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v. pretend to hate them

PIEDAD EN TUS OJOS
acto          🩸          uno
❪  pretende odiarlos  ❫

La mañana siguiente, en el desayuno, Terry pudo oír gracias a su hija la historia completa sobre el cobarde acto que habían cometido los de Miyagi-Do al no hacerle frente a una pelea que ellos mismos habían propuesto. Reaccionó de forma prudente, manejando su disgusto. Solo felicitó a su hija por tomar la decisión correcta de regresar.

Cuando llegaron al dojo, pudieron percibir inmediatamente el odio y resentimiento hacia Miyagi-Do, hasta del mismo John Kreese. Phoenix no tuvo por qué pretender odiarlos ahora que formaba parte de Cobra Kai, a ella realmente le caían mal por sus comportamientos y formas de ser.

Se tomó la decisión de enfrentar el problema. Ambos senseis irían a visitar a los senseis del dojo enemigo junto a Phoenix, quien les había pedido ir con ellos como todos los demás. La ojiverde lo logró, porque era la hija de Terry Silver y él adoraba cuando su hija demostraba convicción y decisión.

El pequeño comité partió de Cobra Kai para tener una charla seria con Miyagi-Do. Durante el trayecto, Phoe aprovechó para investigar un poco más, al parecer a Kreese le gustaba hablar sobre lo irritante e inservible que era la competencia con sus técnicas defensivas y cobardes. Le ayudó mucho para conocer y aprender de ellos, también para rebuscar más a profundidad en el pasado.

Cuando llegaron, se encontraron con una propiedad agradable y varios autos en la entrada. No hubo mucho problema al ingresar, pues no había ninguna seguridad. Cuando lo hicieron, se encontraron con un espacio abierto encantador, área verde y muchos árboles. Se veía todo muy pintoresco.

La agradable vista de Phoenix se arruinó cuando se percató de los estudiantes, acompañados de sus dos senseis.

—Caballeros... —saludó Silver, parándose frente a ellos con seguridad—. Parece que tenemos algunas cosas que discutir.

Los dos hombres a cargo se vieron sorprendidos y ofuscados de verlos en el lugar. Había un odio claro en sus ojos que no podía confundirse, que no había nacido por una rivalidad de adolescentes, llevaba siendo arrastrado por años y años.

Los encargados de Miyagi-Do les pidieron a sus estudiantes ingresar al espacio cerrado que tenían a lado para que no presenciaran la discusión. Cuando lo hicieron, ellos pudieron enfrentar a Silver y Kreese.

—Daniel Larusso, me alegra volver a verte —aseguró Terry, sonriendo mínimamente mientras sentía a su hija detrás de él, analizando con atención.

—Sí, claro, qué mentira —respondió el mencionado, un hombre de unos 40 años de cabello oscuro, enfrentándolo con una gran furia retenida.

—Muy bien, tal vez reaccionaría igual si fuera tú —admitió Silver—. Mi comportamiento en el pasado fue, inexcusable, si pudiera volver atrás y deshacerlo todo, lo haría.

Phoenix recordó la plática con su progenitor en la que había conocido la verdad. El hombre frente a ellos era el mismo adolescente que su padre había atormentado en el pasado. Se sintió extraño para ella.

—Lo único que puedo decir ahora es, que verdaderamente lo siento. Y te aseguro, ya no soy ese hombre. He cambiado, ahora tengo una familia y cuido bien de ella.

Phoenix estaba orgullosa de que su padre diera a conocer todo eso, era parte de sanar y dejar todo atrás. Tomó su brazo, sonriéndole brevemente cuando la miró.

Pero ello se desvaneció cuando Daniel Larusso habló, guiado por la furia y no su habitual prudencia: —No sé de qué manicomio saliste, Silver...

Pero antes de que pudiera seguir, Phoenix oyó a su padre pedirle en voz baja:

—¿Hija, podrías darnos un momento? 

Fue ahí que LaRusso terminó de comprender la relación de aquella joven con los dos hombres en su propiedad, con su mayor pesadilla, Terry Silver. Lamentó el futuro de esa niña, pues las influencias que tenía alrededor no eran para nada buenas, él lo sabía muy bien.

