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Capitulo once.

Hasta aquí esta historia ha sido editada. Si sigues leyendo te advierto que encontraras errores ortográficos y de continuidad. Pronto estaré completando la edición. Gracias

 PILLY

—¡Miguel!Pilly llevó su mirada al arcángel que avanzaba hacia ellos. Cabellos rojos, majestuosas alas grises y aquella inusual armadura, mezcla de cuero y acero en sus hombros. El de mas alto rango entre las huestes celestiales, el que le dio una oportunidad única al dejarla entrenar con los doce. Ese ángel.
-—Uriel, Pilly-kabiel, Hariel... Es un placer volver a verlos—les dijo, acompañando su saludo con una ligera inclinación de su cabeza.
— Ahora, acérquense al portal. Voy a sacarlos de aquí. Después tendrán tiempo para contarme en detalle como se metieron en esto.Los tres obedecieron sin tardar. Uriel se veía un tanto avergonzado.Aquel círculo de cambiantes celestes parecía empequeñecerse conforme el tiempo pasaba. Los tres se adentraron en el. Ella se estremeció al sentirse succionada hacia la nada.Reaparecieron del otro lado en un santiamén. La superficie bajo sus pies era de hielo blanco y grueso. El viento soplaba sobre sus rostros una brisa congelada.—¿Dónde estamos?—preguntó Pilly. A lo lejos el horizonte se veía borroso por la ventisca.—Urano—le respondió Uriel antes de dirigirse a Miguel—¿Crees que el Centinela se nos haya adelantado?... Seguramente es así. Perdimos mucho tiempo extraviados por su traición. Lo mas probable es que el otro ingrato aun lo acompañe.
Miguel resolló. Su piel rosada se volvió mas rojiza en las mejillas. De pronto parecía enojado.
—Uriel, ¿cómo se te ocurrió confiar en Luzbell? Y lo que es aun peor, sacarlo de su prisión en las regiones celestes.Uriel bajó la cabeza. Parecía buscar las palabras adecuadas en su defensa. Aunque Miguel no lo estaba atacando, solo parecía estar preocupado y molesto.
—Era la única opción que teníamos en ese momento. Sentí que buscar otra forma atrasaría todo y sí, lo sé, al final mi decisión terminó haciéndolo mucho mas y de peor modo. Ademas, creo que quise darle la ocasión de hacer algo bien, una pequeña redención. Siempre he creído que todos merecemos una oportunidad.
—Ya tuvo muchas, créeme—dijo Miguel—Él nos la aprovecha para bien, nunca. No hay nada salvable en Luzbell, Uriel, y me duele decirlo.
—Sé eso pero...
—Por si no lo recuerdas cuando cayó de improviso con su ejercito terminó con mi vida. Igual hubiera hecho con la tuya si no te hubiera enviado lejos. Como hizo con tantas y nunca se arrepintió por ello. Él está mas allá de toda redención.  RécuerdaloUriel asintió un par de veces mirando a lo lejos.
—Entonces invocaré las palabras para encerrarlo de nuevo...
—No lo hagas—dijo Miguel interrumpiéndolo—Al hallarlo lo retendremos hasta que esto se termine. Antes de venir consulté a Baraquiel. Él lo señaló como una pieza clave en esta misión. Vio incongruencias en el futuro, nada claro pero Luzbell estaba en sus visiones. No sé que significa pero me quedaré mas tranquilo si hasta saberlo, se queda con nosotros.
—Como ordénes, Miguel—contestó Uriel con una sonrisa—Bien. Entonces, ¿Dónde buscamos al Conocedor?
—No lo sé específicamente. Él se esconde bien y se deja ver solo con un propósito. Deberemos hacerlo a la antigua y preguntar. Separémonos, así abarcaremos mas. Ve con Pilly. Yo iré con Hariel. Nos debemos una charla.
Hariel la miró con cierto titubeo. La idea de separarse de ella no lo entusiasmaba. Pero Pilly sabia que estaría bien, y que Hariel necesitaba tener esa conversación con Miguel. Llevaba esperándola miles de años.—Estaré bien. Este parece un planeta muy tranquilo—le alentó tomando una de sus manos—Además Uriel me cuidará.No sabia si seria al revés pero sumaba al argumento.—Y juro no volver a besarla—agregó Uriel. La broma ligera lo hizo sonreír. Dejó un pequeño beso en sus labios antes de volar en pos de Miguel.

MIGUEL

La charla con Uriel lo dejó con un sabor amargo en la boca y un frío en el pecho que poco tenia que ver con el clima. Mientras volaba junto a Hariel en silencio recordó aquel día. Poco mas de un año había pasado pero él lo sentía en el alma como si hubiera sido ayer. Una herida mas con poca posibilidad de cicatrizarse. Uno que llevó su mente a aquel pasado sin que pudiera detenerse.Había sido enviado al Ártico tres días atrás, acompañado de Uriel y de un puñado de ángeles más. Era por una situación muy seria, un gigantesco iceberg de casi cinco mil kilómetros cuadrados colapsaría sin advertencia alguna. Su centro venia resquebrajándose durante años, pero ahora se encontraba en el límite en el cual podría desprenderse, cambiando abruptamente el nivel de mar y provocando por esto una ola de tamaño colosal que arrasaría con la fauna y los habitantes de aquel lugar. En total veintitrés ciudades y pueblos sufrirían una devastación total.Por esto, uniendo su poder al del otro arcángel, y al de los demás ángeles coludidos, pudieron sostener la amenazante estructura de hielo y comenzar a restaurarla desde su interior. No habían descansado un segundo pues no podían arriesgarse a dejar la tarea a medias; aquel glaciar debía ser restituido por completo. Pero algo más había surgido dos días antes, el Padre había enviado un mensaje con Gabriel, deberían volver en el plazo de un día, sin tardanza ni cuestionamiento. Ellos se mostraron consternados. Él más que todos. Conocía la importancia de la tarea que realizaban y lo crucial que seria no dejarla inacabada. Por esto al cumplirse el tiempo ellos enviaron a el séquito de ángeles que los habían acompañado, y solo ellos dos permanecieron allí, completando lo que habían comenzado. Uriel no estuvo de acuerdo, él seguía las órdenes del Padre al pie de la letra y sin cuestionar; Miguel también, pero por esta vez creyó más sensato el finalizar. Ya no restaba mucho, unas dos horas más, y luego el mismo se presentaría al Padre y le haría conocer las razones de su decisión y claro, le pediría perdón por su desobediencia, que lo era, aunque justificada.
—Quisiera hallar la forma de adelantar el trabajo—suspiró Uriel a su lado. Venia diciendo eso o algo muy parecido en todo ese día de retraso—No soporto como se siente. Tú sabes Miguel, la desobediencia. Nunca entenderé como hizo Luzbell para rebelarse como si nada, esto es algo que molesta, y que pesa.Miguel suspiró. No quería nombrarlo, ni pensar en él. Llevaba mucho tiempo evitando todo pensamiento que lo relacionara o evocara, como si de esa manera pudiera exorcizarlo de a poco de su mente, e iba bien hasta el momento, hasta que Uriel se lo recordó ¡Cielos! llevaba unas tres semanas sin pensar en él y ahora debería empezar de cero.
—No sé como hizo—dijo. No tenia intenciones de decir su nombre—Pero esto no se le parece ni por asomo Uriel, y hazme el favor de no hablarme de ese caído, ¿quieres?
—Está bien, solo me lo preguntaba. Sé cuanto te molesta que nombre a Luzbell, lo que no se es porqué. No es que a mi me encante y me la pase diciendo su nombre: Luzbell, Luzbell, Luzbell...
Miguel lo miró con enfado.
—¿Es en serio? Adoraba a Uriel, pero a veces lo sacaba de sus casillas.
—No diré mas al respecto. Es solo que me pone nervioso, no deberíamos estar aquí, llevamos un día de retraso Miguel, un día de desacato a una orden directa. Espera, creo que no me siento bien, ¿ No hay alguna forma de adelantar el trabajo?No podía ser.
—Quizás que te calles y te concentres—le sugirió Miguel. Se agotaba su paciencia.Uriel bufó antes de responderle.—Es increíble lo gruñón que te has puesto con los años, cualquiera diría que tienes millones en vez de miles.Miguel respiró hondo y se concentró en continuar con su tarea.Capa a capa interna el glaciar se fortalecía, se amalgamaba, y Miguel lo agradecía. Había podido observar en su llegada a algunos habitantes; familias con niños pequeños, algunos animales autóctonos, le alegraba ser parte de aquella misión para salvar sus vidas, aunque ellos nunca se enteraran.
—Sabes algo Miguel, nunca he entendido porque los hombres maltratan de esta manera al planeta en el que viven, como no ven lo que le hacen, como no tratan de evitar que se contamine, que se sobrecaliente.Miguel dejó escapar un suspiro.
—También me lo he preguntado. Supongo que no tienen verdadera conciencia de lo que hacen, quizás creen que el peligro no es inminente, que su generación, la de sus hijos y nietos no lo verá, entonces, ¿ Para que molestarse?
—Si, debe ser eso, o algo similar—concordó Uriel— Rafael me contó algo el otro día referente a esto. Dijo que un grupo de hombres formó un culto hace unos años, en el cual nos adoraban, a nosotros los ángeles ¿te imaginas eso?No al Padre, creador y dador de la vida, sino a nosotros, pues bien, él me comentó que un día esto le ofendió de tal manera que descendió a la tierra y se presentó en una de sus reuniones. Les dijo que cesen en su accionar, que nosotros somos siervos del Padre, criaturas suyas como ellos, que no debían venerarnos en ninguna manera. Luego desapareció ante ellos, para que no tuvieran dudas de aquel mensaje lo había enviado un ángel verdadero. Eran unos doscientos en ese tiempo. Unos diez años después Rafael volvió a descender, esta vez encubierto, para ver si ya habían cesado con aquello... ¿Y que crees? eran ya un culto de dos mil quinientos miembros.De Miguel brotó una sincera carcajada, la cual fue seguida por las de Uriel.Hombres. Él tampoco podía comprenderlos .Pasó otra hora y media entre trabajo y charla. Uriel lo hacia reír mucho, a veces lo impacientaba, pero la mayoría del tiempo concordaban e interactuaban fácilmente. Era Uriel, al fin y al cabo, era casi imposible no amarlo.Estaban casi al termino. Solo les restaban minutos para sesgar por completo cualquier amenaza futura de deshiele cuando algo en los cielos los hizo alzar sus cabezas totalmente incrédulos.—¿Es una fisura?—inquirió Uriel, al ver como literalmente el cielo se abría. Miguel entendió su tono de duda, las fisuras que lograban abrir los caídos nunca eran tan grandes.
—Espero que solo eso.
—¿Deberíamos irnos?—continuó Uriel, entornando los ojos para ver cuantos saldrían de la fisura. Esta era muy grande, nunca vio nada parecido—Pero, no podemos dejar esto inconcluso. Es muy peligroso, sino ahora, lo será en un futuro.—Claro que no—aseguró Miguel, y en ese momento comenzaron a surgir.Los ojos de los dos se abrieron con asombro, no podían creerlo.De la fisura (que evidentemente era más que eso) brotaron cientos y cientos de ángeles rebeldes. Se quedaron en lo alto, levitando sobre la helada superficie. Miguel reconoció a Yasiel, poco después salieron Graciel y Lumiel. A continuación un centenar mas de ángeles. Estos se abrieron dando lugar a alguien con pleitesía, él supo bien quien emergería.Luzbell. Con su armadura de antaño, su cabello blanco ondeando por la gélida brisa, sus ojos completamente negros, como nunca antes los había visto. Un belleza que presagiaba mortandad y guerra, como había sido en el principio de los tiempos.
—Luzbell—dijo al fin. Lo tenia frente a él, ya no tenia caso evitar su recuerdo.
El Príncipe de las tinieblas los miró y sonrió. Esa maldita sonrisa ¡Cuánto la odiaba a veces!Pudo percibir que modulaba su nombre. Sus ojos lo escudriñaban recorriéndolo con un pecaminoso deleite. Quería incomodarlo, avergonzarlo de sus anteriores hechos, siempre hacia lo mismo.
