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Capítulo 23- El conejo y la rata.

Les tomó casi una hora llegar al lugar pactado, Nathaniel había movilizado a sus hombres y muchos de estos ya estaban en el lugar, estratégicamente posicionados y esperando para atacar de ser necesario, otra parte de estos habían ido con ellos, pues era ilógico presentarse a algo así sin llevar refuerzos. Habían hombres esperándolos afuera de la residencia, al verlos bajar de los autos abrieron las puertas y los dejaron pasar, incluso a sus hombres de seguridad.

El lugar de reunión era una casa gigantesca, la sala solamente mostraba un espacio tal que podía albergar a más de 200 personas, todo demasiado rosado y luminoso, como si hubiese sido decorado por una mujer de esas que no sabía diferenciar entre la fantasía y la realidad y hacía de su vida un altar a Barbie.

— Me alegra que hayas venido— dijo una voz masculina, todos se giraron a observar al hombre con careta de conejo que venía descendiendo por las escaleras laterales— y que trajeras compañía, por supuesto.

— ¿Esa voz?— se preguntó Alexandra en voz alta, lo reconocía, finalmente la verdad la chocó y se reprochó mil veces haber sido tan estúpida— Song Woo Bin— exclamó.

— Ja, ja, ja, ja— se carcajeó el sur coreano— al parecer me descubriste— se lamentó de forma falsa mientras retiraba la careta, Feing Long y Nathaniel permanecían con el rostro impasible, pero era obvio que estaban tan tensos como Alexandra— Debí suponer que eso sería rápido.

— Así que fuiste tú todo el tiempo— acusó Feing Long, apretando los puños.

— No puedo creer que creyerais en serio que esa mujer estúpida pudiese hacer todo esto sola— apuntó con diversión patentada por todo su rostro, estaba disfrutando aquello— Amelie no es más que una mujer despechada, creyó que atraparía a Viktor con un hijo, pero este solo cubrió la parte económica de todo. Se hizo cargo de su hijo y para ser un hombre de este mundo admitiré que es un buen padre, pero a ella no la miró nuevamente. Pobre estúpida que en serio pensó que él la amaría.

— ¿Cómo entras tú en todo esto?— preguntó Alexandra, su cabeza martillaba y el dolor abdominal aumentaba, pero estaba pasando esos dolores hacia Alexis, alejándolos de su consciencia actual.

— Te lo diré todo, pero primero tenemos que jugar un juego, pequeña ratita— respondió Woo Bin.

En ese momento unas bombas de gas explotaron, por el penetrante olor dulzón Alexandra dedujo que sería algo para hacerlos caer inconscientes. Tapó las narices de Feing Long y Nathaniel a tiempo, haciéndoles entender que contuvieran la respiración. Feing Long la tomó por el brazo y tiró de ella hacia una habitación que se encontraba al lado, siendo seguidos por Nathaniel.

Aquello había alertado a los hombres de afuera, por lo que pronto se escucharon los disparos de estos contra los hombres de Song Woo Bin en un intento por entrar en la casa. Alexandra estudió el entorno, se hallaban en un salón para recibir visitas, pero estos lugares regularmente estaban comunicados con otra área por donde los empelados entraban sin tener que pasar por el salón principal.

— Debemos buscar otra salida, tenemos que intentar matarle, pero no será fácil si estamos inconscientes— comentó Nathaniel, dándole voz al pensamiento de Alexandra. Los tres buscaron por la estancia otra puerta mientras escuchaban la balacera que había afuera, Feing Long fue quien la encontró.

— Está aquí— anunció. Los otros dos se acercaron a donde Feing Long, este estaba delante de una puerta pequeña con el mismo diseño de la pared y que estaba ligeramente tapada por una estantería.

— Entraremos, pero luego nos tocará separarnos— informó Nathaniel— Yo iré con los hombres e intentaré quitarles el mayor esfuerzo posible, además me interesaría dar con el cuerpo de Amelie, en el caso de que esté muerta. Ustedes deberían de seguir a Woo Bin, él no te dejará ir y pienso que tú a él tampoco— comentó observando a Alexandra. Ella tenía todavía algunas dudas que aclarar con el coreano.