Phoenix accedió a alejarse, notando cómo los de Miyagi-Do espiaban. Se llenó de valor y caminó hacia ellos, haciendo que retomarán la compostura y se mostrarán a la defensiva.

—Cuidado, estás en nuestro territorio. Cobra Kai no es recibido aquí —soltó una chica luego de que abrieran un poco más las puertas y ella no dudará en meterse, haciéndolos retroceder. 

—Y aún así... tienen aquí a aquellos que fueron de Cobra Kai —respondió la pelinegra, fijándose en los chicos que respaldaban a la castaña que la había enfrentado. La reconoció, era la hija de LaRusso—. Eli Moskowitz, Miguel Díaz, etc, etc.

El primero que había mencionado dio un paso más hacia al frente para explicarse, aún sin perder su altanería:

—Abrí los ojos, entendí que Cobra Kai solo te hace convertirte en tu peor versión. Deberías salir de ahí mientras puedas.

—Creo que paso. Sé dónde se encuentra mi lealtad, lo que se ve que les hace falta a ustedes —expuso Phoenix mientras inspeccionaba a todos los alumnos de Miyagi-Do—. Pero no he venido a pelear, solo quería conocerlos formalmente.

—¿Quién eres entonces? —preguntó uno de los chicos, el que había tomado el mando ayer y los había enviado a una trampa.

—Phoenix Silver, y el hombre que tantas dudas les genera, es mi padre. Terry Silver —resolvió su curiosidad, mirando de reojo a sus senseis. Se preparaban para irse—. No estamos buscando peleas, pero no se preocupen, al final todos respondemos por lo que hacemos. Su bajeza, su bromita de mal gusto, tendrá un precio —prometió, dictando el discurso que los de Cobra Kai le habían aconsejado dar. La realidad era que ella se hubiera quedado callada y algo intimidada—. Fue un placer.

Se aproximó a su padre, quien pasaba junto a ella. Ambos fueron hacia la salida. Kreese se quedó un poco más, pero para cuando llegó, Phoenix ya estaba dentro del auto y Silver esperaba afuera de la puerta del conductor. Se dirigieron unas cuentas palabras antes de subir e irse.

Varios minutos después, Los Silver y Kreese llegaron a Cobra Kai, encontrándose con los estudiantes dispersados practicando de una u otra forma.

—Escuchen. Reúnanse —pidió Terry, dirigiéndose al frente de la clase con Kreese mientras Phoenix se formaba con los demás—. Tuvimos una reunión con los senseis de Miyagi-Do. A partir de ahora, no habrá más peleas hasta el torneo.

Su anuncio causó conmoción entre los estudiantes, ninguno estaba de acuerdo luego de lo que les habían hecho.

Tory lo expresó: —Nuestros enemigos nos humillaron, ¿y tenemos que aceptarlo?

—Por supuesto que no, no demostramos piedad a nuestros enemigos —negó el sensei Kreese de inmediato, contradiciendo lo que Silver decía.

—Pero hay un momento para pelear. No desperdiciamos un golpe si no suma un punto —les recordó Terry—. Así que, si sus enemigos los molestan, o se ríen de ustedes, ¡bien! Tomen toda esa ira y guárdenla, porque en su momento la necesitarán. ¿Ha quedado claro? —cuestionó, recibiendo la respuesta de todo el dojo.

Luego de ello, la clase prosiguió y Phoenix siguió practicando sus movimientos ofensivos para hacerlos más rápidos y precisos. Luego, en sus lecciones extra, practicó con Robby la parte defensiva. Aprovecharon ese momento aparte para conversar un poco sobre la visita a Miyagi-Do y una posible venganza.

—Existen muchas maneras de lastimar a alguien, no solo físicas, las peores heridas son las emocionales... —comentó Phoenix desde su propia experiencia. Hizo que apareciera un brillo en la mirada de Robby y le dedicara una auténtica sonrisa. Tenía una idea.

Cuando concluyó la lección, salió del dojo conversando con Robby y Kenny sobre el tal Halcón y su grupo; Miguel Díaz y Sam Larusso entre ellos. Oían a Keene, pues era el que más los conocía. Pero de repente, el sonido insistente de una bocina los interrumpió.

Lo reconocieron al salir del auto y sacarse los lentes de sol mientras sonreía. Gabriel había llegado por su enamorada. Phoenix soltó un resoplido que ninguno de sus compañeros pasó por desapercibido, aún así, no pudieron decir nada al respecto y solo les quedó despedirse de ella. Robby fue el más disgustado, había visto a su madre tratar con idiotas por tanto tiempo que cada que identificaba uno, lo detestaba y lo quería lo más lejos posible.

Fue una tarde dura, Gabriel hizo que llegará tarde a su clase de ballet, pues él empezó a sacarle en cara que ya no pasaban tiempo juntos, y solo porque una noche ella había preferido respaldar a sus compañeros. En aquella charla, Silver perdió toda la valentía que había reunido, prefirió no gritarle quién era el verdadero problema, quien prefería ignorarla y pasársela viajando, solo le pidió que lo dejarán en el pasado, que esa noche estaba libre y podrían tener la cita que él ya había planeado.

Pero no fue nada grato o emocionante para ella, estuvo distraída la mayor parte, pensando en el karate, la rivalidad entre los dojos y las actitudes de cada uno, cómo la habían visto lo suficientemente débil como para tratar de fastidiarla. Pensaba en Robby, en el plan que ya iban diseñando. Y mientras, Gabriel solo ignoraba que lo ignoraban, era más fácil. Era una mierda muy rutinaria y cansada a la que ya se habían acostumbrado.

Cuando llegó otro día, los Silver compartieron el desayuno y luego se subieron al auto para partir a Cobra Kai, colocando un poco de música. Tuvieron un momento divertido en el camino, dejándose llevar por el ritmo de la música. Terminaron cantando un tema de las Spice Girls.

Al llegar, ambos tuvieron destinos algo diferentes, pero de igual forma se terminaron reuniendo en clase. El sensei Silver se hizo cargo de las lecciones ese día, dándoles un entrenamiento estricto. Para el final, practicaron las patadas.

—Hay tres cosas que hacen a un campeón —les hablaba Silver, yendo entre ellos, de un lado otro mientras los veía perfeccionar sus patadas—. ¡Las tres D! Deseo... devoción... y disciplina. No puedo darles las primeras dos. La última sí, pero deben estar dispuestos a recibirla. ¿Lo están?

—¡Sí, sensei!

—Muy bien, postura de Junbi —pidió, haciéndolos flexionar los brazos hasta la altura del pecho y luego llevarlos hacia abajo con fuerza, manteniéndose firmes—. Bien. Entiendo que quieran derrotar a sus enemigos, y lo harán cuando valga la pena, hasta entonces enfóquense en el entrenamiento. ¿Eso está claro?

Mientras la mayoría le respondió, Tory, Phoenix y Robby se miraron, siendo que estaban en la fila del frente.

—Necesito convicción —insistió Silver, notándolo.

—¡Sí, sensei! —tuvo que responder toda la clase, fuerte y claro.

Cuando el entrenamiento finalmente concluyó, su papá se alejó hacia Kreese y ella fue con los chicos, que estaban a un lado recogiendo sus cosas.

—Tu papá nos quiso trabajar duro hoy. Está en modo bestia —le expresó Kyler a Phoenix, alcánzandole su recipiente de agua, que como el de todos era rojo y tenía el logo de Cobra Kai. Se lo aceptó—. Apesta que no podamos darle a los de Miyagi-Do una paliza.

—Que no podamos pelear no significa que no podamos vengarnos —mencionó Robby, sintiendo la atenta mirada de Phoenix sobre él. Cuando le hizo frente, ella de inmediato la apartó. Fue extraño y los hizo sentir ridiculos por el hecho de que una cosa tan mínima les hiciera sentir algo raro, peculiar, en el pecho. No podían ni explicarlo.

—Hay muchas maneras de "herir" a alguien, podemos... Atacarlo emocionalmente.

—¿Emocionalmente? —repitió Tory lo dicho por Phoenix—. ¿Qué tienen en mente?

La expresión maliciosa de Robby solo se amplió, le cedió la palabra a Phoenix señalándola con su barbilla. 

