005. the leacky cauldron
↯ CAPÍTULO CINCO
▬ ❝ el caldero chorreante ❞ ▬
MÉREOPE HABÍA RECIBIDO LA RESPUESTA DE SU MADRE A LA MAÑANA SIGUIENTE MIENTRAS TERMINABA DE DUCHARSE, el vociferador se había vuelto el mejor amigo de su madre en el último año –o eso ella pensó– tras ver a la blanquecina lechuza de Harry entrar a la habitación con una carta roja en su pico.
Ella sintió en aquel momento el verdadero terror.
—MÉREOPE CALISSA TONKS BLACK ¿QUIÉN TE CREES PARA DARNOS ESOS SUSTOS DE MUERTE? CREÍMOS QUE ALGO MALO TE HABÍA PASADO, NO SABES LA MALA NOCHE QUE A PASADO TU PADRE BUSCANDOTE COMO LOCO POR TODO LONDRES. ¡DALE GRACIAS A MÉRLIN QUE APARESISTE! NO VOLVERAS A SALIR DE NUEVO SOLA, TE QUEDARAS AHÍ, TE MANDARE TUS COSAS Y TE VAS A QUEDAR AHÍ ¿ENTENDISTE?
Y se destruyo.
Horas mas tarde y tal como lo dijo –grito– su madre, sus cosas llegaron junto con Hera, quien había dejado un picotazo amigable sobre la cabeza de la muchacha, dándole a entender que ella también había estado muy preocupada por su paradero desconocido.
Méreope aun no se olvidaba del tema sobre su familiar –que aun no sabía que era de ella– quien estuvo preso en Azkaban y que de pura suerte había logrado escapar de esta prisión de alta seguridad: y no olvidemos a las trece personas que mato.
Harry intentó de mantenerla junto a él en todo momento, ya que sabía que su amiga era capaz de escaparse si ella se lo propusiera, además, secretamente Andrómeda Tonks se lo pidió mediante una carta y el gustoso lo hacía.
La pelirroja había comenzando a sentir mayor curiosidad ante el tema sobre ese tal "Sirius Black", ya que cuando le mando la carta a su madre para que le diera contexto sobre por que guardárselo solamente para ellos tres cuando saben lo prudente que puede ser ella con temas que lo necesitaran, solamente mando un "hablaremos sobre eso cuando pueda verte de nuevo en persona" y no más, tampoco ella quiso presionarla: no creía que así conseguiría información más rápido.
Méreope tardo en acostumbrarse a tener simplemente la compañía de Harry, no se quejaba pues quería mucho al de cabellos azabaches, pero extrañaba a su familia bastante. No los veía durante todo su año en Hogwarts, pero sabiendo que Black seguía suelto, lo comprendía.
Harry y Méreope desayunaban por las mañanas en el Caldero Chorreante, donde disfrutaban viendo a los demás huéspedes: brujas pequeñas y graciosas que habían llegado del campo para pasar un día de compras; magos de aspecto venerable que discutían sobre el último artículo aparecido en la revista La transformación moderna; brujos de aspecto primitivo; enanitos escandalosos; y, en cierta ocasión, una bruja malvada con un pasamontañas de gruesa lana, que pidió un plato de hígado crudo.
Después del desayuno, salían al patio de atrás, sacaban la varita mágica, golpeaban el tercer ladrillo de la izquierda por encima del cubo de la basura, y se quedaban esperando hasta que se abría en la pared el arco que daba al callejón Diagon.
Ambos Gryffindor pasaban aquellos largos y soleados días explorando las tiendas y comiendo bajo sombrillas de brillantes colores en las terrazas de los cafés, donde los ocupantes de las otras mesas se enseñaban las compras que habían hecho («es un lunascopio, amigo mío, se acabó el andar con los mapas lunares, ¿te das cuenta?») o discutían sobre el caso de Sirius Black («yo no pienso dejar a ninguno de mis chicos que salga solo hasta que Sirius vuelva a Azkaban»).
Harry aprovechaba para saldar su cuenta, comprándole helados a su mejor amiga en la heladería de Florean Fortescue donde el mismísimo Florean Fortescue les ayudaba ocasionalmente a acabar sus deberes, quien, además de saber mucho sobre la quema de brujas en los tiempos medievales, daba gratis a Harry y a Méreope, cada mediahora, un helado de crema y caramelo para Harry y uno de galleta oreo con algunas gomitas en este para Méreope.
Después de llenar el monedero con galeones de oro, sickles de plata y knuts de bronce de su cámara acorazada en Gringotts, Méreope tuvo que controlarse bastante ya que aun recordaba que le faltaban cinco años mas en Hogwarts y no quería mal gastar el dinero que había en esa cámara precisamente: no deseaba aprovecharse de la ausencia de sus padres tampoco, pues a pesar de que no vivían mal ni les faltaba algo, no eran millonarios.
Finalmente había decidido comprarse una docena de gomitas de diferentes sabores y formas, algo útil y práctico, pues aquellos paquetes servirían para alimentarse en Hogwarts.