— Creo saber a dónde iría, pero además de eso necesitamos pruebas de que fue él, podríamos usarlas para proteger a Viktor y Dmitri de la ley— respondió Alexandra, estando de acuerdo con Nathaniel.

— Entonces esto haremos, será mejor moverse— acordó Feing Long.

Abrieron la puerta y luego de asegurarse de que había vía libre, los tres pasaron por el pasillo que conducía directo a la cocina, en esa zona los disparos se oían más lejanos, por lo que estaban algo apartados del área de guerra. Nathaniel se apresuró a ir a donde sus hombres, de esa forma podría ayudar abatiendo al enemigo lo más pronto posible.

Alexandra y Feing Long continuaron por el pasillo grande, subiendo por las escaleras de servicio. Al ser una casa de tres pisos, era común que el estudio estuviese en el segundo piso. Los hombres como Viktor, Dmitri y Woo Bin, incluso la misma Alexandra, guardaban todo en sus estudios, pues con tantas horas de trabajo apenas si usaban su habitación.

Doblaron por otra de las esquinas de aquellos interminables pasillos y un disparo los hizo retroceder rápidamente, había hombres esperándolos allí. Tomaron sus armas y Alexandra fue la primera en asomarse y disparar, logró darle a uno de los hombres en el hombro, la distracción suficiente para atraer la atención del otro.

Feing Long salió totalmente y disparó al que se había entretenido, el tercer hombre fue a dispararle, pero Alexandra fue más rápida y lo abatió con un disparo en la cabeza, repitiendo el disparo con el que ella había lastimado de primero.

Tenían poco tiempo, había que apurarse y sabían que era una posibilidad que Song Woo Bin estuviese ya cerca, pasaron por encima de los cuerpos y llegaron a la puerta del estudio. Cuando Fieng Long la abrió no parecía haber nadie dentro, Alexandra entró en la estancia y entonces se detuvo en seco al escuchar el sonido de un disparo.

El peso sobre su cuerpo y la sangre caliente manchando su espalda la sacaron del estado ensimismado en que se había quedado, pues por el espejo que estaba colocado justo en la pared de enfrente a la puerta había visto como Feing Long recibía el disparo por a espalda y luego su cuerpo sangrante caía sobre ella.

Se giró con eficiencia para sostener el pesado cuerpo de Feing Long e ir cayendo al suelo de forma suave, estaba perdiendo mucha sangre, el disparo le había perforado un pulmón, por la posición era imposible que no lo hubiese hecho. Ella solo atinaba a temblar observando a Feing Long ponerse lívido, tomó su rostro entre sus manos y le miró a los ojos, estaba vivo todavía, pero no por mucho y esa realidad era demasiado para ella.

— No, por favor, tú no— suplicó por lo bajo. No podía perderlo, no a él.

— Prome…teme— pidió agonizante Feing Long, siendo interrumpido por una tos con sangre que salpicó parte del rostro de Alrxandra, pues estaba tan cerca que podía rozar su respiración con el aliento sanguinolento de Feing Long— que vivirás...

— No me dejes— suplicó Alexandra, en su vida jamás pensó que llegaría el día en que tuviese que ver a Feing Long morir en sus brazos, esa posibilidad no pasó por su cabeza.

— Tú…eres…— Feing Long tosía y apenas si respiraba, su mano temblorosa se alzó con esfuerzo hasta tocar la mejilla de Alexandra, manchándola de sangre— lo único…bueno…de… mi vida— pronunció con dificultad.

Lentamente, como cuando la lluvia va cesando luego de un torrencial aguacero, Alexandra vio como la vida se iba de Feing Long. El color desapareció totalmente de su rostro, su mano perdió fuerza contra su mejilla pese a que Alexandra la sostuvo para que no cayese, su respiración se detuvo totalmente y sus ojos, esos que con tanto amor la había mirado, que la idolatraban y a la vez la honraban considerándose ambos iguales, se habían quedado fijos, con una frialdad imperante que mostraba la muerte absoluta de Feing Long.

El dolor era desgarrador, ni siquiera estaba segura de estar sintiendo algo, solo era como si el vacío que siempre tenía se estuviese haciendo más grande y absorbiendo toda su existencia. Percibió el sonido lejano y molesto de algo que no podía identificar, decidió enfocarse en ello, sabía que había algo más que tenía que hacer, que tenía que cerrar todos sus sentimientos, pero no lograba hacerlo eficientemente. Poco a poco se fue haciendo más consciente de que el sonido era una risa macabra de felicidad por parte de Woo Bin, quien observaba la escena disfrutando.

— Sabía que herirlo sería magistral para dañarte— comentó con total deleite de la situación— ahora pequeña ratita, te toca a ti.

Woo Bin se impulsó con fuerza y terminó asestando una patada en el pecho de Alexandra, empujándola hacia atrás y sacándole el aire. Las palabras de Feing Long se repetían en su cabeza, tenía que vivir, al menos lo suficiente como para matar a Song Woo Bin, pero su cuerpo no parecía responderle.

Movió sus manos en un intento de arrastrarse lejos, jadeaba buscando aire y el dolor se volvía más intenso. ¿Acaso la habían herido sin ella darse cuenta? Ni siquiera podía determinar qué era lo que le dolía exactamente. Su visión se nublaba y no lograba hacer nada.

— Sabes, me fue muy divertido durante los años verte engrandecerte de poder, considerando todo lo que pasaste— comentó Woo Bin, con ese tono condescendiente que usan los maestros con algunos alumnos y siempre es molesto, pero Alexandra apenas si podía registrar lo que le decía— además, sobreviviste a cada intento de mi parte por aniquilarte, incluso hace seis años huiste de mis hombres y te escondiste aquí.

Alexandra pensó por un instante que ella siempre había sospechado que los hombres de hace seis años, que la habían perseguido y llevado hasta ocultarse como una estudiante normal, provenían de alguien de la mafia, pero durante ese tiempo no pudo averiguar quién fue y al regresar a Japón había estado ocupada con otras cosas. Había sido él todo el tiempo. Sus oídos empezaban a zumbar, estaba sufriendo mucho y no podía manejarlo.

— No puedo creer que mi padre hubiese cometido el estúpido error de dejarte con vida hace 15 años, por más que yo sugerí matarte— comentó Woo Bin como un niño que protesta sobre algún juguete que no le compraron.

Hace 15 años, la careta de conejo, él…

— Parece que finalmente entiendes— sonrió arrogante— Hace 15 años yo estaba allí, yo era el de la careta de conejo, yo lo hice todo.

Alexandra sentía su corazón latir con fuerza, era él, el causante de todo era él. La rabia la corroía por dentro, su visión de volvía más precisa y de repente fue como si en su mente solo quedase ese pensamiento de venganza adictivo. Era él.

— ¿Te digo un secreto?— susurró Woo Bin, tomando a Alexandra del cabello y tirando de este para semi incorporarla, pegando sus rostros. Se acercó a la oreja de Alexandra y susurró las palabras, tan delicadamente que parecía ser su amante profesándole amor eterno— Fui yo quien mató a Sakura.

El dolor desapareció de su cuerpo, de repente todo lo que quedaba era la imagen de aquella niña pequeña siempre sonriente, con coletas adornadas con lazos rosados que marcaban con delicadeza su negro cabello, que le encantaba correr por el camino cuando las flores de cerezo, en honor a las cual estaba nombrada, empezaban a caer, que se colaba en su habitación cuando empezaba a llover porque temía que tronara, pero que se excusaba diciendo que era ella quien temía a los truenos. Su vida, su dolor, aquellos días en los que bajaron al séptimo círculo del infierno, todo había sido él.

La visión de Alexandra se tornó roja de ira, fue como si la adrenalina de la rabia le diera una vida nueva. Levantó su rodilla y asestó un golpe en el costado derecho de Woo Bin, que hizo a este soltarla y echarse a un lado. Alcanzó su pistola y a tiempo reaccionó para dispararle en una pierna, el coreano emitió un grito de dolor, disparó de nuevo en la otra pierna, luego en uno de sus brazos, en el otro. Había inutilizado sus extremidades, pero no era suficiente.

Tambaleante se logró incorporar, caminó en zigzag hacia el escritorio y revolvió todo manchándolo de sangre, encontró las carpetas donde se veían los documentos de los negocios ilícitos de Woo Bin y estaba segura de que en el ordenador estaba lo demás, pero no era eso lo que buscaba.

Los coreanos, al igual que gran parte de los asiáticos, eran afines a conservar tradiciones de épocas, entre ellas estaban las cartas escritas a manos, por ende era obvio que Song Woo Bin tendría lo que ella buscaba. En el último cajón Alexandra encontró el abrecartas, por supuesto era de metal y estaba perfectamente afilado, no podía esperar menos del líder de la mafia surcoreana.

Regresó sobre sus pasos, ignorando la sangre que bañaba la habitación, el cuerpo sin vida de Feing Long e incluso su dolor propio, parecía un muerto viviente, su mente estaba en un trance absoluto. Se colocó a horcajas sobre Woo Bin, quien al verla con una expresión ida temió por primera vez por su vida, Alexandra se mostraba ausente, con su mirada fría fija en él, no parecía siquiera ser un ser vivo.

Sin decir palabra alguna, Alexandra alzó la mano, sosteniendo firmemente el abrecartas y lo enterró en el brazo de Song Woo Bin, él se retorció de dolor debajo de ella, pero al tener sus extremidades inútiles y a ella encima, había poco que pudiera hacer. Alexandra lo escuchó gritar mientras ella retorcía el abrecartas en círculos y lo llevaba cada vez más adentro en el brazo.

Lentamente se acercó al rostro de Song Woo Bin y tiró del cabello de él con la otra mano, haciendo que elevase un poco la cabeza, quedando cara a cara. Una sonrisa psicópata adornó el rostro de Alexandra, enviando un escalofrío por el cuerpo de Woo Bin.

— ¿Estás disfrutando, pequeño conejo?— preguntó ella en tono cantarín, dividiendo las sílabas con cuidado. Woo Bin sintiendo un miedo que hasta el momento desconocía al reconocer la misma pregunta que 15 años antes él le había hecho a ella— Yo sí lo estoy disfrutando— eran sus mismas palabras, posiblemente incluso la misma expresión— pero esto recién empieza.

Un grito de terror llenó toda la casa, Alexandra ni siquiera se había dado cuenta de que la balacera ya había cesado, solo se concentró en sacar el abrecartas del brazo de su objetivo y enterrarlo en su ojo sin misericordia.

Removió varias veces, sintiendo a Woo Bin retorcerse bajo ella mientras gritaba a todo pulmón, palanqueó con el abrecartas e incluso se ayudó de sus uñas, hasta que finalmente extrajo el ojo de Song Woo Bin. Una risa extraña salió de su garganta, aquel momento era catártico de tantas formas que nadie llegaba a comprender, pero no pudo continuar.

El dolor que hasta el momento había estado ignorando, se hizo presente. Dejó caer el abrecartas con el ojo ensartado al suelo mientras su enemigo se removía como gusano y ella se dejaba llevar por su peso hacia un lado, saliendo de encima de él.

Su visión empezaba a nublarse también, fragmentos de su vida se mezclaban con pedazos de los de Alexis y hacía difícil diferenciar una de la otra. No podía pensar, solo atinaba a arrastrarse por el suelo dejando un rastro de sangre y removiendo la que ya adornaba en su mayoría toda la moqueta.

Enterraba sus uñas en el suelo y hacía fuerza con sus brazos, pues su piernas habían dejado de responderle. Un gruñido por lo bajo raspó su garganta cuando finalmente alcanzó su objetivo, el cuerpo de Feing Long. Se abrazó a este colocándose en posición fetal, dejando finalmente que el dolor la rompiera, que su mente se sumergiera en aquel vórtice de imágenes y sufrimiento, mientras la ayuda llegaba, tropezándose con aquella imagen dantesca.

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Bueno, eso estuvo intenso.

¿Qué piensan ustedes de lo que acaban de leer? ¿A alguien más le dolió la muerte de Feing Long? Yo juro que me sentí mal escribiendo  ese pedazo.

En fin, pequepinkypitufibolas, si les ha gustado denle a la estrellita y dejen su comentario, nos estaremos leyendo pronto, besitos💜❤💜❤.

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