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Capítulo 3 Primer golpe

Hideki y Nathaniel se miraban penetrantemente, sabían que era un jodido error, como decían en sus mentes, pero el menor por lo menos no podía contenerse más. Sin embargo, Nathaniel ya no tenía edad para seguir en juegos de niños, había demasiadas cosas en medio y mucho en peligro para ello.

— No— dijo finalmente, logrando interponer una mano entre él y Hideki, para luego hacer presión y apartarlo— estamos aquí meramente por negocios y así permanecerá. Es lo mejor.

Hideki quiso protestar, gritar, apresarlo y que no se fuera, pero no pudo. El ascensor se abrió en ese momento y Nathaniel aprovechó para entrar inmediato que salió una pareja de dentro y cerrar las puertas rumbo a su planta. El japonés se encontraba frustrado, lo quería, no sabía cómo, por qué o para qué, pero quería a ese hombre 14 años mayor con espejuelos, típico estilo militar y endemoniadamente serio.

Le dio un golpe a la pared de ladrillos, haciendo que un hilillo de sangre cayera por su piel debido a una herida visiblemente abierta en su nudillo del dedo medio. Hubiese seguido pegándole a la pared de no ser porque su celular vibró en su bolsillo.

— Dígame— la llamada entraba a la línea que usaba únicamente para contactar con sus infiltrados en diferentes lugares, tanto policiales como de la mafia— ¿Qué dices? Envíame el documento. YA— lo último lo había gritado por lo bajo, pero sí había captado la atención de varias personas. Era hora de irse, estaban en problemas.

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Alexandra parecía al borde de una crisis de pánico, Viktor intentó acercarse varias veces para contenerla, pero eso solo parecía alterarla aún más. En un vago intento por ayudarla, recogió la pistola y se la lanzó, ella la atrapó en el aire en un gesto no pensado y al verse con algo letal en las manos fue como si su mente fuese haciéndose a la idea de que ella tenía el control.

Su respiración se fue calmando hasta volverse normal y finalmente volvió a ser ella misma. Observó los ojos azules de Viktor durante unos segundos, taladrándolo con la mirada de forma acusadora. No pudo protestar nada, la puerta se abrió en un estrepitoso caminar que mostró a Hideki jadeante y alterado. Eso puso todas las alarmas de Alexandra a funcionar.

— Tenemos problemas— anunció, aunque por su condición era algo visible.

— ¿Qué sucede?— sus planes eran aliarse con Viktor, si lo que fuera que estuviera pasando interfería en ello, Hideki lo diría, y si era algo que el pelinegro no tenía que conocer, ya ella lo echaría de la habitación.

— Tienen tu foto, tu identidad— esa respuesta, esa declaración, hizo que el mundo de Alexandra se tambaleara totalmente.

— ¿Cómo?— su pregunta salió en un susurro ronco de su garganta. Viktor permanecía estático, analizando lo peligroso de esa situación.

— Obtuvieron los archivos con tus antecedentes penales, los de Alexis quiero decir. La foto estaba allí— explicó Hideki.

— Se suponía que eso había desaparecido— gruñó Viktor esta vez. Él mismo había ordenado limpiar esos registros.

— No sé cómo pasó, pero los tienen— reafirmó Hideki.

— Por el momento no podemos hacer nada con esto— intervino Alexandra, calmándose y pensando las cosas con mente fría— ya tienen la foto, ya saben quién soy, eso es irremediable. Pensarán que lo que hago es cambiar de nombre, por ende todavía no lo descubren todo y es probable que me busquen como Alexis y no Alexandra.

— Vuestros nombres no son tan diferentes, no será difícil localizarte— interrumpió Viktor.

— Y menos con rasgos occidentales en un país oriental— continuó Hideki.

— No nos desesperemos— aclaró ella firmemente— como he dicho, no se puede cambiar. Ahora debemos preocuparnos por otra cosa.

— ¿Qué?— rebatió Viktor en un tono molesto, producto de lo alterado que lo ponía una situación así.

— Saber qué más tienen— sentenció ella— ahora mismo necesitamos un recuento de daños. ¿Qué hay en nuestros pasados y en nuestras vidas que pueden usar para llegar a nosotros?  Nuestras verdaderas identidades, nuestras familias, nuestras acciones y negocios. Todo.

El silencio cubrió la habitación, Alexandra tenía razón, no era hora de meditar lo que pasó sino de hacer un control de daños inmediato.

— Los demás que faltan llegarán para mañana, la reunión con todos debe de realizarse en la noche— analizó Hideki.

— Pero tenemos que poner al día a Feing Long antes de eso— dijo Viktor— uno de ellos nos ha traicionado y hay que tener en cuenta esa información.

— Iremos con Feing esta noche— afirmó Alexandra— lo demás lo planearemos allí.

— Entendido— fue lo último que dijo Viktor antes de salir de la habitación raudamente.

— ¿Y aquí que pasó entre ustedes?— preguntó Hideki una que Viktor estuvo fuera de la habitación, observando acusadoramente a Alexandra.

— Mejor no preguntes— suspiró ella, encendiendo un cigarro.

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Feing Long era un hombre de cultura y serenidad, no solía perder la concentración con rapidez, pues había aprendido que mantenerse tranquilo era la clave para poder vencer, pero cuando Viktor Löwe y Alexandra Rosenthal te solicitan una reunión privada adelantada y con urgencia, sabes que algo va muy mal y que ciertamente puedes permitirte alterarte aunque sea por unos minutos.

La noche había sumido a China en una calma viva que alumbraba sus calles y en el hotel donde se alojarían sus invitados más importantes, se encontraba el líder de la mafia China esperando pacientemente a que sus acompañantes por esa noche llegasen.

Su habitación se encontraba en una de las plantas para los huéspedes normales, pasando disimulado entre la multitud de viajeros que se alojaban en su hotel. Una táctica antigua, pero a la vez productiva.

Alexandra fue la primera en llegar, no necesitó tocar la puerta, pues Feing había dejado su contraseña para que ellos entrasen sin problemas junto con una copia de su llave. Cuando la castaña entró en la habitación, se encontró al hombre alto sentado cómodamente en un sofá. Su cabello largo y lacio estaba recogido en una cola suelta hacia el lado y sus vestimentas tradicionales chinas destellaban en verde jade y dorado, en contraste con la habitación de tiernos tonos beige.

— Alexandra.

La saludó el hombre de forma efusiva, poniéndose de pie y  abrazando a la muchacha, que se veía esplendida en el vestido rojo pegado al cuerpo hasta por los muslos, donde se anchaba en una cola discreta. El escote era indudablemente revelador, pero un delicado encaje rojizo subía hasta el cuello y terminaba antes de llegar a los hombros.

— Destellante, como siempre.

— Feing Long, eso debería de decirlo yo— dijo con una risa ligera la joven.

— Por lo visto se conocen bien— la voz ronca de Viktor los hizo girarse para ver al hombre enfundado en su típico traje negro.

El recuerdo de haberlo visto en ropa sencilla y de otro color, en un clima más caluroso, llegó a la mente de Alexandra, pero con fuerza presionó esas imágenes lejos de su cabeza.

— Será mejor sentarnos a hablar de la situación— exhortó el chino con calma.

Todos tomaron asiento en sillones separados y un camarero dejó las botellas de vino, Alexandra obviamente no tardó en servirse una copa y darle un profundo trago. Para Alexis el café era relajante, pero para Alexandra la vida sin vino no existía. Sacó un cigarro de una pitillera de plata con unas letras japonesas que Viktor desconocía grabadas, luego de encenderlo, los tres se miraron expectantes.

— Bien, cuéntenme qué sucede— inició Feing Long.

— Han descubierto mi identidad, o más bien mi foto, por unos registros de antecedentes penales que se suponía habían desaparecido— contestó Alexandra con naturalidad, dándole una calada al cigarro.

— Obviamente no lo habían hecho— comentó Feing.

— Nathaniel investigó esto, ya que fue orden mía desaparecerlos— esta vez fue Viktor quien intervino— quien hubiese sacado los documentos, lo hizo antes de que yo ordenase la limpieza.

— O sea que alguien te seguía desde antes— continuó Feing Long, analizando la situación— ¿Qué tipo de antecedentes?— preguntó.

— ¿Qué?— Alexandra se vio desconcertada por un momento.

— ¿Qué tipo de antecedentes son, Alexandra?— repitió Feing Long la pregunta.

Alexandra le dio otra calada al cigarro, sintiendo la raspante sensación en la garganta antes de liberar el humo. No podía no decirlo.

— Cuando huí a América, producto del asedio recibido por antiguos enemigos de mi padre, para solucionar los asuntos cara a cara, tuve un accidente. Me estaban persiguiendo y chocaron mi auto para volcarlo— narró Alexandra, recordando aquel evento— logré salir del auto a duras penas y la persona que me perseguía me alcanzó. No dudé ni un segundo en sacar mi arma y dispararle, antes de que me matase a mí— no se arrepentía de aquello, era algo que la salvó de la muerte.

— ¿Solo eso?— insistió el chino, viendo como Viktor miraba con intensidad a Alexandra y esta seguía dándole largas caladas al cigarro.

— Era una zona transitada y el accidente había llamado mucho la atención— describió Alexandra— la bala atravesó a mi perseguidor y le dio a una mujer que venía detrás con una niña. Él murió de un neumotórax, le había perforado un pulmón, y ella no llegó con vida al hospital. Yo caí inconsciente y cuando desperté era Alexis— el cigarro se había agotado y la copa de vino también. Alexandra resistió el impulso de llenarla de nuevo.

— No estuviste presa, según tengo entendido— comentó Feing Long, intrigado.

— Un detective me chantajeó para que me infiltrara en organizaciones por él y así desmantelar casos a su nombre. Por eso Alexis terminó metida en la mafia, aunque nunca quiso— respondió tranquilamente.

— Allí te conoció— dijo con una sonrisa Feing Long, dándose cuenta de la situación.

— ¿Qué podemos hacer ahora?— preguntó Alexandra, ya cansada de andar relatando su vida.

— Bueno, es complicado— respondió Feing— ellos ya habían asociado tu existencia a Löwe, por eso tanto Casadeus como Vitrano llegaron a ti. Así mismo, la policía puede llegar y más si hay un traidor.

— También hay que intentar pensar en todos los puntos débiles que puedan llevarlos a nosotros— intervino Viktor.

— Eso es cierto. Yo no tengo familia de ningún tipo y jamás me he visto envuelto en nada similar, pero ustedes, al igual que los demás, son otra historia— concordó Feing.

— Podríamos asustarlos— propuso Alexandra, con una idea naciendo en su cabeza.

— ¿A qué te refieres?— preguntó Viktor, observando la expresión sádica de la chica.

— Tengo una idea— y con esa sentencia, una sonrisa ladina se esbozó en sus labios y una mirada que Viktor desconocía se hizo presente.

*

*

*

Iban subiendo en el ascensor. Feing Long les había informado al final de la reunión que mañana partirían para Hong Kong cuando todos llegasen y de allí en adelante les tenía una sorpresa que no diría por motivos de seguridad y para no perder la magia de una buena impresión.

Ni Viktor ni Alexandra entendían al respecto, pero no le dijeron nada al egocéntrico hombre que se mostraba feliz con la expectación.

— Quiero hablar contigo un momento— pidió Viktor, rompiendo el silencio del ascensor subiendo.

— No veo de qué, pero no seré yo quien te detenga— respondió Alexandra sin mirarle, recordaba todavía el beso de la tarde y no quería pensar en ello.

— ¿Qué pasó hoy en la tarde?— preguntó sin comentarios previos, como si fuese la pregunta más usual posible.

— Nos besamos— respondió lacónica  Alexandra, viendo como el ascensor se detenía en su piso. Intentó salir pero Vitkor presionó la planta de él nuevamente y rápido las puertas se cerraron.— ¿Qué…?— su protesta se vio ahogada ante la presencia de Viktor, que la arrinconó contra la pared del ascensor.

Viktor tenía menos de diez segundos si iba a hacer algún movimiento, o eso pensaba. Antes de que Vitkor dijera o hiciera algo, Alexandra ya tenía una de sus manos envuelta alrededor de su muñeca y usó al fuerza de su cuerpo para adelantarse y estamparle un tacón en su pie.

Un giro en redondo y el sonido de la tela del vestido rasgándose mientras apoyaba su tacón de una patada en el pecho, empujándolo a él hacia la otra pared. Ambos estaban serios y firmes y las puertas del elevador se abrieron, revelando a Nathaniel esperando a Viktor.

— Señorita Rosenthal— la saludó el de gafas, pese a poder entender por completo la escena.

— Nathaniel— le devolvió el saludo ella mientras Viktor salía del elevador— dile a tu jefe que si vuelve a hacer un movimiento como ese, mi tacón se lo encajaré en el ojo— decretó seriamente, apretando el botón de regreso a su planta.

— ¿Qué pasó esta vez?— preguntó Nathaniel de forma acusatoria.

— Digamos que…perdí un poco el control— confesó Viktor, para nada arrepentido de lo que acababa de pasar.

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Alexandra entró a la habitación furiosa. No quería ni pensar en aquello, el beso de la tarde había sido un error y lo que pasó en el ascensor no era nada. La había excitado esa fuerza, pero a la vez la hacía sentir incómoda. Ella no era Alexis, no le gustaba lo mismo y sabía que con Viktor sería difícil complacerse totalmente. Su enojo y confusión era tal que no había reparado en que Hideki estaba allí.

— ¿Sucedió algo?— preguntó Hideki al verla tan alterada, eso era muy raro en ella.

— Nada— negó sin querer pensar más en ello— ¿Hemos tenido noticias?

— Aparentemente tu informe había sido retirado incluso desde antes de que Viktor lo obtuviese, pero después de haberle conocido— informó Hideki— alguien te seguía la pista.

— No— aseguró Alexandra, analizando la carpeta que Hideki le pasaba con detenimiento— alguien se la seguía a él. Llegaron a Alexis porque él se metió con ella. Él es el objetivo.

— ¿Entonces?— preguntó el japonés, confundido sobre qué harían ahora.

— Necesito que averigües tanto como puedas de Viktor Löwe— ordenó Alexandra— todo sobre él. Mientras más rápido, mejor.

— Le ayudaremos— no era una pregunta, pero tampoco una afirmación totalmente. Para Hideki era raro verla a ella tan sumergida en ayudar a alguien.

— Quizás sea porque se lo prometí a Alexis, pero no puedo no ayudarlo— fue lo último que dijo antes de retirarse con una copa de vino hacia el baño, dispuesta a relajarse y dormir luego.
Hideki salió de la habitación con lentitud.

*

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Las cosas se estaban complicando más de lo que él deseaba. No pensó jamás que la policía les seguiría tan cerca. Hideki llegó a su habitación en la misma planta que Alexandra y encontró frente a esta una cesta tapada, que contenía dentro un pastel.

— Makoto— llamó Hideki a su compañero, que se encontraba cambiando de turno con los otros guardaespaldas en ese momento.

— Hidek-san— se presentó de inmediato a su lado el hombre.

— ¿Quién dejó esto aquí?— preguntó Hideki, sin quitarle la vista al pastel de chocolate que tenía entre manos en la pequeña cesta.

— El servicio de habitaciones. No los dejamos pasar Hideki-san, así que nos pidieron dejárselo allí— informó Makoto. El hombre era mayor que Hideki incluso y hacía bien su trabajo, simplemente no le competía meterse en las elecciones personales de sus jefes.

— Entiendo, gracias— se despidió Hideki, a lo que Makoto contestó con una reverencia.

Dentro de su habitación todo era silencioso. Dejó el pastel en la mesa mientras buscaba su laptop y la encendía. Tendría que dedicar horas a hackear ciertas cuentas y registros si quería conseguir lo que Alexandra había pedido. Además claramente tendría que pedir favores y pagar grandes cantidades, pero para ellos eso no era problema.

El olor dulzón del pastel embriagaba sus fosas nasales y esto lo desconcentraba totalmente. Observó la crema y se dio cuenta que el pastel venía con una nota dentro de la cesta, que resaltaba por ser blanca en medio de tanto chocolate. La tomó en las manos, limpiando los restos de la crema del chocolate y la desenvolvió dudoso. Al leer lo que decía, todo su cuerpo supo que algo iba mal.

Cerró la laptop y la partió por el medio, sacando el disco interno y colocándolo en su bolsillo, para luego salir corriendo. En su afán había tirado el pastel al suelo, pero eso era lo menos importante, si tenía razón, esto sería una locura. El ascensor era muy lento para su gusto y sus manos temblaban mientras esperaba los segundos que le tomó llegar.

Supo que algo iba mal cuando al llegar no había guardaespaldas recibiéndolo con armas, como anteriormente. No lo pensó a decir verdad, corrió por el pasillo viendo la reunión de guardias en una de las puertas y empujó sin importarle nada, adentrándose en la habitación a tropezones. Viktor estaba en el suelo arrodillado, recargando entre sus piernas la cabeza de Nathaniel, cuyo cuerpo se encontraba inerte.

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Y eso fue todo de la tanda de esta semana mis pequeños pequepinkypitufos.

¿Qué me dicen? ¿lloran conmigo por Nathaniel? Yo sí lloro, y Hideki ahora lastimado por dentro 😭😭😭.

Nos leemos la semana que viene. 😍😘.

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