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Capítulo 17- La sumisión del caos.

La mansión de Feing Long se alzaba imponente delante de ella. Había recibido un mensaje de Dmitri informándole de que Viktor ya había cumplido con su parte y además ella estaba segura que Nathaniel debería de llegar en algún momento de las próximas 48 horas, todo iba funcionando acorde al plan, ahora quedaba su parte.

Se adentró en el terreno privado, conduciendo un auto de los muchos que Long había puesto a su disposición con anterioridad, afortunadamente no había cambiado la contraseña de entrada a la mansión y Alexandra había podido pasar sin problemas. Aparcó justo delante de la gran puerta de entrada y sabía que habría cámaras de vigilancia captando su imagen en esos momentos, pero en sus planes no estaba el ser sutil para nada.

Subió la pequeña escalinata y entró en el gran salón principal que servía de recibidor. Planeaba que fuera una visita formal, pero siempre iba preparada para lo que fuera, por eso sus botas negras eran bajas y de tacón medianamente grueso, esto haría que sus pasos fueran silenciosos en el suelo del lugar.

Meditó por un segundo quitarse el abrigo largo beige que traía puesto por encima del conjunto negro de pantalón liso ajustado al cuerpo y suéter con cuello de tortuga, pero decidió que lo conservaría para ocultar el arma que traía en la parte trasera de su pantalón. Antes de adentrarse totalmente, recogió su cabello en una media cola suelta, por si se diera el caso de necesitar luchar.

Respiró profundo y caminó por la estancia, era raro que no hubiese sirvientes u hombres haciendo guardia por ninguna parte, aunque si lo pensaba bien, con todo lo que estaba pasando, era normal que Feing Long les hubiese pedido desaparecer. Un eufemismo usado entre los ricos y sus empleados para hacerles saber que tenían que moverse por la casa como si fueran fantasmas, pues sus presencias serían consideradas molestas. La casa estaba sumida en un incómodo silencio y Alexandra meditaba qué tanto podría eso significar una mala situación.

Caminó por los pasillos del segundo piso de la gran mansión, todas las puertas se encontraban perfectamente cerradas y sin nadie en su interior, casi podría decir que era una casa fantasma muy bien cuidada.

Una luz al fondo captó su atención y Alexandra se acercó, percatándose de que esta provenía de la puerta entreabierta del estudio que Feing Long usaba a modo de biblioteca para relajarse, totalmente opuesto al que usaba para atender sus negocios y trabajar. No necesitaba ser adivina para saber que era una clara invitación a entrar, por eso no se molestó en tocar la puerta, sino que simplemente la abrió, adentrándose en la habitación.

- Por lo visto eres más inteligente de lo que pensé- comentó con soltura, mirándola desde su posición sentado en uno de los butacones del estudio.

- Y tú más temerario, Mikahelis- repuso Alexandra, sin alterarse por la presencia de Mikahelis en el estudio de Feing, no le extrañaba que él estuviese detrás de todo lo que le pasaba a su amigo.

- ¿Qué es la vida, sino un juego para los intrépidos?- planteó Mikahelis con una gracia patentada que puso a Alexandra en alerta- Ponte cómoda, por favor- exhortó, poniéndose de pie mientras le indicaba el asiento frente al suyo, Alexandra se quitó el abrigo dejándolo encima de una de las butacas y tomó asiento con seguridad, sabía que el italiano estaba allí para conversar, no para atacarse- ¿Alguna bebida?- preguntó servicial mientras quitaba pelusas imaginarias de su traje azul prusia.

- Un whisky estará bien- aceptó Alexandra, intentando hacer más amena la conversación. Mikahelis le sirvió la bebida, preparando también un vaso para sí mismo y luego de dársela, retomó su lugar en el sillón cómodamente sentado- Imagino que no estabas aquí esperándome solo para tomar una copa y charlar como amiguitas de secundaria sobre los chismes más recientes- comentó Alexandra en tono burlesco.

- No, para nada- admitió Mikahelis, dando un trago a su vaso- Sé lo que te pasó- confesó y la mirada relajada de Alexandra se tornó fría y severa. Una atmósfera peligrosa creándose a su alrededor- Tranquila, no te estoy amenazando ni chantajeando, pero pensé que debías de saberlo.

- Cierto, no me amenazas a mí, pero estoy segura que a Feing Long sí lo chantajeaste con eso- increpó Alexandra con un tono oscuro que rozaba el aviso de peligro.

