❥︎ꨄ︎ C. OO1 ☀︎︎
Recapitular su toma de decisiones fue algo que comenzó a plantearse en cuanto el rubio ingresó a su vida.
¿Por qué? Sencillo. Tenía la constante necesidad de corroborar que sus acciones fueran coherentes con sus pensamientos y deseos.
De una manera u otra, siempre trataba de hacer todo de forma perfecta, tanto para él como para Tae; quería sorprender a su ser amado en todo su esplendor.
Su encanto con su pareja predestinada era inmedible, se sentía completamente embobado, enamorado, extasiado, eufórico, seguido de toda extensiva expresión definitoria de gratificantes sentires.
Su rubio de ojos celestes era un ser tan luminiscente, JungKook no podía evitar admirar a su hombre, un ser tan sensualmente adictivo con solo mirar.
Era tan vago que solo pensar en ello, le distraía. Recuerda todo. Desde el primer día en que lo conoció, hasta el momento en que él le prestó atención a su persona por un incidente.
Su mirada fue dirigida a un asiento vacío del aula, suspirando. Totalmente privado por voluptuosas nubes que obligaron a su rostro recargarse en el amplio y rectangular tablero exclusivo para los estudiantes.
Los recuerdos son gratos cuando se construyen con la persona adecuada. Él lo sabía. No toda memoria es digna de atesorar; y así como creía en tal pensamiento, las dudas reaparecieron porque no todo iba bien desde su perspectiva.
JungKook se sentía un tanto perdido en aquella decisión. Tres meses. Un poquito más de tres meses donde sus citas eran fluidas, románticas y singulares.
Charlas, meriendas, viajes, campamentos, fiestas juntos... e inclusive, el modelo Kim TaeHyung había tenido rumores de citas por su causa. Algo que obviamente le tenía sin cuidado, porque con orgullo podría decir que ese hombre era suyo, mas no como tal.
Porque, ¿qué sentido tendría reclamar a alguien como suyo cuando ni siquiera habían cambiado la etiqueta de cortejo a pareja?
Debía cerciorarse a dar el siguiente paso. Ya era suficiente sabiendo que compartían pequeños besos, tan puros, como encaminados a una profusa atracción carnal.
Porque sí, no lo iba a negar, sentía una encarecida llama creciendo en su interior por el omega mayor, sentía esa necesidad de poseerlo más allá de lo físico y lo emocional.
Intenso o no, le daba igual, únicamente lo quería a él, a ellos dos, juntos. Como pareja. Como novios. Como compañeros. Como alfa y omega.
Una sonrisa tonta apareció en sus labios, mas luego se desvaneció al mantener presente aquella situación en la que ahora se encontraría cada vez que su omega quisiera.
Sus mejillas se pintaron en un rosa intenso.
Sentía un pudor exuberante. Aunque más allá de eso, la inseguridad de su lobo llegando como un ardiente hielo arrojado a su rostro durante el invierno.
Sus feromonas se exaltaron en el vacío cuarto estudiantil, pues siempre era el primero y más puntual al presentarse a clase. Siendo el representante de grupo, además de, a sus veintiún años estar obteniendo dos titulaciones en el mes consecutivo.
JungKook sabe que no es normal la vida que lleva, y por ello, tampoco era común hablar temas sexuales tan a la ligera cuando involucraba a un segundo. Porque su sexualidad siempre fue individual.
Nada más allá de sus manos trabajando en sus nerviosas terminaciones, las que ayudaban cuando su rut atacaba con ferocidad, al punto de lastimarse por no recibir la atención requerida en el momento exacto.
Desde su presentación como alfa dominante, hasta la actualidad, con veintiún años encima, era anestesiado o privatizado del estímulo ajeno con el fin de lograr un mejor control sobre su cuerpo.
Y aunque estaba resultando en medida que su edad avanzaba, JungKook jamás había sentido una enorme inseguridad por desconocer la práctica sexual con un acompañante, hasta el momento en que su omega mencionó aquello.
Donde debía involucrar su cuerpo con el contrario, con una posibilidad de que aquel momento surgiera espontáneamente entre sus profundas caricias.
Quizás, de cierta manera, estaba arrepentido de aceptar en el instante su propuesta, tal vez de cortejar en ese instante a un omega mayor a él que era más expresivo con el tema.
El móvil vibró en su bolsillo, desorbitando sus cavilaciones al obtener el objeto con la intención de ver la razón de su alerta.
Revisó la bandeja, una sonrisa genuina socorrió su estado emocional, sintiéndose feliz y despejado de cualquier sentimiento encontrado.
Tae. ♡
¿Has iniciado tu día, Koo?
Gracias por el desayuno, acabo de recibirlo, hermoso.
Tendré una última sesión en tres horas, ¿te molesta si después de ello paso a tu departamento y comemos algo antes de que sigas con tu pasantía, bebé?
El alfa suspiró encantado, sonriendo bobamente al celular, recargando nuevamente su peso en el tablero.
¡Por supuesto que quería!
Ya le había dado una tarjeta de acceso para que llegara cuando quisiera, pero aun así, tenía la cortesía de avisarle, logrando emocionarle de sobremanera.
Él siempre alegraría su día con solo un mensaje, su mente flotaría con la certeza de que el rubio estaba dispuesto a brindarle tiempo de calidad a su amor.
Buen día, amor. Sí, estoy esperando que llegue el asesor, luego veré al coordinador de la carrera.
Mucha suerte en tu sesión de fotos, seguramente saldrás y te verás muy precioso.
Avisaré al guardia para que esté pendiente y cuide que nadie te siga, amor.
Los mensajes fueron entregados y al segundo, el remitente de su cariño, comenzó a escribirle.
Tae. ♡
Qué seriedad, señorito Jeon. Me dan ganas de besarte esa carita de solo imaginar tu rostro; pero mucha suerte, corazón. Espero que todo salga muuuy bien, chiquito.
Espero que sí, bebé, tengo muchos nervios. Es una campaña muy importante, definirá mi contrato con una empresa reconocida a nivel global.
He hecho esto múltiples veces, mas esta es la única donde me siento un tanto... ¿inseguro? Creo que es la palabra adecuada.
Tendré muchísimo cuidado, no te preocupes tanto, amorcito lindo.
¿Quieres que cocinemos o pido comida a domicilio?
Sus belfos se torcieron en una pequeña mueca, pues a sus ojos era demasiado bello, estaba seguro que si rechazaban su trabajo por un determinado periodo de tiempo, aquella empresa perdería un gran talento como lo era su futura pareja.
Sus dedos se movieron inconscientemente en la pantalla, tratando de confortarlo para que dejara de pensar negativamente.
Con gusto aceptaré tus besos cuando llegue a casa, no te escaparas esta vez, amor. Gracias, precioso.
Ay, amor. Lo harás genial, no dudes de eso, tienes mucha experiencia en el modelaje; además, eres hermoso, precioso, lindo, bello, encantador... ¡estoy seguro que te irá superbién, precioso!
