Único
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Corría tanto como sus piernas le permitían, ni siquiera miraba por donde iba, lo único que quería era estar lejos, muy lejos.
De él.
Sus lágrimas no le dejaban ver, pero cualquier parte era mejor que estar ahí.
¿Realmente todo fue una maldita mentira? Todos esos te amo, te quiero, ¿Eran mentira? Esos abrazos y esas caricias.
Todo era una mentira.
—¡Pablo por favor detente!—Podía escuchar sus pasos apresurados, los gritos de su... De ese Alfa que había prometido serle fiel, de solo amarlo a él.
Mentiras.
—¡Déjame en paz!—No sabe ni como es que tuvo las fuerzas para hablar.
Pero Iñigo no se detenía, Gavi no podía quitarse esa imagen de la cabeza.
Las manos de su Alfa... Del hombre que prometió ser su compañero en la vida, el hombre a quien le entregó su cuerpo, alma y corazón... El Alfa que era el padre del cachorro que llevaba en su vientre... Ese Alfa tenía las manos en otro omega.
Lo besaba, lo acariciaba como lo había hecho con él en tantas noches.
Sabía que ese olor a mandarinas era una clara prueba, pero él estaba tan enamorado, luego vinieron las faltas, las llegadas tardes a a casa; pero lo dejo pasar.
Tantas noches se quedó solo en su cama, abrazándose a su vientre, llorando en silencio, fingiendo estar dormido cuando su Alfa llegaba con ese olor, y lo sentía besar su frente.
Pero ya no podía, había seguido a su Alfa ese día, debía hacerlo por su cachorro, por su bebé, así que se armó de valor y siguió a Iñigo.
Lo sabía, pero aun así dolía verlo, le dolía saber que su Alfa amaba a otro, porque lo conocía, conocía esos ojos llenos de amor que una vez lo habían mirado a él, pero... Pero ahora veían a otra persona.
—¡Pablo!
Iñigo lo tomó del brazo, Gavi intentó zafarse, pero sus fuerzas ya lo habían dejado hace tiempo, solo quería derrumbararse y llorar, llorar por horas.
—¡S-Sueltame!
—Lo siento... Lo siento mucho Pablo, debí decirte la verdad, debí decirte que ya no te amaba.... Que ya le pertenecía a otro, pero el cachorro llegó.
—¡No culpes a mi hijo de tus errores!
—Lo siento.
—¿Lo sientes? —La voz de Gavi se quebró mientras las lágrimas caían sin descanso por su rostro.
Sentía cómo su pecho se comprimía, cómo el dolor lo ahogaba.
—No tienes idea de cuánto me duele esto, Iñigo.
El Alfa intentó acercarse, pero Pablo retrocedió, abrazándose a sí mismo como si eso pudiera protegerlo del sufrimiento que le consumía.
—Me lo diste todo, me hiciste creer en algo que nunca fue real, ¿Qué se supone que haga ahora? ¿Cómo sigo adelante sabiendo que el hombre que elegí para construir una familia ya no me quiere?
Iñigo apartó la mirada, avergonzado, sabía que no había excusa, que sus palabras eran como cuchillos para el Omega, pero lo peor de todo es que sabía que Gavi tenía razón.
Él había destruido lo poco que quedaba entre ellos.
—Pablo, yo...
—¡No! —Gritó, con la voz desgarrada.
—No tienes derecho a explicarte, no tienes derecho a justificar lo que hiciste, no a mí, no después de todo lo que sacrifiqué por nosotros.
Gavi se pasó una mano temblorosa por el vientre, el único consuelo que le quedaba, ese pequeño ser era todo lo que lo mantenía de pie, todo lo que le daba fuerza para seguir respirando.
—¿Sabes qué es lo peor?—Dijo entre sollozos.
—A pesar de todo, a pesar del dolor, yo todavía te amo... Pero no puedo seguir viviendo así, Iñigo, no puedo quedarme a tu lado mientras mi corazón se rompe un poco más cada día.
El Alfa dio un paso hacia él, con la mano extendida, pero Gavi negó con la cabeza.
—No, déjame ir, no voy a ser tu segunda opción, ni el lugar donde vuelvas cuando te canses de buscar en otros brazos lo que yo siempre te di.
Iñigo bajó la mano lentamente, consciente de que no había nada que pudiera decir para cambiar lo que había hecho.
La mirada de Gavi era un reflejo del amor que había perdido para siempre, un amor que él mismo había destruido con sus mentiras.
—Adiós, Iñigo.
Y sin mirar atrás, Gavi comenzó a caminar, cada paso era más pesado que el anterior, pero llenó de ese instinto de proteger a su cachorro y de reconstruir su vida lejos de quien le había destrozado el corazón.
—¡Y corte!—Gritó Robert.
—Mierda me hicieron llorar, y eso que yo escribí el guión.—Dijo el polaco limpiándose un lágrima solitaria.
Iñigo rió negando con la cabeza, Robert había encontrado un nuevo pasatiempo, después de su retiro del club, le dio por dedicarse al cine.
Y sus dos víctimas favoritas eran Iñigo y Pablo.
—Yo... Yo.—Gavi tenía las emociones alborotadas, las hormonas, se había metido mucho en el papel.
—Ya, ya, mi amor.—susurró Iñigo mientras daba un paso hacia él, rodeándolo con sus brazos y pegándolo contra su pecho.
Su voz era suave y cargado de ternura.
—Sabes que jamás haría algo como eso, primero me tiro de un puente antes de hacerte daño, mi amor.
El Omega sollozó contra su pecho, dejando que las últimas lágrimas cayeran mientras sentía el calor reconfortante del Alfa.
Iñigo lo sostuvo con fuerza, llenándolo de besitos en las sienes, la frente y las mejillas.
—Fue el guión.—Murmuró Gavi, intentando justificar sus lágrimas mientras sus dedos se aferraban a la camisa de Iñigo.
—Pero duele solo pensarlo.
—Shhh, no pienses en eso.—Iñigo bajó una mano hasta el vientre de Gavi, acariciándolo con suavidad, el Alfa se derretía con solo ver esa pancita.
—Tú y nuestro pequeño son mi mundo, mi todo, nunca haría algo tan estúpido, amor, me corto las bolas; o le digo a Hansi que lo haga antes de lastimarte.
Gavi levantó la mirada, encontrándose con esos ojos que siempre lo miraban con tanto amor y calidez.
Incluso con los focos del set apagándose lentamente y Robert distraído revisando las grabaciones en su monitor, el mundo pareció detenerse para ellos.
—¿Sabes qué? —Dijo Iñigo, esbozando una sonrisa mientras bajaba la frente para tocar la de Gavi.
—Robert me puede poner en todos los papeles de villano que quiera, pero siempre voy a ser el Alfa más cursi y enamorado fuera de cámara, me tienes a tus pies omega.
Pablo rió entre lágrimas, su corazón empezando a calmarse poco a poco, los dedos de Iñigo seguían trazando círculos suaves sobre su vientre, y cada palabra que decía era como una manta que lo arropaba.
—Más te vale.—Murmuró Gavi, fingiendo un puchero mientras sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa.
—Porque si me traicionas, te corto las bolas y me voy a ir corriendo como en la escena, y no me vas a alcanzar.
—¿Correr? ¿Con ese bonito vientre? —Dijo Iñigo, haciendo reír a Gavi.
—Amor, con que des dos pasos ya te tendría cargado, no importa a donde vayas, yo te seguiría como un perrito... Eres mi todo, no puedo ver un mundo ni un día ni un minuto sin ti a mi lado.
—¡Oigan, pareja de tortolitos!—Interrumpió Robert desde su lugar.
—¿Pueden guardar un poco de ese amor para cuando grabe la próxima escena? No coman delante de los pobres por favor.
Ambos se miraron y rieron, ignorando a Robert por completo.
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