—James, ¿tu cuáles crees que se me vean mejor? ¿Estos lentes de sol, o estos aretes en forma de cadenas? —la pelirroja giro hacia donde se suponía que debía estar el azabache, encontrando el espacio vacío—. ¿Harry? ¿Jamiiiie?
Finalmente suspiro, comenzó a buscarlo por toda la tienda como loca, pero al final llego a la conclusión de que se había ido de ahí.
Se asomo por el gran ventanal que la tienda tenia, mirando por si casualidad Harry pasaba cerca de ahí. No pasó mucho esperando cuando de repente el único hijo de los Potter apareció, viendo idiotizado una escoba nueva a unos locales de ahí.
¿Saben que le desagrada?
Que la dejen sola por cualquier tontería.
—Hombre tenía que ser, solamente ven una escoba nueva y se van dejando solas a sus mejores amigas —murmuro indignada la pelirroja.
Después de pagar algunos aretes y sus lentes de sol, salió de la tienda yendo a buscar a Harry quien aun parecía quedar idiotizado por la escoba.
Observo de lejos, parecía una escoba muy buena... pero Harry ya tenia una.
Entro entre la multitud, lo tomo de la oreja y lo saco de ahí, bajo las distintas quejas y chillidos de Harry quejándose por el agarre en su oreja.
—Oye, mi oreja... ¡auch!
Méreope soltó su oreja en cuanto estuvieron lejos de la hermosa y costosa Saeta de Fuego.
—Eso te pasa por dejarme sola por una tonta escoba, Potter —farfullo la pelirroja, fulminándolo con la mirada.
—No me digas Potter, sabes que siento que estas enojada conmigo —Harry bajo la mirada, se sentía culpable pues había caído en la tentación de una escoba, en vez de cuidar de Méreope.
—No pues ahora si estoy enojada y te aguantas. Vamos, Potter —Méreope comenzó a avanzar, dejando atrás a Harry, el cual mantenía su lengua contra los adentros de su mejilla—. ¿Te vas a quedar ahí?
Harry bufo y siguió a su amiga, no quería hacerla enojar más de lo que seguramente ya estaba.
Méreope ignoro por dos días enteros a Harry, quien trataba de llamar su atención de distintas formas que se pudieran imaginar. Finalmente consiguió el perdón de la pelirroja después de que le comprara un par de gomitas en forma de rosas.
Después de su pequeña "reconciliación", Harry y Méreope comenzaron a comprar sus útiles faltantes para su año en Hogwarts ya que faltaban pocos días para abordar el Anden 9 3/4
Fueron a la botica para aprovisionarse de ingredientes para pociones, y como a Méreope la túnica del colegio le quedaba ya demasiado corta tanto por las piernas como por los brazos, visitaron la tienda de Túnicas para Cualquier Ocasión de la señora Malkin y compró otra nueva. Y lo más importante de todo: tenían que comprar los libros de texto para sus dos nuevas asignaturas: Cuidado de Criaturas Mágicas y Adivinación.
Méreope se sorprendió al mirar el escaparate de la librería. En lugar de la acostumbrada exhibición de libros de hechizos, repujados en oro y del tamaño dé losas de pavimentar había una gran jaula de hierro que contenía cien ejemplares de El monstruoso libro de los monstruos.
Por todas partes caían páginas de los ejemplares que se peleaban entre sí, mordiéndose violentamente, enzarzados en furiosos combates de lucha libre.
Méreope saco del bolsillo la lista de libros de ella y Harry, y la consultó por primera vez. El monstruoso libro de los monstruos aparecía mencionado como uno de los textos programados para la asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas.
Cuando Harry y Méreope entraron en Flourish y Blotts, el dependiente se acercó a ellos.
—¿Hogwarts? —preguntó de golpe—. ¿Vienen por los nuevos libros?
—Sí —respondió Harry—. Necesitamos...
—Quítense de en medio —dijo el dependiente con impaciencia, haciendo a Harry y a Méreope a un lado. Se puso un par de guantes muy gruesos, tomó un bastón grande, con nudos, y se dirigió a la jaula de los libros monstruosos.
—Espere —dijo Méreope con prontitud—, de ese solo va a ser uno, él ya lo tiene.
El dependiente asintió y tomo solamente uno, amarrándolo.
Desgarró el aire un estruendoso rasguido. Dos libros monstruosos acababan de atrapar a un tercero y lo estaban desgarrando.
—¡Basta ya! ¡Basta ya! —gritó el dependiente, metiendo el bastón entre los barrotes para separarlos—. ¡No pienso volver a pedirlos, nunca más! ¡Ha sido una locura! Pensé que no podía haber nada peor que cuando trajeron los doscientos ejemplares del Libro invisible de la invisibilidad. Costaron una fortuna y nunca los encontramos... Bueno, ¿en qué más puedo servirles?
El libro monstruoso se quedo quieto en el momento en el que Méreope lo acarició suavemente, este dejo ver variedad de sus dientes tratando de sonreírle.
Tanto el encargado como Harry miraron aquel acto sorprendidos, pero lograron disimularlo en el momento en el que ella volteo a verlos en cuanto sintió su mirada.