Solo si te apetece que cocinemos, si no, dime qué te apetece para la comida y pediré a domicilio.
Su lobo se inquietó por un instante, puesto que no recibió respuesta, pero al instante, una imagen apareció en la ventana de conversación.
Sus pómulos se pintaron en carmín cuando aquella imagen terminó de cargar para mostrar su rostro y el comienzo de su plano abdomen frente a un espejo, junto al mensaje "Te responderé una vez termine mi ducha. Te quiero, bebé".
JungKook simplemente salió de la conversación, ocultando su rostro sonrojado, con su lobo queriendo ronronear amorosamente.
Sus feromonas a limón con jengibre y grosella se endulzaron, suspirando con ganas al recordar su rostro adormilado, cuerpo y cabellos desaliñados.
En cualquier momento iba a infartarse por culpa de su sensual rubiecito, estaba seguro que eso fue a propósito. Era demasiado cruel con su corazón.
Al terminar la clase, Kook se dirigió con premura a la dirección de la facultad, hablando por teléfono con su padre, quien le pedía su asistencia durante la noche para cenar con unos socios.
Por supuesto que no iría, sabía muy bien con qué fines su padre mandaba a buscarle o llamarle, ya que por desgracia, una vez cayó en su cuento de "cenaremos con un socio", lo cual resultó en una cena para tratar de concretar un contrato prenupcial.
Ahora que tenía a Tae era, todavía más, una absoluta negativa. Trataba de excusarse con querer detallar algunos rasgos que le faltaban a su tesis –lo cual inventó– con tal de que el hombre mayor declinara su insistencia.
Hasta ahora, no le estaba funcionando.
—Ya dije que estaré ocupado, mis conexiones están bien. No necesito charlar con tus socios —respondió con voz moderada, intentando ocultar su fastidio.
—Las conexiones no solo se basan de poder saludarse a lo lejos, JungKook. Debes ser hospitalario con quienes apoyan tu liderazgo; especialmente con aquellos que son amigos cercanos a la familia —recordó de forma perseverante.
El alfa suspiró.
—¿Cuál es el punto de la cena? ¿Rememorar la amistad? —Cuestionó con ironía disfrazada de amabilidad—. ¿O buscarme una esposa o esposo?
Jeon SunYoong no respondió, hubo un silencio sepulcral en plena línea telefónica, quizás no sabiendo qué decir para contrarrestar su inesperado cuestionario con respuestas obvias para el joven heredero.
—¿Y qué si fuera así, JungKook? No es como que tengas motivos o razones para hacerlo. Sabes que eventualmente debes conseguir una pareja —respondió, obligando al alfita a tensar su mandíbula.
Claro que tenía motivos, uno demasiado claro para negarse a aceptar la dichosa cena. Su padre no lo entendería fácilmente.
—Tenga o no tenga razones, creo que estoy en mi derecho de oponerme —refutó determinado, no cedería a eso, ni ahora, ni después. Así que antes que su ingenioso progenitor tratara de contradecir sus palabras, le preguntó lo evidente cuando trataba de obligarle—. ¿Qué piensa papá al respecto?
El adulto mayor colgó la llamada. JungKook sonrió victorioso, inmediatamente mandando mensaje de audio a su amado padre omega, el cual estaba enterado de sus citas con su predestinado, al cual planeaba presentar ante los dos.
Kang DoGun era un hombre dulce, demasiado gentil que su padre temía cuando su pareja se molestaba. Al alfa de la familia le costaba mantener a su esposo feliz.
A comparación de Sun, Gun era más permisivo, atento y siempre anteponía su responsabilidad como padre, que como empresario. Velaba mucho por el bienestar de su cachorro, junto al de su marido. Su palabra era norma si él así lo deseaba.
Y para qué negar u ocultar la realidad, JungKook era la adoración del omega. Era su único hijo, el cachorrito, el niño mimado de papá. Era inevitable no seguirle cumpliendo deseos como heredero de la fortuna en ambas familias.
Quince minutos luego, se encontraba manejando en dirección a su departamento en la motocicleta, charlaba con el rubio mediante llamada por sus AirPods.
Ambos estaban de camino al edificio ubicado en el distrito de Gangnam-gu, del cual el de orbes grises se volvió dueño cuando decidió mudarse para tener privacidad y un lugar más cálido, fomentando por armonía que él mismo generaba.
La conversación seguía con el pelinegro solicitando detalles de la sesión, desde lo más superficial hasta las emociones de su amado. Quería saberlo todo, mas no contó con que su guapo hombre pasaría un nefasto trato por el fotógrafo a cargo.
El entorno avanzaba con destreza, pero no podría decirse lo mismo del pensamiento del humano. La tradición siempre se mantendría, y era molesto cuando reflexionaba sobre ello, porque a causa de ese tradicionalismo medianamente modificado, él era esclavo de convicciones con las que había sido educado.
La voz neutra del omega mayor era encantadora, inclusive cuando se alteraba por rememorar los acontecimientos recientes.
—Le dije al fotógrafo que si tanto quería una pose casi imposible de hacer, que mejor la hiciera él —respondió, contando el fracaso de sesión fotográfica.
Había una clara diferencia en tonos y empleaciones de palabras, evidentemente las que usó el hombre fueron inadecuadas, demasiado para que él se encontrara en ese estado de indignación.
Mínimo le debía una disculpa, pero por su indignación parecía ser que no lo hizo.
—Bien hecho, amor. Pero a todo esto, ¿quién era el fotógrafo? —Halagó y posteriormente, indagó, pero estaba atento al tráfico de las calles por las que manejaba.
La línea estuvo apenas cinco segundos en silencio, pero fue suficiente para saber que el rubio se sentía intrigado por su repentino interés en aquel individuo.
—Es Lee JaeSuk. ¿Por qué, bebé? —Indagó con curiosidad, JungKook se sonrojó al escucharlo llamarle así—. Dame un momento, estoy ingresando al estacionamiento del edificio —avisó antes que el pequeño alfa respondiera.
—Justo estoy a tres cuadras, llegaré en cinco minutos, amor —avisó denotando timidez en su voz—. Terminamos de conversar cuando llegue —dijo, el omega asintió guturalmente.
El pelinegro aceleró hasta que estuvo ingresando al estacionamiento subterráneo, alcanzando a ver a su amado rubio esperar justo frente al ascensor, mientras charlaba con el guardia, en quien habían confiado al ser un hombre beta amable, como respetuoso y de fiar.
Ingresó hasta ocupar el lugar ubicado a su motocicleta, cerca de su auto, y yendo detrás del modelo Kim hasta rodear con sus brazos su cuerpo, saludándole con cariño.
—¿Me extrañaste, bebé? —Preguntó en un murmuro contra su oído, haciéndole estremecer por lo sensual que había sido.
