Capítulo 7
Si te hizo feliz, no cuenta como error.
Bob Marley
Alyn salió de ese edificio que era su universidad casi una hora después del fin de su horario lectivo. Se había entretenido en la biblioteca, donde fue en busca de un par de libros que creía que llegaría a necesitar durante ese semestre.
Frenó a unos metros de distancia de la puerta principal y sacó del bolsillo pequeño de su mochila una bolsa de M&M's. Desde que tenía memoria había estado enganchada a esos dulces, tanto que durante unos años de su infancia sus padres le prohibieron consumirlos. Fue la única regla que quebrantó, los comía en secreto gracias a su abuela.
Iba adentrando pequeñas bolas en su boca, apartando las de color rojo. Sus favoritas. Por ello las dejaba para el final.
Según su horario, solo tenía media hora para llegar al taller donde su coche había estado las últimas dos semanas. Le habían retrasado la recogida de este por un pequeño error, al cual ella le restó importancia. Al fin de cuentas en esos momentos no lo necesitaba mucho.
– Yo que creía que no te volvería a ver, pequeña loca – una voz masculina, a sus espaldas, causó que detuviera sus primeros pasos y volteara.
Ante ella se encontraba Ethan, que había ido hasta la entrada de la universidad en busca de su amiga, Kai. No esperó encontrarse con la castaña que varios días atrás le incitó a tirarse a una piscina en ropa interior. Sin embargo, a diferencia del chico, ella no lo recordaba de nada. Había tenido un lapsus total de aquella noche, hasta el punto de que lo último que recordaba era haberse sentado en un sofá. Después de eso todo era negro.
– Creo que te has equivocado – intentó esquivar la conversación y retomó su camino.
– Te aseguro que no – sentenció el chico parándose delante de ella, impidiéndole que siguiera caminando. Eso puso un poco nerviosa a la chica. Tenía cosas que hacer y este desconocido le descuadraría la agenda –. Alyn Stewart – la nombró, como si eso fuera una prueba de que la conocía.
Funcionó.
La ojiazul lo observó confusa, sin comprender en que momento se había cruzado con ese chico. Lo analizó de los pies a la cabeza. No podía negar que era atractivo, pero más allá de eso no había nada que le resultara familiar.
– ¿De qué me conoces? – preguntó mientras se llevaba otro puñado de M&M's a la boca. Los masticó con nerviosismo. El castaño se dio cuenta en ese momento de que Alyn no se acordaba de él y no porque estuviera fingiendo.
– De la fiesta del otro día.
– Explícate – exigió saber con suavidad.
– No creo que sea conveniente que cuente esas cosas en público, pequeña loca – respondió con una sonrisa pícara y en un tono bajo y provocativo.
Algo se resquebrajó en la cabeza de Alyn. Sus ojos se abrieron, sorprendida, y su respiración comenzó a agitarse ante la idea de haberse acostado con él, con un simple desconocido en general. No, no, no. Eso no podía haber pasado, se negaba a creerlo.
Ethan vio la reacción que sus palabras le habían causado y no pudo seguir con la falsa. Una carcajada se le escapó de los labios. La chica lo miró sin comprender.
– Es broma – confesó aún entre risas. Alyn lo miró enfurecida.
– Muy gracioso – ironizó –. Tengo prisa.
Lo esquivó para seguir su camino, a ese ritmo iba a llegar tarde a por su coche y entonces todo lo demás se retrasaría. No quería saber nada de esa noche, ni siquiera preguntó a Steve, ni a Kai. Les obligó a no mencionar esa fiesta.
– Ey – la frenó, confuso –. Solo era una broma, no hace falta ponerse así. ¿Dónde está la Alyn Stewart que se cayó sobre mí y me llamó guapo a los dos segundos? – quiso quitar hierro al asunto con eso, pero solo empeoró.
– ¡¿Qué yo qué?!
– ¿De verdad no te acuerdas de nada? – cuestionó. Tenía la esperanza de que conservara algún fogonazo. Ella negó. Él carraspeó.
Ethan no dudó en explicarle todo lo que había ocurrido aquella noche, aunque de forma resumida. Incluyó el hecho de que la dejó en su habitación, sin mencionar a Kai, y que tuvo que quitarle la ropa para que estuviera cómoda. Eso último causó una presión en el pecho de Alyn.
– Dios, dios, dios – se lamentó retrocediendo unos pasos mientras que el chico la miraba con una sonrisa divertida.
Estaba esperando a que ella soltara una carcajada al saber lo que hizo aquella noche o incluso un agradecimiento amistoso acompañado de uno de sus abrazos, como cuando se lanzó a él cuando aceptó tirarse al agua. Pero nada de eso llegó.
La mente de Alyn trabajaba a mil por hora. No dejaba de pensar en todas las cosas malas que hizo esa noche y de las cuales ahora se arrepentía. Nunca tendría que haber ido a esa fiesta, ni beber y mucho menos terminar con ese chico llevándola a su habitación.
– Mira –, se irguió delante de él, intentando mantener el control que siempre la caracterizaba –, lo siento mucho. Siento todo lo que hice esa noche.
– No tienes que disculparte, fue divertido – contestó confuso. Esperaba otra reacción.
– Fue un error – corrigió. Ethan no la entendía, se estaba comportando tan distinto –. El caso es que te agradezco que me llevaras a la residencia y me cuidaras, fue un acto muy considerado de tu parte –. Miró el reloj que le había regalado su padre por su cumpleaños antes de alisarse la falda escocesa, roja y negra –. Ahora debo irme. Ha sido un placer.
No lo sintió como tal, no teniendo en cuenta todas las cosas que le había contado. Aún no asimilaba que ella misma hubiese sido capaz de comportarse de esa manera y encima con un simple desconocido.
– Alyn – la llamó cuando ya se había alejado unos pasos. Esta se volteó –. El placer es mío –. Ethan sonrió, encantador.
Desorientada, se volvió a girar y esa vez no hubo nada que la detuviera.
Caminó con rapidez, alejándose de él. Su mente ya estaba saturada después de su primer día de clases, que consistió en una charla de cuatro horas con el profesor que les daría la única asignatura de los martes. Pero parecía que la vida quería meterle más cosas en la mente.
Durante el trayecto no dejó de intentar recordar algo de esa noche, pero resultó en vano. Ni una palabra, ni imagen, ni nada. Todo era negro.
Apartó cualquier tipo de pensamiento en cuanto llegó al taller y se centró en recuperar su precioso coche. Había extrañado tanto a su Volkswagen Corrado, aunque no lo hubiese necesitado, que cuando lo tuvo delante acarició el capó, de color rojo, con suavidad. Se sintió tan bien una vez se situó detrás del volante, recorriendo las calles de Nueva York como si hubiera recuperado el control de algo que hacía unos minutos había perdido. Siempre amaba conducir, le trasmitía paz.
Llegó con el tiempo justo a su siguiente destino.
Al traspasar la puerta de ese bar-restaurante no hizo falta que se esmerara en encontrarlos, ellos solos desvelaron su ubicación con sus gritos. No le sorprendió, siempre estaban igual.
– ¿Por qué discutís esta vez? – cuestionó la mayor tomando asiento delante de ambos. Estos apartaron la mirada del otro y la clavaron en la castaña, que los miraba con una sonrisa divertida.
– Este pesado de mierda no deja de insistir con que le presente a Kylie – respondió la otra chica.
– ¿Quién es Kylie?
– El amor de mi vida – contestó, esta vez, el chico. Con ese comentario provocó que su hermana saltara de nuevo y se enzarzaran de nuevo en una discusión. Al menos, Alyn, logró captar que Kylie era una compañera de literatura de la chica.
Hayden Nicholas y Hailey Nicole eran los mellizos más diferentes e iguales a la vez que podrían existir. Además de compartir la semblanza de sus dos nombres, también compartían la mayoría de sus gustos, entre ellos cosas como su color de pelo. Ambos se habían teñido mechas rosas en el cabello e iban a la par. Sin embargo, llegaban a discutir por cualquier cosa de las cuales no tenían en común. Eso demostraba que a veces eran muy distintos y otras muy parecidos.
