
CAPITULO 17: El Diluvio
26 de Marzo
En la tranquila mañana del sur de España, el cielo se oscureció de repente cuando los siete tifones se arremolinaron sobre el horizonte, sus espirales retorcidas lanzando relámpagos y truenos que sacudían la tierra. El viento soplaba furioso, arrastrando consigo nubes cargadas de lluvia que pronto se desatarían sobre la región.
En el pintoresco puerto de Algeciras, donde las aguas azules del Mediterráneo se mecían con calma bajo el sol naciente, la atmósfera cambió drásticamente. La gente que comenzaba su día se detuvo en sus pasos, mirando con incredulidad hacia el cielo en constante cambio. El rumor del inminente diluvio se extendió rápidamente entre los habitantes, generando una sensación de inquietud en el aire.
Pero la llegada del diluvio fue solo el preludio de un evento mucho más aterrador. Desde lo más profundo del océano emergió una criatura colosal, la bestia conocida como Nijilang. Con una longitud de diez metros y una apariencia que recordaba a un cruce entre un pulpo gigante y un dragón marino, Nijilang se alzaba sobre las olas con una majestuosidad ominosa.
Los gritos de alarma resonaron por las calles de Algeciras cuando la bestia monstruosa avanzó implacablemente hacia la ciudad. Sus tentáculos se agitaron en el aire, emitiendo sonidos guturales que helaban la sangre de quienes los escuchaban. Los barcos en el puerto se balanceaban peligrosamente mientras las olas agitadas golpeaban contra sus costados.
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Gilbraltar, España / Hora - 11:00 am
Todo el equipo se prepara para la batalla. La puerta de la armería se abre y todos toman su rifle, granadas y algunos pequeños drones que lo guardan en sus cinturones. Andrew es el último en tomarlo y entra a un ascensor neumático hidráulico donde cada miembro tiene el suyo.
—¡En marcha! —ordena el Capitán.
Los 5 elevadores ascienden unos 100 metros hasta llegar hacia las instalaciones donde los dos Mecha Aviones se están ensamblando.
El aire vibraba con la anticipación y la urgencia mientras los pilotos subían a bordo y se aseguraban en sus puestos.
—Chester Beta, Chester Delta. Prepárense para el despegue.
Las estructuras se mueven para dar paso a los aviones de combate. Andrew se muestra sorprendido por la tecnología y la gran organización de la fábrica por mantener en condiciones las naves.
—Compuerta número uno y dos abriéndose en 30 segundos.
—Chester Beta, todo en orden. Sistemas de armas en línea y listos para disparar —informó Andrew, verificando los controles de su mecha avión.
—Sistemas de vuelo verificados y en línea. Preparado para maniobras evasivas si es necesario —dijo Ismael, revisando los monitores de la nave.
—Chester Delta. Sistema de camuflaje óptico habilitado. Confirmo la estabilidad de los sistemas de vuelo y la integridad de los controles de armas —informó Saiyo, mientras revisaba los paneles de control de su mecha avión con precisión quirúrgica.
—Todos los sistemas están en orden, despegando —ordeno el capitán.
Luego, las 2 compuertas de la represa se abren, los propulsores de las naves encienden para luego recorrer la pista hasta despegar las 2 aeronaves saliendo de la represa, los mechas aviones se elevaron en el aire, sus alas extendidas mientras se dirigían hacia Algeciras.
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El diluvio caía sin piedad sobre el sur de España, como si los cielos mismos llorasen en respuesta al caos que se desataba sobre la tierra. Las calles se convirtieron en ríos tumultuosos, arrastrando consigo todo a su paso: coches, escombros, e incluso valientes almas atrapadas en la furia del agua.
En los campos, los cultivos fueron engullidos por la creciente inundación, dejando a su paso una estela de destrucción que amenazaba con despojar a la región de su sustento. Las casas se tambalearon ante la embestida del diluvio, con sus techos agrietados y sus paredes amenazando con ceder bajo el peso del agua que se acumulaba implacablemente.
