Capítulo 11
Dile que sí, aunque te estés muriendo de miedo,
aunque después te arrepientas, porque de todos modos
te vas a arrepentir toda la vida si le contestas que no.
Gabriel García Márquez
Domingo, ocho y media de la mañana. Alyn recorría las calles que rodeaban la universidad. Corría en su máxima potencia, mientras el aire entraba y salía de manera errática. Llevaba una hora haciendo ejercicio y comenzaba a sentir sus músculos resentidos, pero apretó para conseguir superar su marca de la semana pasada.
Correr los domingos por la mañana se había convertido en su rutina desde hacía tres años, cuando un día a Steve le dio por salir a correr y la arrastró con él. Desde ese momento ella ha seguido corriendo cada fin de semana, a diferencia de su acompañante que se centró más en entrenar en el campo. Alyn conectó con ese deporte de una manera que nunca se imaginó. Era un momento en el que solo estaba ella, sin nadie, ni nada más. Los pensamientos volaban lejos y solo se concentraba en las zancadas y la respiración.
Llegó al apartamento media hora después con todo el cuerpo agotado, por ello la ducha que se dio le sentó de maravilla. Las endorfinas que había creado durante esa hora y medía le habían otorgado la energía necesaria para afrontar el último día de la semana. El cual avecinaba bastante desgaste mental, ya que tenía varios trabajos para sus clases que, aunque tenían lejos la fecha de entrega, ella los haría ya. Además de la comida que tenía con los mellizos, que también acabaría con mucha de su paciencia.
Cuando salió de su gratificante ducha ya era media mañana y se topó con Kai en la cocina donde, esta, se estaba preparando un pequeño sándwich. Ella prefirió tomar una simple botella de agua de la nevera y sentarse en la silla de la pequeña mesa que descansaba ahí.
– ¿Quieres? – le ofreció su compañera. Alyn negó –. Como quieras – finalizó antes de darle un bocado.
– ¿Qué planes tienes para hoy?
– No gran cosa, la verdad. ¿Y tú?
– Tengo varios trabajos por adelantar –. Entonces lo recordó –. Y, por cierto, no estoy para comer. He quedado con un par de amigos para ir a comer fuera –. Kai asintió, sin problema alguno, y siguió con su picoteo.
– ¿Amigos de clase? – preguntó, curiosa, la pelo azabache mientras se sentaba a su lado. Alyn negó antes de añadir:
– Nos conocemos de toda la vida. Nos hicimos amigos en parvularios.
– Oh, qué bonito. Entonces tienen tu edad, ¿no? –. Asintió –. ¿Y estudian aquí? – siguió preguntando.
Alyn no se sintió incómoda en ningún momento, al contrario, pensó que con estas pequeñas cuestiones podían conocerse mejor. Al fin y al cabo, esperaba no volver a tener que cambiar de habitación en lo que le quedaba de carrera y, con ello, tampoco de compañera.
– No, ambos estudian en la universidad de Pace y viven juntos en un apartamento.
– Uy, la convivencia con un amigo a veces cuesta.
– Y más si es tu mellizo –. Kai la miró sorprendida, lo que causó que se le escapara una pequeña risa –. Hayden y Hailey son mellizos y pensaron que irse juntos no sería mala idea. Se ve que en ese momento no se acordaban de todas las discusiones que tenían siempre en casa de sus padres.
– Bueno, al menos no es un completo desconocido – comentó, después de tragar un bocado. La mente de Alyn interpretó esa frase con una indirecta y por ello hizo una mueca que su compañera detectó –. Oh, no lo digo por nosotras – se rectificó con rapidez –. Créeme que he tenido siempre suerte con mis compañeras. Primero Harriet y ahora tú. Pero no siempre es así.
La castaña recordó a su antigua compañera y comprendió a la perfección sus palabras.
– Tiene que ser genial tener un mellizo, aunque eso de compartir el día de cumpleaños... – bromeó, Kai.
– Bueno, en eso a veces sí que han tenido riñas, sobre todo cuando eran pequeños, ya que tenían una fiesta para ambos. Ahora si no se ponen de acuerdo, pues lo celebran separados, aunque por más veces que hayan jurado que lo harían, al final siempre terminan volviendo a unirse.
– ¡Por cierto! – elevó la voz, como si su cerebro hubiese caído en algo después de mucho tiempo –. No sé cuando es tu cumpleaños –. Alyn soltó una risa, ya que por la cara parecía algo más serio, pero no.
– El dieciocho de enero – respondió.
– ¡¿En serio?! El mío también es el dieciocho.
– ¿De enero? – cuestionó, sorprendida.
– No – negó con una sonrisa. La castaña cambió la expresión –. De febrero.
– O sea, que soy exactamente un mes mayor que tú.
– Efectivamente.
El resto de las horas se quedó hablando con Kai, hasta que se marchó de nuevo a su habitación. Aprovechó el poco tiempo que le quedaba antes de ir con los mellizos Anderson, para leer un par de páginas que le habían puesto de deberes dos días atrás. Eso lo tendría que haber hecho ese mismo viernes, pero ocurrió lo de Ethan y su arrebato de llevarla a la fuerza al partido.
Dos días después, debía admitir que se lo pasó bien, sobre todo tras el partido, cuando se quedaron jugando con el balón. No podía borrar de su memoria la sensación de bienestar al rozar el palo y como se le llenó el pecho de algo extraño cuando Ethan le dedicó esas palabras, aquellas donde, con sinceridad, le aseguraba que creía que era capaz. Aun así, desde ese viernes no había tenido ninguna señal del chico y lo agradecía, ya que por culpa de esa salida en esos momentos, ese domingo, tenía tarea atrasada. Se había descuadrado su horario. Así que ahora mismo el castaño no era de su agrado.
✩ ✩ ✩
Distinguió la doble cabellera rosa en la distancia. Los mellizos entraban riendo, para su sorpresa. Hayden barrió con la mirada el local, que ellos mismos habían escogido, y encontró a la chica en una mesa de la esquina. Sin darle ninguna señal a su hermana, se encaminó hacia Alyn. Hailey lo siguió mientras continuaba hablando de algo que no llegaba a los oídos de la castaña. Su conversación murió una vez se situaron delante de la mesa en la que Alyn llevaba quince minutos esperando.
– Atasco – se excusó el chico al tiempo que dejaba un suave beso en la mejilla de su amiga y tras eso se sentó a su lado, dejando a su hermana sola al frente. Esta le dio un corto abrazo a la chica, por encima de la mesa, y se sentó.
– No pasa nada – le restó importancia –. He estado entretenida.
Alzó a la vista de ambos una revista que había comprado de camino al bar. Era de arquitectura y se había pasado todos aquellos minutos ojeando. Su padre se la recomendó en la última llamada. Según él: "Así puedes mirar como los grandes arquitectos construyen y de ellos aprender, además de inspirarte". En otras palabras: "Mira como están triunfando y esfuérzate para alcanzar eso".
– No dejas los estudios ni en fin de semana – se quejó, Hailey, antes de fingir una arcada.
– Solo soy aplicada –. Se encogió de hombros.
El camarero dio por finalizada la conversación con su presencia y los tres se apresuraron por escoger algo que comer. Alyn eligió algo ligero, ya que no quería echar a perder el ejercicio que había hecho esa mañana. Aunque ella misma era consciente de que eso era un poco hipócrita de su parte, porque el resto de la semana se permitía lo que fuera. Sin excederse, claramente.
– Oh, por cierto – volvió a retomar el habla, Hayden, mientras hurgaba en el bolsillo de su abrigo, que había dejado sobre el respaldo de su silla –. Esta mañana he ido a comprar algo para desayunar debido a que alguien se ha acabado mis cereales... –, hizo una pausa para mirar mal a su hermana.
– Supéralo – respondió esta al tiempo que ponía los ojos en blanco.
– Total, que vi esto y pensé en ti.
De la mano que tenía escondida detrás de su espalda sacó un paquete de su dulce favorito. M&M's. Dejó cae la bolsa amarilla con las grandes letras sobre la mesa y observó la reacción de su amiga. A Alyn se le iluminaron los ojos y sus labios se entreabrieron, estaba a punto de salivar. Sin embargo, agarró el paquete y lo abrazó contra su pecho unos segundos antes de hacer lo mismo con su amigo.
– Gracias, te amo – le murmuró aún abrazándolo.
– Eres una interesada – bromeó el chico al separarse.
– Sabes que eso no es verdad, yo te quiero me des o no M&M's.
La castaña no dudó en abrir el paquete y oler su contenido antes de sacar un puñado de bolitas y adentrarlas en su boca del tirón. Hayden la miró con una sonrisa divertida, pensando en que la obsesión de Alyn por esos dulces nunca sería normal. Mientras, Hailey la observó con una mueca.
– Estás a punto de comer. No deberías comer eso ahora, espérate al postre, hija – comentó esta.
– Siempre es un buen momento para unos M&M's. Da igual si es antes, durante o después de comer.
Su amiga simplemente negó, dándola por perdida.
Poco después les sirvieron la comida. Durante esta se hablaron diversos temas, entre ellos el nuevo ligue de Hailey. Era un chico que estudiaba en Dartmouth y que había conocido en la fiesta a la que habían asistido antes del inicio de clases, el mismo día que Alyn asistió con Steve a la que Kai les había invitado. Los mellizos Anderson estaban en esa otra fiesta, por ello no fueron con ella. Se ve que esa noche se enrollaron y que desde entonces solo se habían visto de refilón en algún lugar público, pero que hace un par de días coincidieron en una librería y hablando llegaron a quedar. Esa "cita" tendría lugar dos días después.
Otros de los temas fue el interés extremo de Hayden con los cómics. Les explicó a ambas todos los cómics que había visto en un mercadillo de segunda mano el domingo anterior, además de asegurar las ganas que había tenido de agarrar todos y salir huyendo. Sin embargo, no pudo hacer más que conformarse con comprar cinco de ellos que, para él, eran pocos.
En referente a Alyn, esta explicó lo que ocurrió con Ethan hacía dos días. Ellos se sorprendieron, pero aunque no lo mostraran, por dentro se alegraban de que alguien hubiera sido capaz de sacar a Alyn de su burbuja por más que hubiese sido a la fuerza. Ellos ya lo habían intentado veces, era imposible. O al menos eso parecía. Ya no podían decir lo mismo.
