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010. buckbeak the hippogriff

CAPÍTULO DIEZ
▬  ❝ buckbeak, el hipogrifo ❞  ▬



































CUANDO TÉRMINO LA CLASE DE TRANSFORMACIONES, SE UNIERON A LA MULTITUD QUE SE DIRIGÍA BULLICIOSAMENTE AL GRAN COMEDOR PARA EL ALMUERZO.

—Animo, Ron —dijo Hermione, empujando hacia él una bandeja de estofado—. Ya has oído a la profesora McGonagall.

Ron se sirvió estofado con una cuchara y tomó su tenedor; pero no empezó a comer.

—Harry, Meli —dijo en voz baja y grave—, ustedes no han visto en ningún sitio un perro negro y grande, ¿verdad?

—Sí, lo hemos visto —dijo Harry—. Lo vimos la noche que abandoné la casa de los Dursley y cuando Issa se perdió en el mundo muggle.

Ron dejó caer el tenedor; que hizo mucho ruido.

Méreope rodo los ojos y mordió su salchicha viendo como Theo la miraba con preocupación, ¿tan rápido corren los chismes en el castillo?

Ella le sonrió tranquilizadoramente para después recibir un codazo por parte de Harry, quien fingió haberlo hecho por accidente, disimulo mirando fijamente a Ron.

—Probablemente, un perro callejero —dijo Hermione muy tranquila.

Ron miró a Hermione como si se hubiera vuelto loca.

—Hermione, si Harry y Meli han visto un Grim, eso es... eso es terrible —aseguró—. Mi tío Bilius vio uno y.. ¡murió veinticuatro horas más tarde!

—Casualidad —arguyó Hermione sin darle importancia, sirviéndose jugo de calabaza a ella y a su mejor amiga.

—¡No sabes lo que dices! —dijo Ron empezando a enfadarse—. Los Grims ponen los pelos de punta a la mayoría de los brujos.

—Ahí tienes la prueba —dijo Hermione en tono de superioridad—. Ven al Grim y se mueren de miedo. El Grim no es un augurio, ¡es la causa de la muerte! Y Harry y Mér todavía están con nosotros porque no son lo bastante tontos para ver uno y pensar: «¡Me largo a otro lugar!»

Ron movió los labios sin pronunciar nada, para que Hermione comprendiera sin que Harry y Méreope se enteraran. Hermione abrió la mochila, sacó su libro de Aritmancia y lo apoyó abierto en la jarra de zumo.

—Creo que la adivinación es algo muy impreciso —dijo buscando una página—; si quieres saber mi opinión, creo que hay que hacer muchas conjeturas.

—No había nada de impreciso en el Grim que se dibujó en las tazas —dijo Ron acalorado.

—No estabas tan seguro de eso cuando le decías a Harry que se trataba de algún otro animal —repuso Hermione con serenidad.

—¡La profesora Trelawney dijo que no tenías un aura adecuada para la adivinación! Lo que pasa es que no te gusta no ser la primera de la clase.

Acababa de poner el dedo en la llaga. Hermione golpeó la mesa con el libro con tanta fuerza que salpicó carne y zanahoria por todos lados.

—Si ser buena en Adivinación significa que tengo que hacer como que veo augurios de muerte en los posos del té, no estoy segura de que vaya a seguir estudiando mucho tiempo esa asignatura. Esa clase fue una porquería comparada con la de Aritmancia.

Tomo la mochila y se fue sin despedirse.

Ron la siguió con la vista, frunciendo el entrecejo.

—Pero ¿de qué habla? ¡Todavía no ha asistido a ninguna clase de Aritmancia!

A Méreope le encantó salir del castillo después del almuerzo. La lluvia del día anterior había terminado; el cielo era de un gris pálido, y la hierba estaba mullida y húmeda bajo sus pies cuando se pusieron en camino hacia su primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Ron y Hermione no se dirigían la palabra. Méreope caminaba al lado de Harry, en silencio, mientras descendían por el césped hacia la cabaña de Hagrid, en el límite del bosque prohibido. Sólo cuando vio delante tres espaldas que le resultaban muy familiares, se dio cuenta de que debían de compartir aquellas clases con los de Slytherin. Malfoy decía algo animadamente a Crabbe y Goyle, que se reían a carcajadas. Méreope creía saber de qué hablaban.