– ¿Qué tal el primer día de clase, Evo? – le preguntó, Hayden, ignorando el último comentario de su hermana. Esta puso los ojos en blanco.
Alyn lo miró con desprecio ante el uso del apodo de su segundo nombre. No es que lo odiará, no era un mal nombre, pero no le gustaba que lo utilizaran, prefería Alyn.
– Aburrido – sentenció –. El profesor de Taller Integral se ha pasado hablando sobre lo que haríamos este trimestre durante las cuatro horas que ha durado la clase.
Llegó a su mente el encuentro con ese chico de ojos penetrantes, del cual no se molestó ni en preguntar el nombre. Decidió no mencionarlo, era mejor olvidarse de todo lo que tuviera relación con esa noche.
En un principio había pensado que fue Steve quien la había llevado hasta su residencia, pero como no quiso saber nada de esa noche, vivió esos días con una suposición errónea.
Se centró en sus dos amigos, no dejaban de hablar sobre sus primeras clases y ella los escuchaba con atención. Comieron juntos entre conversaciones triviales y risas compartidas. Adoraba a esos dos desde que los conoció con tan solo cuatro años.
– ¿Y el viernes? – insistió, Hayden. Intentaban buscar un día para ir a tomar unas cervezas, pero la mayor tenía demasiadas tareas ya organizadas.
– Imposible – respondió tras dar un repaso mental a su calendario –. Tengo que leerme un libro de arquitectura y hacer un resumen de él. Además de hacer la colada de la ropa de color.
– Me sorprendería que estuvieras planificando los apuntes de una asignatura que aún no has empezado, si no fuera porque eres tú – comentó Hailey, poniendo los ojos en blanco. Alyn sonrió con culpabilidad.
Finalmente, acordaron verse la semana siguiente, ya que iba a estar ocupada todo el fin de semana. Tras despedirse, los mellizos se fueron en el coche de Hailey, mientras que ella se adentraba en el suyo para poner rumbo a la residencia. Había sido un primer día agotador. Quería llegar, leerse los dos capítulos de su libro de diseño, ese que empezó la noche anterior, y después organizar todo lo necesario para el día siguiente. Entonces podría descansar.
Saludó a Matthew cordialmente antes de subir hasta su piso. Abrió la primera puerta y vio como la que correspondía a Kai se encontraba entreabierta, de ella salía luz. Como supuso que se encontraría dentro, probablemente haciendo alguna cosa importante, prefirió no interrumpir. Se dirigió directamente a la suya.
Con tan solo dar un paso dentro, pegó un corto, pero alto grito, al mismo tiempo que retrocedía de nuevo. Apoyó su mano derecha en el marco de la puerta y la otra en su pecho, sintiendo como su corazón bombeaba a toda velocidad. No esperaba su presencia en su habitación, tumbado sobre la cama mientras observaba el techo. Aunque en esos momentos la estaba mirando a ella con una sonrisa ladeada.
– ¿Cómo...? ¿Tú...? – tartamudeó, aún agitada por el susto.
– Hola – se limitó a saludar, Ethan, sin dejar el tono encantador que le caracterizaba.
– ¿Cómo has entrado? – cuestionó la castaña, confusa.
Aún se mantenía en el umbral de la puerta y lo miraba como si fuera un espejismo, una mala jugada de su mente que esperaba que desapareciera pronto. Pero era muy real.
– Tengo mis trucos – bromeó encogiéndose de hombros al tiempo que se incorporaba. Quedó sentado en el borde de esa cama individual. Ante el ceño fruncido de la chica decidió explicarse –: Conozco a tu compañera de habitación.
– ¿A Kai? –. Ethan asintió –. ¿De qué?
– Digamos... que es largo de explicar.
– ¿Y ella te ha dejado entrar aquí?
Estaba comenzando a molestarse con su nueva compañera, no tenía ningún derecho a dejar entrar a nadie a su habitación y menos sin consultárselo. Odiaba que alguien, sin su permiso, estuviera entre sus cosas. No quería que desordenaran toda su organización.
