Entrenamiento²
Agotada, así me encontraba. Apostaba que ya eran más de las 8 de la noche y el maldito entrenamiento aún no terminaba.
Habían pasado tres semanas desde que mis clases de boxeo y defensa personal comenzaron en el gimnasio de Jin. Y para mi mala suerte, mi entrenador además de estar buenísimo y suculento, era todo un odioso y presumido. No recuerdo ni tan siquiera que me halla dicho alguna vez un buenas tardes o hasta la próxima. No, él no tenía modales y era un antipático y detestable ser.
¡Lo odio!
Puño, puño, puño. Esquivo. Puño, puño. Esquivo. Patada. Puño otra vez.
¡Agh! En cualquier momento gritaría de pura frustración.
— ¡Tiempo! — le grité al pelinegro, que parecía no cansarse nunca.
— No — gruñó.
— Me da igual, estoy cansada — jadeé en busca de oxígeno.
Las gotas de sudor me resbalaban por todo el cuerpo y el cabello de mi nuca y frente se me pegaban asquerosamente en la piel. Jeon no estaba diferente, la camiseta que llevaba puesta se le pegaba al torso empapado mostrando los tatuajes que adornaban su piel y su cabello estaba hecho un caos total, todo húmedo. Y si no hubiese sido por lo mal que me caía ya el chico, hubiera admitido que se veía sexy y caliente de esa forma. Pero no, antes muerta que admitir tal barbaridad.
Me quité los guantes y bebí de mi botella de agua, todo bajo la atenta mirada del chico.
— Y a mí me da igual que estés cansada — espetó.
— Es de noche, Jungkook — suspiré mirando por la ventana del gimnasio, ya no había casi nadie y los que estaban recogían sus cosas, listos para marcharse.
— Y me estás haciendo perder mi tiempo.
Alcé una ceja observándolo con ironía.
— ¿Te tengo que recordar que no me estás entrenando de gratis?
— Preferiría entrenar a un chico — se acercó a mi para susurrar — Gratis.
— A mí tampoco me agrada que seas exactamente tú mi entrenador — él rió.
— Soy el mejor — dijo engreído.
Vaya ego que tenía también. Presumido. Estaba loco si creía que yo iba a subirle más el autoestima.
— Ajá — le dí la espalda — Hasta mañana, Jungkook.
Recogí mis cosas, no me quedaría otro segundo allí. Necesitaba un descanso, una ducha e ir a ver a mi hermano al hospital. Hacía al menos dos días que no lo veía y ya quería estar con él. Cada vez que recordaba lo que le hicieron, me daban ganas de asesinar con mis propias manos a Mingyu y sus amiguitos.
Quité mi ropa en las duchas, las mayas dejaron marcas en mis muslos, estos comenzaban a crecer debido a los ejercicios de pierna y algunas prendas ya no me quedaban. Dejé el top sobre una banca y abrí la llave de agua.
El agua fría me golpeó la piel y suspiré de alivio cerrando los ojos, mis músculos cantaron victoria por el masaje que las gotas de agua les hacían. Se sentía delicioso.
Grité del susto cuando sentí la ducha que estaba a mí derecha ser abierta. No sabía que quedaba otra chica en el gimnasio.
— Lo siento, me asustaste — sonreí al admitir eso, pero la chica del otro lado no respondió.
Al parecer lo que sobraban en éste lugar eran los ególatras y pijos. Al menos una pared de granito nos separaba y no vió la mueca que se me formó en el rostro de puro hastío.
Agotada y fresca salí de la ducha envolviendo la toalla en mi torso. Por mucho que quise fijarme en las pertenencias de esa pretenciosa solo ví un maletín rojo de deporte, estaba cerrado y al lado de mis... ¿bragas?
Me dieron ganas de tirarlo al piso y pegarle una patada.
Últimamente mis pensamientos solo eran agresivos y eso no estaba nada bien, pero tenía mis motivos. Todo tenía una justificación lógica en mi cabeza y no podía seguir siendo la frágil chica que era. Tenía que ser fuerte y hacer justicia, por él y para él.
— Lindas bragas.
¡Esa voz!
Juro que ahora sí lo mataba.
— ¿¡Qué demonios haces aquí!?
Jungkook estaba allí en todo su esplendor con solo una toalla amarrada a su cintura.
— ¿Tomando una ducha? — se burló.
— ¿En el baño de chicas?
— El de chicos tiene una avería — le miré incrédula al dar su explicación — ¿Nerviosa?
Reí sarcásticamente.
— Oh, no, es que estoy acostumbrada a desfilar desnuda delante de los hombres.
— ¿En serio? — rodé los ojos.
Mi teléfono emitió un sonido de notificación y luego comenzó a vibrar al recibir una llamada, ya sabía quién era. Me mordí el labio ajustándome bien la toalla y corrí en dirección al aparato.
— Jimin...
— ¡Hye dijiste que vendrías hoy! — el lloriqueo de mi hermano me hizo sonreír, cuánto daba por verlo igual que antes.
— Sí, iré.
— ¿Vas a tardar? La medición me da sueño y quiero que estés aquí antes de que cierre los ojos — suspiró cansado y me sentí como la mierda, él tendría que volver a caminar en cualquier momento, así tuviera que buscar a los mejores doctores del mundo, yo recuperaría a mi hermano — Te amo, Hye.
Me tapé la boca, Jimin no podía escucharme llorar otra vez, eso lo derrumbaría, así que me tragué el sollozo y respiré profundo antes de decirle:
— Yo también te amo.
Cortamos la llamada, debía apresurarme si no lo quería encontrar dormido como dijo.
— Así que la princesita tiene novio.
¡Ay, no! Había olvidado por completo que él todavía estaba aquí.
¿Escuché mal o me llamó princesita? ¿Por qué no se cansaba de molestar?
— ¡No te importa!
— Cierto, no me importas — me guiñó dándome esa sonrisa petulante que me estaba haciendo rabiar.
— ¡Ugh! - gemí cansada — Te detesto.
Su cara era un poema cuando volví a mirarlo, los colores se le habían ido del rostro, estaba pálido y rígido.
¿Ahora qué bicho le había picado?
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