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Capítulo 12. Algo inesperado y algo esperado

Yo lo miré anonadada, al igual que María, pero sobre todo Alex, quien tenía la boca abierta.

En cambio Jack permanecía imperturbable, serio, como sino le importara que por su culpa Alex iba a ser sentenciada a muerte.

—No... —susurré.

—Ella no fue la única, yo estuve ahí también. ¡No lo puede culpar solo a ella! —exclamó María de pronto.

Salazar apretó los labios en una línea, tensándose —A mi despacho las dos entonces —pidió y lo siguieron con los maestros detrás de ellas, escoltándolas.

¿Y yo?
Tú ni te muevas...

—Yo también estuve —solté y Salazar solo me miró de reojo. Alex me miró y negó con disimulo.

—Lo sé. —Se fueron.

Negué y fulminé con la mirada a Jack antes de acercarme.

—¿Por qué?

Jack tardó unos segundos antes de girarse hacia a mí, —Rompieron las reglas.

Tomé su brazo con fuerza, esperaba que le doliera de verdad. —Ellos la van a matar, ¿no entiendes?

—Alex asesinó dentro del colegio, está prohibido...

—¡Es nuestra amiga! —lo callé furiosa y se sacudió de mi agarre con brusquedad—. Luis las iba a matar primero, deberías saberlo.

—Pero no lo hizo porque ustedes tres conspiraron en su contra.

—Eres un idiota —espeté entre dientes—, te creía mejor persona. ¿Y ahora la mandas a morir? ¿Por qué? ¿Por celos?

Jack endureció su expresión y desvió la vista.
—No son celos Sky.

—Claro que lo son. Te duele que no te haya correspondido, estás despechado y molesto —murmuré acercándome para que me escuchara bien—. Solo dime algo, si ella te hubiera aceptado, si fueran novios y si hubiera matado a Luis de todos modos... ¿Aún así la hubieras hechado de cabeza?

Jack no contestó y eso bastó para responder a mi pregunta.

—Te vas a arrepentir Jack.

—Mira Sky yo no tengo porqué darte explicaciones. Alessandra rompió las reglas, lo sabes. Tú las ayudaste incluso, tú también deberías estar con ellas pagando las consecuencias.

—Te vas a arrepentir —repetí sin hacerle caso—, ella morirá por tu culpa y cuando te des cuenta, será demasiado tarde y serás miserable toda tu vida  —aseguré. Jack no habló, solo suspiró y se fue dejándome sola.

Yo respiré hondo y traté de calmar mis nervios y enojo.

—Vaya que duras palabras. Parece que ya estás madurando. —Ryuu entró por la puerta principal y me fijé en sus manos manchadas de sangre.

Como hacía frío llevaba un suéter de cuello de tortuga negro y una chaqueta de cuero del mismo color. Jeans algo holgados para él y unas botas trenzadas.
Su nariz algo rosada contrastaba con su piel blanca y supe que había estado afuera mucho tiempo.

—¿Qué quieres? —repliqué y alzó sus cejas o eso me pareció ya que su cabello en la frente me impedía confirmarlo.

—Estás de mal humor —adivinó—. ¿Por qué? ¿Por María y Alessandra?

Lo miré mal y luego a sus manos.

—¿Y tú qué estabas haciendo?

Ryuu levantó sus palmas y sacó un pañuelo del bolsillo de atrás de sus jeans para limpiarse, o trató ya que la mayoría de la sangre se había secado. Él lo notó, hizo una mueca y volvió a guardar su pañuelo.

—Estaba recogiendo tu asombrosa idea de cuerpo lanzado por la azotea. Eres muy tonta —respondió luego.
Me acerqué a la puerta para salir y confirmarlo, pero me detuvo por el brazo—. Ya lo están embolsando.

Empujé su mano lejos de mí y me alejé.

—Estás molesta pero conmigo. ¿Puedo saber porqué? —volvió a hablar cruzándose de brazos y de pronto pareció notar algo que lo hizo mirarme con sospecha—. ¿Por qué traes el suéter de Nikolai?

Yo solté una risotada de indignación que pareció más un bufido.
—¿Y a ti qué te importa?

—¿Estás así porque te he evitado? —Su voz sonó burlona y me molesté, otra vez. Se estaba riendo de mí.

—Lo admites —acusé y se rió por la bajo—. No me molesta que me evites, sino porque lo haces y apareces como sin nada para regañarme y a decirme estúpida —reclamé.

—Te dije tonta —corrigió.

—Vete al carajo Nomura. No tengo tiempo para esto, mis amigas están en problemas.

—Ah y planeas ayudarlas, ¿cómo?

Esa era sin duda, una muy buena pregunta. Una a la que yo no tenía respuesta, pero entonces pensé en mí, en qué yo había estado en una situación similar, como me había dicho Salazar hace rato.

—Me comunicaré con el consejo y...

—Ni siquiera sabes cómo hacer eso —se jactó.

—Yo no pero... —Lo miré fijo—, tu sí.

Ryuu se rió como si le hubiese contado un chiste. Algunos alumnos iban llegando y nos miraban de reojo con curiosidad al pasar junto a nosotros.

—Estás loca si crees que voy a ayudarte.

—Solo dame un número.

—No —soltó ahora sin ningún rastro de risa.

—Ellos me salvaron de Carlo, quizá si...

—¿Te estás oyendo? Lo hicieron porque tú no mataste a Gregorio. Alessandra mató a Luis, de eso no hay duda. No puedes ir y pedir con una súplica idiota que se olviden de una regla que ellos mismos pusieron —reprendió y maldije porque en el fondo sabía que él tenía razón.

—¿Y entonces la dejo morir?

—Esto es algo que no está en tus manos Sky. Si quieres un consejo mío, sería que te despidieras de ella mientras puedas.

Lágrimas amenazaron con salir ante esa idea pero logré reprimirlas.
Después tomé una de sus manos con sangre ya seca. Ryuu estaba tan sorprendido con esa acción que no se quitó.

—Entonces te suplico a ti que me ayudes a que escape de aquí —rogué. Ryuu parpadeó varias veces antes de quitar su mano.

—¿Y porqué lo haría? ¿Yo que gano?

—¿Qué quieres? —cuestioné. Él pasó una de sus manos por su cabello negro dándome vista de sus cejas, que estaban fruncidas.

—No tienes nada que ofrecerme Sky. No tienes dinero, ni familia o posesiones —recordó. Eso otro día me habría dolido pero en ese momento me encontraba algo desesperada.

—Aún no, pero lo tendré —aseguré con firmeza—. Cualquier suma que pongas lo pagaré, te lo juro.

Ryuu me dió una sonrisa peligrosa y se acercó hasta que su pecho tocó el mío. Era más alto que yo así que tuve que mirar hacia arriba e intentar no alejarme. Debía mostrar que no tenía miedo, debía confiar en mí.

—No me interesa el dinero en realidad —susurró haciendo que su aliento cálido rozara mi rostro haciéndome temblar y no supe si era bueno o malo.

—¿Entonces? Debe haber algo que quieras —comenté en voz baja antes de tragar saliva con dificultad. Quería retroceder pero no podía, me sentía petrificada.

—¿De ti? No lo creo —murmuró con una sonrisa ladeada—, aunque, tal vez, podría considerar que me pagaras con tu cuerpo... —Me tomó de la cintura y eso sí hizo que lo empujara lejos de mí.

Lo vi con indignación y enojo mientras que él se reía fuerte.

—¿Te parece un chiste? —escupí roja de vergüenza.

—No hablaba en serio Sky, relájate —se burló pero seguía molesta—. No haría algo que no quisieras —añadió volviendo a la seriedad de poco a poco.

—No estoy para bromas Ryuu, vas a ayudarme o no.

—No, y no porque no quiera, sino porque no puedo —dijo pasando al lado de mí, con la punta de sus dedos tomó un pedazo del suéter de Nikolai para luego soltarlo—. Deberías tomar mi consejo en cuenta. Despídete mientras puedas.



Había ido a la oficina de Salazar, pero estaba vigilado por maestros por fuera que me habían impedido la entrada.

Ahora estaba en mi habitación, ya era temprano, las clases no tardarían en empezar y yo aún no había dormido nada.
No había podido.

Sin embargo me cambié y me peiné una media coleta antes de salir al comedor.

Al parecer todos ya sabían porque algunos me miraron sin discreción, la mesa de María estaban serios todos y hablando en voz baja. Ryuu no estaba ni Nikolai, Jack tampoco... cobarde.

Pero Tomas sí. Eso me impulsó a ir directo a él y sentarme a su lado.

—Nuestro adorado grupo de "amigos" se jodió ¿no? —Fue lo primero que salió de sus labios en cuanto llegué.

Un nudo se formó en mi garganta y carraspeé incómoda. —Supongo que sí.

Tomas dejó la fruta y me miró directo. —Deberías comer algo, matarte de hambre no te hará ningún bien.

—Yo como a mis horas —mentí.

—Se nota que has bajado peso desde que llegaste aquí.