– Ha salido un momento y, técnicamente, debería estar esperándola en su habitación –. El castaño se volvió a encoger de hombros, como si no fuera algo importante –. Soy un alma libre, no suelo seguir las órdenes.
– Ya veo – murmuró, intentando calmarse. Siempre afrontaba todo con serenidad y no quería que esta fuera la excepción.
Por fin se adentró a su habitación, con pasos lentos, y llegó hasta la mesa del escritorio. Dejó la mochila sobre la silla antes de girarse hacia él con una sonrisa forzada. No quería volver a perder su tiempo con este chico.
– Mira... em...
– Ethan – respondió, reteniendo una risa –. Menos mal que me aseguraste que tenías buena memoria, sino no te creería –. Fue entonces cuando rio, pero Alyn tampoco se acordaba de que hubiera dicho eso, ni siquiera le sonaba.
– No te gustarán las órdenes, pero esta es mi habitación y aquí mando yo – dijo sosegadamente –. Así que, por favor, necesito que salgas. Tengo varias cosas que hacer y no me gustaría perder tiempo. Gracias –. Se giró, esperando que el ojiverde abandonara la habitación sin añadir nada más. Se equivocó.
– Ya me he dado cuenta de que estás ocupada – comentó, causando que Alyn lo mirara por encima de su hombro. Él señaló el calendario ordenado de manera minuciosa, que se encontraba en la pared frente al escritorio –. Minuto a minuto.
– Solo me gusta tener todo bien organizado.
– A un nivel psicótico.
Ese simple comentario causó una pequeña explosión dentro de la chica. Era su vida y la organizaba como ella quería, como debía hacerlo. Y le molestaba que un simple desconocido le tratase de psicótica sin conocerla. Sin embargo, respiró hondo.
– Puede, pero soy feliz así.
Ethan hizo una mueca con sus labios mientras se ponía en pie. Alyn se ilusionó pensando que al fin abandonaría su habitación. En cambio, el castaño se paró en medio de la estancia y la observó de arriba abajo antes de posar sus ojos en todo su orden: calendarios diarios, semanales, mensuales; horarios iguales...
De sus labios asomó una sonrisa ladina, pero encantadora.
– Paso por ti el viernes a las ocho – sentenció antes de darse la vuelta. A la castaña le pilló desprevenida esas palabras, por lo que tardó unos segundos en reaccionar y llamarlo.
– ¿Qué dices? No pienso ir a ningún lado con un desconocido.
– Tú misma nos presentaste en la fiesta y aseguraste que ya no lo éramos – contestó divertido –. Ponte algo cómodo –, la analizó de arriba abajo –, y que quieras de verdad.
La mente de Alyn no fluía, se encontraba en un bloqueo, uno muy confuso.
– Tengo cosas que hacer – fue lo único que salió de sus labios cuando el chico ya se encontraba en el umbral de la puerta.
La observó por encima de su hombro. Sus ojos conectaron y la chica sintió la intensidad de su mirada. Tenía unos preciosos ojos verdes que podían dejarla sin respiración.
– Lo sé.
– No pienso ir – afirmó, aunque el tono no demostró tanta seguridad como deseó.
– Nos vemos el viernes, pequeña loca.
Ethan le dedicó una última sonrisa antes de salir completamente de su habitación y entrar en la de Kai. Alyn se quedó estática en su lugar por lo que parecieron minutos, hasta que reaccionó. Agitó la cabeza y se acomodó de nuevo el pelo. Soltó un bufido antes de centrarse en lo realmente importante.
– Espera sentado, Ethan – sentenció.
—————
Buenaasss!!
Madre mía, como ha venido este capítulo. Ethan reencontrándose con una Alyn que, efectivamente, no se acuerda de nada. Era de esperar, con la cogorza que se pilló, jajjaja.
Hayden Nicholas y Hailey Nicole, mis queridos mellizos que son de lo mejorcito. Ay, cuanta diversión van a dar. ¿Qué os han parecido en su primera interacción?
Tenemos cita!!! Alyn y Ethan el viernes a las 20h. ¿Tendrá que esperar sentado por ella o aparecerá?
Hasta la próxima😉
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