19
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Alexandra retomó consciencia en medio de una larga inhalación. Abrió los ojos y observó el techo blanco de la sala de recuperación en la que se encontraba sobre una camilla.
Hacía rato que no se levantaba con la sensación del pecho apretado o presionado. Las imágenes del sueño, que había invadido su mente, se fueron disipando con rapidez mientras más presente se sintió en la realidad.
Observó su cuerpo como pudo, dándose cuenta que tenía puesta una bata y notó con facilidad la venda que rodeaba su abdomen con firmeza, protegiendo la herida ya tratada. Se empezó a levantar con cuidado y se sentó sobre la superficie blanda, corriendo las delgadas sábanas que habían cubierto la parte inferior de su anatomía mientras estuvo inconsciente. Apenas posó su pie izquierdo en el frío suelo de baldosas, entró el mismo doctor que la había atendido con anterioridad.
—Creí que tardaría un poco más en despertar —comentó Dr. Kuznetzov, tomando asiento enfrente de un escritorio para organizar las carpetas que reposaban sobre éste —. Su herida comenzó a sanar sola desde el momento en que empecé a curarla. Increíble —halagó con una media sonrisa.
Parecía como si estuviera invitando a la mujer para que siguiera también la conversación.
—Todos los cuerpos humanos tienen la capacidad regenerativa —respondió con voz suave y algo rasposa. Se quedó mirando a la nada, queriendo simplificar las sospechas del señor.
—¿Segura que no quiere compartir algo? —insinuó.
En ese instante, Alexandra sintió que volvía a tener trece años. Una preadolescente con recaídas extrañas de las cuales se recuperaba con facilidad días después. Sacudió la cabeza, alejando esos recuerdos y tensó el cuerpo, a la vez que empuñó sus manos.
Se puso de pie con firmeza, yendo por sus pertenencias para cambiarse la ropa, no sin antes haber mandado una mirada de advertencia al médico. No estaba de humor para la casual charla, mucho menos con él, pues no parecía ser alguien capaz de ocultar su curiosidad y asuntos que simplemente no le incumbían.
Desde que había abierto los ojos, sentía que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para calmar su pulso y, aunque no lo dijera en voz alta, entendía que la razón era porque Bucky no estaba presente en el lugar. Aunque tampoco era como si el médico le estuviera ayudando en algo.
—¿Dónde tienen al activo? —preguntó dirigiéndose a la salida.
—Lo llevaron a la bóveda para reparar su brazo de vibranio. Esa mujer lo dejó casi inservible —contestó.
La fémina asintió y recordó el dispositivo que Romanoff había activado en el brazo izquierdo del Soldado.
Sin cruzar ninguna otra palabra, salió a los pasillos con velocidad, necesitando estar con Bucky lo más pronto posible. Se detuvo en un armario de utilería para cambiarse con rapidez y pronto volvió a estar en marcha. Sabía que, si habían llevado a James a esa parte, lo más seguro era que su padre estaría presente más temprano que tarde, por lo que no podía perder más tiempo.
Cuando ya estaba llegando a su destino, alcanzó a ver a su progenitor entrando al banco, acompañado de sus guardias y fieles seguidores. Alexandra escogió incluso trotar un poco, aguantando el dolor punzante de su herida recién curada y llegó a tiempo, para ver al Soldado lanzar al otro lado del espacio a uno de los científicos. Un segundo después, los agentes que custodiaban el lugar, apuntaron sus armas en dirección al castaño.
—¡Retírense! —ordenó la fémina interponiéndose, justo como había hecho la noche de su primer entreno con él.
Para impresión de ella, nadie la escuchó y todos continuaron en posición de ataque.
Bucky, quien seguía sentado en su lugar, su piel pintada con una ligera capa de sudor y sin camisa, pareció relajarse apenas la vio y escuchó su voz. Encontraba cierta familiaridad y tranquilidad cuando ella estaba cerca suyo. Muchos recuerdos cruzaban por la mente del hombre. Muchas imágenes y personas que al parecer habían jugado un papel importante en una vida que desconocía por el momento, pero que a la vez reconocía como propia. Alexandra era protagonista de muchas de ellas.
