Capítulo 9- Lucha interna.
Alexandra sabía que no podía irse del país, por el momento lograba mantener el control en Japón con la ayuda de sus subalternos más confiables. No era fácil, pero luego de siete meses imponiéndose, los yakuzas habían aprendido de su letalidad lo suficiente como para no sublevarse, al menos por un tiempo determinado.
Analizaba unas rutas de mercado para armas que Feing Long había abierto para ella, siendo el nexo entre Japón y Rusia. ¿Por qué? Porque era una buena inversión para los tres países. Se había fumado más de una cajetilla de cigarros y ya era consciente de que debía de bajar el ritmo, pero no podía mientras estuviese sometida a tanto estrés.
Se había dado un baño y acomodado con una bata de seda roja larga por debajo de sus tobillos y un albornoz a juego del mismo largo y color. Prefería andar descalza cuando no podía usar zapatos altos y así sentía la alfombra debajo de sus pies, una sensación relajante indiscutiblemente.
La alarma que le indicaba el horario de su pastilla sonó por tercera vez, la había atrasado ese día por mantenerse concentrada y sabía que el efecto de la última ya se estaba acabando, pero Alexis había permanecido tranquila últimamente, así que no le dio importancia.
Alexandra interrumpió su análisis para ir en busca de la botella de vino que se había hecho su amiga desde su regreso. Sabía que antes del accidente no bebía tanto, pero los recuerdos de Alexis de esos años la habían golpeado con fuerza y derivado en la situación actual.
Su celular sonó y el nombre de Hideki apareció en la pantalla. Habían pasado tres días desde la última vez que había sabido de él. Feing Long le había avisado que se había ido de China rumbo a Inglaterra, lo que significaba que estaba poniendo su trabajo delante de sus sentimientos y eso era algo que Alexandra valoraba y respetaba, por eso no le había interrumpido, sabía que cuando obtuviese algo él la buscaría y en efecto, allí estaba la llamada que esperaba.
— Hideki— contestó, más animada de lo que había estado en los últimos días, mientras caminaba hacia la mesita donde estaba el blíster de pastillas.
— Arekusandaa— ese tono de voz alarmado y a la vez neutral, que solo Hideki sabía usar, era capaz de poner los pelos de Alexandra de punta.
— ¿Qué sucede?— preguntó, poniéndose en alerta total.
Sintió el aire faltarle a sus pulmones mientras Hideki hablaba. Sentía las pulsaciones en su cabeza, Alexis estaba con ella analizando las palabras de Hideki, pero no parecía que ninguna de las dos fuese a procesar lo que se les informaba.
Mientras más el japonés explicaba, más su cuerpo parecía despegarse de su conciencia y por un momento de lucidez, Alexandra pensó que fue mala idea dejar pasar la hora de su pastilla. Alexis tenía más fuerza por ella y de haber sido diligente con su horario, podría estar enfrentándose más serena y firme a las nuevas revelaciones.
— Arekusandaa— la llamó Hideki, que ya había explicado todo y esperaba una respuesta diferente al silencio que se instauró, donde podía percibir la respiración trabajosa de su jefa.
— Yo…te llamo luego— esa respuesta fue lo que lo alarmó, pero ya era tarde, Alexandra había colgado.
Su cuerpo parecía no querer responderle y sentía con fuerza como Alexis presionaba para llevarla a la inconsciencia. Quiso resistir, pero no atinaba siquiera a tomarse la pastilla. Su visión se tornaba oscura con puntos brillantes y sintió como el martillo imaginario, que era su pulso en su cabeza, lograba romper su consciencia.
Cayó al suelo, tumbando la mesita en la que se apoyaba. El fuerte sonido de la copa rompiéndose contra el piso fue lo último de lo que estuvo segura, antes de que todo se volviera negro.
— ¿Estás loca? Pudiste matarnos— le reclamó apenas se vio sumida en el oscuro espacio de siempre.
— ¿Es cierto?— Alexis no parecía capaz de colaborar con lo que Alexandra le exigía, estaba todavía conmocionada por la llamada de Hideki.
— ¿Y qué si lo es?— rebatió Alexandra, con toda la intensión de herir a su otra yo.
Eso que había pasado era demasiado para ella, en serio pudo haberlas matado. Hacía años que se les había advertido que podían llegar a la convulsión y daño cerebral si el trastorno se salía de control. Ni siquiera estaba segura de que eso no estuviese pasando en esos momentos.
— ¿Hablas en serio?— le reclamó Alexis, desesperada. Alexandra esperaba una reacción exagerada, pero no a ese extremo.
— Alexis, no entiendo en qué cambia esto algo— repuso Alexandra, sin entender qué le ocurría a su igual.
— Sí, yo tampoco lo entiendo, pero en algo cambia— empezó a susurrar Alexis, como quien entra en un estado de pánico. Quizás así era— es algo…es algo que tú sabes…yo no logro identificarlo, pero tú…tú…es…es…— Alexandra finalmente se asustó.
No, no puede estar pasando, pensó alarmada cuando vio como Alexis presionaba en su memoria. Se acercó con velocidad a su otro fragmento de consciencia y la golpeó duramente en el rostro.
Desde que se habían creado, era el primer contacto “físico” que tenían. No sabía qué podía pasar, pero tenía que intentarlo. El resultado, sin embargo, no fue el que esperaba.
Alexis empezó a temblar con ferocidad y Alexandra sentía como si miles de agujas ardientes se clavaran en su piel. Estaba segura, ahora sí su cuerpo reaccionaba y ella no podía evitarlo. El dolor emocional superó todo y supo cuando ambas se perdieron, que algo se había salido totalmente de control.
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Hideki corría al volante de un auto rentado hacia el aeropuerto privado de Viktor Löwe, le había avisado al hombre sobre que algo malo le había pasado a Alexandra de forma desesperada y este enseguida dio órdenes para que Hideki viajara a Estados Unidos en uno de sus jets privados.
Por lo que logró escuchar por teléfono, Viktor iba a tomar uno de sus jets de China para ir también, pero Hideki no iba a gastar ni esfuerzo ni tiempo en convencerlo de lo contrario.
La fuerza del frenazo a toda velocidad que dio Hideki lo empujó ligeramente hacia delante, sin molestarse en mirar dos veces en esa dirección, salió impulsado del auto para correr hacia donde una aeromoza lo esperaba. Viktor había dejado las órdenes claras, era una emergencia y debían de partir tan inmediato como fuera posible.
Apenas se vio sentado en el avión, supo que las horas que tenía por delante iban a ser tortuosas, por eso no dudó en pedirle un relajante a una de las empleadas del avión. Una que la pastilla estuvo en su sistema, fue cuestión de media hora para que hiciera su efecto y quedase dormido por las horas siguientes.
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Viktor se hallaba desesperado, Feing Long estaba intentando convencerlo del error que sería ir a donde Alexandra en esos momentos, pero poco había logrado sinceramente. Él estaba determinado a ir con ella y eso no lo iban a impedir.
Había llamado al gerente del edificio, pidiéndole que si fuera necesario tirase su puerta abajo con tal de salvarla y que llamase a una ambulancia. Más valía que sus mandatos hubiesen sido cumplidos, si querían vivir.
— No puedes ir— le repitió Feing Long.
— No vas a detenerme— gruñó Viktor a medio camino hacia la puerta, afuera ya lo esperaba un auto.
— Viktor, ella estará bien. Tu estancia solo complicará las cosas tanto para ella como para ti— intentó hacerlo razonar Feing Long. No estaba seguro de qué había pasado, pero sabía que algo tenía que ver con el problema de Alexis y Alexandra.
— Feing Long, lo digo en serio, sal de mi camino. Nunca nada, ni nadie, va a detenerme de ir a donde ella esté. No importa dónde sea o qué tan lejos quede, ni cuánto tiempo me tarde en llegar. Siempre, escúchame bien, siempre iré a ella. Y si tengo que meterte una bala en la cabeza y pasar sobre tu cadáver para ello, te aseguro que no me temblará el pulso. Nada me importa más ahora mismo que verla. Así que apártate de una vez.
Por unos segundos Feing Long pareció pensar las palabras que había bramado Viktor. Había algo dentro de él que crecía con lo que acababa de escuchar. Dio un respiro cansado antes de simplemente apartarse, dejando a Viktor retirarse hacia el auto que afuera lo esperaba. Iban a ser horas largas y cansinas, eso de seguro.
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No sabía cuándo había dormido exactamente, pero cuando se despertó estaban literalmente aterrizando el jet. En su pecho la aprensión crecía mientras analizaba todos los escenarios que podían haberse desarrollado antes de su llegada.
Se bajó del avión y observó el auto que ya le tenían dispuesto a su voluntad, Viktor ciertamente sabía hacer las cosas rápidas. Subió y apresuró el acelerador, haciendo a las gomas raspar el asfalto mientras por el manos libres llamaba al edificio.
El gerente le atendió amablemente, contándole que Alexandra había sido llevada a un hospital privado por petición del señor Löwe. Le envió la dirección y afortunadamente el auto tenía GPS, porque Hideki no tenía ni idea de cómo llegar a ese sitio.
Poco le importó saltarse semáforos e ir a exceso de velocidad, si tanto poder tenía Löwe, que lo arreglase él. Llegó al hospital con más de media hora de antelación al tiempo estimado por el GPS e inmediato que bajó del auto, toda su atención se concentró en la carrera que realizaba hasta recepción y en cómo con voz cortada preguntaba por Alexis Löwe.
Afortunadamente, una enfermera en recepción pudo atenderlo de inmediato, llevándolo a través de infinitos pasillos blancos a los que Hideki no prestaba atención de ningún tipo. Se detuvieron finalmente delante de la habitación 212.
— Mire, la señora Löwe sufrió de una convulsión. Los paramédicos la encontraron ya en esas circunstancias y no sabemos cuánto tiempo estuvo convulsionando con exactitud. Afortunadamente evitaron la asfixia, pero el daño colateral no sabemos cuál pudiera ser. Encontraron estás pastillas en el suelo cerca de ella. Tuvimos que asumir que las toma, ¿es correcto?
La amable enfermera de rizado cabello esperada que Hideki confirmara algo que hasta el momento nadie más que Alexandra, Feing Long, Dmitri más recientemente y él sabían y eso, por extraño que parezca, le costaba.
— Sí— admitió, tragándose el nudo que crecía en su garganta con la sensación de estar traicionando a Alexandra.
— ¿Sabe usted para qué las toma?— obvio, la profesionalidad era inmensa, pues en ningún momento la enfermera asumió que Hideki sabía de la condición de Alexandra.
— Padece de un Trastorno de identidad disociativo o de personalidad múltiple. Lleva en tratamiento recientemente— decir esas palabras en voz alta, Hideki no podía recordar la última vez que las habían dicho. Habían pasado tantos años ya.
Sin embargo, recordaba la primera vez, estaban sentados en la sala del té de Akina-san, tenía él catorce años y escuchó la tetera estrellar contra el suelo mientras Alexandra montaba en cólera contra su madre. Le había dicho, en pocas palabras, que ella estaba loca y Hideki no sabía por qué, pero no lo creía. Él había convivido con Alexandra y Alexis y las notaba bastante normales.
Luego de eso, Akina-san forzó a Alexandra a seguir un tratamiento titánico que ella enmascaró con su ayuda. Ambas personas se pusieron de acuerdo para que Alexandra mantuviera el control, excepto en contadas ocasiones, y así Akina-san pensó que todo estaba bien, que el tratamiento funcionaba. No fue así.
Después de que la enfermera le diese un par de indicaciones más, le permitió entrar a la habitación con Alexandra. Ella se mantenía dormida producto de la crisis a la que su mente y cuerpo habían sido sometidos recientemente.
Él jamás esperó que esa simple frase, una información tan ligera, fuese suficiente para desequilibrarla de esa manera. Se sentó en una silla la lado de la cama y tomó entre sus manos una de las frías manos de Alexandra.
— Lo siento— dijo con un susurro de voz que se rompió en su garganta— no pude protegerte— se reprochó a sí mismo— Lo siento.
El dolor lo cegaba, era algo más poderoso que él. Recordó aquel día de niños, cuando la vio después de más de diez días de ausencia. Ella estaba sentada en el pasillo externo que daba al jardín y observaba a la nada. Había frondosos árboles y verdes arbustos, la hierba suave cubría todo y las flores se mecían con el viento. Nada parecía captar la atención de la niña de nueve años que era ella en ese entonces.
Se acercó hasta quedar a su lado y se sentó, buscando hacerle compañía. En ese silencio vacío pasaron dos horas, hasta que Hideki se rompió en llanto. Ella no había movido un músculo, no había cambiado su posición, no había desviado sus ojos del punto invisible en el que los mantenía fijos.
Hideki apretó sus puños con fuerza hasta poner sus nudillos blancos contra sus muslos, sentado en la típica posición japonesa de piernas flexionadas contra el suelo.
Mirando hacia sus manos con impotencia, se percató de las gotas que caían en ellas y solo entonces fue consciente de que estaba llorando con rabia y dolor. Un gruñido se ahogó en su garganta antes de lanzarse en un movimiento brusco a abrazar a la niña, aferrándose a su cuerpo entre temblores.
— Perdóname— lloriqueó el pequeño niño inocente que no sabía qué más hacer— prometo que te protegeré durante toda la vida, sin importar nada ni nadie. Te lo prometo.
Junto con esas palabras, su corazón se iba, el llanto se postergó durante horas, intercambiando entre fuertes sollozos o bajos sonidos ahogados. Su cuerpo no paró de temblar y en ningún momento se desprendió de ella.
Le dolía, le dolía inmensamente que su amiga estuviera así y no poder hacer nada. Pues pese a las horas que llevaban así, en la misma posición, la niña seguía mirando a la nada sin percatarse de todo lo que él había dicho o de como permanecía aferrado a ella como si fuera su último bote salvavidas.
Ese día, un Hideki de once años había hecho una promesa que hasta el momento había cumplido, pero la culpa de que Alexandra se encontrase inconsciente en ese instante no se iba. Él debió de tener más cuidado con la información que le daba, debió de saber que ella no toleraría algo así, que le traería recuerdos y ahora pagaba el precio mientras él se sumía en dolor.
Una determinación más fuerte se habría paso en su ser. Sacó su teléfono y marcó el número de quien esperaba su llamada desde hacía horas.
— Necesito un favor.
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Bueno, bueno, bueno... *dice desde su silla toda empoderada y tomando piña colada*
Espero en serio que les haya gustado, y sí, ya sé que siempre lo detengo en las mejores partes, pero es inevitable, es como toca.
Recuerden dejar su estrellita y su comentario si les ha gustado el capítulo y ahora sí, vayan a ver la presentación de personajes.
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