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Capítulo 5- Intercambio decisivo.

— Hola, Arekusandaa— Hideki empezaba a alterarse, no sabía qué estaba pasando y no le gustó lo que dijo Alexandra de último.

— Hide— ese tono, esa forma de decir la abreviatura de su nombre.

— Areksus— susurró Hideki y su voz se rompió.

— Hola— le respondió ella con una lágrima cayendo por sus mejillas, le dolía saber a su amigo mal— desearía estar allí contigo.

— Está bien, Areksus. Esto mejorará— afirmó el muchacho, sin saberlo de verdad— ¿Cómo estás tú?

— Estar de vuelta es un poco extraño, aunque solo sea durante un corto período de tiempo, pero igualmente me encanta escucharte— respondió ella con un tono conciliador en su voz— las cosas están feas por aquí, ¿eh?

— Sí, mucho— concordó Hide, tomando la mano de Nathaniel y entrelazando sus dedos.

— Despertará— afirmó ella.

— ¿Cómo lo sabes?— él quería creerlo, pero necesitaba una certeza que nadie lograba darle.

— Porque lo sé— esa respuesta no era mucha, pero viniendo de ella relajó un poco al joven, que empezaba a perder la cordura.

Durante la siguiente hora, ambos amigos se dedicaron a conversar sobre todo lo que había pasado en los últimos siete meses en que Alexis no había estado totalmente consciente. Era difícil para ella no ser quien llevase el control después de tantos años manteniéndose en el poder, pero estaba feliz de saber que Alexandra había cambiado tanto como para hacerla salir solo por ayudar a Hideki a mejorar su ánimo. Años atrás eso jamás hubiese pasado.

— Faltan diez minutos para el tiempo límite— comentó Hideki, viendo que la hora se acababa.

— Lo sé, tengo que prepararme— contestó Alexis, tragándose otro pedazo de un pastel de queso delicioso que había pedido al servicio hacía media hora.

— Ha sido lindo hablar contigo, Areksus— realmente la extrañaba. Él había aprendido a amar a las dos mujeres por igual y era fácil para su persona notar las diferencias entre ellas.

— Yo también lo he disfrutado. Hasta que nos volvamos a ver, Hide— se despidió Alexis.

— Hasta entonces, Areksus— susurró él aceptando que esta era la despedida que aquel día no había podido tener.

Alexis colgó el teléfono y terminó de comer lo que quedaba de pastel. Hubiese querido tomarse un café, aunque fuera sencillo, pero no podía salir de la habitación por prohibición de Alexandra, por lo que mejor se quedaba allí tranquila. Se recostó en el sofá cómodamente y cerró los ojos dejando la mente en blanco. Era hora.

Sintió como la oscuridad fue consumiéndola lentamente, era difícil hacer esto sin estar bajo presión, que Alexis recordase, era la primera vez que tenía que hacerlo en total calma. Podía percibir como la inconsciencia llegaba hasta ella mientras algo la sostenía en la realidad. Entreabrió los ojos para ver el rostro desenfocado de Viktor, escuchaba su voz, pero no entendía qué decía y podía percibir que la estaba moviendo, pero no lo sentía. La oscuridad la consumió.

— ¿Qué fue eso?— preguntó desesperada cuando se vio en el centro de su mente.

— Él está allá afuera— respondió Alexandra, saliendo de entre las sombras.

Sí, pero… ¿Cómo?— insistió Alexis.

— No lo sé, me enteraré cuando regrese— contestó desinteresada Alexandra mientras miraba el rostro de Alexis— ¿Qué crees que oculte?

Eso era lo que te iba a decir cuando nos interrumpieron la última vez— recordó Lexie— que si alguien podía saber algo era Nathaniel.

— Te recuerdo que está algo incapacitado ahora mismo— rebatió Alexandra extrañada.

Sí, pero Nathaniel es una persona demasiado organizada. Si llevases las cosas de alguien tan poderoso como Viktor, no solo tendrías todo en tu mente. Guardarías algunas informaciones en algún lugar que solo tú y él supieran y de esa forma si tú mueres, quien ocupe tu cargo sabrá qué hacer— explicó Alexis. Era algo que había razonado durante su tiempo inhabilitada con Alexandra.

— No está mal pensado— analizó la contraria— estuviste más tiempo que yo allí, mis recuerdos de esa época están difusos. ¿Dónde guardaría él algo así?

