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Cap.5 Presencia molesta.

Al terminar de escribir el ejercicio y claramente resolverlo, me estiré en mi asiento provocando que mi espalda tronara de una forma reconfortante para mí, retiré un mechón de mi cabello con satisfacción al sentir mis hombros con menos tensión.

—Hey _____, pasame la respuesta de la tres—. Pidió Fred a mi lado.

Lo miré mal, no había sido tan molesto a lo largo de la clase, por que sí, estábamos en química y compartía asiento con él. De hecho el chico se había guardado la mayoría de sus comentarios. Pero, el hecho de que me pida la respuesta me estresa.

—¿Qué te hace pensar que te daré la respuesta?— pregunté con desdén.

—Oh vamos, es la única que me falta. Además, debes agradecerme que no te moleste en toda la clase—. Señaló recargando su mentón en la palma de su mano mientras que su codo se posaba encima del trabajo.

—Está en el libro, buscala por ti mismo.— y dejándolo con aquello, caminé hacia la maestra la cual calificaba la libreta de otro alumno.

Esperé paciente a que ella terminara de trabajar para seguidamente darle mi trabajo y observar todo el salón, desde hace rato sentía una pesada mirada encima mío, en un principio pensé que se trataría de azabache, grande fue mi sorpresa cuando el estaba más atento en el libro.

Con un poco de inquietud busqué a el causante de mi incomodidad, topándome con una mirada ámbar, hechizante, analítica. Con un poco de frustración desvié la mirada a la maestra la cual me estiraba mi libreta ya cerrada. La tomé y a pasos calmados intentando tranquilizar el calor que molestamente se comenzaba a crear en mis pómulos me senté en mi lugar, evitando la mirada curiosa del azabache.

—¿Qué pasa castañito, mi rostro te maravillo y te has dado cuenta que me amas?— habló burlón el azabache.

Fruncí mi ceño con molestia, observándolo con ímpetu.

—No, realmente he descubierto que te detesto más de lo que pensaba—. Excuse y aclaré mis pensamiento sobre él.

Sin poder evitarlo mis ojos se desviaron detrás de él, donde un pelirrojo miraba atentamente en nuestra dirección, nuestros ojos se conectaron y sentí mi corazón dar un vuelco miré nuevamente al azabache, el cual tenía el ceño fruncido y con nada de disimulo miró tras de él, topándose con la mirada ámbar de el chico.

—Hmm... Al parecer el tipo problema tiene su interés en nuestra conversación —. Murmuró con una sonrisa divertida.

—Bueno, no es tan diferente a ti. Ambos son entrometidos y un problema de cabeza— contesté guardando mis cosas al escuchar el timbre para la siguiente clase.

Cabe destacar que no me apetecía presentarme a ésta, el hecho de correr me estresaba, así que alejándome de mis compañeros que iba a los vestidores me dirigí a la biblioteca, caminando a la mesa más alejada colocándome mis audifunos escondiendo mi rostro entre mis brazos para finalmente caer completamente dormido.

°°°

Abrí mis ojos con cansancio y fastidio, pocas personas estaban en la biblioteca por lo que me levanté y salí de aquel lugar, los pasillos estaban vacíos al igual que los salones, con tan sólo la presencia de los intendentes.

Con pereza salí de la institución soltando un ligero bostezo, tenía que trabajar y eso causan que mis ojos quisieran cerrarse. Preparándome mentalmente para el esfuerzo que haría éste día comencé mi caminata chocando con algo solido pero cálido.

—Vaya, me agrada tu cálida bienvenida—. Una voz que irradiaba seducción en cada palabra que salía de su boca, intentando apresarme.

—Y a mí me enferma tu presencia.— y por el otro lado estaba yo.

Sin mirarlo pasé por su lado dirigiéndome hacia la salida, mis pasos fueron un poco acelerados, tenía que ir a trabajar, hacer la comida, la tarea y arreglar el posible desastre que Mei había hecho en la casa.

—Que cansancio...— solté un suspiro agotado.

—Tranquilo mi querido castañito, puedes subir a mi espalda y te llevaré con mucho gusto a tu casa~ —el tono meloso que el azabache presentó en ese momento provocó que una mueca apareciera en mi rostro.— Vamos mi castañito, no tienes que ser tan tímido.

Lo miré de reojo sin dejar de caminar saliendo de aquella escuela, el pelinegro seguía caminando a mi lado con una sonrisa ladina que comenzaba a sacarme de mis casillas, comenzaba a hartarme el tenerlo en mi lado tarareando y coqueteando con cualquier chica que pasara por su lado.

Detuve mi andar para entrar a un supermercado, tomé un carrito y comencé a avanzar por los pasillos, buscando los alimentos para la comida de este día, lo que ciertamente me comenzaba a hartar era la presencia de azabache, el cual no perdía el tiempo de coquetear, más aún así seguía detrás de mí.

—Oye tú...— llamé la atención del azabache, haciendo que éste me mirara con una sonrisa coqueta.— ¿Por qué estabas en el instituto a estas horas?

—Te esperaba castañito.— aclaró con la sonrisa aún en su rostro.

—¿Y por qué razón me esperarías?— pregunté con molestia.

—Tranquilo mi lindo y agresivo ángel, la novia de mi hermano me pidió que te esperara.— explicó, mirando a otra chica la cual reía a nuestro lado.

—No necesito un guardaespaldas, puedes irte y dejarme en paz.

Caminé hacia la sección de carne, ignoré todo lo que sucedía a mi alrededor como era habitual a mi comportamiento, eso hasta que sentí unos brazos rodear todo mi cuerpo, abrazando mi cintura mientras que un peso aparecía en mi hombro.

Con inquietud y mi actitud defensiva, lancé un codazo hacia atrás, escuchando una queja en mi oído, además de la respiración agitada. Con rapidez y sintiendo un escalofrío en mi cuerpo aparte a aquel azabache, tallando mi oreja con inquietud al sentirla  caliente, mi mirada se volvió molesta al observar como éste reía aún sobando su estómago.

—¿Qué acaso no conoces el espacio personal?— interrogué con molestia y mi porte hostil.

—al parecer he encontrado tu punto débil, ¿no es así, castañito?— preguntó con diversión.

—Eso no te importa, y deja de seguirme.— hablé colocando la carne en el carrito y alejándome de él.

El azabache se colocó a mi lado sin dejar de caminar con aquella sonrisa tan característica en su persona.

—Sabes, eres muy fastidioso. Definitivamente lo eres.— hablé metiendo crema arroz.

—Oh vamos castañito,  sé que adoras mi presencia.— exclamó coqueto.

Rodé los ojos y sin tomarle más importancia me alejé de él, caminando hacia el cajero para pagar todo lo que había metido en el carro de compras. Después de pagar caminé hacia la salida, con mis manos llenas de compras haciendo que mis dedos se hagan rojos y comenzaran a arder debido a lo pesado que éstas eran.

—Al parecer esas bolsas son demasiado pesadas para una persona tan delicada como tú.— ante esas palabras miré a Fred con molestia, observando como éste me quitaba la mayoría de las bolsas, comenzando a a caminar en dirección a mi hogar.

No voy a preguntar como sabe mi dirección, pues la otra vez ellos nos  acompañaron junto con Joy. Dejé que el azabache se hiciera el fuerte, de todos modos servía que no hacía tanto esfuerzo y llegaba más rápido para ir a mi trabajo.

—Hmm, al parecer mi lindo castañito sabe que no puede resistirse a mis escaños naturales.— guiñó un ojo a mi dirección con coquetería.

—Vuelves hacer eso y te aseguro que a la próxima no vas a abrir los ojos de lo hinchado que te lo voy a dejar.— amenacé sin mirarlo.

—Oh vamos mi lindo ____~, no seas tan agresivo.— levantó su ceja con diversión.— además, no es apropiado tratar a si a las personas que te brindan su ayuda.

—Nadie pidió tu ayuda, y si te molesta.— con fuerza arrebate las bolsas de sus manos , caminando con la cabeza en alto y mi ceño fruncido.

—Castañito, yo que tú tendría cuidado...— aconsejó el azabache de manos cruzadas.

—No necesito tu molesta ayuda.

Y giré mi rostro, pues antes lo estaba mirando con molestia. Un ardor se presentó en mi rostro mientras que un sonido irritante se extendía por todo mi campo de audición, con mis mejillas rojas ante la vergüenza y mi orgullo por los suelos, acelere más el paso, alejándome de el azabache el cual reía ante mi accidente.

—¡Hey castañito!— ante su llamado no volteé, mi orgullo había sido arrebatado frente a él, no me voltearía ni loco, además comenzaba a hacerse tarde para irme a trabajar.— Vamos, voltea no me burlaré de ti, solo quiero que voltees.

Sentí nuevamente como las compras se me eran arrebatadas, me volteé con molestia apunto de quejarme, eso hasta que miré como el azabache subía mis bolsas a la cajuela del taxi, y me miraba con una ligera sonrisa, rodé los ojos y sin más me acerque a él metí las bolsas y seguidamente me subí al asiento de adelante, le dije la dirección al de uno del taxi y observé como el tal Fred subía también al taxi, con una sonrisa altanera.

°°°

Me bajé del vehículo y tomé mis bolsas con rapidez, con agilidad abrí la puerta demo casa al igual que mis compras, volví a la puerta principal dispuesto a cerrar la puerta, eso hasta que una mano la detuvo. Miré inexpresivo al azabache frente a mí, esperando con paciencia que hablara y se retirara. Para mi mala suerte solo se quedó ahí mirándome con una sonrisa que me comenzaba a asquear.

—Sabes, creo que una persona invitaría a alguien que le brindó ayuda a pasar a su hogar.— habló con diversión.

Miré el reloj observando la hora, media hora para que mi turno comience.

—Si, que bueno que no soy cualquier persona.

Estaba dispuesto a cerrar la puerta, de no ser por que Fred volvió a empujar la puerta con sus manos.

—Bueno, aceptaré una tarde de salida, ¿qué dices castañito?— preguntó con una mirada confiada.

—No.

Éste me miró con sorpresa e incredulidad, ante su distracción cerré la puerta en su cara y por si caso le puse el seguro. Sin que me importara un poco aquel tipo subí las escaleras a mi habitación.

Él era una molestia.

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