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                    Alexandra se encontraba en el interior de un camión negro, blindado y armado, sentada en el asiento de copiloto, con otros cuatro agentes de HYDRA y el Soldado. Estaban llevando a cabo la misión que haría que todo se desatara por completo.

Bajó la mirada a la pantalla del dispositivo, que tenía entre sus manos enguantadas, en completo silencio. La tableta militar le mostraba una imagen satelital de las calles de Washington, por las cuales otros agentes en otros vehículos, perseguían la conocida camioneta del director Fury.

—¿Cuándo liberaremos al Soldado? —preguntó el pelinegro que estaba al volante.

—Cuando todo lo anterior falle —contestó de manera cortante, sin dirigirle siquiera una mirada de reojo —. No revelaremos su existencia de nuevo hasta que sea estrictamente necesario.

—Se está escapando —presionó el hombre con severidad.

Aquella afirmación deliberada provocó que Alexandra lo observara por primera vez en el viaje a través de la ciudad.

Estaba cansada. Llevaba varias noches seguidas pasando derecho sin dormir y eso parecía querer comenzar a pasarle factura. El hecho de que ahora un agente de rango menor al suyo la presionara para tomar decisiones sobre la misión que ella lideraba, no hacía más que aumentar su ya gran mal humor.

—Es interesante la obviedad con la que utilizas tus palabras, así que espero que tengas la misma valentía para cuando yo entregue el reporte al director —dijo con total tranquilidad, volviendo su vista al dispositivo.

Eso pareció ser suficiente para callar al agente por el momento, quien detuvo el vehículo en el callejón que la mujer le había indicado con anterioridad.

Apenas la agente Pierce observó en la pantalla que los agentes en cubierto de HYRA habían sido dejados atrás por Fury, hizo una mueca y musitó algunas maldiciones sobre la incompetencia de ese equipo. Todo eso con el fin de seguir el plan que ella sola se había propuesto. La meta de su padre y de todos los presentes podía ser la muerte de Nick Fury, pero eso no quería decir que fuese la suya. Ya no más.

El tiempo estaba corriendo y Alexandra no podía detenerse en esos momentos, ni darse el lujo de dejar ver lo que estaba haciendo a espaldas de la organización, como poner a funcionar sus dotes programadoras. Necesitaba que el director de SHIELD saliera vivo ese día, por lo menos algunas horas para que todo se desenvolviera como ella esperaba y tenía planeado. Los nervios que comenzaba a sentir en esos momentos solo eran una consecuencia de lo que estaba llevando a cabo a solas.

—¿Qué demonios? —musitó entre dientes antes de mirar con enojo a los otros que la acompañaban en el camión —. ¡No especificaron las modificaciones del vehículo del director!

Estaban siendo tomados por sorpresa y eso representaba un peligro para ellos y para lo que quería hacer.

Se pasó las manos por el rostro, tratando de no enseñar el desespero que cubrió el gesto. Sintió la tela sintética de sus guantes raspar su piel y soltó un suspiro, que de igual manera no ayudó a aminorar la creciente tensión en su espalda. Se volvió hacia la parte de atrás del transporte y les hizo una seña a los otros tres agentes. Uno de ellos reaccionó de inmediato y abrió las puertas para permitirle salida al Soldado.

El hombre del brazo de metal la miró por un momento y luego se bajó, para ir a posicionarse donde la castaña rojiza le había indicado. A pesar de prácticamente haber permitido el escape de Fury, Alexandra se había tenido que encargar de cerrar todos los posibles escapes del hombre para emboscarlo cuando fuera visto necesario. Acorralarlo casi que por completo, exceptuando una forma de salida que era poco convencional. En verdad esperaba que el moreno tomara esa pequeña ventana como única y última vía de escape.

—El activo está en posición —anunció por el comunicador a los demás agentes.

Esas fueron las palabras justas para que las calles se comenzaran a despejar de gente que trabajaba para HYDRA, despistando autoridades y civiles por igual.