No lo sé, pero seguro que tú sabrás como dar con ello— afirmó Alexis.

Tengo que irme, a Viktor le dará un ataque si seguimos inconscientes mucho más— informó Alexandra— no he de repetirte la advertencia, ¿cierto?

— Estaré calmada— aseguró Alexis, que no tenía deseos de desaparecer de la consciencia totalmente.

Eso espero.

La luz le molestaba, había demasiada claridad en la habitación. Observó alrededor intentando acostumbrarse y vio que estaba en el camarote que le había dado Feing Long, pero que no estaba sola. Desde un asiento a su derecha Viktor la observaba fijamente y se notaba que había estado en la misma posición mucho tiempo, preocupado por ella.

— ¿Cuánto tiempo dormí?— preguntó Alexandra con voz rasposa.

— Cerca de tres horas— contestó Viktor.

Alexandra sabía que para Alexis era más difícil traerla a la superficie cuando no había un elemento estresor allí, pero no esperaba que fuera tanto.

— Te ves peor que yo— comentó, quitándole seriedad al asunto.

— Pensé que te había pasado algo— admitió Viktor, sin saber qué hacer exactamente. Estaba acostumbrado a tratar con Alexis. Sí, le había tomado tiempo, pero había entendido que no eran la misma persona y con Alexandra no sabía qué debía hacer.

— Deberías de preocuparte más por ti que por mí— advirtió ella— tu secreto no es tan difícil de rastrear como te piensas y el error de la transferencia hecha directamente de tu cuenta poco después de Alexis irse es notable— no sabía lo que decía exactamente, pero pudo ver la tensión en Viktor, esa era la clave.

Con una parsimoniosa amenaza implícita, Viktor se puso de pie y se acercó a Alexandra, que permanecía acostada en la cama. El ligero temblor en su pulso cuando se aferró a su cuello y apretó hasta cortarle un poco la respiración fue perceptible para ella.

Se miraron a los ojos firmemente, como quien realiza un duelo maestro de espadas. Alexandra no le dio tiempo a procesar cuando sintió los labios de Viktor sobre los suyos y como él apretaba más su cuello, casi asfixiándola. De repente los papeles cambiaron, Alexandra se aferró al cuello de Viktor y este llevó sus manos a las caderas de ella para levantarla, sentándola a horcajas encima de él.

Alexandra movía las caderas sobre el creciente miembro de Viktor mientras que sus manos, de un brusco movimiento, hicieron saltar los botones de la oscura camisa que el mayor usaba. Un gemido se ahogó en su garganta cuando Viktor apretó con ambas manos sus nalgas, haciéndola presionar más contra su erecto miembro. Alexandra enredó sus dedos en el cabello de Viktor y tiró de este fuertemente para hacerlo llevar la cabeza hacia atrás, mientras ella bajaba dejando mordidas por el cuello, justo allí donde sentía el pulso dispararse.

Tal cual empezó, todo se detuvo cuando Viktor aferró sus manos a las muñecas de ella y la hizo alejarse un poco. Fue como si con eso Alexandra se diera cuenta de lo que hacía y se puso en pie, alejándose de él con rapidez. Las respiraciones de ambos, erráticas, tomaron unos minutos en normalizarse. Sin embargo, ninguno de los dos tenía pena o mostraba arrepentimiento, simplemente era confuso.

— Si realmente supieras mi secreto— inició Viktor un comentario que sabía sería su condena al averno— no creo que siquiera tú quisieras acostarte conmigo .

Alexandra solo volteó a observarlo por encima de su hombro mientras él se ponía de pie y se iba de la habitación, con un cierre suave de la puerta. No sabía qué ocultaba Viktor, pero estaba dispuesta a averiguarlo a como diera lugar. Especialmente después de ese comentario tan perturbador para ella. Era una mujer que carecía de escrúpulos, dudaba que realmente hubiese un secreto que él pudiese guardar que la hiciera asquearlo.

Sirviéndose una copa de vino mientras la bañera se llenaba,  recordó que Hideki le había enviado un archivo con todo lo que encontró de Viktor Löwe, así que se sentó en la cama, pasó el archivo de su teléfono a su laptop personal y lo abrió. Tuvo que esperar unos segundos en lo que se el programa lograba abrirlo, Hideki verdaderamente era un genio de la informática. Encendiendo un cigarrillo, vio como el archivo finalmente le daba acceso a su contenido.

Viktor Yuri Löweanov, nacido el 23 de abril de 1987, estadounidense con ascendencia rusa. No se le conocen padres, hermanos o familiares vivos.

Alexandra no se extrañó de esta parte, pues ya lo había pensado tiempo atrás. Sin embargo, leyó cosas interesantes como que a los 19 ya había fundado su compañía con un ingreso monetario inicial de origen desconocido. Alexandra no necesitaba ser especialista para saber de dónde había sacado el dinero, pero si le interesaba saber de dónde específicamente. Desafortunadamente, eso no era algo que Hideki podía conseguir tan fácilmente.

El resto del documento no decía nada que fuera verdaderamente relevante para Alexandra o para el traidor que los estaba vendiendo. Necesitaba más. Llenado otra copa de vino y cargando una bandeja con frutas, fue a la bañera a relajarse.

En Japón los baños en bañera son meramente para eso, relajación, uno tiene que ducharse primero y luego entra al agua caliente para liberar el estrés del día. Esa costumbre era de las muchas que Alexandra amaba y una de esas que Alexis odiaba. Su alter ego prefería ducharse solamente, Alexandra lo consideraba absurdo. Perdió la noción del tiempo y para cuando quiso darse cuenta, ya era hora de que se arreglara para la reunión nocturna.

Tomándose su respectivo medicamento, pues no podía permitirse que Alexis presionara si algunos recuerdos y personas eran demasiado para su frágil mente, y comiendo lo necesario para no desmayarse, Alexandra caminó desnuda hasta delante del vestidor, donde Feing Long le había dejado todo tipo de ropas para ella escoger esa noche. Se preguntó de qué humor se hallaba para enfrenarlos, pero la respuesta murió al ver el vestido que llevaría esa noche sin discusión ninguna.

Acomodó sus cabellos en suaves ondas largas, para que se mantuviera cayendo por su hombro derecho todo el tiempo, se dio un maquillaje ligero y maduro en tonos beige y grises oscuros, y adornó sus labios en un resaltante rojo chillón que la hacía ver más seductora de lo que ya era.

Usando unos tacones de aguja, cuyas delicadas y finas tiras cruzaban todo el dorso del pie, haciendo destellar los diamantes incrustados en ellos, caminó hacía donde yacía su vestido. Lo tomó con delicadeza y dejó que este entrara en su cuerpo.

La negra tela se pegaba a sus curvas como una segunda piel, hasta que a mediados de muslo se iba ampliando sutilmente en una cola corta que facilitaba la movilidad. El escote llegaba hasta casi su ombligo, siendo sostenido por dos tirantes delgados y dejando toda la espalda expuesta hasta casi el final de su espalda baja.

Básicamente era un vestido provocador y revelador, justo lo que quería para atraer la atención de esos hombres. Esa noche era para demostrar quién manda de verdad. Colocó, como único accesorio, un collar fino que se pegaba a su cuello como gargantilla, debido a su delgada contextura era apenas visible, pero por la parte posterior del cuello caía una cadena igual de final de la que colgaba un diamante en forma de Luna creciente hasta por mediados de la espalda.

Que comience el juego.

Salió de su habitación a la vez que Feing Long lo hacía de la suya, usando un traje tradicional chino en colores dorados y negros. El hombre se quedó embobado, mirándola unos segundos antes de simplemente ofrecerle su brazo para que ella se apoyara e ir a donde los demás. Con una sonrisa, Alexandra aceptó el ofrecimiento, y caminaron uno al lado del otro por el barco hasta llegar a la planta principal, donde usarían otra de las escaleras para entrar a uno de los salones privados para apostar.

Cuando llegaron, los demás ya estaban allí y la tensión al ver a Alexandra, vestida de ese modo entre ellos, fue creciendo hasta hacerse tangible. Sí, era mujer y no lo ocultaría, luciría todos sus atributos con orgullo y dominaría a todos esos machotes que no atinaban dos palos al agua.

— Me alegra que estemos todos aquí esta noche— inició Feing Long, ignorando cualquier cosa en la habitación que no fuera el tema principal— por favor, poneos cómodos.

Tal cual él dijo, Alexandra se dirigió a uno de los sofás y se sentó, cruzándose de piernas y respaldándose en el espaldar. Viktor, casi de golpe, pero disimulando, se movió quedando parado al lado de ella y Dmitri, con mayor confianza, se sentó a su lado. Francis y Song Woo Bin se sentaron juntos en el sofá al lado de ese y Vitrano en el lado opuesto mientras todos miraban de frente a Feing Long. 

— Estamos siendo perseguidos, amigos míos— inició Feing— y debemos tener cuidado pues la policía, por primera vez, tiene pistas reales y nombres y apellidos de a quiénes herir.

— ¿Cómo por ejemplo?— intervino Francis, no era que Alexandra desconfiara de él, era que desconfiaba de todos prácticamente.

— Por lo que sabemos tiene un archivo similar a estos por cada uno de nosotros— declaró Feing, tirando sobre la mesa del centro unas carpetas con folios.

Cada uno tomó una al azar. Vitrano sostenía en sus manos la carpeta de Dmitri donde aparecía una foto de Ekaterina, Francis tenía la de Alexandra con una foto de su madre, Viktor leía la de Feing Long que, tal cual dijo el chino, estaba vacía y Alexandra tenía la de Woo Bin, quien al parecer tenía un hermano mayor enfermo.

— Esto es una locura— susurró el coreano finalmente, notando el peligro en el que estaban todos.

— Lo peor es que ya hicieron sus primeros ataques— habló Alexandra, llamando la atención.

— ¿Qué? ¿A quiénes?— preguntó Francis, rápidamente alarmado.

— Mi madre fue atacada hoy en la mañana, mi gente sigue buscándola— respondió Alexandra de forma pasiva, pensó en probar su suerte, era peligroso, pero estaban en una situación desesperada— y Viktor recibió un ataque de advertencia llevando al hospital a John Franco, un hombre cercano a Löwe.

El silencio sepulcral que se instaló dio paso a la tensión palpable y casi asfixiante del lugar. Löwe parecía a punto de saltarle al cuello a Alexandra, pero ella se mostraba pasiva. Sí, el plan era ponerlos nerviosos usando puntos delicados, que el traidor pensase que la policía se estaba moviendo sin él, para así poder atraparle.

Era complicado que alguien que había preparado un ataque así durante tanto tiempo cometiera errores, por eso era que Alexandra no se atrevía a usar nombres falsos. Se había extralimitado con Viktor, pero él tendría que superarlo, ya no había vuelta a atrás.

— Esto significa que ninguno está a salvo— declaró Francis, rompiendo el silencio.

— Y que tenemos un topo entre nosotros— afirmó Dmitri, haciendo estremecer a los demás.

— Ninguno es tan estúpido— rebatió Michaelis.

— Sí, al menos uno de los presentes lo es— intervino Viktor— pero lo solucionaremos. Eso es seguro— su voz baja y rasposa, rozando lo ronco, era una amenaza en toda norma. Incluso Alexandra sintió su piel erizarse.

— Por lo tanto, permaneceremos aquí hasta el alba— habló Feing Long finalmente— cada uno tiene una misión específica y es proteger lo que tengan más valioso en el mundo. Sean rápidos y precisos, estamos escasos de tiempo. De suceder algo nos mantendremos en contacto.

Nadie dijo más nada, aunque era visible que todos estaban bajo un fuerte estrés y entre esos presentes, había uno que se estresaba ante el pensamiento de que le estaban dejando de lado y podrían hundirlo también. Alexandra lamentaba su suerte de no poder saber quién era. Cada uno tomó direcciones diferentes y Alexandra vio como Dmitri le daba una mirada de compasión antes de irse hablando por teléfono. Por la expresión ensoñadora de su rostro, ella sabía que hablaba con Ekaterina.

Sin deseos de hacer nada en el casino y solo sintiendo un cansancio mental, aunque por su cuerpo parecían galopar una manada de caballos con corriente, Alexandra se dirigió a paso firme hacia su habitación. Su cabeza le punzaba, probablemente era Alexis intentando abrirse paso para reclamarle el haber dicho el secreto de Viktor, pero no le importaba, no tenía tiempo para ello.

Tan ensimismada iba que no se percató de la figura parada delante de ella en el pasillo de su habitación. Percibió el movimiento, pero ya era muy tarde, un golpe sordo en su cabeza la hizo estremecer cuando una mano se aferró a su cuello, empotrándola contra la pared y quitándole oxígeno. 

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Bueno, apenas vamos empezando y ya tenemos persecuciones, amenazas y tensión. Wow, a correr se ha dicho.

Nada mis amores, ya saben, el siguiente.

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