—¿Miguel?—lo llamó Uriel. Le preguntaba qué hacer.
—Terminaremos, es imperativo—le respondió. Sabia que Uriel no lo preguntaba por miedo o por indiferencia hacia esos seres que perecerían si no acababan su comisión, lo preguntaba por que la presencia de tantos ángeles rebeldes brotando sin parar solo podía significar una cosa. Se había roto el sello. Y esto superaba con creces cualquier clase de peligro.Luzbell empezó a descender lentamente. Iba hacia ellos. Sus subalternos lo quisieron seguir, pero él los detuvo con un gesto de su mano.Surcó el aire de aquel polo con parsimonia, y no tardó mucho en estar frente a ellos dos.
—Miguel y Uriel ¡Y algunos dicen que no tengo suerte!
—¡Vuelvan por donde vinieron!—bramó Miguel, sin inmutarse.
—Miguel, me lastimas. No nos vemos hace siglos— ronroneó Luzbell con ironía—Este no es el recibimiento que se le da a un hermano, ¿Porque eso eramos, no? Todos hijos de un mismo padre.
—No me harás caer con tus envenenadas palabras Luzbell, así que ahórratelo. Vete y llévate a los tuyos. No se como lograron salir, pero las huestes no tardaran en descender—le advirtió.
Tanto su poder como el de Uriel seguía atados al iceberg, si él los atacaba ellos no podían defenderse. Temió por Uriel. Necesitaba unos minutos más.Luzbell avanzó un poco más sobre la superficie de hielo. Cerró la distancia hacia ellos con una calmada sensualidad. Su piel, su cabello; él era una resplandeciente blancura que competía con ese ambiente, que lo superaba, y Miguel odiaba admirar su belleza pero no podía evitarlo.
—¿Por qué no se van? ¿Por qué no huyen?—les preguntó, pero no quitaba su negra mirada de Miguel—¿Que misión cumplían ? Es la que aún los mantiene aquí, ¿ no es verdad?
Miguel no le contestò, tenìa una idea. Si desviaba un poco de su poder para abrir un portal podría crear una vía de escape para Uriel.Se concentró en dirigir su energía para abrir una puerta. Luzbell solo lo miraba ladeando la cabeza. Uriel también lo observaba interrogante. Seguramente al notar el descenso en el flujo de poder que ambos sostenían. El portal se abrió, Miguel creyó ver el entendimiento en los ojos de Uriel un segundo antes de que él lo empujara hacia el. Solo escuchó un desesperado ¡no! salir de su boca antes de que lo traspasara. Al instante Miguel lo cerró, lo había enviado a Londres, sabia que un grupo de ángeles mayores se encontraba en misión en aquella ciudad. Los tenia que alertar.Luzbell vio todo pero le dio poca importancia. Parecía concentrarse solo en él, casi parecía preferir que el otro ángel no estuviera, que hubieran quedado solos.Todo su poder volvió a enfocarse en concluir la tarea, solo tres minutos más.
—Te odio—le dijo Luzbell.
Sus ojos eran dos brillantes turmalinas negras que se clavaban en los suyos como puñales afilados. Dolía mirar a Luzbell.Miguel lo vio avanzar unos pasos hasta que, entre ellos, no hubo una distancia mayor a un suspiro.
—Lo sé, y comparto tu sentir—le respondió. No era cierto y lo sabia, pero quería que sus palabras le dolieran tanto como le dolieron las de él.

—Voy a acabar contigo, te mereces que así sea, me has hecho sufrir mucho, pero ya no lo harás más—continuó Luzbell. Su voz engañosamente tenue, pero destilando hiel en cada palabra.

—Te hice sufrir—admitió Miguel, y sonrió con tristeza—¿Y crees que yo no sufrí? Oh, lo había olvidado, tú eres la victima eterna. Todos te han hecho daño y todos deben pagar.
—No—lo cortó Luzbell—No todos. Solo tú y Él, los demás solo sufren en consecuencia.—Solo por despecho, por venganza, por necedad. Luzbell, ¿no te parece que exageras ?Solo restaba un minuto y necesitaba distraerlo.
—¿Exagero?—preguntó Luzbell arqueando una ceja. La ira hacia temblar sus labios llenos y rosados—Negaste lo nuestro frente a Él. Preferiste su amor al mío. Me enfrentaste con tanta violencia en la gran guerra que dejaste una de mis alas destrozada, y así de herido y sangrante me arrojaste a la tierra. Terminaste de romper mi corazón en el Edén, me fui llorando de allí mientras aún escurría entre mis muslos tu semilla, me...me.. ¡No sabes cuanto te detesto! ¡¿Exagero dices?! ¡¿Exagero?!
Miguel quiso refutar algo pero ¿que decir? Si, lo había herido mucho. Sin intención y sin malicia, por temor, confusión o cobardía, pero lo había hecho.Bajó la cabeza. Era tan culpable como él, no podía negar eso.Su tarea finalmente concluyó. Su poder volvió a él pero algo lo retuvo ahí, lo paralizó, lo sentenció. Tal vez fuese la culpa que llevaba carcomièndole hacia milenios. O el remordimiento de no haber hecho nada al respecto. O el dolor de no poder conocer lo que hubiera podido ser si solo...Recordó porque evitaba tanto pensar en él, Luzbell era una herida eterna, una que no se cicatrizaría, abierta y ardiente, recordándole sus errores, su impotencia, su amor, el único que conoció.
—Tienes razón—le concedió, acercándose mas a él, aliento con aliento, exhalación con exhalación—Te dañé. Dime ¿Cómo puedo compensarte? ¿Qué esta en mi poder hacer para que puedas olvidar?... ¿Quieres mi vida? Tómala. Te la ofrezco en retribución, pero detén esto, ¿Cuántos más sufrirán por nuestra fallida historia de amor? ¿Cuánta muerte más necesitas para saciar tu dolor?Luzbell temblaba, parecía conmocionado. Miguel notó que apretaba los puños, que su pecho subía y bajaba con violencia. Lo había amado tanto ¡Maldición!
—Aceptó—murmuró. Miguel asintió, no se echaría atrás.Lo vio extender su mano y rodearle el cuello con firmeza. Su mirada era un volcán a punto de hacer erupción, parecía próximo a colapsar.Lo recordó sonriente, pícaro, inocente. Lo recordó enamorado, feliz, tímido. Lo recordó bailando con él, para él, por él. Lo recordó suyo, tanto como alguien se podía entregar, y entendió que el mismo nunca dejó de pertenecerle.Miguel no bajó la mirada, lo observó mientras la sujeción comenzó a dolerle, a acelerar su corazón erráticamente. Detrás sus ángeles vitoreaban la escena, la celebraban. Comenzó a sentir la falta de aire pero ni aún así se resistió, no podía seguir eternamente con aquello, estaba cansado de amarlo y odiarlo con la misma fuerza, de temerle a su recuerdo hasta ya no poder más, de esconderse con vergüenza para venerar aquel primer beso en silencio, ese que se dieron cuando aún eran inocentes. No lo soportaba más.Luzbell comenzó a llorar. Cuantiosas lagrimas recorrían sus mejillas, de las cueles él era el único espectador pues él se hallaba de espaldas a los suyos. Lo comprimió aún más, los pulmones de Miguel le ardían y su garganta le quemaba, pero no se defendió. Era absurdo, pero sentía que de alguna manera se lo debía. Dolor era ya lo único que sentía, dolor y el sopor de la muerte. Sintió que de su boca brotaba sangre, también de sus oídos. Lo estaba asesinando ese enemigo al que amaba, al que no pudo dejar de amar. Su cuerpo convulsionó, los gritos y aplausos a la distancia fueron lo último que escuchó, y antes de cerrar los ojos vio algo, también seria lo último, a Luzbell empapado en sus lágrimas y tan destrozado por dentro como él.Solo tuvo un pensamiento final... Como detestaba verlo llorar.

PILLY

Con su acompañante volando a su lado Pilly se adentró en la ciudad. Estaba compuesta de cientos de pequeñas casitas de hielo; iglus, como los de los esquimales en la Tierra. Alguna que otra era mas alta, esas parecían depósitos de algún tipo. Sobre cada hogar vieron unos discos de piedra con una insignia y unas letras en un idioma que Pilly no reconoció.—¿Sabes que dice?—le preguntó a Uriel, y él se acercó para leer aquellas extrañas letras.—Dice... Solo en obediencia a Tisha, la diosa del agua.—¿Tisha?—repitió Pilly—¿Algún ídolo Uranita?—Seguramente—dijo Uriel—¿Tocamos la puerta?Ella asintió. Uriel caminó hasta la entrada. Dio un par de golpes y esperó.Por unos segundos no hubo respuesta, pero luego de a poco se oyó el chirriar de la pesada puerta.Una criatura de ojos grandes, con una pequeña boca y cubierta de pelo de pies a cabeza se asomó tímidamente. No tendría mas de sesenta centímetros de altura. A Pilly se le hizo muy tierno..—Üdvözöljük tudok érted—dijo. Uriel pareció comprenderlo.—Keresünk a mértő , aki lakja ezeket a földeket—le respondió.—Örömmel, de csak mi jelzése a követői tisha—le contestó el Uranita y a ella le pareció entender el nombre de esa diosa que leyeron antes. La tal Tisha.—¿Qué dice?—preguntó Pilly en un susurro.Uriel se giró hacia ella.—Que solo comparten información con los enviados de Tisha, su diosa.—¡Rayos!... ¿Y si le mentimos diciendo que ella nos envió?Pilly intuyó la respuesta. .—No vamos a mentirle Pilly. Déjame pensar en algo.Uriel volvió su mirada al uranita cuando lo oyó hablar de nuevo.—¿Akarsz menni az otthoni , nagyon hideg van kint ? —Dice si queremos entrar a su hogar. Que conforme llegue la noche el frío va a empeorar. Que una tormenta se acerca—tradujo Uriel. —Elfogadjuk a kedves meghívást—le contesto él y luego se dirigió a ella—Entremos Pilly. Quizás podamos encontrar la manera de convencerlo para que nos cuente mas.Ella estuvo de acuerdo. Ambos entraron con una sonrisa amistosa y una esperanza.Dentro, otra criatura de igual aspecto, pero mas pequeña y femenina, con una criaturita peluda en brazos les sonrió con calidez.—Azt akarják, hogy igyon forr.Evidentemente era la mujer de su anfitrión dándoles la bienvenida. O eso le pareció a Pilly.—Dice que si queremos tomar algo caliente—le volvió a traducir Uriel—Deberíamos probarlo, para no parecer irrespetuosos.Ella respondió con un asentimiento.Poco después la mujer uranita, que se había marchado, trajo dos cuencos con un liquido humeante.Uriel tomó uno y le paso el otro. Le agradeció con una sola palabra larga.Pilly bajó la vista a su plato. Tenia ojos flotando. Pequeños, como de alimaña, de color ámbar nadando en una sopa verdosa.—Tiene ojos.Al escucharla Uriel observó su plato y palideció en el acto. Pero no demostró ninguna reacción evidente mas allá de eso. Era todo un diplomático.—Se verá mal si lo rechazamos ahora—dijo en voz baja—Respira hondo y traga.—Creí que no reconocer a mi esposo y besarte serían suficiente trauma para un día pero parece que me equivoque.Uriel rió un poco. Ambos tomaron una porción pequeñaPilly hacia el esfuerzo de tragar aquel liquido nauseabundo cuando su atención se fijó en algo.—Uriel... ese retrato.Él centró sus ojos color avellana en el retrato en la pared. Tenia florecillas decorándolo. Estaba apoyado en un soporte de piedra.—Dice, Tisha, diosa del agua. Es un retrato de ella, ¿Y qué?Pilly resopló, ¿No se daba cuenta? Para ella era evidente.—Mírala, ¿No se te hace familiar?Uriel pareció esforzarse en recordar.—Parece... pero no puede ser. Que haría una imagen suya en Urano.—No sé como será posible, pero a menos que tenga una gemela o un clon en este planeta es ella.Uriel asintió. En sus labios comenzó a formarse una sonrisa. —Ana—susurró.—Ana—repitió Pilly.



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