Hagrid aguardaba a sus alumnos en la puerta de la cabaña. Estaba impaciente por empezar; cubierto con su abrigo de ratina, y con Fang, el perro jabalinero, a sus pies.

—¡Vamos, dense prisa! —gritó a medida que se aproximaban sus alumnos—. ¡Hoy tengo algo especial para ustedes! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, síganme!

Durante un desagradable instante, Méreope temió que Hagrid los condujera al bosque; Méreope había vivido en aquel lugar experiencias tan desagradables que nunca podría olvidarlas. Sin embargo, Hagrid anduvo por el límite de los árboles y cinco minutos después se hallaron ante un prado donde no había nada.

—¡Acérquense todos a la cerca! —gritó—. Asegúrense de que tienen buena visión. Lo primero que tienen que hacer es abrir los libros...

—¿De qué modo? —dijo la voz fría y arrastrada de Draco Malfoy.

—¿Qué? —dijo Hagrid.

—¿De qué modo abrimos los libros? —repitió Malfoy. Sacó su ejemplar de El monstruoso libro de los monstruos, que había atado con una cuerda. Otros lo imitaron. Unos, como Méreope, habían atado el libro con un cinturón; otros lo habían metido muy apretado en la mochila o lo habían sujetado con pinzas.

—¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro? —preguntó Hagrid decepcionado.

La clase entera negó con la cabeza.

—Tienen que acariciarlo —dijo Hagrid, como si fuera lo más obvio del mundo—. Miren...

Tomo el ejemplar de Méreope y desprendió el celo mágico que lo sujetaba. El libro intentó morderle, pero Hagrid le pasó por el lomo su enorme dedo índice, y el libro se estremeció, se abrió y quedó tranquilo en su mano.

—¡Qué tontos hemos sido todos! —dijo Malfoy despectivamente—.¡Teníamos que acariciarlo! ¿Cómo no se nos ocurrió?

Méreope le dirigió una mirada furtiva al rubio y este solo sonrió brillante hacia ella.

—Yo... yo pensé que les daría gracia —le dijo Hagrid a Méreope, dubitativo.

—¡Ah, qué gracia nos hace...! —dijo Malfoy—. ¡Realmente ingenioso, hacernos comprar libros que quieren comernos las manos!

—Cierra la boca, Malfoy —le dijo Harry en voz baja.

—Bien, pues —dijo Hagrid, que parecía haber perdido el hilo—. Así que... ya tienen los libros y... y... ahora nos hacen falta las criaturas mágicas. Sí, así que iré por ellas. Esperen un momento...

Se alejó de ellos, penetró en el bosque y se perdió de vista.

—Dios mío, este lugar es una cochinada —dijo Malfoy en voz alta—. Estas clases idiotas... A mi padre le dará un ataque cuando se lo cuente.

—Cállate Malfoy —repitió Harry.

—Cuidado, Potter; hay un dementor detrás de ti.

—¡Uuuuuh! —gritó Lavender Brown, señalando hacia la otra parte del prado

La pelirroja rodo los ojos, no le gustaba nada que algunos Slytherins estuviesen ahí.

—Me encanto como callaste a Pansy, ¿me enseñas? —la pelirroja se giró hacia su lado derecho, buscando a quien le había hablado, y cuando la hayo, le sonrió—. Vine hasta acá no solo para apreciar como fue que salió humillada Párkinson, si no para que te enteres que Nott no deja de hablar de ti hasta por los codos.

Méreope volteó hacia atrás y observó el como Theodore le guiñaba un ojo y continuaba hablando con Blaise, quien hizo un ademán con su mano en modo de saludo.

—¡Vez! —chillo la rubia—. Viene el profesor, nos vemos luego mi querida leona de mi corazón.

Harry miro de lejos la escena completa y no pudo hacer mas que soltar un largo bufido: ¿por qué le molestaba el hecho de que un chico se mostrase interesado en la pelirroja? La quería mucho, eso él lo sabía, ¿sería miedo de que la lastimaran? Si, quizá debía ser eso.

Trotando en dirección a ellos se acercaba una docena de criaturas, las más extrañas que Méreope había visto en su vida. Tenían el cuerpo, las patas traseras y la cola de caballo, pero las patas delanteras, las alas y la cabeza de águila gigante. El pico era del color del acero y los ojos de un naranja brillante. Las garras de las patas delanteras eran de quince centímetros cada una  parecían armas mortales. Cada bestia llevaba un collar de cuero grueso alrededor del cuello, atado a una larga cadena. Hagrid sostenía en sus grandes manos el extremo de todas las cadenas. Se acercaba corriendo por el prado, detrás de las criaturas.

