27
"De pronto amanece y ya no es extraño sentir el cambio..."
Desperté en la habitación de Richard. Me dolía todo: la cabeza, las piernas, los brazos. Lo peor de todo es que me encontraba sin ropa.
–¡Mierda!– Me tapé con la sabana que tenía la cama.
Miré hacia todos lados para ver si encontraba mis prendas. No tuve suerte de ver aun que sea mi bóxer.
Revolví el cajón de ropa de mi amigo y salí con una remera de los Rolling Stones y pantalones marrones. Ricardo a veces tiene un mal sentido de la moda.
–¿Qué haces con eso puesto?– El estúpido salió de la cocina.
–Me puse esto porque no pienso salir en pelotas hasta mi habitación– Caminé hacia la puerta –Ahora, me pregunto yo: ¿Porqué después de cada fiesta que voy contigo termino despertandome desnudo?–
Vi una sonrisa perbertida en su rostro –¿Será que tomas demasiado?–
–No lo creo. Esto solo me sucede cuando salgo contigo– Caí en la cuenta de que desperté DESNUDO en la habitación de Richard –No.... No sucedió...–
–No boludo, no soy puto– Nunca sentí tanto alivio. Algo así como cuando te dicen que la minita que cogiste no está embarazada.
–Ah Okey– Incomodamente salí de su habitación. Rapidamenre toqué mi pecho, No estaba colgando de mi la cadenita que Gise me regaló por mi cumpleaños. Se me heló la sangre.
Volví a la habitación de Richard, pero él no la había visto. Buscamos un buen rato y no la encontrábamos. Tuve que volver a mi habitación sin lo único que me quedaba de mi hija.
Bajé un piso. Ahí se encontraba mi cuarto. Con las piernas adoloridas todavía y sin recordar que sucedió la noche anterior entré.
Cerré la puerta y dejé la tarjeta con la que podía abrir en la mesada. ¿Cómo obtuve la tarjeta? No lo recuerdo. Mi cabeza daba vueltas por si sola.
Caí rendido en la cama. Cerré los ojos y no tuve ni en cuenta la hora. Total, ya estaba todo listo para irme en la noche.
*Narra Dante*
Nos sentamos en la cafetería del hospital. Emma no pidió nada para tomar. Yo pedí un café bien cargado. Mis ojos se cerraban por si solos y yo ya no aguantaba más el sueño. No dormir me afectó demasiado.
–Anoche no dormiste nada. ¿Verdad?–
–No– Le di un trago a la amarga bebida.
–Supongo que vas a ir a dormir ahora–
–No– Abrí los ojos y me di unas cuantas cachetadas para despabilarme –Mira, ya estoy despierto– Sonreí.
–Tienes que dormir–
–No, estoy bien. Yo aguanto–
–Por esa chica haces lo que sea ¿no?–
–Si– Él me miró preocupado. Supe que algo andaba mal –¿Qué sucede?–
Emma no me hizo caso. Apoyó su hombro en la mesa y su cara en su mano. Miraba a los costados pero, nada en concreto.
La cafetería parecía de mala muerte. Había un pequeño televisor con mala señal en la esquina. Los mosaicos que tenían las paredes estaban rasgados y a punto de caerse. Ni hablemos del olor a cigarro en el ambiente. Lo atendían una pareja de ancianos. Bastantes tranquilos, con buena cara y amables. El café valía la pena por estar allí.
–Emmanuel– Volví a decir haciendo que él saliera de sus pensamientos –¿Qué te sucede?–
–Hay algo que me inquieta desde que dijeron que Gise capás que no vuelva a despertar– Miró hacia el mantel con girasoles.
–¿Y que es lo que te inquieta?– Le di el último sorbo a la taza de café.
–No se– Comenzó a titubear –es que. ¿Valdrá la pena todo el esfuerzo que le metes al quedarte acá tantas horas?–
–Supongo que si. Es una forma de ayudarla a ella, como para que de alguna manera no se sienta sola–
–¿Y si no despierta? Si, directamente ¿Se duerme por siempre? ¿Que vas a hacer?–
–Mmm– Me tomó por sorpresa –Eso no lo había pensado. Es que, tengo fe en que ella despertará. Cualquier persona pensaría en seguir con su vida, pero, desde que la conocí jamás nos separamos. Siempre fuimos amigos desde pequeños. Nuestros padres no eran de verse mucho pero nosotros si. Creo que...– Callé mis palabras.
–¿Crees que, Dante?–
–Creo que ella es mi vida, y, si ella muere, yo también–
Emmanuel abrió sus ojos como platos. Me miró como si hubiera cometido el crimen más grande del mundo. Y si, así era, cometí el crimen de amar.
Creo que mi vida continua a base de que se que el corazón de Gise sigue funcionando. Está claro, si ella muere, yo también.
–No cometas un error, Dante– Emma se levantó, tomó su chaqueta y se fue. Supongo que lo asusté con lo que le dije.
Hoy no llegó nadie a ver a Gise. Claro, es sábado. No hay forma de que vengan a verla. Prefiero que sea así, mientras no hay nadie, yo hablo con ella. Le cuento pocas cosas que suceden afuera: sobre su madre, sobre sus hermanos y sobre su padre. Puede que no me escuche o puede que si. Tengo fe en que ella me escucha. Trato de ser lo más optimista posible.
El día pasó, yo tomé unas cuantas tazas de café que me traían desde la cafetería.
Me hice amigo de los ancianos del lugar. Ellos sabían que mi novia estaba internada y como la cafetería está justo en la puerta de entrada del hospital me veían cada vez que entraba o salia del establecimiento.
Los doctores hablaron conmigo, me dijeron que no me ilusionara tanto. Me contaron que hay pocos chicos de mi edad que esperan que su novia se recupere, pero la gran mayoría solo resive malas noticias. Me hicieron una pequeña charla en la que me contaron sobre que a estas alturas del coma podía suceder cualquier cosa: desde que ella despertase hasta la peor de las opciones que es que ella muera.
Mis ánimos bajaron bastante. No obstante, seguí con una sonrisa en mi rostro. Falsa, pero por lo menos no dejaba ver mi estado mental.
Ellos también me dijeron que después del horario de visita yo me podía quedar en la habitación junto a ella. Fue como un empujón a no perder la esperanza. Igualmente iba a pasar la noche en ese hospital.
*Narra Gus*
Desperté de un salto. No vi que hora era. Agarré rápidamente mi pequeño celular. 19:30 Hs maracaba el aparato. Todavía tenía una hora.
Me levanté, ya no me dolía tanto el cuerpo. Me cambié de ropa. Comí algo que encontré escondido en la heladera. No me fijé en la fecha, solo me lo mandé a la boca. Sabía rico, así que vencido no estaba.
Tomé la ropa qde Richard y se la devolví. Me despedí de él y tomé un taxi al aeropuerto. El avión salía a las diez de la noche, pero teníamos que estar una hora antes.
Los demás ya habían partido al lugar, solo que yo al quedarme dormido tuve que salir después.
–Que raro vos tarde– Anita me saludó cuando estabamos haciendo la fila para subir al avión.
–Y buenl, ya sabes como es la situación– Los dos reímos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro