012. the wardrobe boggart
↯ CAPÍTULO DOCE
▬ ❝ el boggart del armario ❞ ▬
POCO RATO DESPUÉS LA PELIRROJA SE LE UNIÓ A SUS AMIGOS UNA MEDIA HORA DESPUÉS DE ACABAR LA COMIDA, habían decidido irse de una vez a su clase para evitar perderse en el transcurso y llegar tarde a su primera clase con el nuevo profesor, quien sin que cierta pelirroja se diese cuenta, observaba cada que tenía oportunidad: deleitándose con el parecido que la menor tenia en ciertos rasgos a su difunta esposa.
Pero esa es una historia larga y complicada que necesita su propia narrativa.
El profesor Lupin no estaba en el aula cuando llegaron a su primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Todos se sentaron, sacaron los libros, las plumas y los pergaminos, y estaban hablando cuando por fin llegó el profesor. Lupin sonrió vagamente y puso su desvencijado maletín en la mesa. Estaba tan desaliñado como siempre, pero parecía más sano que en el tren, como si hubiera tomado unas cuantas comidas abundantes.
—Buenas tardes —dijo—. ¿Podrían, por favor; meter los libros en la mochila? La lección de hoy será práctica. Sólo necesitaran las varitas mágicas.
La clase cambió miradas de curiosidad mientras recogía los libros. Nunca habían tenido una clase práctica de Defensa Contra las Artes Oscuras, a menos que se contara la memorable clase del año anterior, en que el antiguo profesor había llevado una jaula con duendecillos y los había soltado en clase.
—Bien —dijo el profesor Lupin cuando todo el mundo estuvo listo—. Si tienen la amabilidad de seguirme...
Desconcertados pero con interés, los alumnos se pusieron en pie y salieron del aula con el profesor Lupin. Este los condujo a lo largo del desierto corredor. Doblaron una esquina. Al primero que vieron fue a Peeves el poltergeist, que flotaba boca abajo en medio del aire y tapaba con chicle el ojo de una cerradura. Peeves no levantó la mirada hasta que el profesor Lupin estuvo a medio metro. Entonces sacudió los pies de dedos retorcidos y se puso a cantar una monótona canción:
—Locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin y su mini canis locatis lunática...
Aunque casi siempre era desobediente y maleducado, Peeves solía tener algún respeto por los profesores. Todos miraron de inmediato al profesor Lupin para ver cómo se lo tomaría. Ante su sorpresa, el mencionado seguía sonriendo.
Mientras que Méreope fruncía el ceño, confundida, pues se esperaba una muy diferente reacción de su profesor.
—Yo en tu lugar quitaría ese chicle de la cerradura, Peeves —dijo amablemente—. El señor Filch no podrá entrar por sus escobas.
Filch era el conserje de Hogwarts, un brujo fracasado y de mal genio que estaba en guerra permanente con los alumnos y por supuesto con Peeves. Pero Peeves no prestó atención al profesor Lupin, salvo para soltarle una sonora pedorreta.
El profesor Lupin suspiró y sacó la varita mágica.
—Es un hechizo útil y sencillo —dijo a la clase, volviendo la cabeza—. Por favor; estén atentos.
Alzó la varita a la altura del hombro, dijo ¡Waddiwasi! y apuntó a Peeves.
Con la fuerza de una bala, el chicle salió disparado del agujero de la cerradura y fue a taponar la fosa nasal izquierda de Peeves; éste ascendió dando vueltas como en un remolino y se alejó como un bólido, zumbando y echando maldiciones.
—¡Asombroso profesor! —dijo Dean Thomas, asombrado.
—Gracias, Dean —respondió el profesor Lupin, guardando la varita—.¿Continuamos?
Se pusieron otra vez en marcha, mirando al desaliñado profesor Lupin con creciente respeto. Los condujo por otro corredor y se detuvo en la puerta de la sala de profesores.
—Entren, por favor —dijo el profesor Lupin abriendo la puerta y cediendo el paso.
