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(Escuchen la canción que está en multimedia cuando vean esto y repítanla cuántas veces quieran ^^: ►)
Dos meses después.
La sonrisa que quería brotar de los labios de Alexandra era demasiado evidente, tanto que pronto dejó de intentar ocultarla y sonrió de lleno mostrando los dientes. Una expresión viva y brillante iluminó su rostro por completo, incluso cuando se tuvo que agachar y girar sobre su eje de cuclillas para evitar un golpe seguro en el rostro. Se recuperó de inmediato, lista para continuar a la vez que seis morenas esbeltas, fuertes, talentosas y fieles guerreras, luchaban en contra de la americana de cabellos castaños rojizos.
Estaba entrenando con el Dora Milaje.
El sol brillaba en lo más alto del cielo despejado, un grandioso clima caluroso. El olor del campo abierto no había hecho nada más que consolidar la sensación que Alexandra llevaba sintiendo en su interior las últimas semanas: libertad. Sin temor, sin tener que pensar en los problemas inminentes que llegarían a tocar a su puerta a mitad de la noche, sin preocupaciones.
—No recuerdo haber visto un guerrero luchar tan sonriente —habló una voz femenina a espaldas del rey de Wakanda, el cual estaba observando el entreno a unos cuantos metros.
El moreno se volteó y vio a Okoye, la General del Dora Milaje y la cabeza de las Fuerzas Armadas e Inteligencia del país africano. La morena caminó hacia él hasta posicionarse a un lado. Juntos llevaron sus miradas hacia los campos de práctica de las fuerzas especiales protectoras del reino de Wakanda.
—Su estilo ha cambiado mucho desde que empezó a trabajar contigo —comentó, viendo la manera en que la americana terminó de vencer a sus demás compañeras guerreras.
La fémina a un lado del rey hizo un suave sonido de afirmación.
—Alexandra una vez me dijo que jamás le agradó lastimar a las personas, pero que tampoco creía que tuviese otra opción.
—Tiene todas las características para llegar a ser una gran guerrera —halagó T'Challa.
—Ahora comprende que luchar puede ser más que sobrevivir; puede ser para defender y proteger.
El rey asintió de acuerdo con una amable y firme mirada.
Las siete mujeres en el campo de entrenamiento estaban exhaustas y sudando, sin embargo, se notaba la grandiosa química y energía que emanaban sus cuerpos. Estaban contentas de estar trabajando juntas, incluso con la americana entre ellas.
En medio de pequeñas charlas y unas cuantas risas que incluso salieron de los labios de la misma Alexandra, esta última alcanzó a ver al rey a un lado de su nueva mentora. Vio que T'Challa le hizo una pequeña seña para que se acercara, por lo que se despidió cortamente de sus compañeras y caminó hasta estar al frente de la Pantera Negra.
—¿Sucede algo? —preguntó con un deje de preocupación. El semblante serio del hombre no pasaba desapercibido para ella.
El pelinegro compartió una corta mirada con su mano derecha, a lo que Okoye asintió. Luego volvió a mirar los verdosos irises de la castaña rojiza.
—Barnes está despierto —anunció.
El aire se le atascó en la garganta y el corazón pareció hinchársele en el pecho. No obstante, cuando volvió a poner su atención en el monarca, no pudo evitar notar el silencio que le siguió después de aquella noticia. La emoción en su anatomía fue bajando hasta que comenzó a sentir la decepción trepar por su espalda.
—Hay una condición —concluyó por sí sola y T'Challa suspiró, dándole la razón.
—Los doctores creen que sería mejor que te mantengas alejada de él por el momento. Quieren asegurarse que el programa ha quedado totalmente eliminado de su cerebro —explicó con suavidad.
Llevaba conociéndola el tiempo suficiente como para confiar en la pequeña amistad que habían forjado. Lo menos que quería era lastimarla más de lo que ella ya se había lastimado en un principio, cuando llegó por primera vez a Wakanda con Steve Rogers. Alexandra había aterrizado enterándose de que James Barnes había decidido volver a la criogenización, porque se consideraba un peligro para el mundo mientras el programa de activación del Soldado del Invierno todavía estuviera presente en su cabeza.
El mismo programa que la castaña rojiza había usado aquella noche en el hospital la última vez que lo vio.
—Es porque fui HYDRA, ¿verdad? —inquirió con voz ahogada.
—Les preocupa que quizá cuando él te vea... interrumpa o arruine el proceso de recuperación.
