Te creí el día en el que me prometiste tantas cosas, te creí cuando solo quedaban tus palabras en mi mente, en lugar de yo misma entrar en razón con todo esto. Te creí cuando me dijiste que podrías hacerme feliz, que podrías sacarme de los problemas personales que actualmente estaba viviendo. 

Te creí hasta que nunca cumpliste tus promesas.

Fue divertido mientras duró, tantas cosas que me prometiste, chico de cabello color chocolate, tantas cosas. Como besarme hasta que no estuviera consciente, ¿estabas borracho? porque según tú éramos sólo amigos.

Vamos, quería enseñarte a amar de verdad, chico, ¿por qué no me lo permitiste? ¿por qué nunca te percataste de mí entre la multitud?

Eras tan lindo, que era imposible no creerle a esos hermosos ojos, tan brillantes, tan hermosos, imposible de no mirarlos. Eras tan lindo.

Pero hasta de la persona más santa, se puede hallar un pecado.

Quisiera haber aprovechado el momento y besarte, aunque te sobresaltaras, aunque no quisieras, aunque no me hablaras más nunca. Sólo... Habría disfrutado el momento.

Me mirabas, fijamente, como esperando algo ¿querías que te besara, chico? te veías tan lindo con los ojos brillantes, ansiosos, deseosos.

Así que por fin, acorté distancias entre nosotros.

No te fuiste, aquello me sorprendió.

Pero una semana luego de ello, para ti fue sólo una necesidad. Te odié como a nadie.

Te creí cuando me necesitaste.