A pesar de todo lo anterior, su cuerpo siguió alerta, por si tenía que hacer algún otro movimiento en contra de las demás personas que los rodeaban.
En medio del silencio instalado, se escucharon numerosos pasos firmes acercándose a la estancia. Alexandra tiró sus hombros hacia atrás y alargó la espalda, evitando hacer una mueca de molestia. Ella reconocería esos pasos en cualquier otra parte. Hasta estaba segura de que si fuera sorda, sabría de todas manera quién llegaba, pues la energía y el ambiente cambiaba de inmediato.
—Señor, e-es inestable —advirtió uno de los científicos al otro lado de las rejas doradas que encerraban la bóveda —. Errático —insistió al ver que el director de HYDRA lo ignoró con libertad e ingresó.
A la primera persona que el hombre de pulcro traje vio fue a su hija de pie, bloqueando cualquier vista del Soldado. De inmediato notó la sangre seca en el traje que ella llevaba puesto, pero viéndola de pie y con fuerza, supo que no había nada de qué preocuparse. Es más, sabía que no era ni necesario.
Mientras que los demás agentes todavía tenían las armas listas para disparar, Alexander Pierce se quitó las gafas y dando una breve mirada alrededor, hizo una seña con la mano izquierda. los agentes acataron de inmediato la orden silenciosa y volvieron a sus posiciones iniciales. Caminó hasta estar a un lado de su hija, quien se quedó estática en su lugar, sin atreverse a moverse siquiera medio centímetro. El hombre canoso asintió en su dirección en forma de saludo y luego volvió a posar su atención en el hombre de mirada lejana.
—Reporte de misión.
Pero Bucky no reaccionó en absoluto. La agente Pierce se volvió un poco para poderlo ver también y se dio cuenta que la mirada que él tenía era total y completamente perdida, en una laguna de recuerdos que lo perjudicarían. Algo estaba sucediendo en la cabeza del hombre y eso le preocupaba de sobremanera, pues ahora era el peor momento para que eso pasara.
Lo acontecido en el puente había activado algo en las profundas aguas caudalosas de las memorias del Soldado, y nada parecía ser capaz de calmarlas.
Un presentimiento pesado y oscuro se instaló en el corazón de Alexandra. Algo estaba a punto de cambiar para mal, lo presentía.
—Reporte de misión, ahora —ordenó con tono hostil el director.
Sin embargo, sólo contestó el silencio.
El hombre mayor de ojos claros se acercó al Soldado y apoyó sus manos sobre sus propias rodillas, inclinándose un poco para poder tener una mejor visión del activo. Dado un momento, el dorso de su mano golpeó con fuerza la mejilla de James.
El sonido no tomó por sorpresa a nadie, no obstante, la agente se tuvo que morder la lengua para no intervenir con descaro. Sabía que si hacía algo imprudente, no podía porque no se lo perdonarían, a pesar de reconocer la impotencia escalando su espalda, haciendo hervir su sangre con creciente fastidio. Se cruzó de brazos y se volteó por completo para mirar a su padre y a Bucky.
El castaño volvió su rostro al frente con lentitud, sin agachar la cabeza, pero sí con la mirada baja. Sus ojos azules sólo mostraban confusión, como si el golpe que acababa de recibir jamás hubiera sucedido en realidad.
—El hombre en el puente... —comenzó frunciendo el ceño. Luego centró su mirada en los Pierce —. ¿Quién era?
Alexandra juró que su corazón se saltó un latido, y no de la mejor manera.
"El hombre del escudo, el que te persiguió después de la misión del director de Fury... su nombre es Steve Rogers. Él es tu mejor amigo."