- Es curioso como un líder que presenció la muerte de sus padres para su fortalecimiento, terminó teniendo una debilidad de igual manera- respondió Mikahelis, asintiendo afirmativamente a la suposición de Alexandra- pero nada de lo que le pedí a él es por su mal, por el contrario, es para ayudarnos a todos. Como mismo ahora te lo explicaré a ti para que tú nos ayudes- explicó el italiano sus intenciones y Alexandra respiró tres veces para calmar el enojo perceptible que tenía, necesitaba escuchar lo que él tenía que decir.

- ¿Qué quieres de nosotros?- preguntó cuando se supo a si misma más serena.

Había sido un error de su parte no tomar la medicación para enajenar a Alexis, pero le dio miedo dejar de sentirla nuevamente, aunque por el momento no la percibía alterada, al parecer había logrado bloquear sus propios recuerdos antes de que llegase a filtrarse hacia su compañera de cuerpo.

- Hace un año atrás, cuando Dmitri fue a devolver a Alexis con Viktor y yo interrumpí, alguien me contactó con una propuesta demasiado tentadora como para que yo pudiese rechazarla- Mikahelis se veía pensativo a medida que se explicaba- Esta persona tenía información privilegiada sobre Viktor y algunas otras mafias, estaba dispuesta a dármela toda, con la condición de que yo me encargaría de quitarle a Viktor todo el poder que tenía y que nadie supiera que era esa persona en particular quién me ayudaba. Acepté casi de inmediato, no era una mala propuesta y yo salía ganando. Cuando destrozaste mis planes con los Kreig, me vi en la necesidad de adelantar mis planes con este ser, no iba a ser nada problemático, se suponía que atraeríamos la atención de la Interpol y el FBI sobre Viktor lo suficiente como para yo hacerme con todo su poder, para cuando él lograse quitarse a esos policías estúpidos de encima, yo ya tendría todo y él estaría en la quiebra y sin nada, ni nadie.

Alexandra tenía que admitir que sonaba a un plan casi perfecto, muy bien pensado. La Interpol y el FBI no estarían investigando a Viktor por siempre, pero sí lo tendrían custodiado el tiempo suficiente como para que ocurriera un paso de gobierno del bajo mundo de semejante escala. Sin embargo, para este tipo de trabajos necesitas personal de confianza y ella estaba casi segura que eso fue lo que falló en el plan de Mikahelis.

- El plan se puso en marcha, pero entonces aparecieron pruebas y evidencias de las demás mafias e incluso la mía se vio en el punto de mira de las agencias internacionales- continuó Mikahelis- Sabía que me habían traicionado, así que intenté dar con quién lo había hecho, pero no pude averiguar más de lo que ya sabía previamente. La persona con la que yo hice el negocio también planeó un nuevo trato con el FBI y al final todos caeríamos como moscas, eso es lo que quiero evitar.

- Admito que suena catártico que te hayan traicionado luego de usarte como peón en un partido de ajedrez- comentó Alexandra mientras analizaba críticamente lo que Mikahelis planteaba- aunque igual, todos estamos en peligro y si te han usado, significa que esta persona quiere más que solo joder a Viktor, quiere las cabezas de todos.

- Eso o alguien más le propuso un plan mejor a cambio de entregarnos a todos juntos en la misma bandeja- planteó él y Alexandra analizó que no era una hipótesis tan errada.

- Todavía no has dicho qué quieres de nosotros- insistió Alexandra, no dándole más pensamiento a las palabras de Mikahelis, ya meditaría al respecto luego.

- Quiero que Feing Long y tú, junto con vuestro personal calificado, me ayudéis a detener a esta persona- finalmente todas las cartas estaban sobre la mesa.

- Por detener, asumo que te refieres a matarle- sugirió Alexandra.

- Antes me interesaría saber quién más está detrás de todo esto, así que quizás podríamos planear un ligero interrogatorio previo a su muerte- se explicó el italiano, dándole el último trago a su vaso.

- ¿Por qué nos necesitas a nosotros para esto, Mikahelis?- preguntó Alexandra, sin comprender cómo el líder de la mafia italiana termina pidiendo ayuda para asesinar a una simple persona.