—¡Vayan para allá! —les gritaba, sacudiendo las cadenas y forzando a las bestias a ir hacia la cerca, donde estaban los alumnos. Todos se echaron un poco hacia atrás cuando Hagrid llegó donde estaban ellos y ató los animales ala cerca.

¡Hipogrifos! —gritó Hagrid alegremente, haciendo a sus alumnos una señal con la mano—. ¿Verdad que son hermosos?

Méreope pudo comprender que Hagrid los llamara hermosos. En cuanto uno se recuperaba del susto que producía ver algo que era mitad pájaro y mitad caballo, podía empezar a apreciar el brillo externo del animal, que cambiaba paulatinamente de la pluma al pelo. Todos tenían colores diferentes: gris fuerte, bronce, ruano rosáceo, castaño brillante y negro tinta.

—Vamos —dijo Hagrid frotándose las manos y sonriéndoles—, si quieren acérquense un poco...

Nadie parecía querer acercarse. Harry, Ron, Méreope y Hermione, sin embargo, se aproximaron con cautela a la cerca.

—Lo primero que tienen que saber de los hipogrifos es que son orgullosos—dijo Hagrid—. Se molestan con mucha facilidad. Nunca ofendan a ninguno, porque podría ser lo último que hicieran.

Malfoy, Crabbe y Goyle no escuchaban; hablaban en voz baja y Méreope tuvo la desagradable sensación de que estaban tramando la mejor manera de incordiar.

—Tienen que esperar siempre a que el hipogrifo haga el primer movimiento —continuó Hagrid—. Es educado, ¿se dan cuenta? Van hacia él, se inclinan y esperan. Si él responde con una inclinación, querrá decir que les permite tocarlo. Si no hace la inclinación, entonces es mejor que se alejen de él enseguida, porque puede hacer mucho daño con sus garras. Bien, ¿Quién quiere ser el primero?

Como respuesta, la mayoría de la clase se alejó aún más. Incluso Harry, Ron, Méreope y Hermione recelaban. Los hipogrifos sacudían sus feroces cabezas y desplegaban sus poderosas alas; parecía que no les gustaba estar atados.

—¿Nadie? —preguntó Hagrid con voz suplicante.

Méreope, aún con un nudo en el estomago, dio un paso al frente y dijo:

—Yo —se ofreció.

Harry, que no dejaría sola a su mejor amiga, tomo su mano y le sonrió.

—Yo igual —sentencio el azabache.

Detrás de ellos se oyó un jadeo, y Lavender y Parvati susurraron:

—¡No chicos, acuérdense de las hojas de té!

Ninguno de los dos hizo caso y saltaron la cerca, la joven pelirroja con ayuda de Harry.

—¡Buen chico, Harry! ¡Gracias, Mér! —gritó Hagrid—. Veamos cómo se llevan con Buckbeak.

Soltó la cadena, separó al hipogrifo gris de sus compañeros y le desprendió el collar de cuero. Los alumnos, al otro lado de la cerca, contenían la respiración.

—Tranquilos ahora, chicos —dijo Hagrid en voz baja—. Primero véanlo a los ojos. Procuren no parpadear. Los hipogrifos no confían en ti si parpadeas demasiado...

A Méreope empezaron a irritársele los ojos, pero no los cerró. Buckbeak había vuelto la cabeza grande y afilada, y miraba a ambos Gryffindors fijamente con un ojo terrible de color naranja.

—Eso es —dijo Hagrid—. Eso es, Méreope, Harry. Ahora inclinen la cabeza...

A Méreope no le hacía gracia presentarle la nuca a Buckbeak, pero hizo lo que Hagrid les decía. Se inclinó brevemente y levantó la mirada al igual que Harry el cual, había tomado de nuevo su mano en forma de seguridad.

El hipogrifo seguía mirándolos fijamente y con altivez. No se movió.

—Ah —dijo Hagrid, preocupado—. Bien, vayan hacia atrás, tranquilos, despacio...

Pero entonces, ante la sorpresa de Méreope, el hipogrifo dobló las arrugadas rodillas delanteras y se inclinó profundamente.