—Ese chico creyó que éramos débiles, tanto como para acecharnos con solo dos niños —comentó, haciendo a Kenny recordar el mal momento, cómo había vuelto a querer huir—. Quitémosle eso, la altanería que tiene. Se siente valiente con un tatuaje y su, estúpida cresta roja. ¿Pero qué tal si, ya no la tiene más?

Todos compartieron una mirada, entendiendo, mientras Phoe y Robby estrechaban las manos con una amplia sonrisa, felicitándose por el plan que estructuraron.

Cuando todos empezaron a retirarse, Phoenix se acercó a su padre solo para que él le comentará sobre el almuerzo que tendría con Kreese, lo que no hizo mucha diferencia, pues últimamente almorzaban separados, él en casa y ella alguna merienda por el camino.

Como el chófer de los Silver ya estaba esperando en la acera, Terry pudo llevar su auto sin culpas mientras su hija continuaba sus lecciones extras con Robby.

En las lecciones, aprendió a colocar trampas en los métodos de Miyagi-Do. Cuando ellos estuvieran "encerando y puliendo" o "pintando el muro" para proteger su extremidad superior, no verían venir un ataque en la parte inferior, y viceversa.

Cuando concluyeron y Kenny se apresuró a irse debido a las tareas que tenía pendientes, Phoenix se dejó caer en el suelo con su botella de agua, quería recuperar sus fuerzas. Vio a Robby ir a acomodar sus cosas para irse, de pie un poco más lejos. No lo pensó mucho como para empezar a arrepentirse y lo invitó a acercarse.

—¿Pasa algo? —indagó, viéndola señalar con la mano el espacio a lado de ella. Quería que se sentará ahí—. Okey, entendí —accedió sin pensarlo más de dos segundos, pues también encontraría razones para no hacerlo. 

Normalmente nunca compartían un momento a solas, siempre era con los chicos o tan solo Kenny de por medio. Se sentía algo raro, pero también creían que podían acostumbrarse.

—Es muy útil aprender movimientos defensivos, y un tanto extraño —comentó Silver para que no se hundieran en un incómodo silencio, sentándose—. Mi padre prefiere lo ofensivo, siempre me enseñó a siempre atacar primero, ante cualquier indicio de peligro, con tácticas como la que utilizó contigo. 

—¿Fue una táctica? —indagó, más interesado. Ella asintió y él con una mirada, como la de los cachorritos al pedir comida o jugar, le pidió contarle.

—De seguro mi padre pronto la enseñará. Se llama "Quicksilver" —cedió, recordando la corta edad que tenía cuando oyó el nombre por primera vez—. Son tres pasos. Se enfocan en hacer que la persona no pueda luchar.

—¿De qué forma?

—Eres muy curioso —comentó con una sonrisa, haciendo que Robby se despabilará. Se disculpó, pero ella le aclaró que no iba en serio—. Sabrás que, una persona para poder pelear, debe mantenerse en pie, debe respirar y debe ver.

—El sensei me quitó la respiración con un golpe en las costillas. Fue el paso relacionado a no respirar.

—Efectivamente —respondió, dándole un sorbo más a su agua—. Pero lo resististe bien. —Phoenix no estaba segura de si su padre había dado el 100% de él, pero a su parecer, así había sido.

Como ese día no iría al ballet, si no que visitaría junto a los chicos a un viejo amigo, conversó un buen rato con Robby hasta que llegó la hora de irse. Kyler, Tory, Robby, Phoenix y unos dos chicos más irían al lugar en el que habían ubicado a Moskowitz. Un establecimiento de tatuajes.

Cuando llegaron, pudieron encontrarse con el individuo recostado boca abajo en una camilla acolchonada, con las defensas bajas y muy distraído en su celular.

—¿Rico, estás bien? —había preguntando al oír un ruido en la puerta.

—La tienda de tatuajes está cerrada por hoy.

—¡Hola! —exclamó Kyler, haciéndolo voltear hacia ellos. Fue clara su expresión de asombro y rápida su reacción—. Oh, no, ¿a dónde crees que vas?

Eli Moskowitz se había puesto de pie, dejando caer su celular por descuido, se colocó detrás de la camilla, empujándola hacia los de Cobra Kai cuando se le acercaron.

—¡Cuidado con ese celular! —dijo Phoenix al ver a uno querer pisarlo, se acercó a recogerlo mientras le dejaba a los otros encargarse de aprisionar a Halcón.

Les dio pelea, pero al final lo mantuvieron sobre la camilla, rodeando su cuello con una banda para que no tuviera más opción que quedarse quieto y así no obstruirse la respiración.

—No fue muy difícil encontrarte, idiota —le habló Kyler, mientras Phoenix y Tory se colocaban frente a él, la pelinegra muy concentrada en leer el mensaje que el de cabello, ahora morado, quería enviarle a una tal Moon:

"Se rumorea que hay un baile de graduación..."

—Imbeciles, ignoran las reglas de no pelear —les recordó el de Miyagi-Do.

—Silencio —ordenó Phoenix, haciendo que la notará y pudiera darse cuenta de lo que tenía entre las manos—. ¿Acaso querías invitar a alguien a un baile...?

—Suéltalo, no envíes nada —ordenó, aunque más bien suplicó en su situación.

—¿No te sientes indefenso? Porque ahora te ves como todo un niño asustado. ¿Debería enviarle una foto? —soltó con una frialdad que a ella misma la sorprendió demasiado, causándole un fuerte miedo que sus ojos trasmitieron—. Quizás así te acepte, por pena.

—No estamos aquí para pelear —le habló Robby, apareciendo con una navaja en la mano que aproximó hacia el cuello del chico.

Algunos pudieron creer que lo lastimaría. Pero no fue así, no hizo cortes en su piel, fueron más en su interior, dañó su confianza al cortar su cabello morado mientras todos a su alrededor le repetían que era una humillación para el karate y ahora era menos que eso, entre otras oraciones hirientes.

Phoenix solo se mantuvo a lo lejos, teniendo aún el celular en la mano. No espió, ni mucho menos, simplemente se quedó pensando en la propuesta que  Moskowitz quería hacer y luego dejó caer el celular al suelo, pisándolo con la fuerza suficiente para romper su pantalla.

—Y dime, Eli Moskowitz... ¿Ahora te atreverías a molestarnos?

Cuando llegó la noche, Phoenix tuvo que abrir la puerta con una forzada sonrisa en el rostro. Su enamorado había venido a cenar.

Fue tortuoso para ella oír toda la noche cómo su papá y Gabriel hablaban sobre negocios o inevitablemente karate. No hubo más que dos o tres participaciones de su parte. Afortunadamente tuvo un fin, su padre se retiró de la mesa comentando lo cansado que estaba, permitiéndoles un poco de privacidad. Ambos se desplazaron hacia la habitación de la pelinegra.

Gabriel le robó un corto beso cuando ingresaron, tratando de llevarla hacia el mueble o la cama. Pero ella negó con la cabeza.

—¿Qué ocurre?

—Iniciando con el hecho de que estamos en mi casa y mi padre está por aquí, nada —respondió sin gran humor. Se sentaron en el filo de la cama.

—¿Quieres, quieres contarme?

Su pregunta la tomó por sorpresa, él jamás se mostraba interesado por lo que le ocurría. Aún así, Phoenix lo aprovechó, necesitando desahogarse.

—¿Recuerdas al chico que trató de molestarnos a Kenny y a mí?

—Lo hago, ese idiota aún necesita una lección.

—Le dimos una lección —anunció, causándole una mínima sorpresa, al final no le importaba tanto como parecía—. Pero no me generó nada de satisfacción. Creí que sí, que esto me haría sentir mejor conmigo misma.

—¿Y no? ¿Por qué no? —preguntó totalmente confundido.

—No soy soy, no es mi esencia ser así.

—¿Qué le hicieron? —cuestionó, únicamente interesado por esa parte de la historia.

Phoenix asintió, recordando que hablaba con la persona más desinteresada y superficial. Le contó, haciéndole ver la forma en la que habían destruido totalmente su confianza. Gabriel lo disfrutó, pero ella no. ¿En qué se convertiría Phoenix reaccionando como él?

—Deberías estar feliz con esto —aseguró Waldorf con un brillo de malicia en los ojos que desagradó a Silver—. Qué extraña eres, Phoenix.

—Eso creo... —respondió sin saber qué más decir. Entendió que era el turno de Gabriel para ser el centro de atención, así que preguntó: —Y tú, te noté algo... Extraño esta noche.

