Prólogo
Los pasos de la empleada que corría en dirección a su habitación resonaban contra el tablado, Akina esperaba pacientemente mientras dibujaba con un pincel muy fino. El clima en Japón se había vuelto agradable, al menos en Hokkaido. Hacía más de cinco años que ella había decidido recluirse allí después de que su hija se hubiese ido y por el momento había tenido una vida pacífica.
El sonido seco de la puerta siendo deslizada para chocar con la otra pieza de madera, los jadeos incesantes de la empleada y el cómo rápidamente se arrodillo en el suelo con las manos al frente, le indicaban que su paz había llegado a su fin.
— Perdone, Akina-san, pero algo ha ocurrido— dijo la pobre muchacha que apenas tenía 19 años, con la voz rota por el esfuerzo.
Akina guardó el pincel luego de enjuagarlo con detenimiento y observó su dibujo por unos segundos. Era una dama vestida de blanco delante de un espejo donde se veía una niña con una yukata infantil adornada con flores. Sus hijas. Su vida no había sido fácil, ni buena, tampoco había estado llena de momentos felices, pero los recuerdos la ayudaban a mantenerse lúcida día a día.
— Lo supuse, querida— contestó finalmente, para luego respirar profundo— ¿Qué sucede?
— Señora, ella ha vuelto— informó la joven.
Akina se quedó mirándola a los ojos, esperando entender qué acaba de decir, su piel se erizó cuando la comprensión la alcanzó. Se levantó de forma brusca, recogiendo las faldas de su kimono estilo komon de color azul oscuro con motivos sencillos en dorado, y empezó a correr por los pasillos. No había casi nadie dentro de la casa y los pocos que la veían, se apartaban de su camino sabiendo el motivo de su carrera.
Atravesó las puertas de madera estrepitosamente hacia el jardín delantero, para observar como todos los empleados que no había visto estaban allí reunidos, junto con los guardaespaldas y seguridad de la casa.
Todos se fueron apartando a medida que ella caminaba hacia el frente, su respiración errática, rostro impresionado y cabello desordenado, pues al correr el moño que lo sostenía se había deshecho, daban muestra de las condiciones en que se encontraba su señora.
Se detuvo a dos metros del cuerpo que le daba la espalda. Una muchacha con el castaño cabello que caía en ondas perfectamente peinado, podía ver que vestía elegante con solo la fina gabardina color crema y los tacones negros.
Su respiración se detuvo y sentía que su corazón se le saldría del pecho a medida que la mujer se giraba mostrando la imagen imponente que durante los últimos cinco años a Akina se le había negado ver. Se veía tan madura y crecida con esa falda entallada y lisa de color negro y la blusa blanca, daba un aire de adulto que ella no podía confundir con otra persona.
— Tadaima, Okāsan— dijo con firmeza.
— Okaerinasai, Arekusandaa.
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Traducción del diálogo:
— Estoy en casa, madre.
— Bienvenida a casa, Alexandra.
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PEQUEPINKYPITUFOS, Holaaaaa.
Aquí les traigo el segundo libro de la Trilogía Cuentas peligrosas, que como bien saben, la historia dejó con muchas dudas y un final intrigante en su primer libro. Espero que este les resulte igual de interesante.
Aprovecho el prólogo para explicarles como será la actualización, debido a mis estudios en la Universidad, no puedo sostener mi antigua forma de actualización, por lo que actualizaré tres capítulos semanales, todos juntos a la vez, probablemente los sábados en la noche. Espero que esto sea suficiente para vosotros, haré mi mayor esfuerzo. Besitos a todos.
Siguientes tres capítulos a continuación⏩⏩⏩
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