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Capítulo 4- Circunstancias difíciles.

El sonido de la máquina que confirmaba que estaba vivo era irritante y calmante a la vez. Hideki sostenía su mano mientras observaba los tubos que lo mantenían con vida.

Había sido una advertencia. Su nota decía que el pastel era de parte de Nathaniel con amor, que degustara su sabor. Nathaniel no habría enviado algo así jamás y menos luego de rechazarlo en el bar de la azotea. El pastel estaba envenenado y ahora sus jefes, todos ellos, sabían que estaban en peligro, que no eran tan inalcanzables y que si podían llegar a ellos.

Hideki se culpaba a sí mismo, si no hubiese sido tan descuidado como para besar a Nathaniel en un lugar tan público, nadie jamás hubiese podido conectarlos y usarlos de advertencia viviente.

Él sí era el típico chico que hubiese enviado una tarta con esas palabras a Nathaniel, incluso era lógico luego de lo que pasó en la azotea, pues podría tomarse como una disculpa o intento de reconquista, y dada sus insistencias pasadas para con el hombre, no era de extrañar que este creyese que el pastel venía de su parte y se lo comiese. Esto le daba esperanzas a Hideki de que si todo salía bien, quizás él y Nathaniel tuviesen una oportunidad, pero nada era seguro.

Por su parte, Viktor clamaba venganza aunque su aspecto siguiese impasible. Nathaniel era un hermano o más para él, no consentiría que algo así pasara desapercibido. Feing Long estaba buscando por todas partes a quien había dejado los pasteles, era su labor proporcionar seguridad y esto había pasado.

Alexandra más bien se preocupaba por Hideki, pero más aún por el desarrollo de las cosas ahora que ambas manos derechas habían caído. Mientras Nathaniel estuviese en cama, Hideki no razonaría con la misma eficacia. Era algo inútil y ella no lo culpaba, pero esto dificultaba su trabajo.

— ¿Podemos hablar en privado?— le pidió Viktor al verla observar a Hideki y Nathaniel a través del cristal de la habitación del hospital privado de Feing Long.

— Claro— ambos caminaron hasta la cafetería y Alexandra le hizo un gesto con la cabeza a Viktor para que este tomase su café afuera y así poder ella fumar.

— Es un mal hábito— comentó Viktor ante la larga calada que ella dio a su cigarro.

— Todos tenemos algún vicio, y que yo recuerde, tú fumas— fue la respuesta recibida por parte de la muchacha— ¿Qué querías hablar?

— No son ataques al azar— aclaró Viktor pasados unos segundos para esclarecer su mente— quieren que sepamos que vienen a por nosotros y que saben en qué punto darnos, quieren que les tengamos miedo. Necesitamos recuperar el control de alguna manera.

— ¿Tienes alguna idea?— inquirió curiosa. Cierto que ella misma había propuesto un plan la noche anterior, pero las cosas se estaban descontrolando y quizás sería bueno presionar con fuerza.

— Necesitamos encontrar el punto débil de cada uno de los aquí presentes, sabiéndolo, podremos controlarlos y además nos daría una noción de a dónde atacarían si quisieran hacer daño— lo que Viktor decía era algo que ella misma había estado meditando toda la noche.

— No tenemos cómo llegar a esa información en el tiempo suficiente— dijo ella pensativa, llenando sus pulmones con humo— pero podemos hacerles creer que sí lo hemos hecho— la idea la golpeó de momento, era un plan arriesgado y consistía en adelantar lo que ya ella había pensado, pero podía funcionar.

— ¿Cómo haremos eso?— preguntó el de ojos azul de forma dubitativa.

— Déjamelo a mí. Tú y Feing Long solo tienen que seguirme la corriente— afirmó ella segura de lo que haría. Apagó el cigarro en uno de los ceniceros que se disponían en la parte exterior del hospital y lo desechó— Viktor, te diré esto como un consejo, en honor a todo lo que vivimos durante el año pasado— esas palabras hicieron al mayor tensarse— si tienes algo en juego, cualquier cosa o persona, no lo toques, no hagas nada que llame la atención sobre ello. Estarán atentos a nuestros movimientos y eso podría acabar con nosotros.

— Lo sé, no soy nuevo en esto— declaró y Alexandra meditó unos segundos como la expresión del hombre se veía férrea. No parecía que tuviese nada importante más allá de Nathaniel, que se debatía entra la vida y la muerte dentro de aquel hospital.

No dijeron más nada, Alexandra se retiró tranquilamente, montándose en el auto donde su chófer la llevaría de regreso al hotel a recoger sus cosas. Quedarse ya no era seguro, Feing Long había adelantado la ida a Hong Kong y ella no podía permanecer allí. Mandó a limpiar las habitaciones donde se habían hospedado, quemando desde las sábanas hasta los objetos dentro de estas hasta hacerlos cenizas. Mero proceso de seguridad rutinaria entre ellos.

Partió hacia el aeropuerto privado, donde tomó un jet rumbo a Hong Kong y decidió meditar durante el camino. No se percató de en qué momento se había quedado dormida, ni por qué no había podido retener fuera a Alexis, pero de repente ya estaba en la tan conocida oscura estancia.

Creí que habíamos hablado de esto— comentó molesta, viendo a Alexis salir de entre las sombras.

No vengo por él. ¿Cómo está Hide?— su voz sonaba rota y se veía preocupada. Alexandra reconocía que ella misma se sentía de esa manera, solo que no lo mostraba.

Se recuperara, tan pronto como Nathaniel lo haga— respondió, esto solo las preocupaba más, pues si Nathaniel no despertaba, no sabían cómo podía reaccionar su amigo.

Lo que planeas hacer es peligroso— añadió Alexis sin saber qué más decir del asunto del envenenamiento.

Lo sé, pero no se me ocurre otra manera de empezar a presionar para obtener resultados— su voz sonaba cansina, hasta ella reconocía que nadaba en aguas peligrosas.

— Quizás…

Una voz llamándola la sacó de su ensoñación. Habían llegado y ni siquiera había reparado en ello. Luego de realizar todos los procedimientos pertinentes, pudo salir del aeropuerto donde habían aterrizado para encontrarse con una limusina blindada, cortesía del jefe chino.

Un suspiro pesaroso salió de su garganta antes de subirse y dejar que la llevaran a algún sitio desconocido. Observaba el paisaje por la ventana, hacía mucho que no venía por estos lares y estas tierras eran las típicas donde todo cambiaba sin que hubiese grandes cambios. Incongruente, pero cierto.

La limusina se detuvo y Alexandra observó que habían otras de ese tipo a su alrededor, bajó sin permitirle al chofer abrir su puerta, apreciando que se encontraban en un muelle privado. Oh, mierda, pensó al ver el gran yate que estaba anclado esperando por ellos, con Feing Long observándolos divertidos. La tensión era palpable mientras cada jefe de una mafia caminaba para acercarse a donde una rampa les permitiría subir al extravagante vehículo marino.

— Gatita— la saludó Dmitri cuando estuvo cerca de ella. Alexandra lo observó por unos instantes, buscando las diferencias entre él y los recuerdos que Alexis tenía. No eran muchas. Su cabello estaba más largo y él se veía más robusto, pero era algo ligero.

— Dmitri, creo que es imposible que a estas alturas no sepas que ese apodo no es mío— respondió de forma serena y calmada.

Quizás uno de los pocos que verdaderamente sabían de su condición era el jefe de la mafia rusa. Había hecho negocios con él hacía unos dos meses atrás y como pago, Dmitri había exigido que le explicase qué sucedía con ella. No le molestaba decirle, a fin de cuentas ella sabía mucho de él por Alexis y siempre que él no preguntase los motivos de su trastorno, todo estaría bien.

— Una gatita negra, más específicamente— contestó él, ignorando olímpicamente su reclamo. Alexandra solo sonrió como si nada.

— Bienvenidos— saludó Feing Long, quitándose los lentes de sol cuando los seis líderes delante de él se callaron— he pensado que una velada en alta mar sería ideal para nuestra reunión.

— Especialmente en aguas internacionales— susurró por lo bajo Dmitri en el oído de Alexandra, a lo que ella sonrió de lado.

— Espero que valga la pena— comentó con marcado acento Francis Dupain, el jefe del Bajo mundo francés. Un hombre de rubios cabellos enrulados en un corte entre corto y mediano que vestía con camisas y pantalones de época, dándole un aspecto florido.

— Yo creo que aquí mejor no hablemos— intervino Vitrano. Era del que más Alexandra sospechaba, ese hombre no era de no obtener lo que quería, pero lo que más la chocaba era el saber que podía no estar actuando solo.

— Cierto, Michaelis, amigo— intervino con algarabía Feing Long— por favor suban, ya casi estamos todos.

— ¿Quién falta?— preguntó esta vez Song Woo Bin, el líder la mafía coreana. El sur coreano era inusualmente alto para lo que Alexandra conocía  y tenía ligeros rasgos americanos, que para notarlos tenías que prestarle atención de más a su rostro. Su cabello tenía puntas rojo matizado en tono caoba que hacía que destellara un poco ante la luz del sol que picaba fuerte en sus cuerpos esa mañana.

— Nadie— la preponderante voz de Viktor anunció su llegada, haciendo perceptible para todos la tensión que se creó en Vitrano y en Dmitri.

Este último no tenía nada en contra de quien en alguna vez fue su amigo, pero las cosas no habían terminado bien entre los dos después de la última vez que se vieron el día que le dispararon a Alexis y el ruso no sabía que esperar, por no hablar del pasado en común sin explicar.

— Pues ya ven, amigos. Será mejor que entren— los exhortó Feing Long, intentando relajar el ambiente.

Viktor se posicionó al lado de Alexandra, intentando marcar territorio con Dmitri, o al menos así lo vio ella. Se adentraron en el yate sin decir mucho y esperaron a que este zarpara, dejando el muelle atrás. No era seguro hablar hasta que no estuvieran en aguas internacionales y de todas formas la reunión se llevaría a cabo en la noche.

El crucero, porque eso era lo que realmente describía a la embarcación, venía con un casino incluido a forma de hotel, que obviamente era administrado por Feing Long. Cada mes hacían esos viajes a aguas libres para poder encender el casino y que sus huéspedes disfrutasen, llevándose él todas las ganancias y en medio de esa multitud exaltada, esperaba que tantos jefes mafiosos pasasen desapercibidos.
Alegremente, Feing fue llevando a cada uno de sus invitados a sus habitaciones correspondientes.

Alexandra podía sentir en su piel la tensión de los dos hombres que la acompañaban y empezaba a ser sofocante. ¿Cómo Alexis toleró esto? Esa respuesta la intrigaba, pues ella ya tenía ganas de meterle un tiro a cada uno.

— Arggg…una mierda— afirmó la pelicastaña por lo bajo, siendo escuchada por Dmitri y Viktor.

Ella simplemente se adelantó a ambos y les lanzó una mirada iracunda cuando intentaron alcanzarla. Sin pensarlo mucho, se posicionó al lado de Feing, quien sonrió sardónico al verla con expresión molesta. Ella frunció más el ceño por esto. Detestaba estas situaciones.

— Bueno, aquí es el suyo señor Casadeus— anunció Feing Long— y el suyo es el siguiente señor Löwe.

— ¿Estaremos en el mismo pasillo?— preguntó Dmitri, aquello no lo esperaba ciertamente.

— Pues claro, hasta el momento he ido poniéndolos de a pares por pasillos, señor Casadeus— respondió Feing con una sonrisa que cualquiera tacharía de inocente, si no lo conociera.

— Entiendo— refunfuñó el rubio, para simplemente despedirse con la mano y adentrarse en la habitación.

Viktor se quedó observando a Alexandra por unos segundos antes de hacer un asentimiento con la cabeza y retirarse a su nueva estancia. Alexandra sintió la presión desaparecer y observó a Feing Long mirándola divertido. Ella simplemente negó con la cabeza y ambos se encaminaron a la siguiente planta, donde Feing le indicó que ellos dos eran los que estarían habitándola, siendo su camerino el último del pasillo.

— En el vestidor te dejé para que escogieras para la noche. Creo haber acertado en el gusto— le informó con un susurro entre divertido y erótico.

— Gracias— respondió Alexandra sin más.

No negaría que hacía años había pasado algo entre ella y Feing Long, para ser más específicos, él fue el primer hombre que había tocado ese cuerpo compartido en mente, y ambas personalidades lo habían disfrutado.

Alexis no recordaba mucho del tema, pero Alexandra sí, pues estuvieron juntos desde sus 14 años hasta sus 18. Poco antes de que ella tomase el control de la mafia japonesa, esa relación sin nombre había terminado y aun así, Long la ayudó en aquella época para poder controlar a los hombres que creían que ella era demasiado joven, inexperta y mujer para dominarlos.

En el primer y último punto tenían razón, pero en lo de la inexperiencia se equivocaban y ella se los hizo saber en menos de un año de trabajo.

Le debía al chino el haberse convertido en el ser poderoso que era, quizás por eso confiaba en él. Aunque tener a tantos hombres a su alrededor estaba desajustando un poco su cabeza. Para centrarse mejor decidió llamar a Hideki, era hora de saber de él. Al segundo tono la voz algo apagada de su amigo y mano derecha le contestó.

— Arekusandaa.

— ¿Alguna noticia?— no preguntaría cómo estaba porque era una estupidez, su voz lo decía todo.

— Dicen que está respondiendo bien, que pronto lo dejarán respirar por si solo si sigue como va— Hideki no se notaba muy confiado, pero Alexandra reconoció el esperanzado tono marcando por momentos sus palabras— por cierto, tengo algo que puede servirte.

— ¿De qué hablas?— preguntó intrigada, luego de lo que pasó con Nathaniel ella le había quitado toda responsabilidad a Hideki.

— No podía solo dejar que quien hizo esto se fuera libre y arriesgarlos a ustedes, como tampoco podía dedicarme a coger la mano de Nathaniel entre las mías y hundirme. Seguí adelante con la petición que me hiciste cuando conseguí una laptop nueva y tengo información interesante— le confesó el japonés, por eso Alexandra lo apreciaba tanto. En todos esos años Hideki jamás le había fallado y ella no le fallaría a él.

— ¿Qué tienes para mí?— preguntó, más emocionada de lo que Hideki recordaba que ella era capaz de expresar.

— Te voy a enviar el archivo encriptado para que solo se desbloquee con un sistema software que  tienes instalado en tu celular y laptop personales— dijo Hideki.

De fondo se escuchaba como abría una puerta y la cerraba nuevamente. Alexandra asumió que se había asomado al pasillo para que no hubiese nadie fuera.

— Pero para resumirte lo más importante. Desde hace cuatro años Viktor Löwe envía sumas considerables de dinero de una de sus cuentas a otra de las que tiene en Suiza, luego esa misma cifra es reenviada a otra cuenta a nombre de un tal John Franco. Diría que esto queda allí, pero ese dinero va saliendo en pequeñas cantidades, o lo que sería pequeño para alguien como nosotros, hacía otra cuenta a nombre de Amelie Bourgoise.

— ¿A dónde quieres llegar con todo eso?— Alexandra no entendía por qué

Hideki encontraba aquello importante. Cierto que tantas medidas de seguridad eran extrañas para enviar dinero a una cuenta personal, pero quizás era una amante o algún negocio extraño.

— Lo sistémico del envío, es mensual. En pocas ocasiones el dinero ha sido depositado fuera de tiempo o en sumas mayores a los cinco millones que envía normalmente. Demasiada protección y reenvíos para una cuenta personal. Lo extraño es que esos envíos empezaron a mediados de año y al inicio eran de dos millones. Sobre el segundo mes del año siguiente la cifra aumentó por tres meses a diez millones y luego bajó a cinco mensualmente, sin volver a alterarse sino hasta el año pasado. Poco después de que Alexis cambiara contigo hubo un envió directo de la cuenta de Viktor a la de esa señora, de 15 millones.

— Suena demasiado imprevisto, si tiene tanto control sobre lo que hace para mantener oculto esos cambios, no tiene sentido que enviase el dinero directo— comentó Alexandra, empezando a notar lo que Hideki quería decirle.

— Exacto. Mi suposición es que algo pasó en ese momento que le forzó a enviar el dinero directamente. Un error rastreable y dada las circunstancias, también problemático— advirtió Hideki.

— Averíguame lo que puedas de esa tal Amelie. Lo que esté pasando allí es importante— ordenó Alexandra al ver que Hideki iba a seguir con sus funciones.

— Entiendo— aceptó él, contento de poder distraerse de ver a Nathaniel en esas condiciones— ¿Algo más?

— Sí, recuérdale que tiene que devolverme el control en una hora— le pidió Alexandra y antes de que Hideki pudiese preguntar de qué hablaba, sintió el sonido del celular cayendo al suelo y todo se sumió en silencio.

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Pequepinkypitufos, espero que esta 2da parte os esté gustando, ya saben que hacer, solo sigan la flechita hacia el siguiente capítulo.

💖💖💖💖💖corazones rosados que no pegan con el libro🔜🔜

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