No lo había hecho, pero de seguro Waldorf quería que dijera algo por el estilo. No importaba, cualquier pequeña oportunidad la aprovecharía para hablar sobre él.

—Hay algo importante en realidad —dijo, tomando su mano y haciendo que lo mirara.

—¿A qué te refieres?

—Papá habló conmigo, dijo que había invertido en, no lo sé, algo fenomenal y los ingresos iban mejores que nunca —le contó, haciendo que Phoe mantuviera el ceño fruncido, no entendía a dónde quería llegar—. Podré hacer otro viaje, esta vez más largo.

—¿Te irás otra vez? —preguntó sin ninguna emoción que pudiera identificarse. Ya no sabía qué le provocaba la idea.

—Nos iremos. Quiero que vengas conmigo.

—¿Qué? —soltó, habiéndola tomado totalmente por sorpresa. Era lo último que Phoenix había esperado—. ¿Yo, Gab? Tú jamás me has...

—Invitado, lo sé. Pero quiero que sea distinto. Tendremos unas vacaciones, podrás tomar aire libre. De seguro irán unos amigos y...

—¿Solo estaré en, tu espacio? —soltó entonces, empezando a comprender. Lo único que Gabriel quería era alejarla un buen tiempo para que volviera a cortar lazos y él fuera el único en su mundo—. ¿Con tus amigos? ¿Contigo a miles de kilómetros de mi hogar?

—¿Que no te gusta? Somos novios, Phoenix, deberías querer compartir un tiempo conmigo —la recriminó, haciéndola enojar. Phoenix se puso de pie y alejó hacia el otro lado de la habitación.

—¿Ahora yo soy a la que no le importa nuestra relación? —cuestionó con ironía, sintiendo cómo la furia se reunía en su interior. No era el momento de sacarla, debía manejarla, pero resultaba tan difícil—. Es un milagro que tú quieras ir de viaje conmigo, ¿y sabes qué? ¡Yo sé muy bien por qué lo haces! Quieres alejarme de mi mundo, quieres que deje a cualquier amigo que pude haber conseguido, mis pasiones ¡y solo porque eres un maldito egoísta que desea todo para el solo! ¡¿Sientes que soy tu estúpido trofeo o qué?!

—¡Háblame con respeto!

—¡Ni siquiera comprendes ese término! —respondió, viéndola caminar hacia ella autoritario. En el pasado, la podría haber intimidado sin importar cuántos ataques para defenderse podría conocer, lo habría hecho por el poder que tenía sobre ella. Pero ahora era diferente, algo estaba cambiando, además de que la adrenalina la empoderaba—. Gabriel, no actúes como si yo te importara. Sabes que preferirías estar en cualquier lado muy lejos de aquí disfrutando con tus amigos, quizás hasta con cualquier chica que se te pasará enfrente.

—¿Estás insinuando que yo te engaño? —preguntó, tomando sus brazos con fuerza—. ¡¿Cómo te atreves, perra?!

Phoenix pudo notar la ira emergiendo en los ojos de Gabriel, pero él pudo ver lo mismo en los de ella. Ya había sido suficiente. Se soltó, empujando sus brazos hacia los lados desde el interior.

—No te atrevas a volver a tocarme. Vete de mi casa.

Waldorf rio de repente como si todo le causará gracia, haciendo que Silver lo mirará como a un loco.

—Está bien. Dejaré que lo pienses, pero recuerda, Phoe, tú y yo estábamos predestinados. Siempre estaremos juntos.

—Vete, Gabriel —ordenó, causándole mucha confusión aquella faceta obsesiva y maniática del que había creído en un inicio el mejor enamorado.

Él asintió, yendo a abrir la puerta. Al estar ahí, solo se revolvió un segundo para sonreírle. Se fue luego de eso, dejándola perpleja.

Phoenix no sabía que su padre había oído todo, que veía a su novio irse mientras planeaba cómo actuar. Terry Silver solo pensaba en cómo hacer que todo el maldito mundo respetará a su hija. No le importaba el alto costo que tendría que pagar, estaba dispuesto.




































































































































































JEMIISA ©
1° versión: 26 - 02 - 23
2° versión: 23 - 07 - 24

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