En la sala de profesores, una estancia larga, con paneles de madera en las paredes y llena de sillas viejas y dispares, no había nadie salvo un profesor. Snape estaba sentado en un sillón bajo y observó a la clase mientras ésta penetraba en la sala. Los ojos le brillaban y en la boca tenía una sonrisa desagradable. Cuando el profesor Lupin entró y cerró la puerta tras él, dijo Snape:
—Déjela abierta, Lupin. Prefiero no ser testigo de esto —se puso de pie y pasó entre los alumnos. Su toga negra ondeaba a su espalda. Ya en la puerta, giró sobre sus talones y dijo—: Posiblemente no le haya avisado nadie, Lupin, pero Neville Longbottom está aquí. Yo le aconsejaría no confiarle nada difícil. A menos que la señorita Granger le esté susurrando las instrucciones al oído.
El profesor Lupin había alzado las cejas.
—Tenía la intención de que Neville me ayudara en la primera fase de la operación, y estoy seguro de que lo hará muy bien.
Snape torció el gesto, pero salió de la sala dando un portazo.
—Ahora —dijo el profesor Lupin llamando la atención del fondo de la clase, donde no había más que un viejo armario en el que los profesores guardaban las togas y túnicas de repuesto. Cuando el profesor Lupin se acercó, el armario tembló de repente, golpeando la pared.
Méreope ladeo la cabeza confusa, no entendía que hacían ahí pero sin duda sería divertido.
»No hay por qué preocuparse —dijo con tranquilidad el profesor Lupin cuando algunos de los alumnos se echaron hacia atrás, alarmados—. Hay un boggart ahí dentro.
Casi todos pensaban que un boggart era algo preocupante. Neville dirigió al profesor Lupin una mirada de terror y Seamus Finnigan vio con aprensión moverse el pomo de la puerta.
—A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerrados —prosiguió el profesor Lupin—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario de debajo del fregadero... En una ocasión vi a uno que se había metido en un reloj de pared. Se vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al director si se le podía dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas. La primera pregunta que debemos contestar es: ¿qué es un boggart?
Hermione levanto la mano.
—Es un ser que cambia de forma —dijo—. Puede tomar la forma de aquello que más miedo nos da.
—Yo no lo podría haber explicado mejor —admitió el profesor Lupin, y Hermione se puso radiante de felicidad—. El boggart que está ahí dentro, sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos salir; se convertirá de inmediato en lo que más temamos. Esto significa —prosiguió el profesor Lupin, optando por no hacer caso de los balbuceos de terror de Neville— que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Sabes por qué, Harry?
—¿Por qué somos muchos y no sabe por qué forma decidirse?
—Exacto —dijo el profesor Lupin. Y Hermione bajó la mano algo decepcionada—. Siempre es mejor estar acompañado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despista. ¿En qué se debería convertir; en un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un boggart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy imbécil se convirtió en media babosa. No daba ni gota de miedo. El hechizo para vencer aun boggart es sencillo, pero requiere fuerza mental. Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. Lo que tienen que hacer es obligarle a que adopte una forma que ustedes encuentren cómica. Practicaremos el hechizo primero sin la varita. Repitan conmigo: ¡Riddikulus!
—¡Riddikulus! —dijeron todos a la vez.
—Bien —dijo el profesor Lupin—. Muy bien. Pero me temo que esto es lo más fácil. Como ven, la palabra sola no basta. Y aquí es donde entras tú, Neville.
El armario volvió a temblar. Aunque no tanto como Neville, que avanzaba como si se dirigiera a la horca.
—Bien, Neville —prosiguió el profesor Lupin—. Empecemos por el principio: ¿qué es lo que más te asusta en el mundo? —Neville movió los labios, pero no dijo nada—. Perdona, Neville, pero no he entendido lo que has dicho —dijo el profesor Lupin, sin enfadarse.
—El profesor Snape —susurro.
Casi todos se rieron. Incluso Neville se sonrió a modo de disculpa. El profesor Lupin, sin embargo, parecía pensativo.
—El profesor Snape... mm... Neville, creo que vives con tu abuela, ¿es verdad?
—Sí —respondió Neville, nervioso—. Pero no quisiera tampoco que el boggart se convirtiera en ella.
—No, no. No me has comprendido —dijo el profesor Lupin, sonriendo—. Lo que quiero saber es si podrías explicarnos cómo va vestida tu abuela normalmente.
—Bueno, lleva siempre el mismo sombrero: alto, con un buitre disecado encima; y un vestido largo... normalmente verde; y a veces, una bufanda de piel de zorro.
—¿Y bolso? —le ayudó Méreope haciendo que el profesor Lupin asintiera hacia ella con una sonrisa.
—Sí, un bolso grande y rojo —confirmó Neville, sintiendo su rostro arder ante la sonrisa que le dedicaba aquella pelirroja.
—Bueno, entonces —dijo el profesor Lupin—, ¿puedes recordar claramente ese atuendo, Neville? ¿Eres capaz de verlo mentalmente?
—Sí —dijo Neville, con inseguridad, preguntándose qué pasaría a continuación.
—Cuando el boggart salga de repente de este armario y te vea, Neville, adoptará la forma del profesor Snape —dijo Lupin—. Entonces alzarás la varita, así, y dirás en voz alta: ¡Riddikulus!, concentrándote en el atuendo de tu abuela. Si todo va bien, el boggart-profesor Snape tendrá que ponerse el sombrero, el vestido verde y el bolso grande y rojo.
Hubo una carcajada general. El armario tembló más violentamente.
—Si a Neville le sale bien —añadió el profesor Lupin—, es probable que el boggart vuelva su atención hacia cada uno de nosotros, por turno. Quiero que ahora todos se dediquen un momento a pensar en lo que más miedo les da y en cómo podrían convertirlo en algo cómico...
La sala se quedó en silencio. Méreope meditó... ¿qué era lo que más le aterrorizaba en el mundo?
Lo primero que pensó fue herir a las personas que quería con sus poderes: que ella perdiera el control de su cuerpo y mente, provocando que el fuego se apoderara de ella. Aunque esa idea se esfumó de su cabeza en cuanto recordó a la mujer de cabellos azabaches asesinando con la maldición asesina ha la chica que entrego su propia vida para que nada le pasara a su pequeña bebé... el fuerte y brillante hechizo verde impactando el pecho de la mujer... el cuerpo de ella sobre el piso y los llantos de la bebé de fondo...
Méreope se estremeció. Miró a su alrededor, deseando que nadie la hubiera notado. La mayoría de sus compañeros tenía los ojos fuertemente cerrados. Ron murmuraba para sí:
—Arrancarle las patas.
Méreope adivinó de qué se trataba. Lo que más miedo le daba a Ron eran las arañas.
—¿Todos preparados? —preguntó el profesor Lupin.
La pelirroja trago duro. Ella no estaba preparada. Pero no quiso pedir más tiempo. Todos los demás asentían con la cabeza y se arremangaban menos Harry, quien parecía estar en la misma situación que ella.
Todos se retiraron, arrimándose a las paredes, y dejaron a Neville solo, frente al armario. Estaba pálido y asustado, pero se había arremangado la túnica y tenía la varita preparada.
—A la de tres, Neville —dijo el profesor Lupin, que apuntaba con la varita al pomo de la puerta del armario—. A la una... a las dos... a las tres... ¡ya!
Un haz de chispas salió de la varita del profesor Lupin y dio en el pomo de la puerta. El armario se abrió de golpe y el profesor Snape salió de él, con su nariz ganchuda y gesto amenazador. Fulminó a Neville con la mirada.
Neville se echó hacia atrás, con la varita en alto, moviendo la boca sin pronunciar palabra. Snape se le acercaba, ya estaba a punto de tomarlo por la túnica...
—¡Ri... Riddikulus! —dijo Neville.
Se oyó un chasquido como de látigo. Snape tropezó: llevaba un vestido largo ribeteado de encaje y un sombrero alto rematado por un buitre apolillado. De su mano pendía un enorme bolso rojo.
Hubo una carcajada general. El boggart se detuvo, confuso, y el profesor Lupin gritó:
—¡Parvati! ¡Adelante!
Parvati avanzó, con el rostro tenso. Snape se volvió hacia ella. Se oyó otro chasquido y en el lugar en que había estado Snape apareció una momia cubierta de vendas y con manchas de sangre; había vuelto hacia Parvati su rostro sin ojos, y comenzó a caminar hacia ella, muy despacio, arrastrando los pies y alzando sus brazos rígidos...
—¡Riddikulus! —gritó Parvati.
Se soltó una de las vendas y la momia se enredó en ella, cayó de bruces y la cabeza salió rodando.
—¡Seamus! —gritó el profesor Lupin.
Seamus pasó junto a Parvati como una flecha.
