Capítulo 15- Una petición inesperada.
Viktor se encontraba recibiendo los análisis de todos los posibles sospechosos de haber secuestrado a su hijo, incluía una obvia lista de todas las personas que lideraban alguna mafia en el bajo mundo norteamericano y euroasiático. Ni siquiera Alexandra estaba fuera, no podía confiar en nadie, aun cuando ella le había salvado casándose con él.
Observó detenidamente unos segundos el aro de oro blanco y liso que Feing Long le había proporcionado como símbolo de la unión para que todo fuera más creíble. Alexandra tenía uno idéntico, pero más pequeño. ¿Pero qué estoy haciendo? Se reprendió mentalmente.
— Viktor— Amelie se asomaba por la puerta de su estudio, se había instalado en la habitación que anteriormente había tenido Alexandra y Nathaniel se quedaba también allí por el momento, en la habitación que usaba normalmente— perdón por entrar, es que toqué varias veces y no contestaste.
— Estaba muy concentrado— contestó este sin prestarle mayor atención— ¿Necesitas algo?
— Quiero saber qué sucede— indicó ella, cerrando la puerta del estudio sin hacer ruido— mi hijo ha sido secuestrado sin que nadie pudiese hacer nada, cuando tú prometiste y aseguraste que estaría protegido. Merezco una explicación.
— Amelie, muchas cosas están pasando juntas— confesó Viktor, dejando de lado los documentos que examinaba— no me presiones, no estoy en un estado muy controlado. Si te traje a vivir conmigo es porque cuando recupere a Koyla, quiero que tú estés, eres su madre, pero no me hagas dejarte encerrada en un apartamento donde no tenga que lidiar con tus preguntas, seriamente no me molestaría— Viktor la miraba seriamente y su voz monocorde y fría hacía helar a cualquiera.
— Entiendo— contestó ella mientras se retiraba totalmente molesta del estudio. Viktor creía que él era un rey al que obedecer en todo momento y estaba muy equivocado si pensaba que ella simplemente acataría todas sus órdenes.
Presionando el puente de su nariz, Viktor se recargó en la mesa preso del estrés. Demasiados inconvenientes, debió de haber escuchado a Nathaniel cuando le dijo que no era buena idea traer a Amelie, pero la mujer estaba en peligro precisamente porque Viktor había entrado en su vida hacía cinco años atrás, era su culpa y no era justo que la dejase a su suerte. Sobre todo con el hijo que tenían en común secuestrado.
El sonido de su celular llamó su atención, en la pantalla se mostraba una línea que desconocía, últimamente estaba más paranoico, pero no tanto como para contestar a desconocidos. Colgó la llamada y le envió un mensaje a Nathaniel, quien apareció en su estudio en menos de cinco minutos.
— Señor— se anunció al entrar.
— Llama a este número y dime qué está pasando— ordenó Viktor inmediatamente— me acaba de marcar.
— Sí, señor— dijo Nathaniel, tomando el celular para copiar el número a uno de los móviles que usaban para llamadas desconocidas. Posteriormente se retiró a una esquina de la habitación a realizar la llamada, unos cuatro timbres sonaron hasta que alguien contestó y Nathaniel sintió que algo muy malo debía de pasar para que ella les llamase.
— Hola— contestó Alexandra desde el celular que Dmitri le había facilitado para realizar la llamada sin ser rastreada.
— Es Nathaniel— explicó el de espejuelos, sabiendo que ella le pediría hablar con Viktor— enseguida le comunico con él.
— Espera, Nathaniel— lo detuvo ella— cuando tengas un momento a solas, necesito que me llames a este número, hay algo que tengo que hablar contigo.
— Sí, de inmediato— contestó Nathaniel, disimulando su respuesta, no traicionaría a Viktor por nada en el mundo, pero sí le interesaba escuchar qué se ocultaba detrás de aquella petición inusual en la señorita Rosenthal— Señor, es Alexandra— le informó a Viktor, este inmediatamente direccionó su atención al celular que Nathaniel extendía hacia él y lo tomó, indicándole con un vago gesto que lo dejase solo.
— Alexandra— saludó Viktor.
— Tenemos problemas— soltó ella de golpe. ¿Cuándo no? Se preguntó Vitkor mentalmente— Feing Long ha sido afectado— esa frase había bastado para poner todas las alertas hipersensibles de Viktor en estado crítico.
Si había un ser intocable en las mafias, ese era el líder de la mafia china, su forma de pasar el liderazgo era tan ceremoniosa a la par de ritualista y sangrienta que no solían tener puntos débiles jamás.
— ¿De qué coño hablas?— demandó él, intentaba contener su enojo y pensar con perspectiva, pero esto últimamente era más un reto que una realidad.
— No puedo entrar en detalles, pero él y yo tenemos una señal especial desde hace años— explicó Alexandra— de uno de los dos usarla, le estábamos indicando al otro que algo nos había afectado y ya no éramos de confianza. Feing Long está siendo coaccionado de alguna forma y no podemos fiarnos ya de él o sus fuerzas— a Viktor le dolía la cabeza, esto no podía estar pasando en esos momentos.
China era, posiblemente, el único país que podría ayudarlo a encontrar a su hijo y acabar con esa cacería de brujas antes de que ocurriese una desgracia.
— ¿Qué haremos ahora?— él no estaba en condiciones de planear nada, accedería a lo que ella le pidiese aun cuando seguía desconfiando de ella por el secuestro de Nikolay.
— Tenemos que ayudarlo— afirmó Alexandra— Nos ha estado ayudando a todos en este tiempo, es hora de devolver el favor. Lo que vayamos a hacer tiene que ser invasivo y rápido. Es hora de hacer una gran jugada.
— ¿Qué tienes pensado y en qué te puedo ser útil?— Viktor estaba de acuerdo con las palabras de Alexandra, aquella locura se había extendido demasiado y las delicadezas ya no funcionaban.
— Todavía tienes a los del FBI buscándote— puntualizó Alexandra— vamos a darles utilidad a esos dos adorables agentes de la ley. Viktor…vas a declarar en contra de la mafia rusa.
oOo
Nathaniel había prestado total atención al plan que Viktor le explicaba, debía de admitir que Alexandra tenía una mente veloz y maquiavélica, a la vez que arriesgada. Viktor declararía en contra de la mafia rusa con el FBI, estos usarían sus influencias en las agencias internacionales para cazar a Dmitri, que se encontraría voluntariamente en la posición de cebo para atraer la atención.
Este movimiento debía de realizarse de tal forma que los demás líderes empezaran a atacarse unos a otros al intentar protegerse. Quien estuviese apoyando a la policía se recluiría con tiempo antes de que sus acciones se viesen afectadas. Era hora de comprobar quién interrumpía sus tratos antes de que el altercado se desatase.
Pese a todo, había algo que a Nathaniel no le terminaba de encajar en todo aquello. Observó la hora, pasaban las tres de la madrugada, su trabajo había terminado y estaba solo en su habitación. Se puso de pie y cerró la puerta con pestillo para luego encerrarse en el baño privado del cuarto, prefería prevenir que lamentar. Sacó su teléfono y marcó al número que Alexandra le había indicado.
— Esperaba tu llamada— respondió ella.
— ¿Nunca duda de lo que sucederá?— preguntó Nathaniel, ironizando la situación— los imprevistos ocurren.
— Lidio con ellos día a día, Nathaniel— contestó Alexandra segura— ¿Qué opinas del plan?
— Creo que es arriesgado, pero que a la vez podría funcionar—aceptó él— como también opino que eso no es el motivo de que me pidiese esta llamada.
— No, no lo es— admitió— tengo a Nikolay— confesó y Nathaniel sintió todo su cuerpo tensarse— Hideki encontró el dispositivo USB que había en la tumba de tu padre y cuando lo conectó a una laptop con internet, automáticamente se conectó a la red de seguridad de tu casa. Habían cuentas fantasmas que habían hackeado dicha red a las que él pudo acceder y donde se planeaba un secuestro real al niño y usarlo para destruir a Viktor. Tuvimos que tomar medidas, pero sí se lo decimos a él…— Alexandra no terminó la explicación pues sabía que Nathaniel entendería. Lo peor era que sí, lo entendía.
— ¿Por qué me lo cuenta ahora?— preguntó sin comprender.
— Necesito que alguien sepa qué pasará con el niño antes de que ocurra todo. Una seguridad— informó Alexandra, no podía dejarlo a la deriva, alguien tenía que poder hacerse cargo si todo salía mal— además tengo que pedirte un favor.
— ¿Qué sería?— preguntó Nathaniel intrigado.
— Necesito que seas tú quien rastree a Feing Long— pidió ella con la voz ronca— iré a verle a China bajo mi propio riesgo y Hideki viajará a Estados Unidos para unirse a ustedes para joder al FBI. Será difícil, pero necesito saber quién tiene algo contra Feing Long y por qué. No puedo pedirle a Hideki que se encargue de ambas cosas, así que te pido que busques una justificación para Viktor, viajes a Hong Kong y me ayudes.
— Alexandra— Nathaniel pensó con detenimiento lo que le pedía la líder japonesa.
Era más que un riesgo, era una puñetera locura, pero hasta el momento ella había protegido todo lo importante para su señor y además era alguien especial para Hideki, lo que hacía que él no pudiese mirar hacia otro lado.
— Está bien.
— Gracias— la sinceridad en su voz conmovió a Nathaniel, no creyó que ella fuera capaz de ser así de profunda de sentimientos, pero tampoco lo había creído de Viktor o de sí mismo y allí estaban. Sin decir más nada ambos colgaron la llamada. Sería una larga noche.
oOo
Alexandra tomaba una copa de vino mientras agotaba el quinto cigarro en menos de dos horas. El plan era complicado, sobre todo la parte en que tendrían que atrapar a quien había hecho todo eso y a la vez deshacerse de las agencias policiales internacionales. Había sospechado de Vitrano, pero el hombre mantenía sus negocios al filo y parecía estar serenado. Si no era él, ¿quién era?
— Irás a ayudar a Feing Long— afirmó Hideki, sentándose al lado de ella en el sofá mientras ambos miraban por la ventana.
— No puedo no ir— admitió ella mientras dejaba que el humo saliera por sus labios lentamente.
— Nunca entendí qué le viste— comentó Hideki sirviéndose una copa— siempre fue un misterio para mí.
— Nos comprendíamos en más de un sentido y no tenía un juramento haciéndolo quedarse conmigo por culpa— soltó Alexandra sin medir sus palabras, Hideki dejó el trago a medio tomar y la miró atónito.
— Eso no es el motivo de mi lealtad a ti— expresó con firmeza, a lo que Alexandra respondió con una calada al cigarro.
— ¿Piensas que no lo recuerdo? Tu cuerpo arrodillado al lado del mío durante horas, tus lágrimas, tus temblores, el calor de tu tambaleante abrazo cuando, dolido, no pudiste sostenerte más, y tu voz rota por el llanto al prometer no separarte de mí y cuidarme por siempre.
Su tono monocorde hacía a Hideki alterarse más por momentos, él seriamente pensaba que ella no lo recordaba. Un temor frío le invadió.
— Siempre me pregunté si me aceptarías como soy si esa promesa no estuviese de por medio. Una respuesta que no sabremos nunca. Feing Long no era un misterio o un gran símbolo de interrogación para mí, siempre pude leerlo con facilidad y me conoció posterior a aquel evento. Sabía quién era y cómo era, lo que tenía y lo que había pasado y no me trató diferente. Era y sigo siendo su igual.
— Yo…— Hideki luchaba con su mente y sentimientos, intentando encontrar las palabras— jamás quise que te sintieras así, pero no pienses que mi actuar ha sido siempre solo por mi promesa, Arekusandaa. Te acepté a ti y a Alexis y no permití que nadie atentara contra las dos cuando era mucho más fácil protegerlas si fueran una sola. Luché a vuestro lado y me convertí en alguien capaz de permanecer cerca porque verdaderamente quería. Pasé los años que Alexis estuvo en el control viajando por todas partes para mantener las relaciones externas de la mafia japonesa a nuestro nombre, lo que nos facilitó tu regreso al poder y nada de eso fue por aquella promesa. Cierto que a veces me golpea cuando no he podido cuidarte, pero no es mi todo, Arekusandaa.
Alexandra apagó la colilla restante del cigarro y terminó de vaciar su copa, se puso de pie y dio un largo suspiro para asomarse a la ventana, su madre se había dedicado todo el tiempo al cuidado de Nikolay y ella los había evitado en todo momento. Si algo salía mal, podría no volver a verlos y ante ese pensamiento, era hora de enfrentar sus temores.
Dio media vuelta para salir de la habitación, pero antes se acercó a Hideki, que seguía sentado en el sofá observándola, y le palmeó el hombro mirándolo con ternura. En sus ojos Hideki pudo ver un rastro veloz de la luz que Alexis brindaba cuando estaba al mando, ciertamente no era solo por la promesa que él estaba allí.
Sin prisa, Alexandra descendió las escaleras y salió al jardín donde el pequeño, forrado en abrigos hasta parecer una bola de tela, intentaba correr detrás de una pelota. Parece un perro, pensó Alexandra sin arrepentirse.
Se acercó a su madre, que alegremente exhortaba al niño a continuar correteando, y se detuvo a su lado. A veces olvidaba que Akina no había podido tener hijos propios y que eso la volvía débil ante los niños.
— Te gusta, ¿cierto?— inquirió con calma, a su madre solía hablarle con una delicadeza poco característica en ella.
— A ti también te gustaría si le dieras la oportunidad— aseguró Akina, sin dejar de mirar al niño jugando.
— No lo creo— afirmó sin titubeos y era cierto, no le gustaban los niños.
— ¿Te vas?— preguntó su madre, el tono melancólico en su voz declaraba lo en contra que estaba de sus acciones.
— Sabías que este tipo de vida conllevaba estos peligros— repuso Alexandra observando al niño— has visto a los hombres llegar a los extremos por el poder y la inmunidad de una posición entre los más altos, no puedes asombrarte ahora.
— No lo hago— repuso Akina con pausa— pero no significa que esté de acuerdo.
— Estarás bien, Dmitri sabe qué hacer y en caso de que las cosas que salgan de control, yo tomaré las decisiones— expuso Alexandra, intentando dejar todo claro antes de irse.
— No nos quedaremos aquí— no era una pregunta, Akina había pasado más de la mitad de su vida en ese mundo, entendía cómo funcionaba todo.
— Ekaterina, el niño y tú irán con Caius a otro lugar en la madrugada. No estoy enterada de a dónde por cuestiones de seguridad, ni siquiera Dmitri lo sabe. Dejó que Caius tomase la decisión a su gusto— comunicó Alexandra, era una decisión que habían tomado cuando Alexandra había salido desprendida de su habitación hacia la de Dmitri para explicarle lo que sucedía con Feing Long.
— Ten cuidado, Arekusandaa— le pidió Akina con esa mirada maternal que había desarrollado cuando ella era apenas una niña de tres años.
— Por supuesto, madre— aseveró serenamente.
Sintió algo golpear suave su pie y observó la pelota verde brillante en el suelo, que fue recogida por unas regordetas manos blancas. El niño la miró con sus azules ojos y su mente evocó los recuerdos de unos más turbios. ¿Así se veía Viktor cuando aún había inocencia en él?
— Hola— la saludó el pequeño. Alexandra respiró profundo sin dejar de mirarle, para luego agacharse a su altura.
— Hola, Kolya— saludó ella, esbozando una sonrisa ligera.
— ¿Sabes mi nombre?— preguntó Nikolay, inocentemente.
— Sí, el mío es Alexandra— le dijo ella suavemente.
— Ale..Alexanda…Alexanda— intentó pronunciar bien un par de veces sin éxito y esto causó gracia en ambas mujeres.
— Puedes decirme Alexa— propuso ella.
— Alexa— sonrió Kolya al poder decirlo bien.
— Escucha Kolya, harás un viaje esta noche con esta señora agradable y la chica que ha estado contigo en las noches. ¿Sabes quién es?— el niño asintió en su escasa comprensión— y el señor de allá— dijo señalando a Caius— irá para protegerlos.
— ¿Y mamá?— los niños tenían esa facilidad de hacer preguntas difíciles cuando no sabían qué pasaba, quizás por eso Alexandra no se llevaba bien con ellos.
— Mamá está bien, solo que por ahora no puedes verla. Cuando sea el momento ambos se encontrarán de nuevo, lo prometo— aseguró ella sin vacilar y el niño reconoció vagamente en su forma de hablar y de verse una expresión familiar. Había visto a un señor de ojos azules penetrantes hablar igual de seguro y firme antes, confiaba en las personas que hablaban así.
— Está bien— sonrió dulcemente el pequeño de cabellos castaños y Alexandra se relajó.
Se puso de pie y miró a su madre significativamente antes de ir a donde Caius. Una mirada bastó para que el hombre entendiera la pregunta implícita y le señaló hacia la biblioteca que estaba en el tercer piso de la gran casa. Ella agradeció con un asentimiento de cabeza y entró a la casa en dirección a su objetivo.
No se molestó en tocar la puerta, dudaba mucho que él no estuviera vigilándolos por la ventana. Entró con confianza y lo observó sentado en un buró, leyendo un libro que reconoció como Corazón, de Edmundo de Amicis. Alexandra tenía un gran apego por ese libro en particular, quizás por eso su voz salió ronca y marcada por una tristeza de fondo.
— Dmitri.
*************
Epa, tocó nueva actualización por acá.
¿Qué les parece el capítulo? A mi me encanta esta historia, sobre todo este segundo libro 🤭. En fin, ya saben como funciona, sigan al siguiente capítulo.
🔜🔜
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro