Quise mostrarte que yo podía hacerlo, chico de cabello color chocolate, siempre quise mostrarte que éramos el uno para el otro. Quise mostrarte tantas cosas. Tantas.

Pero siempre estuve ahí parada como un ejército, lista para recibir cualquier ataque que el mundo se dignara a lanzarme, que tú te dignaras a disparar cada bala desgarradora hacia mí. Que te dispusieras a hacerme más daño.

Estuve en cada momento, en cada dolor, sabía todo de ti. Joder, no sabes lo mucho que estaba al tanto de ti.

Podrá sonar masoquista, pero amo hasta cuando me hieres y me destrozas, porque amo todo de ti. Estoy enamorada de ti.

Quisiera hacerte saber lo mucho que te amo, lo loca que estoy por ti, las ganas que tengo de besarte, las ganas que tengo de acariciar tu sedoso cabello color chocolate, las ganas que tengo de acariciar tu suave piel con algunos lunares regados en ella, las ansias de estar contigo a cada momento y, claro, que tú también lo estés para mí.

Porque yo estoy contigo, en lo que sea, chico, lo más desagradable es que tú nunca lo estarás para mí.

Porque la eternidad con la que te puedo llegar a amar puede ser corta, si es que te olvido, cosa que dudo ¿sabías que la eternidad tiene un límite? porque todo tiene un límite.

¿Qué? ¡por favor, yo jamás dejaría de amarte, jamás te olvidaría! Eres como la primera maldita vez que me caí de una bicicleta, como la primera vez que aprendí a escribir, como la primera indomable vez que te aprendí a amar.

Porque tú, eres la primera persona que amé, jamás dejaré de hacerlo.

Eres jodidamente inolvidable.