia, temblando.
—Pero el partido —preguntó Harry—. ¿Cómo acabó? ¿Se repetirá?
Nadie respondió. La horrible verdad cayó sobre Harry como una losa.
—¿No habremos... perdido?
—Diggory atrapó la snitch —respondió George, mirando a Méreope a la cual comenzaba le comenzaba a arder la cara—, poco después de que te cayeras. No se dio cuenta de lo que pasaba. Cuando miró hacia atrás y te vio en el suelo, quiso que se anulara. Quería que se repitiera el partido. Pero ganaron limpiamente. Incluso Wood lo ha admitido.
—¿Dónde está Wood? —preguntó Harry de repente, notando que no estaba allí.
—Sigue en las duchas —dijo Fred—. Parece que quiere ahogarse.
Harry acercó la cara a las rodillas y se tomo el pelo con las manos. Fred le puso la mano en el hombro y lo zarandeó bruscamente recibiendo un golpe por parte de la pelirroja, quien le dijo que no le hiciera eso al recién resucitado.
—Vamos, Harry, es la primera vez que no atrapas la snitch.
—Tenía que ocurrir alguna vez —dijo George.
—Todavía no ha terminado —dijo Fred—. Hemos perdido por cien puntos, ¿no? Si Hufflepuff pierde ante Ravenclaw y nosotros ganamos a Ravenclaw, y Slytherin...
—Hufflepuff tendrá que perder al menos por doscientos puntos —dijo George.
—Pero si ganan a Ravenclaw...
—Eso no puede ser. Los de Ravenclaw son muy buenos.
—Pero si Slytherin pierde frente a Hufflepuff..
—Todo depende de los puntos... Un margen de cien, en cualquier caso...
Después de unos diez minutos, la señora Pomfrey llegó para mandarles que lo dejaran descansar.
—Luego vendremos a verte —le dijo Fred—. No te tortures, Harry. Sigues siendo el mejor buscador que hemos tenido.
El equipo salió en tropel, dejando el suelo manchado de barro. La señora Pomfrey cerró la puerta detrás del último, con cara de mal humor. Ron y Hermione se acercaron un poco más a la cama de Harry, mientras que Méreope se sentaba en la camilla a la par de su amigo, haciendo que Harry recargara su cabeza sobre el cómodo hombro de la pelirroja.
—Dumbledore estaba muy enfadado —dijo Hermione con voz temblorosa—. Nunca lo había visto así. Corrió al campo mientras tú caías, agitó la varita mágica y entonces se redujo la velocidad de tu caída. Luego apuntó a los dementores con la varita y les arrojó algo plateado. Abandonaron inmediatamente el estadio... Le puso furioso que hubieran entrado en el campo... lo oímos...
—Entonces te puso en una camilla por arte de magia —explicó Ron—. Y te llevó al colegio flotando en la camilla. Todos pensaron que estabas... —a la pelirroja la recorrió un escalofrió con tan solo pensar lo que pudo haberle ocurrido si no fuera por Dumbledore.
—¿Recogió alguien la Nimbus? —pregunto Harry, quien había sentido el escalofrió que había recorrido a su Issa, queriendo cambiar el tema.
Ron, Méreope y Hermione se miraron.
—Eh...
—¿Qué pasa? —preguntó Harry, separándose de la pelirroja un poco.
—Bueno, cuando te caíste... se la llevó el viento —dijo Méreope con voz vacilante.
—¿Y?
—Y chocó... chocó... contra el sauce boxeador
—¿Y? —preguntó, temiendo la respuesta.
—Bueno, ya sabes que al sauce boxeador —dijo Ron—, no le gusta que lo golpeen.
—El profesor Flitwick la trajo poco antes de que recuperaras el conocimiento —explicó Hermione en voz muy baja.
La pelirroja se agachó muy despacio para tomar una bolsa que había a sus pies, le dio la vuelta y puso sobre la cama una docena de astillas de madera y ramitas, lo que quedaba de la fiel y finalmente abatida escoba de Harry.
—Pudo haber quedado peor —musito Méreope, recibiendo una fulminante mirada de Hermione—. D-digo, quedo mal, muy mal.
La pelirroja hizo una mueca, mientras aún miraba a Harry. La escoba estaba destruida y quizás no podrían ganar si él no conseguía una nueva escoba.
—Bueno, mira el lado positivo, podrás pasar más tiempo con nosotros que en el campo —murmuró la pelirroja, mirando el esmalte negro que relucía en sus uñas.
—Vaya, eso me encanta. Me sube mucho el ánimo —dijo Harry, con mala cara.
—Quizás puedas pedirle la escoba prestada a Cedric —susurro Hermione hacia Méreope.
—¡¿Cedric?!
—Mejor que la consiga él solo —dijo Méreope, cruzándose de brazos—. Recordé que tengo que leer algo con Theo y Blaise, los veo luego.
Ron y Harry se miraron, ese par de serpientes se estaban robando a la niña y eso no lo permitirían.
━━━AUTHOR'S NOTE. ahora si que el siguiente capítulo se viene y así bien duro JAJAJAJA
llegó el momento en donde me toca sacar todo el drama que llevo dentro como quien dice amigues.
JAKDJAKDJA
recuerden: voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💞.
eso es todo travesuritas, soooooo
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
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