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Capítulo 2 Coqueteando con la muerte

Alexis— la saludó con seriedad— ¿Qué haces?— la pregunta no era al azar, Alexis sabía a lo que se refería Alexandra y no jugaría a hacerse la inocente.

— Solo quiero verlo, saber de él, que está bien— respondió Alexis con sinceridad y a la vez una firmeza que Alexandra no le conocía antes de Viktor.

Eso ya lo sabes— reafirmó la vestida de negro.

— Alexandra, tú solo te mantienes al tanto por Hideki y yo…— era un reproche obvio, pero sus palabras se vieron interrumpidas por una condena.

Te voy a sellar— dictó Alexandra.

— ¿Qué?— era un susurro desesperado. A ninguna de las dos les gustaba esa práctica, pero Alexis había llevado a Alexandra a su límite.

— Voy a medicarme y te voy a sellar. Interrumpes mi trabajo, mi sistema y no puede continuar de esta forma. Te voy a sellar y si siento que empujas a través de los medicamentos, será la última vez que le veas. Yo misma le mataré y así ya no tendrás nada que añorar en la superficie. No me provoques Alexis, no estoy de humor. Las cosas allá arriba están muy peligrosas para que tu estés jugando a la casita feliz- era una sentencia clara y por primera vez desde que Alexis le dio el control a Alexandra, se dio cuenta de que algo iba verdaderamente mal.

— ¿Qué está pasando?— preguntó preocupada. Era ella a fin de cuentas.

— Nada de tu interés, limítate a no intervenir o ya sabes lo que pasará— declaró fría y cortante Alexandra— Adiós, Alexis.

Alexandra despertó con Hideki sentado en el suelo frente a su cabeza y tomando su mano firmemente a modo de apoyo. Ambos se miraron y un peso cortante cayó sobre ellos. Las cosas empezaban a salirse de control.

— Pide los medicamentos, por si acaso— fue lo primero que dijo Alexandra. A su amigo, a su mano derecha, ella no tenía que explicarle mucho para que entendiera.

— Inmediatamente— asintió él— también te dejé los números de Löwe y Feing Long cargados en el nuevo celular.

— Entiendo.

No dijeron más nada, Hideki se retiró dejándole una canasta con fresas bañadas en chocolate delante. Era curioso, Alexis odiaba el dulce, pero Alexandra lo amaba. Al igual que con todas las cosas, sus gustos y preferencias divergían en su totalidad. ¿Cómo podían ser la misma persona?

Alexandra comió más de la mitad de la canasta hasta decidir que era hora de atender sus negocios. Su recién recuperado reinado peligraba y no iba a consentirlo.

Dando un trago a otra copa de vino acabada de servir, buscó el contacto de Feing Long primeramente. Su asistente Li Ren contestó al tercer timbre y luego de unas presentaciones básicas en mandarín, la voz armoniosa y musical de aquel hombre, Rey del Bajo mundo chino, se hizo presente.

— Querida Alexandra— la saludó con efusividad y algo de coqueteo. Alexandra sabía que él era así con todos, especialmente con ella, admitía que había extrañado hablar con él.

— Feing Long, ha pasado un tiempo desde que hemos hablado— afirmó ella fingiendo indiferencia.

— En efecto, así ha sido— concordó Feing con naturalidad, se podía escuchar el ruido de música de fondo y copas chocando. Ese hombre era capaz de celebrar así estuviese dándose lugar la tercera guerra mundial— Imagino que has escuchado las malas nuevas.

— Buen juego de palabras— admitió Alexandra, pasa su desgracia el hombre era uno de los pocos que verdaderamente formaban parte de su vida— ¿Crees que asistan todos?

— Eso creo— dijo Feing en un tono más serio— si no quiere levantar sospechas, aquel que nos traiciona debe de ir y es nuestra oportunidad perfecta.

— Pasaremos mucho tiempo en aviones si esto se alarga— suspiró, rindiéndose a la realidad de las circunstancias— Perderemos mucho dinero también. No podemos prolongar esta situación.

— No lo haremos— declaró firmemente y Alexandra podía notar la determinación en su voz. Feing Long era uno de los que más jóvenes había empezado en ese mundo. Su camino al poder fue un duro entrenamiento. Si alguien no permitiría que su imperio cayera, sería él.

— Nos vemos en tres días. Dejaré todo organizado aquí e iré a tu encuentro— informó Alexandra.

— Le di a Hideki la dirección de mi Hotel, en donde os hospedaréis hasta que estén todos en China, luego viajaran a Hong Kong conmigo y lo demás ya lo sabréis estando aquí— fue la respuesta que dio Feing antes de que ambos dieran por terminada la conversación para simplemente colgar.

Las cosas se dificultaban para todos los líderes. Si alguien los estaba traicionando podría ser cualquiera, podría ser más de uno. Sabía que no era Feing Long, todo en lo que pasaba y los atentados a cargamentos y rutas lo había afectado, pero además no encajaba con el perfil.

Por lo que conocía de Viktor Löwe, era imposible que fuese él y ella ciertamente no era. No quería incluir a Dmitri en la lista, pero tampoco podía negarlo y eso la llevaba a un callejón sin salida. Dio un largo suspiro y bebió todo el contenido de la copa, para servirla nuevamente.

Buscó el contacto de Viktor y vio como este tenía una foto de él abrazando el león de peluche. Alexandra había reprimido cada recuerdo de aquella época tanto como podía, pero no había tenido el valor de borrar aquella foto, aunque no entendía por qué le costaba tanto. Decidió que no pensaría en ello, le dio a llamar y espero. Tres timbres, como siempre, la voz de Nathaniel se hizo presente.

— Buenas noches, Señorita Rosenthal— la saludó serio y lacónico— esperábamos su llamada.

— Nathaniel— respondió ella el saludo— ponme con él— pudo escuchar los pasos de Nathaniel y el escaso ruido del fondo. Debía de estar en la oficina.

— Alexandra— saludó Viktor luego de unos segundos donde todo fue silencio.

— Viktor— respondió ella y no sabía que la había impulsado a aceptar el tutearse cuando en los pasados siete meses no se habían hablado para nada. Aunque ella estaba consciente de que ambos se habían mantenido pendientes uno del otro.

— Escuché que ha obtenido el poder del Bajo mundo japonés finalmente— comentó él con ese hablar elegante e imponente que lo caracterizaba.

— Y apenas lo recupero ya hay algún imbécil colaborando por destruirnos— continuó ella, haciéndole saber el motivo de su llamada.

— Imagino que tendrás un plan— afirmó Viktor y sí, ella lo tenía.

— Estaré en China en tres días, espero verlo antes de que lleguen los demás— comentó Alexandra como si estuviese hablando de un paseo por la calle de forma casual.

— Allí estaré— ese tono se le antojo provocativo a la castaña y sintió la excitación empezar a abrirse paso en su cuerpo.

— Y preferiría referirnos a nosotros por nuestros apellidos. No tenemos confianza para andar en primeros nombres— repuso ella y percibió como su voz se había agravado, pero no temblaba ni desentonaba, así que estaba ligeramente a salvo. Dio un largo trago a su copa.

— Diría lo contrario, pero lo entiendo. Hasta luego…señorita Rosenthal— un escalofrío recorrió la columna de Alexandra y tragó más vino todavía con la copa en los labios.

— Buenas noches…Señor Löwe.

No estaba segura de por qué había pasado aquello, pero distinguía la excitación corroerla de dentro hacia fuera. Infaliblemente tener a Alexis tanto tiempo en la superficie había jodido su cabeza. Decidió no meditarlo más, por esa noche solo dormiría y punto. Con esa misma determinación deslizó la bata de baño hasta el suelo y se acostó cubriendo su desnudez con las sábanas, con un sueño pesado apoderándose de su cuerpo.

*

*

*

El viaje en avión había sido sencillo. Había utilizado los últimos días para arreglar los asuntos de control de sus representantes por zonas y así determinar para su regreso cuáles eran aptos de permanecer en sus posiciones y cuáles tendrían un retiro prematuro.

Despedirse de Akina había sido lo más difícil. Su madre no quería que ella se fuera, había pasado años sin ella cerca y la posibilidad de perderla ahora la aterraba. Alexandra había conseguido calmarla luego de tres horas, para finalmente poder retirarse.

Sin planificarlo mucho, apenas llegaron al aeropuerto chino, Hideki había tomado un auto, cortesía de Feing Long, y la llevó hasta el hotel que en esos momentos se alzaba imponente delante de ella. El chino sabía cómo hacer lucir su dinero y sacarle millones a sus inversiones, algo que siempre había admirado. En la recepción le habían dado dos copias de la llave y una combinación que cambiarían al llegar a la puerta.

— Él ya ha llegado— comentó Hideki en el ascensor transparente que dejaba ver sus figuras subiendo por los niveles y los pasillos a medida que iban pasándolos.

— Lo supuse— respondió Alexandra— tú ya sabes que hacer.

— Sí— afirmó él.

Se bajaron del ascensor y dirigieron a la habitación 210. La planta entera estaba reservada para ella y así era con cada uno de los líderes. Por lo que Hideki sabía, Löwe se encontraba dos plantas por encima de ellos.

Pusieron la combinación a la puerta y Alexandra se acomodó mientras Hideki daba órdenes a los hombres de seguridad sobre sus turnos y rotaciones para protección de su jefa. Por el momento quedarían cinco y rotarían cada cinco horas, pudiendo descansar lo suficiente como para no cometer errores.

— Está todo listo— informó Hideki cuando ya tuvo a los hombres organizados.

— Adelante— le dio autorización ella. Era una misión sencilla de cierta forma, pero era difícil para él.

Luego de una reverencia por parte de Hideki, este salió de la habitación. Dentro de ascensor marcó el número de la planta de Viktor y segundos después las puertas se abrían mostrando a cinco hombres trajeados de negro apuntándole con armas.

El japonés no se dejó intimidar por ello, simplemente salió del estrecho compartimento cuadrado y esperó. Podía escuchar sus pasos por el pasillo y contuvo el aliento cuando Nathaniel apareció detrás de los guardias.

— Guarden sus armas— ordenó firmemente y de inmediato se vio cumplido su mandato.

— ¿Nos tomamos algo?— invitó risueño Hideki, como si no estuviera delante del hombre al que sedujo para abandonar sin ninguna explicación luego de que descubrieran que Alexis era una persona no tan inocente como ellos pensaban.

Nathaniel no dijo nada, pero se adentró en el ascensor, Hideki lo siguió y pudo ver como el de gafas marcaba el último piso. En la azotea del edificio había un bar en una especie de invernadero, incluso tenía una fuente y todo parecía una reserva natural ambientada con el propósito de emborrachar más rápido. Se sentaron en la barra donde cada uno pidió un licor chino fuerte. No pretendían beber ni emborracharse, simplemente era por alivianar el ambiente.

— Él irá a hablar con ella— comentó Nathaniel, tomando como inicio de la conversación aquello que los dos tenían en común.

— En realidad es posible que lo esté haciendo en estos momentos— respondió Hideki con una sonrisa ladina en los labios, que destacaba lo divertido del asunto para él.

— ¿Qué quieres hablar?— preguntó Nathaniel cuando notó que no había una forma exacta para llevar a cabo esa conversación.

— Quería pedirte disculpas— confesó Hideki— no me arrepiento de lo que hice ni diré que si volviera el tiempo a atrás actuaría diferente, porque no es así. Pero si me duele y si lo lamento cada día desde ese momento— era una declaración sincera y Nathaniel podía verlo. Respiró profundo dejando salir un suspiro que no le interesaba contener, dio un trago a su bebida y la dejó a medio tomar.

— Considérate perdonado— le dijo, para luego ponerse de pie e irse del lugar sin esperar respuesta.

Hideki quería seguirlo, en serio quería, pero no podía dedicarse a atormentar a Nathaniel cuando había sido él quien lo había jodido todo. No iba a decir que estaba enamorado del hombre porque eso sería inaudito, pero no podía sacárselo de la cabeza, pensaba en él todo el tiempo y dedicaba grandes minutos de su vida a mirar el celular tentado a llamarle. Tanto deseo, tanto placer, tanto gusto.

En un impulso, que no reconoció propio de sí mismo, se vio corriendo hasta alcanzar a Nathaniel, que en ese momento iba a entrar al ascensor, y lo presionó contra la pared antes de que el de gafas pudiese detenerlo.

Ni siquiera procesó lo que hacía, solo volvió a ser consciente de su cuerpo cuando sintió a Nathaniel seguirle el fogoso beso que se daban sin reparos mientras el menor presionaba el cuerpo del mayor contra la pared.

*

*

*

Alexandra podía escuchar los pasos afuera, pese a ser un hotel de lujo, por motivos de seguridad todo estaba preparado para que dentro de las habitaciones se pudiese escuchar si afuera había ruido en caso de un ataque o algo similar. Sabía que no se trataba de eso en esos momentos, pero podía decir como sus guardias discutían con alguien.

Se acercó a la puerta tomando su pistola en la mano, lista para matar a quien fuera que perturbara su paz. Cerró su mano alrededor del pomo de la puerta y giró para abrirla, apuntando al imponente cuerpo de Viktor Löwe. Un suspiro desganado escapó de sus labios mientras bajaba el arma.

— Entra— dijo y sus guardias regresaron a sus posiciones al ver a su jefa aceptar la visita. Habían intentado avisarle antes de que Viktor llegase a la puerta, pero había sido imposible— esa no es forma de hacer una visita.

— No sabía que en serio te gustasen tanto las armas— fue la respuesta evasiva de Viktor.

— ¿Dispararle a todos aquel día, salvándote en el proceso, no fue prueba suficiente?— preguntó ella sarcástica, obviamente él no iba a disculparse por su abrupta visita.

— No, eso podía ser en defensa propia— rebatió el pelinegro de forma serena a la vez que miraba toda la habitación con detenimiento.

— Meterle una bala al chico inocente tampoco, al parecer— comentó en un tonó jocoso Alexandra, ciertamente no esperaba una conversación de ese tipo.

— Nos había descubierto a todos, lo hacías tú o lo hacía yo— respondió él girando para mirarla, recorriendo su cuerpo enfundado en un juego de pantalón de vestir y chaqueta americana gris metálico con una blusa negra por debajo. Alexandra se permitió detallarlo de igual manera, apreciando como se ajustaba a su cuerpo los elegantes trajes negros que siempre usaba.

— No sabes nada de mí, Viktor— repuso ella al ver que él no cedería.

— Creí que no podíamos llamarnos por nuestros primeros nombres— comentó en un tono seductor él.

— Dejémonos de juegos— respondió Alexandra en tono cansado— ¿Qué has venido a hacer aquí?

La pregunta era algo obvia, había varias respuestas posibles, pero antes de asumir nada prefería recibir la excusa que él daría. Decidió que era una conversación que no podía tener sin un trago. Caminó hacia Viktor, pasándole por al lado rumbo a la hielera con vino que estaba en el extremo opuesto del salón, pero su objetivo se vio turbado.

Una mano se aferró a su muñeca mientras que con fuerza la hacían girar hasta quedar su pecho golpeando el de Viktor. Intentó resistirse, pero no esperó el siguiente movimiento del pelinegro. Por un instinto, Alexandra le había apuntado directo al rostro con el arma y Viktor tomó su muñeca e hizo que pegase el cañón a la parte inferior de su mandíbula.

— Si me quieres apartar, dispara— sentenció, para luego besarla con fuerza.

Alexandra quiso negarse, empujarlo, incluso tuvo el instinto de disparar, pero todo se fue de su mente cuando sintió los dientes de Viktor perfilar su labio inferior.

Como una acción automatizada que su cuerpo conocía más que ella misma, sus labios se abrieron dando paso a la lengua de Viktor, que inmediato empezó a batallar con la suya propia mientras aumentaba la intensidad del beso y sin darse cuenta había dejado caer el arma, usando su mano para aferrarse al cabello negro sedoso de su acompañante.

De repente, como si de un rayo alcanzándola se tratase, la realidad la golpeó junto con una punzada en su cabeza y apartó a Viktor de un empujón. Este la miró, sus mejillas sonrosadas, labios hinchados por la fuerza del beso, respiración jadeante, nada que no hubiese visto antes, pero esa expresión de terror en su rostro sí le sorprendió de sobremanera.

— ¡Carajo!— exclamó ella, sin cambiar la tortuosa expresión facial que tenía.

*********
Bueno, pero Viktor, cariño, empezamos duro. Y lo mismo con Hideki-tan.

En fin, ¿qué opinan?

Preguntas, consejos, críticas, opiniones y demás......💙Aquí 💙

Habiendo dicho esto, ya saben, siguiente⏩

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