15
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Dejó al Capitán Rogers con el equipo STRIKE para que se dirigieran al cuartel principal de SHIELD, justo después del hecho más importante de su trabajo: la muerte de Nick Fury. Lo único que ella hizo en su momento fue montarse en su moto y hacer un camino directo hacia la base de la organización secreta. En un principio creyó que se demoraría, puesto que varias calles habían sido cerradas, gracias a los incidentes ocurridos en ese día, pero terminó llegando a su destino en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Algún daño? —preguntó la mujer castaña rojiza entrando a la estancia médica.
Las luces blancas del espacio le dieron la bienvenida, junto con el típico olor a laboratorio. Se detuvo a un lado de la puerta que era custodiada por unos cuantos guardias, recargó su cuerpo en la pared y se cruzó de brazos. Bucky estaba sentado en una camilla. No tenía puesto su traje táctico y se encontraba sin camisa, el cuerpo un poco encorvado hacia adelante, más la mirada perdida en la nada frente a él. Apenas escuchó la voz de Alexandra, sus ojos azulinos buscaron su figura con rapidez. Casi parecía tener la expresión de un cachorro que apenas había encontrado a su madre.
La mujer creyó haber visto al castaño oscuro con la intención de levantarse, sin embargo, ella había decidido acercarse para posicionarse a un lado de él. Le fue inevitable notar que el cuerpo masculino se relajó con su cercana presencia, cosa que le agradó más de lo esperado.
—No. Sólo es un chequeo general, su cuerpo nunca ha estado tanto tiempo fuera de la criogenización —contestó el médico de ligero acento ruso, luciendo algo pensativo, a pesar de todavía no haber alzado su vista de los papeles que estaba llenando —. Ya escuché cómo lo manejó en el gimnasio hace algunos días —comentó, todavía esforzándose por parecer concentrado en su labor.
Alexandra ladeó un poco la cabeza y entrecerró los ojos, pudiendo ver a través de la fachada que el hombre estaba poniendo como show. Algo tenía planeado hacer y ella debía tomar la pronta decisión de si seguir el juego o pararlo.
—Los rumores vuelan —dijo con desinterés mientras descruzó sus brazos, totalmente atenta.
—¿Le molesta si intento algo? —curioseó el canoso, llevando sus ojos marrones hacia el rostro de la hija del director.
Fue ahí cuando la agente supo que sus sospechas eran ciertas. Así que al principio solo se limitó a alzar una ceja.
—De seguro no necesita probar nada que ya no sepa.
Algo en su interior le decía que comprendía lo que el doctor tenía pensado hacer, pues la genuina curiosidad de éste y la mirada que le estaba mandando solo le terminaba de asegurar que, lo fuera que tuviera pensado hacer, haría enojar a Bucky o al Soldado sin lugar a dudas. No estaba segura de tener la paciencia suficiente para ello en esos momentos. Le dolía la espalda y su cabeza comenzaba a palpitar.
—Por favor, insisto.
—De acuerdo.
Terminó asintiendo y el señor le indicó que se alejara del Soldado. Ella obedeció con tranquilidad y caminó devuelta hacia la salida, haciéndose cerca de los guardias, los cuales siempre se encontraban presentes y solo debían entrar en acción cuando el activo se pusiera violento y comenzara a causar problemas.
Un segundo después de que el médico hiciera una seña que resultó desconocida para la mujer de ojos verdosos, uno de los agentes la agarró con brusquedad de un brazo y la aprisionó en contra de su cuerpo, presionando un arma de fuego contra su sien.
Apenas James observó eso, se levantó de un salto de la camilla, tensionando su cuerpo por completo y las manos hechas puños. Lucía aterrado y enfurecido de ver a Alexandra bajo la amenaza de una pistola y más que listo para empezar a derrumbar la estancia, todo con tal de llegar a ella. Sin embargo, antes de que él pudiera dar una zancada al frente, la mujer de veintisiete años estrelló la parte trasera de su cabeza contra la nariz del hombre que la sostenía, ganando tiempo para arrebatarle el arma y torcer el brazo del guardia en un ángulo doloroso apenas se libró de él.
Sin ninguna palabra ni muestra de que estuviera haciendo mayor esfuerzo para obligar al contrario sostener aquella posición, se quedó callada unos segundos. Después soltó al hombre, quien dejó escapar un quejido de su boca a la vez que se agarró el brazo lastimado. Alexandra lo ignoró y tiró la pistola al suelo para patearla fuera del cuarto médico, lejos del alcance de los presentes.
—La próxima vez que me pongan una mano encima, no tendrá solamente un esguince en el brazo —amenazó volteándose a ver al doctor —. Espero que también le quede claro a usted Dr. Kuznetzov.
—Fascinante —expresó el hombre, tomándose la libertad de pasar por alto la amenaza directa de la fémina.
La agente Pierce resopló y fue a tomar la camiseta oscura del Soldado que reposaba en el espaldar de una silla y se la pasó al dueño, quien recibió la tela, con ojos protectores plantados en ella.
—Si ya ha terminado de probar estupideces, llevaré al activo a su celda.
—Todavía tengo que...
—¿Recordar su lugar? —completó por el hombre interrumpiéndolo, su tono de voz pintado en veneno —. Sin duda alguna. Un pequeño recordatorio no le vendría mal a nadie de aquí.
Ya poco le importaba lo que el Dr. Kuznetzov dijera a continuación, lo único que Alexandra quería hacer era sacar a Bucky del lugar.
Sus ojos pararon en la figura del Soldado y con un movimiento de cabeza le indicó que la siguiera fuera de la estancia médica. La agente dio media vuelta y, con una fría media sonrisa, pasó al lado del guardia que con una mano se sostenía la sangrante nariz y que también había terminado con un inservible brazo izquierdo.
—No creo que al doctor le agrade que estés ensuciando sus preciadas baldosas.
Tal vez eso había sobrado, pero su humor de perros en esos instantes sobrepasaba cualquier indicio de cortesía por su parte.
Caminaron con tranquilidad por los pasillos de la instalación, de camino al lugar que tanto odiaba Alexandra. Detestaba tener que llevar a James a un sitio como ese. Muchas veces deseaba poder simplemente sacarlo de ahí de inmediato, sin tener que ser la responsable de traerlo devuelta jamás, porque entonces ella también habría desaparecido del mapa. Pero esa no era la realidad.
Aún debía terminar con lo que había empezado.
Cuando ya estuvieron llegando, sintió la pesada respiración de atrás suyo acelerarse. Sin tener que voltearlo a ver, supo que estaba estresado y alerta, como si esperara que algo los fuera a atacar en cualquier momento, o como si todavía estuviera preocupado por ella.
Los músculos del cuerpo parecieron temblarle de una manera muy extraña, pues el único deseo que inundó su interior fue el de poder voltearse y tranquilizarlo; no hacerlo solo con palabras, sino con algo un poco más cercano y profundo, como lo podría ser una mirada directa o siquiera un mínimo roce. Alexandra sabía muy bien que habían cámaras en distintos sitios de los pasillos, por lo tanto, tenía que ser cuidadosa. El aprender a leer los labios cuando una persona hablaba era algo básico para cualquier agente y, estando en la base, la privacidad era algo inexistente.
—Estoy bien —aseguró en voz baja, aplicando la misma técnica cuando habló con Rogers —. No me han hecho daño... si eso es lo que te preocupa —completó, sintiéndose insegura al final.
No era como si ella pudiera leerle la mente y saber qué era con exactitud lo que tenía en ese estado al Soldado.
No obstante, sus palabras no parecieron tener ninguna clase de efecto tranquilizador como ella esperó.
En cuanto llegaron a la celda, Alexandra abrió la puerta y dejó que Bucky ingresara. Aún no era capaz de verlo al rostro cada vez que realizaba esa sencilla acción. No se quería permitir eso cuando ella misma tenía que encerrarlo.
Soltó un tembloroso suspiro y aseguró la puerta. Empezó a alejarse, pero unos pasos rápidos, casi desesperados, junto a una respiración igual de irregular, interrumpieron el silencio del momento.
Alzó la cabeza, justo a tiempo para ver a James. Había empezado a caminar de un lado a otro en el interior del reducido espacio en que el estaba encarcelado. Era una actitud desconocida para ella, empero logró leer entre líneas lo que le sucedía, pues con su lenguaje corporal le había dado a entender que no quería se fuera de ahí.
Que no quería que lo dejara.
—Detente... para —pidió con suavidad, acercándose a las barras, no sin antes haber echado una mirada furtiva hacia el desértico y oscurecido pasillo de atrás.
Volvió sus ojos hacia Bucky, pero éste no se detuvo.
» Está bien, está bien. Me quedaré aquí por ahora, contigo.
Dio unos pasos hasta quedar justamente en frente de él y se sentó en el suelo, apoyando su espalda contra la pared que quedó detrás de ella. Los hombros siempre tensos del ojiazul parecieron relajarse una vez más, señalando la conformidad que al parecer sintió con esa acción y con el simple hecho de poder seguir viéndola. Parecía agradecido con tener la oportunidad de vigilar que ningún peligro la rodeara.
Alexandra no pudo evitar ponerse a pensar y analizar un poco más la actitud de James. Todo lo anterior le demostraba que hasta él sabía que algo había cambiado o que estaba a punto de hacerlo.
En definitiva, era claro que ya nada sería igual que antes, mucho menos cuando había pasado tanto tiempo sin que se metieran con su cabeza, distorsionando los días y recuerdos de las personas que lo rodeaban. Sus actitudes inesperadas y desmedidas lo demostraban a la perfección. En su interior, la castaña rojiza admitía que se sentía calma cuando él parecía recordarla, a pesar de que eso solo aumentara su miedo para cuando dejara de hacerlo.
El Soldado también se sentó en el frío y duro suelo al frente de ella, dejando de verse tan inquieto como antes. Sin embargo, todavía estaba pendiente de todo movimiento que sucediera alrededor de los dos.
—¿Bucky? —lo llamó con suavidad. Tenía que intentarlo una vez más.
► Cuando no recibió respuesta mas la penetrante y neutra mirada sobre ella, el corazón se le cayó. No había estado preparada para haberle hablado a un robot en esos instantes. Le dolía notar que, a pesar de todo lo sucedido hacía minutos, no lograba ver ni siquiera un visaje de James Barnes. Decirle su nombre en incontables ocasiones no parecía ser suficiente y, lo peor de todo era que él no tenía la culpa de ello, ni de su actual desesperanza.
—Muy bien... entonces es el Soldado —determinó, sintiendo la incoherente necesidad de hablar, porque temía que sus demonios fueran demasiado bullosos, además tenía que recordar que tenía compañía.
» Supongo que el Soldado y yo somos... amigos, porque no encuentro otra respuesta a estas actitudes, si te soy sincera. —Cerró los ojos y recostó su cabeza contra la pared —. En realidad, estoy falta de muchas respuestas ahora y solo obtendré resultados.
Había pasado tanto tiempo aterrada con la simple idea de cambiar el curso de los planes de su padre, que ahora que lo había hecho, sentía que en cualquier momento lo podría perder todo y nadie se daría cuenta. Sí, se sentía pesimista y ya no podía fingir que no. El porcentaje de falla era demasiado alto y Alexandra estaba sola.
Si todo salía mal, tal vez necesitaba no solo prepararse para ser borrada del mapa como lo habían hecho con Amelia Pierce, cuya fotografía guardaba junto con la de su madre en su oficina de SHIELD, sino que también debía estar lista para ser arrancada de la memoria de Bucky.
De un momento a otro, los ojos empezaron a empañársele, la garganta se le apretó y comenzó a sudar frío. Luego se encontró sollozando silenciosamente con su cara entre sus manos, pues ya no se sentía capaz de sostener aquella mirada glacial, en la cual deseaba encontrar reconocimiento, pero que no lo pudo lograr.
Estaba llorando. Casi le parecía increíble, dado que hace años le habían quitado esa especie de derecho a punta de lecciones y golpes. Llevaba tiempo desde que se había dejado liberar de esa tensión que la perseguía hasta en sus sueños. Quizás por eso mismo era que no había podido aguantar más.
El hombre observó el cuerpo de la mujer encogerse en su sitio y temblar, viéndose indefenso y pequeño. Tuvo un sentimiento extraño. No quería hacer lo mismo y tampoco sabía cómo, pero lo que sí tenía claro era que quería que ella se detuviera. No era porque le molestara o estresara, sino porque le preocupaba.
Preocupación.
No era algo que se encontrara siendo capaz de sentir todos los días, además notaba que no era algo que todos hicieran a su alrededor.
Siempre que esa mujer de tristes ojos verdes estaba cerca de él, hacía su misión no dejar que nada la lastimara. Que no fuera golpeada ni que sangrara, pero ahora que se encontraba en esa situación, no lograba entender porqué le dolía más verla en ese estado.
—No sé si pueda hacer esto sola —susurró Alexandra, con el rostro aún escondido.
Estaba parcialmente agradecida con que la cámara del lugar apuntara hacia la celda y no hacia su actual posición. Su típico muro entre el interior y el exterior había caído casi que por completo esa noche, incluso cuando no había esperado que eso sucediera.
Dejó que las lágrimas siguieran resbalando por sus coloradas mejillas, hasta que su cuerpo se quedó agotado. Entonces se deslizó hasta estar recostada sobre el gris suelo.
—Yo te necesito, Bucky —murmuró sin verlo.
El nombrado se enderezó y observó los ojos de la fémina cerrarse despacio, dejando que la oscuridad de los sueños la envolviera. Empero él se quedó despierto, velando por la tranquilidad de Alexandra Pierce.
Con la mirada centrada en aquel familiar rostro, luchó sus propios demonios y remolinos hasta que venció. Entonces susurró su nombre repetidas veces, como un mantra que le ayudaría a mantenerse despierto y, tal vez, un poco cuerdo.
Debía tener los ojos hinchados porque le estaba costando abrirlos. Le dolía el hombro derecho y el cuello, pues pasar el resto de la noche en el suelo duro no era algo sencillo, menos cuando una persona trabajaba la cantidad de tiempo que Alexandra.
Sintiendo el cuerpo pesado, se levantó hasta quedar sentada, recostando nuevamente la espalda contra la pared. Poca luz se filtraba por el lugar, pero al ver la hora en su reloj de muñeca, supo que era temprano y no tan tarde como había temido apenas retomó consciencia. Agudizó la vista hacia el interior de la oscurecida celda, tratando de distinguir la figura de Bucky y lo encontró con la espalda también apoyada en la pared contraria, pero tenía la cabeza gacha.
Sin importar el estado mental del Soldado en esos momentos, ella no pudo evitar dejar que su cuerpo se relajara. Él era su prioridad, lo único que valía la pena en HYDRA, porque ella no tenía oportunidad de cambiar el pasado.
Muchas veces sentía que no necesitaría nada más, siempre y cuando él estuviera presente, sabiendo que, de alguna manera, estaría bien.
Tal vez no tenía que buscar en otro lado la fuerza que sentía que le faltaba.
De repente se escucharon unos pasos rápidos y fuertes que iban en dirección al lugar en donde se encontraban. Alexandra se levantó, terminándose de despertar y preparándose para enfrentar a la persona que llegaría. Por el rabillo del ojo, pudo notar que James también se alzaba del suelo, pendiente de todos los sonidos y movimientos que captaba.
—Agente Pierce —escuchó la voz de un miembro del equipo STRIKE.
El hombre caminó hasta estar de pie al frente de ella, impidiéndole poder ver a Bucky, siquiera de reojo. El agente estaba un poco sudado y tenía heridas en su cara, al igual que unos cuantos rastros de sangre seca en sus cortadas.
Escucharon un bufido proviniendo de la celda y la pareja llevó sus miradas hacia allá, antes de que el pelinegro volviera a centrar su atención en Alexandra. Un interrogante claro estaba presente en el rostro del moreno, pero la castaña rojiza se encogió de hombros.
Al Soldado no le agradó para nada la manera en la que ese hombre se había puesto en frente de ella, pues no podía terminar de asegurarse de que la mujer estuviera bien; estaba lejos y seguía encerrado. Sintió su cuerpo comenzar a hervir, sintiendo una intensa y repentina necesidad de cubrirla y protegerla, escudarla con su propio cuerpo si era lo único que podría hacer.
—¿Algo que informar? —No sintió la necesidad de preguntar nada más. Lo más seguro es que alguien de control le avisara a su equipo que no había abandonado esa parte de la base en toda la noche.
—El Capitán Rogers escapó. Tenemos a todo SHIELD y HYDRA buscándolo en DC —le reportó el agente.
—¿Qué hay de Romanoff? —Se cruzó de brazos.
—También está desaparecida.
Alexandra asintió y una sonrisa irónica se formó en sus labios.
— Lo más seguro es que la rusa esté con Rogers. Y también parece que recibiste lo tuyo en la cara —comentó y se dedicó a organizar su cinturón, donde siempre portaba un arma.
—Fácil de juzgar cuando pasaste todas estas horas sin hacer nada y durmiendo con tu mascota —escupió con enojo.
Sin perder otro segundo, Alexandra impactó su puño derecho contra la cara del agente.
—Repítelo —retó sin parecer molesta, aunque el enojo recorrió cada célula de su cuerpo.
No hacía más de seis horas cuando el guardia de la sala médica, siguiendo las estúpidas órdenes del Dr. Kuztenzov, terminó con un brazo lastimado porque creyó que podría hacer algo y tener ventaja de ello. No era el primero ni tampoco sería el último, lo acababa de demostrar.
Ella podría ser la hija del director de la organización, pero su reputación también se la había forjado por su cuenta.
Bucky golpeó los barrotes con su puño izquierdo apenas vio el contra impulso del moreno para devolver el golpe. Se sentía desesperado por salir de ese lugar e interponerse como fuera posible.
Pero Alexandra Pierce sorprendió a ambos hombres cuando detuvo el ataque con su propia mano a medio camino. Su mano enguantada sostuvo la ajena y el ceño fruncido del agente se acentuó, notando que su mano se negaba a avanzar siquiera otro centímetro.
La mujer no debería haber sido capaz de detener la fuerza del otro de esa manera, sin embargo, lo había hecho y su expresión no mostraba angustia alguna. Ni siquiera su brazo temblaba ante la presión ejercida en dirección a su rostro.
—Sorpresa.
Sin soltar el puño, pateó con fuerza al hombre, haciéndolo caer al suelo. Lo soltó con brusquedad, a continuación sacó su SIG-Sauer P220 de la funda del cinturón que rodeaba su cadera y disparó, haciendo una corona de huecos sobre el suelo, alrededor de la cabeza del pelinegro. La víctima se quedó pasmada, sin atreverse a mover ni tomar un respiro.
—La próxima vez que crea que puede hacer algo —habló con tranquilidad guardando su arma, como si solo acabara de lavarse las manos —, jugaré tiro al blanco con su frente. Fallar no es algo que me caracterice.
Caminó hasta estar al frente de la puerta de la cela y la abrió.
» O tal vez dejaré que mi mascota lo haga —escupió, todavía enojada.
—¿Qué está haciendo? —preguntó el agente mientras se levantaba del piso —. El activo no tiene permiso de salir a no ser que las órdenes hayan sido dadas.
—Órdenes que puedo pasar por alto dado que el activo está bajo mi cuidado. Además, necesito entrenar.
El Soldado salió de su celda, con el ceño fruncido y manos empuñadas a ambos lados de su endurecido cuerpo. Miró con profundo odio al agente que ahora se encontraba en frente de él, con claras intenciones de atacar, pero la voz de Alexandra lo detuvo.
—Vámonos.
Editado.
Alexandra al parecer es mucho más fuerte de lo que aparenta... ¿alguna idea de por qué? :o
¡Feliz lectura!
a-andromeda
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