✩ ✩ ✩
Traspasó la puerta de su habitación y por más que deseara tirarse sobre la cama, vaguear y dormir, no pudo. Se obligó a sí misma a sentarse en la silla de su escritorio, tras dejar su bolso y cambiarse de ropa a su pijama. Se ató el pelo en un moño desenfadado y empezó a seguir su horario, aquel que tuvo que modificar el día anterior por la mañana.
Llevaba una hora haciendo un trabajo, que ya le ocupaba cinco páginas, cuando su puerta se abrió de par en par asustándola y causando que un garabato se plasmara en mitad de la hoja.
– No sé si he hecho bien – fue lo primero que dijo el intruso mientras cerraba la puerta.
Alyn se giró completamente hacia él y desde la silla le dedicó una de las peores miradas posibles.
– Primero, se llama antes de entrar porque por tu culpa ahora tengo que utilizar Tipp-Ex en la mitad de la hoja – dijo molesta al tiempo que levantaba el folio para que su amigo la viera –. Segundo: "Hola, Alyn. ¿Qué tal estás? ¿Qué tal el fin de semana? ¿Bien? Me alegro" – añadió, intentando imitar su voz.
– Hola, Alyn. ¿Qué tal estás? – comenzó a recitar mientras se acercaba a ella. Dejó un dulce beso en la frente de la chica antes de continuar hablando –. ¿Qué tal el fin de semana? –. La castaña hizo el amago de contestar, pero no se lo permitió –. ¿Bien? Me alegro –. Finalizó sentándose en su cama. Ella lo miró con odio.
– Baja los pies de mi cama, Steve – ordenó, autoritariamente –. O al menos quítate los zapatos.
Este bufó al mismo tiempo que, con sus propios pies, se quitaba el calzado, después se dejó caer sobre el colchón y su mirada se clavó en el techo. Descansó sus manos en su abdomen. Fue en ese momento cuando Alyn se dio cuenta de que algo estaba rondando la mente de su amigo y que parecía serio.
– ¿Qué ocurre? – le preguntó mientras dejaba la hoja junto al resto y se acercaba a él, arrastrando su silla.
– Besé a Kai – soltó, sin una pizca de anestesia.
Alyn abrió sus ojos, asombrada, y necesitó unos segundos antes de que sus labios respondieran.
– ¿Qué? – dijo, absurdamente.
– Que la otra noche besé a Kai – repitió, sin mirarla. No lo había hecho desde que se había tumbado sobre la cama.
– ¿Kai... mi com...?
– Sí – interrumpió al tiempo que se llevaba ambas manos a la cara.
La chica no sabía muy bien como digerir esas palabras. Por una parte, le parecía mal, ya que su amigo tenía pareja, por más que a ella le desagradara; pero por otra, sentía que esa arpía se lo merecía. Sin embargo, ganó la primera parte.
– Steve, tienes novia – le recordó con suavidad, pero a la vez con un tono que lo hiciera ver que había hecho mal.
– Lo sé, lo sé, pero Emily tampoco es que ayudara aquella noche. Tuvimos una discusión y supongo que todo se mezcló.
– ¿Cómo que se mezcló? ¿En qué momento una discusión de pareja acaba con que te beses con mi compañera de habitación, con la que encima no es que te lleves genial?
– Se emborrachó y se ve que le dijo a su amiga que quería que yo la llevara – explicó, mirándola, al fin –. No tengo ni idea de por qué pidió eso, pero lo hizo. Y Lorie, con quien estaba jugando al estúpido juego de Verdad o Reto, me dijo que mi tarea era llevarla a casa.
– Eso no tiene nada que ver con Emily.
– Total, que al llegar aquí, Matthew nos escuchó. Estaba a punto de pillarnos y a Kai no se le ocurrió nada mejor que besarnos para que no nos dijera nada.
– No le gusta interrumpir a las parejas – confirmó las palabras dichas por Kai aquella noche. Steve asintió.
– No quería, me negué varías veces, lo juro –. La miró con sinceridad –. Pero ella insistía y no se callaba. Si no lo hacía nos echarían a los dos y no podría traerla a la habitación.
– Y la besaste.
– Ella me lo pidió.
– Y lo hiciste.
– No tenía otra opción – comentó, frustrado.
Alyn se paró unos segundos a pensar. No le agradaba nada las infidelidades, aunque Emily fuera una arpía que se lo merecía y que, aunque no sabía con seguridad, seguramente le ponía los cuernos a su mejor amigo. Analizó los acontecimientos y el estado en el que se encontraba Steve, antes de escoger las palabras adecuadas.
– Sabes que odio que alguien no sea fiel a su pareja, me parece un acto cobarde y ruin – empezó a decir. El chico soltó un bufido, sintiéndose mal al decepcionar a su amiga –. Sin embargo, ...
– ¿Sin embargo? – cuestionó confuso, no esperaba algo más.
– Solo lo hiciste porque no os quedaba otra. Era eso o Kai se quedaba en la calle, ¿no?
– Sí, supongo –. No lo dijo muy convencido, pero lo dejó pasar.