Al recordar lo que le había dicho en su refugio, sintió unas repentinas ganas de trasbocar, cayendo en cuenta del terrible error que había cometido. Parecía que todo lo había hecho en nombre del desespero y las extrañas sensaciones que abarcaban su cuerpo cuando estaba a solas con él. Ahora lo único que podía hacer era mantenerse al margen, llena de arrepentimiento por su imprudencia. Creyó que eso le ayudaría, empero estuvo completamente equivocada.
—Lo conociste en otra misión esta semana —intervino la fémina con firmeza. No se permitió observarlo y eligió tener su mirada fija en la figura de su padre.
Deseó y rogó porque Bucky no siguiera haciendo las preguntas incorrectas. Quería que confiara en su respuesta vaga y pudieran salir de esa situación lo más pronto posible, sin cambios o daños.
«¡Deja de hablar, maldita sea! ¡Deja de hablar!» pensó con desespero.
Empero Bucky no se rindió.
—Nos conocíamos —concluyó llevando sus ojos confundidos al rostro de Alexandra.
La agente tomó aire con fuerza, fingiendo impaciencia. Para aportar a su imagen, torció los labios y se cruzó de brazos.
El director se alejó para tomar una silla y se sentó al frente del Soldado mientras relamía sus labios. La castaña rojiza conocía muy bien lo que su padre iba a decir a continuación, pues el canoso sabía jugar sus cartas a la hora de hablar. Después de todo, ella había estado bajo esa influencia y manipulación en primera fila durante casi toda su vida.
—Tu trabajo ha sido un obsequio para la humanidad —comenzó el director, observando con atención al activo —. Moldeaste el siglo y necesito que lo hagas una vez más.
Bucky seguía con una expresión perdida y lejana, pero también se notaba que estaba dejando que las palabras de Alexander entraran en su cabeza. Movió el cuerpo de manera sutil, casi queriendo centrar sus ojos otra vez en Alexandra, pero sentía que no podía ni debía hacerlo cuando tenía a ese hombre enfrente suyo.
» La sociedad titubea entre el orden y el caos y mañana vamos a darle un impulso. Pero —resaltó el canoso —, si no haces tu parte, yo no puedo hacer la mía. —Esperó un momento, detallando el rostro de su arma —. Y HYDRA no podrá darle al mundo la libertad que se merece.
No era la primera vez que los presentes escuchaban esas palabras.
HYDRA se había fundado bajo la creencia de que no se podía confiar a la humanidad con su propia libertad, que debía renunciar a ella voluntariamente. Eso era algo en lo que Alexandra había sido educada y entrenada durante quince años. Escucharlo una vez más, hacía que la cabeza le quisiera explotar al encontrar tantas fallas en unas cuantas frases.
¿Qué derecho o poder tenían ellos para decidir eso?
Liberta. Justicia. ¿Existían? ¿No serían ideas, o mejor dicho, ideales? ¿Algo a lo que los humanos aspiraban? Ahora ella entendía que esas eran palabras para lo que no existía, al menos no en concreto. Eran derechos de igualdad y una razón por la que luchar. Iban más allá de la grandeza y creencia de que su propia vida podrá llegar a valer más que la de miles de millones de personas alrededor mundo.
Por mucho tiempo, había luchado por algo que le habían metido en la cabeza. Ahora tenía que luchar por algo que estaba incrustado en su corazón.
Pasaron algunos segundos mientras que Bucky parecía procesar las palabras dichas por el director Pierce. Sin embargo, Alexandra, al escrudiñar las expresiones del hombre del brazo de metal, le aterró lo que encontró.
► —Pero lo conocía... —determinó con pesadumbre.
Esa fue la gota que rebozó el vaso.
Una mirada de enojo y contención se cruzó por los ojos azules del padre de la mujer, quien, de un momento a otro, se levantó de su sitio y la agarró del brazo con violencia.
—¿Señor? —No trató de soltarse, pues debía mantener la postura firme y ajena al Soldado hasta el final.
Alexander la ignoró y la haló con brusquedad consigo, hasta que el cuerpo de ella quedó totalmente al frente del de Bucky.