¡Crac! Donde había estado la momia se encontraba ahora una mujer de pelo negro tan largo que le llegaba al suelo, con un rostro huesudo de color verde: una banshee. Abrió la boca completamente y un sonido sobrenatural llenó la sala: un prolongado aullido que le puso a Méreope los bellos de punta.
—¡Riddikulus! —gritó Seamus.
La banshee emitió un sonido ronco y se llevó la mano al cuello. Se había quedado afónica.
¡Crac! La banshee se convirtió en una rata que intentaba morderse la cola, dando vueltas en círculo; a continuación... ¡crac!, se convirtió en una serpiente de cascabel que se deslizaba retorciéndose, y luego... ¡crac!, en un ojo inyectado en sangre.
—¡Está despistado! —gritó Lupin—. ¡Lo estamos logrando! ¡Dean!
Dean se adelantó.
¡Crac! El ojo se convirtió en una mano amputada que se dio la vuelta y comenzó a arrastrarse por el suelo como un cangrejo.
—¡Riddikulus! —gritó Dean.
Se oyó un chasquido y la mano quedó atrapada en una ratonera.
—¡Excelente! ¡Ron, te toca!
Ron se dirigió hacia delante.
¡Crac!
Algunos gritaron. Una araña gigante, de dos metros de altura y cubierta de pelo, se dirigía hacia Ron chascando las pinzas amenazadoramente. Por un momento, Méreope pensó que Ron se había quedado petrificado. Pero entonces...
—¡Riddikulus! —gritó Ron.
Las patas de la araña desaparecieron y el cuerpo empezó a rodar. Lavender Brown dio un grito y se apartó de su camino a toda prisa. El cuerpo de la araña fue a detenerse a los pies de Harry. Alzó la varita, pero...
—¡Aquí! —gritó el profesor Lupin de pronto, avanzando rápido hacia la araña.
¡Crac!
La araña sin patas había desaparecido. Durante un segundo todos miraron a su alrededor con los ojos bien abiertos, buscándola. Entonces vieron una esfera de un blanco plateado que flotaba en el aire, delante de Lupin, que dijo ¡Riddikulus! casi con desgana.
¡Crac!
—¡Adelante, Neville, y termina con él! —dijo Lupin cuando el boggart cayó al suelo en forma de cucaracha. ¡Crac! Allí estaba de nuevo Snape. Esta vez, Neville avanzó con decisión.
—¡Riddikulus! —gritó, y durante una fracción de segundo vislumbraron a Snape vestido de abuela, antes de que Neville emitiera una sonora carcajada y el boggart estallara en mil volutas de humo y desapareciera.
—¡Muy bien! Vamos, adelante Méreope —el profesor Lupin le dio paso a la pelirroja la cual se quedo quieta en su lugar—. No ocurrirá nada malo, ¿si? Aquí esto-estamos... para ayudarte —balbuceó aquello último, confundiendo a la pelirroja, pues no había comprendido lo que el hombre quería decirle.
—B-bien —tartamudeo ella y se dedico a pasar al frente, sintiendo como sus piernas le temblaban y su respiración se irregularizaba.
Al ya estar frente al armario el famoso ¡Crac! se escucho, dejando ver la escena que hizo que a Méreope se le cortara la respiración.
Se trataba de una mujer: una mujer que ella conocía muy bien. Esta le sonreía mientras cargaba a una bebé de poco más de un año. Momentos después de nuevo se escucho otro ¡Crac! y esta vez apareció la mujer de cabellos azabaches que empuñaba la varita al frente, con esa sonrisa maquiavélica que lograba darle escalofríos en medio de sus pesadillas.
Todos comenzaron a murmurar, mientras que la pelirroja estiraba el brazo con el que sostenía su varita dispuesta a acabar con aquel boggart, ajena a la situación que rodeaba a su profesor.
Lupin sentía un nudo formársele en la garganta y estomago, observando la escena delante de él y sin poderlo evitar, sus ojos se empañaron, mas no dejo caer sus lagrimas, pues según él no tendría sentido llorar por una escena que le resultaba desconocida.
—¡Riddikulus! —grito la pelirroja casi en tono de súplica, pues para aquellos momentos, una de las mujeres ya yacía en el suelo sin vida.
Las dos mujeres y la niña desaparecieron, dejando en su lugar tres gorros viejos y feos que revoloteaban por encima de los alumnos.