– Pues no se lo digas a Emily y olvídalo.
Steve dudaba que eso fuera posible, pero no lo verbalizó.
Alyn le dedicó una sonrisa cálida antes de volver a su tarea anterior, a la cual no llegó por la nueva intromisión del rubio.
– Ese no es el motivo de haberte interrumpido – comentó, haciendo girar de nuevo a su amiga, quien lo observó con las cejas fruncidas –. O sea, sí, pero no.
– Explícate, Steve.
– Vengo de hablar con Kai – explicó, volviendo la mirada al techo. Alyn esperó paciente a que él continuara. Lo hizo tras un suspiro –. Quería pedirle perdón por el beso, pero... pero...
– ¿Qué, Steve? – incitó. La castaña tenía una mala sensación.
– No se acuerda de nada – sentenció.
– ¿Nada de nada?
– De nada, ni un solo recuerdo que tenga que ver conmigo.
– Bueno, es normal cuando una se emborracha – comentó, Alyn, bajando la mirada. A su mente voló el hecho de que ella tampoco se acordaba de nada de lo que había ocurrido con Ethan en la fiesta previa al inicio de clase. Parecía que las chicas de esa habitación no sabían beber con responsabilidad –. ¿Se ha enfadado mucho?
El rubio la miró con una mueca antes de girar el rostro hacia el techo. Se mantuvo callado, sin contestar, y fue entonces cuando Alyn se puso en alerta.
– ¿Steve? –. Sin respuesta –. Steve, dime que se lo has contado, por favor – pidió. Solo recibió otra mirada de su amigo, que respondió a sus palabras sin necesidad de verbalizar –. Steve, joder.
– Ves, a esto me refería cuando te decía que no sé si he hecho bien – habló, exasperado, incorporándose y quedando sentado en el borde de la cama –. Una parte de mí quería contárselo, porque merecía y merece saberlo. Pero la otra... –, bufó –, la otra cree que si para ella no existe ese beso, será más fácil que para mí tampoco haya existido. Así no me sentiré tan mal.
– Sinceramente, creo que deberías habérselo dicho – opinó. El rubio se frotó la cara con ambas manos –. Pero ahora ya está hecho y si vas y le cuentas la verdad sabrá que le has mentido y su enfado será mucho peor. Así que ahora deja las cosas como están, será lo mejor.
– ¿Tú crees?
– Sí.
El chico asintió y la chica lo observó unos segundos. La mirada de Steve estuvo perdida por unos instantes y eso hizo que Alyn notará que había algo más que no había contado, pero no lo iba a presionar. Y así era, había algo más en el interior de Steve, pero no lo comentó.
Tras unos minutos conversando de algo más trivial, este se despidió dándole las gracias y dejando otro beso en su frente. La ojiazul volvió a su trabajo, el cual tuvo que arreglar, ya que aún poseía el garabato que había causado la entrada de su amigo. Tras solucionarlo continuó con él.
No obstante, parecía que ese día no iba a poder realizar todo lo que tenía planeado con tranquilidad. Unos golpes resonaron en su habitación y ella dio el pase viendo, unos segundos después, a Kai en el umbral. En su mano izquierda sostenía el teléfono que correspondía a la habitación y con la derecha tapaba el micrófono.
– Es para ti – susurró, acercándose a ella.
– ¿Quién es?
– Ethan – sentenció.
Alyn se quedó completamente estática en su lugar. De todos los nombres que podía pensar que saldrían de los labios de Kai, no esperó que fuera ese. No esperaba que Ethan llamara, al menos con la intención de hablar con ella y no con su mejor amiga.
– Ya, a mí también me ha sorprendido – comentó la pelo azabache ante el silencio de la castaña –. Parece que me vas a quitar la atención de mi mejor amigo – bromeó al tiempo que extendía el brazo con el teléfono hacia ella.
Esta tomó el aparato entre sus manos y no hizo ningún movimiento con él hasta que Kai abandonó la habitación. Entonces lo miró y sus cejas se arrugaron. Tardó unos segundos, pero finalmente lo dirigió a su oído.
– ¿Ethan?
– Buenas noches, pequeña loca – saludó con su carismática alegría. Alyn observó la hora en su reloj, eran casi las nueve y media de la noche –. ¿Qué haces?
– Estaba ocupada recuperando todo el trabajo que no pude hacer el viernes – soltó esa pulla casi sin pensar, pero al fin de cuentas era cierto.
– Vale, he pillado la indirecta.
– ¿Por qué has llamado?
– Es el número de mi mejor amiga – respondió con diversión, por crear una respuesta evasiva.
– Sabes a lo que me refiero – comentó la chica con cansancio, mientras rodaba los ojos –. ¿Por qué me has llamado a mí? Porque aunque es el número de Kai, por quién has llamado es por mí.
– Solo quería saber qué hacías.
– ¿Para?
– Para invitarte a unas cervezas –. Esa respuesta tomó desprevenida a Alyn, no creía que volvería a juntarse con Ethan, mucho menos en tan solo dos días desde su tercer y último encuentro –. ¿Te apuntas? – añadió al no recibir ninguna señal.
– Ya te he dicho que estoy recuperando trabajos que debería haber hecho antes.
– ¿Para cuándo son?
– ¿Qué más da? El caso es que...
– ¿Para cuándo? – insistió, interrumpiéndola. La ojiazul suspiró con pesadez antes de contestar:
– Para dentro de dos semanas – susurró, como si no quisiera que el chico la llegara a escuchar. Apenas lo conocía, pero ya sabía lo que le iba a decir. No hacía faltar ser Einstein.
– ¿Me estás jodiendo? – preguntó, retóricamente –. Deja eso y vamos a tomar unas cervezas. Conozco un bar cerca de tu residencia que...
– No – negó con firmeza –. Mira, Ethan, apenas te conozco. No sé lo qué pretendes con esto, pero ya hiciste bastante el viernes. Creo que ya has tenido... bueno, ya hemos tenido –, se corrigió –, suficiente. Propónselo a Kai, yo estoy ocupada –. Sin darse cuenta, su voz salió más firme y fría de lo que pretendía.
Al otro lado de la línea, tirado sobre el suelo de su estudio tras terminar una de sus obras, Ethan se quedó en silencio. Había decidido llamarla porque algo en su interior, que apareció el día que se conocieron y que se intensificó el viernes, le pedía que no dejara que esa chica fuera una caricia efímera en su vida, sino una huella. Sin embargo, se dio cuenta de que ella no iba a ceder con facilidad, no aquella vez. No obstante, no insistió, sino que esperar era su plan.
– Entonces que disfrutes de tu amargada noche – comenzó a despedirse –. Descansa, pequeña loca.
Colgó.
Él se mantuvo en el suelo.
Ella miró desconcertada el teléfono. Había sido muy fácil.
No le dio muchas vueltas más y continuó con su tarea, que no duró mucho, ya que tenía que tachar otra de las cosas de su lista y era mejor hacerlo ya, porque más tarde no pillaría a la persona despierta. Con el mismo teléfono con el que pocos minutos atrás mantenía una conversación con Ethan, marcó el número que se conocía de memoria desde hace tiempo.
– ¿Diga?
Esa dulce voz transportó a Alyn a años atrás, a veranos fuera de Nueva York y a todos los momentos que compartió con su dueña. La palabra hogar nunca tenía tanto sentido como cuando hablaba con ella. Se sentía en paz, como si todas las capas que tapaban a Alyn se desvanecieran y solo quedara ella.
– Hola, abu – saludó con una sonrisa nostálgica. No hacía ni un mes que la vio por última vez, pero ya la extrañaba, demasiado.
– Ay, Evolet. ¿Cómo estás, mi niña?
Su abuela era la única persona que la llamaba por su segundo nombre. Además de ser la que le había enseñado a hablar español con fluidez. Evie Adalyn Stewart era una mujer española que con veinte años abandonó el país para viajar a Nueva York, dónde esperó tener una vida mejor. La consiguió, ya que encontró al amor de su vida y, junto a él, crearon una familia. Era lo que más deseaba. Y a todos los miembros de ella les inculcó su idioma, como a Alyn.
– Muy bien. ¿Y tú?
– Muy bien –. La castaña escuchó de fondo el ruido de la televisión, por lo que supuso que estaría viendo una de esas típicas películas de domingo –. Aunque todavía no me acostumbro a tener tanta casa para mí sola.
Alyn recordó como, dos años antes, decían adiós al que era el amor de la vida de su abuela. Al mejor abuelo que había podido tener. Vio lo duro que se le hizo a su abuela, pero aun así, demostrando lo valiente y fuerte que era, siguió adelante.
– Ya te he dicho que eso es ideal para montar fiestas, yaya – bromeó con burla –. Llama a tus amigas de la brisca y os dais la noche padre –. La joven rio ante el bufido que propinó la mayor.
– Ay, cariño, tienes unas ocurrencias –. No la podía ver, pero sabía que estaría negando con la cabeza –. ¿Y cómo van las clases?
– Bien, como siempre.
– ¿Tus padres te meten presión? No me sorprende la verdad.
– La verdad es que vivir en la residencia ayuda, no es tan constante – comentó con sinceridad, al fin de cuentas ese fue uno de los motivos principales de la huida de su hogar.
– Hazme caso a mí, que soy la sabia de la familia –. Los ojos azules de la chica cayeron sobre una foto que descansaba en la mesita de noche, donde estaban todos: sus abuelos, sus padres, su hermana y ella; varios años atrás –. A ellos ni caso, tú sigue lo que te dicte el corazón.
– Eso hago, abu.
– Si tú lo dices... – soltó para nada convencida. En cambio, decidió cambiar de tema –. Por cierto, Evolet, ¿qué tal tu nueva compañera?
– Genial, créeme que es mucho mejor que la anterior – respondió mientras pensaba en la suerte que había tenido al coincidir con Kai. Era todo lo que esperaba en una compañera de habitación.
– Ay, es que con esa tipita que estabas antes... Me daba miedo que te hiciera algo –. Ese comentario causó una risa en su nieta –. Es que los jóvenes a veces son muy impredecibles.
– Ay, yaya, qué exagerada eres –. Negó con diversión –. Pero sí, menos mal que ya no comparto habitación con ella. Aunque no todo es de color de rosa con Kai.
– Mi niña, no seas exigente.
– No, no, si no es por ella –, se apresuró a aclarar –, sino por su mejor amigo.
– Bueno, no tiene que importarte su noviete.
– Abuela, no es su novio – la corrigió mientras ponía los ojos en blanco. Siempre que le decía que un chico era amigo de alguna chica, ella ya pensaba en que eran novios. Excepto con Steve y Alyn.
– A mí me lo puedes contar.
– Te lo juro, por todas las telenovelas que me hacías ver los veranos – juró con gracia, causando una leve risa a su abuela. Adoraba oírla reír y por ello no pudo reprimir la sonrisa.
– Vale, vale. ¿Y qué pasa con ese amigo?
– Pues que coincidimos en una fiesta y yo... bueno, yo iba... –. Le daba un poco de vergüenza confesárselo a ella, pero Evie se adelantó y sin tapujos dijo:
– Borrachita.
– Ahá – murmuró apenada y añadió –: Y se ve que pasé la noche con él.
– Alyn Evolet – le riñó con autoridad.
– No, no, de esa manera no – aclaró con rapidez y vergüenza –. Solo me cuidó y me trajo a casa.
– Muy considerado de su parte.
– Y el otro día me llevó a rastras a un partido de fútbol americano. Justamente jugaba Steve.
– Stevie, el niñito adorable – habló con cariño. Solamente lo había visto dos veces, cuando este venía a buscar a Alyn de las vacaciones antes de tiempo. Aparte de aquel primer encuentro de dos días –. ¿Cómo está?
– Más o menos bien – contestó acordándose de la conversación de esa tarde.
– Dale un beso de mi parte.
– Lo haré – aseguró –. Bueno, como iba diciendo, me llevó al partido y luego nos escondimos hasta que todos se fueron. Nos pasamos las siguientes dos horas jugando.
– ¿Te divertiste? – preguntó la mujer, como si eso fuera lo único que importara.
– Em... –, dudó, aunque en el interior lo tenía claro –, sí.
– Pues entonces no tiene nada de malo, cariño.
– Lo malo es que se piensa que ya voy a querer volver a salir con él. Me ha llamado hace unos minutos para ir a tomar unas cervezas. Obviamente, le he dicho que no. Ya bastante me ha trastocado mi horario.
– Por Dios, deja eso ya – le recriminó, molesta –. Pareces una maruja de mis tiempos y no una joven de diecinueve años.
– ¿Qué dices, abu? – cuestionó un poco a la defensiva, pero también un tanto confusa.
– Que llames a ese chico y le digas que sí – sentenció, decidida –. Nunca es tarde para tener una cita.
– Abuela, no es una cita. Apenas lo conozco, ¿cómo piensas en que algo así pueda ocurrir? – soltó, como si las palabras que acababa de escuchar fueran un completo disparate.
– Ay, mi pequeña Evolet, yo solo había coincidido dos veces con tu abuelo antes de que tuviéramos nuestra primera cita. Con beso y todo.
– No es lo mismo, ahora son otros tiempos – se excusó.
– Menos estrictos. No sirve esa excusa.
– Aun así –. Se encogió de hombros mientras observaba por la ventana como la noche ya había dominado el cielo. Se encontraba oscuro y, por desgracia, debido a la contaminación lumínica, no se apreciaba ninguna estrella.
– Cariño, deja de pensar como tus padres quieren que pienses –. Ese comentario hizo volver al presente a la castaña –. Por un instante piensa solo en lo que a ti te apetece. ¿Quieres ir a tomar esas cervecitas con tu amigo?
Alyn no tardó mucho en encontrar la respuesta.
– Sí.
– Pues hazlo.
– Pero abu... –. La interrumpió.
– No hay peros. Vida solo hay una y es muy corta. No la malgastes quedándote encerrada cuando realmente quieres salir. Ahora ponte en pie y ve con ese chico – le ordenó autoritariamente.
– Gracias, yaya.
– No hay de que, Evolet. Ya me irás contando los avances con este chiquillo, que ya sabes lo que me gusta un buen cotilleo –. Ambas rieron.
– Te quiero – se despidió.
– Yo también te quiero, cariño.
Tras colgar se quedó observando el aparato entre sus manos. Aún poseía las dudas dentro de ella, pero las palabras de su abuela resonaron en su cabeza y eso la incitó a ponerse en pie e ir hasta la habitación de Kai. A esta le sorprendió el motivo de su presencia, pero, con una sonrisa contenida, le facilitó el número de Ethan. Volvió a su habitación para llamarlo.
– Mucho has tardado – fue lo primero que oyó al otro lado de la línea.
El castaño aún se encontraba en el suelo con el teléfono, que antes mantenía cerca a la espera de esa llamada, ahora en el oído. Sonreía al techo con satisfacción, ya que había adivinado la acción de aquella chica.
– Tenía que hacerme la interesante – bromeó, para combatir los repentinos nervios. Esa frase pilló desprevenido a Ethan, que no esperaba una contestación semejante.
– ¿Esta llamada es un "acepto" a ir a tomar unas cervezas?
– Sí – murmuró tras retener unos segundos su labio inferior.
– Genial, te espero en Cookie's en veinte minutos.
Sin dar tiempo a rechistar o a preguntar algo, colgó.
Alyn quedó desorientada unos segundos antes de reaccionar por fin y ponerse en pie, ya que se había sentado en el borde de la cama para llamar, e ir al armario a por algo que ponerse. No era una noche de mal tiempo, pero aun así tenía pinta de que algo de frío habría. Por ello optó por ponerse unos pantalones ceñidos a cuadros, negros y verdes, junto con un jersey, también negro, que adentró por la cinturilla.
La castaña nunca había ido a Cookie's, pero sabía de su existencia y de dónde se situaba gracias a Steve, que sí lo había frecuentado alguna vez, recientemente, con Emily. Además de que, en una reciente conversación, Kai le había comentado que era en ese local en el que trabajaba. Gracias a eso no le costó mucho desplazarse en coche hasta el lugar.
La temática sesentera la envolvió nada más traspasar la puerta y eso la encandiló. El lugar era precioso y en esos momentos envidió a la morena por estar en este local trabajando. Era increíble.
Sus ojos, durante el recorrido, se toparon con dos de un verde intenso que la observaban desde la barra. Ethan llevaba ahí cinco minutos, por lo que ya tenía en su poder una cerveza, a la cual ya le había dado un par de tragos. Sin embargo, dejó el tercero a medio camino cuando desvió la mirada un segundo y se encontró a la figura de Alyn en la puerta. La ojiazul cambió su expresión de niña en una tienda de chuches y se encaminó hacia el chico, que sonrió viendo como se acercaba.
– Hola – saludó, Alyn, en un tono suave y bajo, como si la vergüenza hubiera hecho acto de presencia.
– Hola – repitió, Ethan, más relajado –. ¿Qué quieres tomar?
– ¿Qué estás tomando tú? – preguntó observando la botella en la mano del castaño. Este se la mostró –. Otra.
El ojiverde pidió la cerveza para la chica con dos simples gestos hacia la camarera. Después volvió su atención a la figura femenina a su lado. Esbozó una sonrisa maliciosa antes de hablar.
– ¿No decías que estabas muy ocupada? – cuestionó con diversión.
– Y lo estaba.
– ¿A qué se debe este cambio de opinión?
– Digamos... que he recibido un consejo – musitó mientras recibía la cerveza por parte de una de las camareras. Ethan esperó a que la chica le agradeciera para continuar con la conversación.
– ¿Y a quién debo darle las gracias por tan buen consejo? – siguió jugando, aunque una parte de él lo decía en serio.
– A mi abuela – respondió con una sonrisa ladeada.
– Pues, por tu abuela – ofreció un brindis, que ella aceptó encantada.
Chocaron ambas botellas haciendo sonar un sonido acristalado antes de beber un trago. Ambos se mantuvieron con una leve sonrisa, sombrando sus labios, tras tragar. Un silencio los envolvió por unos segundos. Unos que a Ethan le sirvieron para pensar en algo sobre Alyn.
– ¿Sabes? Con todo lo de los horarios, te pega estudiar arquitectura.
– ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó con el ceño fruncido.
– Que no me extraña que estudies arquitectura, planeas tu vida igual que en la arquitectura: tornillo a tornillo –. El comentario nunca fue con mala intención, pero la castaña solo lo pudo recibir como un ataque a su manera de ser y a sus estudios, aquellos que serían su trabajo futuro.
– ¿A qué viene eso?
– Solo era un comentario –. Se encogió de hombros, restándole importancia.
– Ahórratelo – ordenó a la defensiva.
– Vale, vale, me callo – finalizó, levantando las manos en son de paz.
Alyn tomó de su cerveza con molestia. No sabía por qué le molestaba tanto que dijera algo así, no era la primera vez que alguien le decía que ordenaba su vida minuto a minuto, de forma compulsiva. Lo había hecho sus amigos, su hermana y su abuela. Nunca reaccionaba así. Supuso que fue porque él apenas la conocía... o porque la había calado en poco tiempo.
En vez de apartar todos los pensamientos y centrarse en otro tema de conversación, la mente de Alyn le traicionó y ante sus ojos se mostró una escena de hacía años. Además de varios comentarios por parte de sus progenitores. Una capa oscura la envolvió y, sin darse cuenta, las palabras fluyeron de sus labios:
– No es por gusto – susurró. Ethan volvió su mirada a la chica y, con ella, le hizo ver que se había perdido –. Estudiar arquitectura, no es por gusto – aclaró.
– ¿Entonces?
Alyn apartó la mirada hacia la barra y respiró hondo preparándose.
– Mi padre es gerente de una empresa de vinos mundialmente reconocida y mi madre es una abogada implacable y respetada –. Hizo una mueca apenada –. Al principio querían obligarme a estudiar derecho, para terminar trabajando junto a mi madre. Sin embargo, me negué. Odio las leyes – sentenció como lo peor de los males, mirándolo. Ethan la escuchaba con la mirada fija en ella y eso la puso nerviosa, por lo que volvió a apartar sus ojos de él –. Así que decidieron que entonces tendría que estudiar empresariales, para ir con mi padre. También me negué – comentó con un poco de enfado –. Creo que fue de las pocas veces que no cedí –. Al castaño se le escapó una débil sonrisa –. Fue entonces cuando mis padres me recomendaron arquitectura –. Y se le esfumó –. Decían que era una carrera respetada y donde podía ganarme un buen futuro –. Alyn suspiró –. Acepté, con tal de no seguir los pasos de ellos, me conformaba.
– Los estás siguiendo igualmente –, sentenció sin apenas rumiar sus palabras, pero de forma segura –, por más que no estudies exactamente lo mismo que ellos.
– Eso no es cierto.
– Sí lo es, porque aunque no estudies derecho o empresariales –, giró su cuerpo hacia el suyo y, como autorreflejo, ella hizo lo mismo –, estás haciendo algo que a ellos les parece lo suficientemente "bueno" o de "alta clase e importante" como para que su hija lo estudie –. Alyn frunció el ceño analizando sus palabras –. Pero realmente, por más que pienses que estudiando esto has conseguido un logro, no es lo que quieres. ¿O sí? –. La miró directamente a sus ojos, con intensidad –. ¿De verdad te gusta la arquitectura? ¿De verdad la amas tanto como para trabajar de ello toda tu vida?
La respuesta salió sin titubear.
– No –. Se sostuvieron unos instantes la mirada, hasta que las palabras dichas calaron en Alyn y ante la montaña de emociones la apartó. Volvió a colocarse hacia la barra, haciendo que Ethan también lo hiciera –. Supongo que tienes razón – susurró desanimada –. Me siento conforme con la arquitectura porque es como mi vida. La controlo minuto a minuto, como en la arquitectura se construye tornillo a tornillo.
– La arquitectura no es lo tuyo –. Sin embargo, aunque las palabras de Ethan, anteriores a esas, tenían una parte de razón, ese último comentario le molestó.
– Ni siquiera has visto algún proyecto mío – soltó a la defensiva.
El chico dejó la botella, casi vacía, en la barra y se giró de nuevo a ella para posar ambas manos en sus hombros y girarla hacia él. Acercó su rostro al suyo para murmurar:
– No hace falta – afirmó –. Escúchame bien, Alyn. Cuando una persona se mete en una carrera por obligación nunca será lo suyo, por más bien que se le dé.
Sus rostros se encontraban a escasos centímetros y eso causó estragos en ambos. Los ojos traicioneros de Alyn bajaron a los labios de Ethan y este no pudo reprimir hacer lo mismo ante esa acción. No obstante, algo hizo "click" en la mente de la chica, que se separó lentamente pero con firmeza. Recuperó la compostura y se terminó la cerveza. Ethan se irguió de nuevo en su lugar y apoyó el brazo izquierdo en la barra como si no hubiese ocurrido nada.
– ¿Y tú qué estudias? – preguntó, Alyn, para romper el silencio que empezaba a ahogarla.
– Arte en la Escuela de Artes Visuales.
– Debí suponerlo – aseguró con un encogimiento de hombros. Como respuesta recibió una mirada confusa y un ceño fruncido –. Tus tatuajes – señaló –. The Dance of Youth de Picasso.
El pequeño tatuaje que descansaba en la muñeca derecha de Ethan, aquella que sujetaba la cerveza, constaba de cinco figuras de las que aparecían en el cuadro. Dos negras, una sin color, otra roja y la última amarilla.
– La noche estrellada de Van Gogh – sentenció con una sonrisa.
El cuadro del pintor se situaba en el bíceps izquierdo del chico, ocupando la parte del interior del brazo. Era tan detallista que era una maravilla obsérvalo.
– Veo que no soy al único al que le gusta el arte – comentó con una sonrisa. Esa chica no le podía sorprender más, o eso pensaba siempre antes de que le saliera con algo nuevo. Como en ese momento con su conocimiento en arte.
– Cultura general, supongo –. Se encogió de hombros, queriéndole restar importancia; sin embargo, en su interior sabía que esas palabras no eran ciertas. Eran una mentira –. Además, también te delata un poco los restos de pintura en las uñas –. Ethan se observó las manos.
– Culpable –. Las alzó –. Amo el arte desde pequeño y llevo pintando y dibujando desde que era un crío – explicó antes de terminarse su cerveza. Alyn le siguió poco después.
– Se nota.
– La noche estrellada es mi cuadro favorito, por excelencia – confesó observando su tatuaje.
– Y el mío.
Sus miradas conectaron y una sonrisa nació en ambos labios.
—————
Buenaaaas!!!
Me declaro culpable de tener una obsesión con un dulce, en mi caso los Lacasitos. ¿Vosotras tenéis alguno?
Bueno, bueno... veo que Steve está bastante agobiado y que, efectivamente, Kai no se acuerda de su beso robado. ¿Qué consejo le daríais? ¿Estáis de acuerdo con Alyn?
Nuestra abuelita española, Evie!!! Alguien tan importante para la vida de Alyn. Creo que le cogeréis mucho cariño.
¿Qué creéis vosotras? ¿Si tus padres te guían hacia una carrera porque tiene salidas (como pasa con Alyn) es hacer lo que ellos quieren? ¿Qué opináis?
Os voy leyendo😉
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