En ese lapso de tiempo sintió las miradas de los demás hombres sobre ella, algo que hizo que apretara la mandíbula con exasperación. No tenía que ser la más inteligente para saber que Alexander Pierce estaba tomando esa misión como una manera de evaluarla. Ella no podía confirmar que estaba levantando sospechas aún, tampoco se podía permitir preocuparse; ni siquiera tenía las energías suficientes para sentirse ofendida. Después de tanto tiempo, su progenitor siempre parecía querer poner a prueba su lealtad y compromiso para con el proyecto, o tal vez sólo quería alardear de que su hija nunca dejaría su lado y que siempre acataría a todas y cada una de sus órdenes.

Cualquiera que fuera la razón, Alexandra tenía demasiado claro lo que tenía que hacer a continuación.

Mientras siguió esperando en el camión con recolectada y aparente paciencia, algo que probablemente era lo único bueno que había heredado de su padre, se aseguró que todo estuviera controlado. Desde que ella propuso los pasos a seguir en la misión, siempre supo que Bucky sería el recurso efectivo, pero que, a su vez, debía restarle dicha efectividad para favorecer a Fury. En el fondo sabía que no debía inquietarse tanto, no por nada el moreno era la cabeza de SHIELD.

Necesitaba que esa misión fuera una falla, a pesar de tener que actuar a continuación como si no lo hubiera esperado.

Agente Pierce —escuchó la voz de un hombre en su auricular y de inmediato llevó su mano derecha al aparato para presionarlo más a su oído y escuchar mejor —. Fury ha escapado. Su vehículo parecía estar cargado como un tanque.

Era casi irónico ser la única en el lugar y entre el resto de la gente de HYDRA, saber aquello de antemano, más se tragó la expresión de calma por una de molestia antes de volver a hablar.

—¿Todavía sigue en el camino indicado? —preguntó mirando de reojo a sus otros acompañantes.

Afirmativo.

—Bien. El Soldado ya lo está esperando —concluyó y se mordió la lengua.

Ese era su trabajo. Las cosas que hacía y cómo las hacía debían ser hechas de esa manera porque estaban en camino a una meta, la cual ella juraba y perjuraba que era la indicada para la humanidad. Al menos eso era lo que solía creer antes, pues ahora era bastante consciente de cómo su moral y sus creencias fueron retorcidas hasta que fueron irreconocibles para ella; en su mente fueron implantados otros ideales y todavía cometía el error de sentir genuina preocupación por lo que diría su padre, una vez se enterara que ella no había podido lograr lo propuesto.

Sin embargo, necesitaba recordarse a sí misma que no todo estaba terminado ni perdido hasta que la muerte de Nick Fury fuera anunciada.

—El explosivo se adherirá automáticamente a la parte inferior del vehículo justo antes de la detonación —anunció con voz neutra después de un momento —. Desactiva las cámaras —le ordenó a uno de los agentes que se encontraba en la parte trasera.

El hombre asintió con firmeza y se volvió hacia la computadora de tecnología militar para poder hacer lo que era pedido. Tecleó unas cuantas cosas con plena concentración y esperó a la señal de la fémina.

Alexandra podría tener la sensación y pensar que el corazón no le volvería a latir hasta que pudiese ver al Soldado devuelta en el interior del camión. Ella sabía que el hombre se manejaría a la perfección en la situación y que lo más seguro es que fuera exitoso en su parte del trabajo.

Pero la cosa era que se sentía culpable.

Culpable porque estaba haciendo lo que le había asegurado a él que no tendría que volver a hacer: lastimar a alguien. Sabía sobre el peso que James cargaba, fuera consciente él de eso o no. Así que, de cierta manera, se sentía agradecida porque Bucky estuviera enterrado en las profundas aguas caudalosas de la mente del Soldado, porque así le gustara aceptarlo o no, era la única forma en la que él estaría a salvo entonces.

En cuanto sus ojos reconocieron la calle por la que estaba entrando el carro de Fury, asintió en dirección al agente de las cámaras y éste con un simple clic las desactivó. Segundos después escucharon la explosión.



—Informe.

La espalda de Alexandra Pierce estaba tensa y recta mientras se sentaba en una silla de cuero negro, ubicada ante el amplio escritorio de la oficina de su padre. El hombre mayor y canoso se encontraba de pie, detrás de su propia elegante silla, dándole la espalda a la vez que miraba por la ventana, generando una obvia y fría distancia entre los dos.

—El avance de la tecnología, protección y formas de ataque del vehículo de Fury no fueron detalles especificados. Lo llevó a un lugar adecuado, dándole la ruta de escape por el sistema de alcantarillado.

Parte de la razón por la que contestaba con tanta propiedad era porque ella misma se había asegurado de ello. Claro que eso no era algo que fuera a compartir en esos momentos.

—¿Cuál es el análisis del siguiente movimiento de la víctima? —cuestionó ladeando un poco la cabeza en dirección a la mujer, mirándola de reojo y por encima del hombro.

No era la primera vez que su padre hacía aquel juego de preguntas y respuestas con ella, convirtiendo la conversación en una indagación e informe oral que debía resultar útil y efectivo. Claro estaba que el hombre había escogido otras diferentes formas de hacerla corregir sus errores en tiempos pasados; a veces algunos caminos más oscuros y retadores que otros.

Lo que estaban haciendo ahora le recordaba a cuando había cumplido dieciocho años, tomando como ejemplo otro tipo de misiones que resultaban ajenas a ella de alguna manera. La sentaba en la mesa de comedor de la casa, la ponía a leer un informe real y le empezaba a hacer preguntas como las que estaba formulando en esos momentos, haciéndole buscar las equivocaciones cometidas, analizar lo sucedido y buscar la ruta de éxito a todas y cada una de las situaciones se podían llegar a presentar.

—Fury es desconfiado por naturaleza, por lo tanto, también sabe que SHIELD está comprometido, pero todavía no conoce la magnitud de su contraparte en la organización —comenzó con su explicación —. Hay tres personas en las que confiaría con la información: Natasha Romanoff, Maria Hill y el Capitán Rogers —hizo una pausa al ver al director sentarse en su silla correspondiente para ponerle total atención.

» La agente Hill se encuentra en estos momentos de camino a DC. A Fury le importa Natasha y la tiene en alta estima, por lo que es claro que no habrá compartido con ella toda la información.

—¿Dónde está el activo? —preguntó Pierce entrelazando los dedos de sus manos sobre la mesa —. No arriesgará a la espía y no hay manera de que Hill llegue a tiempo.

—Ya he enviado al Soldado al apartamento de Rogers para terminar con el trabajo —respondió bajando la mirada a los papeles sobre el escritorio que contenía todos los datos sobre el Proyecto Insight.

—Bien. Esperaremos la llamada —concluyó el mayor levantándose una vez más de su sitio —. Puede retirarse.

Los hombros de la fémina cayeron un milímetro de su posición segura. Sabía y confiaba en que estaba llevando la misión a un éxito aparente, que nadie más podría estar manejando la situación mejor que ella, a pesar de haber quedado relativamente mal esa tarde por el escape de Fury. Ella había entrado a SHIELD para observar y conocer al enemigo, de forma que no solo sabía cómo atacarlo, sino también protegerlo. Pero lo que le enojaba y decepcionaba era que su padre nunca mostraría siquiera una chispa de orgullo.

Incluso cuando él prácticamente la había creado, Alexandra seguía queriendo, de una manera muy retorcida, su aprobación. Al menos antes de que el hombre la quisiera muerta, pues cuando se enterara de lo que en verdad estaba haciendo a espaldas y narices de todos en HYDRA, no le cabían dudas de que su progenitor iría a tales extremos, con tal de mantener el control.

La agente se levantó de su sitio y salió de la oficina, cerrando la puerta detrás sí. En los pasillos grisáceos se encontró con su mentor, el cual reposaba la espalda en una de las paredes del espacio. Apenas Rumlow la vio cruzar el umbral se enderezó en su sitio y se acercó.

—El equipo STRIKE irá directo al hospital cuando llegue la noticia —informó asintiendo en aprobación hacia su pupila —. Buen trabajo.

Alexandra asintió también, más no sonrió.

—No iba a haber nadie más quien lo lograra —comentó con falso orgullo y se miró la ropa —. Iré a cambiarme este uniforme y nos vemos allá.



De la misma forma en la que se había colado en urgencias momentos antes de la llegada del director de SHIELD, salió de ahí con la capucha de su campera puesta y cabizbaja. Se adentró a los ajetreados pasillos del hospital y se detuvo un momento en frente de una máquina dispensadora, haciendo tiempo mientras que compraba un dulce que sabía que dejaría olvidado.

En cuanto se agachó para agarrar la golosina, se destapó la cabeza y comenzó a escuchar conmoción de gente llegando. Se enderezó y caminó hacia la fuente de los sonidos, pasando por el lado de otra máquina dispensadora y saludó a los presentes con un simple movimiento de cabeza. Entre los recién llegados estaba Hill, por lo que Alexandra la siguió de cerca y juntas se adentraron a la sala.

Steve Rogers estaba cerca del cristal, viendo la operación de Fury con un semblante derrotado y pensativo. A la castaña rojiza no le tocaba adivinar para saber que el rubio se sentía algo culpable, puesto que aquello había sucedido en su propiedad y que no había podido atrapar al responsable. Alexandra prefirió hacerse un lugar un poco más alejado, pero manteniendo a su vez una interesante cercanía con la mano derecha del director, esperando el momento perfecto para interceptarla.

No pasó mucho tiempo cuando Natasha Romanoff llegó corriendo al encuentro para detenerse de repente ante la ventana, mirando con desasosiego el cuerpo inmóvil del moreno, siendo atendido por los cirujanos.

La agente Pierce se cruzó de brazos y estuvo atenta a las palabras que eran intercambiadas entre las tres personas que estaban al frente de ella. Escuchaba las voces bajas y leía los labios, lo que le ayudó a darse cuenta de que la rusa ya tenía una sospecha del presunto asesino de Nick Fury.

En cuanto notó que en el quirófano comenzaba a formarse cierta inquietud y agitación, desvió sus ojos verdosos hacia los doctores, los cuales habían empezado a luchar por salvar la vida del hombre. Fue ahí cuando su corazón decidió bombear sangre mucho más rápido, con la expectativa a flor de piel. Por un segundo se preguntó si así se estarían sintiendo Rumlow y Sitwell, los cuales también se encontraban presentes, a unos cuantos pasos de ella a su derecha.

Ese acontecimiento era para lo que había estado entrenando y trabajando gran parte de su vida.

Entonces la hora de muerte de Nicholas J. Fury fue confirmada y una explosión de sentimientos y pensamientos encontrados se hizo lugar en el interior de la hija del director de HYDRA.

¿Tenía miedo? De eso no le cabía ni la más mínima duda.

Salió de la sala con los demás y esperó a que los dejaran pasar para ver el cuerpo una última vez antes de que fuera retirado. Natasha fue la primera en reingresar y detrás de ella fue Steve. Alexandra no los siguió enseguida, pues estaba esperando por ver a la agente Hill cuando ésta ingresara también al lugar.

Cuando la mujer de cabellos lisos y castaños entró en la sala, se puso en movimiento también, adentrándose detrás de Maria Hill, la cual se había puesto a un lado del rubio. El hombre ni siquiera levantó la vista del suelo y la agente Pierce observó entonces la postura de Romanoff. No le costó saber que la Viuda Negra estaba destrozada en ese momento, a pesar de que no lo deseara demostrar.

—Tengo que llevármelo —susurró Hill con voz ahogada.

Rogers caminó hacia su amiga, susurrando su nombre mientras que las otras dos mujeres se quedaron atrás. La castaña abrazó sus codos, probablemente buscando una manera más efectiva de tragarse sus lágrimas. Alexandra solo se quedó de pie, apoyando su hombro derecho en la pared de color verde azulado claro, con los brazos inertes de ambos lados de su cuerpo.

La rusa salió disparada de la sala con el Capitán pisándole los talones, entonces Pierce supo en ese momento que Natasha empezaría a hacerle preguntas al rubio. De seguro la pelirroja no se podía contestar la razón por la que Fury habría sido encontrado en el apartamento de Rogers, y él a su vez tampoco sabría bien qué decirle.

Desvió la mirada de la puerta que daba a los pasillos y la posó en la delgada y atlética figura de la otra agente, quien se acercó al cuerpo inerte del director sobre la camilla. Fue ahí cuando Alexandra aprovechó para acercársele.

Tomó el antebrazo izquierdo de la castaña y, sin cruzar palabra alguna e ignorando el semblante confuso que se formó en el delicado rostro de la contraria, depositó en la mano ajena un pedazo de papel doblado junto a una memoria USB camuflada en un sencillo llavero. Su agarre era firme, pero no llegaba a ser brusco y mientras hizo todo eso, no despegó su mirada verdosa de la azulina.

—Es lo que necesitas para poder llevar su muerte —dijo con suavidad, como si le estuviera dando su pésame.

A simple vista podía parecer que solo eran dos compañeras dándose apoyo, aunque la situación no era para nada real. La agente Pierce había sido entrenada toda su vida para no dejar que las demás personas vieran más allá de lo que sus ojos claros podían mostrar. Estaba demasiado acostumbrada a llevar un semblante tan neutro como ilegible, sin embargo, esperaba que Maria pudiera entenderle lo suficiente en esos momentos.

Sabía que la ojiazul era discreta, que era la única persona en esos instantes en la que podía confiar con la información que acababa de poner, literalmente, en sus manos. Ahora no le quedaba de otra más que rogarle a un Dios en el que no creía para que le ayudara a completar su misión y no fuera descubierta en el proceso.

—Gracias —fue lo único que contestó Hill, a pesar de que su rostro todavía mostraba confusión.

—No me contactes, yo lo haré cuando sea necesario —habló bastante bajo y rápido, a la vez que la soltó para luego salir de la habitación.

Cuando cruzó el umbral de la puerta entreabierta y se posicionó en el pasillo del hospital, escuchó a Rumlow.

—Cap, te necesitan devuelta en SHIELD.

—Sí, dame un segundo —contestó el rubio regresando su mirada a Natasha. Parecían estar teniendo una conversación demasiado importante.

—Lo quieren ahora —presionó el agente en cubierto.

Con solo ese tono y porte, Alexandra quiso arrancarle la cabeza, pero solo lo miró con desaprobación. El Capitán América podía estar en el momento a oscuras con todo lo que sucedía, pero eso no indicaba que fuera estúpido. Había logrado ver la manera en que la mirada del rubio cambió y eso sólo podría generar problemas y preguntas innecesarias.

Cuando vio a Romanoff empezar a alejarse, ella caminó hasta el equipo STRIKE con rapidez, antes de que Rogers pudiera tomar la decisión de acercarse.

—Lo que acabas de hacer fue una estupidez.

Su mentor la volteó a ver con el ceño fruncido. Miró a su alrededor con cuidado antes de volver a posar su mirada sobre la fémina de cabellos castaños rojizos.

—No hay tiempo que perder. Pierce lo está esperando.

—Tampoco hay tiempo de levantar sospechas —le recordó entre dientes —. La próxima vez tírale la bandera roja a la cara mientras le declaras la guerra.

Rumlow solo resopló y se giró hacia el resto de agentes.

—Equipo STRIKE, acompañen a Rogers a SHIELD —ordenó el castaño oscuro y los demás empezaron a desplazarse fuera del lugar.

La agente Pierce dio media vuelta y decidió acercarse a al rubio, mientras que Brock se quedó esperando atrás, todavía en el pasillo. No le preocupaba que él la observara interactuando con el Capitán, pues sabía que ella no le había dado razones para que desconfiara. Después de todo, gracias a Alexandra, Nick Fury estaba... muerto.

—¿Qué pasa si alguien quiere un chicle de la máquina? —preguntó con casualidad llegando a un lado del hombre, el cual estaba de hecho, frente a una dispensadora. Miró de reojo hacia Rumlow, asegurándose de que en verdad hubiera hablado bajo.

Un mínimo error como ese le terminaría costando todo.

El hombre volteó a verla tensionado, ya que no podía creer que la mujer se hubiera colado hasta su costado sin que él mismo lo notara. Procuró no removerse en su sitio y prefirió jugar a hacerse el desentendido, ladeando un poco la cabeza y frunciendo ligeramente el ceño. Alexandra se cruzó de brazos e hizo un show mirando hacia su mentor como si le indicara a Rogers que el castaño lo esperaba, agradeciendo en su interior que el mismo se había alejado unos cuantos pasos más de ellos.

—Yo no haría eso —dijo cuando volvió su vista hacia Steve, leyendo con anticipación las intenciones del hombre —. Lo más probable es que Romanoff la encuentre primero.

El rubio inhaló, listo para empezar a hacer preguntas, pero ni siquiera eso lo podía permitir ella.

» Lo quieren devuelta en la base principal, Capitán Rogers —anunció más alto de lo necesario y caminó rodeándolo para hacerse un lugar al otro lado de él —. No confíe en nadie, ni en nada de lo que mi padre le vaya a decir. Manténgase alejado del equipo STRIKE una vez llegue al Triskelion.

El ceño fruncido de Rogers se acentuó todavía más, no solo por la información dicha, sino también lo forma tan eficiente en que la mujer había hablado. Había dicho todo eso sin mover un músculo del rostro, con fluidez y dicción que hasta un ventrílocuo sería capaz de envidiarla.

Alexandra sabía, por la expresión casi perpleja del rubio, que había abierto todo un universo de preguntas en la cabeza del hombre, entre ellas la más importante: ¿por qué debería confiar en ella? Ella misma era la hija de Alexander Pierce, pero Steve sabía que no era el momento para interrogatorios. De alguna manera, ambos sabían que tenían que dejar que él terminara de solucionar el puzzle solo. El ambiente era tenso y eso no pasaba por alto por ninguno de los presentes.

Juntos se encaminaron hacia la salida, pero en vez de Alexandra subirse con los demás a la camioneta, pasó derecho y fue hacia su motocicleta.

—¿La agente Pierce no nos acompañará? —curioseó Rogers, viendo cómo la fémina en cuestión se alejó de ellos sobre su vehículo.

Rumlow lo miró de reojo y negó con la cabeza.

—Recibió otras órdenes antes de la muerte de Fury.

—¿Sólo ella? —presionó el rubio, totalmente desconfiado.

—Sí, sólo ella. Andando.

En esos momentos el Capitán América no sabía qué creer, sin embargo, no le quedaba de otra más que confiar en sus propios instintos. Y éstos le indicaban que no debía escuchar a nadie; no debía escuchar sobre todo a Alexandra Pierce.






Editado.

Bueeeeeeno... esto ha quedado más largo de lo esperado xdd

Como siempre, espero que les haya gustado el capítulo. ¿Alguien ya sabe lo que Alex está planeado? :o Y lamento la corta interacción con Bucky, pero no se preocupen que el capítulo que viene, se viene intensito con esos dos ^^

¡Feliz lectura!

a-andromeda

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