001. changes, many changes
↯ CAPÍTULO UNO
▬ ❝ cambios, muchos cambios ❞ ▬
LAS VACACIONES NO ERAN TAN DISTINTAS A LAS DE LOS DOS AÑOS ANTERIORES, solamente que a estas se les agregaban la experiencia de haber sido petrificada –una no muy bonita experiencia– y los menos permisos posibles que Andromeda y Edward le otorgaban.
Tampoco tenía muchas oportunidades de divertirse –lo que provocó variedad de peleas entre ella y sus padres– y él molestar a su hermana ya tampoco era una opción gracias a que su trabajo la mantenía mucho más cansada que el año anterior: al parecer algo extraño había ocurrido y tenía que ver con el Ministerio, pero ni su padre y ni hermana le decían algo acerca de ello.
Al igual que el año anterior, una lechuza misteriosa llegaba todos los lunes y viernes a su casa –o eso era lo que ella creía ya que aquella ave llegaba a cierta hora ese par de días con exactitud–. Sus padres lucían aún más paranoicos con ello, pero sin siquiera saber el porqué, trataba de comprenderlos.
Al ella mirarse en un espejo, se dio cuenta que su cuerpo y rostro habían comenzado a tener cambios, no tan exagerados, pero a fin de cuentas se consideraban cambios, al menos físicos ya que ella seguía sintiéndose como la Méreope de siempre.
—¿Ocupada? —Andrómeda estaba recargada en el marco de la puerta, con una pequeña sonrisa en los labios.
—No... la verdad no tengo mucho que hacer —apago las llamas en su mano y se sentó sobre la cama, con sus piernas cruzadas como si fuera un indio.
Andrómeda se adentró a la habitación, sintiéndose culpable en el interior, pero sabiendo que era por su bien.
—Cielo, sabes que esto es importante y solo... —Méreope la interrumpió.
—Se que está sucediendo algo fuera de las manos del ministerio, ma' —suspiro y se levantó de la cama—. Solo quiero saber que es.
—Te lo diría, pero...
—Lo sé, lo sé —rodó los ojos—. Es difícil que una muchachita de trece años lo sepa.
—Justo eso.
Méreope se paró frente a su madre y resopló—. ¿Cuándo voy a poder salir? Digo, llevo mis vacaciones dentro de la nueva casa solamente acomodando mis cosas, y bueno, el parque de skate es entretenido pero esto ya es sofocante mamá, me siento como un león enjaulado, aunque espero y ellos se sientan mucho mejor que yo.
Andrómeda sonrió emocionada, quizás la reciente idea que tuvo levantaría el ánimo de su hija.
—Bueno... he visto que tu ropa ya no te queda cariño, y quieres salir, ¿no?
Méreope se arrepintió de haber hablado.
—¿Sabes? Creo que ya no quiero salir, no te preocupes. Ahora que lo pienso, mi habitación es muy emocionante.
Iba a sentarse de nuevo sobre su cama pero su madre se lo impidió.
—¡Dora! ¡Arréglate, iremos al centro comercial muggle!
La nueva casa estaba dentro de un muy viejo barrió muggle, bastante aburrido, común y alejado de la civilización sin magia, pero según sus padres, necesitaban un cambio.
Un súbito zumbido se escuchó, y en menos de dos segundos Dora ya se había aparecido en la habitación de la menor con una sonrisa divertida.
Se adentró al cuarto, chocando con la primera pared que encontró por accidente.
—¡De lujo! ¿Nos vamos ya?
[...]
Méreope estaba tan cansada de medirse ropa que creía que en cualquier momento se quedaría dormida dentro los vestidores.
—Mira este... se te vería muy lindo.
Una blusa blanca totalmente lisa, con un pequeño escote en el centro.
—Bueno... pues me gusta, pero... —señaló su cuerpo, exactamente el área en la que se encontraban sus pechos.
—Oh querida, acabas de... bueno, en un par de meses comenzarás a desarrollarte más, no es problema eso —Andrómeda emocionada la metió en la canasta.
Méreope sonrojada siguió a su madre por el resto de la tienda. En sus manos habían un par de pantalones, shorts y blusas lindas. La pelirroja había dicho que se pondría todo, todo menos vestidos.
Esos ni drogada con mandrágora se los pondría al menos que fuera obligada a ponerse uno.
Después de pagar el resto de ropa, Nymphadora tuvo una increíble idea.
Aros en las orejas.
—¡Oh no, claro que no haré eso! —una nerviosa Méreope luchaba contra su madre y hermana para no adentrarse al lugar.
—Oh vamos, solo atravesaran tus orejas con agujas —bromeó Dora.
La cara de Méreope palideció.
—Mira Mér... puedes ponerte los aros que quieras ¡en las orejas! —Méreope pensó la oferta de su madre, por lo que sonrió.
