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"La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen,
para provecho de gentes que sí se conocen
pero que no se masacran."
—Paul Valéry.
La suave luz que se filtraba a su habitación lo único que hizo fue recordarle que, ese mismo día, tendría que luchar hasta con uñas y dientes, con tal de corregir todos sus pecados y dejar de seguir los paternos. Si alguna vez existió una verdadera oportunidad de redención para ella, lo que iba a hacer a continuación tenía que serlo, porque de no ser así, ella ya no podía asegurarse a sí misma quién era ni quién deseaba ser.
Por mucho tiempo hizo cálculos sobre las muertes de los demás. Por mucho tiempo atribuyó aquella desgracia a otros, pero su alma ya estaba gastada y algo parecía querer asegurarle que una vez eso sucedió, no era como si tuviese la oportunidad de recobrarla. Sin embargo, al final del día, a Alexandra no le importaba tanto eso. Lo había aceptado hace años.
La gran diferencia de ese día radicaba en que esa vez no pensaba dejar que personas que sí valían la pena, cayeran en tremendo hoyo negro. Ella ya había tocado fondo y, a pesar de nunca poder volver a llegar a la superficie, al menos podía empujar a todos los que lo merecían sobre ella y quizás así, algún dios sería misericordioso con su alma, así como ella lo estaba siendo con los demás.
Soltó un pesado suspiro y dejó caer su cabeza en sus manos, las cuales la recibieron con las palmas abiertas, mientras sus codos estaban apoyados sobre sus muslos. Sentada en la cama, había tenido la mirada fija en la nada, tratando de apaciguar toda clase de ideas negativas, pero aquello sólo había aumentado su dolor de cabeza. También tenía los ojos hinchados y la boca seca, junto a un estómago revuelto que se había negado a probar bocado alguno esa mañana.
Después de haber querido eliminar tanta tensión e impotencia, todavía parecía que tenía guardado mucho más. Todas esas sensaciones seguían latentes en su interior.
En cuanto su celular emitió un sonido por una alerta, soltó una maldición entre dientes y revisó lo que le había llegado.
"HYDRA se está encargando de los controles de SHIELD para el lanzamiento del Proyecto Insight. Nos reuniremos todos en el Triskelion mientras el director está en la reunión con el Consejo."
Toda su vida dedicada a ese proyecto. La principal razón por la que había sido convertida en agente, el porqué de su educación y visión moldeada erróneamente sobre el mundo y la humanidad. Había apretado tantas veces el gatillo en nombre de su padre y sus creencias, que aceptar que no se sentía orgullosa era el paso más mínimo a todo lo que había cometido.
Tragó saliva y contestó con rapidez al mensaje que Rumlow le había mandado, para luego dejar el celular devuelta sobre la colcha de la cama. Su cuerpo no parecía querer ser capaz de moverse de su sitio.
Se sentía como la primera vez que asesinó a alguien. Había sido en su primera misión de campo en la que el Soldado la había acompañado. Estranguló a Nigel Schmitz con sus propias manos a la vez que estrelló el cráneo ajeno contra el duro suelo, ignorante a la familia que el hombre tenía, ajena a todo lo que no fuera HYDRA.
Apretó los dientes y cerró los ojos con fuerza, así que viejas imágenes se reprodujeron en su mente. Recordó la manera en que la vida abandonó los ojos de su contrincante, dejando sólo un cascarón de la persona que alguna vez vivió. Había visto un millón de cosas en tan pocos segundos, que su cabeza no alcanzó a captarlas todas con consciencia. También recordó a su madre y esa noche en la terminal de buses de su ciudad, rememorando el caos y el dolor que explotaron en su interior al haber presenciado aquello tan terrible. Demasiado en un periodo de tiempo tan corto.
Se había convencido de que los muertos no querían nada ni esperaban nada de los vivos, que simplemente estaban muertos. ¿Por qué había dejado de pensar eso para pasar a sentir vergüenza y decepción hacia su persona? Algo que ni siquiera sentía que le perteneciera, pues casi podía jurar que los ojos cafés de Victoria y Amelia la seguían a todas partes, juzgando sus pasos y su vida, invadiendo su mente y carcomiendo su esperanza de alguna vez poder hacer algo bien.
Pensar en ellas dos la desgarraba.
Alexander Pierce las había traicionado a las tres. Ahora era la oportunidad de Alexandra para pagarle el favor.
Reunió invisibles fuerzas, terminó de alistar su equipo, agarró su casco y salió del apartamento para irse en su motocicleta a los cuarteles generales de SHIELD.