La acción produjo que el Soldado del Invierno se levantara de golpe, con una expresión oscura en el rostro. Los demás agentes volvieron a tomar posiciones, amenazando las acciones del activo con sus armas de fuego.
—¡No! —gruñó. Tenía ambas manos hechas puños, preparándolas para atacar cuando lo encontrara necesario.
—Si no haces tu trabajo —empezó a advertir el director, acercando a la castaña rojiza hacia su cuerpo, aprovechando para posar el barril de una pistola en la sien de ella —. La asesino enfrente tuyo.
—Esto es ridículo —escupió Alexandra zafándose del agarre. Se movió de manera que quedó encarándolo —. El Soldado cumplirá con todo sin ningún problema apenas yo le dicte las órdenes.
Dijo todo eso sin quitar sus ojos verdes de los fríos irises azules de su padre. Hasta ahí le habían llegado las palabras, pues después de haber escuchado decir eso al hombre que le dio la vida, no se sentía segura de aceptar eso como una amenaza vacía. "Perro que ladra no muerde", pero en el fondo Alexandra sabía que él sería capaz, de encontrarlo necesario, hacerlo bajo cualquier circunstancia.
Él era capaz de matarla si con eso lograría cumplir su más grande objetivo. Después de todo, algo parecido había hecho con su hermana mayor.
Así que otro pedazo pareció desprenderse de su corazón para no ser nunca más recuperado.
La traición era muy dura de reconocer y mucho más terrible de aceptar, porque no existía ninguna forma correcta ni posible de hacerlo.
En tan solo un momento, había perdido el último visaje de lealtad que algún día creyó que su papá sentía por ella. Más las acciones del canoso dictaban otra cosa. Tal vez no era la primera vez que él posaba un cuchillo en su espalda o la obligaba a apretar del gatillo, pero que en verdad no dudara en eliminarla del camino después de lo que ella había hecho toda su vida por él, le abría un hueco en sus entrañas.
Una herida al corazón de esa manera jamás sanaría.
Tenía contadas y presentes todas y cada una de las veces que Alexander Pierce la había traicionado y manipulado.
Miró detrás de sí para observar al Soldado con toda su atención puesta en ella. Le mandó una mirada seria, lo que provocó que el hombre se volviera a sentar con obediencia en su puesto. Después de todo, su cuerpo no podía evitar caer en las redes de esa mirada verdosa. Casi lo hacía inconscientemente.
Alexandra representaba un ancla en su revoltosa existencia. Además, ella era su misión sobre todo.
—No es necesario hacer nada más —abogó ella, luchando porque su voz saliera igual de firme que su estancia.
Había esperado encontrarse con otra expresión en el rostro del director, pero vio de todo, menos lo que esperaba.
—Prepárenlo —ordenó el ojiazul alejándose de ambos.
La respiración de la agente se atascó a medio camino en su garganta.
—Señor, ha pasado mucho tiempo descongelado —recordó uno de los científicos.
—Entonces borren su memoria y empiecen de nuevo —arregló con simpleza.
—¡No es necesario! Lo tengo bajo control —insistió Alexandra.
No obstante, nadie escuchó sus palabras. Ella no existía cuando su padre controlaba la habitación y el resto de la base, mucho menos cuando estaba presente.
Los encargados de las máquinas se empezaron a mover para realizar la labor, pero la castaña rojiza no se los permitió, lanzando un puñetazo al rostro de uno. Sin esperar otro segundo, fue a por un bisturí, lista para atacar al siguiente. No podía dejar que dañaran más la cabeza de Bucky.
Rumlow apareció en su camino, pero ella lo ignoró y derribo con rapidez, haciéndole un profundo corte en uno de sus antebrazos. Poco le importaba que ese hombre hubiera sido su mentor desde antes de cumplir los dieciséis años.
Alexander observó la escena con evidente desagrado, mirando a la fémina como si no fuera en realidad su hija. Él mismo se había asegurado de que fuera entrenada para no reaccionar de manera imprudente y/o innecesaria ante cualquier situación. Para él, no tenía sentido lo que estaba sucediendo y ella estaba acabando con la poca paciencia que tenía en esos momentos.
—No pierdan el tiempo —habló mirando a los demás agentes que se habían quedado quietos, viendo a la agente retarlos con la mirada —. Reténganla y sáquenla de aquí.
Al final se necesitaron cinco hombres para poder arrastrar a la fuerza a Alexandra fuera de la bóveda. Inclusive tuvieron que empujarla con brusquedad lejos de la entrada, provocando que ella tropezara con sus propios pies y cayera al suelo. Aprovecharon esa pequeña ventana de oportunidad y cerraron las rejas con seguro, dejándola afuera, sin oportunidad de volver a entrar.
El director de HYDRA ya se había ido, por lo tanto, la castaña rojiza fue la única que quedó afuera.
La agente Pierce se levantó con rapidez y se acercó al metal para golpearlo con insistencia hasta que la piel de sus nudillos se rajó y reventó.
—¡Abran las jodidas puertas! —exigió con enojo.
Luego agarró las varillas doradas que conformaban los rombos de la reja e hizo presión, buscando que cedieran bajo su fuerza. El metal sólo se dobló unos cuantos centímetros antes de que ella se detuviera por completo.
Fue ahí cuando lo escuchó; él estaba gritando.
Sintió las lágrimas llenar sus ojos y su garganta apretarse.
—Bucky...
Jamás creyó lamentar una pérdida de esa manera. Una forma era perder un ser querido por la muerte; otra forma de perderlo era que esa persona perdiera su cabeza, sus recuerdos, su esencia, su identidad. Lo sentía más profundo que cualquier otra forma de olvido posible.
Todo el tiempo creyó que cuidaría a James y que no dejaría que el Soldado tomara el control por completo todo el tiempo y, aún así, le había fallado.
Escuchó sin cesar los gritos agónicos del hombre mientras era despojado de su humanidad. Los escuchó una y otra vez hasta que sus oídos ya no fueron capaces de captar nada más que no fuera su sangre retumbando, su corazón bombeándola salvajemente.
En verdad por un momento creyó que lo lograría, que lo solucionaría todo.
Se separó de las rejas con brusquedad y se limpió la cara y las manos. Le dio la espalda al lugar y comenzó a caminar lejos de ahí, siguiendo las órdenes de su cabeza a pesar de que su corazón gritaba porque ella se quedara cerca de él.
Ya ni siquiera sabía si su padre confiaba en ella. Era obvio que Alexandra ya no lo hacía. Sin embargo, ya no se preocuparía en realizar a cabo lo que quedaba para poder salvar su plan ante todo. De todas maneras, ella ya sentía que había perdido una parte.
El tiempo no perdonaba ni tenía compasión, pero ella estaba dispuesta a luchar en su contra. En contra de todo.
Y ahora sólo le quedaba una última oportunidad de redención.
Editado.
¡Hemos llegado a mi capítulo preferido y al final de la segunda parte!
Los gifs fueron inevitables, ¿ok? Buckandra, me dueles en los más profundo de mi corazoncito.
En verdad que me ha dolido escribir este capítulo, bastante. No solo porque vuelven a manipular el cerebro de nuestro amado Bucky, sino la pérdida de relación y gran ruptura que hay entre padre e hija, lo que es el pico de relación entre ellos. Ya se venía desarrollando esa separación, pero en estos capítulos que siguen se descubrirán muchas más cosas y ustedes querrán hacer rodar cabezas jajajajaja
En los próximos capítulos habrá tanta acción y tanto drama que la emoción me ruega porque los publique ya, pero no lo haré para poderlos editar bien xddd quiero que queden per-fec-tos ahre(:
En fin, espero que les guste y sean dramáticos conmigo. No olviden dejar sus maravillosos votos y comentarios.
¡Feliz lectura!
a-andromeda
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