—Bien —acepto, viendo como su madre y hermana chillaban de felicidad—. Pero, —sus sonrisas decayeron— quiero una nueva patineta.
Su madre accedió finalmente, rendida.
Su vieja patineta perteneció primero a Nymphadora, pero esta ya estaba casi toda rota gracias al paso del tiempo y las caídas de enseñanza por parte de Méreope –y seguramente accidentes que la metamorfomaga tuvo–.
La pelirroja lo pensó un poco.
Un par de agujeros en sus orejas no se verían mal.
Horas más tarde, Méreope llevaba tres aros en cada oreja, uno era en el lóbulo de su oreja, el siguiente era en el lóbulo superior, y el último era en el hélix, en donde llevaba una pequeña cadena.
Cuando las tres chicas salieron del centro comercial la pelirroja se fijó de algo entre los arbustos. Al entrecerrar los ojos tratando de ver mejor se encontró con un perro negro, oculto entre los arbustos, gruñéndole.
Abrió los ojos de más, y al intentar verlo de nuevo, este ya no estaba: había desaparecido.
Lo asocio con su imaginación y sin mas que hacer, se monto en su nueva patineta y se fueron de ahí en dirección a su hogar.
[...]
Al llegar a casa, se encontró con una linda lechuza blanca, a la cual rápidamente reconoció como Hedwig, la lechuza de su mejor amigo, Harry Potter.
Para Méreope Tonks
Querida pelirroja de mi corazón:
¿Sabes? Es extraño extrañar a alguien como extraño a mi mejor amiga –no miento eh, no es para saldar mi deuda de gomitas contigo, lo juro–. ¿Cómo has estado? sinceramente espero que bien. Quiero pensar que no has enloquecido con el no poder salir de tu casa, y espero aún más que –conociéndote– no escapes de ahí, el que más ganas tiene de escaparse de su casa de los dos, soy yo: pero no lo hago por el permiso de Hogsmeade. Tendré que soportar por unos días a Marge, pero valdrá la pena si puedo conseguirte tus helados.
Por cierto, supongo que Ron te comentó lo que sucedió cuando llamo a casa de los Dursley, así que, por tu bien y por el bien de tus oídos, preferiría que no llamaras –aunque, sinceramente, extraño tu voz–.
También quería agradecerte por mi regalo, no era necesario que gastaras por mi, pero se te agradece.
Dudley a tratado de quitármela en cuanto vio tu letra en la parte de atrás de la sudadera, claramente la he ocultado lo mejor que he podido. Me alegra que hayas mejorado en tus dibujos. El dibujo quedó genial, tienes bastantes talentos ocultos.
¿Cómo va todo en la nueva casa? Por lo que me has contado y como la has descrito, pienso que no debe estar muy lejos de Privet Drive, así que pienso que si algún día me harto, debes estar lista para recibirme.
¡Casi lo olvido! Necesito que me enseñes a andar en patineta, la última vez que lo intente recibí un buen golpe en el brazo y no puedo olvidar las burlas de Dudley cuando puedo apostar que el rompería la patineta con tan solo subirse en ella.
Aunque sería divertido, no quiero traumarte.
Te extraña y quiere
James.
Méreope sonrió, en realidad extrañaba mucho a Harry. Al igual que a Ron y a Hermione, con los cuales a hablado durante el transcurso de las vacaciones.
Como lo había acordado con ellos tras volver de la petrificación, había estado hablando también con Theo, Blaise y Daphne. Estos dos últimos resultaron ser demasiado amables y carismáticos, por lo que no tardaron mucho en agradarle a Méreope.
Soltó un suspiro y se acostó en su cama, esperando a que su madre la llamase para la cena. Comenzó a jugar con sus poderes una vez ya aburrida de recorrer una y otra vez su recamara con la mirada.
La nueva habitación era un tanto mas pequeña que las anteriores, pero aun así no se quejaba ya que le había quedado muy linda la decoración. Esta vez había pintado la habitación de un blanco casi beige, también había decidido no ponerle base a la cama, al igual que no le había puesto cabecera a esta.
En la ventana que tenía en su habitación colocó un florero con dos girasoles pequeños y encima de su cama había puesto una tira de luces pequeña, las cuales colgaban encima de esta, dando luz durante las noches.
Arriba de sus cojines había colgado algunas fotos, tanto de ella, como de sus amigos –eso se lo agradecía a Colin, ya que él amablemente había aceptado darle algunas fotos que les había tomado al cuarteto sin ellos estar enterados–.
También había logrado comprar un pequeño librero, en el cual, ya estaban algunos libros acomodados y había dejado un pequeño espació para poner los libros faltantes de su saga favorita.
Aun lado de su cama se encontraba su armario totalmente desordenado, con su ropa esparcida por todo el suelo de su habitación junto a sus tenis. Encima de su ropero había pegado un par de discos de vinilo para darle aquel toque rustico que gritaba "Méreope" por todos lados.