Al llegar, se estacionó con rapidez y se bajó del vehículo, sin importarle en apagarlo. Se sacó el casco, lo tiró sobre la moto y caminó directamente al interior del Triskelion.
Al ingresar al edificio, fue ahí cuando escuchó por primera vez las palabras del Capitán América a través de todos los parlantes de la organización.
—SHIELD no es lo que creíamos. Fue dominado por gente de HYDRA y Alexander Pierce es su líder.
Hasta ese instante, ella nunca había pensado lo que ocurriría cuando llegara a las instalaciones. Tenía que aceptar que no esperaba que Rogers fuera claro y directo con sus palabras, sin dejar lugar a dudas con lo que expresaba y revelaba ante los fieles trabajadores. Eso sólo terminó de demostrar el tipo de persona que era y lo que estaba dispuesto a hacer para defender lo que era correcto.
Incluso cuando también la había lanzado a ella a la hoguera, no pudo evitar sentirse de alguna manera aliviada. Steve Rogers había hecho algo que ella nunca fue capaz de aceptar en voz alta: Alexandra Pierce era el enemigo también.
Mientras que el rubio que comenzaba a admirar siguió hablando y confesando las verdades que nadie más quería ni esperaba escuchar, Alexandra bajó la velocidad de su caminar. Miró a su alrededor con rapidez, esperando no ser emboscada a medio trayecto y perder su oportunidad de ayudar. Ahora estaba pisando territorio hostil y todos sus sentidos se habían puesto en alerta, su instinto de supervivencia primeramente.
Después de todo, no era ninguna especie de secreto quién era su progenitor y la demás gente podía hacer sus propias suposiciones con libertad. Incluso cuando en el fondo deseó por un segundo que no fuera verdad.
—Sé que estoy pidiendo mucho. Pero el precio de la libertad es alto y siempre lo ha sido. —Hubo una pausa que le puso los pelos de punta a la agente Pierce —. Estoy dispuesto a pagar ese precio —terminó declarando con contundencia.
Alexandra alzó un poco el mentón, dejando que aquellas palabras se asentaran en su mente, dándole un brillo y significado que atesoraría por el tiempo que le quedara de vida.
—Eres admirable, Rogers... en verdad lo eres —susurró asintiendo para sí.
Ahora tenía dos trabajos que realizar: salvar a Bucky y asegurarse de que el lanzamiento de los Helicarriers fuera interrumpido.
Al principio había estado de camino hacia los últimos pisos, donde su padre estaría llevando a cabo la reunión con el Consejo Mundial de Seguridad, pero terminó desviándose. Ahora iba hacia el centro de control, desde el lugar en el que se estaría manejando el despegue de las naves.
Al llegar observó la gran pantalla de la sala, donde unas grandes y titilantes letras rojas indicaban "OVERRIDE".
Había llegado demasiado tarde y lo sabía a la perfección. Sabía cómo había sido creado el proyecto y el algoritmo, que el científico suizo de la segunda guerra mundial había usado para ello. Se había encargado de estudiarlo para así poder programar las tres tarjetas iguales que ayudarían a evitar la catástrofe, que tenían objetivos completamente distintos a los iniciales y escogidos por HYDRA. Habérselas dado a Maria Hill y a Nick Fury había sido una sabia decisión de su parte, porque en esos momentos eran cruciales.
Paseó sus ojos por el espacio, notando que estaba destruido con varias personas y agentes heridos alrededor. Iba a dar un paso al frente para ayudar a una mujer que estaba cerca suyo, pero se detuvo cuando sintió el barril de un arma tocar la parte trasera de su cabeza. Inhaló con cuidado y se quedó quieta por completo, luego miró hacia atrás de reojo. Era la agente 13 quien amenazaba con su vida en el instante menos oportuno.
Apretó la mandíbula, obligándose a no moverse ni atacar, a pesar de que su interior se lo rogaba.
► —No estoy aquí para hacer daño —dijo a la vez que alzó sus manos, mostrando que no llevaba nada en ellas, más que los guantes de su traje táctico.
—Eres HYDRA —escupió la rubia con disgusto.
—Agente Carter, esto es mucho más complicado de lo que parece —habló dando media vuelta con lentitud para así enfrentar a la fémina. Volvió a quedarse quieta al escuchar el seguro del arma ser desactivado —. Sé quién es mi padre; su sangre corre por mis venas, pero no comparto sus visiones o ideales.
Lastimosamente esas palabras no parecían afectar en los más mínimo a Sharon Carter.
—Eso no importa ya. La maldad es maldad, en diferente grado... no cambia nada.
Con un sabor amargo en la boca, Alexandra tuvo que aceptar que Carter tenía toda la razón.
Empero antes de que alguna de las dos pudiera volver a hablar, tres hombres armados ingresaron al lugar y sacaron sus armas al ver a la hija de Pierce en la línea directa de fuego. La castaña rojiza los reconoció de inmediato y, sin importarle que la agente 13 pudiera apretar de su gatillo en cualquier segundo, ella misma desenfundó su propia arma y disparó con efectividad al grupo fiel a HYDRA. Todos ellos cayeron muertos al suelo.
La fémina de ojos verdes hizo una mueca. Ese había sido un precio que decidió pagar para que le creyeran, sin saber si el resultado sería el deseado. Si no lo era, entonces sólo aumentaría el número de sus víctimas sin razón.
—Esos Helicarriers tienen un algoritmo creado por el Dr. Zola que matarán a cualquier persona alrededor del globo que represente una amenaza para HYDRA —explicó con rapidez —. Los agentes aquí confiarán más en usted que en mí, eso es seguro.
—Agente Pierce.
Pero Alexandra le interrumpió.
—Consígale al Capitán toda la ayuda aérea posible. Si no nos movemos rápido, millones de personas serán asesinadas en un muy corto lapso de tiempo.
Sharon Carter observó con ojos curiosos e inseguros a la hija del traidor, sopesando sus limitadas opciones. Podía terminar con lo que había iniciado y disparar, o podía creerle y seguir sus instrucciones, dándole pase libre a desplazarse por los cuarteles.
» Agente... —rogó Alexandra.
—¿Qué es lo que harás tú?
—Como dije antes: el Capitán necesita toda la ayuda posible.
Al ver que la rubia comenzó a bajar el arma, la agente Pierce no perdió otro segundo y, después de lanzar un asentimiento de cabeza agradecido hacia la fiel trabajadora de SHIELD, echó a correr.
Ya no tenía que bajar a los hangares subterráneos del Triskelion porque las naves ya estaban tomando altura, por lo que terminó yendo hacia el exterior por la entrada principal de vehículos. Alcanzó a ver al Capitán América y su nuevo amigo corriendo por el puente en dirección a la cubierta de los Helicarriers. Ella no perdió el tiempo y siguió sus pasos a una distancia prudente, cuidando de mantenerse oculta de los demás agentes. Necesitaba poder subirse a un aeroplano.
Se comenzaron a escuchar diferentes disparos y cuando Alexandra volvió su vista hacia el dúo, los vio envueltos en lucha. Ella se puso mucho más alerta de inmediato, buscando el espacio perfecto para entrar en acción.
Su oportunidad llegó pronto cuando un francotirador no había sido todavía reconocido por Rogers y le estaba apuntando, listo para dispararle. Tomando mayor velocidad, sacó su pistola una vez más y lo eliminó con rapidez, ganándose la atención del hombre del escudo.
Steve la observó con desconfianza. Tal vez ya le habían contado toda la verdad sobre ella, pero no podía evitar sentir que ser precavido no estaba de más. No creía conocerla.
Sin permitir que el rubio dijera alguna palabra, la fémina siguió disparando seguidamente a los agentes que reconocía como HYDRA. Era una verdadera ventaja que ella pudiera diferenciarlos y no tuviera que pelear a ciegas como le estaba tocando hacer a los dos hombres.
—Debimos esperarla —comentó Wilson descendiendo con sus alas mecánicas a un lado del Capitán —. Eso de ver si los demás me disparan primero o no, no me gustó para nada.
—No podemos bajar la guardia —discutió Steve observando a Alexandra, mientras ella se enganchó en una pelea cuerpo a cuerpo con el enemigo.
—Acaba de dar su posición peleando con los hombres de su padre. Creo que ya es bastante claro —medió con optimismo.
—Ocho minutos, Cap —escuchó que la agente Hill les habló por los comunicadores.
—Estoy en eso —respondió devuelta.
En ese momento, la castaña rojiza se acercó al dúo.
—¿Qué necesitas? —preguntó, pero al segundo desvió sus ojos hacia cualquier otro punto que no fueran los calculadores ojos de Rogers. En definitiva, eso no era algo que ella hiciera seguido.
—Tiempo —respondió, a lo que la mujer asintió al escucharlo.
La agente Pierce lanzó una mirada furtiva hacia el rostro del héroe y volvió a asentir con la cabeza para después observar su alrededor. La cubierta de la nave era todo un humero.
—Trataré de despejar su camino —propuso recargando sus armas —. ¿Tienen las tarjetas?
—Tengo dos. Sam tiene la otra. —Le entregó otro comunicador, para que ellos estuvieran en contacto.
—Está bien.
Dicho eso, se comenzó a alejar, pero el grito del Capitán la detuvo.
—¿Estás segura que puedes hacer esto?
Por primera vez en mucho tiempo, sentía que estaba luchando por algo que en verdad valía la pena. Estaba haciendo lo que siempre debió hacer con todas sus habilidades.
Tenía que admitir que era extraño y doloroso ver rostros conocidos y luchar en contra de ellos. Le aterrorizaba la idea de que su padre ya estuviera al tanto de sus movimientos y que lo más seguro es que supiera que ella era la razón por la que Nick Fury seguía con vida. No obstante, ya no tenía las mismas fuerzas para pelear a favor de su progenitor.
No quería hacerlo.
—Es lo correcto. —Sin esperar otra palabra, echó a correr, cumpliendo su plan al pie de la letra y despejó la cubierta de la primera nave con rapidez.
No haber contestado explícitamente la pregunta que Rogers le había hecho, había sido a propósito. No era porque no supiera la respuesta, sino porque la temía. Tenía miedo de su propia convicción al estar traicionando a su propia sangre.
En cuanto notó que el espacio quedó libre y seguro para ella, se encargó de comenzar a buscarlo a él. No le habían compartido información ni detalles sobre la misión del Soldado, aunque ella ya se hacía una idea tan clara como atemorizante.
—Dónde estás Bucky... —habló para sí, sus ojos moviéndose por todas partes, frenéticos.
Estaba preocupada. Sentía que no sería capaz de luchar en contra de él cuando llegara el momento. No quería lastimarlo.
—Primer Helicarrier reprogramado —escuchó al Capitán informar.
—Segundo reprogramado también —anunció Sam.
Corrió por el cemento en dirección a un quinjet, se montó con rapidez y encendió la máquina. Ya no había nada más que hacer ahí y ahora tenía que ir al siguiente.
Al aterrizar sobre la otra nave, divisó a lo lejos a Steve y a Wilson, los cuales estaban hablando entre sí, quizá formulando un plan. Al bajarse comenzó un trote en dirección a la pareja, pero se detuvo abruptamente al ver cómo el Capitán fue empujado fuera de la cubierta por el Soldado.
Volvió a emprender camino mientras que el moreno y Bucky comenzaron a luchar. Lo único de lo que se sintió capaz fue de seguir corriendo, pero no disparar. Temía herir a alguno de los dos.
—¡Maldita sea! —gruñó al verse todavía demasiado lejos.
Parecía una pesadilla, de esas en las que trataba de avanzar o huir de algo con todas sus fuerzas, y en realidad no lograba desplazarse ni un metro. El desespero estaba calando sus huesos a la vez que notó que la distancia era aterradoramente más larga de lo esperado.
Cuando el Soldado del Invierno tiró al aire al compañero de Rogers, Alexandra temió su muerte, pues el activo había destruido el aparato que ayudaba a Wilson a volar.
—¡Bucky! ¡Detente! —exclamó con desespero apenas supo que la distancia ya no sería un problema para ser escuchada.
El hombre del brazo de metal se volteó a observarla de inmediato. Alexandra notó, con el acelerado corazón hecho un puño, que él sólo se había volteado porque escuchó a alguien gritar a sus espaldas, nada más. No había reconocido el nombre, no la había reconocido a ella.
En el momento en que el Soldado se iba a volver hacia sus enemigos, la agente Pierce tomó la oportunidad para acercarse más a él. Si no la había atacado, quizás no era tan mala señal eso.
—Este no eres tú —trató de razonar, posicionándose ante él —. Podemos irnos. Tú y yo. No tienes que ser su marioneta nunca más.
Quizá estaba perdiendo el tiempo, pero confiaba y esperaba que Rogers estuviese todavía en pie, ya que tenía la gran sospecha de que el otro hombre estaba en tierra, ya fuera muerto o lastimado. El punto era que Sam ya no tenía oportunidad de volver a volar hacia los Helicarriers.
Distraer al activo era una opción que había tomado, porque no se sentía capaz de luchar en su contra.
—Podemos liberarnos e irnos juntos —insistió ladeando la cabeza, buscando que el hombre centrara su mirada en ella —. Pero tiene que ser ahora, James, porque después... será demasiado tarde.
—Mi misión —contestó el castaño oscuro frunciendo el ceño.
Alexandra asintió varias veces seguidas, sintiendo de repente la piel de gallina.
—Su misión es protegerme, Soldado —recordó.
Alzó las manos al rostro masculino, pues tenía metido entre ceja y ceja que un toque suyo ayudaba a despertar a Bucky de la pesadilla que era ser el arma de HYDRA. Había funcionado numerosas veces en el pasado y ahora no debía ser diferente. Quizás su cerebro había sido licuado hacía algunas horas, pero ella se negaba a creer que no tenía oportunidad de traerlo devuelta lo más pronto posible.
—No —dijo el hombre con dureza —. Mi misión es el Capitán Rogers.
—¡Él es tu mejor amigo!
Al escuchar las palabras de la mujer, el ojiazul avanzó rápido y lanzó un puñetazo al rostro de la agente, lo que la mandó al suelo y fuera de su camino.
—¡Él es mi misión! —gritó corriendo lejos de ella.
Alexandra sintió la sangre acumularse en su boca, acompañado de un mareo que la dejó unos segundos arrodillada en el pavimento de la cubierta. Escupió los restos al suelo y alzó la mirada para buscarlo, pero no lo encontró.
No quería creer que lo había perdido, no podía permitir rendirse en esos momentos, cuando todo estaba en la cuerda floja. Necesitaba llegar a Bucky, incluso si eso era lo último que debía hacer.
Se levantó de su sitio, limpió la comisura de sus labios con el dorso de sus guantes negros y emprendió carrera hacia la parte baja del Helicarrier, donde estaba el panel de control de la nave. Ahí debían insertar las tarjetas programadoras, la última que quedaba.
Al llegar, lo primero que vio fue al Soldado custodiando la zona con una mirada oscura y estancia amenazante. Se detuvo y sus ojos se cruzaron. La castaña rojiza no pudo hacer nada más que rogar con su mirada a que James apareciera.
Escuchó unos pasos acercándose a su posición y se volteó. Era Steve, quien se hizo a un lado de ella.
—Debes irte, Alexandra —aconsejó el Capitán.
—No me voy a ir sin él —declaró posando sus ojos verdosos devuelta en la figura del activo.
—No es él mismo. No hay nada que tú puedas hacer.
—¡Eso no es verdad! ¡Yo puedo traerlo devuelta! —contestó con frustración.
El rubio, al darse cuenta que no podría hacer nada para que la agente Pierce se retirara del lugar, posó su atención en el rostro que reconocía como el de su mejor amigo. Al parecer, tendría que luchar junto a ella, aunque su confianza flaqueara todavía. No obstante, en la guerra no había tiempo de dudas, sino de acciones y hasta ahora, Alexandra no le había dado ninguna duda ni traicionado su tensa confianza.
—Mucha gente morirá, Buck, —Comenzó el hombre del escudo con firmeza —. No puedo dejar que eso ocurra.
Pero no recibió ninguna clase de respuesta o reacción a sus palabras.
—Dame la tarjeta —sugirió la fémina en un susurro.
Steve la miró dudoso de reojo.
—No sé qué tan buena idea sea eso.
—No me va a herir —insistió, a pesar de que su pómulo izquierdo contara otra historia, gracias a su hinchazón y tono rojizo violeta.
Rogers asintió y con disimulo hizo lo que ella le pidió.
—Por favor no me obligues a hacer esto —pidió negando con la cabeza. El tono del súper soldado llevaba un tinte de desesperación.
Alexandra se lamentó mucho ese instante. Nunca quiso que esos dos amigos se tuvieran que enfrentar y que alguno de ellos tuviese que vivir con la consciencia de lo que tuvo que hacer para cumplir su meta. No era algo que una persona debía vivir, ni siquiera cuando era considerado un héroe como lo era el Capitán América. Los amigos formaban parte de la esencia de cualquier persona y ella sabía lo que ellos perderían cuando llegara el momento de pelear.
Así que, en ese latido, hizo una promesa silenciosa de luchar hasta el último segundo. Valía la pena salvar esas dos almas y así poder redimir la suya propia. Quizás al final la muerte resultaría siendo más misericordiosa después de todo.
Editado.
Esto quedó más largo de lo esperado, pero espero que haya sido entretenido y los haya tenido en la punta de la silla ^^
Ahora sí quiero saber muuuuchas especulaciones sobre lo que sucederá en el próximo capítulo, que por cierto, estará lleno de emociones, acción, sangre y muerte :o
No olviden dejar su voto y/o comentario si les gustó :)
¡Feliz y sufrida lectura!
a-andromeda
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