A veces, cuando te sientes más inútil de lo que podría sentirse una persona totalmente aficionada, es cuando tienes miedo de decepcionar a todos a tu alrededor, cuando quieres seguir y no puedes, cuando sientes que hay algo que sujeta tu tobillo y te hace caer en el acto, entonces sufres la caída, te vuelves a levantar y, claro, vuelves a caerte.

Y es por eso que en este mundo no existen personas aficionadas, sólo personas luchadoras.

Que lástima que no todos podamos obtener los mismos beneficios, que a pesar de que te esfuerzas por obtener un cumplido, una buena calificación, o un buen trato, siempre terminas cayéndote de manera estruendosa y dolorosa, provocando que no queden ganas de seguirte levantando y volver a caer como siempre. Todos nos cansamos de intentar y no obtener nada.

Y es que ¿cómo es que seguimos intentando cuando no conseguimos nada bueno a cambio?

Por eso, todos somos unos masoquistas, pero luchadores, porque a pesar de los golpes, las caídas y las derrotas, seguimos de pie en la pelea sin llegar al cien por ciento del cansancio.

Y es por eso que, cada vez que hablábamos y cerrabas nuestras conversaciones con un beso, me sentía fuerte, y tenía ganas de seguir peleando contra cualquier individuo que se abalanzara sobre mí.

Porque me hacías fuerte. Odiaba decepcionarte.

—Tus labios tienen un sabor muy adictivo, no puedo evitar besarte, me gusta besarte —susurró juntando nuestras narices, ambos con los ojos cerrados, centrados en nuestro mundo.

—No me cansaría de que lo hicieras, podrías besarme hasta cuando estés sobrio y al siguiente día no te acuerdes —sonreí ligera, colocando mi mano derecha sobre su mejilla, acariciándola con mi pulgar.

—¿Por qué estás tan loca por mí? — preguntó de repente, abriendo sus ojos y alejándose un poco de mí; sin embargo, mi mano seguía sobre su mejilla. En momentos como este temía que me sudara la palma.

No me esperaba eso.

—Hay miles de razones, ni en mi más santo juicio evitaría volverme loca por ti.

Él sonrió. —Me encanta cuando dices eso.

Sus ojos mieles trataban de descifrar algún código en mi expresión y su pequeña, pero linda sonrisa no desaparecía de su pálido rostro.

—No quiero decepcionarte, pero me gustas mucho, Shawn, aunque ya lo sabes... Yo solo quería decírtelo —jugué con mis dedos nerviosa. Él mordió su labio inferior, al parecer no se esperaba eso, y entonces los nervios volvieron.

—También me gustas —soltó luego de tres segundos, entonces una chispa eléctrica recorrió todo mi cuerpo, me sentí totalmente disparada a un mundo totalmente emocional.

Entonces supe que, a pesar de haberme caído tantas veces, pude haber llegado a no decepcionarte, al menos ahora, y espero no hacerlo nunca.