No supo cuánto tiempo perdió mirando las llamas que sobresalían de su mano, pero cuando menos lo espero, su madre ya estaba gritándole para que bajara.
—¡Méreope baja a cenar! ¡DORA NO HAGAS ESO!
Méreope rodó los ojos divertida y bajo corriendo las escaleras.
Al entrar al comedor escuchó la risa de su padre, mientras que Dora hacia los gestos de Andrómeda en forma burlona por haberla teñido momentos atrás.
—Méreope, dile a tu madre y hermana que... —su padre dejó de hablar al verla—. ¿Esos son aros en tus orejas?
Méreope quitó el cabello de esa zona y sonrió asintiendo.
—Te vez rebelde, cielo —Ted le guiño un ojo—. No cabe duda que tendré que comenzar a espantar a estudiantes de Hogwarts en poco tiempo.
Méreope enrojeció completamente, mientras se sentaba en su silla.
Andrómeda y Dora rieron fuertemente ante ello.
La cena transcurrió entre risas, argumentos largos y varias miradas entre Ted y Drómeda.
La ventana sonó en diversos picotazos, haciendo que las caras divertidas de Ted y Andrómeda se desvanecieran.
—Mér, a tu habitación —soltó Ted seriamente, murmurando algún hechizo para que los sonidos de su despacho no se escucharan fuera de esta.
—Pero...
—Méreope Calissa Tonks, a tu habitación —Andrómeda tomó la carta entre sus manos y se encaminó hacia el despacho junto con Ted—. ¡Ahora!
Méreope bufo enfadada y se fue del comedor, comenzando a subir las escaleras a grandes zancadas.
Al entrar a su habitación cerró con fuerza la puerta, mientras que sentía como su cuerpo comenzaba a arder al igual que sus ojos. Comenzó a dar vueltas por su habitación, tratando de calmarse: cosa que no sucedía.
Fuego comenzó a salir de sus manos sin control alguno, mientras que sus ojos relucían en un intenso naranja brillante que la hacia sentir viva de una extraña forma.
Soltó un grito ahogado al verse en su espejo de cuerpo entero, hasta ella se daba miedo.
La ventana de su cuarto sonó como si le hubiesen dado un golpe, haciendo que, por fin, volviera a la normalidad.
Reviso su reflejo de nuevo y al ver que no había nada, abrió la ventana.
Otra lechuza totalmente negra entro.
Dejó la carta en la cama y sin más, se fue de ahí.
Méreope observo como la lechuza se perdía por el oscuro cielo hasta que de un momento a otro, ya no pudo verla. Dejó la carta sobre su mesa de noche y la miro.
Hubiera creído que era la lechuza de los Malfoy, pero se equivocó.
Esta no había dejado un picotazo en su cabeza antes de irse.
Abrió con cuidado la carta, y al verla abrió de más los ojos.
Méreope "Black"
Las mentiras caerán, y tu igual lo harás.
Besos
B.L.B
La carta fue escrita con letras de recortes, por lo que no era alguna letra que ella pudiera llegar a reconocer ya que estas podrían ser de El Profeta.
Arrojo la carta a su mano y prendió fuego a esta: no comprendió lo que querían decirle, y tampoco le dio gran importancia.
Abrumada se cambió a su pijama lo más rápido que pudo y se arropó con sus sábanas blancas, no sin antes cerrar la ventana con seguro y cerrar la cortina de esta.
Unos segundos después se quitó las sábanas de encima y se sentó sobre su cama, viendo con dirección hacia la pared. Respiro profundamente, en un intento de no perder el control, y acercó su mano hacia esta, sintiendo poco a poco como la pared sacaba de dentro suyo un libro, el libro que había caído a sus pies el día que ella y Hermione supieron lo del basilisco.
Paso la palma de su mano por la portada de este, revelando el nombre del libro.
"Hocus-Pocus"
Cerro sus ojos con fuerza y volvió a ocultar el libro en donde siempre lo dejaba desde que habían llegado a la nueva casa.
Suspiro con fuerza y fijo su vista en las cortinas que habían cubierto su ventana.
Finalmente, comenzó a repetir la canción que había escuchado durante su petrificación el año anterior. Le aterraba como aquella melodía y aquella voz en su cabeza lograba calmarla rápidamente y le transmitía una muy extraña paz.
━━━AUTHOR'S NOTE. ¡chicuelas y chicuelos! ¡bienvenidos a la tercera parte de la saga de Méreope! me da gusto que sigan aquí para esta tercera parte que –como mencione en el anterior libro– tendrá un libro extra donde nuestra pelirroja querida contará su experiencia con las "Sanderson" *guiño guiño*
la portada ya está lista, al igual que uno que otro capítulo así que solo deberán esperar a llegar a ese punto de la historia.
se que muchos entraron hoy a clases y si si, ¿que tal les fue?
recuerden: voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💕.
eso es todo travesuritas, soooooo
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
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