La pelirroja no dijo más, guardo su varita y fue rápidamente hacia sus amigos los cuales estaban igual de confundidos que el resto, pero se veía tan afectada que no le preguntarían nada.
—¡Muy bien! —gritó el profesor Lupin mientras la clase prorrumpía en aplausos—. Muy bien, Méreope. Todos lo han hecho muy bien. Veamos... cinco puntos para Gryffindor por cada uno de los que se han enfrentado al boggart... Diez por Neville, porque lo hizo dos veces. Y cinco por Hermione y otros cinco por Harry.
—Pero yo no he intervenido —dijo Harry, tratando de tomar la mano de Méreope la cual, mantenía sus brazos cruzados, evitando el contacto.
—Tú y Hermione contestaron correctamente a mis preguntas al comienzo de la clase —dijo Lupin sin darle importancia—. Muy bien todo el mundo. Ha sido una clase estupenda. Como deberes, van a tener que leer la lección sobre los boggart y hacerme un resumen. Me lo entregaran el lunes. Eso es todo.
Méreope no espero mas tiempo, tomo sus cosas rápidamente y antes de ser detenida por sus amigos o maestro, había salido corriendo, buscando un momento a solas.
Sin saber por que, se introdujo ilegalmente al bosque prohibido, sentándose debajo de uno de los frondosos y enormes árboles, dejándose caer en el tronco de este.
Las preguntas rondaban por su cabeza.
¿Por que siente aquel nudo en el estomago?
¿Por que sintió que vivió aquel boggart en vida real y no solo mientras estaba petrificada?
¿Qué le resulta tan familiar en aquella mujer y en aquella bebé?
¿Por que siente como su mundo se desmoronaba tras lo que su familia le ocultaba?
¿Sirius Black que quiere con ella?
Sin siquiera notarlo, lagrimas calientes bajaban por sus mejillas como cascada, mientras que de sus manos comenzaban a emanar pequeñas y casi imperceptibles chispas anaranjadas.
Asustada se levanto del suelo y vio como la corteza del árbol en el que estaba recargada se encontraba quemada, mientras que sentía un par de hormigueos en su espalda, quiso girar a ver pero solo encontró dos huecos en su túnica, como si la tela hubiese sido quemada.
Toco esa parte inconscientemente y sintió como su espada aún permanecía ligeramente tibia.
Volvió a sentarse en el árbol momentos después.
No supo cuanto tiempo paso o en que momento se termino por quedar dormida, pero en cuanto despertó vio como un perro negro algo grande le miraba. El can parecía estarla cuidando, pues estaba recostado delante suyo, con la cabeza entre sus patas, sin sacarle un ojo de encima.
Aun medio dormida decidió estirar su brazo hacia él y este no retrocedió como ella creyó que lo ahora, en cambio de acerco mas a ella y dejo una amistosa lamida sobre su mano, haciéndola reír un poco.
Sus ojos ardían levemente, pero suponía que debía ser por quedarse llorando en medio del bosque prohibido.
Observo como todo a su alrededor ya estaba oscuro y él como no se veía absolutamente nada a donde sea que mirase.
—Mierda —se quejo en cuanto se dio cuenta de donde estaba y de que color estaba todo el lugar—. ¡Mierda!
Se levanto bruscamente, logrando que su espalda doliese, pues digamos que dormir recostada en un árbol no era cómodo, si no doloroso: contando aun las astillas que puede traer incrustadas en su espalda y el poco trasero que tenía—. Carajo.
El perro ladeo la cabeza, parecía bastante perdido.
La pelirroja lo noto y se hinco hasta quedar un poco a su altura.
—No es contigo... lo siento, ¿estas solo aquí? —paso una mano por detrás de sus oreja, cariñosamente.
El perro asintió, haciéndola sonreír con extrañeza.
—No puedo llevarte conmigo... pero puedo ayudarte poquito —suspiro—. Estas bastante lejos del mundo muggle.
Puso un mechón de su cabello detrás de su oreja, introdujo su mano al bolsillo de su túnica de donde saco su varita y después, un trozo de tocino que había guardado y se lo extendió al enorme perro el cual, se lo terminó por devorar.
—Tenías hambre, ¿eh? —el perro ladro, y saco lengua.
Sin saber por que, comenzó a jugar con él por quien sabe cuanto tiempo, pero según ella fue lo mejor de aquel larguísimo día.
Cuando se canso bufo, no sabía que hora era pero parecía ser bastante tarde.
—Tengo que irme —el perro lloriqueo—. Te veré luego, no me iré de Hogwarts en mucho tiempo.
El perro negro lloriqueo una última vez y asintió, conforme.
—Te veré luego —de su mano dejo fluir una favorable cantidad de fuego, dejándole ver mas el lugar.
Paso una mano cerca de su rostro y terminó por desaparecer de la vista humana.
Comenzó a correr hacia donde según ella recordaba estaba el castillo, tratando de no caerse en el transcurso con alguna rama que hubiera por allí. Sus pies comenzaban a hacérsele pesados, mientras que se reprendía mentalmente, pues seguramente sus amigos debían de estar preocupados por estar desaparecida la mitad de la tarde y parte de la noche.
Cuando creyó que jamás volvería, vio la cabaña de Hagrid a lo lejos y comenzó a acercarse sabiendo que no podrían verla. Paso de largo la casa de Hagrid y comenzó a correr en dirección al castillo frente a ella.
Todo estaba oscuro, dándole a entender que la cena había dado fin y el toque de queda había comenzado, por lo que comenzó a correr a través de los largos y enormes pasillos de Hogwarts lo más rápido que podía para no tener que obtener un castigo, pues la última vez que fue hallada merodeando los pasillos junto a Harry, terminaron perdiendo una buena cantidad de puntos.
Murmuro la contraseña apenas encontró su Sala Común, viendo como la Dama Gorda estaba a poco de caer dormida, dejándola pasar casi de forma automática.
Al verificar que no había nadie cerca se deshizo de las llamas en su mano y subió a su habitación. Al entrar, se encontró con Lavander, Parvati y a Hermione dormidas o eso creía ella.
Suspiro con alivio y se hizo aparecer de nuevo, sentándose en su cama. Quito la túnica de su cuerpo, quedándose en su camisa blanca y falda, la cual comenzaba a quedarle pequeña.
Thackery estaba hecho bolita sobre la almohada de la pelirroja.
—Thackery... Thackery... ¡Thackery! —el gato maulló y se despertó de inmediato ante el último susurro de la de ojos celestes.
—¿Dónde estabas? Tus amigos parecían loquitos buscándote —murmuro Thackery, sentándose a la par de su dueña y mirándola fulminantemente—. ¿Sabes el miedo que tuve de no verte de nuevo?
—Aww, ¿te encariñaste conmigo, eh Binx? —murmuro Méreope, viendo como el gato negro bajaba la mirada avergonzado—. Estoy bien, solo...
Fue interrumpida por un susurro que se escuchaba bastante molesto e histérico—. ¡Méreope Calissa Tonks Black! ¿Dónde estabas? ¡¿Sabes lo preocupados que estábamos todos por ti?! ¡Ron casi se desmaya al no encontrarte y Harry no paraba de gritarle! Era todo un descontrol.
—¡Oye, tranquila mujer! —murmuro devuelta la pelirroja, asustada—. Me quede dormida y desperté hace una media hora.
Se negaba a contarle su aventura en el bosque prohibido, ya que su histeria crecería de sobremanera.
—¡Sera mejor que duermas de una vez, mañana despertaremos temprano e iremos con Ron y Harry para evitar que sigan gritándose como idiotas!
Hermione se recostó de nuevo y procuro dormir, aunque Méreope pudo darse cuenta que su cel seguía fruncido.
La chica soltó una risa por lo bajo y se dedico a colocarse el pijama. Después de todo el proceso, se tiro a su cama abrazando a Thackery, el cual parecía bastante mas sobreprotector. Como última imagen antes de quedarse profundamente dormida, la misma mujer aparecía cargando a la bebe mientras la enseñaba a su esposo, el cual al verla sonreía como niño en juguetería.
El hombre le parecía familiar, pero su cerebro no tenía mas energía como para poder recordarlo, por lo que se dispuso a dormir, lo que ella creía, tranquilamente.
━━━AUTHOR'S NOTE. se prendió esta mierda como dirían por ahí JKSJS
una pregunta muy preguntosa, ¿les gustaría una historia sobre la vida de Calissa? por q yo estaría encantada en hacerla.
recuerden: voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💞.
eso es todo travesuritas, soooooo
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
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