—¡Bien hecho, chicos! —dijo Hagrid, eufórico—. ¡Bien, pueden tocarlo! Denle unas palmadas en el pico, vamos.

Méreope chillo y se acerco al hipogrifo llevándose a Harry consigo. La pelirroja comenzó a alargar su brazo hacia el hermoso animal y deposito un par de suaves palmadas en su pico, provocando que el hipogrifo cerrase los ojos, disfrutando del tacto.

La clase rompió en aplausos. Todos excepto Malfoy, Crabbe y Goyle, que parecían muy decepcionados.

—Bien, chicos —dijo Hagrid—. ¡Creo que el hipogrifo dejaría que lo montaran!

La pelirroja tomo con mas fuerza la mano de Harry y se posiciono junto al animal.

—Súbanse ahí, detrás del nacimiento del ala —dijo Hagrid—. Y procuren no arrancarle ninguna pluma, porque no le gustaría...

Harry ayudo a subir a su mejor amiga para después subirse tras ella y colocar tímidamente sus manos sobre la cintura de Méreope.

Buckbeak se levantó. Méreope no sabía de dónde debía agarrarse: delante de ella todo estaba cubierto de plumas.

Harry, por otro lado, había dejado reposar su barbilla en el hombro de esta: él ya estaba sujetado.

—¡Vamos! —gritó Hagrid, dándole una palmada al hipogrifo en los cuartos traseros.

A cada lado de Méreope, sin previo aviso, se abrieron unas alas de más de tres metros de longitud. Apenas le dio tiempo a agarrarse del cuello del hipogrifo antes de remontar el vuelo. 

Harry escondió su cabeza en el espacio entre el hombro y cuello de Méreope mientras ejercía mas fuerza sobre el agarre que tenía en la cintura de su mejor amiga.

Méreope rió emocionada mientras veía como se acercaban al castillo.

Cuando estuvieron mas cerca, Méreope se animo a hablar mientras su cabello se movía sobre su espalda, tapando un poco a Harry.

—¡Vamos Harry, mira la vista! —chillo emocionada la pelirroja.

—¡No!

—¡Oh, vamos! ¿Puedes montar una escoba y no un lindo hipogrifo?

Harry sonrió contra el cuello de la pelirroja, causándole cosquillas a esta, y comenzó a despegarse poco a poco de ella hasta mantener su cabeza al frente.

Buckbeak dio un giro rápido provocando que la pelirroja gritara de nuevo, emocionada, y Harry también lo hizo, pero aterrado.

—¡SI!

—¡Estas realmente loca, mujer!

Buckbeak sobrevoló el prado y descendió.

Se echaron hacia atrás conforme el hipogrifo se inclinaba hacia abajo. A Méreope le dio la impresión de que iba a resbalar por el pico.

Luego sintió un fuerte golpe al aterrizar el animal con sus cuatro patas revueltas, y se las arregló para sujetarse y volver a incorporarse.

—¡Muy bien, Méreope, Harry! —gritó Hagrid, mientras los vitoreaban todos menos Malfoy, Crabbe y Goyle—. ¡Bueno!, ¿Quién más quiere probar?

Envalentonados por el éxito de los Gryffindors, los demás saltaron al prado con cautela. Hagrid desató uno por uno los hipogrifos y, al cabo de poco rato, los alumnos hacían timoratas reverencias por todo el prado. Neville retrocedió corriendo en varias ocasiones porque su hipogrifo no parecía querer doblar las rodillas. Ron y Hermione practicaban con el de color castaño, mientras Méreope y Harry observaban, este último jugando con los dedos de su mejor amiga.

Malfoy, Crabbe y Goyle habían escogido a Buckbeak. Había inclinado la cabeza ante Malfoy, que le daba palmaditas en el pico con expresión desdeñosa.

—Esto es muy fácil —dijo Malfoy, arrastrando las sílabas y con voz lo bastante alta para que Méreope y Harry lo oyeran—. Tenía que ser fácil, si Potter fue capaz... ¿No eres peligroso, cierto? —le dijo al hipogrifo—. ¿Lo eres, bestia asquerosa? 

Méreope se tenso: le preocupada el pobre animal. Se separo un poco de Harry e iba a acercarse, pero el de cabellos azabaches se lo impidió.

—Puede ser peligroso, Issa —murmuro Harry.

Méreope no se quedo quieta y en paz, por lo que grito:

—¡Malfoy, no te acerques demasiado sin...!

Sucedió en un destello de garras de acero. Malfoy emitió un grito agudísimo y un instante después Hagrid se esforzaba por volver a ponerle el collar a Buckbeak, que quería alcanzar a un Malfoy que yacía encogido en la hierba y con sangre en la ropa.

—¡Me golpeo! —gritó Malfoy, mientras cundía el pánico—. ¡Me golpeo, moriré!

—No te estás muriendo —le dijo Hagrid, que se había puesto muy pálido—. Que alguien me ayude, tengo que sacarlo de aquí...

Hermione se apresuró a abrir la puerta de la cerca mientras Hagrid levantaba con facilidad a Malfoy. Mientras desfilaban, Méreope vio que en el brazo de Malfoy había una herida larga y profunda; la sangre salpicaba la hierba y Hagrid corría con él por la pendiente, hacia el castillo. 

Los demás alumnos los seguían temblorosos y más despacio. Todos los de Slytherin echaban la culpa a Hagrid.

—¡Deberían despedirlo inmediatamente! —exclamó Pansy Parkinson, con lágrimas en los ojos.

—¡La culpa fue de Malfoy también, Parkinson! —defendió Méreope tras separarse de Harry, esta vez acercándose a la pelinegra.

Crabbe y Goyle flexionaron los músculos amenazadoramente hacia la chica de cabellos pelirrojos.

—¿Van a golpearme? ¿Van a golpear a una mujer, par de idiotas? —grito la pelirroja, dejando relucir sus ojos de color anaranjado brillante, asustándolos.

Subieron los escalones de piedra hasta el desierto vestíbulo.

—¡Voy a ver si se encuentra bien! —dijo Parkinson.

Méreope rodó los ojos.

Y la vieron subir corriendo por la escalera de mármol. Los de Slytherin se alejaron hacia su sala común subterránea, sin dejar de murmurar contra Hagrid; Harry, Ron, Méreope y Hermione continuaron subiendo escaleras hasta la torre de Gryffindor.

—¿Creen que se pondrá bien? —dijo Hermione asustada.

—Por supuesto que sí. La señora Pomfrey puede curar heridas en menos de un segundo —dijo Harry.

—Es lamentable que esto haya pasado en la primera clase de Hagrid, ¿no les parece? —comentó Méreope preocupada—. Es muy típico de Malfoy eso de complicar las cosas... 

Fueron de los primeros en llegar al Gran Comedor para la cena. Esperaban encontrar allí a Hagrid, pero no estaba.

—No lo habrán despedido, ¿verdad? —preguntó Hermione con preocupación, sin probar su pastel de filete y riñones. 

—Más vale que no —le respondió Ron, que tampoco probaba bocado.

Méreope observaba la mesa de Slytherin. Un grupo numeroso, en el que figuraban Crabbe y Goyle, estaba sumido en una conversación secreta. Méreope estaba seguro de que preparaban su propia versión del percance sufrido por Malfoy.

Mientras que, a unos metros de aquel grupo, estaba cierto trío de Slytherins que reían imitando la escena del chico rubio cayendo al suelo.

—Bueno, no puedes decir que el primer día de clase no haya sido interesante —dijo Ron con tristeza.

Tras la cena subieron a la sala común de Gryffindor, que estaba llena de gente, y trataron de hacer los deberes que les había mandado la profesora McGonagall, pero se interrumpían cada tanto para mirar por la ventana de la torre.

—Hay luz en la ventana de Hagrid —dijo Harry de repente. 

Ron miró el reloj.

—Si nos diéramos prisa, podríamos bajar a verlo. Todavía es temprano...

—No sé —respondió Hermione despacio. Méreope boto que miraba los miraba a Harry y a ella. 

—Tenemos permiso para pasear por los terrenos del colegio —aclaró Harry—. Sirius Black no habrá podido burlar a los dementores, ¿verdad?

Recogieron sus cosas y salieron por el agujero del cuadro, contentos de no encontrar a nadie en el camino hacia la puerta principal, porque no estaban muy seguros de que pudieran salir.

La hierba estaba todavía húmeda y parecía casi negra en aquellos momentos en que el sol se ponía.

Al llegar a la cabaña de Hagrid llamaron a lapuerta y una voz les contestó:

—Adelante, entren. 