La viva luz que antes había estado acompañando el rostro de la fémina estadounidense se desvaneció al terminar de escuchar las palabras del moreno. Tragó saliva y asintió, se excusó en un murmullo, después dio media vuelta para comenzar a caminar de regreso al campo, con la cabeza gacha y el corazón pesado.
De cierta manera, lo dicho por el rey tenía sentido, pero eso no evitaba que ella se sintiese mal. Había perdido su oportunidad de verlo por cobardía, porque no se sintió capaz de tener que volver a despedirse de él cuando llegó al reino por vez primera.
—¿Es por lo sucedido en Alemania? —preguntó caminando con rapidez a un lado de Steve.
Hacía menos de cinco minutos habían aterrizado y Alexandra apenas y había tenido tiempo de maravillarse por todo lo que aquel país, que se creía de bajos recursos, tenía para ofrecer al mundo. Empero en esos instantes, lo único que le interesaba era volver a verlo. Volver a ver a Bucky.
—Es porque el Soldado todavía está presente —contestó el rubio —. Podremos despedirnos de él antes de que...
Dejó de hablar al encontrarse caminando solo. Se detuvo y se volvió hacia atrás, encontrándose con una castaña rojiza quieta en su lugar, cohibida y asustada por cosas que no comprendía él. Frunció el ceño y se acercó a ella rápidamente.
—No puedo verlo —confesó con voz temblorosa.
—Él te necesita, Alex. Necesita saber que estás bien. —Al ver que la mujer negó con la cabeza y evitó su mirada, continuó hablando —. Lo está haciendo por ti también.
Alexandra pensó que por un momento se desmayaría ahí mismo. Tenía el pulso disparado y las manos sudorosas de frío y nervios. Nunca se había sentido así, mucho menos cuando creyó que moriría en Washington DC, pero ese instante no podía compararse con nada más.
—Lo hace para cortar todo lazo que lo unió a HYDRA —argumentó negando con la cabeza —. No puedo hacerle esto. No puedo verlo, no puedo.
Dicho eso, retrocedió y le dio la espalda al Capitán, quien suspiró y posó una mano en el hombro derecho de la fémina en forma de apoyo. No quería presionarla a pesar de que lo entristeciera aquella precipitada decisión, a pesar de que no todo estaba saliendo de la manera en la que él había esperado en un principio.
Incluso cuando los dos sabían que las palabras dichas por la mujer de ojos verdes no eran verdad. Porque Bucky no lo hacía para olvidarla a ella.
—¿Quieres que sepa que estás aquí? —sugirió.
Con los ojos llenos de lágrimas, la castaña rojiza lo miró directamente a los ojos. Una clara y profunda súplica silenciosa en su mirar fue todo lo que Steve necesitó para obtener su respuesta. Así que no lo hizo.
No le dijo a Bucky que Alexandra estaba en Wakanda antes de que él volviera a ser congelado.
—Su majestad —empezó a hablar Okoye una vez que la americana estuvo lejos —, sé que no es mi lugar hablar de esto, pero ¿nadie ha considerado que quizás ella sea la clave para terminar de salvar la mente del Sargento Barnes?
—Confió en el trabajo que el equipo ha hecho para ayudarlo. No puedo pelear con la ciencia por una intuición que podría ser errónea.
Tres semanas después.
Desde que T'Challa Udaku le había anunciado que Bucky estaba despierto, Alexandra no había podido evitar pensar en él, de una manera mucho más constante a la que acostumbraba. Parecía como si todo su ser supiera lo cerca que estaba de él, pero al mismo tiempo estaba demasiado lejos, detalle que solía despertarla por las noches. Se encontraba muy inquieta.
Era como si todo su ser tuviera la certeza de tenerlo, más su cabeza se encargaba de detener cualquier hilo de esperanza que se le colara en los pensamientos. Debía respetar lo que el rey y los científicos habían marcado y confiar en que eso era para bien, incluso cuando tenía una vocecita que deseaba ir en contra de lo que le habían dicho.
La misma que le dijo que no podía verlo para despedirse meses atrás. Hasta la ironía quedaba corta en esa situación.
Gracias al insomnio, Alexandra encontró una manera más amena de pasar algunas horas de la noche hasta que el cansancio fuera tanto, que no pudiera mantenerse en pie. Así que caminaba hacia un pequeño lago que quedaba lejano a la ciudad principal y que hacía parte de la Tribu Fronteriza, donde esperaba poder asentarse algún día. Desde que había llegado a Wakanda, encontró la paz que tanto deseaba; la encontraba en las personas, en la naturaleza, pero sobre todo, en la oscuridad de la noche que era acompañada por la tierna luz de la luna.
