☄Peor
Cinco meses después de que me prometieras que contara contigo para lo que sea, cinco meses después de que estuvimos juntos como debe ser, de forma real y no imaginaria. Ese día en el que prometiste que, quizás, todo lo de nosotros podía llegar a ser un punto verdadero.
Una semana después, actuabamos como novios y te pregunté "¿qué somos?" Y tú respondiste que no lo sabías, que estabas comenzando a quererme demasiado y te sinceraste con cada una de tus palabras jurando lo mucho que estabas comenzando a apreciarme, lo mucho que me necesitabas en tu vida y... finalmente nos volvimos la adicción del otro.
Pero un maldito veinte de julio, dos meses y medio después, tu respiración comenzó a fallar cuando estuviste solo en los vestidores de la escuela, nadie se dio cuenta, todos estaban en los pasillos externos, incluyéndome, excepto que yo estaba en clases de trigonometría.
Nadie te vio caer al suelo con falta de oxígeno, hasta que, diez minutos después te busqué alterada, creí que te habías saltado la clase porque algunas veces lo hacías, pero no fue así. Cuando di con los vestidores te encontré tumbado en el suelo, con tu rostro mucho más pálido al igual que tus labios.
Por suerte, cuando te llevé al hospital central de la ciudad, lograron salvarte. Tu pulso casi te dejaba, pero lograron recuperarte, la inflamación e infección en tus pulmones subía cada semana y eso me preocupaba, haciéndome llorar a solas en los baños del hospital mientras tú estabas en una habitación y te revisaban más a fondo.
No podía creer que ya te tenía y todo se estaba yendo tan rápido de mis manos como lo había obtenido, no puedo creer que te pongas tan mal, no te mereces eso.
Lo que siguieron luego de dos meses más, fueron peleas, tu malhumor crecía cada día más, pagabas todas y cada una de tus rabietas conmigo. Me tomabas de los hombros y me sacudías mientras gritabas una y otra vez "¿por qué no puedes comprenderme?", mientras yo solo lograba gritarte que eras un monstruo, que no era mi culpa que estuvieras así, que trataba de hacerte entender que debías detenerte, porque estás destruyéndote y destruyéndome a mí al mismo tiempo.
Siempre traté de hacerte entender que estaría contigo siempre, pero nunca lo aceptaste. Siempre decías que no era suficiente con que estuviese ahí, sino que te apoyara, que mi presencia no era suficiente. Eso dolía.
Te dije que estaría uno o dos meses alejada de ti, porque no soportaba que todo lo que te pasara fuera mi culpa según tú, que cada una de las cosas que te pasaban las descargabas contigo y yo siempre te pedía que tuvieras cuidado con mis sentimientos. Estabas destruyéndome.
Cada palabra era un golpe más, tu mirada me quemaba como agua hervida y tus manos apretaban tan fuerte mis brazos que podía sentir mi sangre calentarse de mil formas. Me hacías sentir vulnerable.
Así que me fui, pero no sabía que el irme sería la peor decisión de todas.
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