JungKook se ruborizó intensamente, ese mote le hacía sentirse tan tonto por él, tan pequeñito a su lado... demasiado mimado. Su alfa pedía ronronear por el omega, pues aquel cariño le inclinaba a querer reaccionar por impulso, no contando que su lobo no tenía demasiados años de pasar a la adultez como tal.
Era un hombre adulto e independiente muy mimoso, pero en su defensa, su papá omega tenía la culpa por hacerle tan pegajoso y dócil con quien sea que fuera su pareja; eso sin contar que hablaba de su predestinado, el omega al que fue entregado por su bella diosa y viceversa.
Su rostro se alejó del cuello del mayor, besando la mejilla con palpable ternura a ojos ajenos; incluso el guardia se sintió un estorbo por presenciar esa azucarada muestra de afecto.
—Por supuesto que sí, mon amour —respondió prontamente, relajando sus brazos alrededor de la cintura del modelo—. ¿Vamos arriba? —Cuestionó.
—A veces me planteo si realmente eres un hombre de veintiún años, Koo —comentó risueño, agarrando el cachetito del alfita dominante, que de dominante no tenía nada.
Estaba acostumbrado a que los alfas del rango dominante a su edad pretendieran tener un complejo de dominancia bastante alto, en el cual consideraban ser incapaces de apegarse a un omega con tanta facilidad.
Los prejuicios y etiquetas eran inevitables, por eso el rubio siempre bromeaba con su alfita. Le asombraba, pero por sobre todo, le alegraba que fuera un hombre tan dulce.
—Oh, vamos. Déjame ser, solo quiero ser un hombre mimado por su omega —puchereó, tomando con su mano disponible la del rubio para caminar al ascensor.
El modelo soltó una risita, aceptando con cariño su singular y espléndida actitud. No podía pedir más que un hombre dispuesto a la recíprocidad en el amor.
El guardia que había preferido retirarse para tomar aire, les miró con diversión en la lejanía. Hacía más de un mes que veía a los dos tan acaramelados, ir de un lado a otro por el edificio, pero simplemente tanta muestra de afecto en público, era raro.
No se estaba acostumbrado a ver parejas actuar tan explícitamente, además, era mal visto por las personas tradicionales y eso en múltiples ocasiones conllevaba a temas legales a los implicados.
Definitivamente les deseaba lo mejor a ese dúo por ser tan acaramelados, esperando que no fueran unos más del montón en la denominada etapa "luna de miel".
Al llegar al Penthouse del pelinegro, arreglaron su calzado con el dueño del lugar, dejando sus pertenencias en el sofá de la sala de estar.
El tono oscuro vibraba en las paredes, solo unos cuantos objetos en color hueso resaltaban su presencia, añadiendo ese toque exótico, moderno y elegante a lo común en departamentos enormemente lujosos.
TaeHyung había estado allí al menos más de quince veces con el fin de disfrutar tiempo de calidad. JungKook era demasiado hogareño para su suerte, y él era un hombre que se adaptaba con facilidad al entorno en el que estuviera, aunque también dependiendo de con quién estuviera.
JungKook era su entorno y lugar favorito, con él era magnífico disfrutar hasta el silencio. El alfa era particularmente singular a los de su edad, tenía un encanto natural que a Tae le fascinaba.
—Cambiaré de camisa, ahora vuelvo —avisó, yendo rumbo a su dormitorio.
TaeHyung asintió, dirigiéndose a la cocina, pues mediante una conversación de Kakao Talk acordaron cocinar, al menos eso fue lo que asumió luego de que el alfa le diera la libertad de elegir.
Sacó de los cajones los utensilios de cortes de verduras y carnes, dejándolos en la encimera, ayudando así al menor a estar preparado con las herramientas que fuera a ocupar.
Y también a prepararse él para no distraerse de nuevo, pues JungKookie con un mandil lucía inocentemente sexi. Recuerda la última vez, quería arrodillarse para él.
Sus pensamientos fueron demasiado lejos, suspirando decidió cambiar su enfoque mental al de cocina y la charla sobre el estúpido fotógrafo.
—Entonces... —habló JungKook captando la atención de TaeHyung—. ¿Qué hizo exactamente Lee JaeSuk para que reaccionaras así? Aparte de presionarte.
En cuanto apareció, el rubio sonrió, atrayendo al pelinegro cerca, rodeando el torso con sus brazos y recargando su cabeza en el pecho. Aspiró su esencia, opacando el oxígeno con ese fragante aroma. Amando tenerlo así de cerca.
—Tengo muy frágil la paciencia —respondió cerrando sus ojos, concentrándose en inhalar más de las feromonas dulces.
El de orbes grises suspiró, sus manos rodeando el cuerpo de su mayor, besando sus hebras claras y restregando su mejilla en un costado de la cabeza, soltando más feromonas con el fin de marcarlo.
—Mentira, eres muy paciente, amorcito —contradijo separando su rostro para verle—. No actúas como si nada cuando alguien te agrede la primera vez, pero si se vuelve a repetir, trazas el límite —confesó besando nuevamente la frente del omeguita.
TaeHyung se sonrojó por aquella observación, encarando a su pareja y arrugando el entrecejo. ¿Cuándo había observado tanto de su persona? ¿O fue que era muy fácil de leer? No entendía cómo él con sus acciones sabía hasta lo que menos expresaba, cuando él apenas podía averiguar lo evidente en el pelinegro.
JungKook le miraba de vuelta, sonriendo bobamente. Estaba tan ensimismado en mirarle con tanta dedicación, que para el modelo fue inevitable no plantarle un beso a esos esponjositos belfos.
Aquellos que de ahora en más disfrutaría, quizás, muchísimo más de lo normal en muestra inicial del intercambio físico entre ellos, quizás le quitaba lo romántico al acto, pero ese concepto podría amoldarse a ellos antes que ellos encajar en este.
Sus belfos volvieron a encontrarse, el contacto fue apacible, dulce. Delicadamente delicioso y amoroso, los besos del alfa parecían una nubecita de malvavisco con chocolatito.
Extravagante.
Las manos del rubio terminaron encima del pecho ajeno, suspirando placenteramente por aquel beso que les dejó con una sensación plena, completa. Deteniéndose porque quería más de él y debía saber llevar un límite para no abrumarlo.
—Trataba mal al personal que estaba esforzándose por que todo saliera excelente, hizo comentarios muy sexosos y alfistas respecto a mi cuerpo; era demasiado desagradable —murmuró cariñosamente, sintiéndose un tanto liberado al tener a alguien que le escuchara.
Un esquimal se hizo presente, adorando compartir ese instante considerado tan íntimo y gentil. Reconfortando su estado emocional.
JungKook lo pensó un momento, aunque no fue tanto de pensarlo, sino más bien una necesidad instintiva de querer proteger a su ser amado.
—Qué frustrante trabajar con él. ¿Tu representante estaba contigo, verdad? —Cuestionó alejándose de su rostro.
—Lo estaba, pero preferí manejar la situación. Así que es probable que repita la sesión mañana —mencionó un poco decaído—. Independientemente de su comportamiento, yo necesito ese contrato —finalizó volviendo a recargarse en el hombro contrario.
JungKook asintió comprendiendo. No quería que pasara otro momento incómodo, tanto él como su lobo querían estar a su lado para velar su seguridad o por lo menos quería saber para qué marca o empresa estaba por obtener un contrato, así quizás podría intervenir con el cambio de fotógrafo... aunque no estaba seguro de si eso sería agradable para Tae.
Así que por el momento, decidió solo avisarle algo, no preguntar porque seguramente el rubio le diría que no, que debía ocuparse en sus responsabilidades y no le agradaba cuando decía eso.
—Te acompañaré mañana —dictó serio, al rubio le extrañó su cambio de actitud.
No preguntó nada, solo sonrió, abrazando al pelinegro con adoración. No afirmó su petición, mas tampoco la negó. Simplemente le restó importancia, mas creía intuir la repentina petición, y le conmovió, al punto de que quizás no le imaginaba en su estado más neutral y defensivo por él.
Decidió que era momento de empezar con la comida, así que trató de olvidar ese momento, después hablarían sobre eso.
—¿Qué cocinaremos? —Cambió de tema, alejándose de su cuerpo—. Saqué solo los utensilios porque no acordamos nada en específico.
JungKook asintió, charlando unas cuantas recomendaciones para que él hiciera; así es, porque él únicamente le vería cocinar.
Aunque claro, TaeHyung sabía que podía ayudarle si él lo pedía, pero en ese instante una vaga idea recorrió su mente, subiendo la temperatura del ambiente, con sus feromonas un tanto dispersas y mordiendo su labio inferior.
Él estaba usando un mandil por encima de la ropa, de nuevo. Su cuerpo amoldado a su torso amplio y cintura pequeña. Era un hombre demasiado atlético y sexi, demasiado para su gusto.
—¿Qué piensas? —Preguntó una vez se encontró girando para verle, el matiz dulce de feromonas le fue inevitable pasar por alto.
Su vista volvió a centrarse en las verduras con la finalidad de seguir cortando, debía apresurarse; y así fue como aceleró cada corte, provocando el constante golpeteo entre la tabla y el cuchillo, para solo cinco minutos después haber terminado de cortar.
TaeHyung a su costado tarareó, pensando qué responderle sin cohibirle u abrumarle, realmente no podía ocultar ese pensamiento por mucho que quisiera. Todos sabían cuando un omega se encontraba excitado, especialmente los alfas.
—Nada en específico, bebé Koo —llamó seductoramente.
El alfa menor detuvo la condimentación de la carne cuando creyó conveniente, el sartén pre-calentando a fuego medio en la parrilla de cristal y se concentró en ello por un momento hasta que recordó las palabras de su omega.
Giró a verle, sus mejillas estaban sonrosadas, así que rápidamente le soltó un besito. El rubio soltó una risita, posándose detrás de él, rodeando su cintura, dejando su mentón en el hombro ajeno, inhalando su perfume natural, tan calmo...
JungKook tragó saliva cuando el omega suspiró cerca de su cuello. Era extraño tenerlo tan cerca de esa forma cuando recordaba lo acordado en aquella cita, mordió el interior de su labio, sofriendo las verduras.
Prosiguió con su trabajo, ignorando que tenía al rubio pegado a él como pulga. Mas por mucho que le dificultara los movimientos, no se quejaba, por el contrario, le gustaba.
Sintió las manos posarse en el centro de su abdomen, debajo del delantal, con el cuerpo un poco más delgado casi recostándose en su espalda.
—¿Has pensado en cocinar con solo un mandil puesto en tu torso, amorcito? —Murmuró suspirando al sentirse embriagado por sus feromonas dulces.
JungKook negó guturalmente, concentrado en pasar unos últimos ingredientes al sartén en el fuego, mas atento con responderle.
—¿Te gustaría verme así? —Cuestionó luego de unos segundos en silencio, puesto que sentía las feromonas de frambuesa con cereza y jazmín disminuir su suavidad.
TaeHyung pensó muy bien sus palabras antes de responderle. Él había pedido que tuvieran algunos momentos donde involucraran un poco de lujuria, pero no quería presionar a su alfita.
Estaba comenzando a amarle por encima de todo. No haría algo que pudiera hacerle sentir mal o fuera contraproducente para su vínculo. Aunque tampoco iba a reprimir sus deseos.
Estaba bien si él no quería, sería incapaz de obligarlo a acercarse de esa manera o colocarlo en situaciones incómodas e inexperimentadas que provocaran alguna especie de desagrado.
Mas cruzaba los dedos por que todo fluyera de manera positiva y pudieran llegar a una especie de acuerdo silencioso, pues JungKook había aceptado dejarse guiar por él y él estaba fascinado con la idea.
—Sí, creo que sería encantador viniendo de ti, con tu encanto amoroso y hogareño... sería completamente sensual —suspiró, alejándose para darle espacio—. Solo es un pensamiento, no quiero incomodarte con eso, Koo —contestó, mirando el rostro de su pretendiente.
Los mofletes del alfa se habían sonrojado. TaeHyung no tenía ninguna especie de pudor para halagar su cuerpo. Ahora, centrado en su comentario, menos que incomodidad, era vergüenza por saber qué tipo de imagen quería el rubio de él en algún momento de su relación.
Bajó la flama del fuego y limpió sus manos, dándose vuelta para encararlo. A pesar de no estar muy seguro, decidió que quizás sería una buena idea demostrarle a él su iniciativa.
Quería intentarlo por más que la vergüenza quisiera impedirlo, así que su mano izquierda sostuvo la cintura del modelo, un agarre suave, pero firme. Demostraba la seguridad de su decisión.
—Entonces hazlo, puedes quitar mi camisa y colocarme el delantal —con un temblor en la voz, aceptó el deseo del rubio.
El de orbes celestes abrió sus párpados con sorpresa, contuvo el aliento por un momento, tragando saliva. De verdad se sentía demasiado tentado a decirle al pelinegro que le tomara como pudiera, pero al mismo tiempo no quería.
La primera vez de su alfa debía ser satisfactoria, no solo para su persona, sino también para él y eso volvía sumamente excitante el proceso para llegar allí.
—No necesitas hacerlo, bebé. Será a tu tiempo, Koo —respondió un poco nervioso.
El alfa mordió su labio inferior con sutileza, desviando su mirada al suelo para luego regresarla a su rubio. Estaba nervioso, mas no indeciso.
—Quiero que lo hagas, Tae —alentó a la par de sus feromonas cambiando a unas más dulces, para que supiera que su lobo igual estaba seguro de ello.
Estaba seguro con él. Al menos eso intentaba que fuera reflejado, porque el omega sonrió divertido. Intentando formular palabras para convencerle de que a su tiempo todo, mas los sorpresivos labios ajenos impactaron contra los suyos.
Su cuerpo se pegó al otro, sus manos se posaron en su pecho mientras sus labios le seguían el ritmo una vez aceptó su afecto.
—Koo, espera, amor... —Susurró una vez logró separarse de sus labios, humedeciéndolos con su lengua—. La comida, apaga eso o se quemara —pidió con el aliento pesado.
El alfita obedeció, girando apenas su cuerpo al dejar el miserable en la encimera y apagar los calentadores que ocupaba. Pero a todo esto, ¿por qué lo apagó si solo le ayudaría a colocarse el delantal de cocina?
Los brazos del rubio rodearon los hombros cubiertos por una camisa negra, su aroma a frambuesa con cereza y jazmín envolvió como manta el cuerpo del alfa, marcándolo de feromonas sensuales; por consiguiente, volviendo aquella reacción genuina.
—Tae, ¿no solo me ibas a colocar el mandil? —Cuestiono, sintiendo los besos del rubio en su mejilla izquierda.
El rubio asintió, alejando su rostro.
—Quiero intentar algo más, ¿me dejas?
JungKook levantó su ceja, queriendo saber qué sería eso que quería intentar hacer, pero asintió sin reticencia. Se sentía mejor teniendo encima las feromonas del omega, pues daba la seguridad que a su lobo le faltaba.
Le daba ese confort a sus inseguridades. Era como una caricia a su cuerpo y alma, a la deriva de inquietantes pensamientos haciendo eco cada que lo tenía a su alrededor o cuando el mínimo acto le relacionaba.
Aunque su gusto y exuberante amor hacia TaeHyung estuviera en la cima, no significaba que no tuviera series de preguntas consigo mismo y las decisiones que tomaba.
Porque puede un amor tenerse, pero aún así dudar sobre las decisiones que le harán volverse estable o inestable. Es una responsabilidad de placer que surge en esos instantes.
Los bembos del rubio volvieron a encontrarse con los suyos, destensando sus terminaciones nerviosas, relajándose.
La saciedad no tuvo fin en ese instante, pues Tae mordió el labio inferior con fuerza medida, logrando adentrar lentamente su lengua en su buz, buscando la profundidad de aquel beso.
El rostro de ambos se calentó al iluminarse de carmín, intensificando medianamente sus acciones, pero JungKook sin exceder el tocar el cuerpo esbelto del modelo. No sentía correcto hacerlo.
—T-Tae... —suspiró encantado.
Y aunque el de hebras claras apenas le dejó respirar al separarse dos milímetros, él picó los belfos de su omega, aceptando gustosamente cada muestra de cariño.
Cada acción del mayor conducía a su corazón, ni el mínimo acto de cariño sería desmerecido. En cambio, sería correspondido.
TaeHyung recorrió su mandíbula con su buz entreabierto, mojando y seduciendo tortuosamente hasta encontrarse en el cuello, donde lamió despreocupadamente, con sus manos bajando al dobladillo de la camisa de su bebé.
Le gustaba ese mote, disfrutaba mucho de llamarle así porque le parecía demasiado tierno. Era un alfa, y por lo regular los de su casta solían ser demasiado dominantes, con quien sea que fuera.
Mas él no era un alfa común, era un alfa puro y dominante, no por nivel jerárquico, sino por actitud. Porque en la modernidad el alfa no era el ser tosco e indiferente, era aquel con semblanza digna de entrever la realidad.
Era un completo alfajorcito de chocolate; tan dulce y lindo. En conclusión, era el bebé de TaeHyung, su alfita.
Ronroneó con el pensamiento a flor de piel, erizando el cuerpo ajeno por su muestra de confianza puesta y sacando la estorbosa camisa impidiendo la vista del cuerpo del de hebras oscuras.
El omega contuvo el aire, sintiéndose momentáneamente desorientado al verle semidesnudo. Regreso su vista a ese plateado cielo, aliviando el nudo de saliva.
Su cuerpo era un deleite visual, realmente se sentía un pervertido imaginando escenarios dulcemente sensuales, mordió su labio inferior débilmente, atrayendo del cuello a su enamorado para plantarle un ósculo más de todos los que faltaban.
—No haremos algo que sea demasiado apresurado para ti, tampoco quiero incomodarte —volvió a repetir, acariciando sus belfos con otra envoltura de sensualidad—. Incluso puedes detenerme cuando desees, bebé.
JungKook asintió guturalmente, siguiendo el tempo de sus tremulas caricias, dejándose llevar por las delgadas manos del omega al guiar las propias hasta sus posaderas. Su rostro conectó con el ocaso de sus acciones.
—Puedes agarrar a tu gusto si así lo deseas, no te limites —musitó en medio de un jadeo por recuperar aire.
Kook volvió a asentir, acomodando sus palmas, una en la cadera, mientras la otra aguardaba justamente en su nervioso moflete pecaminoso, apenas aplastándolo, haciendo respingar a su acompañante.
El rubio se abrió paso en la cavidad bucal de su menor, profundizando hasta que el pelinegro tuvo que inclinar su cabeza a un costado, recargándose contra la encimera, sintiendo las palmas de su predestinado quedarse presionando en sus pectorales.
Las caricias de TaeHyung se volvieron peligrosas, su sedoso tacto se mantuvo rozando la protuberancia nerviosa, disfrutando de sentir al otro estremecerse en medio de sus flamantes besos, alterando la temperatura ambiente que hace mucho tiempo les había abandonado.
Prosiguiendo con su húmedo recorrido descendente, hasta friccionar su lengua con la glándula de aroma del alfa, desencadenando una mezcla de bajos ronroneos intercalados con jadeos alusivos a su nombre.
Mas su recorrido no se detuvo, una vez mimó su tierna piel, siguió cuesta abajo, moldeando delicadamente sus sensibles botoncitos, alternando frotar con succionar, retrayendo con dulzura y humedeciendo alrededor, la yema de sus dedos aportando a su causa.
—Amor —jadeó, acariciando su cabello por reflejo al sentirse estimulado, sumando las feromonas que su rubio dejaba al aire, evidenciando su fragante estado de excitación.
Sus zonas erógenas reaccionaban con facilidad, abultando su pantalón lentamente, añadiendo eso a los pequeños roces entre su virilidad con la ajena. Era tan satisfactorio sentirlo fajarse contra su pelvis.
Inducirse en su juego estaba volviéndose excitante, de tal manera que sus manos atrajeron el grácil rostro varonil de su hombre, cambiándole de posición y adueñándose de su buz profusamente, pegando su vientre al del omega.
—Me s-siento demasiado excitado, hyung —casi gimió contra su cuello, su voz flanqueando por el aroma a cerezas que envolvía su anatomía, siendo arrastrado por el impulso ardoroso.
Tae mordió su labio inferior, ahogando un gemido, pero siguiendo el ritmo de la pelvis de su alfa, abrazándose de su torso y moviéndose en sincronía.
Su apertura mojándose a la par de sus ojos llorosos, puesto que los dos necesitaban algo que satisficiera el libido que solo intensificaban con rastros de saliva, junto a pequeñas mordidas en sus sensibles triángulos.
—Te ayudaré con eso, pero baja tus manos —pidió ahogadamente, un gemido yéndose al interior de su cuerpo cuando recibió un exquisito tirón en su entrepierna.
El alfa obedeció, sintiendo un escalofrío y gemido escaparse cuando su bonito hizo una embestida a su tensionada masculinidad.
—A-acopla tus palmas, aprieta, pega tu pelvis y repite la acción, mmgh —instruyó, sintiendo exquisitamente cada encuentro, su boca buscando nuevamente la del alfa—. Aah, así, bebé, s-sigue —siseó con la voz amortiguada por la saliva que intentaba acumularse en su garganta.
JungKook asintió apenas, mientras tanto, el rubio trató de sacarle el cinturón del pantalón, lográndolo con dificultad, mas concentrado en lo que haría.
Con sus pupilas dilatadas, los labios medianamente hinchados y su cuerpo implorando su toque, se arrodilló frente a él, bajando el pantalón hasta la mitad de sus muslos.
Su lánguida sinhueso acarició sobre la tela, notando el glande por la humedad y dirección longitudinal del mismo, no lo pensó demasiado, solo abrió su boca para chupar sobre este, sosteniéndose de la cadera del alfa.
Su respuesta fue un febril gemido ronco, con el abdomen tensándose, pues la placentera mano del rubio había rodeado su base con cariño, apenas acariciándolo de vez en cuando al ocuparse de jugar con la punta cubierta por su blanco bóxer.
—T-Tae, esto... —Fue interceptado por su propio gemido, pues la mano del mayor se adentró en su calzoncillo.
TaeHyung miró a su precioso hombre desde abajo, observó con orgullo la contracción de su rostro al sentir su fría mano subir y bajar por su extensión.
Intentaba decirle algo, pero no lograba formular bien las palabras, únicamente sus belfos se movían. Aquellas facciones eróticas solo eran un adherente encanto extra a su atractivo físico.
Ese piercing en el labio siendo orillado por la autolesión que sus perlados dientes cometían, era un embaucador detonante que únicamente sería correcto admirar viniendo de su amado pelinegro de orbes plateados.
Quien se encontraba de pie tuvo que sostenerse con firmeza de la mesada, puesto que el recorrido ascendente y descendente contrajo su cuerpo en una fluctuante exhalación de placer.
Su cuerpo vibró al compás del bombeo manual, gimiendo por lo bajo. Porque más de una vez él lo había hecho, pero era totalmente distinto que un segundo estuviera de rodillas, engrosando su virilidad.
El omega sonrió con picardía, abriendo su boca, como seguidamente eclipsando de estremecimiento la anatomía del pelinegro, quien contrajo su abdomen de anticipación al cometido del rubio.
—Tae, e-eso... eso no ¡Ah! —Intentó detenerle, mirando al modelo observarle con un sonrojo de excitación, sosteniendo su punta contra sus belfos cerrados.
Besándolo.
—¿Por qué no, mi amor? ¿Mmmh?
El aliento tibio se enfrentó contra el erguido miembro, junto a la blanda carne humedecida subiendo hasta descubrir del telón rosado su orificio.
JungKook se exaltó, su cuerpo respondiendo honestamente al contacto generado. Quiso agregar su respuesta, pero su predestinado estaba demasiado concentrado paseando su lengua circularmente, sobando el cuerpo, extendiendo la secreción preseminal.
—Tu cuerpo dice lo contrario, alfa mío —agregó, lamiendo la circunferencia de la base—. Atrévete a alejarme, intenta doblegarme con tu voz si no lo deseas. Que tu hombría no sea un impedimento conmigo, alfa mío. Solo quiero que disfrutes tanto como yo lo hago con tu rostro socorriendo al placentero éxtasis.
El iris del omega pareció brillar con el reflejo de la luz, encapsulando la tentación del hombre de pie con su candente energía desprendida.
Las feromonas incrementaron y sus cuerpos enardecieron en conjunto por primera vez, el pelinegro siguió parte de su instinto, ese que quizás no siempre podía ser irracional si aprendía a usarlo en el momento indicado.
Y quizás de ahora en adelante sería algo más que aprendería a experimentar.
Su bienaventurada mano se hallaba en los sedosos cabellos de oro, exhalando un musical de jadeos cargados de denso furor consumiendo su cuerpo, enloqueciendo a su lobo interno por la entrega del omega.
La palma descendió hasta la mejilla ajena, encontrándose con esa imagen de puro erotismo que gotitas de cristal rompían el contacto directo entre el color de sus ojos con los ajenos.
Sintió su vientre vibrar con anticipación, su pene estaba tan al borde que juraría por la luna estar encantado de vivir en un bucle, en donde pudiera contemplar aquellos benditos belfos abstrayendo vigorosamente su albino fluido.
Subiendo, bajando, succionando completo, succionando a medias, moderando sus movimientos y entorpeciendo cíclicamente las caricias de la lengua al orificio, adquiriendo concentración en aquel vínculo de expulsión, sus dedos apoyando en sus bolsitas a las cuales atendía apenas dejaba suelta la erección.
Y por sobre todo, se veía ahogado por la longitud. Era excitante de algún modo.
Mas el alfa quiso alejarse, no quería causarle ningún daño, mas no contó con que él sujetara su cadera con firmeza y, apenas con un lento movimiento en negación, se rehusara a alejarse.
—T-Te estás ahogando, ¡agh! —Advirtió con dificultad, sonrojado.
Se arrepintió de haberlo dicho, porque las paredes bucales del omega se ensancharon, para posteriormente ingresar un tramo extra que le provocó una arcada, junto al pelinegro gimiendo sonoramente con el impacto de su sensible pico con la tibia pared muscular.
Tae embistió el falo, apoyado por su diestra con lo que no lograba ingresar, repitiendo la acción constantemente, pero en variada velocidad.
Cuando el pelinegro ya no intentó alejarle, se aseguró de que la mano tatuada tomara sus hebras doradas, incitándole a eclosionar entre sus belfos con simular un empuje de cadera del alfa.
El pelinegro comprendió su mensaje, así que segundos después sostuvo la barbilla del grácil rostro con ternura, mientras sus dedos se hundían entre los hilos claros, sosteniendo con mucho cuidado para no dañarle el cuero cabelludo ni infringir dolor.
Meció sus caderas con lentitud, sintiendo la esbelta mano alejarse de su base, en cambio, posándose detrás de sus muslos con firmeza.
Sus miradas conectaron una vez más antes que el agua salina nublara alrededor de sus cuencas.
JungKook se concentró tanto en volver a sentir aquella tibieza al golpetear repetidas veces el inicio de la garganta ajena, que ocasionó pequeños gorjeos en su predestinado.
Volviéndose incapaz de detenerse en el desenfrenado calor de la lujuria, su plano terrestre desapareció, alejando cualquier pensamiento lógico e ignorando el que las manos que se sostenían de sus piernas habían descendido hasta el suelo.
—Aaah, es realmente bueno —balbuceo, ido en su desmesurada excitación, su cabeza cayendo hacia atrás.
Sus terminaciones nerviosas estaban alteradas a más no poder, convocando múltiples descargas enviadas a cada central nerviosa que a su anatomía conformaba, hasta finalmente expulsarse intermitentemente en los espacios que le fue posible descargar su viscosa lluvia caramelizada.
Quedando brevemente en el olvido el placer del hombre arrodillado a él. Sus ojos estaban ardiendo por gotas saladas entremezcladas.
Limpió su rostro con su mano disponible, sintiéndose avergonzado en cuanto visualizó el bonito rostro manchado por su semen, con la barbilla goteando y autocomplaciéndose, emanando intensamente esa sensual fragancia de frutos rojos.
Con fugacidad, su mano quitó el rastro viscoso, arrodillándose a la altura del rubio para finalmente articular palabra.
—¿Puedo ayudar en algo, hyung?
Fue tan dulce, un suave sonido que hizo gemir al omega con el pantalón holgado abajo, sus labios se acercaron a los del alfita, marcando un voraz ritmo que pretendía volver a incitar al pelinegro.
Y con la humedad de sus caricias, la articulación de sus entrecortadas palabras llegaron al oído de su acompañante, pidiendo dócilmente el tacto entre sus piernas.
—Quiero expulsarlo, haz que culmine, bebé.
El siseo fue más que satisfactorio, pero sin saber porqué realmente, sin reconocer esa concisa procedencia. ¿Era simple excitación o aquello era conducido por algo más?
El sonrojo en sus mejillas se intensificó, su lobo quería ayudarle, pero más que ayudarle, una urgencia intervino, alentando sus movimientos al colocar de pie a su rubio.
Su lindo hyung rubio. Su enamorado tan perfectamente imperfecto, inclusive para enseñarle algo tan simple como el comportamiento erótico y candente con él.
Su miembro volvió a erguirse inesperadamente, puesto que sentía el dulce aroma frutal emanar de la intimidad ajena, su lobo despertaba un frenesí que apenas comenzaba a reconocer abiertamente.
Con mucho cuidado, terminó por deshacerse del pantalón holgado hasta que cayó al suelo junto a la ropa interior, las yemas de sus dedos recorrieron vagamente sus muslos, su rostro acercándose a la prominente elevación entre sus piernas.
Para ser un omega, no era exactamente pequeño. El pensamiento calentó sus sentidos, sumado a eso los fluidos descendiendo en el lateral de sus piernas.
Su lengua salió decidiendo aventurarse en una ascendente persecución que comenzaba a obstruir su juicio, limpiando el rastro viscoso, además de sus besos del dejados allí.
—JungKookie —gimió sintiendo su aterciopelada caricia.
Su vientre se contrajo en el interior, su irracionalidad pedía más y más de su mitad, de él. Se sentía necesitado y quizás no quería precisamente que fuera lento, ansiaba por ser usado sin descaro.
Mas era él, su luna, su amor, su predestinado, su encanto. Su alfita mimado.
Le dejó experimentar con su cuerpo, estaba a su disposición, quería placer, pero también quería su amor y complicidad. Su docilidad para sucumbir en ese sensorial plano cargado de espesa seducción, persuasión e incitación.
Sería un soborno de adulación que pretendía absorber cada gramo de cordura con su fetichismo.
Y TaeHyung era demasiado fetichista. Un voluble fetichista romántico que ansiaba poder saciaros inconsistentemente.
Anhelaba tenerlo todo en todas las formas posibles que le permitiera, quizás su fetichismo podría exceder los límites de la cordura del alfa, con su gradiente presencia guiando su camino. Podría ser desquiciante.
Su lengua atravesó sin cuidado la desnuda ingle del modelo, besando con ahínco hasta llegar a su extensión, mojando la longitud con audacia hasta hacer sus ojos flamear por un efímero instante.
Sus yemas se aferraron a los cabellos oscuros, un poco más y deteniendo cada succión dada junto a los empujes de su gloriosa mano.
Los sonidos jadeantes mantuvieron un ritmo constante hasta que empujaron a los gemidos a desbordarse, su cuerpo era sacudido con el ritmo de la boca ascendiendo y descendiendo, una y otra vez hasta que los pies del rubio abandonaron el suelo hasta quedar suspendidas en el aire.
—Oh, s-sigue... así, mi bebé —elogió, abriéndose al tener sus piernas sobre sus hombros.
JungKook miró el rostro del rubio, contraído en el placer, con su aroma marcando su cuerpo y llamándolo especialmente a aquel viscoso lugar que atormentaba a su lobo gruñendo en su interior.
Mas no detuvo a su boca embistiendo el falo, chupándolo y succionando, obligando a que el otro arqueara su espalda baja sostenida por su izquierda y con sus antebrazos tratara de mantenerse estable en la encimera.
En cambio su diestra agarró la parte interna del muslo, mojando su mano. Entonces sus labios ascendieron hasta soltar su virilidad, dejando su espalda contra el mármol y bajando una de las piernas del ojiceleste para con la misma mano envolverlo, acariciando cíclicamente su cúspide sonrosada.
Descendió hasta la base, siguiendo la humedad con su pulgar, observando las reacciones de su compañero con detenimiento, enviando un delicioso escalofrío a su entrepierna cuando su buz exhaló tan seductoramente un gimoteo.
La mano del rubio detuvo su muñeca para pausar sus movimientos, con sus ojos derramando lágrimas por el extremo calor que golpeaba la atmósfera que compartían y que sus cuerpos se negaban a estabilizar.
El final de su cabello estaba pegado a su frente, sus belfos magullados por haberlos mordido con fuerza de vez en cuando.
—¿Pasa algo, Tae?
Su pregunta casi hace que el omega suelte una divertida risa, pero el dedo que jugaba en la división de sus límites le contuvo a hacerlo, el mínimo movimiento provocaría otro gimoteo.
La pregunta fue olvidada rápidamente, tal como cualquier realidad posible que dictara un contraproducente arrebato de calor.
Atrajo la mano del pelinegro hasta entrelazar sus dedos, el cuerpo del alfita fue atraído con lentitud hasta que tuvo la oportunidad de volver a sus belfos pecaminosos.
Compartiendo la sincronía del Sol y la luna creciente, el suspiro y el delirio, la calma y la presteza, pero por encima de todo, el cuerpo que querían gozar hasta el fin de las eras de todos los universos posibles en que estuvieran.