Se recogió las faldas del sencillo vestido blanco que llevaba puesto y se sentó a la orilla del cuerpo de agua. Miró el reflejo del firmamento en el lago hasta que decidió recostarse por completo sobre la hierba. Desde ahí observó el cielo y por último, cerró los ojos, soltando un suspiro descansado.
●●●
Bucky Barnes había tenido unas simples y cansadas semanas desde que lo habían despertado. La primera vez que los doctores utilizaron el código de activación, creyó que sucedería lo que más temía y toda su anatomía se tensionó por completo, una reacción automática a lo que podría llegar a ocurrir. Empero al darse cuenta que nada malo pasó, que no perdió el control de su cuerpo ni su identidad, supo que había valido la pena el esfuerzo, inclusive el sacrificio.
Lo único que lo seguía acompañando en esos momentos, era la dificultad para conciliar el sueño, y esa noche, no era diferente a las anteriores. En vez de haberse decidido a quedar observando el techo de su habitación, quiso aventurarse al exterior, recordando con renovada esperanza que ya no debía ocultarse de nadie, pues en esos momentos, era él mismo.
Cuando estuvo llegando al lago, fue en ese justo instante en que él la vio.
Se detuvo en su lugar al distinguir con tremenda facilidad la melena castaña rojiza de ella, esparcida con descuido sobre el pasto. La forma en que el brillo de la luna se reflejaba en la figura femenina que descansaba en el suelo, le hizo dar la impresión de que observaba un fantasma. Un recuerdo o una visión tal vez, algo que su subconsciente quería y, aun así, él era muy consciente de aquel deseo.
Sin poder evitarlo, su cuerpo tembló en reconocimiento y añoranza, hasta su respiración se ralentizó y fue más profunda.
Nadie le había dicho que Alexandra estaba en Wakanda.
Y él estaba aterrado.
Era un miedo irracional que recorría cada célula de su ser, pues no quería nada más que encontrar el refugio que tanto había extrañado todo ese tiempo. Desde que la abandonó en esa cama de hospital en contra de su verdadera voluntad, sobrepasada por la de ella de querer mantenerlo a salvo y no perjudicar su reencuentro consigo mismo.
Todos los días, por los últimos dos años y medio, hasta ese mismo instante, Bucky la había recordado. Había usado la imagen y memorias de esa mujer como una especie de ancla a la realidad, porque sentía en su interior que, con tal de tenerla a ella presente, una parte de él siempre estaría bien y que podría luchar contra lo que fuera.
Gracias a ella no se rindió.
Parpadeando varias veces seguidas, dio un paso hacia atrás, no queriendo interrumpir la obvia tranquilidad de la castaña rojiza. No quería que cuando ella lo viera se encontrara de esa manera: tan nervioso y asustado. Quería que lo viera como alguien nuevo, diferente y sano, pero fue descuidado. Hizo demasiado ruido y eso no pasó desapercibido por la mujer.
Alexandra abrió los ojos de repente al escuchar el sonido del pasto siendo pisado por alguien más. Se reincorporó y miró hacia su izquierda, encontrándose con la figura petrificada de James. Aguantó la respiración apenas sus miradas se encontraron y, con más cuidado del necesario, se levantó hasta quedar de pie.
El castaño oscuro ladeó un poco la cabeza, observándola con más claridad. No recordaba cuándo fue la última vez que la vio tan vulnerable, sin que tuviera su cuerpo a la defensiva, con el cabello recogido, lejos de su bello rostro y el traje táctico. No obstante, ahí estaba, con las hebras onduladas descansando en sus hombros con frescura y enmarcando su cara.
► Sintió cómo la garganta se le secó al ver el color tan vibrante de su mirada.
—Perdona, yo... yo no quería asustarte —dijo Bucky dando un paso al frente, convencido de que el corazón se le saldría por la boca en cualquier segundo que él se descuidara.
Los ojos de la fémina lo miraron atentos, como un ciervo sorprendido que se escaparía en el momento menos esperado. La respiración de Alexandra se aceleró un poco y una extraña expresión surco sus rasgos. Sin embargo, se quedó en completo silencio y quietud.
—¿Estás asustada de mí? —preguntó en un susurro, dando un paso hacia atrás nuevamente.
Los orbes de la mujer eran difíciles de leer, pero alcanzó a reconocer el distintivo brillo del miedo.
» ¿Has estado aquí todo este tiempo? —Ella asintió con lentitud —. No...háblame, por favor —suplicó con desgano.