—Necesitamos dos ejemplares de; Disipar las nieblas del futuro, de Cassandra Vablatsky —dijo Méreope, consultando la lista de libros.
—Ah, van a comenzar Adivinación, ¿verdad? —dijo el dependiente quitándose los guantes y conduciendo a Harry y a Méreope a la parte trasera de la tienda, donde había una sección dedicada a la predicción del futuro. Había una pequeña mesa rebosante de volúmenes con títulos como Predecir lo impredecible, Protégete de los fallos y accidentes, Cuando el destino es adverso.
—Aquí tienen —les dijo el dependiente, que había subido unos peldaños para bajar dos gruesos libros de pasta negra—: Disipar las nieblas del futuro, una guía excelente de métodos básicos de adivinación: quiromancia, bolas de cristal, entrañas de animales...
Pero Méreope no escuchaba. Su mirada había ido a posarse en otro libro que estaba entre los que había expuestos en una pequeña mesa: Augurios de muerte: qué hacer cuando sabes que se acerca lo peor.
—Yo en tu lugar no leería eso —dijo suavemente el dependiente, al ver lo que Méreope estaba mirando—. Comenzarás a ver augurios de muerte por todos lados. Ese libro consigue asustar al lector hasta matarlo de miedo.
Pero Méreope siguió examinando la portada del libro. Mostraba un perro negro, grande como un oso, con ojos brillantes. Le resultaba extrañamente familiar...
Y Harry, al ver que su mejor amiga seguía mirando aquel libro, siguió su mirada, pudiendo ver aquella figura que quizás vieron en Privet Drive.
El dependiente puso en las manos de Harry los ejemplares de Disipar las nieblas del futuro.
—¿Algo más? —preguntó.
—Sí —dijo Méreope, algo aturdida, apartando los ojos de los del perro y consultando la lista de libros—: Necesitamos... Transformación, nivel intermedio y Libro reglamentario de hechizos, curso 3º.
Diez minutos después, ambos Gryffindors salieron de Flourish y Blotts con sus nuevos libros bajo el brazo –Harry no dejo que su mejor amiga llevara los libros por lo que él los llevo por ella en un acto de "caballerosidad" combinándose con sus momento de disculparse– y volvieron al Caldero Chorreante sin apenas darse cuenta de por dónde iban, y chocando con varias personas.
Aun no le habían dado otra habitación a Méreope, y ella tampoco la pidió a petición de Harry, quien decía que sus horas de sueño eran mejores cuando ella lo acompañaba. De alguna forma, las pocas pesadillas que Harry tenía ya no estaban desde que ambos durmieron juntos el primer día que llegaron al Caldero Chorreante.
Subieron las escaleras que llevaban a su habitación, entraron en ella y arrojaron los libros sobre la cama. Alguien la había hecho. Las ventanas estaban abiertas y el sol entraba a raudales. Méreope oía los autobuses que pasaban por la calle muggle que quedaba detrás de ellos, fuera de la vista; y el alboroto de la multitud invisible, abajo, en el callejón Diagon. Se vio reflejada en el espejo que había en el lavabo.
Méreope aun mantenía su mente ocupada, desde Sirius Black hasta lo que vieron en Flourish y Blotts: aquello último no podía ser un presagio de muerte... o eso quería creer ella.
—No puede haber sido un presagio de muerte —le dijo Harry a Méreope, adivinando sus pensamientos y poniéndose a su lado, viéndose también en el lavabo—. Estábamos algo preocupados cuando vimos aquello en el parque. Probablemente no fue más que un perro callejero.
La pelirroja inconscientemente dirigió su mano al cabello alborotado de Harry tratando de controlarlo un poco, pero no lo logro.
—Es una batalla perdida —hablo Méreope soltando una risa pequeña tras ver que Harry asentía de acuerdo con ella—. Algún día se controlara, tengo fe.
Dejo un beso en la mejilla de Harry y fue hacia su baúl, sacando su patineta.
Harry, sonrojado, toco inconscientemente su mejilla mientras trataba de disimular la sonrisa que se le había comenzado a formar.
—¿A dónde vas? —cuestiono Harry, viendo como la chica que le provoco una sonrisa idiota comenzaba a salir—. ¿Te recuerdo lo que Fudge dijo?
—No seas un mejor amigo sobreprotector, James —respondió divertida Méreope—. Ire por un poco de chocolate, vuelvo en un momento.
La pelirroja salió del cuarto y Harry pudo soltar el aire que había contenido durante unos minutos sin saberlo, se tiro a la cama y suspiro.
¿Por que siento que la necesito mas de lo que creo cuando se va?
━━━AUTHOR'S NOTE. ¡chicuelas y chicuelos! ¡hola! ¿como están? ¿qué les pareció el capítulo? espero que les haya gustado.
harry acaba de terminar de cumplir trece años, aún está meditando lo que nuestra méreope le provoca... solo esperemos que no sea tarde cuando lo descubra al final.
Jejeje
recuerden: voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💞.
eso es todo travesuritas, soooooo
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro