Capítulo 35
Es fácil vivir con los ojos cerrados,
interpretando mal todo lo que se ve...
John Lennon
Alyn se encontraba sentada sobre el escritorio, aquel que había vaciado en un momento de rabia el día anterior tirando todo por el suelo. Cualquiera de sus allegados hubiera asegurado que ella no había sido la culpable de tal desorden, pero así era. La chica pensaba que aquello era un reflejo de lo que era en esos momentos su vida. Un desorden constante. Anclada a unos estudios que no quería, sin compañía y con un derrumbe emocional.
Miraba por la ventana, abrazada a sus rodillas, fijándose en las personas que paseaban por la calle o en los alumnos que volvían a las residencias tras la festividad de dos días atrás. Caminaban ajenos a ella, a todo lo que había trascurrido en su vida hacía cuarenta y ocho horas. Alyn se sentía estancada, sin energía, pero aquellas personas seguían como si nada hubiera ocurrido. Y eso también le dolía, porque quería estar igual y no lo lograba.
Escuchó la puerta principal de aquel escueto apartamento que compartía con Kai y supuso que se trataba de ella volviendo de casa de sus padres. Había pasado Acción de Gracias y el día siguiente con ellos, y junto a Steve. O al menos esa había sido la intención antes de que la mentira que ella le había ocultado saliera a la luz. Alyn había llamado al rubio el día anterior para encontrar un refugio y se topó con que a su mejor amigo también le habían engañado, aunque de otra manera.
Unos golpes suaves en la madera hicieron que la castaña apartara la mirada del exterior y la posara en aquella chica de pelo negro que asomaba por la puerta medio abierta de su habitación. Alyn mantuvo el semblante neutral, pero en sus ojos se mostraba la furia. Ver a Kai tan cerca le recordó todo lo que había pasado de golpe, como un tsunami. Y se le oscureció la expresión.
– Hola – saludó, Kai, con cautela, ante el silencio de su compañera. No se atrevió a traspasar el umbral –. Solo quería avisarte de que ya había llegado y saludarte.
– Ya lo has hecho – concluyó mientras volvía a su antigua tarea.
– Alyn... – se silenció a sí misma cuando la nombrada la miró con enfado. Tragó saliva antes de atreverse a continuar –: ¿Podemos hablar? –. No quería que las situaciones paralelas con los chicos les afectase a ellas, pero era consciente de que el tema de Ethan, más el de Steve, les tocaría.
Esas palabras causaron que toda contención que estaba teniendo la castaña, ese carácter que solo había sacado con su padre una semana atrás y que se había obligado a reprimir porque supuestamente no era típico de ella, saliera. Era consciente de que Kai no era la mayor culpable de su estado, había alguien por encima, pero había un pequeño fuego encendido solo por ella y lo iba a sacar.
Se giró de golpe, dejando sus piernas colgando del escritorio, y agarró con sus manos el borde de este.
– ¿De qué quieres hablar primero? ¿De cómo has mentido a mi mejor amigo o de cómo el tuyo tenía una novia oculta que tú, seguramente, conocías? – preguntó con sorna –. ¿Con cuál quieres empezar?
– Lo de Steve es un malentendido.
– Ya, claro.
– En cuanto a Ethan... –, se centró en ese tema, ignorando el sarcasmo de Alyn, ya que era de lo que realmente quería hablar con ella. Sabía que lo de Steve también les afectaba, pero lo de su mejor amigo era mayor –. Sé que no he hecho bien, que no decirte nada ha sido un error, pero es mi mejor amigo y no quería traicionarlo.
– ¿Eso es una disculpa o estás intentando limpiarte las manos? – cuestionó aún más furiosa.
– Intento explicarte el porqué de mis acciones, de mi silencio. Y... bueno, sí... –, tragó saliva –, también disculparme por ello.
– No – negó rotundamente, al tiempo que se bajaba de un salto del escritorio –. No pienso disculparte. No cuando has sido consciente desde el segundo uno de lo que Ethan estaba haciendo, de cómo iba detrás de mí y me causaba sentimientos mientras tenía a otra chica en la distancia a la que llamaba su novia –. Se acercó a ella un paso –. Y no solo eso, sino que además tenías el descaro de empujarme a él.
– Porque os hacéis bien.
– ¿Bien? – cuestionó añadiendo una risa irónica y seca –. No creo que el dolor de ver como su novia aparece y lo besa, el saber que siempre he sido un juguete para él, sea hacerme bien.
– No eres un juguete para Ethan – intentó defenderlo, acercándose a ella –. Puede que lo que haya hecho esté mal, eso no te lo voy a negar. Pero te aseguro que él no ha jugado contigo, que todo lo que ha hecho ha sido de verdad y que lo que siente por ti es cierto.
– Me confesó que no se había planteado romper con ella para estar conmigo, así que tan verdaderos no serían sus sentimientos. Además, que si lo son, desde un principio haces las cosas bien y no vas a dos bandas.
– Sus motivos tiene, Alyn.
Esa fue la gota que colmó el vaso en la castaña.
– ¡¿Sus motivos?! –. La pelinegra asintió, recordando la historia de su mejor amigo –. No creo que haya un motivo de peso como para hacer algo semejante. No solo utilizar y mentir a una persona, sino a dos. Es de ser un hijo de puta, que es lo que es.
– Ethan lo ha hecho porque...
– Me da igual – sentenció con el dolor escalando por su pecho de nuevo. Se le cortó la voz al añadir –: No quiero saber nada más de él, mucho menos sus asquerosos motivos por los que me ha hecho esto. Así que si has venido a darme una explicación ya puedes irte, porque en todo caso es él quien debería dármela, no tú –. Calmó su estado respirando –. Pero dile que no hace falta, que no quiero escucharlo. Que siga con su vida y yo seguiré con la mía –. Kai la miró apenada, aunque comprendía la decisión de la chica –. Ahora, por favor, déjame sola.
Sin dejar que su compañera respondiera, volvió a su posición inicial, sobre el escritorio. Kai la miró por última vez, con ganas de hablar y explicar todo, pero obligándose a mantenerse callada y acotar su petición. Por ello salió de la habitación, dejándola sola, y fue en ese momento cuando Alyn volvió a dejar escapar las lágrimas.
✩ ✩ ✩
Ethan estaba pasando por días duros. Llevaba desde aquel día de Acción de Gracias establecido en casa de sus padres, ya que prefería que Ikiaq se quedara ahí y él con ella, que no ir a su apartamento. Aquel que ahora estaba impregnado de recuerdos junto a Alyn. Siendo el cuadro sobre su cama un claro ejemplo. Su comportamiento durante esos días había sido difícil. Fingir ante todos que todo estaba perfecto. Actuaba como un novio perfecto ante Ikiaq, mostraba una sonrisa para sus padres y miradas de gratitud a su hermana. Estas últimas eran las que más les costaba fingir.
El hecho de no poderse quitar de la cabeza a Alyn y su rostro completamente destrozado cuando le pidió que se fuera de su vida, era lo que más complicaba todo. Era obvio que todos se daban cuenta de que algo no iba bien al cien por cien. Su familia sabía el motivo, pero su novia estaba un poco desconcertada, ya que esperaba verlo más activo. Sin embargo, lo asoció al fin de trimestre y con él los exámenes. O esa había sido la excusa que había utilizado el castaño.
No había podido hablar con su hermana sobre el supuesto regalo que le había hecho, porque esta era más lista y no se separaba nunca de Ikiaq mientras estaba en casa. Después desaparecía en la residencia, en clase o con su amiga, evitándolo. Pero él tenía apuntada una conversación pendiente. La suerte que le traía eso era efímera, pero la aprovechó. Emily se llevó a Ikiaq de compras por la gran manzana y él vio el momento oportuno.
Tras conducir de Brooklyn hasta Manhattan sin ninguna compañía más que las de sus pensamientos, consiguió aparcar a una distancia considerada del edificio. Era consciente de que tenía tiempo suficiente, ya que tardarían en volver de comprar, pero también sabía que no sería fácil y que ese tiempo se consumiría con rapidez. Así que no tardó mucho en salir del coche y adentrarse en la residencia de Columbia.
Cuando llegó a la puerta de Alyn y Kai esperó que fuera la segunda la que abriera, porque si era la primera podía ser posible que le cerrara en la cara. Sin embargo, no llegó a comprobar qué pasaría ante su llamada, la puerta se abrió antes de que su puño alcanzara la madera. Ante él se mostró una chica con varios libros en sus brazos. La mirada de esta se amplió, sorprendida, pero después pasó al enfado.
– Hola – saludó, Ethan, con cautela.
– Vete – fue la respuesta que obtuvo mientras Alyn pasaba por su lado y bajaba por las escaleras.
– Espera – acotó antes de apresurarse a seguirla. No detuvo su caminar, ya que recordó que no ayudó en nada la última vez que hablaron. Así que se limitó a caminar a su lado –. Tenemos que hablar, por favor.
– No quiero hablar contigo.
– He venido a solucionar las cosas, a pedirte...
– No hay nada que solucionar – interrumpió sin dirigirle la mirada, solo caminaba con más rapidez, llegando casi al final de las escaleras, donde le esperaba la puerta principal y, con ello, librarse de él.
– ¿Qué no? – preguntó, incrédulo –. Lo nuestro es algo que... –. Alyn se detuvo de golpe, tras bajar el último escalón, y se giró hacia él con contundencia.
– No hay nada nuestro, Ethan – sentenció con total firmeza y con frialdad en la mirada –. Tú te aseguraste de que no lo hubiera oficialmente –. Soltó una leve risa seca antes de encaminarse a la puerta y murmurar por lo bajo –: Seguramente, por si acaso me enteraba de que tenías novia.
– No fue por eso – rebatió, habiéndola alcanzado a escuchar. Volvió a seguirla hacia el exterior –. Lo que he hecho tiene un motivo y es ahí a dónde quiero llegar.
– Me da igual el motivo, no quiero escucharlo.
– Alyn...
– ¡Cállate! – le gritó harta, deteniendo sus pasos una vez alcanzó su coche. Lo miró con la mayor seriedad y furia posible, aunque no podía negar que por dentro tenía ganas de llorar –. Un día me comentaste que odiabas las mentiras... –, no pudo evitar soltar una risa sarcástica –, mientras tú ocultabas una más grande. Así que te voy a decir las mismas palabras que pronunciaste cuando yo intenté pedirte perdón –. Alyn formó una sonrisa afilada –. Si estás intentando disculparte, es la mayor pérdida de tiempo. Las palabras no me sirven. Y menos de alguien que las utiliza para mentir –. Ambos vivieron un déjà vu doloroso. La voz le salió un poco ahogada cuando añadió –: ¿Cómo se siente, Ethan?
La mirada que compartieron fue intensa. En los ojos de la chica se veía el derrumbe y el dolor. En los del chico, la culpa y el arrepentimiento. Sin embargo, no pudo decir nada. Sabía que se merecía ese ataque, así que se mantuvo en silencio, admitiendo su derrota. Al menos de momento. Alyn negó con la cabeza ligeramente, antes de girarse y adentrarse en su coche. No se volvió a mirarlo y él observó como el coche se perdía entre las calles.
✩ ✩ ✩
Cuando Emily le propuso ir de visita y pasar unos días en casa de sus suegros, junto con su novio, algo en su interior le asustaba. No había estado nunca en Nueva York y solo había conocido el ambiente de la familia Brown cuando iban de vacaciones a Alaska. Tenía miedo de no sentirse a gusto o, incluso, de que algo cambiara ante esta nueva experiencia. Pero no fue así. Desde el segundo en que vio a Ethan, se sintió como en casa.
No obstante, era consciente de que algo no iba del todo bien. El chico no estaba como cuando pasaban los días juntos en Alaska, sino que lo notaba más apagado, por más que se seguía comportando como un novio encantador. Pasaban tardes enteras juntos viendo películas o le hacía de guía por la gran ciudad. Pero siempre estaba esa pequeña nube que lo acompañaba.
Los primeros días supuso que era por la preocupación por su amiga. El día de su llegada vio como Ethan se disculpaba con todos, pero sobre todo con ella, por tener que salir tras su amiga cuando se fue. Ni siquiera había estado atenta a la chica, ya que solo pudo ver a Ethan. Le comentó que su amiga, que se llamaba Alyn, acababa de perder a su abuela y que la situación con sus padres no estaba nada bien, así que como no tenía a nadie más, la invitó a cenar con ellos. Al volver, sin ella, comentó que le había dicho que no podía estar rodeada de una familia, que era demasiado doloroso. La comprendió, Ikiaq entendió la situación.
Sin embargo, los días fueron pasando y esa preocupación inicial no desaparecía. Así que, cuando se interesó por lo que lo torturaba, Ethan le aseguró que era por el final de trimestre y le explicó, muy bien detallado y sentido, los trabajos y exámenes que estaban por venir. Ikiaq le dio todo su apoyo y lo intentó animar con besos.
– ¿Todo bien? – le preguntó, acurrucada en su pecho, tras mirar la hora en el reloj de la sala.
– Sí, solo estoy cansado – se excusó el chico –. Ayer... bueno, estuve haciendo un trabajo complejo mientras te fuiste con Emily de compras.
– ¿No te salió bien? La verdad, lo dudo, se te da genial todo lo relacionado con el arte – le aseguró mientras se incorporaba para verlo a la cara. Él le dedicó una amplia sonrisa, porque aunque estuviera destrozado, aunque ya no fuera lo mismo, a ella la quería. Llevaban siendo amigos desde que nacieron y para Ethan siempre sería importante.
– No, no salió muy bien, pero ya lo arreglaré – le restó importancia, aunque la tenía.
– Vale –. Ikiaq miró de nuevo el reloj –: Debo irme, he quedado con tu madre para ayudarla a hacer algunos recados y me dijo que me esperaría en la puerta – le explicó antes de dejar un casto beso en los labios del chico y ponerse en pie.
– ¿Vas solo con mamá? – le preguntó, repentinamente interesado. Ella asintió –. ¿Y Emily?
– Está durmiendo una siesta. Se quedó hasta las tantas estudiando.
– Oh, sí, mejor que descanse.
– Me voy –. Se acercó de nuevo para besarlo, esta vez más profundo. A Ethan se le removió el estómago, no asqueado, sino con una sensación de culpa –. Te quiero.
– Y yo a ti.
Tras ver como su novia desaparecía en la puerta principal, no dudó en subir la escalera de dos en dos, con velocidad. No había nadie más en casa, solo su hermana y él, ya que su padre estaba trabajando. Era el momento idóneo. Agradeció mentalmente a su madre por llevarse a Ikiaq y a la universidad de Columbia por hacer que su hermana tuviera que estudiar hasta tarde y tener que echarse una siesta.
No le importó absolutamente nada cuando abrió la puerta de la habitación de Emily de golpe, causando que rebotara contra la pared de atrás y se escuchara un estruendo. Al mismo tiempo encendió la luz, ya que las cortinas estaban echadas y solo había oscuridad. Sobre la cama, el pequeño bulto que era su hermana, se removió.
– La luz – se quejó con voz ronca –. Estoy durmiendo.
– Arriba – exigió causando que Emily lo mirara con los ojos entrecerrados por el sueño –. Ahora – añadió autoritario. El porte que tenía imponía; su cuerpo completamente erguido, sus hombros cuadrados, sus brazos cruzados y su semblante serio, pero furioso.
– Ethan... – comentó, un tanto asustada, mientras se incorporaba sobre el colchón, quedando sentada.
– ¿Por qué? – la interrumpió, dando un paso al frente –. ¿Por qué, Emily? ¿Por qué me has hecho esto?
– No sé de qué me hablas – tuvo el descaro de comentar aquello mientras se encogía de hombros.
– No me vengas con gilipolleces, sabes perfectamente de lo que hablo. ¿Por qué has traído a Ikiaq?
– Es tu novia – contestó al tiempo que formaba una sonrisa inocente –. Y como hacía mucho que no os veíais pensé que te haría ilusión tenerla aquí.
– ¿Y tenías que invitarla justo en Acción de Gracias? – cuestionó, avanzando otro paso y apretando los puños a ambos lados de su cuerpo. No le iba a poner una mano encima, nunca lo haría, pero necesitaba concentrar su ira en algún punto de su cuerpo.
– Es una festividad muy bonita.
– No lo digo por eso y lo sabes. Eras consciente de que Alyn iba a venir a cenar y desde días atrás.
Emily volvió a encogerse de hombros, como si no le encontrara el problema a la situación. Una parte de ella, lo veía así, sin nada de malo. Había conseguido dos cosas con un simple tiro. Sin embargo, Ethan estaba colérico pero, sobre todo, dolido. No se podía creer que su hermana pequeña, su Emily, hubiera sido capaz de hacer algo semejante. A él, a su propio hermano.
– ¿Por qué? – repitió en un nuevo intentó de encontrar una explicación –. ¿Qué te he hecho? Podrías haber venido a hablar conmigo y dejarme explicarte la situación antes de hacer lo que has hecho –. Hizo una pausa, intentando serenarse. No obstante, en el interior de Emily aquella última frase se le quedó grabada. La rumió y algo dentro de ella se encendió –. Es que no le encuentro la lógica.
– ¿Qué no tiene lógica? – preguntó entre dientes mientras se ponía de rodillas sobre el colchón –. ¡¿Sabes lo que no tiene lógica?! –. Explotó –. ¡Que tú puedas librarte de todo y yo no! ¡Que al perfecto de Ethan siempre le salga todo bien y le vengan las cosas rodadas, mientras que yo, que he crecido con la misma filosofía de vida, me vaya mal!
– ¿De qué estás hablando? – preguntó, desconcertado.
– ¡De que estoy harta! ¡Es injusto! – gritó, dejando de controlarse –. ¡Has crecido haciendo lo que realmente deseabas, juntándote con quién querías y adquiriendo lo que buscabas! ¡Estudios, amigos, pareja, felicidad, comodidad... –, enumeró con sus dedos –, todo! –. Respiró hondo y bajó el tono –. Mientras que yo, que he seguido los mismos caminos, aunque con objetivos un poco distintos, no he alcanzado nada –. No se pudo contener más y todo lo que llevaba tiempo dañándola, salió a la luz –. ¡Lo que estudio, que amo, se me da mal; apenas tengo amigos, no soy feliz y lo de la pareja...! –. Soltó un bufido irónico. Ethan la miraba, asombrado, y escuchaba atentamente –. ¡¿Sabes por qué rompimos Steve y yo?! –. El castaño abrió los labios, dispuesto a contestar. Según lo que ella le había explicado, fue que él se cansó de ella y la cambió por salir a experimentar con otras chicas. Eso fue un poco el causante de su desagrado hacia Steve. Emily no le dejó responder –. Y no, no fue por su culpa. ¡Fui yo! ¡Le fui infiel, más de una vez y con distintas personas! ¡Yo le puse los cuernos, lo engañé! –. Esa confesión tomó por sorpresa, aún más, al chico. No había sido culpa del rubio, él había sido la víctima, no ella –. ¡Y eso es lo más injusto! – continuó. Se bajó de la cama, pero no se acercó más a su hermano, ni él a ella –. ¡Que vale, que hice mal, que fue un error! ¡PERO ES INJUSTO QUE TÚ HAGAS LO MISMO Y MEREZCAS EL BENEFICIO DE LA DUDA ANTES DE DARTE UN ESCARMIENTO Y YO NO! ¡¿ACASO YO NO TENÍA DERECHO A QUE SE ME PREGUNTARA POR QUÉ LO HABÍA HECHO, ANTES DE QUE SALIERA A LA LUZ?! ¡TÚ SÍ PUEDES EXPLICARTE Y YO NO! ¡ESO ES LO INJUSTO!
Lo había soltado todo, cada una de las palabras que llevaba tiempo clavándose en su interior. Sintió que se quitaba un peso de encima y cayó sentada sobre el borde de su cama, derrotada. Por otra parte, Ethan seguía en el mismo lugar que desde hacía varios minutos. Su mente funcionaba a mil por hora intentando procesar todo lo que su hermana acababa de confesar. Ya no solo el hecho de que había juzgado mal a Steve por unas mentiras de Emily, sino que ella, al igual que él, habían sido los causantes de unos cuernos. Sin embargo, había algo que se le escapaba y que necesitaba saber antes de hablar con propiedad.
– ¿Por qué le pusiste los cuernos? –. A una parte de la chica, le sorprendió que solo dijera eso, pero estaba tan cansada que solo se limitó a contestar.
– Porque me metí en una relación demasiado pronto – confesó, frustrada –. Te vi a ti con Ikiaq, durante una relación que llevaba ya dos años; además de a más personas a mi alrededor. E incluyendo a qué mamá y papá juntos eran monísimos, y yo... yo solo quería eso –. Soltó un suspiro, con la mirada fija en el suelo. Ethan aprovechó y con cautela se sentó a su lado, aunque dejando un espacio –. Así que en cuanto vi que podía tener algo así me lancé. Y me equivoqué. Quería experimentar, no atarme tan pronto.
– Mira, Emily – comenzó, tras analizar todo con detalles y buscar las palabras adecuadas –, tanto lo que tú hiciste con Steve como lo que yo he hecho con Ikiaq y Alyn no está bien, es un error, y aunque no haya nada que lo justifique, porque es algo casi imperdonable, hay una diferencia –. Odiaba tener que decirle eso, porque era como volver a beneficiarle a él y no a ella, pero tenía que dejárselo claro. Ella lo miró, confusa –. Tú lo hiciste por simple placer, por el hecho de querer probar otras cosas, que no es malo, pero sin ser capaz de dejar a Steve para hacerlo, que ese es el problema. En cambio, yo... -, tragó saliva, enfadado consigo mismo –, lo he hecho por un motivo de peso, aunque no lo justifique – puntualizó –. Sabes que Ikiaq... bueno, ella...
– Lo sé – lo interrumpió, sabiendo que a su hermano le costaba hablar de la situación.
– No quería causarle un problema más – se limitó a decir –. Además de que yo no lo he hecho por estar con varias personas y experimentar –. A su mente vino el rostro de la castaña y una sonrisa triste se apoderó de sus labios –. Porque para mí solo ha sido Alyn. Solo es Alyn. Y ahora... ahora la he perdido.
Emily observó a su hermano con atención. Su mirada perdida, el dolor en ella, su rostro entristecido. Y se dio cuenta, como si una venda se cayera de sus ojos, del verdadero estado de Ethan, como realmente le había afectado lo que ella misma había hecho. Vio como su hermano había perdido energía, fuerza y... el brillo que ella siempre admiraba de él, desde que eran pequeños. Lo había apagado. Había roto el corazón de Ethan.
– Lo siento – susurró, captando la atención del castaño. Las lágrimas se amontonaron en los ojos de la chica –. Podía deducir porque lo hacías y aun así no me importó a la hora de causarte este problema. No me paré a pensar en lo que sentías por Alyn, ni en lo fuerte que podía llegar a ser. Debí ser más madura y ver que no tenía que pagar contigo mi insatisfacción y... mis celos.
Con esas palabras, el ojiverde rescató el otro tema a tratar. No quería que su hermana aspirara a lo mismo que él, sino que buscara su propio propósito y lo persiguiera como ella quisiera, no como pensaba que debía hacerlo. Por ello se giró hacia ella y posó las manos en sus hombros, conectando sus miradas.
– Emily, escúchame bien. Que hayamos crecido en la misma casa y con la misma educación, o filosofía de vida, como lo has llamado tú, no significa que nos tenga que resultar igual de fácil o de cómodo. Cada uno vive y consigue sus objetivos a su manera –. Ethan hizo una pausa al recordar una semejanza con otra chica castaña –. A Alyn desde pequeña la obligaban a ser de una forma, un ejemplo a seguir para su hermana, y la moldearon hasta alcanzar que estudiara y fuera como sus padres querían que fuera –. Emily no sabía por qué su hermano le contaba aquello de la castaña, pero se lo tomó como un argumento y una forma de conocer mejor a la chica que no salía de la cabeza de Ethan –. Esa era la filosofía de vida con la que había crecido. Y ella no era feliz, ni estaba cómoda, por más que se lo hubiera llegado a creer durante un tiempo –. Agitó la cabeza, alejando el doloroso recuerdo y volviendo a centrarse –. La cuestión es que Alyn dejó, poco a poco, de seguir ese camino y, aunque sigue buscando, va haciendo su vida como ella quiere. Y tú debes hacer lo mismo, buscar como es más correcto para ti ser y vivir.