Apenas ella escuchó esas palabras, se sintió culpable y se obligó a relajarse, pues estaba demasiado tiesa. Se dio cuenta que su silencio resultó más inquietante que colaborador.
—Perdón, es que... —Respiró hondo —. Eres tú; eres Bucky. —Fue ahí cuando sus ojos se llenaron de lágrimas —. No quiero arruinarlo.
—¿De qué hablas?
—Ellos te curaron, no quiero arruinarlo —explicó moviendo los brazos para señalar el edifico lejano —. No quiero hacerte daño —completó en un sollozo.
—Alexandra... —Bucky suspiró mientras trató de encontrar las palabras exactas para expresar, pero se detuvo cuando vio la expresión de estupefacción de la contraria.
—¿Me recuerdas? —Ahora las lágrimas que creyó poder contener se deslizaron por sus mejillas.
Sin importarle nada más en el universo, se atrevió a caminar hacia su encuentro, extendiendo su brazo derecho, empero se detuvo a media acción, avergonzándose un momento de su estado de discapacidad. Sin embargo, eso quedó en el olvido cuando la castaña rojiza cerró la distancia y lo abrazó con fuerza, enterrando su rostro en el fuerte pecho del barbado. Bucky devolvió el gesto con la misma efusividad, dándole la bienvenida a la maravillosa sensación de poder rodearla con su extremidad.
—Nunca podría olvidarte —susurró en su oído, haciéndola estremecer contra su cuerpo —. Incluso cuando era el Soldado, inundabas mis pensamientos.
—Te extrañé tanto —admitió con los labios pegados a la tela de la ropa que Bucky tenía puesta. Luego se alejó para mirar su rostro.
—Yo también —dijo pasando su mano por el cabello ajeno —. No sé cómo agradecerte por lo que hiciste por mí. Lo arriesgaste todo.
—Valió cada maldito segundo —habló con fiereza y cerró los ojos —. Lo volvería a hacer si fuera necesario, así que no tienes que agradecerme nada.
Él asintió. Entra más la observaba, más se prometía a sí mismo que pasaría el resto de su vida agradeciéndole de alguna manera.
—No sé si valgo todo lo que sacrificaste, Alexandra —insistió pegando su frente a la de ella, disfrutando de la cercanía, el corazón de ambos saltando con locura ante el tacto.
—Lo hice porque... —Suspiró temblorosamente —. Te quiero, James.
Sin poder aguantarse más, la mujer acunó el rostro masculino entre sus ágiles manos y lo miró directo a los ojos. Antes de que ella pudiera volver a hablar y completar su confesión, él le interrumpió:
—Porque te amo.
Bucky cerró los ojos y acarició la nariz de ella con la suya propia, disfrutando del calor que guardaba aquella cercanía. Un segundo después, dejándose llevar por su instinto y alma, la besó.
La besó sin prisa ni preocupaciones. La besó con firmeza y deseo. La besó con amor y nostalgia. La besó como si nada más le importara en el mundo.
Esa chispa que los llevaba acompañando tanto tiempo pareció explotar en el pecho de cada uno. Sus sentimientos tan fuertes y palpables en esos momentos, mareándolos placenteramente.
Cuando se separaron, siguieron envueltos en los brazos del otro.
—¿Ahora qué haremos? —preguntó Alexandra con suavidad.
—Supongo que ahora podremos vivir —contestó Bucky en un murmullo dedicado sólo a la castaña rojiza.
—Juntos.
—Juntos —prometió volviendo a besarla.
Alexandra había amado a James Buchanan Barnes durante lo que le parecía mucho tiempo. Lo amaba tanto que hasta eso casi la condujo a su propia muerte. No obstante, todos esos problemas antiguos, del pasado, parecían muy lejanos en esos instantes. Ya no sentía que cada momento que estaban juntos sería destruido por la posibilidad del desastre, pues ahora tenían una nueva oportunidad para conocerse y reconocerse en la compañía del otro.
Editado.
El final que Buckandra se merecía y el que todos queríamos, ¡no lo pueden negar! (Conozcan mi lado más rosa también) Así quede medio abierto xdd, la conclusión es maravillosamente obvia jajajaja
Espero de todo corazón que les haya gustado, pero no se vayan todavía (por favor), porque les espera el siguiente apartado: datos generales de mis personajes originales. Vendrá con contenido inédito hasta Endgame y un edit que sé que les encantará ^^
¡Feliz lectura!
a-andromeda
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