Yo me miré, era verdad, la falda y camisa ahora ame quedaban un poco flojas, pero no para tanto.
Reprimí un bufido y fui hacia la mesa de fruta para agarrar manzana con yogurt.

Pero cuando estaba dispuesta a regresar me quedé de piedra al ver cómo María iba hacia su mesa y se sentaba en silencio.

Dejé el plato con Tomas y fui directamente hacia ella.

Causé un profundo silencio en la mesa de ellos y  todos los ojos se posaron en mí.

—María, debo hablar contigo —hablé.

Ella se removió incómoda en su asiento y pude atisbar algunas miradas de unos —de amigos de Luis, para ser más específicos— que se veían molestos con ella y conmigo.

—No tenemos nada de qué hablar Sky. Vete por favor —soltó sin verme ni un segundo.

—¿Qué pasó con Alex? ¿Qué dijo Salazar? —pregunté ignorando sus palabras y uno de ellos se levantó.

—Dijo que te fueras, ¿eres sorda?

Abrí la boca para seguir peleando pero Tomas llegó y me jaló, sacándome de allí.

Cuando llegamos a la mesa de antes tomó mis hombros y los empujó hacia abajo sentándome, antes de hacerlo él también.

Iba a reclamarle pero decidí que no tendría sentido hacerlo.
Lo único que podía pensar es que María la había abandonado.

Que jodido era todo esto...

Tomé mi cuchara y comencé a comer sin despegar los ojos de la morena.
Y cuándo sonó la campana tuve que ir a clases como todos.

Me la pasé pensado en cómo ayudar a Alex, pero fracasé. Inclusive fui con Tomas a pedirle apoyo pero tampoco se le ocurrió ninguna idea.

No podía concentrarme en las clases y cuando iba a la tercera, me desvié a la azotea.

Llegué intacta y me sorprendí cuando me di cuenta que todo estaba limpio, no había manchas de sangre, ni botellas rotas.

—Deberías estar en clase —dijeron a mis espaldas y pegué un brinquito girándome. Pero puse los ojos en blanco cunado ví a Ryuu con un cigarrillo en la mano que acababa de prender.

Portaba el uniforme, y de verdad que le quedaba como un guante. Un pensamiento fugaz cruzó mi mente cuando lo comparé con uno de esos cantantes coreanos que estaban de moda, pero lo deseché al recordar que ellos no eran asesinos ni mafiosos.

—Tú también estás aquí —me defendí y asintió.

—Es que te seguí —confesó despreocupado, adoptando un aire encorvado.

Lo examiné de arriba a abajo con los brazos cruzados, pero luego me rendí.

—Bien, ¿en qué puedo ayudarte? —quise saber y se rió un segundo.

—Tú en nada, pero Salazar me dió una encomienda contigo —avisó y me puse alerta.

—¿Sobre qué?

—En el combate cuerpo a cuerpo... apestas. —Rodé los ojos—. Es obvio que necesitas un tutor, así que me lo pidió a mí —explicó.

—¿Y aceptaste? —culminé incrédula.

—Dice que me dará puntos extras. —Se encogió de hombros.

—¿Y si yo no quiero? —objeté.

—Tú serás la que suspenda la materia, no yo.

Me quedé en silencio por unos segundos antes de hablar, —¿Sabes algo de Alex? María estuvo en el desayuno y no me quiso decir nada.

Ryuu negó con seriedad. —Creo que lo siguen debatiendo, queda esperar.

Por dentro me sentí mal, quería ayudar y me sentía impotente. La tenían vigilada y nadie me decía nada.

—Si no pensabas ir a clases, en vez de quedarte aquí lamentándote, deberíamos aprovechar el rato —dijo después de darle la última calada a su cigarrillo, al tiempo que lo tiraba y lo pisaba.

—¿Y qué hay de ti? ¿No te preocupa faltar?

—Siempre saco notas excelentes, un día no va a arruinar eso.

—Es por qué eres asiático. Al parecer todos deben ser sobresalientes en todo —me quejé al mismo tiempo que llegaba a su lado y volvimos adentro juntos.

—Siempre.

Estaba en el suelo intentando tomar algo de aire, sin éxito.

—¡Otra vez! —gritó el japonés por décima vez.

Estábamos en el aula de combate, solos, pues los demás estaban en sus respectivas clases.
Y aunque la imagen pintaba mal, por dentro me sentía bien. De verdad que me estaba distrayendo y ciertamente, para mí desgracia... el maldito era buen instructor.
Aunque algo cruel.

—¿Qué tal un respiro? —tosí con la frente perlada de sudor.

—¿Eso le dirás a tu atacante? No será muy piadoso contigo Sky.

Gruñí y me puse de pie.

—Vamos, la maniobra que te enseñé es de principiantes. Yo lo dominaba... a los seis —se burló.

La camisa negra de deporte se me pegaba al abdomen y él simplemente se la había quitado.
Si fuese una chica hormonal me habría quedado embelesada admirando sus músculos cubiertos de tatuajes.
Pero sabía controlarme, lo que no sabía era hacer su maldita técnica y a causa de eso ya estaba toda magullada.

—Tu naciste en este mundo, yo no —recordé.

—Oh pobre Sky, huérfana, sola, abandonada, sin nadie ni nada... ¿quieres que te tenga lástima? —se burló e hice una mueca por el enojo que estaba surgiendo en mí.

—No sabes nada...

—No tienes agallas ni valor, eres frágil e ilusa. Mataste a todos en tu antiguo orfanato y ahora tu amiga morirá, es lo más probable y no podrás salvarla —escupió con sorna.

Apreté las manos en mis costados en dos puños.

—Eres débil y lo sabes.

—Cierra la boca Ryuu —murmuré entre dientes.

—Ven chica débil, haz algo bueno alguna vez tan siquiera.

—¡Cállate! —grité lanzándome sobre él pero ágilmente me esquivó y en un rápido movimiento ya estaba en el suelo, de nuevo.

Se agachó para decirme algo pero sin pensarlo lo golpeé con el puño en el mentón, bueno eso me pareció, pero de que le había dado, le había dado.

No se quejó, solo se tocó y me sonrió.
Tomó una de mis piernas, pero antes de que agarrara la otra logré darle en su estómago pero no se quejó tampoco.

Me inmovilizó quedándose sobre mi cuerpo con mis brazos arriba de mi cabeza.

—Esta no es una pelea callejera Sky, debes usar las técnicas y maniobras, porque los golpes que lanzas no son ni mínimamente destructibles, no son limpios y al final perderás —aseguró.

Y fue entonces consciente de que estaba arriba de mí y su rostro a unos centímetros del mío.
Me puse nerviosa de pronto, pero traté de ocultarlo.

—Bien, pues tú me provocaste primero —reclamé y asintió.

—Necesitabas un incentivo para querer golpearme.

—Todavía quiero —espeté y se rió.

—Suerte con eso —se burló y luego de unos segundos se quedó serio mirándome con sus ojos negros y profundos.

—Aprender las técnicas correctas, lo tengo... ¿Te puedes mover ya? —hablé con un nudo en la garganta y alzó sus cejas.

—¿Estás nerviosa? —Sonrió mostrando sus dientes perfectos.

Entonces mi mente viajó a los olores masculinos, si a Nikolai lo catalogaba como cítrico, Ryuu era... bosque, como a madera. Y luego a tabaco con menta, pero no era tan fuerte para ser desagradable.

—Invades mi espacio.

—Yo estoy bien.

—Pues yo no, quítate, eres molesto... —me quejé  pero mis palabras fueron enmudecidas en cuanto su nariz aspiró en mi cuello. Mi corazón palpitó más rápido que de costumbre, tanto que hasta yo me sorprendí.

—Hueles a sudor —dijo y eso bastó para empujarlo con molestia o vergüenza. Él levantó las palmas de sus manos—. ¿Dije algo malo?

—Solo cállate Ryuu —murmuré caminado hacia mi ropa doblada en una silla. Quería largarme de allí lo más pronto.

—Me refería a sudor limpio, con flores... No sé si me explico —intentó explicar.

Lo ignoré tomando mis cosas y caminé hacia el baño del fondo para cambiarme pero me detuvo por el codo.

—Perdón si te incomodé Sky. —En serio parecía sincero, así que solo asentí en silencio.

—Como sea.

—De verdad me agradas —confesó y alcé una ceja sin creerle—. Te doy mi palabra que serás la mejor en combate. Tienes al mejor maestro, ¿no?

—Quizá —contesté y su sonrisa fue reemplazada por una mueca.

—Lastimas mis sentimientos.

—No tienes —recordé y se rió y sin querer le sonreí.

Era fácil hablar con él, aunque fuese un idiota. Y la verdad es que no era del todo malo.

—Así que se podría decir que ¿ya somos amigos? —comenté y su risa paró. Pareció meditarlo unos segundos.

—Ya veremos... —contestó antes de ir por su camisa.

Vi como se la ponía, pero antes de marcharse me miró.

—Nos veremos aquí diario, después de clases. Trae tu ropa y mucha agua.

Después de que se fue me cambié y cuando me miré en el espejo reparé en la boba sonrisa que tenía.

La borré al instante y me preocupé.

No era nada.

Nada bueno...

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