– Tienes razón – afirmó con sinceridad –. Lo haré.
Ethan sonrió antes de acercar a su hermana a su pecho. Esta se acurrucó entre sus brazos. Se sumieron en un silencio que Emily aprovechó para pensar más en la situación y el problema que había causado.
– Alyn significa mucho para ti, ¿verdad? – le preguntó en un susurro. Este respondió con un sonido afirmativo –. Lo solucionaré – aseguró apartándose del abrazo –. No es que nos llevemos muy bien, pero... – no terminó la frase al ver la ceja arqueada de su hermano. Ella se mordió el labio antes de responder la pregunta silenciosa –. Nunca nos hemos caído bien, ni cuando yo estaba con Steve o ella contigo. No me comportaba bien con ella. En parte también he hecho lo de Ikiaq por eso –. Había desconcierto, asombro y enfado en la expresión del chico –. Lo siento – volvió a disculparse –. Pero iré a hablar con ella y...
– No – negó, rotundamente, interrumpiéndola –. No te metas en esto, Emily.
– Pero...
– En todo caso quién tiene que hablar y arreglarlo con ella soy yo – añadió –. No creo que vayas a solucionar nada teniendo en cuenta que no serás de su agrado, mucho menos después de lo que has hecho y con los antecedentes –. La chica le dio la razón.
– Lo siento mucho, de verdad – repitió, sintiendo que se quedaba corta con las disculpas. Volvió a abrazarlo y a hundir su rostro en el pecho de su hermano mayor, quién correspondió al instante, mientas lo oyó susurrar, más para sí mismo:
– Y yo también.
✩ ✩ ✩
El cumpleaños de la madre de Ethan, Nanurjuk, llegó junto a un cambio de clima, volviendo los días más helados con la llegada de diciembre. Sin embargo, la chimenea y la calefacción de la casa hacían tan bien su función que los invitados, que comenzaron a llegar a partir de las once y media de la mañana, se sentían arropados entre esas cuatro paredes. Los presentes eran una mezcla de familiares, la mayoría maternos, obviamente, y algún que otro amigo allegado al matrimonio. Entre ellos estaba la familia Scott. Y, claramente, Ikiaq, que seguía con su estancia en casa de los Brown.
Kai abrazó a su amigo con fuerza una vez este se encargó de abrirle la puerta a su familia. Sus padres lo saludaron escueta, pero cariñosamente, antes de ir con la madre del chico. Ethan fue quién alargó ese abrazo durante unos segundos más. La chica no se quejó, al contrario, ambos eran conscientes de que se necesitaban en esos momentos. Sin embargo, fueron interrumpidos por la voz de la chica del castaño, quién Kai solo había conocido a través de las palabras de su mejor amigo.
Una vez hechas las presentaciones, los tres se mezclaron entre la gente. Ikiaq congeniando con cada uno de los presentes. Ethan fingiendo que estaba encantado con su vida. Y Kai actuando de la mejor forma posible, aunque ver a Emily, quién estaba junto a sus primos, le recordaba constantemente la discusión que había tenido con Steve.
Poco después se sentaron todos a la mesa a degustar los platos típicos de la infancia de Nanu, mientras estos eran acompañados de pequeñas charlas. La morena se limitaba a escuchar y el ojiverde a contestar lo justo y necesario. A su lado tenía a Ikiaq, que posaba su mano en su rodilla y lo acariciaba con ternura. No pudo evitar que a su mente llegara a aquella vez que, durante la comida con los mellizos, Alyn posó su mano, inconscientemente, en ese mismo lugar. Le aturdió la diferencia de sensaciones entre ambas chicas.
Tras la comida con su posterior pastel, velas y regalos, los invitados se iban dispersando. Algunos se quedaban en la mesa hablando y tomando cafés, otros salían al jardín para fumar o simplemente para tomar el aire, y, por último, varios de ellos se instalaron en el salón a ver algún partido de algún deporte aleatorio. Por parte de Ethan, fue distinto. Este aprovechó que nadie le prestaba atención para ir al porche delantero, sentándose en los escalones. Aunque, no era del todo cierto el hecho de que nadie lo estuviera observando.
Kai se sentó a su lado. Intercambiaron una corta mirada antes de volverla al frente. Se mantenían en silencio, con el sonido de sus respiraciones y el motor de algún que otro coche como acompañamiento.
– Es simpática – murmuró por lo bajo, Kai, intentando entablar la conversación de la forma más cuidadosa posible. Ninguno de los dos estaba de muy buen humor –. Es amable, cariñosa y sociable; se ha ganado a todos los que están dentro.
– Eso no compensa lo que ha ocurrido.
– Lo sé –. Un nudo se implantó en la garganta de la chica antes de que rompiera de nuevo el silencio que se había vuelto a formar –. Lo siento.
– ¿Por qué? – preguntó, confuso, mientras giraba su rostro para mirarla. Esta lo observaba con culpa y pena –. Tú no has tenido nada que ver – se vio en la obligación de dejarlo claro.
– Directamente no – puntualizó, apartando de nuevo la mirada –. Pero tenía que haberte dicho que lo que estabas haciendo no era correcto y que Alyn, o las dos, se merecían saberlo. Y, sobre todo, tenía que haber hablado contigo de la verdad sobre tu relación con Ikiaq.
– Primero, me dijiste que Alyn se merecía saberlo. Aquel día, en el museo, ¿lo recuerdas?
– No insistí, me conformé con tu respuesta, un simple "lo sé". Pensé que eras mi mejor amigo y que debía apoyarte y ayudarte, hicieras lo que hicieras.
– No tienes que hacer eso, Kai – comentó, agarrando su mentón y obligándola a verlo –. Es tu opinión, solo tuya, sin influencias, la que espero cuando acudo a ti –. Esta sonrió ante sus palabras –. No lo hagas más, es algo que yo también me he propuesto contigo.
– Vale.
– Segundo –, retomó –, no quiero que te sientas culpable, porque tú solo respetabas mi decisión y era yo quién tendría que haber sacado esto a la luz, no tú. Así que es todo culpa mía y de nadie más.
– De Emily – susurró para sí misma.
– También.
– Lo siento, Ethan, pero ya no puedo seguir callándomelo – comentó, mirándolo apenada, pero con seguridad –. Tu hermana no es como crees. No es una chica perfecta, adulta y madura. Todo lo contrario, se pasa el tiempo causando problemas y metiéndose con el resto. Lo ha hecho con Steve, con Alyn, conmigo, hasta contigo y a saber con cuantas personas más.
– Lo sé.
– Y sé que no me vas a creer, pero... –. Se silenció de golpe al analizar las dos palabras que habían salido de la boca de su mejor amigo –. Espera, ¿lo sabes?
– ¿Crees que no fui a hablar con ella por lo que hizo? – cuestionó con una ceja arqueada.
– Sí, pero... no creí que...
– Explotó – resumió –. Es una larga historia y creo que es mejor que quede entre mi hermana y yo, más que nada porque es algo personal suyo. Pero te aseguro que he hablado con ella, me he enterado de varias cosas y hemos solucionado otras.
– Oh, bien, supongo.
– Tercero, y último –, volvió a retomar –, ¿a qué te refieres con que tenías que haberme hablado de la verdad sobre mi relación con Ikiaq? –. Kai se puso nerviosa de repente, ya que era un tema delicado y no quería que el chico se sintiera atacado o entendiera mal su punto.
– Primero que todo, quiero que sepas que es solo mi opinión y que si te estoy diciendo esto es porque te quiero, mucho, y que ya es hora de que te des cuenta. Aunque ya sea un poco tarde – puntualizó, haciendo una mueca –. La cuestión es que –, suavizó el tono –, Ikiaq es una persona muy importante para ti, ha estado contigo desde que nacisteis prácticamente, y eso está bien, pero no puede condicionar eso a tus sentimientos. Mucho menos su vida –. Suspiró –. Sé que es duro, que no quieres hacerle más daño que el que ya está pasando, pero no puedes obligarte a hacer algo que en tu interior no sientes. No la amas, Ethan – afirmó con seguridad, esperando que calará hondo –. Y por más que te duela lo que voy a decir, tengo que hacerlo. Estás con ella por pena, también por cariño y porque es importante para ti –, se apresuró a añadir –, pero eso también puedes hacerlo como su mejor amigo, aquel que ha estado siempre. Si estás como su pareja es solo por miedo a perderla, pero ambos sabemos, y creo que ella también, que eso no ocurrirá, porque siempre os habéis tenido el uno al otro, incluso antes de empezar la relación –. Kai esperó una respuesta, pero solo consiguió que su amigo apartara la mirada –. No puedes seguir fingiendo hasta que todo acabe. No es justo para ella, ni para ti. Permítete hacer y estar con quien realmente quieras.
– Ya he perdido a Alyn – fue lo único que susurró en respuesta.
– Ve por partes, primero Ikiaq y después Alyn.
La chica permaneció a su lado durante los siguientes minutos en los que no pronunció palabra, simplemente miró el suelo, analizando todo lo que su amiga le acababa de decir, y llegando a la conclusión que, aunque le dolía, era correcta.