Hagrid estaba sentado en mangas de camisa, ante la mesa de madera limpia; Fang, su perro jabalinero, tenía la cabeza en el regazo de Hagrid. Les bastó echar un vistazo para darse cuenta de que Hagrid había estado bebiendo. Delante de él tenía una jarra de peltre casi tan grande como un caldero y parecía que le costaba trabajo enfocar bien las cosas. 

—Supongo que es un récord —dijo apesadumbrado al reconocerlos—. Me imagino que soy el primer profesor que ha durado sólo un día.

—¡No te habrán despedido, Hagrid! —exclamó Méreope. 

—Todavía no —respondió Hagrid con tristeza, tomando un trago largo del contenido de la jarra—. Pero es sólo cuestión de tiempo, ¿verdad? Después de lo de Malfoy... 

—¿Cómo se encuentra Malfoy? —preguntó Ron cuando se sentaron—. No habrá sido nada serio, supongo.

—La señora Pomfrey lo ha curado lo mejor que ha podido —dijo Hagridcon abatimiento—, pero él sigue diciendo que le hace un daño terrible. Está cubierto de vendas... Gime...

—Todo es un cuento —dijo Harry—. La señora Pomfrey es capaz de curar cualquier cosa. El año pasado hizo que me volviera a crecer la mitad del esqueleto. Es propio de Malfoy sacar todo el provecho posible.

—El Consejo Escolar está informado, por supuesto —dijo Hagrid—. Piensan que empecé muy fuerte. Debería haber dejado los hipogrifos para más tarde... Tenía que haber empezado con los gusarajos o con los summat... Creía que sería un buen comienzo... Ha sido culpa mía...  

—¡Toda la culpa es de Malfoy, Hagrid! —dijo Hermione con seriedad.

—Somos testigos —dijo Méreope, acariciando a Fang—. Dijiste que los hipogrifos atacan al que los ofende. Si Draco no prestó atención, el problema es suyo. Le diremos a Dumbledore lo que de verdad sucedió. 

—Sí, Hagrid, no te preocupes te apoyaremos —confirmó Ron.

De los arrugados rabillos de los ojos de Hagrid, negros como cucarachas, se escaparon unas lagrimas. Atrajo a Ron y a Harry hacia sí y los estrechó en un abrazo tan fuerte que pudo haberles roto algún hueso.

—Creo que ya has bebido bastante, Hagrid —dijo Hermione con firmeza. tomo la jarra de la mesa y salió a vaciarla.

—Sí, puede que tengas razón —dijo Hagrid, soltando a Harry y a Ron, quese separaron de él frotándose las costillas. Hagrid se levantó de la silla y siguió a Hermione al exterior; con paso inseguro.

Oyeron una ruidosa salpicadura.

—¿Qué ha hecho? —dijo Méreope, asustado, cuando Hermione volvió a entrar con la jarra vacía. 

—Meter la cabeza en el barril de agua —dijo Hermione, guardando la jarra.

Hagrid regresó con la barba y los largos pelos chorreando, y secándose losojos.  

—Mejor así —dijo, sacudiendo la cabeza como un perro y salpicándolos atodos—. Han sido muy amables por venir a verme. Yo, la verdad...

Hagrid se paró en seco mirando a Méreope y a Harry; como si acabara de darse cuentade que estaban allí:

—¿QUÉ CREEN QUE HACEN AQUÍ? —bramó, y tan de repente quedieron un salto en el aire—. ¡NO PUEDEN SALIR DESPUÉS DE NOCHE NIÑOS! ¡Y USTEDES DOS LOS DEJAN!

Hagrid se acercó a Harry y a Méreope con paso firme, tomo del brazo a Harry y lo llevó hasta la puerta, el de cabellos azabaches tomo la mano de la pelirroja, llevándosela junto con él.

—¡Vamos! —dijo Hagrid enfadado—. Los voy a acompañar a los cuatro al colegio. ¡Y que no los vuelva a encontrar viniendo a verme a estas horas! ¡No valgo la pena!

—Si lo vales, Hagrid —la pelirroja le sonrió de lado y continuo caminando, dejando a Hagrid con una sonrisa triste en el rostro.













━━━AUTHOR'S NOTE. ¡chicuelas y chicuelos! ¡hola! ¿como están? espero que bien, muy bien.

recuerden: voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💞.

eso es todo travesuritas, soooooo



-Travesura Realizada-




Majo P.

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