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09

Apenas pasó el tiempo acordado de espera cuando el Porsche azul marino de Jay se estacionó justo en frente suyo. Jungwon ya lo había visto y subido a él, pero lo dejaba de impresionarlo. Él no era conocedor ni fan de autos, pero sabía reconocer una belleza donde la veía. Mientras subía por la puerta del copiloto que Jay le abrió, se preguntó cuántos años tendría que trabajar para por fin tener un auto así.

—Buenos días, jovencito. ¿A dónde lo llevo?— preguntó Jay, fingiendo formalidad.

—¿Ahora vas a ser mi chófer?— habló divertido.

—Podría serlo, cuando necesites.— le sonrió radiante y le guiñó un ojo.

—Hay una cafetería cerca de mi colegio que tiene masitas finas muy ricas, podemos ir ahí.— contestó, ignorando el falso coqueteo. Ajá, falso.

Jay asintió y comenzó a manejar rumbo al lugar mencionado. Dejó que Jungwon se conecte al estereo y por el resto del camino se la pasaron escuchando canciones alegres y animadas.

Al llegar a la cafetería, nuevamente el mayor le abrió la puerta e incluso sostuvo su mano para ayudarlo a bajar. Tomó la mochila del chico y se la colgó al hombro con la otra mano, pues la otra se había entrelazado a la del menor. En tan poco tiempo, el contacto físico entre ellos se había vuelto natural. Luego también mantuvo abierta la puerta del estacionamiento para él. Jay era todo un caballero.

—¿Qué pensás pedir?— le preguntó Jay, mirándolo con atención. Jungwon leía la carta con una expresión concentrada, debatiéndose entre las muchas opciones.

—Creo que... un café negro y un croissant de chocolate amargo.— finalmente se decidió, hablándole a la joven que los atendió.

—En serio no sos fan de lo dulce.— comentó Jay. —Yo quiero un macchiato de caramelo y una tarta de crema y duraznos.

—Y vos sos re fan del azúcar.— habló con una mueca de tan solo pensar en tanto dulce.

—¡Es lo mejor del mundo! Los postres son una bendición de los dioses.— afirmó seguro.

—¿Lo desean para llevar o para comer aquí?— preguntó la cajera luego de anotar los pedidos, sonriéndoles con ternura al escuchar su pequeña discusión.

—Para llevar. ¿Y podrías ponerme también tres porciones de brownies?— añadió Jungwon, sacando su teléfono en la aplicación del banco para pagar. La joven asintió.

—Ey, yo quería invitarte.— Jay se quejó con los labios ligeramente abultados al ver como ya le habían cobrado al menor.

—Hoy me tocaba.— Jungwon se encogió de hombros y le dio un empujoncito burlón.

—Entonces la próxima invito yo otra vez.— dijo enfurruñado.

Jungwon se rio se su actitud mientras caminaban hasta la barra para esperar a que los llamen con sus pedidos. Siguieron hablando de cualquier cosa durante ese momento y no tardaron en recibir sus bebidas y comida.

—¿Querés caminar por ahí mientras comemos?— preguntó Jungwon, soplando el contenido de su taza de cartón y recibiendo el vapor calentito en la fría piel de su rostro; suspiró aliviado.

—Sip.— Jay rodeó su hombro con su brazo, dejando su mano colgando flojamente sobre el pecho del más pequeño de estatura, y los guio al exterior luego de despedirse amablemente.

Caminaron juntos por el centro, parando en un pequeño parque y sentandose en una banca a admirar el paisaje y la compañía. Compartieron sus desayunos (Jay casi lloró al probar el café amargo) y siguieron hablando con fluidez y confianza; como si se conocieran de toda la vida. Suponían que así pasaba cuando conectabas con una nueva persona, pero no pensaron más allá de eso.

las ganas que tengo de que ya se enamoren, pero falta una banda😭

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