Los equipos de rescate se esforzaban por llegar a aquellos que se encontraban en peligro, desafiando las aguas embravecidas en un acto de valentía y sacrificio. Los helicópteros zumbaban en el cielo, lanzando cables de salvamento y rescatando a los atrapados en los tejados de sus hogares sumergidos.
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Algeciras, España
El profesor Hiruma había venido al muelle esa mañana en busca de tranquilidad y reflexión, alejándose del bullicio de la ciudad y buscando la calma que solo el mar podía ofrecer. Sin embargo, mientras observaba las oscuras nubes que se arremolinaban en el horizonte, una sensación de inquietud se apoderó de él.
Las naves que llegaban a la ciudad, destacándose contra el telón de fondo de la tormenta, captaron su atención. El profesor Hiruma frunció el ceño, notando la urgencia en la forma en que se movían, como si estuvieran en una misión de vital importancia. ¿Qué traían consigo esas naves en un momento tan tumultuoso?
Dejando de lado su caña de pescar, el profesor Hiruma se puso de pie y observó con atención cómo las naves se acercaban cada vez más al puerto. Una corazonada le dijo que algo no estaba bien, que la llegada de esas embarcaciones estaba vinculada de alguna manera con la tormenta que azotaba la región.
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En una de las naves avanzadas, el Capitán Johan lideraba la misión junto con la Oficial Saiyo. Ambos estaban ocupados analizando los datos recopilados sobre la bestia Nijilang, buscando cualquier debilidad o patrón de comportamiento que pudiera ser explotado durante el enfrentamiento.
—Los informes sugieren que la bestia Nijilang es extremadamente resistente y posee habilidades formidables —comentó el Capitán Johan, mientras revisaba los monitores llenos de información.
—Sí, parece ser una criatura formidable. Pero si logramos destruir el cristal de su frente, todo acabara —respondió la Oficial Saiyo, concentrada en los datos que tenía frente a ella.
Mientras tanto, en la otra nave avanzada, el Teniente Andrew y el Oficial Ismael se preparaban para el combate. Revisaban meticulosamente sus armas y equipos, asegurándose de que estuvieran en perfecto estado para enfrentar cualquier eventualidad que pudiera surgir durante la batalla.
—Nuestro arsenal está listo para ser desplegado, Teniente. Solo necesitamos estar preparados para adaptarnos a cualquier situación que se presente —dijo el Oficial Ismael, verificando una vez más la carga de sus armas.
—Así es, Oficial. Mantengamos la guardia alta y estemos listos para actuar en cualquier momento —respondió el Teniente Andrew.
Con el equipo SCaRS preparado y las naves enemigas en el horizonte, el momento del enfrentamiento había llegado. La tormenta rugía con furia, pero eso no detendría la determinación de los valientes soldados y oficiales que se habían unido para proteger a Algeciras.
Las dos naves avanzadas del equipo SCaRS se desplazaron hacia la bestia Nijilang con determinación, sus motores rugiendo mientras se abrían paso a través de las olas agitadas. Desde las ventanas de las naves, los miembros del equipo observaban con atención la imponente figura de la bestia, que se alzaba sobre las aguas con una majestuosidad aterradora.
En el puente de mando de cada nave, el Capitán Johan y el Teniente Andrew dirigían la operación con calma y determinación, dando órdenes precisas a sus equipos mientras se preparaban para el ataque.
—¡Preparen los cañones de plasma y apunten a los puntos vulnerables de la bestia! ¡No permitan que se acerque demasiado! —ordenó el Capitán Johan, su voz resonando sobre el estruendo de la tormenta.
—¡Disparen a discreción y mantengan la formación! ¡No podemos permitir que la bestia se escape hacia la ciudad! —añadió el Teniente Andrew, mientras observaba la bestia con atención.
Las naves SCaRS abrieron fuego, disparando ráfagas de energía concentrada hacia la bestia Nijilang. Los rayos de plasma cortaban el aire con un zumbido eléctrico, impactando contra la piel escamosa de la criatura con fuerza devastadora.
Sin embargo, la bestia no se quedó quieta ante el ataque. Emitiendo un rugido ensordecedor, Nijilang se lanzó hacia adelante, golpeando una de las naves con un tentáculo masivo y enviándola tambaleándose hacia atrás.