- Porque esta persona está bajo un cuidado muy especial, no muchos pueden acercarse sin verse sospechosos, además de poder sacarla de su prisión de seguridad y llevar a cabo un interrogatorio exitoso- respondió el mayor con calma y seguridad. Estaba pidiendo los servicios en los que las mafias china y japonesa eran expertos, en lo que Feing Long y ella eran buenos.

- ¿Quién es esta persona y quién la está protegiendo?- Alexandra ya se daba por vencida, sabía que haría lo que Mikahelis quería por dos motivos.

El primero era el chantaje, Feing Long participaría por ayudarla y cubrir su pasado y ella por su parte no podría dejarle solo. Por otro lado, en segundo lugar estaba el bienestar de todos ellos, que no podía solo ser ignorado el peligro en el que se encontraban.

- Finalmente haces las preguntas correctas- un escalofrío recorrió la espalda de Alexandra cuando Vitrano la observó con una mirada risueña, como si el chiste interno que estaba haciendo fuese el misterio más grande del universo- su nombre es Amelie Bourgoise y está bajo la protección de Viktor Löwe, en su casa.

oOo

La cabeza le dolía, luego de terminar la conversación con Vitrano, había sentido a Alexis pulsar con desespero, no fue hasta que pudo salir del estudio que se dirigió a la cocina para tomarse la medicación. Se arriesgaría a que Alexis desapareciera si era necesario, pero no podía lidiar con ella en esos momentos. ¿Qué demonios hace Viktor con ella en su casa?

Era un riesgo estúpido que él no debió cometer, ahora tenía al enemigo en su propio territorio y no sabía el riesgo que corría, lo peor era que ella misma no podía avisarle. Tendrían que encargarse de todo solos.

Respiró profundo, dándole una calada al cigarro que acaba de encender, no podía dejarse llevar por las emociones del momento, necesitaba concentrarse en el plan. Vitrano era un hombre inteligente, había orquestado la distracción perfecta para poder llegar a la casa de Viktor y tomar a Amelie antes de que nadie notase lo que sucedía.

El pensamiento lejano de que cuando esto pasara Kolya estaría solo, pues la hija de puta de su madre era una sociópata a la que tenían que matar, llegó a su mente, pero prefirió expulsarlo con fuerza y no pensar más en el tema.

Terminó su cigarro y enrolló su abrigo en su antebrazo, para subir parsimoniosamente las escaleras hasta el tercer piso, en el ala este de la mansión, donde estaba el cuarto de Feing Long. Vitrano le había explicado que él había ordenado a todos retirarse estratégicamente por el día, en honor a la visita que ella realizaría y que por tanto, Feing la estaría esperando en su habitación.

Durante el trayecto, Alexandra meditó lo que podría encontrarse al abrir la puerta, sabía que una parte de Feing estaría corroyéndose por la culpa, el que sus padres se suicidaran para evitar situaciones como las que estaba viviendo en ese mismo momento lo tenía que estar atormentando, por otro lado, el verse débil y doblegado probablemente lo estuviese llevando a su punto límite.

Estaba muy preocupada, nunca creyó habérselo admitido a sí misma, lo negó tanto que pensó que era mentira, pero Alexandra amaba a Feing Long. Era cierto que no de la misma forma en la que lo amó durante su adolescencia, pero seguía preocupándose por él de la misma manera.

Alexandra detuvo sus pasos delante de la puerta de madera con tallados sencillos que formaban una rosa, respiró hondo y acercó su mano a la manilla, no llamaría a la puerta y le daría la oportunidad a Long de mejorar su aspecto, haciendo ver como que todo estaba bien, quería ver la verdad, no la farsa que él sabía preparar mejor que nadie para engañar al público.

Giró la manilla y entró en la habitación de forma calmada, observando todo con detenimiento. Feing había tenido un arrebato de frustración expresada como ira y la habitación era un desastre.

Las sábanas, almohadas y cojines estaban rasgadas, la mesa de madera rota en pedazos, había cristales en el suelo, algunos de copas y botellas, otros de espejos y láminas de sobre mesa. Las paredes tenían manchas ligeras de sangre en las que Alexandra podía ver la marca de unos nudillos siendo destrozados en el impacto constante contra la mampostería, las cortinas habían sido arrancadas y todo el cuarto era marcado por la expresión de un desesperado actuar. Un escenario de furia descargada en objetos inanimados.

Cerró la puerta y se adentró en la habitación en penumbras, su mirada buscaba con parsimonia la figura de Feing Long, pensó que quizás luego de su arrebato se había movido de estancia, pero esa no era la forma en que él actuaba.

Pasó por el límite de la cama y lo vio, sentado en el suelo, su cabello negro y largo suelto en su totalidad, cubriendo su rostro, el cual tenía oculto entre sus brazos, apoyado en sus rodillas. Parecía un niño pequeño muy dañado y Alexandra sabía que así era, él había permitido que alguien le encontrase una debilidad y la culpa lo carcomía por ello.

Durante unos minutos Alexandra pensó en qué podía decir que ayudase al hombre roto delante de ella, pero pronto notó que no había nada que decir. Dejó su abrigo en la cama y se acercó hasta sentarse al lado de Feing Long e imitando su posición, llevó sus rodillas hasta su pecho y pasó sus brazos alrededor de estas.

La única diferencia era que su cabeza, en lugar de estar escondida entre sus extremidades, se encontraba apoyada contra la pared, mirando la oscuridad y la claridad de la habitación converger en un mosaico representativo del dolor sufrido por Feing.

Las horas pasaron sin que ninguno diera señales de querer moverse, era como si se hubiesen sumido en su propio dolor y reflexión de vidas, sus crisis existenciales a flor de piel, consumiendo sus mentes.

Fue Feing Long el primero en moverse, elevó la cabeza hasta que esta quedó pegada a la pared y sus cabellos se deslizaron, revelando su rostro inexpresivo y carente de emociones. Ambos miraban hacia el frente, observando lo mismo, pero viendo cosas totalmente distintas y finalmente, Feing Long habló.

- Te necesito- la confesión salió como un susurro, en el silencio de la noche que había consumido aquella habitación, rompía con toda la tranquilidad.

- Dime qué necesitas exactamente- pidió Alexandra sin mirarlo.

Desde que había visto las condiciones en las que se encontraba, ella sabía lo que eventualmente haría, pero entre ellos había un sistema y acorde a lo que necesitasen según las circunstancias, el otro sabía cómo actuar exactamente. Ella requería que Feing Long dijera con absoluta exactitud qué quería de ella, así podría medir hasta que límite llegaría.

- Necesito que me ayudes a pensar- no solo era él admitiendo lo que su cuerpo, mente y alma solicitaban, era una petición camino a una demanda. Alexandra ya sabía qué hacer.

Se levantó del suelo y retiró su abrigo de la cama, pese a la penumbra de la habitación, ella conocía el lugar de memoria y los destrozos y objetos rotos en el suelo no eran entorpecedores en lo absoluto. Empujó con su pie todos los que estaban en su camino, dejó el abrigo en un sillón que estaba tirado de lado y abrió la puerta que daba hacia el vestidor de Feing Long.

Uno de los compartimentos de su armario era exclusivo para lo que ella usaría, la contraseña curiosamente era el día en que ellos dos se habían conocido de verdad, el día en que ella había llegado a su mafia para ser entrenada. Introdujo la contraseña y el compartimento se abrió, observó a detalle todo lo que contenía, decidiendo qué sería lo mejor a usar.

Empezó a tomar en sus manos y enredar en sus brazos todo lo que su instinto le llamaba para esa noche y salió del vestidor con el mismo caminar seguro con el que había entrado. Dejó todas las cosas en una mesa que se encontraba a pocos metros de la cama y que milagrosamente había sobrevivido al ataque de Feing Long y devolvió sus pasos hasta quedar delante de él.

Ambos se sostuvieron la mirada unos segundos hasta que Feing Long se movió por primera vez en horas, poniéndose de pie y mostrando su figura ante la diferencia de estatura entre él y ella. Alexandra no se amedrentó por esto, lo conocía demasiado bien y sabía que esa mirada vacía con matices tristes le estaba suplicando por cordura, esa que solo ella sabía poner en él cuando perdía el camino.

Los ojos avellana de Alexandra brillaron con una mirada voraz, como la que da un puma a su presa cuando sabe que el ataque no tendrá forma de fallar y finalmente la orden fue dada.

- Desnúdate.

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Y eso fue todo mis pequepinkypitufibolas, ¿qué opinan del desarrollo de este libro?

Espero que les gusten estos capítulos y me dejan saber todas sus opiniones. Nos leemos en la próxima actualización.

Besitos😊💕🥰

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