Es horrible tratar de planear algo desde un principio, y cuando estás dispuesto a dar el primer paso, todo se estropea.

Tus piernas empiezan a temblar y sientes como todo se viene abajo, tus manos comienzan a sudar y la ansiedad toma un poco de lugar en ti.

Pero eso no es todo.

Cuando volví a mí casa la noche anterior, estuve pensando hasta dormirme en tratar de olvidar que puedo lograr algo contigo porque...

Ayer llegó ella. La besaste igual o mejor de lo que me besas a mí, la abrazaste y le dijiste que la amabas. ¿Por qué haces eso mientras también me besas a mí? ¿por qué lo haces en mi cara?

Eres un maldito descarado.

Había planeado ignorar tus acercamientos hacia mí, tratar de olvidarte para siempre porque sabía que contigo no podía llegar a nada, que estabas tan lejos como las estrellas, que eras inalcanzable para mí. Lo sabía.

Sabía que no había nada más que un pequeño lazo adictivo entre los dos. Tú querías mis labios, y yo quería los tuyos. Excepto que yo esperaba mucho más de ti.

Cuando te vi, todo mi plan se estropeó. Las mismas sensaciones comenzaron a abundarme obligándome a dejar de lado el pequeño orgullo que había logrado reconstruir en la noche, puesto que cuando llegué a tu habitación con tu desayuno, te encontrabas caminando y esta vez sin tu bata de hospital, sino con un mono de tela gruesa azul y, que a simple vista, era suave; con una playera gris.

Tu cabello estaba un poco mojado, por lo que supe que te acababas de bañar. Tu dentadura blanca me saludó con una sonrisa y, justo cuando cerré la puerta y me giré para entrar totalmente a la habitación, tus manos me atrajeron a ti tomándome de las caderas y besándome.

El revoltijo de sentimientos volvió, y la sangre no paraba de bombear como un volcán dentro de mí. El acto fue desprevenido, pero eso no evitó que borrara la imagen de que, luego de lo de ayer y a pesar de que me dolió, ahora mismo estábamos besándonos.

¿Por qué puedes destruirme y reconstruirme al mismo tiempo con sólo aparecerte frente a mí?