—¡Recuperen el control y mantengan la formación! ¡No podemos permitir que la bestia nos divida! —gritó el Capitán Johan, luchando por mantener el equilibrio en el puente de mando.
las naves SCaRS redoblaron su ataque, lanzando una lluvia de fuego sobre la bestia Nijilang mientras luchaban por contener su avance. El sonido de la batalla resonaba en el aire, mezclándose con el estruendo de la tormenta mientras el destino de Algeciras pendía en la balanza.
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En medio del caos y la destrucción que envolvía a la ciudad de Algeciras, una escena aún más tensa se desarrollaba en un rincón apartado del puerto. La oficial Anna, con su arma en mano, apuntaba directamente al profesor Hiruma, quien la observaba con calma desde el otro lado del muelle.
—¡Alto! ¡Profesor Hiruma, usted liberó a esa bestia! ¡Por favor, rindase! —exclamó Anna, con voz temblorosa.
—Eres la subordinada del teniente Andrew Rusoe. Tu eres Anna Denison.
—Sabemos que lo ha hecho. No me haga tener que usar la fuerza.
—Disparame si quieres. Estoy listo para ese destino.
—¿Por que hizo algo como esto?
—No tiene sentido explicarlo. Ninguno de ustedes lo entendería.
—Yo entiendo su sensación de crisis inminente. La humanidad destruyo la naturaleza del planeta. Pero también es parte de la naturaleza. ¿Acabar con los humanos no es también una blasfemia al ecosistema del planeta?
—Andrew Rusoe, también dijo lo mismo —respondió el profesor, con una voz tranquila pero cargada de convicción.
—Nuestro trabajo es proteger la humanidad.
—Las especies se extinguen. Solo es una parte de la naturaleza. Pero no iré tan lejos. Solo acabare con la civilización moderna. Y los humanos que sobrevivan recorrerán un nuevo camino. De padres a hijos, de hijos a nietos. Ellos contaran historias del terror de la naturaleza. Es lo que quiero.
—Por fin entiendo —comento Anna bajando su arma y saca un libro del profesor—. Este titulo muestra su fascinación por la pureza de las bestias. También es su forma de verlo. Mirando a través de los ojos de la bestia, buscaba como debería ser la humanidad. Cada uno de sus libros esta lleno de criticas hacia la humanidad, aunque hay un amor profundo. Ha mirado a la humanidad con mas seriedad que nadie que conozca.
—Siempre has sido una alumna muy inteligente. Yo admiro a esas personas.
—Se que la humanidad debe cambiar de rumbo. Estoy de acuerdo con eso. Pero... ¿que hay de las otras especies? ¿Acabaría con plantas, insectos, animales e incluso a las bestias? ¡Quiero seguir viviendo en este mundo! ¡Las otras especies deben sentirse igual! ¿No es un deseo que compartimos las especies y que no debería quitarnos?
—Eso también... es correcto. De hecho, es la verdad. ¡Pero no puede haber dos respuestas correctas! Eres tu o yo. ¡El que se equivoca esta en contra y el correcto sobrevive! —declaró el profesor, con una determinación implacable.
Anna observó las pulseras con asombro, sin comprender completamente su significado. Antes de que pudiera hacer o decir algo, el profesor Hiruma levantó su arma y disparó hacia ella.
Con reflejos rápidos, Anna se lanzó hacia un lado, esquivando por poco el disparo. Sin perder tiempo, apuntó con su arma hacia el brazo del profesor y disparó, impactando directamente en las pulseras de colores.
Las pulseras se rompieron en pedazos, dispersándose en el aire como un estallido de luz y color. El brazo del profesor Hiruma quedó herido, pero su expresión permaneció impasible.
—No hay una sola respuesta correcta, profesor. La verdad es que el mundo es complejo y lleno de matices. No podemos permitirnos simplificarlo de esa manera —dijo Anna, con firmeza en su voz.
El profesor Hiruma miró a Anna con una mezcla de incredulidad y asombro. Por un momento, pareció reflexionar sobre sus acciones y sus creencias, antes de finalmente asentir con resignación.
—Tal vez tengas razón, Anna. Tal vez el mundo no sea tan simple como pensaba. Pero los dados ya fueron tirados —dijo el profesor, con una expresión de agotamiento en su rostro.
las siete pulseras destrozadas desataron una sorprendente secuencia de eventos. De cada pulsera emergió un brillante orbe de color arcoíris, que flotaba en el aire antes de descender hacia el suelo. Los siete orbes se alinearon en un círculo perfecto, irradiando una energía mágica y misteriosa.
De repente, los orbes comenzaron a girar rápidamente, fusionándose en uno solo y formando un orbe de energía arcoíris más grande y resplandeciente. Este nuevo orbe emanaba una luz intensa y vibrante, y con un zumbido suave comenzó a elevarse lentamente hacia el cielo.
El profesor Hiruma y Anna observaron con asombro cómo el orbe de energía arcoíris se elevaba sobre ellos, sintiendo una sensación de poder y magia que emanaba de él. Sin embargo, su asombro se convirtió en horror cuando el orbe de energía se dirigió hacia la bestia Nijilang, que aún rugía.
El orbe de energía arcoíris se fusionó con la bestia, rodeándola con una luz resplandeciente que la hacía brillar como nunca antes. La bestia creció en tamaño y fuerza, sus rugidos resonando aún más fuerte que antes, mientras su cuerpo se transformaba en una forma aún más imponente y poderosa.
Mientras el orbe de energía arcoíris se fusionaba con la bestia Nijilang, las naves del Capitán Johan y su equipo SCaRS se encontraban en medio de la tormenta, observando con incredulidad el espectáculo que se desarrollaba frente a ellos.
En el puente de mando de una de las naves, el Capitán Johan y su equipo observaban con horror cómo la bestia Nijilang absorbía la energía del orbe, creciendo en tamaño y fuerza frente a sus ojos asombrados.
—¡Por los cielos, nunca he visto algo así! ¿Qué está pasando, Capitán? —preguntó Andrew con la voz llena de asombro y preocupación.
El Capitán Johan frunció el ceño, luchando por comprender la magnitud de la situación.
—Parece que la bestia Nijilang ha absorbido la energía del orbe arcoíris, haciéndola aún más peligrosa de lo que ya era —respondió el Capitán, con una mezcla de preocupación y determinación en su tono.
Con la bestia Nijilang ahora transformada en una entidad aún más poderosa y amenazante, las dos naves del equipo SCaRS dirigieron sus armas hacia ella, preparadas para enfrentar el desafío que se les presentaba.
En el puente de mando de cada nave, el Capitán Johan y el Teniente Andrew dieron la orden de disparar, y los cañones de plasma se encendieron con una intensa luz azul, lanzando ráfagas de energía concentrada hacia la bestia.
Los rayos de plasma cortaban el aire con un zumbido eléctrico, impactando contra la piel escamosa de la criatura con fuerza devastadora. Sin embargo, la bestia Nijilang no retrocedió ante el ataque, y en lugar de eso, se lanzó hacia adelante con una ferocidad renovada, desafiando a las naves y su arsenal de armas.
—¡Sigan disparando! ¡No podemos permitir que la bestia se acerque demasiado! —ordenó el Capitán Johan, su voz resonando sobre el estruendo de la tormenta.
En la otra nave, el Teniente Andrew y su equipo se unieron al ataque, disparando ráfagas de energía hacia la bestia con determinación y valentía.
—¡Mantengan la presión sobre la bestia! ¡No podemos dejar que escape hacia la ciudad! —gritó el Teniente Andrew, mientras dirigía el fuego de sus armas hacia el objetivo.
La batalla se intensificó mientras las naves del equipo SCaRS y la bestia Nijilang se enfrentaban en un enfrentamiento épico, con rayos de energía y relámpagos iluminando el oscuro cielo sobre el puerto de Algeciras.
El cielo oscuro y tormentoso sobre Algeciras se llenó de destellos de colores cuando la bestia Nijilang disparó desde su cresta rayos de arcoíris hacia las naves del equipo SCaRS. El impacto fue devastador, haciendo temblar las estructuras de las naves mientras los rayos arcoíris cortaban el aire con una luz deslumbrante y destructiva.