La cintura del omega fue tomada con ternura, mientras la dulzura de sus bembos regocijaban su lúcido afecto. Inclusive cuando el hombre Kim re-dirigió la mano entrelazada por detrás de su figura, ninguno dejó de transmitir toda la pureza del acto, que más allá de ser eróticamente placentero, era una muestra de reciprocidad inconsciente e intangible que atraía su alma con la otra.
Aseguraron su cercanía con TaeHyung rodeando el cuello del lado opuesto al diestro, mientras que con su palma libre aseguraba finalizar con masajes el producto de su entrega.
El brazo que rodeaba al rubio, se adentró por debajo de la camisa, acariciando su espalda, con sus jadeantes exhalaciones colisionando contra los magullados labios y directamente en la piel expuesta por el cuello de la camisa, de vez en cuando dispersando besos elevados a las nubes en el corazón de su compañero.
Entonces con su mano izquierda disponible, elevó el frente de la camisa hasta el inicio de los pectorales, apreciando las contracciones que el abdomen sufría por su desmesurada fricción de caderas con los masajes manuales, y sus dedos marcando la cintura con su firmeza.
El sudor no fue impedimento para perdurar estables, pues las uñas del rubio fueron testigos junto a la ancha espalda. Su temperatura incrementó y una ola de perfumadas feromonas resonaron por el amplio departamento.
Posteriormente, la mano del alfa cogió la pierna derecha flexionándola horizontalmente, de tal manera que su mano lograra encajar sus dedos en la humedecida privacidad de sus muslos, recorriendo hasta bañar sus dedos y lubricar sus erógenas bolsitas, duplicando el éxtasis.
Los orbes del pelinegro resplandecían con una sutil, pero llamativa, aureola carmín. Nuevamente, la vista permanecía enfocada en el rostro de su predestinado, suspirando y dejándose llevar por la vocal de su voz alterando sus sentidos.
Por el contrario, TaeHyung apenas y mantenía sus párpados entreabiertos, su perlado sudor con el líquido crisalino acumulándose alrededor, y solo terminó por desbordarlo cuando su hombre movió dos de sus dedos.
—¡Mngh, Koo! —Chilló cuando sus bordes recibieron atención.
En la formación de individuos de la élite, específicamente a los alfas –asumido así por una parte de la sociedad conservadora–, durante su etapa final adolescente se les enseñaba con precisión la forma en que debían comportarse con su compañero.
Jeon JungKook no fue la excepción, memorizó cada punto erógeno bajo en el que su pareja pudiera sentirse atraída a su "ayuda". Aunque uno de esos últimos puntos, el que indicaba la seguridad de su acompañante en sus zonas más recónditas, era justamente por el que más atraído se sentía.
No solo él, su lobo también, y era un desbalance que dificultaba su respiración, como la claridad de sus acciones.
—¿Te molesta si te ayudo un poco más, hyung?
El jadeo de ambos fue expulsado cuando la esbelta mano de Kim jugaba con sus orificios eyaculatorios, provocando que JungKook introdujera un dedo por impulso.
El cuerpo del rubio tembló brevemente, arqueando su espalda e inclinándose hacia atrás con el cuerpo del pelinegro. Sus uñas se clavaron en la ancha espalda y su boca gimió de satisfacción, mirando al alfa con un brillo motivador.
—Mete otro, mhmn —sugirió en un hilo de voz, pidiendo de sus belfos los besos que tanto anhelaba.
Fue totalmente hipnótico, o quizás el omega visualizaba el entorno en cámara lenta debido a su cerebro permanecer flotando por la sobrecarga de estimulación.
Los dígitos arremetieron contra su cuerpo, estaban adentro, tocando impetuosamente sus dos botones intencionalmente, tratando de presionar con cada movimiento en conjunto la próstata y el cérvix.
—¡Aah, justo ahí! —Lloriqueó, sus piernas contrayéndose por las vibrantes pulsaciones enviadas a su vientre.
El cuerpo esbelto fue dejado nuevamente contra la encimera, pues la prioridad del pelinegro alfa se redujo al placer de su amor.
Con mucho cuidado, sus estocadas intercalaron un ritmo que le permitiera deleitarse con el adulador coro exclamativo.
Manteniéndose inmerso en el rubio masturbándose, con él arremetiendo sus dedos en el interior, a JungKook le fue inevitable gemir sin tocarse, pues únicamente apreciar el estado candente y desaliñado era suficiente para sentirse al límite, pero su mano inevitablemente buscó su extensión para, nuevamente, entregarse al placer de su acción.
Aquella sobrecarga fue la deliriosa cúspide del orgasmo que quebrantó la fuerza de Tae en su travesía lujuriosa, lo cual solo incitó al pelinegro a embestir velozmente su propio falo hasta eyacular encima de sus dedos dentro del mayor.
Suspirando a gusto, entre jadeos, fue como el acto terminó, reduciendo su intimidad a cálidos abrazos con besos salidos del alma hasta llegar al corazón de ambos.
Saciaron su tensión impregnada en cada beso, esa que seguramente volvería a encontrarles tan pronto la plenitud de ese momento, culminara.
Hola, hola. ¿Qué tal? 👀
La verdad es que este primer capítulo yo quería que fuera no tan largo, pero una cosa llevó a la otra, y tenemos acá ocho mil doscientas palabras. 🤡
Algo que quiero mencionar es sobre el cérvix. ¿Saben qué es? ¿No? Bueno, pues es el cuello uterino de los omegas. Y es una parte sensible con terminaciones nerviosas bastante excitantes para ellos.
Fue un capítulo cargado de metáforas y constantes eufemismos, así que no esperen menos de los capítulos posteriores.
El nombre usado para el fotógrafo no sé si exista, pero en caso de que sí, quiero que sepan que esto no lleva la intencionalidad de ofenderle. ^^
Y por si no saben, tengo una cuenta de Inkspired donde igualmente estaré subiendo mis obras. Es el mismo nombre de usuario que acá, aunque también pueden ir a mi Instagram mediante el link en mi descripción. 💕
A mi bestie que ansiaba tanto este capítulo como yo, pues aquí está. Disfrútalo, disfruta esta bella historia de la misma manera que yo disfruté escribirla. 🥰
No saben lo mucho que me encanta este Tae y Koo, de verdad, estoy encantada con ellos dos. Serán una masita dulce a lo largo del fic. 😭💗
Nos vemos dentro de un año con seguridad, chaucito. Mentiraaaa. Saben que trató de actualizar tan pronto termino de editar cositas, seguramente esta versión tendrá alguna impureza, pero ya me cansé de corregirla. Así que nos vemos prontito.
Y mis hermosos cumplieron su aniversario 11 sjjdjddj, así que ando animada para seguir escribiendo y editando no solo esta historia, también otras.
¡Nos vemos!
—Ale.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro