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Venganza¹

— Ya te lo había dicho — rodé los ojos cansada de la película que se había montado mi mejor amiga y cuñada, Jiu.

¿Me estás jodiendo? Ese chico quiere fiesta contigo, ya te lo digo yo — dijo otra vez mediante vía telefónica — Escucha a la voz de la experiencia.

Iba de camino al estacionamiento subterráneo del súper al que había ido con mi hermano mayor. Hacía al menos media hora que me estaba mensajeando para que me apresurase. Yo como buena hermanita me tomé todo el tiempo posible, era temprano y no había necesidad de llegar a casa tan pronto, así que si esperaba un poco más no le haría daño.

Por otro lado, Jiu, no dejaba de sermonearme . Estaba empecinada en que debía declararmele a mí crush porque según ella gustaba de mí. ¡Patrañas! ¿Cómo un Dios griego tan perfecto como él podría fijarse en mí? Y ojo, que yo no me consideraba fea pero ese chico tenía estándares muchos más altos. Sus novias siempre habían sido un absoluto "wow" al lado mío, yo sólo era una simple desconocida para ese pibonazo.

— No escucho a mí hermano que es mayor que tú, imagínate si te escucho a ti — me burlé — Te faltan todos los tornillos.

¡Yah! Eres cruel...

Paré en seco entrecerrando los ojos al ver el auto de Jimin a unos metros de mí.

— ¿Mingyu?

— ¡Ese es tu hombreeeee!

— No, no, espera — susrré escondiéndome detrás de una columna del estacionamiento.

Nada estaba bien.

¡Yah! Hazme caso.

— Luego hablamos — murmuré cortando la llamada.

Un grupo de tres chicos estaba alrededor de un cuerpo en el suelo al cual le daban patadas sin ningún tipo de remordimiento, se encontraba ensangrentado. Uno de ellos lo había reconocido al instante, Kim Mingyu, mi enamorado desde primero de secundaria. ¿Pero por qué lo hacían?

A sus dos acompañantes no se les veía el rostro por la capucha de sus sudaderas negras. Miraron con disimulo hacia todas direcciones y montaron en un Toyota dejando aquel cuerpo allí.

Corrí con el corazón en la boca, debía llamar una ambulancia. Sentí desfallecer al ver aquel chico allí y lo conocí perfectamente.

— Jimin-ah — toqué sus mejillas, estaba inconciente.

¡Mierda, habían matado a mí hermano!

[...]

Minutos, horas y días pasaron para que mi hermano saliera del coma, al menos aún estaba con vida. No habíamos hablado nada de lo sucedido, no recordaba, sí, tenía amnesia. Los doctores decían que podía ser por el trauma craneal que le ocasionaron, pero eso no era lo peor. Jimin quedó paralítico, sin fuerzas motoras, él no podría caminar otra vez.

Mis padres mandaron a buscar en las cámaras de seguridad del súper, algún indicio de quién podía haber sido; pero yo no testifiqué en ningún momento en contra de Mingyu.

El amor por él se había acabado obviamente. Mis planes con él ahora eran mucho más entretenidos. Lo único que quería era venganza y la obtendría, por las buenas o por las malas, pero a mí modo, sin policías ni burocracia.

Mi primer año de Universidad había comenzado y con ello mi plan de vengar a mí hermano también. Ese Kim había pisado en terreno equivocado, se arrepentiría.

Clases de boxeo, defensa personal y artes marciales, era lo que aprendería. Yo no podía ni contra una mosca, pero algo debía hacer, era el momento de crecer definitivamente y de saber defenderme.

— Park HyeMin — me llamó el jefe del gimnasio.

— ¿Sí? — me giré a verle con una sonrisa.

Seokjin era guapo, pero era amigable y no me venía nada mal ser amiga del dueño del local.

— Te presentaré a tu entrenador, acompáñame.

Prestándole toda la atención del mundo le seguí hasta el área de Rings, dos chicos boxeaban como si sus vidas dependieran de eso.

— ¡Jungkook lo vas a matar! — le gritó Jin haciéndolo parar, el chico chasqueó la lengua saliendo del cuadrilátero alcanzando una botella de agua para beber de ella.

Ligero problema, ese chico sí que estaba buenísimo y yo ya estaba haciendo un río Amazonas con mis babas.

— HyeMin, él es Jungkook, será tu entrenador — me habló Seokjin.

— ¡¿Qué?! — gritamos a la par.

Ya me veía siendo comida para ese pelinegro de tatuajes que no me quitaba la mirada, con un aura de cabreo increíble.

¡Fantástico!

Eso que decían por ahí de superar al maestro.

¡Lo dudaba!

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