En la nave de Andrew y su equipo, el Teniente y el Oficial Ismael luchaban por mantener el control mientras el rayo arcoíris atravesaba el casco de la nave, provocando estragos en los sistemas de navegación y propulsión.
—¡Nos están atacando con una fuerza inimaginable! —exclamó el Teniente Andrew, luchando por mantener la calma mientras los controles parpadeaban y se volvían inestables.
El Oficial Ismael trabajaba frenéticamente en su consola, tratando desesperadamente de restablecer los sistemas dañados, pero era una tarea imposible frente a la ferocidad del ataque de la bestia.
—¡No puedo hacer nada, Teniente! ¡Estamos perdiendo el control! —gritó Ismael, con angustia en su voz.
La nave de Andrew y su equipo comenzó a tambalearse violentamente en el aire, su trayectoria desviándose hacia la ciudad que yacía bajo ellos. Los edificios y las calles se acercaban rápidamente mientras la nave se precipitaba hacia el suelo, dejando a sus tripulantes con un sentimiento de desesperación y desamparo.
—¡Nos estrellaremos en la ciudad! ¡No podemos permitirlo! —exclamó Andrew, con el corazón lleno de tristeza y temor por las vidas que estaban en peligro.
Ismael asintió, compartiendo el mismo sentimiento de desesperación mientras la nave se deslizaba inexorablemente hacia su destino fatídico.
—Lo siento, Teniente. Lo hemos perdido. —dijo Ismael, con la voz quebrada por la emoción.
La nave se estrelló con un estruendo ensordecedor, enviando escombros y llamas por todas partes mientras el humo se elevaba hacia el cielo oscurecido por la tormenta. En ese momento de desolación y pérdida, el equipo SCaRS se enfrentaba a su peor pesadilla: haber fallado en su misión de proteger a la ciudad y a sus habitantes.
Andrew salió de la nave destrozada, con el dolor agudo de sus heridas palpitando en cada fibra de su ser. Mientras se apoyaba contra los restos humeantes de la nave, observó con ojos nublados por el dolor a las personas en las calles, corriendo aterrorizadas por sus vidas, buscando refugio en cualquier lugar que pudieran encontrar.
Entre la multitud de personas aterrorizadas, los gritos de un niño cortaron el aire, haciendo eco en el corazón de Andrew. Siguió la mirada del niño y vio a un pequeño, parado en medio de la calle, sollozando y llamando desesperadamente a su padre.
Andrew se esforzó por mantenerse de pie mientras se acercaba al niño, el dolor de sus heridas palideciendo frente a la angustia de la escena frente a él. Se arrodilló junto al niño, tratando de ofrecerle algo de consuelo en medio del caos que los rodeaba.
—Hey, pequeño. Está bien. Estamos aquí para ayudarte —dijo Andrew con voz suave, tratando de calmar al niño.
El niño miró a Andrew con ojos llenos de lágrimas, su temblorosa voz apenas audible entre sollozos.
—¡Quiero a mi papá! ¡No sé dónde está! —lloriqueó el niño, aferrándose al brazo de Andrew con fuerza.
Andrew sintió un nudo en la garganta al recordar su propia juventud, cuando él mismo había experimentado el miedo y la pérdida de su padre en el fuego cruzado y sus gritos de ayuda.
Con una voz llena de empatía, se inclinó hacia el niño y le ofreció unas palabras de consuelo.
—Lo sé, pequeño. También pasé por esto cuando tenía 15 años. Pero tienes que ser valiente, ¿de acuerdo? Tu papá te está buscando, y lo encontrarás. Solo tienes que mantener la calma y seguir adelante —dijo Andrew, con la esperanza de transmitir un poco de fuerza al niño en medio de la adversidad.
El niño miró a Andrew con ojos grandes y asustados, pero asintió lentamente, encontrando un poco de consuelo en las palabras del Teniente herido. Con un suspiro, Andrew se puso de pie con dificultad, decidido a encontrar ayuda para el niño y para todos los que estaban sufriendo en medio de la tragedia que asolaba la ciudad.
Próximo Capitulo: (CAPITULO 18: "Lucha por El mañana")
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