– Tienes razón – confesó volviendo a mirarla. Kai vio el dolor profundo en sus ojos verdes –. Gracias. Gracias por estar siempre –. La ojiazul no encontró palabras para contestar, así que simplemente lo abrazó –. Y yo también lo siento – añadió, queriendo ir hacia el terreno de la chica.
– ¿Y tú por qué? – cuestionó apartándose.
– Porque yo también debí decirte lo que pensaba completamente sobre lo de la lista de Alana.
– No hace falta que hablemos de eso – soltó apartando la mirada –. Ya me he dado cuenta de que lo que hice fue estúpido, que yo fui una estúpida por querer cumplir esa lista que una vez hizo mi hermana con tan solo dieciséis años y con el único historial de películas románticas.
– No es estúpido lo que hiciste – argumentó, confundiendo a la chica, que ya pensaba saber cuál era la opinión del castaño en todo esto –. A lo que me refiero es que es bonito que quisieras cumplir los sueños que tu hermana no pudo por culpa de la enfermedad. Es algo que no todo el mundo haría.
– Porque el resto del mundo no es estúpido.
– Repito, no eres estúpida. Lo único que veo erróneo en lo que has hecho es que no has cumplido deseos simples, sino cosas que cambian por completo tu vida. No la de ella, sino la tuya.
– No te entiendo – comentó, confusa, pero con toda su atención puesta en él.
– Creo que es bonito cumplir el último deseo de una persona, ya te lo he dicho. Y yo si estuviera en tu lugar lo hubiese hecho, hubiera cogido esa cartulina –. Hizo una mueca –. Con la única diferencia de que yo pondría límites. Están bien cosas como hacer un viaje o adoptar un perro, pero cuando los puntos son algo tan personal como un beso, la primera vez o... –, intentó decirlo con el mayor tacto posible –, o romper una relación, eso ya no es permisible. No con cosas que nos marcan, que nos hacen ser como realmente somos. No cuando hay que ir contra uno mismo –. La miró apenado –. ¿Comprendes?
Kai asintió con la cabeza, porque era así, se había dado cuenta durante los últimos días, desde que quemó aquellas cosas de Alana. Todo lo que había dicho Ethan era cierto, tenía que haberse dado cuenta antes de como esas cosas nunca pertenecerían a su hermana por más que las hiciera ella y que ha estado siguiendo los pasos de alguien que no pudo, por culpa de una enfermedad, ver las cosas como realmente son. Y así ha condicionado su propia vida.
– Y siento no habértelo dicho antes – continuó el chico, causando que la mirada grisácea de su amiga, que se había perdido enfrente, volviera a él –. Siempre que hablábamos de esto pensaba en que yo haría lo mismo, así que te apoyaba, pero nunca me paré a pensar en que no lo haría al cien por cien, que para mí había una línea que nunca cruzaría. Puede que esa línea la estuvieras cruzando, que así era, y yo debería haberte hecho ver que no podía ser así. Que todo tiene un límite.
– No fue culpa tuya, es como lo que hice yo contigo. Pensaste que como era tu mejor amiga tenías que apoyarme, tomara la decisión que tomara. Y nos acabamos de dar cuenta de que no es así, de que hay que ser objetivos –. Ethan asintió de acuerdo –. Siento haber hecho que tu hermana y Steve rompieran, aunque siendo sincera no del todo –. Hizo una mueca que este respondió con una risa, mientras la acercaba a él por el hombro.
– Eso sí que no fue culpa tuya, al menos al cien por cien. Después de mi conversación con Emily me doy cuenta de que esa relación no era sana, sobre todo, y no le digas nunca que he dicho esto, para Steve. Tenían los días contados.
– Tampoco podría decírselo, aunque quisiera – la voz de Kai disminuyó –. No me habla y dudo mucho que quiera verme.
– Se le pasará, solo tiene que pensar. Steve es un chico listo y dejará que te expliques –. Dejó un tierno beso en el pelo de su amiga –. No es tan grave, cariño – intentó animarla.
– No sé yo – comentó, insegura –. Lo mismo te digo con Alyn – añadió.
– Eso es más complejo – puntualizó –. Ella es más cabezota y con más carácter, además de que lo que le he ocultado es algo más chungo e imperdonable.
– ¿Y qué vamos a hacer? – cuestionó, alzando un poco el rostro para mirarlo, él le devolvió la mirada. Incertidumbre en el rostro de ambos.
– No lo sé.
—————
Buenaaaas!!!
Ha sido un capítulo esclarecedor, al menos en lo que a la amistad de Kai y Ethan, y a Emily se refiere.
¿Qué opináis sobre que Kai haya protegido el secreto de Ethan todo este tiempo? ¿Creéis que Alyn tiene motivos para estar así de enfadada? Yo creo que sí🥺
Pero, sobre todo, ¿qué opináis sobre los sentimientos de Emily? Esa fuerte confesión a su hermano ha sido impactante.
Leo todas vuestras opiniones y nos vemos este viernes😉
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